Capítulo 3
Fué una mala idea salir.
Varios enfermos empezaron a perseguirnos y uno se acercó demasiado a mí. Le pegué un batazo en la cabeza y cayó al suelo. Casi hago arcadas por el olor nauseabundo que expidió.
Ethan y yo llegamos a una pequeña tienda de dulces.
—No sé tú, pero quiero comer algo dulce por última vez— dijo Ethan.
No entiendo por qué sigue hablando como si fuera a morir hoy.
—Yo me quedaré afuera por si algún enfermo intenta pasar— dije tomando el bate.
—¿Segura?
—Sí ve, ten la mochila y mete algunos dulces ahí, yo también quiero algunos.
—¿Eres alérgica a algo?
—No, así que toma cualquiera.
—Vale.
Me quedé la lado de la entrada de la tienda, estaba muy alerta por si algo se acercaba. Así pasó un rato, hasta que uno de ellos se estaba acercando a mí.
—Muérete— dije.
Le di con el bate en la cabeza y cayó al suelo, ahí le seguí golpeando la cabeza hasta que no quedó nada más que pequeños trozos de carne podrida y mucha sangre que parecía alquitrán.
—Guau, tranquila— dijo Ethan detrás de mí.
—Quería desahogarme un poco— limpié mi mejilla.
—Bueno, vamos a aquella tienda, ahí hay... armas.
—¿Antes de que pasara toda esta locura, esa tienda era legal?
—Es una tienda con cosas de cacería, así que me imagino que sí.
Tomé muy fuerte mi bate y caminamos a aquella tienda. Decidimos entrar ambos por precaución.
—Esta tienda es más grande de lo que pensé— dije en un susurro.
Ethan tomó una escopeta y una pequeña caja que supuse que serían las municiones. Yo me dediqué a tomar un par de repelentes, uno nunca sabe si nos toca pasar por algún bosque. Yo me fui a otro pasillo y mientras veía las cosas, se escuchó un ruido dentro de la tienda.
Me alarmé y puse el bate en alto.
—Psst, ten cuidado— dijo Ethan a mi lado.
Caminamos un poco más y vimos la fuente del sonido. Una estúpida rata.
Después de ese pequeño susto, Ethan y yo caminamos de vuelta a mi casa. Como dije, esperaré hasta hoy y mañana en la mañana a ver si llega mi padre, si no llega, tendré que ir a buscarlo, a buscarlos.
Por suerte en el camino no nos conseguimos con ningún enfermo, pero no nos atrevimos a ir a callejones oscuros o a tiendas que no tuvieran nada de claridad.
Llegamos a mi casa y matamos a dos de ellos que estaban al frente de esta. Nos apresuramos a entrar y le pasé el seguro a la puerta ya que estaba anocheciendo. El tiempo pasó volando.
Ethan puso la escopeta en la mesa de la sala y al lado las municiones. Yo me senté en el sofá individual y Ethan en el del frente.
—Bien, ahora a darnos un pequeño gusto en medio del caos— dijo abriendo la mochila.
—¿Qué metiste ahí?— pregunto sentándome a su lado.
—A ver, hay barras de chocolate blanco y negro, galletas, barras de avena...
—¿En serio? ¿Barras de avena?— reí.
—¿Qué? Son muy buenas, me gustan.
—Está bien abuelo, no te juzgo.
Tomé la mochila y saqué una barra de maní cubierta con chocolate.
—Tenía un mes y medio que no comía nada dulce— dije saboreando la barra.
—¿Qué?
—Verás, mi madre es un poco aburrida y muy sana, es vegana y no come cosas que sean dulces, o que contenga grasa. Entonces ella no me permite comer esto... Bueno, no me permitía.
—Tu madre era una loca.
—Concuerdo contigo— río.
Casi parecía que no estábamos pasando por lo que es claramente el fin del mundo. Parecíamos dos jóvenes que hablaban de lo estrictos que eran sus padres y comían golosinas mientras lo hacían.
—Bueno, mi madre siempre le gustaba alimentarme, si vieras los platos de comida que me servía te quedas tonta. Sin embargo mi padre quería mantenerme en forma, ya que antes de toda esta locura, iba a ir a las olimpiadas de Seoul.
—Vaya resultaste ser atleta— dije con ambas cejas alzadas.
—Sí, era mi sueño desde pequeño. Cada que ganaba un concurso estaba feliz ya que mi padre estaba muy orgulloso de mí. A diferencia de cuando llegaba con las calificaciones bajas de la escuela, me decía hasta lo peor. Yo solo soportaba lo que decía para no llevarle la contraria.
—Lo lamento.
—No debes, ya no está, ninguno de los dos. Y te apuesto que su último pensamiento antes de morir fue que duermo tan profundo que no estuve ahí para salvarlos.
—Ya, no te culpes por su muerte. Y ya dejemos de hablar de cosas tristes. Estamos en el fin del mundo, así que deberíamos de estar preocupados y no tristes— reí bajo.
—Claro— sonrió y negó con la cabeza.
—A ver... qué más habrá aquí.
Estaba una bolsa de papas, ay amo las papas.
—Que asco, chocolate con coco espolvoreado arriba. Esas cosas saben a horrible.
—Nunca he probado horrible— se ríe.
—Si, que gracioso.
Abrí la bolsa de papas y metí una a mi boca.
—Hey, esa la tomé para mí.
—Tarde, yo la tomé primero, lo siento.
—Eres increíble.
—Lo sé, gracias— reí.
Me levanté del sofá y fui a la cocina para preparar dos sandwiches. Hice el mío primero y luego el de Ethan.
—Oye Ethan, ven a buscar tu sándwich.
—Voy mamá— dijo con burla—. Mamá, pero que joven te ves, ¿acaso te operaste?
—¡Ethan! ¿Cómo te atreves a preguntarme eso?— dije con falsa indignación.
—Solo preguntaba mamá— rió.
—Creo que esto del apocalipsis nos volvió esquizofrénicos— dije.
—¿Tú crees? Yo ya era esquizofrénico antes de todo esto.
—Me lo imagino.
Comimos y fui a la sala a encender la televisión. Aún había electricidad y me extrañó muchísimo. Pasé los canales, pero nada, no había nada.
—Es muy obvio que no habrá nada. Aún no sabemos si hay sobrevivientes allá afuera— dijo Ethan.
Suspiré— Yo me iré a dormir, mañana si mis padres no llegan, nos iremos de aquí.
Subí las escaleras y entré a mi habitación. No quiero abandonar esta casa, aunque haya comida y estemos a salvo, no quiero irme de aquí.
[...]
Me desperté a las cinco de la mañana. Lo sé porque vi la hora en el reloj colgado en la pared. Me cepillé los dientes y me di un baño, la ropa de ayer tenía salpicaduras de sangre y olía a sudor.
Me vestí y bajé a la sala.
—Oh, hola, ¿lista para irnos?
—No, pero vamos. Primero comeré algo— Hice un sándwich. Si, estoy comiendo muchos sandwiches, pero al parecer es lo mejor que hay hasta el momento.
Subí y busqué la mochila con la muda de ropa. Tomé una foto que tenía con mi padre y antes de salir de mi habitación, la vi por última vez para luego bajar.
—¿Ya?— pregunta Ethan.
—Sí, vamos.
Nos dirigimos a la puerta, pero algo nos detuvo. Antes de abrirla, escuchamos un ruido que provenía de afuera, Ethan y yo nos miramos con preocupación.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top