39. Mascota

Darren

Si podría ponerle nombre a este momento lo llamaría comodidad. Las sábanas son suaves, el colchón es mullido y la almohada es abrazable. Un segundo ¿Dónde estoy? Abro los ojos y me siento abruptamente en aquella cama. Una casa lujosa con muebles de tonalidades oscuras, es una bonita combinación estética, aquí vive un millonario. Supuse que Arien era rico de todas formas.

Terminé yéndome con él luego de pelearme con Seyn, no quería cruzarmelo en nuestra casa y no podía ir de Ace, obvio que él también podría decidir ir allí. Tampoco es que quería molestar a Eliza o a Jovan, pero Arien luego me ofreció venir a su casa y como que no me quedo otra opción para elegir. Quizás solo debí llamar a Emmet, aunque ni idea porqué no se me ocurrió entonces.

Tiro mi espalda hacia atrás, chocándola con la almohada. Cubro mi casa con ambas manos.

—Ah no sé lo que me pasa —digo para mí mismo quejándome en voz alta.

La discusiones me sacan toda las malditas energías. Se supone que soy alguien que arregla ese tipo de problemas. Debí haber calmado a Seyn, no debí haberme sentido avergonzado. Me agarró de repente, pude haberlo resuelto de otra manera.

Quisiera disculparme y él también, pero si lo disculpo todo va a seguir igual. Siempre lo estoy perdonando. Definitivamente esto se ha vuelto tóxico. Todas mis parejas terminan lastimándome de alguna manera, sea un sexo u otro, es lo mismo.

¿Qué estaré haciendo mal?

Quizás no debería tener pareja y dedicarme a ser un restaurador y ya. Debería ser uno a tiempo completo. Creo que estoy diciendo estupideces, llega un momento que hay que pensar en uno mismo. Mi madre se enfadaría y hablando de ella ¿Dónde está?

Quito las manos de mi rostro buscando a la mariposa y no la veo. Ya me dejó, hasta mi madre me abandona.

¿Estoy demasiado negativo o me parece a mí? Siento el peso de la mala energía en todo mi cuerpo.

Me levanto de la cama, salgo del cuarto y me dirijo al comedor que ya había visto con antelación cuando llegué aquí. Visualizo a Arien sentado en la silla del borde de la mesa larga, me acerco hasta él y me siento a su lado.

—¿Dormiste bien? —me pregunta y me alcanza una taza de café.

—¿Tú no comes? —cuestiono ya que no tiene ningún plato cerca.

—Ya comí, estoy satisfecho —Sonríe.

Agarro una tostada, unto un poco de manteca en esta, luego la muerdo, para después tomar un poco de café, bajar la comida de mi garganta y hablar.

—¿Vives solo en esta mansión tan grande? ¿Y los empleados?

—Pronto tendré todo eso que dices, buena compañía y criados que me sirvan, no te preocupes, estoy trabajando en ello.

—Te ves animado —opino —¿Te arreglaste con tu ex?

Se ríe.

—No, adopte una mascota.

—Oh que bien —Sonrío —los animales siempre traen alegría a una casa ¿Qué es? ¿Un gatito?

—No, un murciélago —Lo miro raro ante su respuesta y se ríe —es broma, es un perro, algo revoltoso, pero ya lo voy a adiestrar y cuando esté preparado, te lo presentaré.

—Que bien, da ganas de conocerlo —expreso alegre.

—Pronto lo harás —Se acerca a mi rostro —. Hablemos de ti ¿Cómo te sientes?

—Cansado —Bufo y luego sonrío —pero mejor, gracias por preocuparte.

—Entiendo lo que estás pasando —Toma mi mano —pero todo pronto se va a solucionar.

Suspiro y bajo la vista.

—Eso espero.

Me agarra la barbilla, levantándome el rostro, el suyo está más cerca aún, pero no me alejo.

—No te rindas, las mejores cosas pasan cuando uno menos se lo espera —Une sus labios con los míos y yo me dejo, luego reacciono.

—No, espera, eso está mal —Me levanto del asiento —quizás no debería haber venido.

Continúa sonriente.

—No te preocupes, te llevaré a tu casa —El timbre suena y alza la vista, entonces me avisa —¿Me disculpas? Es mi ex, viene a ver a mi perro.

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