09. SMS

Sara me acaba de decir que se casó con el mexicano. Estoy re caliente. Te juro, quiero llorar y no puedo porque estoy en servicio. Como no pudiste hacer nada??? Por qué no hablas con ella, a ver si en esas puede anular el matrimonio, no se! Algo. Mati, estoy desesperado. No soporto ver a mi hermana autodestruirse así.

Enviado. 15:07

Él envió el extenso SMS a su amigo y guardó su celular antes de que algún superior o civil justiciero lo viera usando el teléfono en servicio. Su hermana se había casado en secreto con un tipo que no era de su agrado, y para peor, amando a otro hombre. A Matías, el destinatario del SMS, amigo de Él durante la época en la que salía con su hermana. Y si bien al principio Matías no era santo de su devoción por ser una figurita de la farándula local, nieto de un ex presidente argentino sin pena ni gloria, el joven supo ganarse el cariño de Él cuando le demostró que, a pesar de la vida de lujo que podía darse, era un tipo común y corriente. Algo excéntrico, sí. Lleno de problemas y periodistas, sí. Pero amaba a su hermana Sara, a diferencia de Juan Sebastián. Sara fue un capricho para el mexicano, y de tonta despechada cayó en sus redes.

Sara se había casado con Juan Sebastián como quien va a hacer un trámite simple, vaya uno a saber cuándo sacaron fecha, quiénes fueron los testigos de semejante locura, o en qué momento se realizaron los exámenes prenupciales. Interrogantes que atacaban los pensamientos de Él, cuando debía estar atento a la calle en lugar de pensar cómo haría para compartir su casa con un completo desconocido que apenas llegaba y ya estaba dando directivas, planeando los arreglos que quería hacerle al inmueble. Se marchó a trabajar antes de romperle la cara con el uniforme policial, y se contuvo porque pudo ver en los ojos de Sara el arrepentimiento por la locura cometida, debía controlar sus impulsos y hablar con su hermana a solas apenas tuviera oportunidad.

Esperaba impaciente la respuesta de Matías. Era consciente de que el muchacho mucho no podía hacer. Ya lo había llamado con anterioridad para ver si podían recomponer la relación, pero su hermana era muy terca. Matías era el presunto padre del hijo de una vedette, y Sara se abrió de su vida, alegando que no podía privar a una criatura de crecer sin una figura paterna. Por más que el joven intentó explicarle que eran calumnias y que el bebé no era suyo, Sara hizo caso omiso, también estaba algo cansada de ser señalada y prejuzgada como una oportunista por la posición económica de Matías.

Ya habían pasado diez minutos desde que Él había enviado el SMS y aun no recibía una respuesta, se rehusaba a creer que la noticia no le impactaría a su amigo. Y sí, a pesar de haber perdido el contacto, los dos habían hecho muy buenas migas, por eso se permitía llamarlo amigo a pesar de lo sucedido con su hermana. No se aguantó la ansiedad, es por eso que se adentró en una pizzería de la calle Corrientes y solicitó permiso para usar el baño. Y en la soledad del recinto llamó a Matías.

El celular al que ha llamado se encuentra apagado o fuera del área de cobertura.

Maldijo por lo bajo mientras pegaba un puñetazo al mármol de la pileta del baño. Sintió el golpe, y sacudió la mano con más rabia, mientras seguía cagándose en todos los muertos de Juan Sebastián. Abrió el grifo, remojó los nudillos, se refrescó la cara con agua, y mientras tenía las manos bajo la secadora, su teléfono vibró en su bolsillo. Terminó de quitar los restos de agua contra su pantalón y abrió el SMS de un número desconocido.

Ya llegué!!!!! Estoy acá en Sarmiento y Pellegrini, cerquita de la parada de bondis. Llegaste???? :)
Recibido. 15:32

Claramente, ese SMS no era para Él. Por la manera en que escribía era una mujer, y estaba esperando a alguien. Decidió responderle que era número equivocado, así podría avisarle a quien realmente la estaba esperando, y no sufriría un desencuentro.

Te equivocaste de número.

Enviado. 15:33

Estaba guardando el teléfono cuando volvió a vibrar. Se apresuró a revisarlo ansioso, pensando que por fin Matías le había respondido. Pero no, de nuevo era el número desconocido.

Dale!!! En serio!!! Ya estoy!!! Te espero acá!!! Revisé 3 veces si había anotado bien el número... Vení porque sino me voy y no me vas a conocer... ;)
Recibido. 15:34

Era evidente que se trataba de una cita a ciegas, la chica, porque su manera de escribir le indicaba que no tendría más de veinte años, estaba dentro de su radio de patrulla. De última, si se ponía muy necia, podía acercarse a decirle personalmente que no era él el destinatario de sus mensajes. Respiró profundo y volvió a teclear una respuesta.

Ya te dije que te equivocaste de número. No sé quién sos. Suerte en tu cita a ciegas.

Enviado. 15:35

Dio por dilapidado el tema. Entre una cosa y la otra, ya había pasado media hora desde que le había enviado el SMS a Matías. Era evidente que ya no le importaba ni Sara ni Él. Seguro ya había seguido adelante con su vida, y lo mejor era empezar a hacerse a la idea de que tendría que convivir con el mexicano, al menos hasta que su hermana entrara en razones y decidiera terminar esa absurda relación. Y si se había cumplido media hora del SMS, entonces hacía como veinte minutos que estaba cavilando en el baño de la pizzería. Eso, y respondiendo a los mensajes de la desconocida. Salió del recinto antes de que alguien se diera cuenta de todo el tiempo que había perdido.

Volvió a la 9 de Julio, miró hacia el horizonte en dirección al sur y le picó el bichito de la curiosidad. Quería ver a la chica, nada perdía acercándose una cuadra hasta Sarmiento, además le serviría de distracción para olvidar el tema de Matías y su ignorancia. Caminó a paso lento, observando atentamente todo el entorno, nada que no hiciera en su turno laboral. Cuando finalmente estuvo a metros de la dirección que había recibido por error pudo verla. Y no dudó en reaccionar como el oficial que era.

Era Ella, no había dudas. Con su teléfono en la mano, a metros de la parada de colectivos. Discutía acaloradamente con un hombre que apenas pasaba los cuarenta años. El tipo intentaba tomarla por el brazo y Ella se rehusaba, y algunos metros más atrás y con las balizas encendidas, la tan temida Traffic blanca. Apuró el paso y sin dudarlo intervino en la escena.

—¿Algún problema, caballero? —El hombre se quedó, soltó el brazo de la chica cuando vio que quien le hablaba era un policía.

—Ninguno, oficial. Ya me iba.

El hombre hizo dos pasos y corrió lo que le restaba hasta la camioneta estacionada. Él dio la voz de alto, pero de nada sirvió, por lo que alertó por radio los datos del vehículo para que algún móvil se encargara de interceptarlos. Era un claro caso de secuestro, o peor aún, trata de blancas. Y a todo esto, Ella seguía paralizada.

—¿Estás bien? ¿Te hizo algo?

Ella todavía estaba en shock, sus ojos comenzaron a enrojecerse, y antes de que Él pudiera reaccionar, Ella se abrazó a su cintura y se largó a llorar sobre su pecho. Él quería corresponderle el abrazo, pero no debía. Para peor, se había formado un pequeño tumulto de curiosos que observaban la escena, debía actuar profesionalmente. La tomó por los hombros y la separó con suavidad.

—Tranquila, ya pasó. Ahora llamo un móvil para que te acompañe a la comisaría a hacer la denuncia.

—Gracias... —susurró entre sollozos—. Yo fui la tonta, mi amiga Marilia me dijo que no viniera, no le hice caso porque ella no es ejemplo de nada, está enamorada de un colectivero que ni la registra, así que... —Ella hizo una pausa y continuó—. ¿Cómo supiste? Digo...

—Te dije que te habías equivocado de número y no me creíste. —Acercó su rostro a una distancia prudencial para que nadie escuchara, y sonrió apenas levantando las comisuras.

—Entonces...

Él sacó su teléfono, y con mucho disimulo le enseñó el último SMS. Ella lo miró incrédula, paralizada y avergonzada por haber sido tan estúpida.

—Tuviste suerte de que el tipo te diera mi número. Ahora llamo un móvil, es fundamental que denuncies para que procedan a detenerlos.

Él se alejó unos pasos y realizó la llamada por su radio. Al cabo de unos minutos llegó la patrulla, y una vez que Ella se encontraba en el móvil policial se dio el gusto de regalarle una amplia sonrisa. Él le respondió el gesto, y la saludó bajando la cabeza. Todo había terminado bien.

Al final del día, Él ya se encontraba cenando en su casa con su hermana y el nuevo inquilino. Reinaba la tensión en la mesa, solo se escuchaba el repiqueteo de los cubiertos y la televisión de fondo. Nadie sonreía, hasta que el celular de Él sonó y fue el primero en curvar la boca.

No sé cómo agradecerte lo que hiciste hoy por mí. Ya hice la denuncia, espero que agarren al imbécil ese... Perdón si te molesto, pero quería agradecerte de nuevo, en serio.
Recibido. 20:34

Él, que ya había terminado de cenar, se levantó de la mesa para responderle en la soledad de su habitación. Pero no había dado ni dos pasos cuando fue detenido por Juan Sebastián.

—Es de mala educación levantarse de la mesa antes de que todos terminen de cenar.

—También es de mala educación comportarse como si fuera tu casa en una casa ajena. Así que cerrá el orto, esta es mi casa y hago lo que se me antoja. Y si no te gusta... —Él chasqueó los dedos en dirección a la puerta de entrada—. Eso sí, mi hermana se queda conmigo. Así que pensalo.

Él se introdujo en su habitación pegando un portazo, preso de la impotencia. Volvió a recordar que Matías no le había respondido el SMS de la tarde, e intentó llamarlo de nuevo, sin éxito. Suspiró frustrado hasta que recordó por qué estaba en su habitación. Abrió el mensaje y le respondió.

No tenés nada que agradecerme, andaba por la zona, solo hice mi trabajo.

Enviado. 20:44

Que hacías???
Recibido. 20:44

Él se quedó perplejo. ¿Le estaba dando charla? Se debatió unos minutos si responderle o no, hasta que escuchó gritos provenientes del comedor. Sara discutía con Juanse por la manera en que lo había tratado a Él, y prefirió no meterse en esa discusión, aunque sí celebró el carácter que estaba mostrando su hermana. Finalmente, decidió responderle, después de todo a esas horas de la noche ya era un civil, podía hacer lo que quisiera. Claro... Dentro de los límites de la ley.

Recién terminé de comer. Nada interesante.

Enviado. 20:46

Presionó enviar antes de arrepentirse. Y hablando de la ley, temía por la edad de Ella, se notaba que recién estaba saliendo de la adolescencia, fácil le llevaba diez años, tampoco quería pecar de pervertido. Si Ella le respondía el SMS, lo siguiente que haría sería aclararle los tantos, evidentemente no aprendía a no fiarse de los desconocidos. Y no se equivocó, minutos después, Ella volvió a responderle.

Yo casi no comí. En casa me cagaron a pedos por lo que pasó hoy.
Recibido. 20:49

A Él no le estaba gustando el curso que tomaban las cosas. Tal vez no debió responderle el primer SMS, debió dejar el agradecimiento en el aire, pero Él no era así. Procedió a ponerle los puntos.

Y veo que no aprendés porque le seguís escribiendo a un desconocido. Qué edad tenés?

Enviado. 20:50

Acabo de cumplir 18. Tranquilo señor policía que no está cometiendo ningún crimen ;)
Recibido. 20:51

Era viva la pendeja. Tal como predijo, Ella le llevaba diez años. Okey, era mayor de edad, pero eso no estaba bien, Ella seguía siendo demasiado chica y era para problemas seguir en contacto. Decidió ponerle fin al asunto.

Igual, no está bien lo que hacés. Tuviste suerte, si hubiera sido otro ahora la cosa sería distinta. Cuidate y no seas tan confiada. Suerte.

Enviado. 20:53

Ok. Veo que te molesto. Gracias de nuevo.
Recibido. 20:55

Y no escribió más. Buscó ropa de dormir, se quitó su uniforme, quedándose solo en ropa interior y se dirigió al baño por una ducha. Juan Sebastián lo miró con los ojos fuera de órbita al notar que se paseaba en calzones por los pasillos de la casa.

—¿Qué haces? ¡Está mi esposa! ¿Cómo puedes ser tan cerdo?

—Te recuerdo que tu esposa es mi hermana, tenemos la suficiente confianza para andar en ropa interior por la casa, no soy ningún enfermo. Y te vuelvo a escuchar gritarle a Sara como lo hiciste hace un rato y te desfiguro de una trompada. ¿Entendiste Chicharito?

Juan Sebastián se amedrentó, Él no solo le sacaba una cabeza de altura, en cueros podía apreciar su musculatura. Si le ponía un dedo encima la iba a pasar muy mal. Se retiró a su habitación, o mejor dicho, a la de Sara. Y Él aprovechó la oportunidad de cruzar algunas palabras con su hermana.

—¿Estás bien? ¿Te hizo algo? —Otra vez volvía a repetir esas mismas dos preguntas.

—No... Tranqui, solo discutimos un poco, nada más.

—¿Y te parece normal discutir en tu primer día de casada? ¿Por qué hiciste esto Sari? ¿Por qué no volviste con Matías? Él te ama...

—No vuelvas a mencionarlo, ¿sí? —lo interrumpió—. No era para mí, era demasiado problemático, y no estoy para eso.

—Ah, ¿no? ¿Y este idiota entonces qué es? ¿Cuánto tiempo vas a aguantar así? Vos amás a Matías, a Él podrás engañarlo, pero a mí no. —Sara lo miró con los ojos cristalizados—. Andá vos a buscarlo, porque yo me cagué llamándolo toda la tarde y no me respondió ni los mensajes.

—¿Lo llamaste? ¿Para qué?

—Para ver si te podía hacer entrar en razón. Además, su abuelo seguro tiene el poder para anular este absurdo matrimonio.

—Él va a ser papá, no puede estar conmigo.

—¡Ay, Sara! Yo no puedo creer lo que escucho. ¡Vamos! Sos una mujer lo suficientemente inteligente para darte cuenta de que ese hijo no es suyo. Además... ¿Cuántas familias ensambladas hay hoy en día? Supongamos que sí, que sea su hijo. Punto uno, él no te engañó, fue algo pasado y él no sabía de la existencia de ese chico. Y dos, Matías te ama. Él puede hacerse cargo de su hijo teniendo una relación con vos, además de que pueden tener sus propios hijos, eso no es impedimento de nada.

Sara se quedó callada, estaba cayendo en cuenta de la locura que había cometido, presa de un impulso.

—Necesito pensar. Gracias, hermanito.

—Pero no te demores, cuanto más tiempo pase, más nos va a costar anular este matrimonio.

Él besó la frente de su hermana y siguió camino hacia el baño. Se duchó durante más tiempo de lo normal, cuando el agua caliente comenzó a perder calor fue el momento de salir. Sara ya había terminado de lavar lo utilizado en la cena y estudiaba para sus materias. Pasó a desearle buenas noches, le robó un mate y se dirigió a su habitación.

Se recostó boca arriba en su cama, tapándose los ojos con su brazo. A pesar del tobogán de emociones que había sido su día no estaba cansado, y se instalaba la nueva sensación de no querer dejar a su hermana a la suerte del mexicano. Se sentía incómodo en su propia casa, la casa de sus padres, el lugar en donde había nacido estaba siendo profanado por un idiota. Dio mil vueltas en la cama, y cuando consultó la hora recién eran las diez y media de la noche, había pasado media hora desde que se había acostado.

Tomó su teléfono de la mesita de luz y releyó todos los SMS que Ella le había enviado, desde el primero hasta el último. Por más que quisiera, por algún extraño motivo no podía dejar de pensar en Ella. Recordó su cabello negro, el flequillo tupido hasta las cejas, esos ojos turquesas que se nublaron cuando Él la rescató del pervertido que pretendía secuestrarla, su delgada figura que parecía que iba a quebrarse con la más mínima brisa. Quería saber qué había pasado, aunque sea, para cerrar capítulo y olvidar la situación.

Que pasó hoy? A quien esperabas?

Enviado. 22:33

Era un chico que conocí en un foro. Me dio su MSN, chateamos una semana y nos íbamos a conocer. Pero apareció ese tipo haciéndose pasar por él... Soy una boluda... (TT)
Recibido. 22:36

No vuelvas a hacer eso, sí? Es peligroso, no sabés quién está detrás de la pantalla. Incluso hasta conmigo, qué sabés quién soy? Ni siquiera me deberías responder.

Enviado. 22:38

Con lo que hiciste hoy por mí ya sé lo suficiente de vos, vos no me lastimarías, además sos policía.
Recibido. 22:39

Él sonrió ante la inocencia de Ella, y se arrepintió de haberle escrito. Si momentos antes no podía apartarla de su mente, ahora estaba experimentando una sensación de protección que no sabía cómo iba a cumplir. Si sus padres ya la habían regañado por haberse expuesto con un desconocido en línea, ¿qué pensarían si se enteraban que estaba mensajeándose con el oficial que la rescató? Decidió arriesgarse, ya era mayor de edad, a menos que le haya mentido. Al día siguiente se aseguraría de su verdadera edad, le preguntaría casualmente a la oficial que la acompañó a poner la denuncia. Cruzaron algunos mensajes más en los que se presentaron formalmente, y cuando menos se dio cuenta ya faltaba media hora para el final del día.

Si alguna vez necesitas algo decime. Me voy a dormir. Que descanses.

Enviado. 23:29

Vos también. Mañana seguimos, mi caballero medieval uniformado :-*
Recibido. 23:31

Negó con la cabeza por las ocurrencias de Ella. Se acomodó de lado, cerró sus ojos dispuesto a dormir y volvió a escuchar a Juan Sebastián en el pasillo.

—Sara... Vamos a dormir, ya es tarde. Vamos que mañana tenemos trabajo.

—Dejame terminar esto, ¿sí? Igual voy a dormir en la pieza de mis viejos, todavía no estoy lista para dormir con vos, necesito tiempo.

—Eres mi esposa y vas a dormir conmigo, te guste o no. Ya, deja toda esa chingadera y vente conmigo a la cama.

—Es mi carrera, no son chingaderas como vos decís. ¡Y a mi no me vas a hablar así! Si sabía la clase de persona que eras... Matías tenía razón...

¡No vuelvas a mencionar a ese imbécil delante de mí!

Bastó que Juan Sebastián golpeara la mesa para que Él se levantara de su cama hecho una furia, dispuesto a defender a su hermana.

—Escuchame una cosita, ¿no fui claro con vos? —lo amenazó a centímetros de su cara—. Le volvés a gritar así a mi hermana y te cago a trompadas. Ella va a dormir donde se le antoje el culo, ¿te quedó claro, Chicharito?

—Deja de llamarme así.

—¡Te llamo como se me canta la chota! —gritó en su cara—. Desaparecé ya mismo de mi vista antes de que te eche a la mierda.

—Soy tu cuñado, y no me voy de aquí sin mi esposa. A menos que sea Sara quien me corra, yo de aquí no me muevo.

—Si mi hermano te echa, yo voy a respetar su decisión, no lo voy a dejar solo —intervino Sara con decisión.

—No hay que llegar a ese extremo, amor... —pidió Juan Sebastián suavizando el tono—. Podemos ser felices los tres, es solo que... ¡Te amo, Sara! Pero me parte en mil pedazos que sigas amando al naco ese.

—A mi amigo lo respetás, más naco serás vos. Gritarle así a una mujer... —rezongó indignado—. Desaparecé de mi vista ya mismo, y que te quede claro que esta no es tu casa. Acá las decisiones las tomo con Sara, vos sos de piedra, flaco.

—Perdóname Sara. Voy a estar en tu alcoba, por si te arrepientes y decides dormir conmigo.

—Claramente no voy a ir. Hasta que no aprendas a respetar a mi hermano, conmigo no vas a conseguir nada. No deberíamos habernos casado, fue un error.

Juan Sebastián aceptó que se había excedido, se retiró de escena sin emitir palabra. Sara suspiró y se largó a llorar de la frustración.

—Mañana voy a ver si hay alguna manera de anular el matrimonio, y sino... divorcio. Lo único que lamento es haber perdido mi condición de soltera, no es lo mismo ser soltera que divorciada —rio para no seguir llorando.

—Haceme caso, hablá con Cachorro, seguro su abuelo puede ayudarte.

—No... Me metí sola en esto y voy a salir sola. Y te prohíbo a vos también que lo llames, si me entero que lo hiciste me voy a enojar mucho.

—Tranquila, no voy a hacer nada que no quieras. Y ahora vení a dormir conmigo, ya preparo la cama auxiliar.

Sara asintió, y mientras guardaba sus apuntes y útiles, Él preparó la cama auxiliar que tenía debajo de la suya. Volvía a utilizarla desde su adolescencia, cuando se quedaba alguno de sus amigos a dormir. Le cedió la cama principal a su hermana y Él se acostó en la auxiliar. Demasiado para un solo día.

Para cuando despertó, ninguno de los dos estaba en la casa. Eran las nueve de la mañana, y su cuerpo estaba todo contracturado por haber dormido en esa incómoda cama. Se levantó, desayunó rápido y se colocó ropa deportiva. Faltaba para su turno, así que aprovechó para ir a correr a plaza Libertad, frente a su casa. Enchufó sus auriculares al mp3, tomó su celular, y se sorprendió al encontrar tres SMS de Ella.

Buen día oficial ^_^
Recibido. 7:32

Cómo amaneció hoy?
Recibido. 7:33

Ok... Ya entendí... (TT)
Recibido. 8:40

Estaba durmiendo, ahora voy a salir a correr un rato antes de ir a trabajar.

Enviado. 9:17

Ese cuerpazo no se mantiene solo, no? ( ͡° ͜ʖ ͡°)
Recibido. 9:21

Perdón? Me está piropeando señorita? No debería estar en la escuela/trabajo/facultad?

Enviado. 9:23

Estoy en la facu con mi amiga Marilia. Sociedad y Estado es aburrida.
Recibido. 9:24

Imagino entonces que tu amiga me está leyendo en este mismo momento, no?

Enviado. 9:25

Como sabías?????? xDD
Recibido. 9:25

Tengo diez años más que vos. Prestá atención a la clase, después hablamos.

Enviado. 9:27

Guardó su teléfono en el bolsillo, y aunque sintió la vibración que le indicaba una respuesta recibida, hizo caso omiso y cruzó a la plaza. El piropo que le tiró lo había incomodado un poco. Jamás había estado con una mujer que fuese tan directa. Al caso, tampoco era una mujer, esas palabras denotaban su corta edad. Recordó preguntarle a su compañera la edad real de Ella, así sabría cómo avanzar, dado que ya estaba sonriendo más de lo normal y eso lo inquietaba.

Efectivamente, Ella tenía dieciocho años, era mayor de edad. Su compañera le contó por arriba lo poco que sabía del caso, nada que Ella no le haya dicho la noche anterior por SMS. Y también se lamentó por la estupidez de la chica, habiendo tantos peligros y tanto pervertido suelto. Si supiera que estaba volviendo a hablar con un desconocido, porque eso era lo que Él era para Ella. Un desconocido.

Otro.

Antes de salir a su ronda de patrulla, abrió el SMS que Ella le había mandado en la mañana. Teniendo confirmada su mayoría de edad podía dar rienda suelta a la conversación, y admitir que Ella le gustaba. Lo único que lo frenaba era que no mostraba un ápice de madurez.

Y qué vas a hacer si no presto atención me vas a arrestar?
Recibido. 9:28

No, te voy a dejar de hablar. Creo que te estás excediendo.

Enviado. 15:49

Ella no respondió, seguro estaba ocupada. Salió a su ronda diaria, aún así, quedó atento a su teléfono. Si vibraba ya vería la manera de volver a escurrirse en un baño para ver su respuesta.

Pero su turno terminó, y Ella no respondió. Comenzó a preguntarse si había sido muy duro con sus palabras, pero luego recordó que Ella se estaba pasando de viva, y debía aprender a tratar con desconocidos. Tenía suerte de que Él no era ningún pervertido, y era consciente de la edad que tenía. Porque, de haber sido Ella más grande, con esas contestaciones ya sabía lo que buscaba, la hubiese avanzado y hubiera terminado en el primer hotel que se cruzara por su camino. Pero Ella era especial.

Cenó con su hermana en soledad, Juan Sebastián había ido a visitar a su padre. Lo poco que estuvo ese día en la casa lo pudo notar mucho más amable, quizás Sara le había puesto los puntos durante su ausencia. Cuando terminó de lavar los platos de la cena, se quedó haciéndole compañía a su hermana que estudiaba, Él le cebaba mates mientras leía 1984 de Orwell. Y cuando menos lo esperaba, su teléfono vibró.

Perdón, pero le estaba mostrando a Marilia cómo se conquista un hombre. Sino el colectivero nunca le va a dar bola.
Recibido. 22:22

Ustedes no aprenden, verdad?

Enviado. 22:23

Es un pendejo!!! Y esta para comérselo entre dos pancitos, no la culpo. Yo lo vi cuando la acompañé una vez a tomarse el colectivo.
Recibido. 22:25

Que sea lindo no quita que sea un enfermo. Decile que mejor se cuide en vez de incentivarla. Vos sos el mejor ejemplo.

Enviado. 22:25

Lo sé... Pero ella está enamorada de él. Ya no sé cómo decirle que mejor se busque un novio. Y lo hace, pero no le duran nada... El chabón la vuelve estúpida.
Recibido. 22:27

Qué hacías???
Recibido. 22:28

Estoy leyendo un libro y tomando mates con mi hermana mientras estudia.

Enviado. 22:29

Que estudia?
Recibido. 22:30

Veterinaria

Enviado. 22:30

Ay qué lindo!!! Amo los animales!!!! Mi amiga estudia medicina, es parecido...
Recibido. 22:31

Y vos qué estudiás?

Enviado. 22:32

Psicología. Soy chusma, y muy buena dando consejos. Es mi profesión ideal!!!!
Recibido. 22:33

—¿Perdón? Andás muy sonriente vos... ¿Me conseguiste una cuñada y acaso no me enteré? —Sara lo sacó de su pequeña burbuja.

—No... Es muy chica. Si supieras cómo la conocí...

El comenzó a relatarle a su hermana la manera en la que se conocieron, cómo Ella equivocó el SMS, y lo cerca que estuvo de que su destino fuera otro.

—Y te gusta, ¿no?

—No sé, solo sé que no puedo dejar de responderle. Algo me llama de ella que me obliga a escribirle.

—Hermanito... Eso mismo me pasó con Mati... —suspiró con nostalgia—. ¿Qué edad tiene?

—Dieciocho... Es muy chica para mí. Seguro soy su capricho.

—Eso mismo pensé de Mati... —recordó mirando al vacío.

—Todavía lo amás, ¿no es cierto?

—Si te interesa no la dejes ir, ¿si?

No insistió más. Con esa respuesta, Sara había confirmado que todavía amaba a Matías.

—Y vos deberías hacer lo mismo —la recriminó—. Lo dejaste ir, pero todavía lo podés buscar.

—No...Yo tomé malas decisiones, ya no lo merezco. No me da la cara para ir a buscarlo, no después de haberme casado con Juanse. Ya está. Por eso, no la dejes ir. En todo caso, ayudala a madurar. Buenas noches.

Sara le dio un ruidoso beso en el cachete y se fue a su habitación, sacó la ropa de dormir de Juan Sebastián al sillón del living y se encerró bajo llave en su habitación. De este modo le daba a entender al mexicano que había recuperado su cuarto y no era bienvenido. Él volvió la atención a su teléfono, Ella le había vuelto a escribir ante la falta de respuesta.

Te fuiste a dormir????
Recibido. 22:45

Bueno, te dejo. Hablamos mañana, sí? Que descanse señor policía... :-*
Recibido. 22:54

Hasta mañana princesa.

Enviado. 23:00

Se había arriesgado, pero su hermana tenía razón. Los miedos a veces te nublan y te hacen perder cosas que después son irrecuperables. Si iba despacio, tal vez podría descubrir en esa jovencita desfachatada a su Ella.

Al otro día, lo primero que hizo al despertar fue revisar su teléfono, quería ver la reacción de Ella ante su último mensaje. Pero su teléfono no mostraba signos de haber recibido un SMS. Sintió un poco de decepción, quizás había ido demasiado lejos, se maldijo por haberse dejado llevar cuando se había prometido tomárselo con calma. Todo por hacerle caso a Sara.

Pero cuando estuvo un poco más despabilado recordó que eran las seis de la mañana, ese día tenía turno matutino, se calzó su uniforme y fue a la cocina por un café. Esperaba ver a Juan Sebastián durmiendo en el sofá, pero la ropa del joven estaba en la misma posición que la había dejado Sara la noche anterior. Era obvio que no había vuelto a dormir. Preparó su café y lo degustó en el living mientras veía el primer informativo de la mañana, y no había dado ni tres sorbos cuando escuchó la puerta de entrada. Juan Sebastián volvía desaliñado y algo adormilado, no había notado que Él lo observaba desde el extremo del salón.

—¿Estas son horas de llegar?

—Que te chinguen... —espetó el joven sin mirarlo.

—No, no, no... —Él dejo la taza sobre la mesita ratona y se acercó hasta su cuñado—. A ver si nos vamos entendiendo, Chicharito. A mí no me boludees, sé perfectamente a dónde te fuiste. Y te digo una cosa. Le acabás de cagar la vida a mi hermana porque te encaprichaste con ella, sabías que estaba enamorada de Matías, y aún así no sé cómo aceptó casarse con vos. Vuelvo a enterarme que te fuiste de putas y te cambio la cerradura. ¿Te quedó claro?

—Si le pongo los cachos a tu hermana es porque ella me obliga. No duerme conmigo, no quiere tocarme. Y yo... ¡Tengo mis necesidades, hombre!

—¿Y por qué mierda te casaste con ella? —escupió cerca de su rostro, intentando no levantar la voz para no despertar a su hermana.

—¡Porque ella me lo pidió! —respondió el mexicano en el mismo tono—. Sí, yo se lo había propuesto, pero en ese momento estaba con el naco. Y cuando le apareció el hijo fue Sara quién me preguntó si mi propuesta seguía en pie. Acepté porque estoy enamorado de ella, y me duele que todavía ame a Matías.

Juan Sebastián se largó a llorar, y Él se permitió creerle por un segundo que realmente era un hombre desesperado por no ser correspondido. Aflojó su postura inicial y se alejó de él. Pero volvió sobre sus pasos para finalizar la conversación.

—Solo te advierto una cosa. Me la voy a fumar un tiempo, pero necesito que le tengas paciencia. Y sí, Sara todavía ama a Matías, pero si no te comportaras como un imbécil podrías lograr que se enamore de vos. Pensalo. Ah, y ahí está tu ropa de dormir, hoy te toca el sofá. Y no quiero volver a verte llegar a estas horas porque ahí sí me vas a conocer. Bancatela si estás caliente, porque a mi hermana la vas a respetar.

Enfundó su arma y salió de la casa sin despedirse del joven, tomando nota mental de tener más cuidado en dónde dejaba su pistola. Con Juan Sebastián llegando dormido o ebrio en las mañanas, si es que lo volvía a repetir, podía desencadenarse una tragedia.

Su turno matutino se disolvió sin tener noticias de Ella. Cada vez estaba más arrepentido por haberse dejado llevar, era muy pronto para hacerle ese tipo de demostraciones, de seguro se había acobardado teniendo en cuenta la diferencia de edad que los distanciaba. Se moría de ganas por volver a escribirle, pero decidió darle su espacio y esperar a que fuera Ella quien respondiera.

Pero pasó una semana en la que no tuvo noticias de Ella. Los primeros días se sintió vacío, le faltaba esa chispa de vida que se encendía cada vez que le escribía. Al pasar los días fue comprendiendo que quizás era lo mejor para los dos. La diferencia de edad a esa altura de sus vidas era muy notoria, y era un problema para ambos. Quizás Ella sí era la elegida, pero se conocieron demasiado temprano. Se resignó a perderla, borró su número de la agenda de contactos y siguió adelante con su vida.

Una semana después, Él volvió a verla, y una sensación nueva lo atacó desprevenido. El pecho se le hundió, sintió una punzada entre sus pulmones y sus piernas flaquearon. Los poetas le llaman corazón roto, Él prefirió llamarlo «es mejor así».

Ella se besaba con un muchachito de su edad en la plaza Libertad, justo frente a su casa. Como si supiera que Él vivía enfrente del parque y le estuviera demostrando que Ella no estaba en edad de ser acompañante terapéutica. Y ahí comprendió por qué había dejado de escribirle. Respiró profundo y se dispuso a trotar, procurando no mirar hacia el centro de la plaza, no iba a romper su rutina de correr dos kilómetros diarios por Ella.

Pero por más que lo intentó, fue imposible no desviar la mirada hacia la feliz pareja. Y volvió a comprender que si fuera Él el de los labios que Ella besaba, ambos se verían ridículos por la diferencia de edad. Intensificó el trote tratando de no pensar, pero sin dejar de ver. Hasta que Ella lo reconoció.

Se quedó inmóvil, sentada en el banco y siguiéndolo con la mirada. Su noviecito lo notó y comenzó a buscar qué era eso que distraía su atención, pero Ella rápidamente negó con la cabeza, lo tomó de la mano y se lo llevó de la plaza. Quedaba más que claro que no quería ser vista por Él, lo que le dio a pensar que estuvo jugando a coquetear con un hombre de verdad. Se odió a sí mismo por haber puesto sus ojos en una mocosa, nunca debió dejarse llevar por la confusión. Trotó un kilómetro más de su rutina diaria, preso de la vergüenza por haber sido tan idiota, y volvió a su casa a acabar con el día.

Cenó en armonía con su hermana y Juan Sebastián, desde aquel intenso cruce en la mañana que el mexicano estaba más sumiso, aunque seguían sin compartir cama. Juan Sebastián dormía en el sillón cada noche y su hermana había recuperado su habitación. Todo parecía marchar bien entre ellos, pero aún no eran el matrimonio que constaba en las actas. Se preparó un café y se lo llevó a su cuarto, para tener algo qué beber durante la lectura, lectura que fue interrumpida por la vibración de su celular. Era Ella.

Hola
Recibido. 22:12

Él abrió el SMS, pero no quiso responder. ¿Qué le iba a decir? En cierta forma había sido su culpa por haberse aferrado tanto a Ella, estaba confundido desde el principio, y lo más probable era que esa confusión se debiera a que necesitaba sentirse contenido por la situación que estaba viviendo con Sara. Se sentía solo, ese era el momento en el que un adulto necesita de sus padres para que le den un consejo, una palabra de aliento, o simplemente estar y acompañar. Inconscientemente buscó en Ella esa contención que necesitaba a gritos, y en consecuencia comenzó a sentir cosas, pero evidentemente el sentimiento no era retribuido. Tanto caviló, que volvió a recibir otro SMS.

Estás enojado conmigo?
Recibido. 22:21

Y por qué tendría que estarlo?

Enviado. 22:22

Te noté molesto hoy en el parque.
Recibido. 22:23

Estaba corriendo, no suelo correr con una sonrisa en la cara.

Enviado. 22:24

Estás celoso?????
Recibido. 22:28

Valga la redundancia. Y por qué tendría que estarlo?

Enviado. 22:29

Valga la reduqué? Que palabra es esa señor policía?????
Recibido. 22:30

Nada... No y no. Ni molesto ni celoso.

Enviado. 22:31

Qué bueno... Porque yo sí. Lo primero. Y un poquito lo segundo. Pero en especial lo primero.
Recibido. 22:34

Y por qué estás enojada? Te vi bastante feliz hoy con tu noviecito en la plaza.

Enviado. 22:39

¿Era necesario finalizar el SMS con esa acotación? Y la siguiente pregunta era: ¿tenía algo qué perder? Nada. ¿Su placa? Imposible. Era más factible que Él se cansara primero del jueguito de Ella antes de que alguno de sus padres descubbriera la clase de mensajes que se intercambiaban. Bueno... ponele que eran comprometedores. Él se estaba mostrando más infantil que Ella.

Podemos vernos? Ahí en la plaza. Ahora, en media hora.
Recibido. 22:40

No. Es tarde y la calle es peligrosa. Además ya estoy acostado, no voy a vestirme, mañana me toca de nuevo a la mañana. Lo que quieras decirme podés decirlo por acá.

Enviado. 22:42

Te puedo llamar?
Recibido. 22:43

Mañana hablamos, sí? Que descanses.

Enviado. 22:45

No hubo princesa, no hubo regaños, no hubo sentimiento de protección. Nada. Y se sintió un idiota por ponerse a la altura de Ella, había perdido diez años de edad en diez minutos de conversación. Por suerte, Ella no siguió la charla, y Él cerró su libro dejando la taza de café a medias. Se acomodó de lado y se durmió con más dudas que certezas.

Su mañana laboral fue lo suficientemente agitada como para preocuparse por Ella, por lo que era o no era. Había mucho punga suelto aprovechándose de turistas que se distraían ante la imponencia del Obelisco. Fue un mediodía para el olvido, necesitaba relajar su mente trotando en la plaza. Ella no había vuelto a escribirle, lo que a Él le supuso un alivio y un dolor en la boca del estómago. A ese, los poetas le llaman angustia, Él lo llamaba «me cayó mal la comida al paso».

Venía trotando al ritmo de Pink Floyd cuando la volvió a ver sentada en el mismo banco del día anterior, pero a diferencia de la última vez estaba sola. Lo observaba en silencio, sin expresiones, con el semblante serio. Era espeluznante, tanto, que Él terminó acercándose.

—Hola —la saludó entre jadeos por el cansancio del trote.

—Hola. —Ella le sonrió.

—¿Me está siguiendo, señorita? —Él no podía ser duro con Ella, por más que lo intentara.

—Digamos... Quería hablar con vos ayer y no quisiste, y como tenía miedo de que me rechazaras de nuevo, me arriesgué a ver si hoy también venías a correr. No sabía que vivías acá enfrente. —Él entró en pánico, y Ella, al notarlo, se echó a reír—. Tranquilo, no soy ninguna psicópata. Es solo que... De verdad, quería hablar con vos. Y para que quedemos a mano, yo también vivo frente a una plaza. Plaza San Martín, acá en Retiro.

Ahí estaba el ápice de madurez que hizo que Él se sentara a su lado. Ella tomó su mochila y sacó una botella de agua, que le extendió a Él sin mediar palabra.

—Gracias. —Él hizo una reverencia con la botella, la destapó, y luego de beber un sorbo continuó—. ¿Qué pasó? ¿Qué querías hablar conmigo? ¿Es sobre lo que pasó el otro día?

—No, no... No es eso... Bueno, en parte sí. Mis viejos... Bueno... —Ella no paraba de titubear—. Cuando les conté que yo me iba a encontrar con alguien que conocí en línea, entendieron que lo que estaba buscando era un novio y... Me emparejaron con el hijo de un matrimonio amigo.

—Es el chico de ayer, ¿no?

—Sí...

—¿Y?

Ella hizo un silencio, esperando a que Él comprendiera lo que quería decir. —Y... ¡Eso!

—Ajá... ¿Y sentiste que me debías una explicación?

—Bueno... sí.

Él bajó la cabeza y contuvo una risa. No sabía si seguir riendo, o levantarse y volver a su casa. ¿Qué ganaba Ella diciéndole eso? ¿Darle celos? ¿Marcarle la diferencia de edad? ¿O será que acaso Ella armó un castillo y un reino en base al princesa que Él le había dicho? Lo que fuera, el histeriqueo ya lo estaba hartando, era mejor cortar por lo sano.

—Primero, yo no soy nadie para que me vengas a dar explicaciones. Segundo, si con esto me querés decir que ya no te escriba más...

—Es que ese es el problema —lo cortó antes de que siguiera—. Yo no quiero que me dejes de escribir, quiero que sigamos siendo amigos.

—¿Amigos? ¿Qué es eso? Yo no tengo amigos —mintió en parte, no olvidaba a Matías—, mucho menos amigas. Mi única amiga es Sara, y es mi hermana. No tenés que pedirme permiso para noviar, podés hacer lo que quieras...

—Es que ese es el problema —reiteró—. Yo no quiero estar con él, quiero usarlo de pantalla, al menos hasta que pueda llevar a casa al indicado, al que realmente me gusta de verdad.

—Eso no está bien... ¿Y si el chico te quiere de verdad? ¿Lo vas a usar? No, eso no está bien.

—No me importa, ahora lo único que me importa es ganarme el corazón de él... —Ella lo miró con intensidad, la misma intensidad con la que Él también la miraba a Ella. Ambos comprendieron absolutamente todo, no fue necesario cruzar más palabras—. Quiero hacer las cosas bien, quiero estar a la altura, a tu altura. Déjame madurar un poco, ¿sí? Y mientras tanto, no me alejes de tu vida. Dejame conocerte, que me conozcas...

Ella le dijo lo mismo que le había dicho Sara semanas atrás, le estaba pidiendo tiempo para madurar, para acortar esa diferencia de edad que los separaba. Él se removió un poco en su lugar, dejó la botella a un lado, tomó su rostro y la besó. Un beso dulce y pausado, solo juntaron sus labios y permanecieron unidos por algunos segundos. Y luego, Él se alejó de Ella, volviendo a su posición inicial.

—Esto, este beso, es lo único que va a pasar entre nosotros. Yo te di un beso, ahora hacé lo que quieras con él.

—Es más de lo que vine a buscar. —Ella sonrió mientras bajaba la mirada para intentar ocultar sus mejillas enrojecidas—. Ya con esto tengo material de sobra para trabajar. —Ambos rieron.

—¿Viniste en colectivo? Te acompaño a la parada.

—Vine caminando, no estoy muy lejos. Pero ya está oscureciendo, creo que ahora sí me voy a ir en bondi.

—O puedo acompañarte y después vuelvo trotando. Porque alguien —remarcó la última palabra— interrumpió mi rutina de ejercicio.

Ella aceptó sin dudarlo y juntos fueron caminando hasta su casa, hablando de banalidades, comenzaban a conocerse sin quererlo. Y cuanto más hablaban, al otro más le gustaba lo que escuchaba. No faltaron miradas cómplices, y roces de manos involuntarios que erizaban hasta el último vello de cada uno. Cuando la imponente plaza San Martín apareció en escena, fue el final del camino.

—Hasta acá está bien —esbozó Ella en la muerte de la peatonal Florida—. Vivo en el edificio que está acá a unos metros.

—Dale, me quedo acá hasta verte entrar, así me voy tranquilo.

Ambos volvieron a hacer un silencio algo incómodo. Los dos sabían bien cómo se querían despedir, pero Él se mantuvo en su indeclinable posición inicial. Hasta que Ella se animó a pedir la despedida que esperaba.

—Y... ¿no tenés más material para seguir trabajando?

—No, ya te dije que es lo único que vas a tener de mí. No hay más que eso.

—Está bien... Gracias por acompañarme.

Ella se puso en puntas de pie, se abrazó a su cuello, y le dio un intenso y pausado beso en la mejilla que a Él le debilitó la voluntad. Ya sabía a lo que se enfrentaría a partir de ese momento.

Ella era su buenos días y su hasta mañana infaltable, su princesa en apuros. Él era su señor policía, su caballero medieval uniformado. Todo hubiera marchado de maravilla si no hubiera sido por el pequeño detalle de que Joaquín, el noviecito de Ella, corría con la ventaja de llegar semanas después que Él a su vida. Ambos estaban en igualdad de condiciones en la carrera por ganar el amor de Ella.

Además, Joaquín tenía la ventaja de tener casi su misma edad, diecinueve primaveras. Sabía perfectamente cómo conquistarla con flores, chocolates, o peluches. Cosas que Él ya no veía la necesidad de hacer, sus detalles iban más allá del capitalismo del amor. Preguntarle cómo estuvo su día, acompañarla a su casa cada vez que Ella iba casualmente a la plaza solo para verlo correr, charlas a deshoras aunque Él se estuviera muriendo del cansancio. Y así, mil presentes más que no costaban un solo centavo, pero que eran más reconfortantes y personales.

Ella jugó a dos puntas involuntariamente, sabía bien quién era el elegido, pero flaqueaba cada vez que Joaquín venía con algún detallito adolescente. Cuando la sorprendía con una salida especial, o la esperaba sorpresivamente a la salida de sus clases en el auto de sus padres. Joaquín hacia lo que cualquier enamorado de su edad haría, cosas que Él no podía hacer y por eso corría con desventajas.

El único auto que manejaba era la patrulla en esporádicas ocasiones, y ni siquiera era de él. Tampoco daba ir a esperarla a la salida de sus clases en un auto policial, siendo que lo conducía estando en servicio. No podía regalarle nada debido a su desnutrida billetera, mucho menos llevarla a pasear a algún lado. Sus facciones varoniles, sumado a su altura y su tonificado cuerpo, ensanchaban la brecha de diez años que los separaban, teniendo en cuenta el rostro aniñado de Ella y su menudez.

Pasaron seis meses mensajeándose en absoluta clandestinidad, a veces se veían en plan de amigos con complicidad, en todas las ocasiones cuando Ella visitaba la plaza en las tardes. Ningún encuentro fue previamente consensuado, pero sí eran estratégicamente planeados por ambos, sabiendo los horarios del otro supieron forzar a la casualidad.

Pero así como uno conocía los movimientos del otro, Él además sabía cuándo iba perdiendo la pelea. Había días en que recibía sus buenos días, y luego silencio absoluto, hasta hubo veces que no recibió sus buenas noches. Él era optimista, achacaba esos olvidos al estudio, a los padres de Ella rondando en su rutina. Hasta que un día vio la cruel realidad.

Patrullaba un domingo al mediodía por la peatonal Lavalle, caminaba pausadamente junto a su compañera de ronda cuando sin querer su vista cayó dentro de un fino pero modesto restaurante. Y la vio. Y nuevamente lo atacó esa opresión en el pecho que los poetas llaman corazón roto, solo que no pensó que era lo mejor, todo lo contrario. Su sangre hirvió al ver la escena.

Almuerzo dominical en familia, aunque claro. Las dos familias estaban almorzando, la de Ella y la de Joaquín. Todos reían animadamente, pero el crack de su corazón se sintió al ver cómo Ella rodeaba con sus brazos al muchachito y dejaba un tierno beso en sus labios. El amor entre esos dos se veía a leguas, no había que ser científico para notarlo.

—¿Estás bien? —Su compañera se detuvo al notarlo ido, observando el interior del restaurante.

—Sí... Solo recordé algo, sigamos.

Esa misma tarde decidió dejar de lado su rutina de correr, no solo no estaba de ánimos, tampoco quería verla. Igual dudaba de que fuera a verlo correr como hacía cada domingo, se la había visto demasiado entretenida como para preocuparse por ir a ver correr a un tipo alrededor de una plaza. Pero se equivocó.

Dónde estás??? No te veo correr... ( ͡° ͜ʖ ͡°)
Recibido. 19:40

Hoy no tengo ganas de entrenar.

Enviado. 19:45

Al menos salí a saludarme, no??? :3
Recibido. 19:46

No puedo.

Enviado. 19:47

No te creo... Dale!!! Te estoy esperando!!! :)
Recibido. 19:48

Él apagó el teléfono y se fue a dormir temprano, estaba fastidiado, celoso, y enojado consigo mismo por haberse enamorado como un imbécil de una adolescente que estaba jugando con él.

Al día siguiente le tocaba su franco semanal, había pedido el día para hacer trámites bancarios. Su tarjeta de débito se había dañado, y le tocaba retirar un plástico nuevo en la sucursal en donde trabajaban Sara y Juan Sebastián, que a esas alturas ya eran dos desconocidos. De hecho, fue el mismísimo Juanse quien le pidió el divorcio a Sara, el día que empacó sus cosas para volver a la casa de su padre.

La cosa es que necesitaba asistencia para habilitar la tarjeta nueva en una terminal automática, y Él era nulo en tecnología. Su hermana tenía tantos clientes en espera que llamó a un empleado de front desk para que lo asistiera. Grande fue su sorpresa al ver de quién se trataba. Joaquín.

—Buen día, me dijo mi compañera que necesita asistencia para habilitar su tarjeta. Acompáñeme, por favor.

Otra vez esa punzada en la boca del estómago, había visto el pequeño dije en forma de medio corazón que colgaba de su cuello, y el nombre de Ella grabado en fina caligrafía. Y es que esas eran las cosas que Él ya no estaba en edad de hacer, esos pequeños detalles que le encantaban a las jovencitas de su edad y que a Él jamás se le ocurrirían.

Joaquín caminó hasta las terminales de autoservicio, y le explicó paso a paso lo que debía hacer. Pero estaba tan nervioso por lo que había visto en el cuello de Joaquín, que su nueva tarjeta se escurrió entre sus dedos, y cuando Él se agachó para tomarla, dejó entrever la pistola en su cintura. Al reincorporarse, pudo ver a Joaquín pálido y con los ojos fuera de órbita. Contuvo una sonrisa, no era la primera vez que le pasaba.

—Tranquilo, soy policía. —Él le mostró su identificación para corroborar sus dichos.

—Creí que... que... —tartamudeó.

—Todo lo contrario, vine armado porque acá nunca sabés si tenés que actuar.

Joaquín respiró aliviado, tratando de mantener la calma. Todavía estaba en su periodo de prueba y no quería quedar como poco profesional. Lo asistió para habilitar el plástico, y al finalizar se despidió de Él con cortesía.

—Mil disculpas por lo de antes, de verdad me asusté.

—Tranquilo, pibe. No pasa nada. Todavía tenés mucho que disfrutar con tu novia. —Señaló el dije en su cuello, y Joaquín lo tomó entre sus dedos en un acto reflejo.

—Sí... Hace un poco más de seis meses que estamos juntos, y eso que nos conocemos desde chiquitos. Creo que es ella la elegida, es perfecta.

—Te felicito entonces. Si es tan valiosa, entonces cuidala. Dejale un saludo a mi hermana, es Sara, tu compañera. Y gracias.

Y se fue sin dejar que el chico le respondiera el saludo. De vuelta en su casa, enterró mentalmente todo recuerdo de Ella, borró sus SMS y el número de teléfono agendado. No tenía sentido seguir atado a una relación que jamás vería la luz. Ella no era para Él, era mejor empezar de cero, su hermana lo necesitaba lúcido para acompañarla en el proceso de divorcio. Si todo salía bien, en poco tiempo recuperarían sus anteriores vidas, la feliz vida que tenían antes de Matías y de Ella. Era cuestión de esperar y saber reconstruir los pedazos. Pero de nada servía borrar su número si Ella aún lo conservaba.

Que pasó que hoy tampoco te veo???? Me estás asustando...
Recibido. 19:23

Por qué me ignorás???? Estás enojado??? Que hice???
Recibido.19:35

Por qué seguís escribiéndome? Tenés un novio que te adora y está enamorado de vos. Que ganás con esto?

Enviado. 19:37

Quiero verte
Recibido. 19:38

Yo no, entendelo. Ya está. Sabías perfectamente que me gustabas y me usaste para sentirte deseada por un hombre mayor. Borrá mi número y olvidate de mí.

Enviado. 19:39

Ella dejó de responder, pero minutos después el timbre de su casa sonó. Él se asomó por el balcón de la habitación de su hermana y la vio en la vereda, impaciente, frotando su cara con las palmas de sus manos. Se resignó y bajó a atenderla, quizás en persona podría dilapidar el asunto más rápido.

—¿Qué querés? Ya fui claro. Olvidate de mí, no me busques más, hacé tu vida con tu noviecito.

—No entendés...

—¿Qué es lo que no entiendo? —Cuando Él comenzó a levantar la voz, Ella lo tomó de la mano y lo introdujo al pasillo de su casa, cerrando la puerta—. ¿Que tengo que esperar a que al menos cumplas veintiuno y mientras tanto tengo que verte de la mano con otro?

Todo fue muy rápido. Ella se subió a horcajadas de Él y lo besó profundamente. Él la sostuvo en un acto reflejo, y giró sobre su eje para apoyar la espalda de Ella contra la pared. Fue un beso cargado de furia, de alivio, liberador. Y así como Ella empezó el beso, Ella fue quien lo cortó.

—Ya no aguanto más, te necesito en mi vida. No soporto que andes solo y puedas encontrar otra persona.

—Ah, ¿yo no puedo y vos sí? ¿Cómo es la cosa? —le echó en cara mientras la desenredaba de su cintura.

—Yo no siento nada por Joaquín...

—¿Segura? —Él metió los dedos en el cuello de la remera de Ella, tomó el dije gemelo de Joaquín y tiró de él hasta quedarse con la cadenita en la mano. La meció frente a sus ojos desconcertados y prosiguió—. ¿Y esto qué es?

—Me la regaló Joaco, no sabía cómo rechazársela.

—¿Te das cuenta hasta donde llegaste con tu capricho? Ese chico está enamorado de vos, me lo dijo hoy mismo. No solo me estás lastimando a mí, también lo vas a hacer mierda a él cuando se dé cuenta de que no es correspondido.

—¿Dónde lo viste? ¿Qué hablaron?

—Eso no importa. Ya está. Lo nuestro no tiene futuro. Olvidate de mí, y fijate qué vas a hacer con ese pobre chico.

Ella volvió a tomar el rostro de Él para besarlo nuevamente, trató de detenerla, aunque no opuso mucha resistencia. Esta vez fue Él quien la enredó a su cintura y la besó con urgencia. El beso fue tomando una temperatura que no era la adecuada, tratándose de Ella.

—Decime que estás solo —jadeó Ella separando su boca unos milímetros.

—Estoy solo... Mi hermana se fue a dormir a lo de su amiga.

—Llevame arriba, por favor.

—¿Estás segura? Mirá que después de esto yo no voy a tener retorno, sabes que...

—Te amo. —Los dos se confesaron en perfecta sincronía, y no hubo más que decir.

Él subió las escaleras hasta la casa con Ella aun enredada a su cintura, sin dejar de besarla y cuidando cada uno de sus pasos. Abrió la puerta como pudo y fue directo hasta su habitación, la recostó en su cama y la observó detenidamente mientras recordaba la cordura por un instante.

—Vuelvo a preguntarte, porque esto para mí no tiene retorno. ¿Estás segura de esto?

—Más que segura, quiero que seas el primero.

—Con más razón entonces... No me hagas sufrir más, te lo pido por favor.

—Yo también estoy sufriendo, aunque no lo parezca. Ya me cansé de fingir, creo que soy lo bastante grande como para elegir con quién quiero estar.

No hubo más que objetar. Antes de volver a arrepentirse fue hasta el cajón de su ropa por protección, volvió con Ella, y con todo el cuidado del mundo la hizo mujer. Mejor dicho, la hizo suya. Las sábanas no mentían y sus lágrimas durante todo el mágico momento tampoco, Él fue el primero en su vida. El primero del que se enamoró, el primero en probar su miel, el primero que la amó incondicionalmente, y el primero por el que estuvo dispuesta a enfrentarse a todo y a todos.

El primero en saberlo fue Joaquín. No quiso esperar, Ella le envió un SMS y lo citó en plaza Libertad, mientras se alistaba luego de entregarse a Él por completo. Ella eligió enfrentar la situación a solas, a pesar de que Él se ofreció a acompañarla. Llegada la hora del encuentro, Él bajó a abrirle y volvió al balcón de la habitación de su hermana, desde donde tenía vista preferencial del encuentro. Si llegaba a necesitar asistencia, sólo tenía que bajar al rescate.

Pero no fue necesario. Se los vio hablando en paz, pudo ver como al muchachito se le rompía el corazón, y como gesticulaba frustrado. Ella le devolvió el dije con la cadenita cortada, y finalmente vio cómo hizo amague para que Joaquín no la viera cruzar la calle hasta la casa de Él. Volvió a abrirle la puerta.

—¿Qué pasó?

—Ya está... Tenías razón, lo hice mierda.

—Lo entiendo... Ese era yo ayer, cuando los vi almorzando en Lavalle.

—¿Estuviste ahí?

—Patrullo esta zona, no lo olvides —sonrió—. Te acompaño a tu casa, si estás lista podemos hablar tus viejos.

—No... Es algo que tengo que hacer sola, yo sé cómo enfrentarlos.

—Como quieras. —Él tomó su rostro y dejó un dulce beso—. Pero quiero que te acuerdes de una cosa. Pase lo que pase, siempre me vas a tener, eso no lo olvides.

—Nunca. El primer amor no se olvida.

Tomados de la mano, y caminando pausadamente se dirigieron hasta la casa de Ella. Iban tan lento, que parecía que ninguno de los dos quería llegar y enfrentar la realidad. Pero llegaron, y pese a la insistencia de Él por acompañarla, terminó aceptando la derrota. De todos modos, se quedó un largo rato recostado en la gran colina de césped de plaza San Martín. Por las dudas, por si Ella lo necesitaba. Se quedó observando el firmamento hasta que su teléfono vibró en su bolsillo.

Todavía no lo entienden, pero ya van a entender.
Recibido. 22:02

Se enojaron?

Enviado. 22:03

Y... Como que no les gustó mucho que hayas sido el policía que me ayudó aquella tarde.
Recibido. 22:04

Te lo dije, parece abuso de autoridad.

Enviado. 22:04

Pero te deben mi vida, y de eso no se olvidan. Como que te aman y te odian... xD
Recibido. 22:05

Dejame subir a hablar con ellos, cuanto antes hable con ellos va a ser mejor.

Enviado. 22:06

No sé... Tengo miedo...
Recibido. 22:07

Confiá en mí, vos abrime, estoy cruzando.

Enviado. 22:08

Pese a los temores de ambos, Él se presentó en su casa con más miedos que certezas. Se aguantó estoicamente el recelo de la pareja al ver que no era un jovencito como Joaquín, es que su corpulencia y sus facciones varoniles eran intimidantes respecto a lo que estaban acostumbrados a ver junto a su hija. Se sometió al intenso cuestionario de su nuevo suegro, que para empeorar las cosas era abogado penalista y sabía indagar, además de conocer su profesión a la perfección. Supo mantener la calma cuando sin tapujos le preguntó cuán lejos había llegado con su hija. Se bancó una charla de más de dos horas, y cuando la pareja vio que sus intenciones eran serias, que el amor por su hija estaba a la vista, ambos dieron su bendición para que pudieran disfrutar de su amor sin tapujos.

Y sí, se deshicieron en agradecimientos por haber salvado a su única hija de un destino irreversible.

Todo había resultado bien, tan fácil de comprender que ambos se lamentaron el tiempo perdido, las emociones contenidas. De haber sabido que ir con sinceridad era tan fácil no hubieran perdido tanto tiempo en soledad, amándose a distancia. Sin quererlo, ellos mismos fueron quienes prejuzgaron su amor.

De todos modos, no fue un inicio de relación fácil. Él tuvo que acatar horarios, hacer acto de presencia en la casa de Ella, seguir sometiéndose a intensos cuestionarios cada vez que la dejaba en su casa, y muchos controles más por parte de su suegro. Controles que fueron disminuyendo con el paso del tiempo, cuando vieron el gran cambio de su hija, la manera en la que estaba madurando, cómo repuntaban sus notas en la facultad. Sin dudas, Él le cumplió el deseo a Sara y a Ella: la ayudó a madurar.

Tres años después, para cuando Ella cumplió la vieja mayoría de edad, ya eran una pareja sólida. Él ya era compinche de su suegro, y su suegra lo adoraba, consintiéndolo con rica comida casera cada viernes en la noche. Hasta Sara, ya divorciada de Juan Sebastián, se había acoplado a la familia de Ella como una integrante más, es que las cuñadas supieron hacerse muy amigas. Con todo medianamente acomodado, supo que ya era tiempo de dar el siguiente paso.

Casate conmigo.

Enviado. 11:11

Señor policía!!! Le parece la manera adecuada de pedirle matrimonio a su damisela en apuros????!!!
Recibido. 11:12

Teniendo en cuenta cómo nos conocimos... Sí...

Enviado. 11:13

Estoy llorando en clase!!! La profesora me preguntó por qué lloraba y tuve que decirle. Te odio!!! (TT)
Recibido. 11:17

Eso es un sí??? ;)

Enviado. 11:18

Siiiiii!!!! Señor policía!!! Siiiiii!!!
Recibido. 11:18

Pero por qué así???? Ahora quiero comerte a besos y no puedo.
Recibido. 11:19

Eso puede arreglarse. Salí al pasillo ;)

Enviado. 11:20

Ella salió corriendo y frenó en seco al verlo a Él, vestido con su uniforme, con su celular en la mano, y una pícara sonrisa en los labios. Y tal como cuando se conocieron, Ella se abrazó a su cintura y lloró con la cara hundida en su pecho. Y en esa ocasión, la pequeña multitud que los rodeaba no los juzgaba, sino que los aplaudía y los felicitaba. Él volvió a tomarla por los hombros y, de nuevo, la separó con suavidad.

—Estoy sintiendo un déjà vu —expresó entre risas nerviosas por la atenta mirada embobada de la profesora y el alumnado.

—Yo te lo corto. —Ella tomó su cara y lo besó para intensificar los aplausos—. ¿Ahora?

—Ahora acabás de completarlo, eso es lo que quise hacer ese día y no pude. ¡Carajo! Ahora sí puedo decirlo, te amo desde que te vi en peligro. Es una locura, pero...

—Locura es lo que yo hice ese día —lo interrumpió—. Pero gracias a esa locura te conocí. Y lo volvería a hacer en otra vida si sé que vas a estar ahí.

—Mejor, preocupémonos por esta vida y por todo lo que tenemos por delante. Y ahora, a clases, que la profesora me va a matar por todo el tiempo que le hice perder.

—¡Oficial! ¡Por favor! —intervino la mujer—. Caballeros como usted no se ven todos los días. Nena, te felicito por el novio que tenés —se dirigió a Ella—. Vayan tranquilos, después le pedís a tus compañeros los apuntes de la clase.

—Tengo que entrar en servicio, se la dejo. Y perdón por interrumpir su clase, es que no me aguanté. ¡Gracias por la buena onda profesora!

Él saludó a la pequeña multitud con la cabeza, dejó un beso en los labios de Ella y abandonó la facultad de Psicología a paso lento. Ya en la calle, su celular vibró en su bolsillo.

Debería haberme ido con vos, no puedo concentrarme. Dios!!! Es demasiada felicidad la que acabás de darme.
Recibido. 11:51

Prestá atención a la clase, después hablamos.

Enviado. 11:52

Y qué vas a hacer si no presto atención me vas a arrestar?
Recibido. 11:53

Esta vez sí. Pero en mi casa, más precisamente en mi cama. Y en mi vida. :*

Enviado. 11:55

Un poco de dulce post San Valentín no viene mal, ¿no? Aunque acá quien la pasa mal es Sara, y ya sabemos por culpa de quién. Este es el punto en donde pueden terminar de odiar a Juan Sebastián. O por el contrario, conpadecerlo y justificarlo por sus actitudes futuras, las que se vieron en Dragón.

Ahora. ¿Quiénes son ellos dos? Y si. No están mal. Es el único capítulo en el que Alejo no asoma la nariz. La idea inicial era ir desprendiéndolo al pasar de los cuentos, pero ya ven... Me salió muy Droopy el condenado.

Y otra cosa... ¿Ubican a Joaquín? ¡Ya ni se deben acordar del pobre! ¿Donde más apareció? ¿Quién es su verdadera Ella?

Soundtrack:

Confieso que esta canción iba a ser secundaria a la principal. Pero hace unas semanas escuché con atención ese "Libertad... Mi casa es un desastre, mi vida un poco más...", y me caló hondo. Sonreí a las 8 de la mañana aplastada y acalorada viajando al trabajo. Era esta, mi canción preferida de Tan Biónica. El centro, los desencuentros, el desastre de vida de él... Hace rato quería escribir algo inspirado en esta canción, y lo hice sin querer. Encaja cada letra de punta a punta.

Obsesionario En La Mayor – Tan Biónica
(Obsesionario – 2010)

https://youtu.be/IYj364cgamk

Esta era la canción principal en un inicio. Solo la conocerán mis compatriotas argentinos, o quienes hayan visto la novela juvenil "Verano del 98" en Telefé por cable, o en internet. Fue la canción que más me cerraba mientras no me daba cuenta de que en realidad era Obsesionario En La Mayor.

Quién Es – Verano del 98
(Verano del 98, Vol. 2 – 1999)

https://youtu.be/ZHkcm1Ti2dw

Se acerca el final. Semana que viene sale el último capítulo, y quizás tengan que esperar para el epílogo un poquín más. Confieso que me confié, y no lo tengo escrito. Necesito los dos extras, y estoy terminando el segundo. Igual, no van a perder el hilo, ya todos saben quién es quién.

Bueno... Falta conocer a detalle a una personita más... 👀

Dedicado a una personita muy especial para mí. gabycabezut, es para vos. Merecías un lugarcito en este libro. Ya después lo leerás con calma desde el inicio, no hay apuro.
Sé que te gusta el dulce, por eso elegí este capítulo.

¡Buen finde!


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