Capítulo 5

El super al que solía ir Izan estaba a dos cuadras de su hogar. No era una distancia muy larga pero él odiaba ir porque justo frente al lugar se encontraba una escuela preparatoria. Y por más que variaba su horario de ida, siempre se encontraba a un grupo de chicas que lo seguían de manera acosadora.

Bajaron del auto y evitó voltear a toda costa, de hecho, agradeció en silencio que Sorine se hubiera estacionado debajo de un árbol que daba sombra, esperaba que aquello fuera suficiente para que no lo reconocieran.

Una vez que acomodó a Sayuri en el carrito, se encaminó al departamento de verduras mientras Sorine le hacía caras graciosas a su hija.

—¡Oh! Ya que estamos aquí, iré por un café frío —dijo de pronto la chica alejándose hacia el fondo del lugar, dónde se encontraban los refrigeradores.

Izan no dijo nada, repasó la lista de víveres en su cabeza y poco a poco comenzó a llenar el carrito con todo aquello que necesitaba. Mientras ponía varias manzanas dentro de una bolsa, le llegó el sonido de esas risas que tanto odiaba. Endureció la mandíbula y suspiró cansado.

Sí, ahí estaban de nuevo.

Eran cuatro chicas y siempre se turnaban para abordarlo con cualquier tontería, una incluso le llegó a pedir su opinión sobre un traje de baño diminuto.

Tenían a lo mucho diecisiete años, pero vaya que eran aventadas y pesadas.

Trató de ignorar las risas y huyó como pudo al departamento de bebés, mientras más rápido acabara, menos probabilidad había de que aquel día lo abordaran.

Por su lado, Sorine iba tarareando una canción mientras escogía un café sabor moka del refrigerador. Se quedó pensando un momento en si se vería mal que le invitara uno a su compañero.

Se encogió de hombros y comenzó a tratar de adivinar cuál le gustaría más. Estaba tan concentrada en aquello que casi no se dio cuenta del grupo de niñas a su izquierda.

—¿Viste cómo se sonrojó? —rio una de ellas.

—Es tan lindo, me haría cargo de su niña sin dudar —comentó otra.

—Yo prefiero ser chica de una noche, no soporto a los críos de otros —espetó una tercera.

Sorine frunció el ceño casi sabiendo de quién hablaban, las vio por el reflejo del refrigerador con una mueca de molestia.

—Yo apoyo eso, ¿por qué crees que es soltero? Está guapo pero debe tener algo muy malo para que lo hayan dejado —masculló otra entre masticadas de chicle.

—Tal vez la madre murió —susurró la primer chica que había iniciado aquella conversación.

—Es joven, mucho, estoy segura que lo dejaron —musitó otra.

—Vamos, debe de estar en el departamento de bebés, me encanta incomodarlo —exclamó de nuevo entre risas la que mascaba chicle.

Sorine las vio alejarse e hizo un sonido con la garganta. Esas nuevas generaciones iban de mal en peor. Y al parecer, no era la primera vez que molestaban a Izan.

Tomó ambos cafés y se dirigió al pasillo de pañales. Efectivamente las chicas estaban ahí con el pobre que se veía sumamente incómodo mientras las niñas —porque eso eran, niñas de mentalidad puberta— elogiaban a Sayuri y a él lo tomaban del bicep.

Bufó con enojo, les daría una lección a esas chamacas.

Con grandes zancadas se dirigió hasta el departamento de lencería y buscó algo bastante llamativo, de color rojo si era posible. Al encontrar un baby doll que dejaba muy poco a la imaginación, sonrió de manera maquiavélica y rio divertida mientras regresaba al pasillo de bebés.

Tal vez haría pasar a Izan por una enorme vergüenza, pero de mínimo aquellas chicas lo pensarían dos veces antes de volverse a acercar.

Se asomó para asegurarse de que ahí seguían y al verlas inhaló con fuerza antes de adentrarse al pasillo caminando de manera natural y desinteresada.

—¡Amor! ¡Mira! ¡Del color que te gusta! —gritó con fingida emoción cuando iba a la mitad.

Izan y las chicas voltearon con sorpresa, el primero la vio con incredulidad pero las otras... Sus caras era una obra de arte: tenían los ojos abiertos de manera exagerada y sus rostros poco a poco se fueron tiñiendo de color rojo.

—Oh, ¿te están ayudando a escoger una marca de toallitas? —preguntó con fingida inocencia ladeando la cabeza una vez que se acercó lo suficiente.

Izan abrió y cerró la boca varias veces; la miraba a ella y luego a la prenda que cargaba en la mano izquierda.

Las chicas se mostraron apenadas ante la situación, Sorine ni siquiera se veía enojada o molesta. Entonces la castaña decidió hacer más incómodo el ambiente.

—¡Mira, nena! Tal vez pronto tendrás un hermanito —canturreó tomando a Sayuri del carrito y moviendo el babydoll de lado a lado mientras la bebé balbuceaba divertida.

—Nosotras... debemos... —tartamudeó la chica de cabello rojizo con ojos azules cuyo rostro estaba exageradamente sonrojado.

Sorine les dio una sonrisa a las cuatro y les regaló un guiño que las hizo sonrojar más. Todas salieron del pasillo casi tropezando con otra madre que había presenciado todo y que se reía a carcajadas.

La castaña hizo girar los ojos y puso de nuevo a Sayuri en el carrito, Izan tenía la mirada clavada en el suelo pero sus mejillas estaban rojas.

—Algo me dice que no es la primera vez que te pasa —dijo enredando la lencería en el gancho.

El chico suspiró y negó, luego tomó el carrito y se aclaró la garganta antes de avanzar.

—No, suelo verlas cada que vengo —masculló.

Sorine se encogió de hombros.

—De nada. —Izan la vio confundido antes de tomar un paquete de toallitas—. Ya no se volverán a acercar —susurró dándole una sonrisa.

Él puso el paquete en el carrito y tras mirarla un momento susurró un casi inaudible—: Gracias. —Exageradamente sincero.

Izan acomodó los víveres mientras escuchaba a Sayuri reír. De reojo podía ver a Sorine ocultarse detrás del corral para luego asomarse por encima y gritar—: ¡Aquí está!

Y cada que aparecía, su hija soltaba una fuerte carcajada y aplaudía. Algo que le llenaba el pecho de una sensación de felicidad. Amaba la risa de Sayuri, la podría escuchar todo el día.

Se escuchó una tonada y el chico miró a Sorine con el ceño fruncido mientras ella sacaba un celular de la bolsa de sus jeans y contestaba.

—Diga... ¡Trevor!... No, no te estoy ignorando —masculló avergonzada—. Ocupada, cosas de la escuela... No empieces, no... —Un bufido.

Izan sacó pan de una bolsa y arroz crudo de otra, acomodó todo mientras veía a Sorine hacer gestos de aparente dolor.

—Eso es bastante descriptivo, odio tu carrera... Bueno no la odio... Sabes de qué hablo —susurró la chica.

El castaño se agachó para recoger una cebolla que había rodado y caído al suelo, mientras la levantaba, le pasó por la mente que la chica seguramente tenía novio y que lo había ignorado al estar con ellos. Aquella idea lo llenó de cierto alivio, que Sorine no fuera soltera le facilitaría las cosas con Thiago.

Se levantó y encontró que la castaña había terminado la llamada pero se veía algo pálida.

—¿Estás bien? —le preguntó.

Ella sacudió rápido la cabeza antes de darle una sonrisa forzada.

—Sí, odio la sangre, casi la puedo oler... Maldito Trevor me las va a pagar —masculló.

Izan la vio confundido pero la chica solo se levantó y guardó su celular.

—Entonces, vengo después de la escuela... Bueno, como una o dos horas después, tengo que pasar a comer —comentó concentrada en contar minutos.

El castaño tuvo el impulso de decirle que podían dejarlo así para que su novio no le reclamara, pero al final se quedó callado y solo asintió.

—¡Perfecto! Nos vemos, Sayuri —dijo ella poniéndose de nuevo en cuclillas y haciéndole una cara graciosa a la bebé.

La pequeña aplaudió y se sostuvo de la orilla del corral para hacerse arriba y abajo con emoción.

—Eres hermosa —susurró Sorine pero Izan la escuchó a la perfección.

Se levantó, movió la mano en ademán de despedida y finalmente salió del departamento.

El castaño suspiró y miró a su hija, Sayuri parpadeaba mirando a la puerta y se había quedado demasiado quieta. Entonces él sintió una presión en el pecho, esperaba que su hija no se estuviera encariñando. Sorine no podía ser una presencia constante.

No se podía inmiscuir de más en sus ya, difíciles vidas.

Cuando Sorine bajó de su auto lo primero que sintió fue un abrazo. Y haciendo girar los ojos quitó el brazo del chico de sus hombros.

—Eres un pesado —exclamó caminando a la cajuela para sacar sus planos.

—Ayer nos dejaste plantados, y aunque no lo creas un mensaje diciendo: Coman y cómanse, luego los veo; no nos tranquilizó —dijo Naím recargándose en su auto con los brazos cruzados.

Sorine sonrío con ironía.

—Pero estoy segura de que siguieron mi recomendación.

El chico hizo girar los ojos y vio al cielo.

—No, Macy busca algo serio y yo no, por eso esperaba que fueras, para librarme de la incómoda plática.

La castaña lo vio con lástima mientras se colgaba al hombro su mochila y cerraba la cajuela.

—¿Qué tanto debo evitarla?

Su amigo le dio media sonrisa.

—Te recomiendo huir hacia el otro lado —contestó mientras caminaban hacia la universidad.

Sorine suspiró y pasó una mano por su cabello antes de rascarse la cabeza.

—Me gustaría decirte que lo siento por ti, pero en realidad no lo siento, ya sabías cómo es —le recordó.

Naím se encogió de hombros.

—Recibí una bofetada y mi playera favorita está arruinada, jamás tengas una ruptura cerca de un pastel de granada... Jamás.

Ella rio y se detuvieron frente a la facultad de arquitectura. El chico iba dos edificios más adelante, a la facultad de leyes.

—A todo esto, dónde has estado, ¿eh? —preguntó su amigo arqueando una ceja.

Sorine revisó su celular, quedaban diez minutos para su próxima clase.

—Tengo un nuevo trabajo, no me van a pagar mucho pero creo que es muy buena ayuda —contestó encogiéndose de hombros.

Naím cruzó los brazos y la vio impaciente.

—Estás trabajando a pocas semanas de presentar un proyecto que vas a reiniciar —dijo con ironía.

Ella asintió varias veces.

—Sip, pero podré usar el AutoCAD en una mejor computadora y a la vez ayudar a una familia, todos ganan.

Su amigo la vio con ojos entrecerrados antes de sacudir la cabeza.

—Si empiezas a sobre cargarte, de nuevo, le diré a Joen —le advirtió.

Sorine lo picó en el pecho.

—No me amenaces, estoy bien y tú deberías concentrarte en mantener la pasantía.

—Sería más fácil si fuera un pelinegro alto de ojos marrones...

Ella hizo girar los ojos y subió los escalones de su facultad mientras escuchaba la risa de su amigo detrás.

—Baboso —susurró dirigiéndose a su salón donde otro puñado de hombres idiotas la esperaba.

—Kaspersen —dijo Izan al teléfono mientras Sayuri jugaba con Wipi en su corral.

—Sorine Kaspersen —repitió Thiago del otro lado de la línea.

Izan pasó una mano por su cabello.

—Sí, estudia arquitectura, no sé en dónde.

Escuchó silencio antes de un suspiro.

—No me gusta, Izan, son demasiadas casualidades —murmuró el inglés.

—Ya lo sé, por eso te pedí que la investigues, si tiene algo que ver con... Ella... Ya sabe dónde vivo.

Su amigo maldijo por lo bajo.

—Tendré respuesta en una hora, si tiene algo que ver tendrás...

Izan suspiró con pesadez.

—Ya sé, mudarme a otro lado, lo tengo contemplado —intervino en voz baja sin dejar de mirar a Sayuri.

—Te paso los datos —dijo Thiago antes de cortar la llamada.

El chico miró su celular con una expresión seria antes de entrar a su galería y pasar por todas las fotos hasta llegar al final: Cabello rubio cenizo, ojos azules, caireles a cada lado de su rostro.

Solo tenía una foto de ella y era para recordarse que amar sin medida había sido el peor error de su vida. Levantó la mirada y encontró orbes ambarinos que lo observaban mientras mordía a Wipi.

—No, error no —corrigió en voz alta.

Sayuri era lo único bueno de esa relación, perdió todo al negarse a darla en adopción y literalmente tuvo que huir de su nación para tratar de hacer una vida junto a su hija.

Los Moore y los Taylor quisieron desaparecer el "error", y su ex los apoyó. Al final Paige tuvo razón, su ex solo estuvo con él por el puesto que le esperaba en su familia, jamás lo amó, ni siquiera cuando se embarazó.

La bebé se paró sosteniéndose del corral y lo miró con esa inocencia que la caracterizaba. Dejó el celular a un lado y se puso en cuclillas frente a su hija.

—Eres lo mejor que me ha pasado —susurró pasando una mano por su cabello, Sayuri sonrió y él sintió una enorme sorpresa al ver lo que tenía en las encías.

—Eso... ¿son dientes?

La pequeña sonrío aún más y él no pudo evitar regresarle el gesto. Ahí, justo en medio de la encía baja de su hija, había dos diminutos dientes que se empezaban a asomar.

Sí, definitivamente Sayuri era lo mejor que le había pasado en la vida a pesar de todas las circunstancias.

Antes de ir a la escuela, Sorine pasó al registro dónde encontró que el terreno que quería para la plaza estaba embargado por una empresa pero que sería subastado en unas semanas.

Algo que podía ser un arma de doble filo, si bien podía salir a bajo precio también podía dispararse y costar más de lo que valía. Y ese asunto tal vez no le interesaría a los inversionistas.

Suspiró mientras observaba el plano del dichoso lugar, le habían dejado sacar una copia. Era perfecto, no tendría que modificar mucho, solo agregar un segundo estacionamiento y hacerlo subterráneo, también tendría que poner las celdas solares en una parte alta para que los edificios de alrededor no las bloquearan.

Sí, bastante perfecto pero arriesgado.

—¿Es en la parte sur de Esbjerg? —le preguntó su maestro, había estado revisando su nuevo terreno junto con ella.

—Sí, los niveles socioeconómicos varían en esa zona e incluso hay escuelas cerca, sería buen atractivo.

El hombre a su lado asintió y con un plumón rojo marcó todo el contorno del terreno.

—Deberás modificar jardines y el lago del interior, no es nada grave, solo los paneles solares te van a causar problemas pero no tendrás que iniciar de cero.

Sorine asintió varias veces sabiendo aquello.

—Mi proyecto depende de los paneles solares —musitó cansada.

El maestro palmeó su espalda varias veces.

—Lo puedes arreglar —le dijo antes de pasarse con otro compañero.

Ella suspiró antes de pasar ambas manos por su cabello. Tal vez viendo su proyecto en un AutoCAD que no se trabara con facilidad podría encontrar la solución.

Macy tenía dos maneras de lidiar con la tristeza. La primera era buscarla para hablar pestes de aquel que la hizo llorar —aka, Trevor— y la segunda era ahogarse en trabajo de la escuela.

Y si para el final de la jornada escolar no la había buscado, era porque su amiga estaba más dolida de lo que creyó por Naím. Usualmente el mencionado la acompañaba para ayudarla a sacar a la chica del taller de costura. Pero siendo la fuente de su tristeza, tendría que afrontar la situación sola.

Encontró el taller en el que su amiga por lo normal trabajaba y al entrar la vio extendiendo una tela azul, tenía marcas a los lados: el patrón de un saco.

—¿Sabías que a Naím se le ven mal los sacos? —preguntó Macy sin bajar la tela.

—Algo preocupante si consideramos que es lo que más tendrá que usar dada su carrera.

Escuchó la risa forzada de su amiga, la chica se giró y dejó la tela en la mesa. Le daba la espalda a Sorine.

—Pensaba confeccionarle unos que hicieran resaltar sus hombros —murmuró tomando las tijeras y comenzando a cortar.

Sorine llegó hasta la pelinegra y se sentó en el banco a un lado.

—¿Ya no lo harás?

Macy la volteó a ver con una sonrisa malvada.

—Claro, pero no haré resaltar sus hombros, es más, le pondré hombreras para que parezca que no tiene cuello.

La castaña rio divertida, por un momento pensó que su amiga estaba realmente deprimida pero más bien estaba en su etapa de venganza.

—Y bien, ¿cómo se llama? —preguntó la chica mientras cortaba tela.

Sorine frunció el ceño.

—¿Cómo se llama, quién?

Macy dejó las tijeras, se giró y cruzó los brazos.

—El chico por quién cambiaste a tus amigos.

La de orbes verdes hizo girar los ojos irritada.

—Lo haces ver como si me interesara más él, que ustedes.

Su amiga arqueó una ceja.

—¿Y no?

Sorine se volteó en el banco y apoyó la espalda sobre la mesa antes de cruzar los brazos.

—No, aunque no puedo decir lo mismo de Sayuri, si la conocieras me entenderías.

Macy retomó su tarea de cortar.

—Es el chico de la bebé —aseguró.

La chica se encogió de hombros.

—Me recuerda a mi padre, haciéndose cargo de sus hijos a pesar de que varias mujeres intentaron algo con él; tiene sus prioridades bien establecidas.

La pelinegra hizo un sonido de afirmación.

—¿Tu padre o el chico?

Sorine giró y apoyó los brazos sobre la mesa de metal en la que había varios tipos de tela. Una morada con pequeñas estrellas llamó su atención así que llevó la mano hasta ella. Era bastante suave, perfecta para la piel de bebé.

—Ambos, Izan es inusualmente maduro, me da la sensación de que carga con más de lo que debería.

Macy dejó las tijeras a un lado y notó la mirada perdida de su amiga.

—Los padres solteros suelen ser así —comentó.

La chica asintió varias veces.

—Lo sé, pero Izan es diferente, es como si esperara que algo malo fuera a suceder, es un miedo constante en su mirada —susurró.

—Izan, ¿eh? —Sorine la volteó a ver con sorpresa y su amiga sonrió—. Así se llama el chico.

Las facciones de la castaña se relajaron antes de extender la tela morada sobre la mesa con la otra chica a su lado.

—Izan y Sayuri Moore, así se llaman.

Macy asintió varias veces.

—Puedo hacerlo en una semana, la tela no le causaría alergia —comentó.

Sorine sonrió y abrazó a su mejor amiga.

—Tú si me entiendes.

La pelinegra rio y sacudió la cabeza.

—Al menos entiendo a uno de mis amigos —masculló con ironía mientras Sorine reía.

Cuando Sorine ingresó al departamento de Izan el olor de arroz con pollo inundó su nariz. El chico le abrió la puerta antes de regresar rápidamente a la cocina.

—Sayuri acaba de despertar, no le he dado de comer —exclamó.

Ella se quitó su chamarra y la dejó a un lado del sillón. La bebé estaba en el corral y se frotaba los ojos con pereza.

—Solo licúo...

—¡Espera! —exclamó Sorine caminando a la cocina donde ojos ambarinos llenos de confusión la miraron—. Intenta lo que te dije, es arroz y pollo, ¿cierto?

Izan la miró dubitativo.

—No sé... Se puede ahogar...

Ella hizo un ademán con la mano y se acercó, sacó una pieza de pollo cocido de una olla y tras ponerla en un plato y tomar dos tenedores empezó a desmenuzar rascando la piel con los cubiertos.

—Mi hermano me enseñó este truco, el pollo queda bastante delgado —dijo ante la mirada extrañada del castaño.

Una vez que acabó, tomó el pequeño plato rosa en el que Izan planeaba poner la papilla, y puso una cucharada de arroz antes de agregar algo de pollo y comenzar a soplar para enfriar.

Él la veía con el ceño fruncido.

—No creo que esté lista, apenas le empezaron a salir dientes y...

Sorine puso el plato en sus manos.

—Prueba, te aseguro que está lista.

Tras decir aquello se dirigió a la sala y levantó a Sayuri para llevarla hasta su silla. El chico frunció el entrecejo, tomó una cuchara de plástico y otra de metal, y con la segunda probó la comida de su hija. Estaba tibia y suave, pero aún así...

Se dirigió a la mesa y miró a Sayuri, Sorine se había sentado a su lado y ambas lo veían con expectativa. Finalmente suspiró y puso el plato frente a la bebé.

La pequeña observó la comida fascinada antes de meter una mano y llevársela a la boca.

—No, espera... —Izan se arrepintió.

Pero notó que su hija movía la boca como si estuviera masticando antes de volver a meter la mano a la comida para repetir la acción. Sorine apoyó el rostro en su mano mientras observaba a Sayuri.

—Sé que es tu bebé, pero tienes que dejarla crecer —susurró.

Izan bajó las manos y las escondió debajo de la mesa, empuñó ambas con fuerza mientras observaba a su niña comer algo sólido por primera vez.

—No es que no la quiera dejar crecer... Si algo le pasa... —Suspiró y cerró los ojos antes de subir una mano empuñada a la mesa.

Sorine rectificó que el castaño adoraba a su hija así que con mucho cuidado llevó su mano a la de él, e Izan abrió los ojos con sorpresa al sentir el toque.

—Nada le va a pasar, ten algo de fe.

Orbes ambarinos y verdes se miraron por unos segundos antes de que Sorine retirara su mano para seguir observando a Sayuri.

El castaño bajó de nuevo su mano y la mirada. Podía sentir el ligero temblor en la primera así que la empuñó y relajó varias veces hasta que controló la situación.

Izan leía uno de sus libros en la mesa mientras escuchaba un clic cada cierto tiempo. Su hija se había quedado dormida y ambos aprovecharon para realizar sus actividades.

Llevó la mirada a la pantalla de la iMac y observó la imagen. Era la simulación en 3D del proyecto de Sorine. La chica giraba la imagen y suspiraba con fuerza antes de murmurar cosas para sí misma.

Sintió una presión en el estómago y se movió incómodo. Extrañaba eso, hacer planos y plasmar sus ideas en el programa. Se aclaró la garganta y trató de seguir con su lectura, si pasaba ese bloque estaría más cerca de graduarse.

—Rayos, rayos, rayos —dijo Sorine llevando ambas manos a su cabeza para luego negar varias veces.

El cuaderno a un lado de ella estaba lleno de dibujos y anotaciones, volvió a leer antes de regresar la mirada a su proyecto.

Izan cerró su libro y fingiendo levantarse para revisar a su hija, se puso detrás de la chica. La imagen daba vueltas.

—¿Es una plaza? —preguntó sin pensar.

Sorine se sobresaltó y giró la cabeza para mirarlo, los ojos del chico habían adquirido un curioso brillo.

—Sí, una plaza autosustentable, pero los paneles solares me están dando problema; o rompen con la estructura o quedarán debajo de sombras —le contó regresando la atención a su proyecto.

El chico movió sus dedos varias veces y dudó antes de decidir.

—¿Puedo?

Ella frunció el ceño pero asintió y se levantó de la silla para dejar que él tomara asiento. El castaño lo hizo y comenzó a mover de manera experta la imagen, incluso activó la vista interna.

Situación que sorprendió a Sorine.

Luego regresó a la vista 2D y a un lado abrió la 3D, se quedó pensando varios minutos.

—¿Tienes zona de comida? —De pronto le preguntó.

Sorine asintió y pasó su brazo frente a él para con el mousse enseñarle dónde estaba. Izan asintió varias veces.

—Puedes pasarla a la parte superior, creas un jardín botánico y ahí mismo pones los locales de comida rápida. Los paneles solares los puedes poner como un techo en la zona, matas dos pájaros de un tiro, cubres tu área de comida y tienes los paneles —dijo a gran velocidad casi atropellando las palabras.

La chica lo vio incrédula, incluso había abierto la boca sorprendida. Sacudió un poco la cabeza para regresar y se puso a analizar la idea mientras veía el proyecto en la pantalla.

Izan se levantó de la silla sintiéndose incómodo, regresó a la mesa y retomó su lectura. El silencio se hizo un tanto abrumador y él movió sus hombros hacia atrás, podía sentir la mirada verde de la chica.

—¿Estudiaste arquitectura? —Escuchó.

El chico sintió un dolor punzante en el pecho y se aclaró la garganta. No estaba leyendo pero fingía hacerlo.

—Sí —admitió—. Por unos años, al menos.

Y Sorine entendió que lo hizo antes de Sayuri, antes de darle un giro a su vida. Al parecer el castaño había renunciado a mucho más de lo que creyó.

—Gracias —le susurró regresando a su proyecto para comenzar con los ajustes sugeridos.

Izan levantó la mirada y la vio trabajar. Soltó un casi imperceptible suspiro y sintió su celular vibrar. Lo sacó sabiendo que era Thiago, se había demorado bastante en su investigación.

Lo desbloqueó y encontró el mensaje que había está esperando:

"Está limpia, ningún contacto"

Entonces se sintió sumamente aliviado. Esa chica le estaba regalando demasiados momentos y honestamente había tenido miedo.

No quería perder la calma y locura que la chica había llevado a su vida.

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