Capítulo 33

Orbes ambarinos y avellanados se enfrentaron hasta que ella desvió la mirada y mordió el interior de su mejilla. Izan la veía como si fuera una total desconocida y eso le estaba doliendo en el alma.

—No es lo que parece —dijo levantando ambas manos a la altura de su pecho.

El castaño bajó el último escalón mientras procesaba lo que acababa de escuchar. Su respiración se comenzó a ver afectada y hasta sentía como si su cuerpo temblara.

—¿Le dijiste...? ¿Tú la trajiste? —cuestionó en voz casi inaudible.

Paige negó varias veces.

—No, ¡no fue así! Ella dijo que sólo quería saber si estaban bien, prometió...

—¿Cómo pudiste hacerlo? Me gritaste en la oficina de Thiago por alterarme y aquí estás... —Se acercó de manera casi amenazante a su prima.

—¡No es eso! Déjame explicarte, Ethan —exclamó ella con lágrimas recorriendo sus mejillas.

—¡¿Cómo piensas explicarme qué me traicionaste?! —refutó acercándose más pero chocando con el cuerpo de Naím quien instintivamente se cruzó para proteger a la chica.

Paige sollozaba mientras todas sus explicaciones morían ahogadas en su garganta. La furia de su primo estaba totalmente justificada, pero no entendía. Él no sabía el infierno por el que estuvo pasando cuando Lara se presentó ante ella como un tipo de salvadora.

—Ethan, dame la oportunidad de explicarte —rogó entre hipeos—. Lara juró que no vendría por ella y estaba tan desesperada...

Sin embargo, el chico negó interrumpiendo su explicación y dio pasos hacia atrás.

—Destruiste mi vida, la de Sayuri, ¡¿cómo pudiste ser tan hipócrita para reclamarme por un descuido cuando tú nos entregaste?! —le gritó con la mirada endurecida.

Paige enredó las manos en su cabello con desesperación.

—Prometió... Ella me dijo que no vendrían... Ethan, por favor, ¡escúchame! —rogó en su lengua natal.

Pero el aludido negó sintiendo la decepción ahogarlo. No podía creerlo, sentía que todo se estaba derrumbando a su alrededor. Empuñó las manos con fuerza y miró a Naím, quien se había mantenido entre ellos aunque sin intervenir.

—Llévatela —gruñó empuñando las manos con tanta fuerza que literalmente estaba temblando—. Hazlo o no sé... —Le dio otra mirada enfurecida a la única persona que le quedaba de familia y se dio la vuelta para regresar a su departamento.

Estaba tan mal que subió de a dos escalones antes de casi correr a su hogar para cerrar la puerta de un azote y apoyarse en esta mientras miraba hacia arriba a la par que dejaba su cuerpo resbalar hasta el suelo.

No podía con todo el dolor, la decepción, la traición y la incertidumbre.

Por su mente pasaron los miles de momentos que compartió con la única chica a la que creyó poderle confiar hasta su vida. Llevó las manos a sus ojos y apretó con fuerza, pero aún así su cuerpo se estremeció por el llanto.

Por primera vez en mucho tiempo se sintió realmente solo.

Cuando su primo desapareció dentro de su departamento, ella se dejó caer al suelo con total derrota. Lágrimas recorrían su rostro y su cuerpo se sacudía por los sollozos. Se abrazó a la altura del estómago y se inclinó hacia adelante haciendo presión.

Tenía razón, lo había traicionado, en su estupidez se dejó envolver por las promesas de Lara y le creyó todo lo que prometió.

Naím la observó en silencio sintiéndose contrariado. Si bien estaba furioso con ella por lo que había hecho, la desolación de la chica le estaba partiendo el corazón. Suspiró resignado y se arrodilló frente a ella.

—Vamos, te llevaré a tu hotel —susurró poniendo las manos en sus hombros.

Ella negó varias veces sin levantar el rostro, lágrimas caían sobre el pavimento y ella se mecía hacia adelante y atrás.

—Necesito explicarle, decirle que lo estoy resolviendo —gimió—. No quiero que esto sea lo último entre nosotros...

La vio confundido pero movió las manos hasta sus codos y la obligó a ponerse de pie.

—No te va a escuchar, deja que se calme... Necesita estar tranquilo para cuando traigan a Sayuri —le recordó.

Paige sentía sus piernas desfallecer, su cuerpo temblaba por todo lo acontecido y Naím puso un brazo alrededor de sus hombros para guiarla hasta su vehículo. La ayudó a subir y cuando cerró la puerta, ella llevó la mirada al departamento de Izan.

Esperaba que Mao le diera tiempo para entregar lo que su primo necesitaba. Después de eso, de asegurarse que Sayuri permaneciera con su padre, su prometido podría hacer con ella lo que quisiera.

Días de estrés y desvelo por fin le pasaron factura. Bostezó mientras se servía café a la par que con la otra mano iba pasando mails en la pantalla de su tablet.

Tenía algunos asuntos pendientes en la empresa. Había movido todo para lo de Sayuri y ahora debía ponerse al corriente. Abrió un correo de la compañía de energía y se sintió aliviado cuando le pidieron la factura para pagar por los servicios de Izan. Por un momento creyó que pedirían más cambios. Su amigo no tenía cabeza para trabajar.

Se encontraba leyendo lo que seguía con esa empresa cuando sintió una mano en su abdomen que le provocó un escalofrío.

—Me dio frío —susurró la voz de cierta pelinegra a su espalda.

Él rió y tras tomar la mano de la chica, la llevó a sus labios para depositar un beso.

—Perdón, tenía que revisar mi correo —dijo apagando la tablet y girándose para abrazar a Macy por la cintura—. ¿Hablaste con tu madre?

La chica hizo una mueca de desagrado antes de encogerse de hombros.

—No le veo caso, llega el jueves y no pienso aceptar —alegó apoyando la cabeza en su pecho pero manteniendo la mirada en su rostro—. Además, estoy más preocupada por Sorine.

Thiago la vio serio y cuando arqueó una ceja ella bufó.

—Es una burla, ¿sabes? Pedirme eso después de que me abandonó...

—O es su manera de pedirte perdón —alegó el inglés con seguridad.

Macy se quedó con la palabra en la boca y lo vio con un deje de sorpresa.

—¿Es broma? —cuestionó alejándose y cruzando los brazos.

El inglés no se inmutó ante su actitud. Desde que le contó la curiosa petición de su padre, fue lo único que pensó como razón.

—Ser padrino de un niño es una enorme responsabilidad, Macy, no solo por si les pasa algo a los padres —explicó con temple preparando otra taza de café—. Debes estar en sus vidas de manera permanente, eres como un tipo de familiar que no lleva la misma sangre y que pudo decidir no pertenecer a su mundo.

La chica ladeó la cabeza.

—No lo había visto así... —musitó pensativa.

—Cuando Izan me pidió ser padrino de Sayuri, me sentí honrado; era su manera de decirme que quería que fuera parte de su familia —dijo ofreciéndole una taza blanca llena de café.

Macy tomó y miró la bebida como si fuera algo sagrado.

—¿Quién es madrina de Sayuri?

Thiago le dio la espalda tomando su tablet y dirigiéndose a la sala para empezar a mandar correos y hacer llamadas.

—No tiene.

Macy golpeó la taza con un dedo mientras fruncía el ceño.

—¿Por qué no le dijo a Paige? —cuestionó saliendo de la cocina y apoyándose en el marco de la entrada.

Thiago puso su tablet en la mesa ratona de su sala a la par que sostenía la taza con la otra mano.

—Porque decía que si llegaba a tener madrina, debería ser mi pareja, para no tener choques.

La chica bebió un poco y lo observó, estaba leyendo en su tablet mientras dejaba la bebida en la mesa pero sin soltar la taza.

—Pero pensabas huir con ella, así que sí entraba en ese papel —dijo ladeando la cabeza.

Un sonido seco se escuchó cuando el inglés volcó la bebida.

—Demonios —masculló este mientras levantaba la tablet que se había mojado.

Macy rió y regresó a la cocina para coger un trapo y regresar a limpiar. Se acercó al empresario y con cuidado levantó la taza mientras su acompañante quitaba el exceso de líquido de la parte trasera del aparato.

Ambos se mantuvieron en silencio mientras aseaban el lugar. Cuando la pelinegra regresó a la cocina, el de lentes suspiró con cierto cansancio.

—¿Ella te dijo? —cuestionó tomando asiento evitando ver en su dirección.

Escuchó sonidos en la cocina y luego de soslayo notó que salió del lugar con dos tazas humeantes. Las puso sobre la mesa ratona y se sentó a la orilla subiendo ambos pies mientras apoyaba la cabeza sobre el posabrazos.

—No, fue Naím —le contó sin atisbo de enojo. Thiago la vio extrañado y ella hizo girar los ojos—. No sé qué pasó entre ellos, o porqué mi amigo están tan enojado, pero muy amablemente me informó sobre sus planes del pasado.

El inglés se quitó los lentes y apretó el puente de su nariz con hastío.

—Paige es un desastre para las relaciones interpersonales —musitó—. No íbamos a huir de manera romántica, ni mucho menos.

Orbes aceitunados lo vieron con curiosidad y él exhaló aire sabiendo que iba a tener que aclarar cosas que no le tocaban.

—La familia de Paige es muy tradicionalista, tienen un muy cerrado círculo de amistades —relató mirando su pantalla apagada—. Tener una hija lo vieron como un jugoso trato de negocios, al principio pensaban mantener la sangre Moore intacta, todo quedaba en familia: la fortuna y los deberes.

La chica frunció el ceño entendiendo un poco.

—¿Izan? —cuestionó en voz baja.

Él asintió y frotó su frente.

—Pero apareció Lara y sus planes se vinieron abajo, sobretodo con el embarazo —continuó—. Entonces buscaron entre sus amistades quien les podría ofrecer una garantía: su hija por mantener un estilo de vida.

Macy entrecerró los ojos más no dijo nada.

—Mao, así se llama el hombre al que la comprometieron cuando Izan se negó a abortar a Sayuri —dijo en un suspiro—. Le lleva unos veinticinco años y es un sádico... Todos en Sídney lo saben, pero nadie lo enfrenta —espetó cerrando los ojos.

—¿Ella no se pudo negar? —indagó Macy con algo de enojo.

Thiago la vio unos segundos antes de suspirar con fuerza.

—Dio la casualidad que todas las desgracias se dieron al mismo tiempo... El anuncio de su compromiso y la desaparición de Sayuri —Bufó negando—. Sus padres hicieron una fiesta e Izan y yo fuimos testigos de cómo la maltrataba... Le propuse escapar esa misma noche y ella aceptó, pero al día siguiente la bebé ya no estaba.

La chica se cruzó de brazos y suspiró con enojo.

—Cuando la recuperó, supimos que debíamos sacarlos de Australia, que Lara estaba dispuesta a todo para que Izan no perdiera su título... —Se revolvió el cabello y se puso de nuevo los lentes—. Pero entonces le cortaron todo el apoyo y a mí me ataron de manos amenazando con desprestigiar el legado de mis padres si lo ayudaba... El dinero de mi empresa es limpio, fácilmente hubieran rastreado los movimientos con sus contactos.

—Pero el del prometido de Paige no —afirmó Macy empezando a entender todo.

—Fue un trato al que nos opusimos: Paige debía hacer todo lo que Mao quisiera y a cambio le daría el dinero para sacar a su familia sin ser rastreada —contó con pesadez—. No dudó, aceptó antes de que pudiéramos encontrar otra solución.

Ella lo vio con asombro antes de fruncir el ceño en gesto de confusión. Con lo que acababa de escuchar le parecía imposible que la chica traicionara a su primo. Siendo así, ¿por qué Naím se comportó como lo hizo?

Sorine se alisó el cabello por décima vez en lo que llevaba del día. Pasó la mano por inexistentes arrugas de su blusa y finalmente tocó la puerta frente a ella pasando su peso de un pie a otro. Frunció un poco el ceño cuando nadie abrió, ladeó la cabeza con confusión y volvió a tocar.

¿Habría salido por algo?

Sacó su celular de la parte trasera de sus jeans y miró la hora. No faltaba mucho para que Sayuri llegara. Debería estar. Levantó de nuevo la mano para tocar pero escuchó el seguro ser quitado y vio la puerta abrirse, sin embargo, su novio permaneció detrás de ella. Entró sintiéndose contrariada y una vez que cerró, encontró a Izan arrodillado amarrando sus agujetas.

Llevó la mirada al departamento y notó lo limpio que estaba.

—Vaya, se suponía que te ayudaría —le recordó con una pequeña sonrisa.

—No tenía nada que hacer, terminé antes —masculló él aclarándose la garganta e incorporándose mientras sacudía su pantalón de inexistente polvo.

Sorine se giró para saludarlo con un beso, sin embargo, se detuvo e hizo la cabeza de lado al notar un ligero color rojo alrededor de los orbes del chico.

—¿Qué? —cuestionó él notando su actitud.

La chica acercó la mano y pasó su pulgar debajo de los ojos del castaño.

—Parece que lloraste —susurró preocupada.

Él se obligó a sonreír haciéndose un poco hacia atrás.

—Limpié el baño con cloro, creo que exageré —se justificó revolviendo su cabello.

Pero ella no le creyó, no del todo, la sonrisa no llegaba a iluminar su rostro como normalmente solía y esa emoción que le escuchó en la mañana, por la llegada de su hija, se percibía opacada por alguna razón.

—¿Sucedió algo? Estás...

Izan negó dirigiéndose a la cocina para escapar del inminente interrogatorio. El problema de amar a una persona es que siempre terminan conociéndose más de la cuenta. Y así como él sabía a la perfección los gestos de su novia, ella no era diferente.

—No, Sayuri ya viene, nada está mal —dijo tanto para convencerla, como para recordarse lo que era realmente importante.

Se sirvió un vaso de agua y mientras bebía, sintió a Sorine ponerse a su espalda para abrazarlo por detrás. Dejó lo que llevaba en la mano sobre la barra de la cocina y entrelazó sus dedos con los de la chica sintiendo algo de calidez invadirlo.

—Llamaron de la escuela, el viernes debo ir para ver lo de la maqueta —masculló ella habiendo apoyado la cabeza en él—. Tengo el presentimiento de que me voy a llevar una gran sorpresa.

El castaño suspiró y negó, sospechaba quién había sido, pero la conocía tan bien, que era consciente de que había utilizado a alguien más para hacer daño.

—Perdón —susurró cerrando los ojos.

Percibió como la chica se separó y tras levantar los párpados, se volteó para verla. Ella lo miraba contrariada y él aún sentía un nudo en la garganta por todo lo acontecido.

—¿Por qué? Tú no hiciste nada —alegó Sorine poniendo las manos en su pecho.

Él se encogió de hombros y desvió la mirada hacia la izquierda.

—No dejaba de pensar que desde que cruzamos nuestras vidas ha sido desastre tras desastre —confesó cansado y notó el dolor que comenzaba a crecer en Sorine, sin embargo, se inclinó y dejó un corto beso en sus labios—. Pero me di cuenta de que no es así, hay muchos factores que... —Suspiró y se aclaró la garganta, de nuevo—. Eres lo mejor que me ha pasado... Después de Sayuri...

Pensó que esa última frase la heriría, pero la castaña sonrió con ternura y comprensión.

—Obviamente —rió levantándose de puntas para besar su barbilla—. Te confieso que me siento igual, eres lo mejor que me ha pasado... Después de Sayuri.

No pudo evitar sonreír de manera sincera ante el comentario y abrazó a su novia con fuerza escondiendo el rostro en su cabello. Cerró los ojos y dejó un beso a la altura de su cuello.

Le daba pánico lo mucho que Sorine amaba a su hija, pero trataba de creer que la vida les tenía algo bueno preparado... Como familia.

Naím vio preocupado a la chica que tan solo al entrar a su habitación, se sentó en la mitad del suelo y miró a la nada. Finalmente había dejado que el servicio entrara a hacer limpieza. Toda su ropa estaba dentro de la maleta y ya no había platos de comida por todos lados. Frunció el ceño al detallar de nuevo en la ausencia de prendas tiradas.

—¿Piensas huir? —cuestionó tomando una actitud defensiva.

La escuchó reír con sarcasmo.

—No... Al menos no por voluntad propia —contestó ella y suspiró—. Puedes irte, sé que lo que menos quieres es estar aquí.

El chico empuñó una mano sintiendo enojo ante su aparente desinterés. Bufó antes de darse la vuelta para salir del lugar.

—Fue real. —La escuchó decir cuando hubo puesto la mano en la manija para cerrar detrás de él, volteó inexpresivo y la encontró con la cara girada un poco para verlo de soslayo—. Lo nuestro, todo lo que llegué a decirte, fue real.

Naím endureció la mandíbula limitándose a negar y cerrar. Su corazón había dado un brinco ante las palabras de la pelinegra, pero se obligó a dejar todo sentimiento de lado.

Le había hecho daño a todos a su alrededor, no podía esperar que con solo esas palabras, regresara y actuara como si nada.

Por su lado, Paige suspiró cansada y miró hacia arriba mientras mordía el interior de su mejilla. Sintió el celular que llevaba en su bolsa vibrar y lo sacó a gran velocidad esperando ver algún mensaje del chico que se lo regaló. Sin embargo, sintió una horrible presión en el pecho y su estómago volcarse cuando vio un mensaje de un número desconocido. Jadeó ligeramente tratando de meter aire a sus pulmones y con dedos temblorosos presionó sobre el mensaje.

Era una imagen acompañada de un saludo. Un escalofrío que la dejó helada la recorrió al notar que era la escultura Mennesket ved havet.

"Hola, mi querida priruchennyy zver', ¿me extrañaste?"

Sólo una persona la llamaba de tal manera para recordarle que la había quebrado en múltiple ocasiones.

Mao estaba en Esbjerg y era cuestión de días para que diera con ella.

Cuando la tarde llegó, Thiago y Macy arribaron a su apartamento. Izan veía ansioso la hora de su celular cada minuto y se mantenía apoyado sobre la barra de la cocina mientras Sorine platicaba con su amiga.

Estaba tan ensimismado en su ansiedad, que no notó cuando su amigo se puso a su lado.

—¿Le dijiste a Paige? Es raro que no esté aquí —cuestionó sacando su celular para intentar llamar a la mencionada.

Él volteó con un gesto de seriedad.

—No, tenía algo que hacer, no te preocupes —dijo tajante antes de revolver su cabello—. Ya sabes cómo es.

El inglés lo vio escéptico antes de volcar su atención al aparato. Algo le hacía ruido de la situación, pero tal vez el castaño se portaba así porque su hija estaba retrasada.

Abrió la boca para preguntar si estaba seguro cuando el toque de la puerta lo interrumpió. El chico a su lado se tensó por unos segundos antes de caminar a grandes zancadas hasta la puerta.

Puso la mano en la manija y suspiró tratando de soltar algo de tensión antes de abrir. Encontró a Joen junto a una mujer de traje sastre, la dama tenía la mirada seria en sus orbes oscuros.

Sorine se levantó y con ella Macy, el inglés se puso a un lado de la pelinegra y todos guardaron silencio.

—Moore, ella es Grette Vinter; la trabajadora social —explicó.

El aludido extendió su mano sintiéndose aliviado de que no fuera la mujer que se llevó a su hija.

—Moore Izan —se presentó.

La dama asintió, tomó la mano por un segundo y luego miró al abogado expectante.

—Viene a revisar el departamento, ya sabes el procedimiento —le recordó Joen.

El chico se sonrojó al darse cuenta que los había dejado en la puerta y se hizo a un lado para dejarlos entrar.

—Sí, perdón; adelante —dijo extendiendo su mano hacia el interior.

La mujer asintió y mientras el castaño se ponía a un lado de Sorine, quién entrelazó sus brazos para luego tomar su mano. Joen acompañó a Grettel. Debía cerciorarse de que todo fuera seguro para la menor.

La castaña puso su barbilla sobre el hombro de Izan y él le dio una diminuta sonrisa cuando la trabajadora y el abogado se dirigieron a la habitación.

—Estará bien —articuló provocando que él apretara un poco el agarre de su mano.

Su mente viajaba de Paige a su hija una y otra vez, sabía que era cuestión de tiempo para que algo en él se quebrara de manera definitiva.

No tardaron mucho, la trabajadora revisó el baño, la cocina y su lugar de trabajo. Verificó de manera exagerada los cables de la computadora mientras que Sorine e Izan se movieron incómodos al saber porqué lo hacía.

—Todo está en orden, solo necesito el pasaporte y la menor podrá subir —dijo la mujer posicionándose en la puerta.

Todos vieron confundido a Joen quien solo suspiró y asintió.

—Moore —lo llamó.

El aludido vio a uno y otro contrariado hasta que finalmente asintió y fue hasta su recámara para sacar sus papeles y los de su hija. Fue de las pocas cosas que llegó a hacer con Lara, sacar el acta de nacimiento y el pasaporte.

Abrió el clóset con el corazón resonándole en los oídos. Sacó la caja donde guardaba el dinero y de hasta abajo tomó sus pasaportes con manos temblorosas.

¿Por qué los estaban pidiendo? Joen no le dijo nada sobre aquello y sentía que caminaba a ciegas en el proceso.

Antes de poner la caja en su lugar, su mirada se quedó unos momentos en la maleta que había preparado con anterioridad. Negó con la cabeza mientras reacomodaba sus pertenencias y cerró el armario. Salió de su habitación y le entregó los pasaportes a la trabajadora social.

—Gracias, voy por la menor —dijo retirándose del departamento.

—¿Joen? —susurró Sorine poniéndose a un lado de su anonadado novio.

El abogado se quitó los lentes y negó.

—Metieron un amparo, me informaron cuando fui a recoger a Sayuri —les contó hastiado—. Están argumentando que te llevarás a la niña.

Izan endureció la mandíbula y empuñó las manos.

—Alegan que no tengo para mantenerla pero sí para desaparecer con ella —espetó.

—No, la justificación fue que tu madre está en Esbjerg y que vino para eso.

Cuatro pares de ojos vieron con incredulidad al abogado. Unos más que otros.

—¿Es broma? —indagó Thiago—. Lara sabe perfectamente bien que Yelena...

—Mi familia es una mierda, no van a ayudarme a nada —escupió el castaño con voz endurecida.

Sorine lo vio contrariada ante la pequeña explosión y el inglés frunció el ceño.

Joen se asomó un poco hacia afuera para ver a la trabajadora quitando el cinturón de Sayuri.

—Llamaron a sesión extraordinaria el jueves, el juez está reconsiderando dejar a Sayuri —explicó sumamente serio.

—¿Y para qué la traen? Le hace más daño estar de un lado a otro —preguntó Macy cruzando los brazos.

El abogado vio con algo de empatía a Izan.

—Mi alegato fue que mínimo su padre merece pasar unos días con ella antes de... —Suspiró dejando la frase al aire.

El mencionado asintió tenso.

—Perderla —concluyó sintiendo la acidez de su estómago aumentar.

Joen se puso de nuevo los lentes.

—Moore, lo lamento; Saúl ha movido tantas cosas que la única opción que me dejaron fue esa —le contó—. Que entregaras los pasaportes y aceptáramos la sesión extraordinaria.

El castaño asintió dejando caer los hombros y rió con cierta ironía.

—Al menos me van a dejar unos días con ella, quién sabe si la vuelva a ver. —Miró a todos antes de encaminarse al baño—. Disculpen, necesito un momento.

—Izan... —lo llamó Sorine tratando de seguirlo, sin embargo, Macy la tomó del brazo y negó.

—Ya viene Sayuri, deja que se recomponga.

La castaña mordió su labio inferior antes de ver de nuevo la puerta que su novio acababa de cerrar.

¿Por qué Lara no los dejaba en paz?

Estaba a nada de llamar a su abuelo para usar todo el peso de su apellido. Si no lo había hecho era porque sabía que era hacer lo mismo que ellos: usar influencias para un fin; sus valores la estaban deteniendo.

Pero si no podía caer en eso para ayudar a las personas que más amaba... ¿Qué otra cosa podía hacer?

Izan tenía las manos apoyadas a cada lado del lavabo. Respiraba por la boca para tratar de calmar su alterado estado de humor, sin embargo, no estaba logrando mucho. En todo caso se sentía peor. Inclinó el cuerpo hacia adelante y apoyó los codos en el lavabo mientras que con las manos tapó su rostro.

Era increíble que su propia familia lo estuviera destruyendo. Que le quisieran arrebatar a la única persona por la que estaba dispuesto a dar la vida misma... ¿No veían el daño que le estaban haciendo? ¿No les importaba?

Dios, un animal velaba más por sus seres queridos que su supuesta sangre.

Exhaló con fuerza por la boca y enredó ambas manos en su cabello. Necesitaba tranquilizarse, Sayuri no podía verlo, o sentirlo, alterado.

Abrió la llave y se echó agua varias veces hasta que sintió que algo de tensión escapaba. Cerró el grifo y se limpió el rostro antes de incorporarse. Suspirando con toda la fuerza que pudo reunir, echó los hombros hacia atrás y miró hacia arriba.

—Todo estará bien, estaremos bien —masculló aún sabiendo que en aquella ocasión, no era verdad.

Salió del baño justo cuando la trabajadora social entró con su hija.

Vio casi en cámara lenta a Sayuri moverse hacia arriba y abajo reconociendo a las personas y, como sintiéndolo, volteó en su dirección y su rostro se iluminó al encontrarlo. Gritó y extendió las manos en su dirección dando pequeños brincos y él no dudó en acercarse a pasos acelerados para tomar a su hija de brazos de la mujer.

Orbes ambarinos lo vieron con adoración y Sayuri puso las manos en sus mejillas antes de soltar una trompetilla que le apretujó el corazón. Por su lado, él besó su frente ignorando todo lo que se decía a su alrededor, y la abrazó con cuidado sintiendo su corazón latir con fuerza y a gran velocidad.

Por fin la tenía de regreso... No la perdería nunca más.

El ambiente era algo agridulce en su departamento. Por más que intentaba disfrutar de la presencia de su hija, una voz le repetía una y otra vez que era sólo por unos días y que luego se esfumaría.

No estaba siendo fatalista, más bien era realista. Lo que le dijo a Sorine seguía siendo verdad, cualquier juez le quitaría a Sayuri por su actual situación.

—Pa-pa —dijo la pequeña sacándolo de sus pensamientos.

Sonrió y le ofreció otro pedazo de manzana que ella gustosamente aceptó antes de caminar hacia Sorine, quien le había extendido colores en el suelo junto a un libro para dibujar.

Su hija tomó otro lápiz antes de sentarse y comenzar a presionar una y otra vez sobre el libro. No coloreaba, más bien estaba punteando y la castaña se había resignado de enseñarle. La pequeña quería hacer las cosas a su modo.

—Ya viene su cumpleaños —murmuró Thiago a su lado.

Izan bajó la mirada a los trozos de manzana.

—Lo sé —dijo reusándose a dar su sincero comentario. En realidad pensó que no lo pasaría con ella y eso despertó una presión en su pecho.

—Podríamos ir a Australia, que conozca su ciudad natal —continuó su amigo.

El castaño se mantuvo inerte antes de mirar a Sorine y Sayuri.

—Tal vez —musitó y se aclaró la garganta—. Ir al aviario en el parque, ¿recuerdas cuando fuimos? —dijo con una diminuta sonrisa.

Thiago rio jocoso.

—Paige salió llorando porque un pájaro pasó encima de ella.

A la mención de su prima Izan regresó la mirada a la manzana y suspiró de manera audible, el inglés lo vio serio.

—¿Sabes que te conozco como a la palma de mi mano?

El chico se encogió de hombros.

—No importa, ya nada importa... La voy a perder y...

Un toque en la puerta llamó su atención. Macy salió de la cocina —había estado preparando lasagna— y abrió antes de sonreír.

Naím le dio un efusivo abrazo intercambiando rápidamente una mirada con Izan, —quien desvió la atención a la manzana—, y entró al lugar antes de ponerse de cuclillas frente a Sayuri para, acto seguido, sacar de su espalda un oso de felpa.

—Mira lo que te traje —dijo en voz cantarina.

La bebé gritó emocionada y lanzó los colores antes de caminar hasta el chico para tomar el peluche. El castaño los observó y cuando orbes grises lo vieron, notó la culpa que los embargaba.

Alejó de nuevo la mirada de Naím y se concentró en la fruta hasta que sintió a Sorine sentarse a su lado. Ella entrelazó sus brazos y besó su hombro antes de apoyar la barbilla en él.

—Te amo —susurró.

Él le dio una sonrisa un tanto sincera y besó su frente sin responder. Sorine no lo tomó a mal, sabía que estaba pasando por mucho. Se limitó a entrelazar sus dedos y tratar de transmitirle algo de seguridad.

Se ofreció para ir por bebidas y no se sorprendió cuando Naím dijo que lo acompañaría. Ya sospechaba que el chico quería hablar con él y no estaba seguro de querer dejarlo. Sin embargo, lo esperó en la puerta y ambos salieron del departamento antes de caminar y bajar las escaleras. Avanzaron en silencio por unos minutos hasta que de reojo lo vio meter las manos a las bolsas de su chamarra.

—No la voy a justificar, si crees que es lo que pienso hacer —masculló Naím de pronto.

Izan se encogió de hombros.

—Si te soy sincero, me tiene sin cuidado —dijo serio—. Ya lo hizo, no hay más que hacer.

—Durante estos últimos días se la pasaba repitiendo que lo resolvería —le contó el chico esperando no hacerlo enojar—. Ya habíamos peleado porque noté algo raro, pero ella dijo que lo estaba resolviendo.

El castaño rio con sarcasmo deteniéndose afuera del mini super que estaba frente a su hogar.

—No hay manera de resolver lo que hizo; me entregó en bandeja de plata y a menos de que haya encontrado una máquina del tiempo, no hay como deshacer esto —espetó abriendo la puerta y entrando al lugar.

Naím se quedó afuera unos segundos pasando su peso de un pie a otro. Odiaba sentir algo por la pelinegra traicionera, pero su corazón estaba aferrado a ella. Suspiró y negó siguiendo a Izan pensando en que debió darle una oportunidad a Macy en vez de enredarse con una desconocida... Thiago se veía bastante feliz con su amiga.

Bufó e hizo girar los ojos.

No, jamás podría ver a la chica con los mismos ojos que el inglés la veía. Más bien, hubiera dado todo por tener una relación como la que estaban construyendo Sorine y Macy, pues al final, se iba a quedar con el corazón roto y la culpa.

Todos se fueron ya entrada la noche. Incluso su novia tuvo que regresar a su hogar, pues su padre no estaba de acuerdo en que durmiera fuera de casa tan seguido.

La luz de la luna entraba por la ventana y él movía el cabello de su hija con sumo cuidado.

La pequeña había caído justo después de que la castaña se fuera y, tras levantar juguetes, colores y basura, la llevó a su cama donde la bebé se acomodó de lado con las manitas debajo de su mejilla.

La cicatriz en su frente lo perseguía, pues había sido el factor principal por el que decidieron llevarse a su hija. Pasó un dedo alrededor de la línea que ya no tenía los moñitos y cerró los ojos negando.

Ahora dos gritos lo atormentaban: el del día del accidente y de cuando se la llevaron.

Se incorporó en la cama apoyando la espalda en la cabecera y frotó su rostro varias veces con las manos. No podía dormir, tenía millones de cosas en la mente y no tenía claro qué acción tomar.

Puso la cabeza en la fría madera y miró hacia arriba parpadeando en exageración. Pero entonces, su hija tembló y despertó dando un sonoro grito que lo hizo estremecer. La pequeña tenía las manos empuñadas mientras lágrimas salían de su rostro. No perdió tiempo y se acomodó de lado para tomarla en brazos.

—Hey, tranquila, shh —susurró apoyándola en su pecho mientras pasaba una mano a lo largo de su espalda.

Sayuri empuñó su playera y comenzó a hipear reconociendo la voz, olor y calor de su padre.

—Pa-pa —dijo la pequeña entre lágrimas y el chico entendió lo que pasó: su hija despertó creyendo que no estaba con él.

Cerró los ojos mientras abrazaba más a la pequeña a su cuerpo y sintió la humedad en sus ojos amenazando con salir. Su corazón se dolió en sobremanera y llevó una mano hasta la cabeza de Sayuri.

—Está bien, nena, estamos bien —le dijo en voz inaudible para que no alcanzara a percibir lo quebrado de su voz—. Nada te alejará de mí.

La pequeña comenzó a calmar el llanto pero mantuvo su manita tomando con fuerza la playera de su padre. Fue al escucharla suspirar de manera temblorosa que Izan tomó una decisión que probablemente le pasaría una enorme factura en el futuro.

Pero nadie se llevaría a su hija. Un juez no iba a decidir sobre sus vidas.

Miró el reloj de su celular y bostezó perezosa. Eran apenas las siete; con pasos torpes tomó su toalla, ropa y se puso las sandalias para encaminarse al baño.

Había decidido que ya que no podía dormir en casa de su novio, al menos llegaría temprano para pasar todo el día con ellos. Tenía ganas de llevar a Sayuri al zoológico, al acuario y a comer a un restaurante infantil. Esperaba que Izan estuviera de humor y que no pensara quedarse encerrado.

Al desvestirse y meterse a la regadera, se estremeció al sentir el agua caliente sobre su cuerpo. Levantó el rostro y se obligó a sacudirse el sueño.

No había dormido mucho, se la pasó pensando en posibles opciones. Izan ni siquiera había hablado con el representante de la constructora y con todo lo que estaba aconteciendo, dudaba mucho que lo hiciera.

Por su lado, su abuelo estaba esperando una respuesta de su parte para la pasantía. Sabía que no podía dejar a Izan en tan delicada situación y por eso había estado evitando tocar el tema con su familia. Pero era bastante consciente de que si Sayuri era llevada lejos de su padre, el castaño no tomaría el trabajo, pues perdería las esperanzas. Necesitaba solucionar todo, acomodar las piezas de tal manera que incluso con su hija lejos, su novio se esforzara por recuperarla.

Sintió una lágrima salir de su ojo derecho y suspiró de manera temblorosa con el susurro de la solución al fondo de su mente.

Necesitaba disfrutar esos días con ellos, crear hermosos recuerdos para opacar los horribles. Sayuri solo debía vivir cosas buenas, así después la olvidara cuando no estuviera.

Una taza de té la esperaba mientras escribía en un diario que guardaba de manera recelosa desde el nacimiento de su hijo. Percibió la puerta del estudio abrirse y al levantar el rostro, encontró a su mano derecha.

—Señora Moore, alguien la viene a ver.

Yelena arqueó una ceja y tras cerrar el libro que contenía sus más íntimos pensamientos, asintió y entrelazó sus manos sobre el escritorio de caoba. Noam regresó sobre sus pasos y tras unos segundos, cierto chico inglés entró por la puerta.

—Eres una mujer difícil de encontrar, Yelena —dijo Thiago observando el lugar. No sabía que los Moore tenían propiedades en Esbjerg, le cayó de sorpresa al recibir el informe.

La aludida no se inmutó, ya había esperado la visita, de hecho, el chico llegó mucho más tarde de lo que en un principio creyó.

—Cuando no quiero ser encontrada, lo es —replicó con elegancia señalando la silla frente a ella.

Él la vio escéptico antes de acercarse y tomar asiento. Sabía perfectamente bien que la mujer no preguntaba, le estaba indicando que se sentara.

—No te voy a quitar mucho tiempo —expresó en la lengua de la mujer—. Necesito que me pagues el favor, a la brevedad.

Yelena se apoyó en el respaldo del sillón alto y lo miró con curiosidad.

—Siempre al grano, como tu padre. —Le hizo saber entrelazando los dedos debajo de su barbilla—. Sin embargo, olvidas que eso quedó saldado.

Thiago endureció la mirada.

—No del todo, no hablo de no hundir la empresa, hablo sobre lo otro —gruñó.

La madre de su amigo ladeó la cabeza en gesto de aparente confusión.

—¿Y eso es...?

El inglés bufó.

—Acoger a Izan en la empresa —le recordó con seriedad.

Yelena se mantuvo inerte, algo que lo estaba irritado más, sin embargo, lo ocultó porque le debía cierto respeto.

—Ah, fue un favor, creí que era tu manera de ayudar a tu mejor amigo.

Entonces se cansó, el inglés se impulsó hacia el escritorio y la miró con enojo.

—Debes detener lo que Taylor está haciendo, sabemos que con una llamada esa niña estaría de regreso en Sídney dejando a Ethan en paz —espetó.

La mujer golpeó con un dedo su palma.

—Me estás pidiendo que interfiera en la vida de mi hijo, algo que sabes perfectamente bien que no haré.

Thiago golpeó el escritorio con su palma y Yelena permaneció impasible.

—¡Le van a quitar a Sayuri! —exclamó con enojo—. Se ha desvivido por su hija y vas a permitir...

—Sí, lo haré —interrumpió de manera tajante recibiendo una mirada enfurecida—. Eres muy joven, Thiago, para entender mis actos.

El aludido bajó la mirada y empuñó una mano.

—Esto no se trata de edad, ¡es tu hijo!

—Y por esa misma razón no voy a interferir; Ethan debe arreglar su vida por sí mismo —atajó ella—. Y si quieres un consejo, ve a un juzgado de lo familiar y ve cómo son las batallas de custodia en el mundo real —concluyó incorporándose.

Se enfrentaron con la mirada hasta que el inglés la desvió con un suspiro cansado.

—Espero nunca te arrepientas de ver a tu hijo en esta situación —masculló cerrando los ojos.

Yelena no dijo nada, solo salió del estudio dejando la puerta abierta.

En verdad el empresario no entendía qué pasaba por la mente de la mujer. No podía creer que alguien pudiera ser tan indiferente y fría con su propia carne y sangre.

Definitivamente, Izan jamás le haría algo así a Sayuri.

Hizo cuentas de nuevo en su cabeza y repasó su plan a la par que revisaba que hubiera cerrado la llave del agua y gas. Verificó que las ventanas estuvieran cerradas y que todos los aparatos se encontraran apagados antes de dar una mirada más al departamento y agacharse para levantar la maleta negra del suelo.

Sayuri estaba medio acostada en el sofá, por momentos cerraba sus ojitos pero despertaba parpadeando varias veces a la par que sostenía a Wippi.

Izan se acomodó bien la maleta en la espalda y caminó hasta su hija para acomodarle su gorrito de lana antes de levantarla. Llevaba ya su mochila en la espalda y sentía el peso hacerlo hacia atrás. Sin embargo, se enderezó bien y sostuvo a la bebé mientras daba una última revisada al departamento.

Al darse cuenta de que todo estaba listo. Se encaminó a la puerta con Sayuri recargada en su hombro y la abrió dando un paso hacia adelante y luego hacia atrás con sorpresa. Incluso jadeó al casi impactar con la otra persona que lo observaba con el mismo gesto desconcertante que seguro tenía plasmado en su rostro.

—Sorine —dijo en un hilo de voz.

La chica parpadeó varias veces no entendiendo lo que estaba pasando. Había estado a punto de tocar cuando el castaño abrió casi tirándola.

Detalló en lo que llevaba colgado, en la bebé adormilada y abrió la boca con sorpresa.

—¿Qué... Qué haces? —cuestionó paseado la mirada entre las maletas y el chico.

Él se llenó de culpa y bajó la mirada con cierta vergüenza. Observó a su hija que parecía haberse quedado dormida y luego la regresó a la castaña.

—Yo... No entiendes —concluyó en un suspiro.

Sorine miró a ambos lados del pasillo como revisando que nadie escuchara antes de empujar a su novio hacia atrás y cerrar la puerta.

—¿No entiendo? No, de verdad se me dificulta hacerlo porque se supone que deberías de hacer lo mejor para Sayuri —espetó en voz baja.

El chico se quitó con cuidado la maleta grande y la puso a su lado.

—Ayer despertó llorando, estaba asustada —se justificó.

La castaña se cruzó de brazos.

—Sí, ya veo que huir es una buena solución para los terrores nocturnos —masculló con enojo recibiendo una mirada un tanto molesta.

—Tenía miedo de no estar conmigo, no puedo dejar que me la quiten —dijo el chico en voz baja pero firme.

—¡No! Mejor vas a convertirte en un fugitivo y a ella de paso, ¡eso es una solución! —ironizó.

Los ojos de Izan se encendieron.

—No entiendes porque no eres su madre —gruñó sosteniendo a Sayuri por la espalda—. Debo de hacer todo para protegerla, para...

Sorine lo miró con algo de dolor pero se mantuvo en la misma posición.

—¡Arriesgar a que si te atrapan, entonces sí la pierdas! —espetó acercándose y señalándolo—. No, no soy su madre, pero la amo como si lo fuera y sé que esa no es la solución.

El chico desvió la mirada sabiendo que su comentario había estado de más. No hablaban con gritos, pero la dureza en las palabras era palpable. Suspiró y apretó un poco su agarre en la bebé.

—¿Crees que no pensé en soluciones poco lícitas? —preguntó la castaña en voz baja con humedad en sus ojos—. ¿Qué no estoy tan desesperada, como tú, buscando una manera de frenar a Lara?

Izan la vio totalmente derrotado.

—No puedo perderla, es mi vida entera —susurró con la voz quebrada.

—Y por eso hay que buscar una solución... Incluso si... Si pierdes el juicio, hay manera de volver a pelear —explicó ella viendo a la bebé—. Izan, es preferible que la pierdas unos meses a que arriesgues no poder verla nunca más... Si pisas la cárcel, si cometes un delito como irte cuando explícitamente te dijeron que no... Se acabó, la perderás para siempre.

El chico bajó la cabeza junto a la de su hija y con suma lentitud se arrodilló en medio del departamento sabiendo que su novia tenía razón. Pero eso no aligeraba el dolor.

—No quiero que se vaya —masculló con una lágrima recorriendo su mejilla—. No quiero que sufra, ya no sé qué hacer.

Sorine se mordió el labio inferior antes de ponerse frente al chico, pero manteniendo la parte superior de su cuerpo elevada para, con cuidado y sin tapar a Sayuri, abrazar la cabeza de su novio y besar su coronilla mientras trataba de contener sus propias lágrimas.

—Lo sé, amor —susurró con la voz un poco ronca por la cantidad de emociones que la estaban albergando, su corazón estaba desgarrado junto con el de Izan, pero se debía mantener fuerte—. Buscaremos una solución, te lo juro —concluyó poniéndose a la altura del rostro de él para poner las manos en sus mejillas y darle un muy pequeño beso en su barbilla.

El castaño suspiró de manera temblorosa; al final, el dolor de todo lo que había pasado en las últimas veinticuatro horas lo sobrepasó y terminó llorando con Sayuri en sus brazos y Sorine tratando de mantenerlo de pie.

Thiago no era de tener días libres. Rara vez se enfermaba y desde que tomó las riendas de la empresa de sus padres, no había faltado a sus obligaciones. Sin embargo, su vida había cambiado tan drásticamente en los últimos meses, que no fue de extrañarse cuando llamó a su oficina para cancelar todo lo que pensó el día anterior que iba a retomar.

Actualmente se encontraba acostado en el sillón de su hogar con un brazo tapando sus ojos mientras vestía una playera azul y un jogger gris. Desde que llegó de visitar a Yelena, no tuvo ganas de hacer nada al verse, por segunda vez, atado de manos para ayudar a su ahijada y mejor amigo.

Escuchó el timbre de su hogar y suspiró con cansancio. Se incorporó y tomó sus lentes de la mesa ratona antes de ponérselos y levantarse para verificar quién era. Se asomó por la mirilla y al notar que era cierta pelinegra, abrió.

Macy ladeó la cabeza, tenía en sus manos una canasta tapada y lo veía con cierta preocupación.

—Fui a tu oficina y me dijeron que te reportaste enfermo —le informó.

El inglés apoyó la cabeza en la madera.

—Tuve algo que hacer temprano y no me quedaron ganas de ir a trabajar —confesó pasándose una mano por el cabello.

La pelinegra se adentró al departamento mientras el empresario cerraba detrás de ella.

—¿Has hablado con Paige? Quise llamarla pero no soy tan cercana a ella como ustedes —dijo en voz baja dejando la canastilla en la mesa.

Lo escuchó suspirar y se giró para observarlo, el chico tenía los dedos en el puente de su nariz y negó en respuesta.

—Tiene el celular apagado, pensaba ir en la tarde a verla a su hotel, no es una persona mañanera —explicó antes de verla.

La chica llevaba una falda un tanto larga color rojo y una blusa de manga larga negra, estaba peinada con dos coletas y se le hizo curiosa la imagen que desprendía al estar a un lado de la canasta. No pudo evitar sonreír.

—Pareces caperucita roja —comentó al acercarse para tomar una coleta entre sus dedos.

La chica hizo girar los ojos.

—Me di cuenta cuando me vi reflejada en los espejos del elevador —dijo encogiéndose de hombros, luego le dio una sonrisa llena de picardía—. Me falta un lobo feroz y tenemos el cuento.

Thiago sonrió de lado antes de acercarse para tomarla por la cintura. La diferencia de estatura no era considerable, más ella gustaba de levantar la cabeza como si lo fuera. Se besaron con lentitud y delicadeza hasta que ella puso las manos en su abdomen haciéndolo estremecer. La chica sonrío en el beso.

—Sabes bien lo que provocas —musitó el inglés sobre sus labios.

Macy le dio una mirada de aparente inocencia e hizo un puchero.

—Señor Bond, me tiene en muy mal concepto —ironizó metiendo las manos dentro de su playera provocando que el inglés se tensase.

—Seguramente —susurró llevando sus labios hasta su oreja para morder el lóbulo, Macy hizo la cabeza hacia atrás y él percibió como su respiración se vio alterada—. Es probable que esté exagerando.

Miles de temblores recorrieron el cuerpo de la pelinegra al sentir la cálida respiración del hombre sobre su piel. Pero cuando de plano no pudo evitar soltar un gemido, fue cuando puso las manos en su cintura y besó su cuello con parsimonia.

Al fondo de su mente había una voz que le decía que había ido a otra cosa, para tratar de encontrar una solución a la situación de sus amigos. Pero la silenció cuando él metió la mano debajo de su ropa para acariciar su espalda de manera muy lenta.

—Thiago —gimió cuando todo su cuerpo se sensibilizó en extremo ante las caricias del aludido.

El inglés la fue empujando de a poco hasta llevarla al muro donde iniciaba el pasillo a su recámara. Paseó sus labios por la piel expuesta de la chica en sus brazos y no se contuvo cuando unas inmensas ganas de cargarla lo invadieron.

Macy enredó las piernas en su cintura y buscó sus labios con desesperación para saciar la sed de besarlo de manera demandante. Recibió la misma intensidad de regreso y se perdió en la nube de pasión que los envolvió. Se separaron en medio de jadeos más mantuvieron la posición sobre la pared. Thiago le dio un corto beso y suspiró.

—Eres una diosa —susurró sobre sus labios.

El corazón de Macy latía desbocado, pero al escuchar esas palabras, pareció dar mil volteretas. Llevó las manos hasta el cabello de él y besó su mejilla con ternura.

—Mientras solo sea tuya —masculló en su oído provocando que el empresario volteara y la viera con intensidad.

Se miraron a los ojos en silencio hasta que él volvió a capturar sus labios en un beso demandante que los arrancó de la realidad y los llevó a empujar su relación a un nivel más, donde se entregaron en cuerpo y alma sabiendo que lo que habían construido era eterno.

Pasaron el día muy diferente a como lo planeó. Primero se acostaron con Sayuri en medio de ellos en el sofá y se miraron con cierta tristeza mientras la bebé permanecía dormida. Como a medio día, la castaña hizo panqueques y permitieron que la pequeña hiciera desastre en la mesa con su manzana y cereal.

Después Izan sacó la carreola que llevaba semanas guardada y caminaron sin rumbo llegando, sin realmente planearlo, al café donde se conocieron. En medio de sonrisas llenas de melancolía, entraron y pidieron hamburguesas junto a malteadas de chocolate. Lo que Sorine comió ese primer día.

Sayuri, por su parte, se emocionó con la sopa de letras y comió con alegría puré de papa junto a una pieza de pollo.

No hablaron mucho, solo compartieron sonrisas y momentos con la niña que los unió en más de un sentido. En ciertos instantes, se recordaron ese primer día e Izan le confesó que fue a comer al lugar porque había estado evitando ir al súper donde las niñas lo perseguían. Lo que los llevó a recordar lo que hizo ella para alejarlas y como esa pretensión, se fue haciendo realidad sin que se dieran cuenta.

Tras pedir helado y compartirlo, se encaminaron al Bypark donde se sentaron y dejaron que Sayuri persiguiera aves y patos.

Fue un día lleno de fotografías y sonrisas que estaban cargadas de tristeza. En varios momentos Sorine logró ver lo cristalino en los ojos de su novio, pero lo tomaba de la mano, le daba un apretón lleno de amor y el chico salía de su ensoñación. Pasearon sintiéndose una verdadera familia y Sayuri se emocionó varias veces al ser retratada en medio de ellos dos.

Para cuándo la noche cayó, regresaron al departamento y se volvieron a acostar en el sofá con la bebé en medio de ellos. Izan entrelazó sus manos por encima de la cabeza de su hija y se mantuvo observando a su novia en silencio.

—¿Crees en el destino? —preguntó de pronto Sorine.

Él parpadeó varias veces analizando su respuesta más no dijo nada. Tenía sentimientos encontrados ante la palabra.

Ella, notando su guerra interna, le dio una sonrisa de comprensión.

—Siempre tuve la certeza de que había algo allá afuera esperando por mí, que alguien, a quien aún no conocía, me buscaba como yo. —Izan ladeó la cabeza en clara confusión—. La vida es un enorme rompecabezas y el destino va juntando las piezas hasta lograr lo que está escrito en las estrellas —explicó con seguridad.

—Estábamos destinados a encontrarnos —concluyó el castaño en voz casi inaudible.

La chica sonrío obligándose a ocultar la presión en el pecho.

—Aún si no hubiera llegado a ese café, probablemente te habría conocido de otra manera... No es casualidad que llegaras a Esbjerg y la hicieras tu hogar —susurró sintiendo un nudo en la garganta—. Y sé que pase lo que pase, nuestros caminos... Los de los tres... Siempre se volverán a encontrar.

Izan suspiró mirando de nuevo a su hija y asintió una sola vez antes de cerrar los ojos. Se incorporó e invitó a Sorine a hacer lo mismo. Ella lo vio un poco contrariada pero al final ambos se levantaron a un lado del sofá.

El chico llevó una de sus manos hasta la cintura de ella y con la otra, guío a Sorine para tomar su hombro en una posición de baile. Comenzó a balancearse ligeramente con ella en sus brazos y la chica puso su cabeza de lado para perderse en el sonido del latido de su corazón. Se mantuvieron en ese vaivén por algún tiempo hasta que finalmente se besaron sintiendo que el tiempo apremiaba.

—Te amo, nunca lo dudes —dijo ella poniendo una mano en su mejilla.

Izan besó su palma y juntó sus frentes percibiendo el momento como un tipo de despedida.

—También te amo, Sorine.

Odiaba los trajes, le recordaban a fiestas de sociedad y gente que lo alagaba para conseguir algo. Su novia acomodó el moño de su corbata y le dio una sonrisa con la que quiso transmitirle seguridad.

Estaban afuera del juzgado de lo familiar. Sayuri se había quedado en una sala con la trabajadora social y ellos —Macy, Thiago, Sorine e Izan—, estaban esperando a Joen y Naím para poder entrar.

Cuando llegaron los abogados, intercambiaron saludos y palabras.

—Si le hubiera puesto hombreras, no tendrías cuello —rió Macy quitando una pelusa del saco azul de Naím.

—Muy graciosa —dijo el chico con sarcasmo antes de suspirar. Joen se había alejado para hablar con Trevor, quién acababa de llegar, levantó la mirada y al notar quienes iban entrando, dio un ligero asentimiento en la dirección para que la pelinegra y el inglés voltearan.

Era Lara con una traje sastre blanco junto a Knaggs, quién vestía un elegante smoking negro. El equipo de Tetsu los acompañaba.

Sorine e Izan notaron la distracción y también voltearon, la castaña inmediatamente sintió como los músculos de su novio se tensaron y puso las manos en sus mejillas para llamar su atención.

—Hey, estará bien, ¿recuerdas lo que hablamos? —le dijo en un susurro.

El chico suspiró y tras cerrar los ojos asintió una vez.

—Pase lo que pase, no dejar de luchar —masculló.

La castaña asintió y se levantó de puntas para besar su frente y luego sus labios.

—Vamos, ya va a comenzar —les informó Joen acercándose.

Intercambiaron otra mirada e Izan se inclinó para darle un beso corto antes de seguir a sus abogados. Sorine le dio una sonrisa cargada de ánimo y cuando las puertas detrás de él se cerraron, volteó a donde aún seguía Lara.

La chica la estaba viendo con cara de pocos amigos y la castaña levantó un poco el rostro en ademán de desafío. Sin embargo, la ex de su novio le dio una sonrisa llena de malicia antes de dedicarle un guiño y entrar al juzgado.

—Es una perra —espetó Macy parándose a un lado de su mejor amiga.

Sorine asintió llevando la mirada a dónde su novio había entrado para enfrentarse a su pasado.

—Caso tres mil ochenta y cinco, custodia exclusiva de la menor Sayuri Moore —exclamó el oficial entregando un archivo al juez de lo familiar.

Izan tenía las manos entrelazadas sobre el escritorio. Naím estaba a su lado y Joen al final de la mesa. Se abstuvo de voltear a ver a su ex y se concentró en el juez que leía las hojas entregadas.

—¿La parte demandante se niega a la custodia conjunta? —preguntó viendo a Lara y su pareja.

Tetsu se levantó.

—Así es, su señoría, mis clientes no son locales y ven innecesario, además de agotador, estar viajando cada tanto a ver a la menor —exclamó señalando a los mencionados—. Eso sin mencionar que tendrían que correr con los gastos de transportación, pues es obvio que el padre no puede con ellos —añadió de manera cruel.

El castaño empuñó las manos y sintió un golpe en la rodilla, vio de soslayo a Naím quien pretendía leer las hojas ante él.

—¿La parte demandada tiene algo que aportar? —cuestionó el juez.

Joen se levantó.

—Mi cliente accedió a la custodia conjunta.

—¿A pesar del daño psicológico que el cambio de un país a otro pueda conllevar? —cuestionó Tetsu.

—Si hablamos de daños, el alejarla de lo que conoce, de lo que la ha rodeado durante toda su vida, puede provocar algo peor.

—Más grave que una computadora en la cabeza —ironizó.

Orbes grises lo vieron enfurecidos.

—Accidente, le pudo pasar hasta al más adinerado...

—¡Órden! —exclamó el juez golpeando varias veces el estrado.

Ambos abogados se miraron de manera desafiante mientras el juez suspiraba leyendo el historial.

—Señor Moore, ¿es consciente de que lo más importante es el bienestar de Sayuri?

Izan levantó la mirada por primera vez desde que se sentó en ese horrible lugar.

—Lo soy, su señoría.

—¿Señora Taylor?

Lara se enderezó.

—Sí, su señoría —exclamó.

—Bien —dijo el juez entrelazando los dedos sobre los papeles—. Estos casos son difíciles por dos factores: uno de los padres siempre querrá más y el menor sufre las consecuencias de los errores.

El hombre miró a ambas partes con seriedad.

—Si bien el dinero no es un factor determinante para dar la custodia —expresó viendo fijamente a Saúl y Lara—. Es importante tener en cuenta el futuro del menor, y en el informe que me dieron. —Levantó una de las hojas—. Se está haciendo de mi conocimiento que Sayuri tiene una recámara en conjunto con su padre y que ante la enfermedad, una asociación tomó el caso...

—Su señoría, mi cliente jamás metió la petición, fue algo que el hospital... —intervino Joen.

Sin embargo, el juez levantó una mano para detenerlo.

—Moore Izan —lo llamó y el chico lo miró nervioso—. De no haber recibido el apoyo de la asociación, ¿hubieras podido costear los gastos?

El silencio que se posó sobre el juzgado fue como una presión que el castaño sintió sobre su cuerpo. Tenía ganas de hacerse chiquito sobre la silla porque sabía que la verdad iba a poner el último clavo en su ataúd.

Los ojos del juez lo observaban de manera fija y él suspiró antes de negar.

—No, su señoría, no habría podido —admitió sintiendo el alma caer a sus pies.

El hombre asintió mientras Joen y Tetsu tomaban asiento.

—Tengo entendido que hay una propuesta de trabajo de por medio —continuó leyendo.

—Así es, su señoría —exclamó Joen.

—Sin embargo, la señorita Taylor no tiene necesidad de dejar a la menor en una guardería, ¿cierto?

—No, su señoría; ella se haría cargo de su hija —alegó Tetsu.

Izan frunció el ceño y negó casi de manera imperceptible. Eso era una vil mentira, estaba más que seguro que apenas tuvieran a su hija, Lara la aventaría con alguna nana.

La sesión transcurrió entre preguntas y respuestas a ambas partes. Pero con cada cuestionamiento, el chico caía en cuenta en lo limitado que estaba a un lado de su ex. Se habló de todo, incluso de sus hogares y los planes que tenía él para vivir en otro lado. El cual, sinceramente, era ninguno.

Para cuando la sesión terminó, se sintió peor de cómo lo había hecho antes. Al salir el juez, Izan apoyó los codos sobre el escritorio y escondió su rostro en ellos. La realidad de su situación le estaba cayendo como un balde de agua fría.

—Económicamente no estamos bien parados, pero te has entregado en cuerpo y alma a la crianza de tu hija, esperemos que el juez vea eso —masculló Joen recogiendo sus papeles.

El chico suspiró y negó, a lo lejos escuchaba hablar a Lara y Saúl con sus abogados y llegó a captar los comentarios de que prácticamente habían ganado.

Se levantó y salió del lugar sintiendo el alma pesada. Afuera encontró a sus amigos y novia sentados en una banca y al cruzar la mirada con la chica de ojos verdes, la bajó y negó una vez antes de encaminarse con Naím para recoger a Sayuri.

Los orbes de Sorine se llenaron de lágrimas y jadeó antes de sentir el fuerte abrazo de Macy.

Maldito el día en el que Lara entró a sus vidas.

—Veinticuatro horas para decidir todo el futuro de una niña, ¿se te hace lógico? —gruñó Macy mientras Thiago la ayudaba a preparar ensalada.

Estaban en casa del inglés, Sayuri se encontraba en su vieja recámara jugando con lo que había ahí mientras Sorine e Izan le hacían compañía.

—Es por la petición de emergencia —le recordó el empresario—. Lara casi se mostró desesperada por perder a su hija.

—Hipócrita —escupió la pelinegra desbaratando la lechuga.

Thiago la detuvo y tras retirarle al asesinado vegetal, besó sus manos.

—De nada sirve dedicarle más sentimientos, mejor debemos concentrarnos en la posible contra demanda, Naím dijo que era la mejor oportunidad para que incluso él tenga un trabajo estable —murmuró.

Macy suspiró e hizo la cabeza de un lado a otro en ademán de desesperación.

—Todo esto es tan desgastante —musitó—. Verlos me destroza el corazón.

El inglés la abrazó y besó su frente entendiendo a la perfección. Jamás había visto a su mejor amigo tan derrotado, y lo peor era que no lograba localizar a Paige. Ni siquiera en el hotel la pudo encontrar.

Sorine se echó agua en el rostro y exhaló aire de manera audible. Por más que trataba de mantenerse fuerte para ser el pilar de Izan, la situación la estaba hundiendo.

Sintió su celular vibrar y tras secarse y sacar el aparato, ladeó la cabeza extrañada al leer quien llamaba.

—¿Paige? ¿Dónde has estado?

La escuchó suspirar casi con alivio.

—Dios, no te dijo —murmuró al otro lado de la línea.

La castaña frunció el ceño.

—¿Quién? ¿De qué hablas? —indagó secándose

—No importa, necesito verte... Es algo urgente...

La chica había puesto la mano en la manija pero no abrió la puerta.

—¿No puedes venir? Estamos con Thiago... Izan... Él no está muy bien...

La escuchó suspirar con fuerza.

—No... Es complicado... Sólo... ¿podemos vernos sin que él sepa? Debo decirte algo importante —susurró.

Sorine miró extrañada la puerta no entendiendo tanto secretismo. Mordió su labio inferior.

—Bien, mañana no creo que sea buen día... Deciden si Sayuri... —dijo haciendo planes en su cabeza.

La pelinegra maldijo en su lengua natal.

—Lo sé, de todos modos no puedo mañana, debo ir a recoger algo... ¿El sábado en la mañana?

La chica sopesó sus opciones. No sabía qué pasaría después de la decisión del juez, pero presentía que lo de Paige era de suma importancia.

—Bien, puedo verte cerca de la escuela... Creo que es de los lugares que mejor ubicas —comentó pensativa.

—Perfecto, te veo cerca de ahí, solo dime en dónde.

La castaña le indicó la dirección de un café cercano y tras colgar y salir del baño. Se quedó en la puerta de la recámara observando a Izan armar bloques con su hija. Su novio le sonreía a la menor a pesar de que sus ojos estaban cargados de dolor.

Ambos sabían lo que estaba por pasar, y lo peor era que Sorine ni siquiera podría estar a su lado. A pesar de haber tratado de cambiar su cita con el decano, le fue imposible hacerlo. Así que no podría estar acompañando a Izan en el momento que más la necesitaba.

Suspiró de manera imperceptible antes de entrar y sentarse a su lado. El chico le dio una diminuta sonrisa antes de seguir armando torres con su hija.

Esperaba que Paige tuviera algo bueno que decirle, ya no soportaría más malas noticias.

Bostezó sintiéndose cansada, llevaba minutos esperando al decano y director de su carrera y cada cierto tiempo veía su celular. Izan estaba por entrar al juzgado. La puerta detrás de ella se abrió y entraron los hombres junto a alguien que la hizo abrir los ojos con sorpresa.

—¿Kenji? —exclamó.

El chico se quedó apoyando en el muro de la oficina mientras que los hombres tomaban asiento frente a ella.

—Kaspersen, buenos días —dijo su director poniendo un iPad sobre el escritorio.

—Buenos días, profesores —contestó sintiéndose contrariada.

—Revisamos los vídeos del pasillo y tras verificar varias veces, dimos con la culpable —le informó el decano yendo al grano y empujando el aparato en su dirección.

Sorine los vio contrariada antes de encender el iPad, había un vídeo pausado. Sintiendo ansiedad, presionó play y observó a ciertos compañeros aparecer.

Eran Kenji y Midori, parecían estar alegando en el pasillo. Ella jalaba la mano del chico como en un ruego mientras que él trataba de liberarse. No se escuchaba nada, pero podía ver que era una discusión bastante acalorada. Finalmente Kenji se liberó de manera un tanto brusca, a tal grado que provocó que la otra chica cayera de rodillas.

Miró de soslayo a su compañero quién se mantuvo impasible mientras veía al techo, regresó la atención al vídeo y descubrió que Midori se quedó sola. Parecía estar gritando y tras unos segundos, se levantó, sacudió su ropa y miró el salón a su lado: Era en el que guardaron las maquetas.

La vio entrar y empuñó con fuerza el iPad sabiendo perfectamente bien lo que estaba haciendo la chica al interior. Pausó el vídeo y regresó el aparato.

—¿Qué pasará con ella? —cuestionó en voz baja.

—Se le expulsará, no tiene cavidad en los valores que representamos como escuela... Ya se le citó con sus tutores.

La castaña sintió algo de lástima por la chica, pues sabía que su odio estaba mal infundado y en cierto sentido, ella la empujó a creer lo que no era al actuar como lo hizo aquél día que bailaron.

—Supimos que recibiste una buena propuesta y que tienes la pasantía en puerta —dijo su director con un deje de emoción—. Tus profesores mandaron las mejores recomendaciones, al final lograste llevar a cabo el proyecto.

Sorine clavó la mirada en sus manos.

—En realidad estoy en proceso de ceder los derechos —masculló.

Sintió a los tres hombres verla con sorpresa y desconcierto, ella suspiró.

—La persona con la que presenté el proyecto, él... Bueno, en realidad desarrolló toda mi idea... Lo justo es darle el crédito.

El decano la vio con interés.

—¿M.E.?

La chica asintió enérgica.

—Es muy talentoso.

—Sí, lo es —apoyó el hombre—. Tal vez quiera venir para hablar sobre una beca; si no es estudiante de aquí, se podría arreglar algo, necesitamos ese tipo de personas representando a la escuela.

Sorine les dio una sonrisa pequeña sintiendo orgullo llenarla. Tal vez una puerta se cerraba de manera momentánea en la vida de su novio... Pero muchas ventanas se estaban abriendo para que en el futuro, pudiera pelear con todo por recuperar a Sayuri.

****

Izan movía la pierna en ademán de desesperación. El juez llevaba unos minutos de retraso y su estómago parecía estar de fiesta. Se sentía como si acabara de bajar de la montaña rusa. Los nervios lo estaban carcomiendo y escuchar la risa de su ex lo estaba alterando.

—De pie. —Finalmente dijo el oficial.

Se levantó junto a sus abogados y observó al hombre que tenía el destino de su hija en las manos. El juez era un hombre de avanzada edad que usaba lentes y que por momentos le recordaba a Noam.

Se sentó en el estrado y todos los demás lo imitaron. Se aclaró la garganta antes de abrir el folder que llevaba y ver a ambas partes.

—Estamos frente a la petición de custodia de emergencia, un proceso que se da únicamente ante situaciones extraordinarias —expresó de manera seria—. Si bien el accidente no es un factor, lo que sí lo es, es la incapacidad del padre para ver por su hija de manera permanente.

Izan bajó la mirada sintiendo aquello como un golpe al estómago.

—Moore Izan —lo llamó el juez y llevó su atención a él—. Cómo bien confesaste, en estos momentos no cuentas con las armas necesarias para hacerte cargo de Sayuri. Su madre podrá hacerlo.

El castaño abrió la boca para debatir pero al final la cerró de golpe y asintió.

—Entiendo, su señoría —admitió derrotado.

El juez llevó la mirada a Lara.

—Que quede clara una cosa, tendrán la custodia durante el proceso de juicio. Ambas partes están obligadas a permanecer en el país y no pueden negar las visitas —dijo tajante, la parte demandante asintió—. Deben cuadrar con la trabajadora social estos encuentros.

Izan exhaló con lentitud y cerró los ojos. Sentía el latido de su corazón en la cabeza.

El juez dio más dictámenes como la fecha inicial del juicio y le dejó claras instrucciones a Joen. Izan no podía trabajar con familiares o amigos cercanos. Tenía que conseguir algo fijo y un seguro médico de cobertura amplia.

Todo, tan solo para poder presentarse al juicio de custodia.

No solo perdería a su hija una vez, podría perderla dos veces y de una manera más definitiva. Estaba cansado, agobiado y sumamente desilusionado.

****

Cuando Sorine salió de la oficina, sacó su celular para tratar de llamar a Macy y ver cómo iban.

—Eh, Kaspersen —exclamó Kenji a su espalda.

La chica de detuvo y bufó ligeramente antes de voltear para ver a su compañero. El chico se acercó y pasó una mano por su oscuro cabello, parecía nervioso.

—Lamento lo que hizo Midori, sus celos y... Bueno, su dependencia hicieron que terminara nuestra relación... Nunca pensé que la agarraría en tu contra.

La castaña asintió haciendo un gesto de fastidio.

—Eso se lo deberías aclarar, tal vez nos habríamos ahorrado todo esto.

Su compañero metió las manos en sus bolsas y se encogió de hombros.

—Lo hice, pero estaba aferrada a que la dejé por... Bueno, por ti.

Sorine se carcajeó con ironía antes de mirar hacia arriba y negar.

—Pudiste contarle sobre todas las veces que me humillaste, le habría quedado bastante cla... —Casi saltó y dio un paso hacia atrás al notar que el chico se había acercado en demasía—. ¿Qué haces?

Kenji ladeó la cabeza.

—No estaba equivocada... Y sé que tienes una relación con ese chico, solo quería decirte la verdad —masculló echando hacia atrás un mechón de cabello claro mientras ella lo veía casi con miedo—. Eres increíble, Kaspersen; una chica sumamente talentosa que merece tener el mundo a los pies —susurró.

Sorine abrió y cerró la boca como pez.

—Lamento todo lo que te dije, pero es muy duro para un hombre aceptar que una chica tiene todo para triunfar por sí misma sin necesidad de un apellido que la respalde —confesó cansado—. Tú y tu chico llegarán lejos, marca mis palabras.

La castaña lo vio escéptica y él se limitó a apretar su hombro antes de caminar por el pasillo y salir de la facultad de arquitectura.

Sorine se estremeció, pero no de manera positiva, fue un escalofrío de esos que dan cuando vives algo realmente aterrador. Sintió su celular vibrar y al sacarlo y leer el mensaje de su mejor amiga, sintió un vacío abrirse bajo sus pies.

"Perdió, debe entregar a Sayuri en veinticuatro horas"

****

Decidieron esperar por Sorine en casa de Macy. El lugar era tan amplio que Izan decidió pasear a su hija a lo largo de la mansión en la carreola. Probablemente la cansaría y se dormiría.

Cada paso lo sentía pesado, le costaba sonreír mientras su hija gritaba emocionada al vislumbrar algo que llamaba su atención.

Llegaron hasta una enorme sala con grandes ventanales donde encontraron al medio un enorme piano de cola blanco. Su hija se hizo arriba y abajo sosteniendo la pelota que su padrino le regaló y decidió llevarla hasta el hermoso instrumento.

Una vez frente a este, la acomodó a un lado antes de sentarse en el banco y levantar la tapa.

Hacía años que no tocaba, aprendió junto a Thiago pero dejó de practicar cuando Lara entró a su vida.

Con cuidado comenzó a presionar las teclas y se alegró de recordar notas; sobretodo cuando Sayuri gritó emocionada mientras aplaudía. Suspiró cerrando los ojos y trató de mantenerse tan impasible como lo había estado haciendo. Al levantar los párpados, se encontró con los ojos de su hija. Se miraron en silencio unos segundos hasta que ella sonrió y él llevó ambas manos al piano antes de empezar a tocar una melodía...

****

Cuando Sorine llegó a la mansión, encontró a Naím sentado en las escaleras de entrada viendo a la nada con las manos entrelazadas. Una vez que estuvo cerca, su amigo se negó a mirarla.

—Soy un fraude como abogado —musitó cansado.

—Era un caso difícil —justificó ella sin pizca de ironía o enojo.

Naím apretó el agarre en sus manos. Tenía un gesto de culpabilidad y ella se convenció que era por haber perdido.

—Está dentro, Macy y Thiago fueron por comida.

La castaña se inclinó y lo abrazó con fuerza sintiendo al chico regresarle el gesto con la misma intensidad. Tras intercambiar sonrisas tristes, se adentró a la mansión y buscó a su novio.

A lo lejos percibió un sonido agudo y agradable, caminó por el lugar sintiéndose contrariada y se sorprendió bastante al reconocer el instrumento que sonaba.

El sonido del piano se percibía a lo largo del vacío pasillo y ella no pudo evitar dejarse guiar por la hermosa melodía.

Llegando al salón, se sorprendió al encontrar a Izan sentado frente al enorme piano de cola con Sayuri a su lado en la carreola, observando con interés al hombre de su vida.

Entonces él empezó a cantar en voz baja a la par que seguía tocando y ella sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Interpretaba con un amor y entrega que conmovería al más insensible de los hombres.

No desviaba la mirada de las teclas, ni siquiera cuando Sayuri tiró su pelota para aplaudir emocionada. Pero sí sonrió ligeramente aunque en sus facciones se notaba la tristeza que cargaba por dentro.

Con suma pesadez y extremo dolor se dio cuenta que se estaba despidiendo de su pequeña.

Se llevó una mano a la boca para tratar de esconder el sollozo que amenazó con salir al poner más atención a la letra, era una canción hecha especialmente para la bebé.

Nunca se imaginó que Izan supiera cantar o tocar, pero ahora estaba haciéndolo para deleite de su hija.

Y cuando comenzó a cantar el coro, las lágrimas brotaron de sus ojos.

No era justo, Izan adoraba a la niña. ¿Cómo se la podían quitar por no ser adinerado?

El chico levantó un poco la mirada y vio a Sayuri tratando de sonreír, pero Sorine pudo ver esas lágrimas que intentaba contener; su voz se quebraba por momentos y él se esforzaba por mantenerse fuerte ante la única mujer que verdaderamente tenía su corazón.

Sintió un dolor punzante en el pecho cuando la bebé le extendió los brazos para que él la sostuviera. Sin embargo, su novio respondió con un guiño y siguió tocando mientras cantaba inyectando toda su alma en esas letras.

El ambiente que se posó sobre la sala de Macy era tan puro e inocente que se sintió una extraña, una presencia sucia que no debía estar presenciando algo tan íntimo y especial entre las dos personas que robaron su corazón.

O ella se los entregó, aún no sabía.

Izan bajó de nuevo la mirada y Sorine notó una lágrima recorrer la mejilla del chico de ojos ambarinos, antes de experimentar un fuerte tirón en el estómago.

¿Por qué la ley no media el amor? ¿La entrega?

Recargó la cabeza en el marco de la estancia y empuñó una mano con fuerza cuando el chico cerró los ojos y siguió cantando como si tuviera un público sumamente exigente ante él.

Tal vez lo tenía.

La letra del coro era hermosa y a la vez la llenaba de temblores porque era una declaratoria muy profunda de amor entre padre e hija.

Perder a Sayuri lo iba a destruir y no habría manera de sacarlo de ese dolor.

Los meses de aprendizaje, las noches de desvelos, las lágrimas, las risas, las preocupaciones, los esfuerzos; nada de eso los podía medir el dinero.

El amor verdadero no se adquiría, e Izan amaba con toda el alma a su hija.

Cada frase estaba inyectada de amor y dolor, era una sensación ambivalente que le cerró la garganta y la puso a temblar a causa de las emociones que emanaba.

Anhelaba poder grabar el momento para mandárselo al juez, para demostrarle que nadie iba a amar a esa niña más que él. Trató de limpiar las lágrimas que empaparon sus mejillas sin éxito; la escena a unos pasos de ella era demasiado hermosa pero desgarradora.

Izan aumentó el volumen al repetir el coro y dejó de tocar para tomar las pequeñas manos de su hija en las suyas, su voz para aquel momento ya estaba quebrada completamente y le cantó directamente al rostro.

La letra llevaba consigo un poco del alma del chico y él besaba las manos de su niña entre estrofas.

Sayuri veía con adoración a su padre, no había ninguna duda de que lo amaba más que a nadie en el mundo y que también la pequeña sufriría la ausencia de aquel que renunció a todo por ella.

Izan pasó una mano por el rostro de su hija y se acercó hasta juntar sus frentes. Desde la distancia lo podía ver temblar ante la dolorosa despedida y cada que exclamaba que la amaba, la voz se le quebraba un poco más.

Sorine resbaló al suelo cuando él se hincó frente a su bebé mientras le cantaba las últimas estrofas con una voz cargada de un amor indescriptible que solo se podía dar entre padre e hija. Ya no se mostraba fuerte, estaba quebrado frente a la niña que le iban a arrebatar en menos de veinticuatro horas.

Y ella no pudo evitar llorar mientras la pequeña hacía trompetillas ajena a todo lo que se venía.

No era justo, nada lo era.

A/N: Si lloraste deja aquí un corazón. 😚

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