Capítulo 28

Sorine pasó temprano a casa de Macy para poder recoger su maqueta y llevarla a la escuela. Se le hizo raro no encontrar el auto de su amiga, pero se limitó a morder su labio con nervios mientras caminaba hasta el estudio.

La mamá de su mejor amiga estaría fuera hasta el fin de semana, así que seguramente no se enteraría que la pelinegra no llegó a casa a dormir. Porque estaba segura que la chica no lo hizo.

Se preguntaba si había pasado la noche con Thiago, si acaso había algo ahí en lo que no detalló. La llenaba de incertidumbre que así fuera, pues Macy y el inglés eran como agua y aceite, totalmente contrarios.

Llegó al estudio y revisó que no faltara nada, estaba en eso cuando escuchó un profundo suspiro proveniente de la puerta.

—¿Pasaste la noche con él? —preguntó sin voltear poniéndose en cuclillas para ver mejor la maqueta.

—No como te imaginas, aunque sí dormimos en la misma cama —contestó Macy con una sonrisa.

La castaña la vio de soslayo antes de levantarse.

—Fue un día difícil —suspiró negando.

Orbes aceitunados la vieron con preocupación.

—Me dijo Naím, ¿por qué no llamaste?

La chica se encogió de hombros.

—Puedo con mis propias batallas, ¿pudiste con la de él?

Su mejor amiga se adentró al estudio para caminar hasta un banco alto donde tomó asiento.

—Me dejó ver un lado de él que tenía enterrado... —contó en un hilo de voz—. No sé cómo sentirme al respecto.

Sorine ladeó la cabeza, hasta ese momento entendió porqué su amiga se perdía en sus pensamientos y no pudo evitar sentirse preocupada.

—¿Te enamoraste? —cuestionó en un susurro.

Macy la vio inexpresiva antes de soltarse el cabello que aún mantenía en una trenza.

—No sé, esto es diferente a lo que sentí por Trevor... Quiero verlo bien así no sea conmigo. —Apoyó los codos en la mesa donde estaba la maqueta—. ¿Recuerdas que eso decías de Joen?

La castaña asintió mientras veía la maqueta. Por su mente pasó el rostro de Izan.

—El verdadero amor no se trata de posesión, puedes amar a alguien y aún así dejarlo ir —masculló frunciendo el ceño.

Macy puso su mano sobre la de su mejor amiga y apretó un poco.

—Izan te ama —aseguró.

La de ojos verdes le dio una diminuta sonrisa.

—Y yo a él, pero soy consciente de que Sayuri es primero... Y creo que eso lo asusta.

Su amiga hizo la cabeza de lado.

—¿Que pongas primero a su hija que su relación?

Sorine tragó pesado y regresó la mirada a la maqueta.

—Que ame a Sayuri tanto como a él —respondió en voz baja.

Izan pasó una mano por su cabello a la par que bostezaba mientras se preparaba una taza de café. Sayuri seguía dormida, pero él tenía que enviar un archivo para aprobación. Había hecho los últimos cambios al logo y esperaba que ahora sí el cliente estuviera satisfecho.

Su celular vibró y él lo tomó de la barra mientras llevaba la taza con café a sus labios. Encontró un mensaje de Sorine, más bien, era una foto de la maqueta en su auto con un emoji de dedos cruzados.

Bajó la taza y se concentró en responder. Le deseó suerte y recibió una carita con corazones de regreso. Sonrío antes de bloquear la pantalla y dejar el celular a un lado para, acto seguido, apoyar los codos en la barra y frotar su rostro varias veces para tratar de despabilarse. Suspiró de manera audible y se rascó la cabeza.

—Estoy seguro de que lo vas a lograr —le dijo a la nada.

Tomó de nuevo su taza de café y tras agarrar su celular, se dirigió a la computadora que prendió entre bostezos perezosos. Puso el codo sobre el escritorio y con la mano frotó su frente antes de pasarse a su cabello. No había dormido bien, los sueños de la cuna vacía habían regresado con fuerza y a cada rato se despertaba sobresaltado y jadeando. Con el temor cerrándole la garganta y el corazón resonando tan fuerte que no lo dejaba pensar con claridad.

Pero veía a Sayuri dormida a su lado en completa paz y se obligaba a retomar la compostura.

Lara no sabía del accidente, no tenía razones de peso para quitarle a la niña. Es más, no sabía nada de ellos, así que esperaba que aquello fuera un gran impedimento para que metiera una demanda de custodia por venganza. Aunque, incluso si lo hacía, él ya estaba listo para tomar a su hija y huir como alguna vez lo hizo.

Su celular vibró y esperando un mensaje de su novia, lo desbloqueó sin titubear; sin embargo, al ver de quién era y lo que contenía, frunció el ceño y endureció la mandíbula.

Noam jamás lo contactaba, siempre era él el de la iniciativa.

Pero aquello no era lo que alteró su estado de ánimo, fue el aviso el que lo descolocó.

"Joven Izan, estamos en Esbjerg"

¿Estamos? ¿Qué demonios hacía su madre en un pueblo tan lejano? Escribió rápidamente una respuesta:

"¿Me busca?"

Su ex mayordomo se mantuvo en línea, así que el aviso de leído llegó luego, luego, y a los pocos segundos leyó una respuesta:

"No, viene en representación de la empresa a un asunto"

Respiró con alivio, agradeció el aviso y bloqueó su celular.

Yelena no lo había desheredado directamente, pero permitió que el consejo de ancianos buscara una familia para Sayuri y no se opuso a su partida. De hecho, le exigió que dejara tarjetas de crédito, débito y chequera en la pequeña mesa a la entrada de la mansión. Esa fue su única exigencia antes de partir.

Así que para él, Yelena no era madre ni pariente, solo una decepción más en su lista de gente.

Tres pares de manos fueron necesarias para subir, bajar y llevar la maqueta hasta el salón de exposiciones. Afortunadamente nada se movió de lugar, todo permaneció tal y como debía de estar.

Sin embargo, al ver los otros proyectos, Sorine se sintió pequeña; experimentó la misma sensación de fuera de lugar que la invadió en su primer día de clases. Había desde casas hasta estadios representados en maquetas, pasando por el museo de Kenji y el hotel de lujo de un chico de último semestre.

Fue con estos dos con quienes estaban reunidos la mayoría de sus compañeros de carrera. Incluso los maestros observaban y comentaban con admiración.

—¿Son paneles solares? —Escuchó a su espalda y volteó sobresaltada. Era una chica de último año que se había inclinado para observar mejor su maqueta.

—Sí, levantan el setenta por ciento de energía de la plaza.

Su compañera de ojos café observó desde todos los ángulos su proyecto, se notaba en sus facciones que estaba bastante sorprendida.

—Escuché sobre tu diseño, vaya que te luciste —masculló con cierto aire de orgullo.

Sorine se preguntó si acaso se había enterado de lo que ya sabía, que su plaza era muy ambiciosa y un riesgo de inversión por los paneles.

—ME, ¿no eras Sorine Kaspersen? —cuestionó otro compañero que se acercó a ver la maqueta.

—Es mi socio, lo estoy presentando en conjunto —explicó la castaña sintiéndose extraña cuando más personas se empezaron a acercar a admirar lo que habían hecho.

Murmullos de sorpresa, señalamientos y preguntas se acumularon tras unos minutos. Incluso profesores empezaron a hablar con el que era su maestro sobre la plaza autosustentable que aparentemente sí era posible costear.

Ella contestó las dudas con una enorme sonrisa sintiendo el orgullo expandirse en su pecho, ansiaba con toda el alma que Izan hubiera estado a su lado para escuchar los elogios. Pero al ver la puerta, intercambió sonrisas con sus amigos; Naím levantó ambos pulgares y Macy sonrió gozosa. Sin embargo, esta última notó el estado enajenado de Kenji y como endureció un poco la mandíbula mientras observaba el revuelo que estaba causando su mejor amiga.

Le dio un codazo a Naím, quien la miró molesto hasta que ella hizo un movimiento de cabeza en dirección al chico. Su amigo carraspeó y negó.

—La envidia corroe —espetó.

Pero la pelinegra ladeó la cabeza al darse cuenta que no era envidia lo que el chico parecía sentir, más bien eran celos y anhelo, como si hubiera querido ser quien presentara el proyecto con la chica.

Al parecer, Midori no estaba equivocada al decir que la dejó por la despistada castaña.

Cuando Izan abrió la puerta de su departamento, los ojos alegres de su novia junto a un fuerte abrazo y un beso, lo dejaron con una sonrisa en la boca. Sorine le contó emocionada lo que aconteció en la escuela, la cantidad de elogios y buenos comentarios la habían llenado de seguridad para presentar el proyecto al día siguiente.

Estaba sentada en el suelo con Sayuri mientras él se mantenía de brazos cruzados recargado en la columna que sostenía la barra de la cocina. Los orbes de la chica parecían estar brillando.

—Y los de último curso dijeron que los cortes eran perfectos y, ¿ves nuestra fuente? Entendieron que está exactamente al centro del terreno, dicen que es un detalle admirable —dijo mientras armaba bloques con su hija.

El castaño, por su lado, no pudo evitar sentirse pleno ante la felicidad que emanaba la chica, sabía lo mucho que significaba para ella tener éxito con la plaza. Entonces Sorine ladeó la cabeza al ver lo que estaba colgado de la silla.

—¿Te ibas a bañar? —preguntó curiosa.

Él siguió su mirada y se encogió de hombros.

—Estaba dormida, pero despertó y ya sabes...

La castaña puso otro bloque e hizo un ademán con la mano.

—Ve, aquí vamos a estar ocupadas creando algo, ¿verdad, Sayuri?

La pequeña estaba de pie y recolectaba cubos antes de entregárselos a la chica mientras balbuceaba emocionada. Izan asintió y tras tomar su toalla, se dirigió al baño.

No podía dejar de sonreír por lo que pasó con el proyecto, habían sido semanas de arduo trabajo por parte de ambos y se sentía orgulloso de lo que lograron. Esperaba que la presentación fuera igual de perfecta, la ensayaron varias veces mientras armaban la maqueta.

Sorine debía dejar en claro que el precio de los paneles era exclusivamente para ellos. Un gancho ideal para cualquier inversionista.

Al salir de la regadera, escuchó algo de música afuera. No logró identificar la melodía, pero percibía que era una tonada alegre llena de energía.

Se secó lo más que pudo su cabello castaño y, tras vestirse, abrió la puerta donde finalmente escuchó con más claridad la canción. Aventó su toalla a la cama de su recámara y se acercó en silencio a la sala; la escena que lo recibió lo sorprendió de manera agradable y no pudo evitar sonreír.

Sorine estaba en cuclillas frente a su hija a quien había puesto sobre el sillón, la chica movía la cabeza de un lado a otro al ritmo del coro de "Can't stop de feeling" de Justin Timberlake. Sayuri aplaudía y se movía arriba y abajo con una enorme sonrisa.

Entonces su novia se levantó y ayudó a la bebé a hacer lo mismo, pero sin bajarla del sofá, solo la sostuvo de las manos mientras las meneaba a la par que cantaba. La chica movía las caderas al ritmo del bajo y cuando cantaba "Can't stop the feeling" giraba la cabeza en círculos ocasionando que la pequeña riera.

Entonces su hija lo encontró junto a la columna de la cocina y le extendió los brazos. Sorine volteó un poco y sin dejar de cantar, cargó a su pequeña antes de que dieran una vuelta completa y caminaran en su dirección sin dejar de bailar. Sayuri se carcajeó cuando la castaña le ofreció la mano y él la tomó para ayudarla a dar otra vuelta.

La canción emitió sus últimos acordes e intercambió una mirada llena de ternura con su novia mientras su hija se impulsó hacia él para que la sostuviera. Izan dejó un beso en la frente de su niña antes de juntar sus labios con los de la chica. Fue un beso corto pero cargado de alegría y amor. El castaño rodeó a Sorine con un brazo mientras que con el otro sostuvo a la bebé.

Un sentimiento de pertenencia se abrió paso en medio de todos sus miedos y abrazó a las dos chicas que más amaba en su vida tratando de convencerse de que valía la pena luchar por ellas y no huir.

Cuando algo se le metía en la cabeza a Naím, no había poder humano que lo hiciera cambiar de opinión. Defecto que sus padres encontraron molesto cuando no lograron que cambiara las leyes por medicina.

Tocó la puerta frente a él con la mandíbula tensa antes de cruzar los brazos y esperar a que cierta mujer le abriera.

Ojos avellana lo vieron con cansancio cuando la chica finalmente se dignó a salir.

—¿Acabaste tu caso? —le preguntó ella apoyando la cabeza en la puerta con medio cuerpo escondido detrás de esta.

Él bufó y negó.

—Necesitamos hablar —masculló tratando de contener su humor bajo control.

Algo que al parecer no logró, pues ella lo vio con seriedad antes de abrir totalmente para dejarlo pasar. Cuando lo hizo, cerró la puerta y encontró la habitación llena de platos de comida.

—¿No puedes dejar que recojan? —cuestionó señalando la montaña de porcelana sobre la mesa junto a la puerta del balcón.

La pelinegra hizo girar los ojos antes de caminar a la cama donde se sentó cruzando las piernas y se encogió de hombros.

—No me gusta que nadie entre, ¿acabaste con tu caso?

Naím puso el pulgar y meñique sobre su frente y suspiró con fuerza.

—Necesito preguntarte algo y que respondas con sinceridad —musitó antes de mirarla, la chica lo vio inexpresiva y movió de manera afirmativa la cabeza—. ¿Por qué tu novio no ha intentado buscarte?

Paige se mantuvo inerte, su rostro no demostró ninguna emoción y él cruzó de nuevo los brazos.

—Pai...

—Ya te dije, estoy de viaje...

Orbes grises la vieron incrédulos y la señaló.

—Alguien que te marca de la manera que él lo hizo, no acepta que solo te vayas de viaje —espetó—. Así que dime cómo...

—Bien, se supone que estoy con amigos suyos, gente en la que confía plenamente, por eso no me ha buscado —lo interrumpió con enojo y lo miró de manera desafiante—. Y no tengo porqué darte más explicaciones —concluyó tajante.

Naím asintió una sola vez antes de dirigirse a la puerta y abrirla con enojo.

—No te equivoques, Paige; si estás poniendo en peligro a la gente que amo no dudaré en delatarte —amenazó antes de azotar la puerta detrás de él.

La mencionada parpadeó varias veces y limpió con rudeza las lágrimas que se acumularon en sus ojos.

Naím no entendía, había actuado de la manera que creyó adecuada en el momento. Pensó que todo sería para bien y jamás se esperó que la vida diera tantos giros. Lo peor era que no había vuelta atrás, solo le quedaba esperar a que todo se derrumbara y su tormento apareciera en Esbjerg.

Thiago nunca se esperó compartir su oficina con nadie. Era lo que llamaban un lobo solitario que disfrutaba de trabajar a puertas cerradas sin que lo interrumpieran.

Increíblemente en aquél momento lo estaba haciendo: había hojas de papel esparcidas por la mesa ratona en la sala de su oficina, colores en el suelo y varios patrones de tela esparcidos sobre el sofá de piel negro.

Macy salió del baño con una coleta alta, iba murmurando cosas mientras caminaba de regreso a su lugar en el suelo de su oficina donde retomó una de las hojas descartadas.

—¿Segura que no quieres trabajar en la sala de juntas? La mesa es más grande —insistió el inglés cerrando el folder de archivos que debía enviar.

La chica negó antes de darle una sonrisa.

—La pregunta correcta es, ¿quieres que me vaya?

Orbes azules y aceitunados se enfrentaron en silencio hasta que él desvió la mirada y se aclaró la garganta.

—No lo dije en ese sentido, no me imagino lo incómodo que es trabajar en el suelo en una mesa tan chaparra —musitó abriendo correos pendientes en su computadora—. Sobretodo porque he visto tu estudio, tienes todo bien clasificado.

La vio de soslayo levantarse y caminar hasta él, se sentó en el escritorio y apoyó un pie sobre su silla. Inmediatamente se hizo hacía atrás llegando a enderezar la espalda, ella le dio una sonrisa coqueta mientras empujaba de lado a lado su asiento, jugando.

Todo el cuerpo del inglés se erizó, sin embargo, se mantuvo impasible ante la mirada seductora.

—Es bueno de vez en cuando perder el orden, señor Bond —susurró.

El empresario soltó un sonoro suspiro.

—Macy...

La chica ladeó la cabeza y relamió sus labios.

—Thiago —lo imitó.

El mencionado negó antes de apoyar la frente en las yemas de sus dedos.

—¿Me estás tratando de seducir? —le preguntó en voz baja.

La chica sonrío abiertamente y subió un poco el pie sin romper el contacto visual.

—¿Me cree capaz, señor Wayne?

Thiago entonces rio en voz baja e impulsó hacia adelante la silla quedando frente a la rodilla de la pelinegra. Mantuvo la atención en los gestos de la chica y la sintió estremecer cuando acercó los labios. Sonrió de lado y con suma lentitud besó su pierna escuchándola jadear.

—No juegues con fuego, Macy —masculló sobre su piel antes de levantar el rostro, sus ojos se habían llenado de expectativa.

Ella mordió el interior de su mejilla y se inclinó hacia el frente hasta quedar a milímetros del inglés.

—No es un juego, Thiago —dijo en voz casi inaudible—. Eres mucho más que eso.

El corazón del mencionado dio un brinco tan brusco que por un momento le costó respirar, pero al estudiar la mirada de la chica en su escritorio, se dio cuenta de que decía la verdad. Lo que se estaba dando entre ellos había dejado de ser un juego de poder desde que se besaron por primera vez.

—¿Estás segura? No soy lo que llamarías material para una relación estable —alegó él tratando de disuadirla de lo que sea que estuviera intentando hacer con él.

Macy sonrió con picardía.

—¿Quién lo es? Prefiero decir que lo intentamos a que lo dejamos pausado, ¿tú no? —interrogó tratando de ocultar la duda en su voz.

Thiago suspiró con fuerza antes de pasar un mechón de cabello negro detrás de su oreja.

—No tomamos partido, pase lo que pase entre nuestros amigos, lo nuestro es punto y aparte, ¿bien? —cuestionó él en voz baja.

Macy lo vio desconcertada y se limitó a estudiar la mirada azulada que era un mar de secretos e incertidumbre. Sabía que lo que le estaba pidiendo era grande, pues siempre había puesto a sus amigos antes que ella.

Pero por esa misma razón, de siempre dejarse en segundo lugar, empujó a su ex con alguien más. Tal vez era tiempo de ser un poco egoísta.

—Bien —contestó y buscó el contacto con los labios del inglés para sellar lo que podrían llamar, el mejor trato de sus vidas.

Sorine frunció el ceño, estornudó tres veces y sacó la lengua a la par que escuchaba un gruñido seguido de un bufido.

—Lo juro, si lo vuelves a hacer te voy a pintar los labios de negro —espetó su mejor amiga.

La castaña abrió los ojos para encontrarse con la mirada endurecida de la heredera Dahl.

—Eso te pasa por exagerar, ya te dije que solo es el ensayo —insistió, como llevaba haciéndolo desde hacía una hora.

—Hoy te van a calificar y te ves bien, por una vez en la vida me dejas vestirte así que déjame lucirme —alegó la pelinegra retomando una brocha para pintar sus párpados.

La castaña cruzó los brazos, sentía el cabello tan tieso que estaba segura que sería capaz de romper algo con la cabeza.

—Esto era para mañana, exageraste con este traje. —Macy entrecerró los ojos y la chica tragó pesado—. ¿Naím? —lo llamó tratando de buscar la defensa de su amigo.

Sin embargo, silencio la recibió y ambas chicas se miraron extrañadas antes de voltear a dónde el mencionado parecía ya no estar. Pero sí, su amigo seguía en la misma posición de hacía una hora: sentado sobre el escritorio con los brazos sobre sus rodillas mientras veía la universidad.

Habían llegado temprano para ayudar a Sorine a prepararse para la presentación frente a sus maestros. De esa exposición dependía su calificación final, por eso Macy se había tomado a pecho el arreglo de la castaña.

—¡Hey! Acá estamos —exlcamó la pelinegra aventando una bolita de algodón.

El chico de ojos grises las vio fastidiado.

—¿Qué? —dijo con enojo.

Macy se cruzó de brazos no sintiéndose intimidada por el mal humor de su amigo.

—¿Ahora qué traes?

Naím negó y regresó la mirada a la ventana. Estaban en uno de los salones del tercer piso de su facultad, desde ahí se podía ver el campo de fútbol.

—No dormí bien, el caso me está agotando —se excusó.

Sorine y su mejor amiga intercambiaron miradas incrédulas, pero fue la segunda quién hizo un ademán de desinterés.

—Déjalo, mejor dime a qué hora te toca.

La castaña suspiró de manera temblorosa, su estómago se revolvió a causa de los nervios y el palpitar de su corazón se volvió rápido e intenso.

—Soy la cuarta —susurró y entrelazó las manos en su regazo—. Si así estoy ahorita, imagina cómo estaré mañanas que es frente al jurado.

Macy terminó de aplicarle brillo labial y sonrió con orgullo.

—Saldrá bien y te ves hermosa, muy profesional, ¿o no Naím?

El chico se bajó del escritorio y ahora veía hacia abajo por la ventana. Había gente reunida en la entrada de la facultad de Sorine, aquello lo hizo fruncir el ceño antes de sacudir la cabeza.

—Vamos, parece que ya va a empezar —les dijo a ambas chicas caminando a la puerta y abriéndola para esperarlas.

Macy guardó su maquillaje mientras la castaña se veía anonadada en un pequeño espejo; el maquillaje era natural pero resaltaba sus ojos verdes. Miró hacia abajo a su atuendo y mordió sus labios con nervios. Su amiga le había prestado un traje sastre color azul marino. La falda le llegaba a la rodilla, el saco era de manga tres cuartos y la camisa era de color blanco. Se sentía sumamente extraña.

Le entregó el espejo a la chica y tras tomar el folder con sus notas, se encaminó a la puerta. Naím le dio una sonrisa acompañada de un guiño.

—Te ves hermosa, pero no le digas que dije —susurró.

—¡Te escuché! —exclamó Macy colgándose su bolsa al hombro y echando su cabello hacia atrás—. Solo estás molesto porque no te agarré de modelo para mi línea —bromeó acercándose.

El chico chistó y los tres se dirigieron al ascensor de la facultad. Subieron y Sorine entrelazó las manos al frente antes de apretarlas hasta tornarlas blancas.

—Respira, saldrá bien —insistió Macy.

La castaña asintió y tras cerrar los ojos, echó sus hombros hacia atrás para tratar de aligerar el estrés que se había acumulado en su espalda.

El elevador tintineó avisando que habían llegado a la planta baja y los tres salieron de este para luego dirigirse a la puerta. El aire del día ayudó a la chica a sentirse liviana. Recordó el discurso que práctico con Izan el día anterior antes de irse a su casa y sonrió sintiendo calma. Solo debía imaginar a sus maestros con el rostro de su novio y todo saldría bien.

—¿La exposición es frente a todo el alumnado? —cuestionó Naím.

Ella negó y lo miró extrañada hasta que encontró la razón de su pregunta. Había una gran cantidad de estudiantes afuera de su facultad hablando entre murmullos. Sintió un fuerte tirón en el pecho pero trató de controlarse. Seguro estaban ahí para ver las maquetas.

Cuando estuvieron en las escaleras que llevaban a la facultad, varios voltearon a verla. En su mente se repitió que todos hablaban en murmullos mientras la observaban porque jamás la habían visto tan formal, trató de convencerse de aquello como si su vida dependiera de ello, pero la verdad era que sentía que su estómago estaba dando vueltas cual rueda de la fortuna.

Naím entrecerró los ojos al notar también que su amiga era el centro de atención, instintivamente buscó la mano de Macy quien lo vio con el ceño fruncido y los ojos llenos de preocupación. Algo estaba mal.

Caminaron hasta el salón donde resguardaron las maquetas, había gente de seguridad de la escuela en la puerta hablando con los profesores y Sorine sintió una horrible opresión en el pecho que no la dejaba respirar bien. Varios de sus compañeros estaban afuera hablando entre ellos, pero fue Kenji quien más llamó su atención. Estaba apoyado sobre la pared contraria a la entrada del salón con los brazos cruzados, la mirada baja y el cuerpo tenso.

Pero cuando el maestro la encontró caminando, el gesto que se dibujó en su rostro fue suficiente para hacerla trastabillar.

Miró a su alrededor y se sintió acorralada, todos sus compañeros, incluso los de otros grados, la veían con lástima.

No titubeó, caminó con decisión a su salón a pesar de que Naím la trató de detener. Aún en medio del llamado de su mejor amiga, se dirigió hasta el salón, al entrar y buscar su maqueta, su corazón se detuvo.

No la vio donde la había dejado, estaban todas menos la de ella.

Sintió su garganta secarse, todo su entorno se hizo ruido mientras caminaba hacia la mesa vacía. Fue estando a unos cuantos pasos que su zapatilla piso algo que tronó. Al bajar la mirada encontró uno de los árboles de su maqueta. Sus ojos se llenaron de lágrimas cuando siguió el rastro de papel batería destrozado junto a restos de lo que había sido la vegetación de sus jardines. Y finalmente ahí, del lado izquierdo de la mesa, encontró el techo de paneles pisoteado junto a lo que había sido el frente de la plaza.

Ahogó un sollozo cuando sintió unas manos en sus hombros, se movió de manera brusca para escapar de quién quiera que la estuviera tratando de sostener. Las lágrimas nublaron su vista y se dedicó a aventar a la gente que no la dejaba pasar.

A lo lejos escuchó que la llamaban, pero no se detuvo, salió corriendo de la facultad sin mirar a nadie. Luego se apresuró hasta la salida de la universidad, donde sin saber qué rumbo tomar, se quitó las zapatillas y corrió lo más rápido que pudo sintiendo su corazón latir de manera fuerte y dolorosa.

«¿Por qué?» fue lo único que su mente logró pensar.

Thiago sostenía a su ahijada mientras Izan le mostraba el logo final. Los clientes habían dado el visto bueno por lo que solo era cuestión de recibir el resto del pago.

El castaño no dejaba de ver el reloj de la iMac, acto que no pasó desapercibido por su acompañante.

—¿A qué hora era la presentación? —Decidió preguntar este último.

—Ya debió acabar, pero tal vez se tomaron tiempo en dar retroalimentación o algo así —respondió.

Thiago asintió y le trató de quitar sus llaves a Sayuri, a cada rato activaba la alarma.

El sonido de su celular hizo sobresaltar a Izan, esperando ver el nombre de Sorine en la pantalla, frunció el entrecejo al descubrir que era la pelinegra quien llamaba.

—¿Macy? —dijo captando la atención de su amigo.

—¿Estás con Sorine? —cuestionó la chica de manera seria mientras escuchaba a Naím decir algo al fondo.

El castaño miró extrañado a su mejor amigo.

—No, debió terminar la presentación y llamar pero...

—Destruyeron su maqueta —espetó la chica al borde de las lágrimas.

Izan se quedó con la palabra en la boca.

—¿Qué? —Debió escuchar mal o era una broma de pésimo gusto.

La pelinegra suspiró con fuerza como queriendo ajustar su respiración.

—Cancelaron los ensayos, alguien entró y destruyó la maqueta de Sorine, solo la de ella —le contó con la voz quebrada—. Salió corriendo de la escuela y apagó su celular, no sabemos dónde está.

Él negó y cerró los ojos apretando con fuerza. Dios, Sorine debía estar destrozada.

—¿Cómo pudo pasar? —masculló antes de dejar caer el puño sobre el escritorio.

—¿Tienes idea de dónde podría estar? Llamamos a su hermano y a Joen, estamos en su casa y nadie sabe nada —continuó la chica.

Izan sacudió la cabeza.

—No. —Suspiró—. Si no esta con ustedes...

La pelinegra le dijo algo a Naím quien maldijo.

—¿Si te llama...?

—Sí, claro —musitó; tras despedirse, terminó la llamada y puso los codos sobre el escritorio para sostener su rostro con las manos.

—¿Qué sucedió? —preguntó Thiago poniendo a Sayuri en el suelo y quedándose en cuclillas para tratar de quitarle sus llaves.

—Destruyeron la maqueta —respondió el chico a través de sus palmas—. Demonios, ¿qué clase de gente va en esa jodida escuela? —escupió.

Exhaló aire con fuerza y enredó los dedos en su cabello. ¿A dónde pudo haber ido?

Sintió un toque en su pierna y bajando las manos, llevó la mirada a su hija quien lo veía con grandes ojos ambarinos. Un sólo lugar llegó a su mente, ese que los unió.

—Ve —dijo Thiago extendiéndole las llaves que había recuperado de su ahijada. Izan lo vio contrariado y el inglés insistió—. Yo veo a Sayuri, ve a buscarla —reiteró.

Él lo miró inexpresivo antes de asentir, tomar su celular, las llaves ofrecidas y besar en la frente a su hija.

—La traeré —susurró sobre su piel y se levantó para correr fuera del departamento y hasta el auto lujoso de su amigo.

Su corazón latía con rapidez y prácticamente salió del estacionamiento derrapando las llantas. Algo muy dentro de él le decía que la encontraría en ese lugar.

El tráfico había estado pesado al ser hora pico, pero finalmente llegó a su destino y estacionó el vehículo en el mismo lugar donde Sorine colocó su auto hacía tantas semanas atrás.

Miró el café a su izquierda antes de llevar la atención al edificio que ya contaba con un letrero de "Se vende". Sin apartar la vista del lugar, cerró la puerta y casi corrió sintiendo incertidumbre.

Si no la encontraba ahí, no sabría dónde más buscar.

Caminó a lo largo de los deteriorados jardines, revisó los pasillos grafiteados de la parte exterior de la estructura y se sintió frustrado cuando llegó al jardín central que se encontraba rodeado de cuatro altos edificios igual de demacrados que el que se veía desde la acera donde dejó el auto.

—¡Sorine! —gritó mirando a su alrededor.

La noche no estaba lejos de caer y su desesperación por encontrarla se estaba incrementando.

Corrió hacia uno de los edificios, pero encontró la entrada sellada con cadenas y candado. El mismo patrón se repitió en los otros dos edificios, así que estaba por darse por vencido cuando pasó por la entrada de la estructura que daba al café. A pesar de que la puerta igual tenía cadena y candado, ésta tenía un espacio por el que se podía entrar si se era delgado. Miró su entorno y al no encontrar a nadie que lo vigilara, se agachó y pasó de manera exitosa por debajo de la cadena.

Una vez dentro, alcanzó a escuchar agua goteando en algún lugar, el olor a humedad lo hizo arrugar la nariz y por unas ventanas que se hallaban en la parte superior, entraban los últimos rayos del sol.

—¡Sorine! —La volvió a llamar mientras avanzaba por el pasillo color verde militar que se estaba cayendo a pedazos.

El eco fue lo único que le respondió, se sintió desesperanzado y pasó una mano por su cabello en ademán de frustración. No sabía a dónde ir.

—El primer local del segundo piso iba a ser una guardería. —Escuchó pasos detrás, de su lado izquierdo.

Volteó sobresaltado pero no encontró a nadie. Regresó sobre sus pasos hasta llegar a una escalera que quedaba oculta entre las sombras. En ella, a duras penas alcanzó a ver la silueta de su novia. Estaba hecha un ovillo en el tercer escalón, por eso no la vio.

—Sorine —dijo aliviado agachándose para estar a su nivel.

La chica levantó un poco el rostro y con la vaga luz que iluminaba el lugar, alcanzó a ver lo rojo e hinchado de sus ojos. La tristeza que emanaba le apretujó el pecho.

—Quería que hubiera una guardería para padres que trabajan, buscaría la inversión para contratar a los mejores cuidadores —continuó con la voz quebrada. Se sentó a su lado tomando una mano en la suya y apretando para hacerle saber que la escuchaba—. Por eso te decía que necesitábamos dos salidas de emergencia ahí —concluyó escondiendo el rostro en sus rodillas.

—Sorine... —Suspiró al no saber qué decir. No tenían tiempo para hacer otra maqueta, la presentación ante el jurado era en menos de veinticuatro horas.

—Al final creo que sí debo dedicarme a cambiar pañales —lloró la chica.

Izan puso una mano en su espalda y la sintió temblar a causa de las lágrimas.

Sintiéndose impotente, la atrajo a su pecho y puso la cabeza sobre la de ella. La chica sollozó unos momentos en sus rodillas hasta que, de un momento a otro, se giró y escondió el rostro en su pecho empuñando su playera.

La abrazó con toda la fuerza que pudo reunir y la terminó por subir a su regazo, dejó besos en su cabello, frente y cuello, antes de regresar a abrazarla. No le dijo nada, pues no tenía palabras de consolación. Solo le demostró que estaba con ella y lo mucho que le afectaba su dolor.

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