Capítulo 18

El silencio se hizo abrumador, pero lo que más aterraba a Izan era que no podía apartar la mirada de esos orbes azules que lo estaban absorbiendo como cada día lo hicieron durante los tres años que estuvieron juntos.

Afortunadamente, la chica bajó la mirada a la carreola que le daba la espalda y eso fue suficiente para que él despertara.

Empuñó con fuerza el manubrio y se juró que no giraría a Sayuri bajo ninguna circunstancia.

—¿Es... ? —preguntó Lara en un hilo de voz.

—¿Qué haces aquí? —espetó él viendo a su hija quien lo miraba con curiosidad.

Escuchó un suspiro pero se negó a voltear, no caería bajo el hechizo de su ex.

—Yo... —De reojo la vio girar la cabeza en dirección a la escuela y sintió una opresión en el pecho, ¿acaso estudiaba ahí?—. Me mudé hace unas semanas, mi esposo está en tratos con una empresa local y...

Orbes ambarinos la vieron con confusión y ella bajó la mirada un tanto ¿avergonzada?

—Lo lamento, eso fue brusco... No debiste enterarte así, lo siento mucho —musitó la chica.

Izan volvió a mirar a su hija que mordía a Wippi ajena a quien estaba detrás de ella. Su corazón latía tan rápido que por momentos le costaba respirar; tenía la fuerte necesidad de alejar a su hija, de protegerla del pasado.

—No es mi asunto —susurró—. Debo irme —concluyó.

Le dio la espalda al sostener el manubrio de la carreola y se dispuso a alejarse yendo del lado contrario de la universidad. Su mente estaba llena de pensamientos revueltos que no tenían lógica.

—Espera, Ethan... Tengo que decirte tantas cosas y siento que esta es la oportunidad que la vida me está dando —exclamó la chica con desesperación.

Izan cerró los ojos odiando que lo llamara por su nombre real, pero detestaba más que su cuerpo no se pudiera mover dada la petición de su ex.

Se sentía como ese títere al que manipuló por tanto tiempo.

—No hay nada que decir, Lara —masculló suspirando.

Sintió como la chica puso una mano en su espalda y se tensó, al girar la cabeza la encontró a su lado viéndolo de esa manera que conocía a la perfección: con un puchero que acompañaba unos ojos vidriosos.

—Lo lamento, todo lo que pasó entre nosotros, actué mal y no hay día en el que no me arrepienta de ello —susurró ella sin desviar la mirada de sus orbes ambarinos. Izan abrió la boca pero su ex negó—. Y no, no vengo a quitarte a... —Bajó la mirada y observó a la pequeña que la veía de manera curiosa, una diminuta sonrisa se formó en sus labios—. Nuestra hija.

El castaño empuñó con fuerza el manubrio.

—Me cuesta creer eso —gruñó y cerró los ojos negando un poco. Su ex sacaba su peor lado, así que trató de controlarlo—. No importa, debo irme —insistió.

Lara asintió una vez y colocó su mano sobre el brazo del castaño provocando que todo su cuerpo se erizara, deseaba con todo su ser que la chica no se diera cuenta de lo que aún le causaba.

—Está bien, solo necesito pedirte una cosa...

Izan la vio incrédulo e hizo una firme línea con su boca mientras Lara caminaba para ponerse en cuclillas frente a la carreola y ver a su hija.

Si pensaba pedirle que le permitiera ser parte de sus vidas, estaba loca.

Su ex ladeó la cabeza mientras Sayuri la veía con curiosidad e Izan se tensó cuando la chica llevó una mano a la mejilla de su hija y la acarició con aparente ternura. La bebé no hizo mucho, se limitó a morder a Wippi pero no dejaba de ver a la mujer frente a ella. Lara subió la mano y tocó el cabello de la bebé mientras sonreía.

—Es igualita a ti —musitó.

El chico bajó la mirada y frunció el ceño cuando ella se incorporó y sacudió su falda. Caminó a él y se paró de puntas a la altura de su oído.

—Cuida mucho a nuestra hija —le susurró en su lengua natal antes de depositar un beso en su mejilla y encaminarse a la salida del parque.

Un escalofrío lo recorrió de pies a cabeza e incluso cerró los ojos cuando sintió la cercanía y el contacto sobre su piel. Pero también una profunda ansiedad se instaló en su interior. Su estómago se había revuelto y sentía dolorosos tirones en el pecho.

Exhaló aire con fuerza antes de abrir los ojos y pasó una mano por su cabello con desesperación antes de arrodillarse frente su hija. Evitó a toda costa llevar la mirada hacia donde seguramente su ex seguía caminando.

Sayuri le sonrió mientras soltaba a Wippi y le extendía los brazos para que la cargara, sin embargo, sus manos temblaban tanto que prefirió sacar su celular para llamar a una de las personas que lo regresaban a la tierra.

—¿Estás en la oficina? —preguntó con voz temblorosa.

Escuchó silencio del otro lado hasta que un suspiro resonó.

—Llamaré a Paige, aquí te esperamos —contestó su mejor amigo antes de cortar la llamada.

Izan guardó su celular y besó la frente de su hija.

—Estamos bien, Sayuri —dijo sobre la piel de su bebé—. Estamos bien.

Sentía que la realidad lo estaba aplastando, tenía un nudo en la garganta que le impedía hablar bien y estaba lleno de miedo, tenía pánico y se sentía expuesto.

Aunque la voz de Lara diciendo que no estaba ahí para quitarle a Sayuri resonaba en su cabeza, algo muy dentro de él le decía que no era cierto; sin embargo, otra parte insistía en querer creerle, esa que aún se doblegaba ante ella a pesar de todo lo que hizo para demostrarle que estaba con él por su apellido y no por ser quien era.

Se incorporó y pasó la carreola frente a él para encaminarse a la oficina de Thiago olvidando la verdadera razón por la que había ido a ese parque.

Sorine guardó sus planos mientras mordía su labio inferior con nervios. Acababa de presentar los planos con los últimos cambios y había recibido el visto bueno de su maestro. Ahora sólo debía imprimirlos y terminar la maqueta.

Aunque su profesor no se había mostrado impresionado con su plaza como lo hizo con el museo que Kenji diseñó.

Suspiró con pesadez y negó. Probablemente sería una pérdida de tiempo poner tanto empeño en su plaza, pero al menos podría decir que lo intentó y no que huyó. Lo que sí le pesaría sería decirle a Izan que renunció a parte de su sueldo por nada.

Sintió su corazón dar una pirueta al pensar en el castaño y una sonrisa se formó en su rostro. Una que mantuvo incluso al salir de la facultad mientras caminaba hacia la cafetería donde había decidido hablar con Macy sobre el dilema de Naím.

Al llegar al lugar abarrotado de estudiantes, vislumbró a su mejor amiga en una de las mesas que se encontraban junto a los ventanales. La pelinegra escribía en su celular con aparente concentración.

—¿Es Naím? —le preguntó una vez que llegó.

Macy levantó la mirada y negó mientras una sonrisa se formaba en sus labios.

—Nada que ver —dijo la chica bloqueando su celular y dejándolo a un lado—. No he sabido nada de nuestro amigo mujeriego desde que Sayuri salió del hospital, supongo que de eso es de lo que quieres hablar.

Sorine asintió y se sentó frente a su mejor amiga. La chica tenía un misterioso aire a su alrededor y eso despertó su curiosidad.

Entonces abrió los ojos con sorpresa y apuntó un dedo acusador en su dirección.

—¡Estás acosando a Thiago! —exclamó.

La gente a su alrededor guardó silencio y la chica sintió sus mejillas enrojecer mientras Macy la veía con fastidio. Sus compañeros las miraban extrañados y algunos murmuraban por lo bajo.

Sorine bajó mano y mirada avergonzada.

—Perdón —musitó.

Su mejor amiga lanzó el cabello hacia atrás como si fuera una modelo y les dirigió miradas mortales a los que seguían de metiches.

—No lo acoso —espetó.

La castaña arqueó una ceja y Macy cruzó sus brazos.

—¿Entonces cómo le llamas a eso? —cuestionó Sorine haciendo un leve movimiento con la cabeza en dirección al celular de la pelinegra.

La chica se encogió de hombros.

—Socializar —dijo con firmeza.

Sorine entrecerró los ojos.

—Entonces sí hablas con Thiago.

Macy hizo un ademán de desinterés.

—Lo haces ver como si fuera algo malo.

La castaña negó y suspiró.

—Nunca me dijiste qué pasó cuando te llevó —le recordó.

Su amiga tomó de nuevo su celular y sonrió con picardía.

—Nada.

Sorine ladeó la cabeza y la vio incrédula.

—¿Y por qué la sonrisa de gato de Alicia en el país de las maravillas?

La chica hizo girar los ojos.

—Me tienes en un muy mal concepto —masculló mientras apretaba cosas en su pantalla antes de girar el celular y mostrarle lo que conversaba con el inglés.

Sorine frunció un poco el ceño al leer, el chico siempre contestaba con monosílabos y hablaban sobre algo de un evento.

—Tenemos un interés mutuo —explicó Macy apagando la pantalla y dejando el aparato a su lado.

—Lo de la beneficencia —murmuró Sorine y su amiga asintió—. ¿Le contaste sobre la fundación?

Macy movió la cabeza de un lado a otro.

—Sí y no, me preguntó si conocía la asociación y le hablé de ella de manera superficial —le contó.

Sorine suspiró asintiendo.

—¿Por qué no le dices a Izan?

La castaña negó varias veces.

—Porque al final no hice nada, Karan ya había metido la solicitud de Sayuri y Trevor solo hizo la llamada —contestó encogiéndose de hombros—. ¿Qué le dijiste a Thiago?

Macy apoyó el codo en la mesa y recargó la barbilla en su mano.

—Que era una fundación creada en honor a la nieta fallecida del fundador, que fue su manera de resarcir el daño que le ocasionó a su nieta al haberla desheredado porque se enamoró —dijo en voz baja.

Sorine miró hacia el exterior de la cafetería con una expresión de melancolía.

—¿Sabes qué fue lo interesante de mi conversación con Bond? —Escuchó a su amiga preguntar así que regresó la atención a ella.

—¿Qué?

Macy la vio en silencio unos momentos.

—Que se mostró incómodo cuando dije la palabra "desheredó".

La castaña ladeó la cabeza y miró a su amiga extrañada.

—¿O sea...?

Su acompañante la observó unos momentos concentrada en lo que sea que estuviera pensando. Pero cuando pareció que le iba a contestar, miró detrás de ella y endureció la mandíbula.

—Ay, no puede ser —gruñó.

Sorine frunció el entrecejo pero cuando escuchó una voz saludando, entendió por qué la molestia de su mejor amiga.

—No esperaba verlas aquí —exclamó Lara sentándose en la silla a un lado de la castaña.

Macy forzó una sonrisa y tomó de nuevo su celular.

—Sí, porque nunca venimos a la cafetería —musitó con ironía y Sorine la pateó por debajo de la mesa provocando que orbes aceitunados la vieran con molestia.

Lara rio.

—Tienes razón, más bien nuestros horarios casi nunca concuerdan —corrigió.

Sorine asintió y vio de manera significa a su amiga quien hizo girar los ojos.

—Entre proyectos y finales...

—Y el novio —interrumpió la rubia con un guiño.

La castaña se sonrojó un poco y bajó la mirada mientras sonreía.

—Sí, también —masculló sintiendo un brinco en su corazón.

—¿Qué proyecto vas a presentar, Dahl? Escuché que una de las chicas piensa hacer ropa ecológica —dijo Lara.

Sorine sintió su celular vibrar y lo sacó de sus jeans mientras la conversación entre las mujeres que la acompañaban se iba desvaneciendo. Sonrió cuando notó que era un mensaje de Izan, pero su gesto decayó al leer el contenido.

"Tengo un asunto con Thiago, nos vemos mañana"

Un mensaje tan cortante que la descolocó, pues ni cuando apenas se empezaban a conocer le habló así.

Mordió su labio inferior mientras escribía un "Está bien" de regreso y pensó si preguntarle si estaba bien se vería demasiado invasivo.

—¿Sucede algo? —le preguntó de pronto Lara.

Sorine levantó la mirada sobresaltada y observó los ojos azules de la chica antes de mirar a Macy quien la veía consternada. Forzó una sonrisa y asintió bloqueando su celular.

—Sí, solo no veré hoy a mi novio, tiene cosas del trabajo.

Lara puso una mano sobre la suya.

—Oh, eso es terrible... —exclamó—. Aunque es bueno que tenga sus prioridades bien establecidas, ¿no?

Sorine se encogió de hombros antes de ver de nuevo a su mejor amiga quien ahora tenía el ceño fruncido.

—Supongo —contestó sintiendo pesado el corazón.

Llevó la mirada al ventanal frente a ella y en el reflejo pudo ver a las chicas que la acompañaban. Bajó la mirada unos momentos, pero al regresarla al cristal, pudo notar que Lara sonreía con autosuficiencia. Sin embargo, la chica pretendió hablar con Macy y ella se movió incómoda sintiendo que había pasado algo por alto.

El edificio donde Thiago tenía su empresa se encontraba en el centro de Esbjerg en una de las zonas más exclusivas. Había tiendas de marcas caras, grandes construcciones de empresas influyentes y restaurantes de cinco estrellas.

Izan evitaba acudir porque le recordaba su vida en Sídney y porque temía encontrarse con gente de su pasado. Irónico que el lugar donde el pasado lo alcanzó fue justo donde tenía la parte más importante de su presente.

—Rayos —masculló sacando su celular y escribiendo un mensaje a gran velocidad antes de entrar al edificio de su mejor amigo.

Sabía que el mensaje se leía cortante, sabía que probablemente Sorine se sentiría mal. Pero honestamente, no tenía cabeza para nada.

Guardó el aparato e ingresó al edificio donde Thiago ya lo esperaba en la recepción.

—Paige está arriba —le dijo el inglés apenas lo vio.

Sayuri gritó emocionada al ver a su padrino y el chico la sacó de la carreola con una sonrisa.

—Necesito comida para la bebé y que se guarde la carreola —exclamó el chico viendo a uno de los guardias de la recepción.

—De inmediato, señor —dijo el hombre levantando el teléfono mientras Thiago le hacía un ademán con la cabeza a Izan para que fueran al elevador.

Sayuri se movía arriba y abajo en los brazos de su padrino y trataba de tomar sus lentes, algo a lo que el inglés solo sonrió. Una vez dentro del elevador, el castaño se apoyó en uno de los cristales y pasó una mano por su cabello.

—¿Sabías que estaba en Esbjerg? —preguntó.

Thiago tenía las llaves de su auto y se las entregó a Sayuri.

—Ahora lo sé.

Izan suspiró de manera audible y negó antes de enredar de nuevo las manos en su cabello.

—Dime que no estudia ahí, por favor.

Ojos azules lo miraron con seriedad, así que se giró y apoyó la frente en el cristal.

—Mierda —masculló con un nudo en la garganta.

El elevador tintineó y Thiago salió primero, Izan empuñó una mano antes de exhalar con fuerza para finalmente despegarse del cristal y seguir a su mejor amigo.

—Clady, ¿puedes conseguir juguetes para mi ahijada? —dijo Thiago antes de entrar a su oficina.

La secretaria de su mejor amigo asintió levantándose de su lugar y le dio una diminuta sonrisa que él no logró regresar. Solo se limitó a asentir y seguir al inglés.

Escuchó a su hija gritar una vez más y cuando entró la vio impulsarse hacia Paige quien sonreía de manera tierna. Cerró la puerta detrás de él y se quedó apoyado en ella.

Thiago se sentó detrás de su escritorio y puso la sien en sus dedos.

—¿Ya pensaste a dónde mudarte? —preguntó Paige poniendo a Sayuri en el suelo para dejarla gatear.

Izan bajó la mirada.

—De nada va a servir, si está aquí por eso, me estarán siguiendo —musitó.

—O no te quieres ir —espetó su prima cruzando los brazos.

El castaño suspiró y miró a Thiago.

—No me veas así, Ethan, estoy con Paige —dijo el chico en su lengua natal.

—Obvio —gruñó Izan negando.

—Esto no tiene nada que ver con nosotros, acabas de ver a esa...

—Cuidado, sigue siendo la mamá de Sayuri —rechistó él viendo a su hija.

Paige rio con sarcasmo.

—Un animal tiene más instintos maternos que esa mujer —espetó—. No sé qué te dijo, pero te aseguro que está mintiendo.

El castaño pasó una mano por su rostro y cabello con desesperación.

—No puedo solo irme... —murmuró.

—Lo hiciste una vez y lo puedes volver a hacer; y sí, puedes dejar a Sorine sin trabajo pero ya encontrará...

—Dudo que lo que le preocupe es dejarla sin trabajo —comentó Thiago viendo fijamente a su amigo.

Paige frunció el ceño con confusión antes de abrir los ojos con sorpresa y ver a Izan de manera acusatoria.

—No me digas que...

—Ni siquiera empieces, Paige, no tienes derecho a reclamarme nada —gruñó el castaño en su lengua natal.

Ella soltó un grito exasperada y levantó ambas manos.

—Increíble, ¿siquiera le has dicho la verdad?

Izan la vio de manera amenazante.

—¿Acaso le dijiste a Naím? —La chica abrió la boca con sorpresa y luego la cerró de golpe pero no borró el gesto de enojo—. Exacto —espetó el castaño caminando hasta su hija quién los veía contrariada.

—Ethan, no es casualidad que estudie ahí —dijo Thiago manteniendo la comunicación en inglés.

Izan suspiró poniéndose en cuclillas junto a Sayuri.

—No sería tan obvia, si en realidad todo esto fuera una treta de ella, lo que menos haría sería acercarse a Sorine...

—¿Qué te dijo? —cuestionó Paige sentándose en la sala que el inglés tenía al medio de su oficina.

Izan endureció la mandíbula.

—Que no me la iba a quitar.

Paige rio con ironía.

—Claro, como no quedó estéril la muy...

—Creo que lo que menos haría sería avisarte lo que piensa o no hacer, Izan —intervino Thiago.

—Lo sé —masculló el castaño.

Sayuri se sostuvo del hombro de su papá y comenzó a hacerse arriba y abajo mientras reía.

—¿Entonces? ¿Piensas esperar a que haga el primer movimiento? —cuestionó Paige.

Izan hizo una fina línea con la boca y Thiago se levantó de su lugar para sentarse en la esquina del escritorio de cristal con los brazos cruzados.

—Izan tiene razón en que si vino para quitarle a Sayuri, ya lo estará siguiendo —dijo mirando al techo—. La verdad debemos estar más concentrados en armar una base para que obtengas la custodia de Sayuri.

—Debes meter una demanda primero, presentar pruebas de todo lo que hizo...

Izan negó varias veces.

—No caeré en eso, exponerla; al final es la mamá...

—¡Demonios, Izan! Incluso después de todo lo que hizo saltas en su defensa —exclamó Paige levantándose de su lugar. El mencionado endureció la mandíbula mientras su hija veía con sorpresa a su tía—. Siempre, siempre la defendiste y ¿a dónde te llevó eso? A casi...

Izan se levantó tan rápido que incluso Sayuri cayó de sentón.

—¡El día que de verdad te enamores y te rompan el corazón, quiero que vayas y destruyas a esa persona sin titubear! —gritó señalando a la chica—. Quiero que expongas todo lo que fueron y no mires atrás.

—¡Ella no dudó en dejarte atrás! —También exclamó.

—¡Porque jamás me amó! —vociferó Izan en medio de jadeos—. Yo fui el idiota que se entregó, que le creyó todo, que la amó... —Su voz se quebró y cuando escuchó el llanto de su hija cerró los ojos y empuñó las manos con fuerza.

—Ethan —lo llamó su mejor amigo y él asintió antes de abrir los ojos para ver a su prima quien lo veía arrepentida—. Estaremos en casa de mis padres —le informó el inglés caminando a Sayuri y levantándola.

El castaño suspiró y se encaminó a la puerta, la abrió y se detuvo unos momentos antes de salir.

—Terminaré lo de Sorine, no se preocupen por eso —masculló y salió a pesar de que su prima lo llamó.

—¿Entonces estarás en tu casa? —preguntó Macy mientras caminaban a su auto.

Sorine asintió a la par que jugaba con las llaves del vehículo.

—Voy a avanzar con la maqueta —contestó encogiéndose de hombros.

El celular de Macy timbró y la chica lo sacó, hizo un gesto de confusión al leer lo que sea que estuviera viendo y Sorine se recargó en su auto.

—¿Tu madre?

Macy abrió la boca pretendiendo responder pero en última instancia negó. Pareció dudar antes de contestar.

—Nada importante... Entonces vas directo a tu casa —dijo retomando la plática.

La castaña suspiró y vio al cielo.

—Izan se comportó extraño, quería preguntarle si está bien pero sentí que no era lo indicado —masculló.

Su amiga la miró inexpresiva.

—Ese día en el hospital, cuando intercambiamos teléfonos para que me quedara con Sayuri, me di cuenta que es muy reservado con todos, menos contigo —dijo guardando su teléfono—. Estoy segura de que si le preguntas, te dirá lo que sucede.

Sorine la vio contrariada.

—Hay cosas que se guarda.

Macy asintió.

—Sí, y sea lo que sea Thiago es muy sobreprotector del chico por eso; no es que le caigamos mal, es que no nos tiene confianza y está bien, eso no se gana de la noche a la mañana.

La castaña ladeó la cabeza.

—Has pensado mucho en esto.

Su amiga rio.

—Aunque no lo creas, quiero ganarme la amistad del señor Bond antes que otra cosa... Y si para eso debo de ir a paso de tortuga. —Hizo un ademán de desinterés—. Qué más da, el trayecto está siendo interesante.

Sorine sonrió y negó.

—Deberías decirle eso a Naím que va a toda prisa.

Macy se recargó en el auto junto a ella.

—Algunos se enamoran demasiado rápido, otros a paso de caracol y otros. —Empujó ligeramente a la castaña con el hombro—. Llevan el ritmo ideal.

Sorine le dio una sonrisa y recibió un guiño de vuelta.

Izan veía al cielo mientras esperaba sentado en la parada del autobús. Por un momento pensó en pedirle a Sorine que fuera al departamento, pero en última instancia decidió preguntarle a Macy la dirección de la castaña y alcanzarla ahí.

Movía el pie arriba y abajo a gran velocidad mientras mantenía los brazos cruzados.

Sentía un dolor punzante en la cabeza de tanto pensar y darle vueltas a las cosas. Pero al final decidió que tenía que alejar a Sorine antes de hundirla en su desastrosa vida. Porque para su desgracia, Paige tenía razón, Lara aún lo movía y aquello no era justo para la chica.

Suspiró con pesadez y bajó la mirada.

Creyó encontrar un pedazo de felicidad y ahora se había esfumado como humo. Lo peor era que no solo saldría mal parado, sino que lastimaría a la única persona que en verdad parecía ser sincera.

No quería pensar de más ni empezar con paranoias, en serio dudaba mucho que Lara conociera a Sorine o que siquiera la hubiera contratado para hacerle algo. ¿Qué podría hacer en su contra la castaña?

«Enamorarte y defraudarte» pensó y rascó su cabeza antes de sacudirla.

No, Sorine no sería capaz, la chica adoraba a su hija y en todo caso una relación formal sería un punto a favor en caso de llegar a los juzgados a pelear por Sayuri. Pero incluso así, él no tenía la estabilidad emocional para mantener una relación con la chica, ni siquiera por Sayuri se arriesgaría... O la arriesgaría.

La castaña se había ganado su respeto y cariño, debía ser justo con ella.

Sintió su celular vibrar y lo sacó, Macy le había mandado la dirección.

Con un sonoro suspiro guardó el aparato y se levantó para dirigirse a casa de la castaña para acabar con esa ilusión que por pocos días disfrutó.

Cada que se quedaba sola en casa le daba por limpiar. Era una manera de mantenerse distraída y con la que retomaba fuerzas para trabajar en su proyecto. Y siempre usaba una playera de manga larga con un pequeño short de mezclilla para hacer la tarea.

Terminó de barrer la sala de su casa mientras fruncía el ceño. Desde que empezó a limpiar no pudo evitar ponerse a pensar en la extraña actitud de Izan.

Suspiró y sacudió la cabeza mientras guardaba la escoba y recogedor antes de regresar a la sala para detallar en cómo había quedado. Mordió su labio inferior al darse cuenta que había acabado y que ahora debía ponerse a trabajar... O podría ver una película.

Escuchó el timbre que la hizo sobresaltar un poco y tras mirar la cocina que había quedado impecable, se encaminó a la puerta pensando que tal vez sería uno de sus vecinos buscando a su padre.

—Las maravillas de tener adolescentes de vecinos —dijo a la nada con una pequeña sonrisa.

Siempre acudían a su padre en busca de ayuda para tareas, odiaría decepcionar a quien quiera que estuviera afuera al decirle que el hombre estaba de viaje y que no regresaría hasta dentro de dos días.

Sin embargo, cuando abrió se quedó con la boca semi abierta al ver quién estaba del otro lado. Ojos ambarinos la vieron con cierta tristeza y desesperación.

—¿Izan? ¿Cómo...?

El chico vio hacia la calle un momento antes de bajar la mirada.

—Macy —explicó encogiéndose de hombros.

La castaña frunció el ceño con confusión, sentimiento que aumentó al no ver a cierta bebé por ningún lado.

—¿Y Sayu...?

—Con Thiago y Paige —la interrumpió pasando una mano por su cabello—. Necesitaba verte... A solas... —titubeó.

Sorine empuñó la puerta con fuerza antes de asentir y hacerse a un lado.

—Pasa —murmuró y lo vio moverse incómodo antes de mirar de nuevo la calle hasta finalmente entrar.

Cerró la puerta y notó que el chico metió las manos en las bolsas de su jogger mientras observaba el lugar.

Su casa era pequeña, pero de dos plantas y con tres recámaras. Una se había convertido en su estudio cuando su hermano se mudó con Joen.

—¿Quieres algo de beber? —preguntó en voz baja.

Izan negó bajando la mirada al suelo y empuñando las manos dentro de las bolsas. No sabía cómo hacer eso. Quería contarle todo pero a la vez no porque sabía que la lastimaría, el admitir que ver a su ex lo dejó alterado era algo que definitivamente heriría a Sorine.

Tal vez solo debía terminarlo sin dar explicaciones.

La chica pasó a su lado y se sentó en la mesa ratona de la sala, ladeó la cabeza y lo observó con curiosidad notando lo tenso de su espalda y como evitaba verla a toda costa.

—¿Qué sucede? —Decidió preguntar.

Él suspiró y pasó una mano por su cabello con frustración.

—No sé cómo hacer esto —musitó.

La castaña frunció el ceño.

—¿Hacer qué?

Izan la vio unos momentos antes de desviar de nuevo la mirada.

—Esto... Nosotros...

Sorine experimentó un fuerte tirón en el corazón y una sensación de acidez en el estómago. Subió las piernas a la mesa y se acomodó en forma de mariposa mientras entrelazaba sus manos.

—Izan... Solo dime qué pasa —le pidió ocultando todo atisbo de tristeza.

El mencionado suspiró con pesadez y cerró los ojos.

—No puedo... No quiero lastimarte —confesó.

La castaña bajó la mirada.

—Bueno... No estás haciendo muy buen trabajo —susurró y se aclaró la garganta—. Izan, si quieres terminarlo solo dilo, no le des vueltas al asunto, de verdad que... —Su voz se quebró y se odió, así que solo se encogió de hombros.

El castaño la vio con tristeza y cuando notó que dejó caer los hombros, sintió una profunda desesperación. Así que se arrodilló frente a ella.

—No entiendes, mereces más de lo que puedo darte —murmuró negando y recibiendo una mirada llena de confusión—. Te lo dije antes y te lo repito ahora, hay cosas que... Pueden alcanzarme. —Bajó la mirada—. Situaciones que pondrían en jaque una relación contigo... no tienes porqué cargar con mis malas decisiones...

—¿Crees que Sayuri es un error? —lo interrumpió.

Izan subió la mirada con sorpresa y abrió la boca para negar inmediatamente pero al final nada salió de su boca, y la chica suspiró captando el significado de su silencio.

—¿Sabes cuántos bebés sufren afectaciones al nacer de siete meses? —le preguntó en voz baja y el chico bajó la mirada con cierta vergüenza—. No, no tengo idea de lo que pasaste, Izan, ni de a lo que tuviste que renunciar por tu hija —continuó recordando la pelea que tuvieron en los primeros días—. Lo que sé es que la pudiste perder, podrías estar viviendo de una manera muy distinta pero sin tu hija.

Él fijó la mirada en el suelo sabiendo que tenía razón, Lara no solo abandonó a su pequeña en un orfanato, también tuvo múltiples intentos de aborto... trató de muchas maneras de deshacerse del "error" que lo dejaría sin nada.

—Sé que ser papá a tan temprana edad es difícil y si quieres terminar esto porque estoy interfiriendo de alguna manera en tu estabilidad lo entenderé y...

Izan puso las manos en las piernas de la chica y negó varias veces.

—No, no es eso, no me afectas de ninguna manera, en todo caso me ayudas a... —Relamió sus labios y frunció el ceño.

Apenas se estaba dando cuenta de que estar con Sorine se sentía diferente a estar con su ex... en todos los sentidos. La castaña lo llenaba de paz, aún en medio de ese torbellino que Lara dejó, la mirada sincera de la chica detenía los giros desenfrenados y le regresaba ese equilibrio que tanto había anhelado.

—¿Izan? —lo llamó ella en un murmullo.

El mencionado subió la mirada y la observó unos segundos antes de impulsarse para juntar sus labios. Sorine se sobresaltó con el acto, incluso abrió los ojos con sorpresa, pero cuando el chico puso una mano en la parte trasera de su cabeza, donde enredó los dedos en su cabello y la atrajo más, cerró los ojos y se dejó llevar.

Le permitió guiarla y lo besó con la misma intensidad experimentando dentro de ella la desesperación y anhelo que el chico sentía.

Izan enroscó su brazo en la cintura de la chica a lo que ella bajó las piernas de la mesa y le permitió quedar en medio de estas. La besó una y otra vez tratando de transmitirle la maraña de sentimientos que lo albergaban, quería hacerle entender con acciones que si bien tenía pánico de estar con ella, necesitaba aferrarse a esa pequeña isla de felicidad que poco a poco construyeron.

Sorine pasó los brazos detrás de su cuello y enredó las manos en su cabello mientras casi imperceptibles sonidos escapaban de ella.

Izan la hacía erizar en todos los sentidos, era algo tan fuerte, tan potente, que por momentos la abrumaba y llenaba de incertidumbre. Pero, honestamente, llevaba toda una vida esperando sentirse así.

El chico se inclinó un poco hacia atrás jalándola con él y provocando que ella quedara en su regazo. Bajó los brazos hasta su cintura y con facilidad se levantó mientras ella enredaba las piernas en su cadera. Sin embargo, al tratar de dar un paso trastabilló y Sorine despegó sus labios para reír ligeramente, él sonrió y la escuchó suspirar antes de besar su barbilla con ternura.

Él caminó hasta el sillón tratando de controlar lo que la castaña despertaba con esos besos sobre su piel, sin embargo, cuando ella posó los labios en un punto de su cuello, no pudo evitar gemir ligeramente sintiendo que sus piernas perdían fuerza.

Algo que aparentemente Sorine también percibió, pues la chica se desenredó de su cuerpo y lo empujó de a poco hasta el sillón donde él casi se dejó caer mientras la veía tratando de retomar el aliento.

Sorine le dio la sonrisa más bella que había visto en su vida antes de sentarse a horcajadas en su regazo donde enredó las manos en su cabello y lo hizo inclinar la cabeza hacia atrás antes de besarlo con lentitud.

Izan subió la mano hasta la mejilla de la chica y ella dejó de besarlo para apoyar su frente sobre la de él. Los dos jadeaban ligeramente al intentar recuperar el aliento y su respiración se mezcló en medio de ellos. Sorine cerró los ojos y con el corazón resonando en sus oídos suspiró.

—Te quiero —susurró en voz casi inaudible.

Él la vio con sorpresa pero algo cálido se expandió por todo su cuerpo, un cosquilleo agradable y un brinco en su corazón lo hicieron exhalar aire de manera lenta. Subió su otra mano a la mejilla de Sorine y con cuidado inclinó su cabeza para posar los labios sobre su frente. Sentía un nudo en la garganta y una emoción en su interior que le dio miedo explorar.

—También te quiero —musitó sobre la piel de la chica sintiendo como ella subía las manos para ponerlas sobre las de él, bajó los labios y buscó los de ella para intercambiar otro beso cargado de sentimientos que jamás había experimentado—. Y estoy aterrado —admitió sobre sus labios.

Sorine asintió antes de sonreír y girarse para quedar sentada de lado en el regazo del castaño, apoyó la cabeza en su pecho y disfrutó del acelerado latido del chico.

Izan puso la barbilla sobre su cabeza y la abrazó entrelazando sus manos en el regazo de ella. Quiso aferrarse a la idea de que merecía una segunda oportunidad, de que tenía derecho a tener una relación verdadera con alguien que no solo viera su apellido y la fortuna detrás de él.

—Perdón, por un momento me dejé llevar por esa oscuridad de mi pasado —susurró acariciando los nudillos de Sorine.

La castaña suspiró y lo miró con una sonrisa antes de depositar un beso en su barbilla que lo hizo bajar la mirada para cruzarla con esos orbes verdes que lo veían de manera especial.

—No importa, trataré de traerte de regreso cada que eso te quiera absorber, ¿trato? —le dijo subiendo una mano para enseñarle su meñique.

Izan la vio contrariado antes de entender el acto, así que entrelazó su dedo con el de ella y sonrió para después besarla con ternura.

—Trato.

La casa frente a ellos era hermosa. Color gris con grandes ventanales, medio cuadrada, pero eso quedaba justificado con las escaleras voladas y el puente de cristal que llevaba a la puerta.

—¿Estás seguro? Thiago no es exactamente agradable cuando estoy —dijo Sorine preocupada.

Izan tomó su mano y la apretó antes de darle una sonrisa.

—No te preocupes, ya lo sospechaba.

Ella mordió su labio y el chico tomó su mejilla con la mano para atraerla y besarla por encima de la palanca de velocidades. Fue un beso cargado de ternura que la hizo sonreír, dejaron sus frentes juntas un momento y él depositó otro beso en su cabello.

—Vamos —dijo antes de sonreír y abrir la puerta del piloto.

Sorine esperó a que estuviera abajo para suspirar con fuerza y salir del auto. Izan la esperó al frente del vehículo y luego puso la mano en la parte baja de su espalda para guiarla a la enorme puerta de color negro donde tocó el timbre que se iluminó.

La castaña notó que tenía una cámara encima del botón y se sobresaltó cuando la puerta se abrió.

El chico inglés estaba detrás y jaló la puerta antes de asentir, Izan tomó su mano y juntos entraron.

—Está dormida con Pai —les dijo cerrando y caminando hacia una barra que tenía botellas de vidrio vacías en donde tomó asiento.

—Voy por ella —murmuró Izan y Sorine casi tomó su brazo para que no la dejara, pero en última instancia se mantuvo en la sala.

Observó al castaño subir por unas escaleras y entrelazó las manos frente a ella mientras observaba el lugar: Era enorme, con pisos grises y paredes de un tono más oscuro. Tenía enormes ventanales que daban hacia un aparente bosque y muebles de color negro de estilo muy moderno.

La estructura de la casa era increíble, tenía entradas de luz que llegaban a un jardín al medio de la casa que estaba rodeado por cristales que aparentaban ser cascadas. La sala era color blanco y al fondo encontró un enorme piano de cola color negro.

—Vaya —murmuró caminando a este último, Macy tenía uno muy parecido pero de color blanco—. ¿Tocas?

Thiago dejó el vaso del que había estado bebiendo un líquido blanco.

—No —dijo tajante.

Sorine suspiró y observó el piano mientras mordía su labio inferior. Finalmente se giró en dirección al inglés.

—Sé que no tienes una razón para confiar en mí —empezó y el chico arqueó una ceja, ella le sostuvo la mirada—. Pero tampoco te he dado razones para no hacerlo.

Thiago se cruzó de brazos más no dijo nada. Tampoco la dejó de observar.

La castaña pasó la mano por encima de las teclas hasta que comenzó a presionar de a una formando una melodía infantil.

—Mi madre era muy buena en el piano, enseñó a Trevor... —Sonrió con melancolía—. Él solía tocar canciones cuando despertaba asustada.

Miró por el enorme ventanal y notó que la noche empezaba a caer.

—Siempre dijo que la música era una manera de mantener viva a mamá... Cuando Macy se le unía con la voz, creaban un ambiente tan hermoso que realmente llegué a creer que ella nos observaba. —Regresó la mirada al piano—. Nunca pude aprender a tocar como me hubiera gustado —masculló—. Trato de mantener vivo el recuerdo de mi madre ayudando a otros como ella lo hacía.

Dejó de tocar y al girarse descubrió a Thiago mirando por la ventana absorto en sus pensamientos. Se sintió tan incómoda —e ignorada—, que prefirió esperar a Izan en el auto.

—Estaré afuera —susurró caminando hacia la puerta.

Avanzó medio camino y se asomó un poco por las escaleras tratando de escuchar al chico, pero al no hacerlo se dirigió a la salida.

—No toco desde que murieron mis padres. —Escuchó de pronto y se detuvo de golpe. Volteó y encontró a Thiago pasando un dedo por encima del vaso frente a él—. Mi padre me enseñó desde pequeño y cuando fallecieron no encontré una razón para volver a hacerlo.

Sorine lo vio con cierta tristeza y el inglés levantó su vaso.

—Tal vez no has buscado bien —susurró ella encogiéndose un poco de hombros.

Thiago le dio una mirada seria antes de beber.

—Tal vez.

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