Capítulo 14
No durmió... Nada, absolutamente ni un solo segundo y estaba demasiado alterada.
Terminó de doblar las cobijas a las que les agarró pavor porque el olor de Izan estaba por todos lados. O tal vez era que la impresión de la madrugada la afectó más de lo que creyó. Se sentó y ocultó el rostro con sus manos.
¿Qué había sido eso?
Se levantó porque quería agua, notó a Izan a punto de apagar la tv cuando el rayo la hizo sobresaltar, la luz iluminó la espalda desnuda del castaño y cuando se giró estaba tan ida que no alcanzó a alejarse.
Pero cuando de plano perdió toda percepción de la realidad fue cuando el chico puso ambas manos a los lados de su cabeza y se levantó sobre ella. Ni siquiera escuchó lo que dijo, estaba hipnotizada por sus labios y ojos que aún en la oscuridad destellaban con el hermoso color que los entintaba.
Y cuando finalmente juntó sus labios...
Sorine puso dos dedos sobre su boca recordando el roce, la entrega... Y sí, ¿para qué negarlo? La increíble pasión con la que Izan tomó el control.
«Dios, ¿qué estoy pensando?» dijo en su mente con frustración.
Todo aquello que se repitió en el baño quedó invalidado en cuestión de horas, porque definitivamente no se imaginaba besando a Naím de la manera que le correspondió al castaño esa madrugada. De hecho, jamás había experimentado todo lo que hizo.
Porque el sentir la piel de Izan bajo sus manos movió cosas en su interior que creyó no poseer... Fue hasta ese momento que entendió porqué Naím y Macy aprovechaban la soledad para estar juntos.
Si no hubiera sido por Sayuri...
Mordió su labio inferior con nervios, el chico no había salido de su habitación desde que la bebé los interrumpió y honestamente no lo podía culpar, de seguro estaba más allá de arrepentido.
Jamás se sintió tan pequeña y fuera de lugar como lo hacía actualmente. Izan tenía una hija, no importaba cómo hubiera quedado con su ex, el castaño tuvo una niña con otra chica y no había manera de competir con eso.
¿Quería competir?
Un toque en la puerta la hizo sobresaltar, miró al pasillo antes de levantarse y asomarse por el ojillo. Era Paige, estaba enredando una mano en su cabello y veía hacia la nada.
Se observó y sintió suma vergüenza pues aún llevaba las prendas del chico porque estaba esperando a que Macy llegara con su cambio de ropa. Mordió el interior de su mejilla antes de suspirar, forzar una sonrisa y abrir.
La pelinegra la miró y arqueó una ceja, sus ojos avellana se volvieron un tanto amenazantes.
—¡Hola! —la saludó Sorine dando un paso atrás para dejarla entrar.
Paige la vio de arriba a abajo sin disimulo y finalmente entró. Pero cuando vio las cobijas y almohadas sobre el sofá pareció relajarse.
—¿Te quedaste? —cuestionó tomando asiento y cruzando brazos y piernas.
Sorine fingió no notar que la estaba inspeccionando. Esperaba que no le preguntara algo más pues mentir no se le daba muy bien.
—Con la tormenta de ayer no me quedó mucha opción —respondió yendo a la cocina para preparar café—. Además Sayuri estaba algo enferma, quise ayudar.
Paige asintió y notó la puerta de la recámara abrirse, Izan asomó la cabeza antes de fruncir el ceño y regresar al interior de la habitación. La chica no pudo evitar hacer la cabeza de lado con confusión.
—Thiago me dijo, ¿cómo sigue? —cuestionó sin dejar de ver el pasillo.
Sorine sacó lo necesario para preparar la bebida y puso agua en dos tazas.
—Mejor, la fiebre va bajando... Espero que...
—Aún tiene un poco —la interrumpió Izan apareciendo con la bebé en brazos.
Paige sonrió pero el gesto disminuyó cuando notó que su sobrina solo apoyaba la cabeza en el pecho de su papá. No se había emocionado como siempre que la veía.
—Ay, mi niña —exclamó levantándose y tomando a Sayuri en brazos.
Izan pasó una mano por su cabello despeinándolo aún más de lo que ya estaba y, sin mirar a Sorine, se sentó en el comedor.
—Lleva un buen rato despierta, es como si no se acomodara para descansar —le contó.
—¿Ya no durmió? —preguntó Sorine preocupada.
Izan tensó la espalda y ella se sonrojó un poco, ninguno se atrevió a mirarse; el chico se aclaró la garganta y negó.
Paige los observó antes de regresar la atención a Sayuri, quien había bostezado y ahora tenía la cabeza recargada en su hombro.
—¿A qué hora despertó? —cuestionó tomando asiento en la sala.
Escuchó algo caer en la tarja de la cocina y arqueó una ceja, el castaño se inclinó hacia el frente apoyando los codos sobre sus rodillas y entrelazó las manos.
—Hace unas tres horas —respondió evitando la mirada calculadora de su prima.
—¿No deberías llevarla a que la vea otro médico? —comentó Paige poniendo una mano en la frente de su sobrina para verificar la fiebre. Seguía ahí, pero no se sentía muy caliente.
—Podría decirle a Trevor, entra a trabajar en la tarde —anunció Sorine dejando las dos tazas en la mesa, una frente a Izan.
El chico endureció la mandíbula. Si antes no soportaba la mención del perfecto novio, ahora menos que había ultrajado a la castaña.
—Apenas empezó con el medicamento ayer, ¿no habría que darle más tiempo? —rebatió en voz baja mirando hacia la ventana.
Sorine se sentó en la otra silla pero de lado para ver solo a Paige y Sayuri.
La prima de Izan la observaba de una manera que la hizo moverse incómoda, era como si estuviera tratando de leer su mente o algo por el estilo.
—Como quieras —musitó y todos voltearon a la puerta cuando escucharon otro toque—. Debe ser Macy —anunció antes de levantarse a abrir.
Paige vio a Izan con ojos entrecerrados y su primo miró de nuevo hacia la ventana antes de pasar una mano por su cabello y luego frotar su nuca. Era el mismo ademán de nerviosismo que usó antes de contarles que había embarazado a su ex.
—¡Naím! —exclamó Sorine con sorpresa.
—Macy me pidió que viniera, sigue atorada de niñera —contó el chico entrando al departamento y viendo solo a su amiga—. Te mandó esto —concluyó entregándole una bolsa rosa.
La castaña sonrió agradecida y revisó el interior, había mandado incluso un cepillo y pasta de dientes.
—Gracias voy a cambiarme —musitó y caminó a gran velocidad hasta el baño.
Izan, por su parte, ladeó la cabeza cuando su prima se acomodó de tal manera que le daba la espalda a la puerta. Prácticamente tenía medio cuerpo volando y mecía a Sayuri.
—Hola, Izan, hola, bebé —dijo Naím acercándose a las mujeres en el sillón provocando que la pelinegra se tensara—. ¿Cómo estás? Te ves decaída —continuó el chico pasando una mano por el cabello castaño de Sayuri.
—Ah, ella es mi prima Paige ——masculló Izan señalando a la susodicha.
—Mucho...
Su prima finalmente volteó y miró al chico con una sonrisa tensa, pero la cara de Naím era de pura sorpresa... Literalmente estaba estupefacto.
—¡Hola! Mucho gusto —exclamó Paige ladeando la cabeza.
Naím la miró, luego a Izan y otra vez a la pelinegra.
—Paige, ¿eh? —musitó.
El castaño arrugó el entrecejo observando el extraño intercambio.
—Sí, estoy de visita unos días pero pronto regresaré a mi hogar —explicó ella sentándose derecha y pasando una mano por la espalda de su sobrina—. Sayuri necesita estar relajada, fuera de ambientes tensos con malas vibras.
Naím pareció carraspear y negó una vez con la cabeza.
—Bien, esperaré a Sorine en el auto —espetó antes de regresar a la puerta y salir por ella.
—¡Qué educación! —exclamó Paige sentando a Sayuri en sus piernas.
Sin embargo, Izan la veía de manera irónica, casi le estaba preguntando con los ojos si en serio creía que se iba a tragar su acto.
Afortunadamente Sorine apareció en la sala provocando que el castaño bajara la mirada al suelo.
—Eh... Te mando mensaje al rato, puede que salga tarde —dijo tomando con fuerza la bolsa en sus manos.
Izan asintió una vez pero vio hacia la ventana.
—Si Sayuri necesita algo...
—Lo tengo controlado, no te preocupes —aclaró el chico.
Paige notó que los ojos de la castaña destellaron de manera curiosa antes de asentir varias veces.
—Nos vemos, Paige —susurró y salió del departamento.
Entonces los primos Moore se miraron con seriedad.
—Ni se te ocurra, que ese asunto con Naím no me pasó desapercibido —gruñó señalándola.
Paige hizo girar los ojos y se levantó con la bebé.
—¿Desayunamos?
Cuando Sorine bajó, encontró a Naím apoyado sobre su auto con los brazos cruzados, el ceño fruncido y la mandíbula endurecida.
—¿Tanto me tardé? —cuestionó creyendo que iban tarde.
Su amigo se sobresaltó y la vio con seriedad antes de sonreír.
—No, estaba pensando en algo —alegó abriendo su puerta.
—¿En Black widow? —rio ella.
El chico gruñó.
—Por algo es una viuda negra, seduce a su presa para terminar con ella —gruñó antes de cerrar.
Sorine parpadeó varias veces no entendiendo y observó a su amigo caminar por el frente del auto, parecía hablar consigo mismo. Una vez que entró al vehículo, se puso el cinturón y arrancó con movimientos tensos.
—La encontraste —exclamó Sorine con asombro.
El chico metió la reversa y se encogió de hombros, luego salió del aparcamiento.
—No importa, no estábamos en la misma página —dijo tajante.
Sorine apoyó la cabeza en la ventana y su gesto decayó. La actitud huraña de Izan se la esperaba un poco, pero el enojo la tomó por sorpresa.
—Te entiendo más de lo que crees —musitó parpadeando para tratar de desaparecer la humedad de sus ojos.
Izan vio preocupado a su hija, no había comido y solo se quedó dormida en el corral tras tomar un poco de leche.
—¿Seguro que no quieres que la revise otro doctor? —preguntó Paige bajando el libro que leía.
El chico negó y regresó a trabajar en el logo de la empresa de energía.
—No puedo abusar del seguro de Thiago y en el hospital del condado me van a decir que la acaban de ver —alegó con cansancio.
Su prima suspiró y la escuchó levantarse. Luego de reojo la vio en la cocina.
—Heriste a tu amiga —anunció de pronto la chica e Izan arqueó una ceja más no desvió la atención de su proyecto—. Sé que eres una papa para esto de los sentimiento ajenos, pero casi salió llorando —prosiguió.
Él suspiró y pasó una mano por su nuca.
—Hasta yo me sentí mal y eso ya es mucho decir —concluyó.
Cerró los ojos y sacudió la cabeza varias veces, luego retomó su tarea.
—Tal vez se sintió mal por su novio —masculló recordando la noche anterior y suspiró de manera audible—. Rayos.
—¿Tiene novio? —cuestionó asombrada su prima.
Izan endureció la mandíbula antes de asentir.
—El pediatra ese que mencionó.
Paige regresó a la sala con una manzana en la mano, comió en silencio pero veía la televisión.
—¿Por eso estás de malas? —El castaño giró en su silla y la vio confundido—. Porque tiene novio —explicó.
Él arqueó una ceja tratando de mantenerse impasible.
—¿Por qué me molestaría eso?
Su prima la vio con cara de "no finjas" antes de regresar la atención a la televisión.
—Me agrada pero no al grado de no dudar —comentó—. De hecho, tengo una nueva razón para sospechar de ella —musitó.
Izan carraspeó y se giró.
—O el mundo es tan pequeño que fue una verdadera casualidad que te toparas con Naím cuando creíste que no lo volverías a ver. —Paige abrió la boca pero Izan levantó un dedo para detenerla—. Y no, no pienso preguntarte nada si te apegas a lo mismo.
Entonces la pelinegra bufó y mordió su fruta con enojo.
—Me caes mal —gruñó.
—También te quiero —alegó él con ironía.
Permanecieron en silencio bastante tiempo hasta que la chica suspiró.
—¿Piensas disculparte por ser un idiota?
Izan apoyó un codo en el escritorio y puso la sien en sus dedos.
—Prefiero seguir con mi vida como si nada hubiera pasado —respondió.
Paige soltó una ligera carcajada.
—Primos teníamos que ser —murmuró ella antes de suspirar con tristeza y recargarse en el sillón.
Tal vez era lo mejor, no tenían plena libertad para andarse buscando relaciones relativamente normales.
Le encantaba aprender sobre los materiales y sistemas de construcción. Era de sus materias favoritas y de las que más disfrutaba a pesar de ser la única mujer.
Actualmente les estaban mostrando el nuevo cemento que tardaba minutos en secarse. Algo novedoso que si bien costaba más que el cemento normal, ahorraría horas de espera y reduciría el tiempo de construcción. Todos estaban fascinados por el invento y las preguntas no paraban. Aunque ella permanencia en silencio, todo lo anotaba.
Cuando la clase acabó, se quedó unos minutos más para anotar lo que seguía en el pizarrón. Estaba tan absorta en la tarea que no notó que alguien más esperaba por ella.
Terminó de escribir, guardó su cuaderno, libro y pluma y se levantó de la banca colgándose la mochila al hombro. Fue hasta que giró que descubrió que Kenji esperaba apoyado sobre el muro con un pie arriba.
—Kaspersen, ¿tomando notas extras? —preguntó con burla.
Sorine empuñó el tirante de su mochila y levantó la cabeza.
—Más vale, yo no tengo un papi que me heredará una constructora —dijo entre dientes caminando hacia la otra puerta del aula.
—Escuché que te negaron la financiación —comentó con desdén y ella se detuvo con la mano sobre la puerta—. De hecho, me contaron que ni la maqueta te dejaron presentar —se burló.
Sorine dejó escapar aire por la boca de manera disimulada. El chico estaba buscando provocarla y humillarla, no entendía porqué siempre la traía en su contra.
—¿Tanto te importa lo que haga? —cuestionó sin vacilar.
El chico rio y se encogió de hombros.
—No, más bien me enteré porque tu financiamiento me lo dieron a mí —alardeó con aparente desdén mientras sacaba su celular. Sorine entonces sí lo volteó a ver con la boca ligeramente abierta y el chico hizo una mueca de burla—. Te dije que deberías dedicarte a cambiar pañales; si crees que tu proyecto va a pasar siquiera a finales es porque eres más ilusa de lo que creí —ironizó antes de dedicarle un guiño y darle la espalda para salir.
Sorine mordió su labio inferior y trató de ignorar sus palabras. Pero le estaba costando bastante. Bajó la mirada y suspiró con fuerza como sin con ello pudiera expulsar todos esos sentimientos negativos que la invadieron antes de abrir la puerta y salir del salón.
No dejaría que Kenji la hiciera sentir mal. Si bien había perdido el financiamiento, Izan le había ayudado a dar un enorme paso con los paneles y ese era su as bajo la manga.
El descuento estaba condicionado solo a ella y el castaño, eso nadie se lo podía arrebatar. Sonrió más animada pensando en que debería hacer algo especial por el chico. Luego se sonrojó recordando que tal vez ya lo había hecho; mordió su labio con nervios y se abrazó a sí misma sintiendo un escalofrío recorrerla al pensar en los labios de Izan.
—¡Sorine!
Volteó y fue cuando se dio cuenta que había salido del edificio de arquitectura sin darse cuenta. Entonces se puso algo sería al ver quién se acercaba.
—¡Qué bueno que te veo! Tengo hora libre y nadie para hablar —dijo Lara una vez que llegó a su lado.
Le dio una sonrisa aparentemente sincera y entrelazó las manos en su espalda.
—Oh, ¿a qué hora sales? —preguntó Sorine pasando un mechón de cabello detrás de su oreja sintiéndose incómoda.
—A las cuatro, ¿tú?
Sorine miró a lo lejos, Macy y Naím se habían estado acercando pero cuando su mejor amiga notó con quién estaba, tomó el brazo del chico y lo jaló con brusquedad hacia una jardinera donde se escondieron.
—Hija de su... —masculló
Lara la vio con sorpresa antes de seguir su mirada.
—¿Quién?
La castaña negó y regresó la atención a la chica.
—Nadie... Amm, de hecho, acabo de salir de mi última clase —le contó.
La rubia sonrió y juntó las manos frente a ella dando un aplauso.
—¿Tienes hambre? Aún no me acostumbro al tipo de comida de aquí pero dicen que el smørrebrød es exquisito.
La chica asintió y cuando la otra se volteó para caminar hacia la cafetería, ella dirigió la mirada hacia sus amigos que seguían detrás de unos arbustos. Macy se asomó un poco y juntó sus manos en ademán de ruego y ella hizo girar los ojos antes de negar y seguir a la recién llegada.
Tal vez estaba juzgando de manera precipitada a Lara, le daría otra oportunidad y le demostraría a Macy que no era tan mala como creía.
Lara amaba leer. Eso ya le había quedado bastante claro a Sorine.
La chica hablaba sobre libros que tenía en casa e idiomas que estaba aprendiendo. Cuando Sorine comentó que había acabado de leer "Al sur de la frontera, al oeste del Sol", los ojos azules de su acompañante destellaron con emoción.
—¿No te dejó con un vació existencial el final? —le preguntó esta mientras bebía té frío.
Sorine movió su comida de un lado a otro.
—Más bien me hizo preguntarme si el pasado puede cambiar tanto el presente —masculló en respuesta.
Lara dejó su vaso y la observó con la cabeza ladeada.
—¿Porque se iba a ir con ella?
La castaña asintió con pesadez.
—Es como si quisieras empezar una relación con alguien que trae... Algo muy fuerte de su pasado... —Se encogió de hombros no sabiendo explicarse.
La chica hizo a un lado su plato y apoyó ambas manos sobre la mesa.
—Te hace cuestionarte si el regreso de una persona es suficiente para hacer cimbrar el universo del ser querido y si acaso estaría dispuesto a dejarlo todo por ella, ¿no?
Sorine subió la mirada, Lara tenía una expresión pensativa.
—Algo así, no me gustaría estar en los zapatos de Yukiko —suspiró.
—¿Lo habrías perdonado en su lugar? —cuestionó la chica antes de tomar otro sorbo de su bebida.
Sorine se movió incómoda cuando el rostro de Izan pasó por su mente. Por alguna razón sentía como si fuera Hajime, el protagonista del libro.
—No —confesó—. Yo no sería capaz de perdonar una infidelidad, menos porque Shimamoto era su ex... Creo que ese nivel de traición nunca se borra.
Lara asintió varias veces.
—Yo tambien lo creo, algo de esa gravedad podría destruir la relación más "estable" —apoyó haciendo comillas con las manos.
Y Sorine no pudo evitar sentir que aquél comentario había sonado como un mal presagio.
Paige observaba su logo con mucha seriedad. Incluso puso un dedo en su barbilla mientras analizaba.
—Me gusta pero siento que le hace falta algo —murmuró alejando el zoom.
—¿Verdad? Me pasa lo mismo —exclamó Izan con cansancio mientras caminaba con Sayuri alrededor de la sala.
Su hija se había animado un poco después de la siesta en el corral.
—¿Si agregas un sol? —preguntó su prima ladeando la cabeza.
—Se ve sobrecargado, ya lo intenté —respondió quitando el sweater de alrededor de la cintura de su hija. La pequeña se había agarrado del sillón y ahora se hacia arriba y abajo con emoción.
Paige bufó y cruzó los brazos mientras se recargaba en el respaldo de la silla.
—Ésta era mi carrera —espetó con enojo.
—Te dije que trates de negociar con Mao —le recordó Izan poniéndose detrás de la silla.
Ella inclinó la cabeza hacia atrás para verlo.
—Ni siquiera me dejó terminar la oración; en su cabezota solo debo dedicarme a nuestro hogar y futuros hijos... Ese es mi lugar en el planeta —gruñó con enojo.
Izan apoyó los brazos en el respaldo.
—Pudiste tomar la oferta de Thiago —musitó.
La pelinegra bajó la cabeza.
—¿Y darle falsas esperanzas de algo que nunca será? —susurró—. No tengo derecho a negarle algo real, Ethan —continuó en su lengua natal.
—Pero sí a negarte libertad y felicidad —escupió él.
Paige se encogió de hombros.
—La felicidad está sobrevalorada —murmuró enredando su cabello en un dedo mientras era observada.
—¿Qué tanto me va a cuestionar Naím? —Decidió preguntar volteando para ver a Sayuri caminar a lo largo del sofá.
—Nada, no sé de qué hablas —alegó ella levantándose y caminando hacia su diminuta mesa. Izan la observó preocupando notando un brusco cambio de personalidad en su prima. Estaba estrujando las manos frente a ella mientras evitaba verlo—. No hice nada, no me culpes de... —titubeó pero había hablado tan rápido que atropelló las palabras.
—Pai...
—Dios, nunca hago nada, soy la perfecta muñequita que respeta, obedece y... —La voz se le quebró e Izan se acercó para poner las manos en sus hombros.
Paige chilló ligeramente y se tensó, luego puso las manos en su rostro cuando el castaño la volteó.
—Demonios, Pai, ¿qué hiciste? —preguntó en voz baja abrazándola con fuerza.
—Me va a matar, Ethan —lloró negando con la cabeza sin apartar las manos de su rostro—. No puedo volver, me va a matar —sollozó.
Izan la abrazó más fuerte y besó su cabeza mientras Sayuri se sentaba en el suelo y se frotaba los ojos. La pequeña parpadeó varias veces y le sonrió a su padre ajena a todo lo que la rodeaba.
El castaño suspiró y se sintió impotente. No tenía manera de ayudar a sus amigos, a su hija... Era un desastre andante y no había manera de arreglarlo sin tener que arriesgar a uno de sus seres queridos.
Ojos aceitunados la veían de manera acusatoria mientras caminaban hacia el banco y ella trataba de mantenerse impasible.
—Macy...
—Mi propia amiga... Mi hermana, casi mi sangre —se lamentó la mencionada con exagerado sentimiento.
La castaña hizo girar los ojos.
—Eres la reina del drama —suspiró negando con la cabeza.
—¿Cómo puedes decir que no es tan mala? Yo la he tenido que soportar por dos días, ¡dos! —alegó poniendo los dedos frente a ella.
Sorine los quitó con un movimiento y entraron al banco. Estaba lleno.
—O sea, ¡mira! Tuve que ofrecerme a venir a arreglar los asuntos de mi madre para no tener que lidiar con ella —masculló tomando un número de cliente VIP—. ¿Eso no te da una vaga idea de cuánto la detesto?
Sorine hizo girar los ojos de nuevo y se encaminaron a la sala de espera del segundo piso.
—Tal vez no le has dado una oportunidad, deberías.
Macy gruñó y subió los escalones acentuando sus pasos.
—O más bien, eres ingenua y quieres ver lo bueno en todos lados —escupió.
La castaña negó y la alcanzó, la chica en modo perra caminaba más rápido que un maratonista. Pero una vez que llegó a la sala, la encontró con un gesto apacible y una sonrisa llena de emoción, lo que la hizo pensar que su amiga por momentos era bipolar.
Bueno, eso creyó hasta que siguió la mirada de la chica y encontró a cierto inglés a unos pasos de ellas viendo su celular.
—No, Mac... —Trató de detenerla pero su escurridiza amiga ya se había encaminado al chico que no las había notado.
—Thiago, ¿cierto? —dijo con fingida confusión una vez que estuvo frente a él.
El pobre hombre se sobresaltó y la miró con ambas cejas arqueadas mientras Sorine sentía ganas de meterse debajo de una roca... O silla, lo que fuera para evitar que Macy la avergonzara.
—Sí, buenas tardes, Dahl —dijo él guardando su celular.
La mencionada hizo un ademán con la mano.
—Por favor, dime Macy, todos mis amigos lo hacen.
Thiago dirigió su mirada a Sorine y ella fingió agacharse para atar la agujeta de su tenis. Si las miradas mataran estaría veinte metros bajo tierra.
—Dios, que no me haga quedar mal, por favor, de por sí me odia —musitó una y otra vez a gran velocidad mientras amarraba por tercera vez su tenis.
—Sorine —exclamó su mejor amiga acercándose—. Le decía a Thiago que podíamos ir a comer.
La castaña levantó el rostro con las manos en sus agujetas, abrió y cerró la boca tratando de excusarse o disculparse
—De hecho, tengo que regresar a la empresa, hay unos archivos... —La interrumpió el inglés moviéndose incómodo.
—No, no, ésta es la hora de la comida, debes alimentarte para rendir en el trabajo; podemos ir al lugar cruzando, sé que sirven rápido, no aceptaré un no como respuesta —alegó Macy poniendo una mano en el brazo del chico.
Thiago la vio como si fuera su culpa y ella bajó la mirada queriendo asesinar a su mejor amiga. El chico era completamente hermético y huraño, jamás lograría conquistarlo.
Macy levantó la mirada y notó que ya estaba su número en la pantalla.
—Oh, denme diez minutos, no tardo —exclamó emocionada y encaminandose al escritorio del gerente que manejaba los asuntos de la empresa de su madre.
Sorine se incorporó con lentitud y evitó mirar al inglés a toda costa. Pero lo sintió ponerse a su lado y de reojo vio como cruzó los brazos.
—Supe lo que hizo Izan —masculló con seriedad y ella se tensó sintiendo el sonrojo subir a sus mejillas creyendo que hablaba de ese apasionado beso—. Deberías saber que está renunciando a la mitad de su sueldo.
Eso la hizo abrir los ojos con sorpresa, su mente comenzó a analizar las palabras y se dio cuenta del tema del que hablaba.
—Los paneles —susurró.
Thiago asintió y lo escuchó suspirar.
—Con lo de Sayuri se debió desbancar, no sé qué estaba pensando.
Ella mordió su labio y bajó la mirada avergonzada.
—Quería ayudarme —justificó en voz baja.
El inglés volvió a suspirar, pero ésta vez de manera audible.
—Lo sé, y me preocupa el porqué —refutó.
Sorine entrelazó sus manos frente a ella con nerviosismo. El amigo de Izan al parecer no tenía filtros.
—Nunca le haría daño —alaró sin querer—. Ni a Sayuri, son... Ella es demasiado importante —admitió.
Thiago la vio con seriedad pero no dijo nada, solo se limitaron a ver a Macy hacerle ademanes al gerente a unos metros de ellos.
Si alguna vez creyó que ver a su mejor amiga coquetear con su hermano era incómodo, el verla platicar con Thiago lo superaba en creces.
Y no, no porque se le estuviera lanzando al chico. Más bien porque había adoptado una actitud madura y seria mientras hablaban de economía.
¿A donde había escapado su mejor amiga?
Se echó agua en el rostro y luego pasó una mano por su nuca tratando de aligerar la tensión. Había escapado de la comida cuando empezaron a hablar de las empresas que participaban de manera activa con las universidades. Dahl INC había patrocinado algunos eventos de escuelas públicas y al parecer era un tema que sí le interesa al inglés, pues quería hacer lo mismo.
Se sorprendió bastante al enterarse que él era dueño de la empresa donde trabajaba Izan: Una herencia que le dejó su padre.
Si algo admiraba de su mejor amiga, era esa habilidad para detectar sentimientos, así que no se sorprendió cuando desvió la plática del fallecimiento de los padres del chico; hasta ella notó que el tema era asunto delicado para el inglés.
—Si para el final del día Macy no se le avienta, usaré su ropa por una semana —prometió a la nada esperando que el haberlos dejado solos no fuera contraproducente.
Se peinó el cabello y arregló su camisa a cuadros antes de salir del baño. Caminó hasta la mesa y encontró a su mejor amiga con una mirada llena de preocupación.
Cuando se acercó más, logró ver a Thiago con el teléfono al oído, hablaba mientras negaba con la cabeza.
—No, Izan, no es normal... sí pero el medicamento es justo para eso...
Sorine sintió su corazón encogerse y se detuvo a un lado de Macy quien la vio consternada.
—¿Hablan de Sayuri? —preguntó sintiendo un nudo en la garganta.
Thiago la vio con el ceño fruncido.
—Sí, es ella... Bien... —dijo alejando el aparato y ofreciéndoselo.
La castaña sintió sus manos temblar mientras lo tomaba, suspiró y trató de mantener la voz neutral.
—¿Izan? —llamó escuchando al fondo el llanto de la bebé y alguien —¿Paige?— haciendo sonidos para tratar de calmarla.
—La fiebre se disparó de la nada, estábamos con ella, jamás estuvo sola —exclamó desesperado atropellando las palabras—. Vomitó toda su leche y sus labios se ven azules... No sé... No sé...
Sorine abrió los ojos con sorpresa.
—Ve al hospital infantil del centro —le ordenó viendo de reojo a Thiago levantar la mano para pedir la cuenta.
—No, el seguro de Thiago solo cubre...
Ella se giró y comenzó a caminar a grandes zancadas fuera del restaurante.
—Izan, hazme caso, te veo allí —le ordenó—. Tranquilo, solo ve —insistió cambiando el tono de su voz.
Lo escuchó suspirar y decirle algo a su prima.
—Vamos para allá.
Sorine cortó la llamada y sacó su propio teléfono para hacer una propia. No dejaría que nada le pasara a Sayuri.
Jamás se perdonaría que algo se las arrebatara.
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