Capítulo 11
Era extraño tener tanta gente en su pequeño departamento. Y por si fuera poco, las miradas de su prima lo ponían en alerta y cada cierto tiempo le dirigía alguna de hartazgo pues sabía lo que estaba pensando.
Sorine era increíble con su hija, hacía de todo para mantenerla feliz y jamás había escuchado llorar a Sayuri mientras la chica estuviera cerca. Algo que Paige notó inmediatamente.
Se encontraba haciendo la comida de Sayuri bajo la mirada juiciosa de su prima, quien se encontraba apoyada a un lado del refrigerador con los brazos cruzados y el entrecejo fruncido.
—Está muy apegada —susurró por décima vez la pelinegra.
Izan suspiró cansado y comenzó a desmenuzar el pollo de su hija de la manera que Sorine le enseñó.
—Casi diario la ve, ¿qué esperabas?
—¿Que fueras cuidadoso? —refutó ella con ironía—. Además no es la única que ve a la chica como si fuera...
—No empieces —espetó el castaño en un susurro golpeado—. Estoy agradecido, es todo.
Recibió una mirada llena de incredulidad.
—Entonces explícame por qué demonios entraste en pánico cuando me vio aquí —murmuró a gran velocidad.
Izan la miró con enojo antes de tomar la comida de su hija y salir de la cocina para llevarla a la pequeña mesa. Sorine estaba en la recámara cambiando un pañal.
No tenía justificación, cualquier cosa que dijera dejaría entrever que le importaba demasiado la opinión de la castaña. Situación que a duras penas comenzaba a asimilar.
—Pídele que se quede a comer —exigió Paige amarrando su larga cabellera en una coleta alta.
Él levantó la cabeza con sorpresa y abrió la boca sin lograr formular una palabra.
—¿Qué? No... No vas a...
Ojos avellanados lo miraron con dureza.
—No vas a poner en peligro a mi sobrina, arriesgamos mucho para ponerla a salvo así que no empieces —espetó ella antes de salir de la cocina para dirigirse al baño—. Ambos sabemos que soy mejor en eso de juzgar a las personas, dile que se quede —concluyó en su lengua natal antes de cerrar la puerta del baño con un azote.
Izan exhaló por la boca antes de pasar una mano por su cabello con irritación.
Paige no tenía filtros... Solo cuando estaba frente al idiota de su prometido... No quería exponer a Sorine a sus actitudes pero al parecer no tendría opción.
—Demonios —masculló empuñando las manos.
Su prima estaba viendo cosas que no eran. Si bien Sorine le llamaba la atención, jamás intentaría una relación con ella. No estaba listo para nada más de lo que actualmente tenían.
Si algo amaba Sorine, era hacer caras para escuchar la risa de Sayuri. No había situación más alegre para ella que escuchar a la pequeña reír.
Así que cuando salió de la recámara, después de cambiarla, le hizo caras graciosas, las mismas que hacía con Trevor en esas fotografías que cambiaban cada inicio de semana. Pero al encontrar a Izan pasando una mano por su cabello con un gesto de aparente enojo, dejó de hacerlo.
—¿Sucedió algo? —preguntó no sabiendo si Paige se había ido.
El castaño se sobresaltó y giró tan rápido que trastabilló.
—No, nada... —Miró hacia la puerta del baño y Sorine lo imitó antes de fruncir el ceño con confusión—. Paige me preguntaba si quieres comer algo; pero no es necesario, sé que tienes tarea y con ella aquí puedes usar la computadora por más tiempo, pero también debes de tener hambre, jamás sé si ya comiste o...
Sorine parpadeó varias veces mientras el chico seguía balbuceando. No terminaba de entender si la estaba invitando a comer o si le estaba rogando que no lo hiciera.
—¿Me estás pidiendo que coma con ustedes? —lo interrumpió.
Izan sintió el sonrojo en sus mejillas y desvió la mirada a la comida de su hija.
—De hecho, te lo pido yo —intervino Paige apareciendo por el pasillo—. Pero Izan debe de traer la comida, traté de conseguir el número de ese pequeño lugar que está cruzando la avenida pero, —Se encogió de hombros—, no pude.
Izan la miró con ojos entrecerrados más la chica no se inmutó.
—¿Podrías ir, primo? —inquirió ésta con aparente inocencia.
Sorine miraba el intercambio un tanto confundida. El castaño parecía estar advirtiendo algo con la mirada.
—Bien —espetó finalmente y se dirigió a la puerta.
—¿Quieres que...?
Izan negó sabiendo que quería pagar. Abrió la puerta y vio a Sorine unos segundos.
—Tal vez sea mejor que Sayuri espere y coma con nosotros —musitó y ella asintió. El chico miró de nuevo a su prima con seriedad y finalmente salió del lugar dejando a la castaña a merced de Paige.
Sorine caminaba con Sayuri alrededor de la sala mientras era observada. Aunque se sentía algo intimidada, trataba de ignorarlo jugando con la pequeña castaña.
—¿Por qué le pones eso en la cintura y no la agarras de las manos? Es lo que usualmente hacen todos —preguntó Paige con la cabeza ladeada desde el sillón.
—Porque puedes causarle una lesión... Como una luxación de codo —respondió sin mirar a la otra chica.
Paige recargó el rostro sobre el apoyabrazos y la observó. Era igual de exagerada que su primo.
—¿Lo leíste?
Sorine frunció el ceño y cuando observó a su acompañante, le dedicó una mirada llena de enojo.
—Me lo dijo un pediatra especializado.
Paige tuvo ganas de decirle que le bajara dos rayitas a su intensidad, pero de cierta manera se sintió orgullosa de que su sobrina tuviera una niñera tan bien informada.
—Tengo una duda un tanto personal —murmuró la pelinegra sentándose en el suelo y soltando su cabello para comenzar a trenzarlo. Sorine la vio confundida pero no dejó de caminar con la bebé—. ¿Por qué lo hiciste? —inquirió.
—¿Qué hice? —refutó la castaña.
La chica ladeó la cabeza.
—El trato con Et... Izan.
Sorine frunció el ceño ante el desliz pero decidió no darle importancia.
—Oh —musitó acomodando a Sayuri en el suelo para dejarla gatear con libertad.
—¿Fue mi primo, mi sobrina o la iMac?
La chica se sintió extraña ante la pregunta pero no era de mentir ni de ser grosera.
—No fue alguien —dijo finalmente observando a la bebé ir hacia su tía—. Fue la situación...
Paige le dio una mirada calculadora y la castaña suspiró.
—Me recordó a mi padre... En cierta manera... Mi mamá falleció durante el parto y entre él y mi hermano se las tuvieron que arreglar conmigo... —Se encogió de hombros—. Cuando conocí a Izan estaba solo... Y cansado... —Su acompañante sostuvo a una Sayuri que se hacía arriba y abajo mientras reía—. Y al ver a Sayuri... No sé, no pude solo pasar de largo —susurró clavando la mirada en el suelo.
La otra chica se mantuvo seria mientras la bebé balbuceaba, parecía estar disecando sus palabras.
—¿Puedo preguntar algo personal sobre Sayuri? —cuestionó Sorine tras unos minutos de silencio. Los ojos avellana de la chica se volvieron casi amenazantes pero no se inmutó. Mínimo ella estaba preguntando, no exigiendo, como la otra lo hizo—. Solo quiero saber si... Está viva o no...
Paige abrió los ojos con sorpresa entendiendo a la perfección.
—¿Cuál es la diferencia? —preguntó de regreso.
Sorine suspiró y observó a Sayuri gatear hasta ella. La pequeña se sostuvo de su rodilla y se puso de pie con una enorme sonrisa.
—Pues... El saber si soy reemplazable o no. —Se encontró confesando mientras recordaba el libro que leyó la noche anterior.
Su acompañante bufó y la vio de reojo cruzar los brazos con un gesto de enojo.
—Créeme que ella no cuidaría a Sayuri así le pagaran por ello, es una maldita egoísta que jamás debió... —Se detuvo de golpe e hizo una mueca de desagrado.
Sorine asintió habiendo entendido que la madre de Sayuri efectivamente estaba viva pero que no quiso tener nada que ver con ella.
—Bueno, no sabe de lo que se está perdiendo —exclamó tomando a la bebé en brazos y sonriendo ante la risa que soltó con el acto.
Paige no dijo nada, solo las observó. Pero por su mente pasó que ojalá jamás lo supiera. Esa mujer no se merecía saber nada de su primo y sobrina.
—Por cierto, estudias en el tecnológico de Esbjerg, ¿cierto? —exclamó Paige con una sonrisa que parecía siniestra.
Sorine la vio extrañada y asintió un tanto escéptica, sin embargo, su acompañante sonrió aún más con un gesto lleno de picardía.
Después de comer, Sayuri terminó exageradamente sucia. Algo que no era muy común, pero parecía que la pequeña estaba empedernida en hacer arte con sus verduras.
—La voy a bañar —comentó Sorine con una sonrisa mientras levantaba a la pequeña de su silla.
La bebé aplaudió e hizo trompetillas emocionada, incluso se movió arriba y abajo en brazos de la castaña.
Izan asintió mientras limpiaba los restos de comida y Paige tiró los envases de cartón en el cesto de la cocina. Una vez que escucharon la puerta del baño cerrarse, la chica apoyó ambos brazos en la barra mientras su primo pasaba un trapo sobre la mesa.
—Me agrada —exclamó de pronto ella. Izan frunció el ceño más no dejó de hacer su tarea—. Adora a Sayuri —continuó.
El castaño juntó los restos en un plato y luego se agachó al suelo para levantar lo que podía con una servilleta.
—Eso no es bueno —concluyó la chica.
Él no dijo nada, solo se levantó, dirigió a la cocina, tiro lo que debía y tomó la escoba para barrer.
—Iza...
—Te estoy escuchando, no sé qué esperas que diga —espetó moviendo la mesa y sillas a un lado para barrer—. No tengo control sobre lo que sienten los demás, Paige, de ser así...
—Pero sí de lo que tú sientes y no me vas a negar lo que estoy viendo —gruñó ella azotando una mano sobre la barra.
Su primo suspiró dejando caer los hombros y apoyando la frente sobre el palo de la escoba. Estaba cansado emocionalmente.
—Tú y Thiago suelen tratarme como si jamás hubieran cometido errores, cuidando mis pasos cuando yo he sido el que está pagando las consecuencias de sus actos —murmuró con los ojos cerrados—. Estoy cansado, Paige, de tener que vivir con el eterno reclamo, de ver a mi hija y saber que le arruiné la vida.
Paige abrió la boca ligeramente cuando percibió el nudo en la voz de Izan.
—No los necesito para recordarme lo que ya sé —finalizó dejando la escoba y dirigiéndose a la puerta para salir del departamento con un azote detrás de él.
La pelinegra sintió culpa y bajó la mirada avergonzada. Tenía razón.
Si bien ella había aceptado un matrimonio maldito para no perder su fortuna y ayudar a su primo a escapar con su sobrina; ella se la pasaba buscando escapes de su realidad haciendo cosas que nadie sabía.
Recordó la razón por la que le preguntó a Sorine por su escuela y se sintió aún más basura.
Cuando Sorine salió del baño, encontró el departamento inusualmente callado. Sin embargo, cómo se metió rápidamente a la recámara para cambiar a la bebé, no ahondó mucho en ello. Hasta que tuvo que salir de ahí tras dormir a Sayuri.
—¿Izan? —llamó entrando a la sala.
Pero nadie le respondió ni encontró a alguien. Y el baño seguía con la puerta tal como la dejó. Frunció el ceño extrañada. Jamás la había dejado sola con su hija... Solo aquella vez que estuvo dormida.
Sacó su celular consternada y marcó el número del castaño, pero percibió la ligera vibración del aparato cerca de la iMac, al acercarse, efectivamente encontró el celular del chico.
¿Habría salido con Paige? ¿Por qué no le avisó?
Se sentó en el sofá y apoyó los brazos sobre sus piernas, entrelazó las manos y sintió algo de ansiedad inundarla. Eso no era normal, sentía que algo estaba muy mal.
Miró el reloj en su celular y pensó en que esperaría mínimo una hora antes de rogarle a Macy que stalkeara a Thiago para encontrar a Izan.
Dirigió la mirada hacia la ventana y suspiró de manera audible. Esperaba con todo su corazón, que estuviera bien.
Para cuándo Izan entró a su departamento, la luz del exterior se había extinguido y se sintió ansioso al encontrar el lugar en silencio. Pero al encender la luz, una cabeza de cabello castaño se alzó del sillón y lo vio con sorpresa.
Ámbar y esmeralda se estudiaron con la mirada en completo silencio. Ni siquiera el ruido del exterior influyó en lo que pasaba adentro.
Fue él quien desvió la mirada sintiéndose culpable de haber dejado que sus emociones nublaran sus decisiones.
—Lo siento, no debí dejarte aquí sin decirte algo... Fue irresponsable.
Sorine se enderezó en el sillón pero no dejó de verlo. Izan finalmente suspiró bajando la vista esperando el inminente regaño.
—¿Estás bien? —Escuchó y no pudo evitar levantar la cabeza con sorpresa.
Abrió la boca y la cerró no entendiendo si en verdad le importaba su bienestar o si acaso estaba preocupada porque fuera a beber.
—No pienso tomar nada, no descuidaría así a Sayuri... No de nuevo —contestó encogiéndose de hombros.
Pero Sorine negó una vez y se levantó del sillón para acercarse a él. Le sacaba una cabeza de estatura, así que cuando se detuvo a un escaso paso, no pudo evitar inclinar la cabeza para verla a los ojos.
—Pregunto por ti, no por Sayuri... El mundo no debe girar alrededor de tu hija, Izan —susurró ella notando la tristeza en esos ojos ambarinos—. Ella es prioridad, sí... Pero tú eres una persona aparte que necesita entender que es igual de importante.
Izan frunció un poco el ceño y la chica le sonrió.
—Lo único bueno que he hecho es tener a Sayuri —musitó rogando que el acelerado latido de su corazón no influyera en su voz.
Sorine bajó la mirada y tras pensarlo un poco, llevó su mano hasta la de él y la tomó esperando que el chico no rechazara el contacto. Lo sintió tensarse y creyó percibir un ligero jadeo.
Pero aquello quedó de lado cuando no repelió el agarre.
—Para mí no... Tal vez no es muy importante mi opinión, pero debes saber que para mí haz hecho mucho más.
La mano de Izan se volvió sensible en exageración. Cada poro de su piel percibió el agarre de Sorine y sentía que estaba temblando. Era un pequeño toque que transmitía mucho más de lo que tal vez ella quería dar.
Suspiró de manera temblorosa y permitió que sus dedos se entrelazan no entendiendo qué pasaba.
—Sí importa —masculló y Sorine lo vio con la cabeza ladeada, él no desvió la mirada—. Tu opinión sí me importa.
Y la chica le dio una sonrisa que agitó tanto su mundo, que finalmente aceptó que estaba perdido.
Sorine estaba muy animada. Sentía que el mundo había tomado otro color. Hasta percibía un clima ideal y los pájaros cantar.
Se vistió a la par que entonaba una canción y desayunó moviendo la cabeza de lado a lado en un aparente ritmo. Se sentía sumamente feliz y no alcanzaba a entender la razón. Pero no planeaba quejarse. Hacía mucho que no se emocionaba por ir a la escuela.
Revisó su celular y al leer que Naím llegaba en cinco minutos, bebió rápidamente su jugo, llevó sus platos al lavabo y corrió a peinarse. No tuvo que esperar mucho; justo cuando terminaba de lavarse los dientes, escuchó el claxon que anunciaba la llegada de su amigo.
Se pasó la mano rápidamente por el cabello una vez más y tras tomar sus cosas de la sala, salió corriendo.
Esperó ser recibida con un reclamo, pero el chico estaba enfrascado en su celular con el ceño fruncido y la boca de lado. De hecho, no notó su presencia hasta que cerró la puerta del vehículo.
—Tienes cara de asesino serial —comentó poniéndose el cinturón de seguridad.
Naím hizo girar los ojos y metió la primera velocidad después de dejar de lado su teléfono, tenía la mandíbula tensa y los ojos entrecerrados.
—¿Fue Macy? —insistió revisando que llevara todo en su mochila.
Lo escuchó suspirar y apretar el agarre sobre el volante. De reojo lo vio negar.
—Nunca me habían dado un teléfono falso —gruñó el chico a su lado—. Es algo nuevo que sigo sin poder creer.
Sorine ladeó la cabeza y el chico le entregó su celular antes de hacer un ademán con la cabeza invitándola a marcar. Sorine no pudo evitar reír al ver el nombre del contacto.
—Bueno, con el nombre debiste saber que era falso —se burló.
Los ojos grises de Naím casi la asesinaron.
—Creí que era un juego, no me esperaba un número falso.
—¿Ya buscaste a los demás Vengadores? Puede que ellos sepan su número —rio la castaña con suma diversión.
—Ja, ja, muy graciosa —espetó Naím.
Sorine giró la pantalla y le mostró el contacto.
—Natasha Romanov, ¿en serio te lo creíste?
Su amigo endureció la mandíbula.
—Yo era Steve Rogers, así que sí, creí que así nos íbamos a llevar.
La castaña soltó una sonora carcajada y su amigo se limitó a verla feo mientras manejaba.
—Ay, no puedo con esto. —Logró exclamar entre risas.
Naím volvió a bufar pero no dijo nada.
Una vez que Sorine se calmó, marcó el número y escuchó una voz femenina diciendo que el teléfono era inexistente.
—Bueno, ¿y es tan malo? Según recuerdo eres chico de una sola vez —alegó apagando el aparato.
Naím tamborileó el volante con su índice mientras fruncía el ceño.
—Si le pedí su número fue por algo —musitó.
—Sí, bueno; evítale el dolor de cabeza a la pobre víctima, te ibas a espantar como lo hiciste con Macy —le recordó observando la entrada a la universidad.
Un silencio sepulcral se instaló en el vehículo.
—Tal vez tengas razón —masculló finalmente el chico.
Entraron al estacionamiento y Sorine bajó la mirada un tanto apenada. Su amigo se veía realmente decaído.
Cuando estacionó el auto, ambos se quedaron inertes en el interior hasta que ella finalmente suspiró.
—Lo siento, Naím.
El mencionado negó y se encogió de hombros.
—No, tienes razón, huyo cuando las cosas se ponen serias.
—Y eso es porque no has encontrado a la chica correcta —alegó la castaña ya tomando seriedad en el asunto.
Su amigo recargó la cabeza en el respaldo del auto y cerró los ojos. Faltaba media hora para su primera clase.
—En verdad te interesa, ¿eh? —susurró la chica.
Su acompañante abrió los ojos y miró al techo.
—Tenía este aire de rebeldía y una belleza exótica... Jamás había conocido a una chica así —confesó sin desviar la mirada.
Sorine asintió y puso la mano en la puerta.
—Bueno, Esbjerg no es un lugar muy grande, seguro la vuelves a ver.
Naím se encogió de hombros y se giró para tomar su mochila.
—No era local, eso me quedó bastante claro —le contó antes de que ambos salieran del auto.
—¿Y decidiste buscarla justo hoy? —preguntó Sorine mirando a su alrededor tratando de encontrar a Macy.
—No, no quería verme muy intenso así que esperé a ayer, luego intenté de nuevo hoy; por alguna absurda razón creí que activaría el número si le daba más tiempo —dijo en un tono de hartazgo.
Sorine vislumbró a su mejor amiga a la distancia; levantó la mano y la movió de lado a lado para hacerle saber que eran ellos. Macy hizo un pequeño asentimiento pero regresó su atención a lo que hacía: hablar con una chica que jamás habían visto.
Los amigos se acercaron hasta ellas y fue cuando finalmente Macy sonrío. Aunque fue un gesto lleno de falsedad que solo ellos, que la conocían, lograron notar.
La castaña se extrañó ante aquello, pues su mejor amiga era una persona muy amigable.
—Sorine, Naím; qué bueno que los veo —les dijo la mencionada saludando de beso a cada uno y luego viendo de nuevo a su acompañante.
La castaña siguió su mirada y encontró una sonrisa tímida junto a unos ojos azules y cabello rubio cenizo. La chica apretaba unos libros a su pecho como si su vida dependiera de ello y los veía con incertidumbre.
—Oh, una disculpa —exclamó Macy—. Naím, Sorine, les quiero presentar a una nueva alumna —continuó haciendo un ademán en dirección a ésta.
La castaña ladeó la cabeza y la chica frente a ella le sonrió con amabilidad.
—Lara Taylor, mucho gusto en conocerlos —dijo la nueva en un hilo de voz, con un acento que vagamente reconoció.
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