E S P E C I A L | Navidad
*Narrador omnisciente*
2003, 24 de diciembre
¿Navidad? ¿Acaso existe una época mejor? Seguro que para la familia Benson-Smith no, ya que cuando se tiene tanta alegría como la que ellos poseen día con día, navidad se vuelve un motivo más de celebración.
Y vaya que debían celebrar mucho este año, sin duda 2003 se había vuelto una montaña rusa de emociones para todos, especialmente para la familia Smith.
La familia perfecta, ese era el nombre que le podíamos designar a la imagen familiar que ahora se presenciaba, ambas hermanas con sus respectivos maridos, el padre de ambas mujeres y los tres pequeños, sí, leyeron bien, tres, ya que este año se sumó a la foto familiar la pequeña Ámbar, Ámbar Smith.
–Quisiera proponer un brindis– Comentó la hermana menor, Lily, levantándose de su asiento logrando que la atención de todos los adultos se capte en ella –Quiero dar gracias por esto, por todos ustedes... Papá, te quiero agradecer por estar siempre para nosotras desde que mamá se fue, por mantenerte a nuestro lado sin importar lo difícil que fue para vos... Hermana, cuñado... Nunca me cansaré de agradecer lo que hicieron por mí y por Bernie, estaremos eternamente en deuda con ustedes... Y le deseo lo mejor a tu familia siempre, que sean muy felices con esta nueva integrante para siempre... Y al amor de mi vida, Bernie, quiero agradecerte por darme la familia que siempre quise tener, por ser siempre ese hombre bueno y honesto que yo amo... Brindo por estar unidos siempre, en las buenas y en las malas... Salud.
–Salud– Se logró escuchar prácticamente al unísono seguido de un par de risas.
–Que hermosas palabras mi amor– Mencionó Alfredo regalándole una sonrisa a su hija –Pero ahora... ¡¿Quién quiere abrir los regalos?!
–¡Yo! ¡Yo quiero abuelo!– Gritó de felicidad el pequeño Simón de tan sólo cinco años causando las risas de la familia entera.
–¡Entonces vamos!– Celebró Alfredo junto a su adorado nieto.
–¡Sí!... Vamos Ámbar– Comentó Simón.
Simón tomó de la mano a su ahora hermana menor, Ámbar, de apenas tenía tres años, para acompañarla hasta el gigantesco y hermoso árbol de navidad que la mansión Benson-Smith decoraba con tanto anhelo cada año.
–¿Quién va a ir primero?– Preguntó Alfredo hacia Simón.
–Ámbar... Mi hermana va primero– Sonrió Simón con tal orgullo hacia su abuelo.
El corazón de Sharon no pudo llenarse más al escuchar esas palabras salir de la boca de su hijo. Al aceptar hacerse cargo de Ámbar, Sharon se preocupó demasiado por cómo lo tomaría su familia, especialmente su pequeño hijo Simón, sin embargo, esas preocupaciones se esfumaron en cuestión de días, Simón estuvo más que emocionado de tener una hermana, jugaba con ella todo el tiempo, la cuidaba siempre, siempre se aseguraba que estuviera feliz, si lloraba trataba de calmarla, en resumen, adoraba a su hermana menor.
–Entonces que la princesa abra sus regalos... Vení Ámbar– Exclamó igual de sonriente Alfredo.
Ámbar, quien se aferraba a la pierna de su ahora papá, André, miró dudosa a su mamá casi como pidiendo permiso, era tan tierno verla de esa manera, en tan sólo cinco meses Ámbar se había vuelto parte de la familia, aunque a veces resultaba un poco confuso para ella, cada día se iba sintiendo parte de esa familia.
–Ve con tu abuelo, mi amor– Habló tiernamente Sharon logrando que la pequeña sonría un poco.
–Vení hermanita– Nuevamente Simón tomó de la mano a Ámbar para acompañarla hasta el regalo que Alfredo le indicaba.
Con ayuda de Simón, y un poco de su abuelo, Ámbar terminó por romper la envoltura de aquella gigantesca caja para encontrarse frente a ella a una hermosa casa de muñecas que logró dejarla boquiabierta. Más que una casa de muñecas, se trataba de una mansión en la que ella juraba podría vivir ya que era mucho más alta que ella.
–¿Y qué sería de una casa de muñecas sin una muñeca?– Habló Alfredo sacando a Ámbar del trance en el que se encontraba para entregarle en sus manos una bella muñeca idéntica a la pequeña rubia quien sonrió más grande que nunca.
–Dale las gracias a tu abuelo– Soltó Sharon igual de sonriente que su hija al verla tan alegre.
–Gracias abuelo– Comentó la pequeña tirándose a los brazos de su abuelo para unirse en un profundo abrazo.
–¡Ahora le toca a Luna!– Cortó con la ternura del momento la voz aguda de Simón logrando que Ámbar se separara de su abuelo.
–Tenés razón... Es el turno de mi otra nietita... Vení Luna.
La pequeña Luna de tan sólo dos años que se encontraba sentada sobre el regazo de su madre Lily no pudo evitar aferrarse más a ella al sentir a su abuelo cerca, ya que a decir verdad, la pequeña había resultado todo lo contrario a Lily, era demasiado arisca y no quería apartarse del lado de su madre nunca.
–No– Sollozó rodeando sus brazos en el cuello de Lily para evitar que la apartaran de ella.
–¿No querés abrir los regalos de tu abuelo mi amor?– Ahora fue Bernie el que intervino intentando convencer a la pequeña.
–No– Nuevamente negó ahora frunciendo el ceño logrando la risa de algunos, era tan divertido observar el carácter de esa diminuta criatura.
–Luna, mi amor... Mira lo que te trajo tu abuelo– Era el turno de Lily de convencer a la pequeña Luna sin victoria alguna.
–Está todo bien Luna... Mira los regalos– La tierna voz de Ámbar se hizo escuchar entre los primeros intentos de llanto de Luna quien al escuchar a su ahora prima logró contener sus lágrimas –Vení.
Ámbar estiró su diminuta mano hacía Luna quien sin dudarlo la tomó caminando junto a su prima hasta el que era su regalo, y sin soltarla en ningún momento ambas abrieron esa envoltura encontrándose en su interior una casa de muñecas similar a la de Ámbar, sólo que esta era más pequeña que la de la rubia.
Por primera vez en el rostro de Luna se dibujó una sonrisa y sin esperar más ambas pequeñas comenzaron con su adorable charla para comenzar a jugar con sus regalos de navidad.
–¡Ahora es mi turno!– Gritó Simón logrando más risas entre todos.
Hermosa imagen familiar, Sharon y André, al igual que Lily y Bernie observaban la alegría de sus hijos al abrir regalo por regalo, muchos a decir verdad, pero todo era por esas sonrisas sinceras en sus rostros, las cuales contagiaban a toda la familia y hacían sentir a todos en paz, un recuerdo que sin duda quedaría en los corazones de todos para siempre.
2008, 23 de diciembre
La alegría de las fiestas estaba presente para todos en la familia Benson-Smith, los preparativos por parte de las hermanas Milder y sus maridos para la inigualable cena navideña estaban llegando a su fin, así como la emoción por los pequeños de la mansión, Luna, Ámbar y Simón por los regalos bajo el árbol, la misma alegría de todos los años.
Sin embargo, había una sola persona en esa familia que no compartía la misma emoción. Se trataba de Sharon Smith, no había podido dormir desde hace unos días cuando una mujer del pasado apareció perturbando su tranquilidad.
No obstante, Sharon fue capaz de apartarla de todos en los muchos intentos que esa mujer hizo por acercarse a su familia, con la condición de que le diera una oportunidad de hablar con ella.
Justamente eso se encontraba haciendo, entrando a aquella cafetería dónde la mujer misteriosa fue citada por Sharon, completamente arrepintiéndose de lo que estaba por hacer, Sharon sabía que era la única manera de acabar con eso.
–Me alegra mucho que hayas aceptado Sharon– Habló la mujer cuando Sharon se sentó frente a ella.
–Sólo acepté por un motivo y ese motivo es para decirte que te alejes de una vez por todas de mi familia Sylvana.
Sylvana, la mujer misteriosa, ahora no tan misteriosa para todos nosotros, no pudo evitar sentirse confundida por el tono amenazante de Sharon.
–¿Perdón?
–Lo que escuchaste Sylvana... No pienso permitir que te acerques más a mi familia.. ¿Crees que no sé que has intentado acercarte a ella?... Ahora que sé toda la verdad me doy cuenta que fue un grave error lo que hice.
–¿Cómo podés decir eso?... ¿Acaso no querés a Ámbar?
–A Ámbar la amo con todo mi corazón... Y por eso mismo me arrepiento de haberle ofrecido un techo... Si hubiera sabido la verdad desde el inicio me hubiera dado cuenta que tu idea era pésima.
–Sharon yo no sabía lo que hacía... Yo sólo quise asegurarme que mi chiquita estuviera a salvo... Y es lo único que se me ocurrió.
–¿No pensaste en el grave peligro que ella corre? ¿No pensaste que podía pasar si todos se enteraran de la verdad?... ¿No lo pensaste?– Exclamó amenazadora logrando hacer temblar a Sylvana.
–Perdóname Sharon.. Estaba desesperada... Estaba muy mal... Apenas tenía veintidós años– Sollozó Sylvana dejando escapar unas lágrimas dolorosas –Ahora sé muy bien que apartarme de su lado fue lo peor que pude hacer... Estoy muy arrepentida y por eso quiero acercarme a ella, quiero recuperarla.
–¿Vos te volviste loca?... No podés simplemente venir por ella luego de cinco años y decir que querés recuperarla... Ámbar tiene su vida, su familia...
–Yo soy su familia... Soy su mamá...
–Ya no más... Ámbar ahora es mi hija y siempre lo va a ser– Soltó fría logrando que más lágrimas rodaran por las mejillas de Sylvana –Ya te dije que no pienso permitir que te acerques a mi hija nunca más... Sólo le podés causar mucho daño.
–No lo voy a permitir– Se armó de valor retando a Sharon –Yo voy a pelear por ella, por recuperarla, por volverla a tener entre mis brazos... Ámbar en algún momento querrá saber quién es su verdadera mamá.
–Lo dudo mucho... Ámbar sabe muy bien que no tiene pasado. Nosotros nos encargamos de hacerle creer eso.
–¿Qué le dijeron?
–La verdad... Sus padres la abandonaron en un hogar porque no querían saber nada de ella, nosotros la adoptamos cuando tenía sólo tres años... La única verdad.
–¿Cómo pudiste?– Lloró Sylvana sintiendo su corazón partirse en mil pedazos –¿Cómo pudieron?
–Era la única manera de protegerla de tus errores... Ámbar crecerá siendo una Smith para siempre... No es más tu hija... Así que aléjate para siempre de ella y de todos nosotros.
Las lágrimas de Sylvana iban en aumento, sentía que había perdido las esperanzas por volver a encontrar a su pequeña, sin embargo ella seguiría luchando, siempre lo haría.
De su bolso tomó una pequeña caja color turquesa junto con un sobre que tenía una fotografía de una bebé de tan sólo unos meses y las colocó frente a Sharon.
–Alaia– Sharon frunció el ceño sin entender a que se refería –Su segundo nombre es Alaia... Significa alegría– Sylvana suspiró conteniendo las últimas lágrimas –Sharon yo no voy a descansar hasta que tenga a mi chiquita en brazos... Y haré todo lo que sea necesario para recuperarla.
–Sylvana... No hagas esto más difícil... Yo sólo quiero lo mejor para Ámbar.
–Lo mejor es tener a su madre con ella.
–La tiene, me tiene a mí, a un padre que la ama, unos tíos que la adoran, un hermano que la quiere, una prima que la hacen reír, nos tiene a todos nosotros... Si Ámbar se entera de la verdad sólo va a sufrir.
–No me importa... Ella necesita saber la verdad, su pasado... No puede vivir siempre en una burbuja.
–Es lo mejor para todos... Aléjate para siempre. Si no me vas a obligar a tomar medidas drásticas.
–Aceptaré el riesgo. Eso es para ella. Es su pasado. Por favor no le quites nunca eso. Su historia es parte de ella...
Y sin decir más Sylvana se levantó soltando nuevamente las lágrimas que logró contener por un momento, mientras que Sharon por fin dejó de lado la compostura para sentir sus ojos cristalizarse, aunque no lo dijera, era la verdad, estaba aterrada del futuro de Ámbar, en cinco años Ámbar se había ganado todo el amor de Sharon, se había vuelto su hija y no pensaba perderla ni mucho menos arriesgarla a que algo malo le pasara, su misión ahora era protegerla de la dolorosa verdad y como que se llamaba Sharon Smith, que lo iba a hacer.
2010, 22 de diciembre
Las fiestas parecían acercarse cada vez más, sin embargo, este año la celebración parecía verse frustrada debido a dos pequeños, Simón y Luna, no tan pequeños ahora, puesto que ambos habían estado seriamente enfermos los últimos días, tanto que Lily, preocupada por su hija y sobrino, decidió llevarlos al médico.
Sin embargo, la pequeña Ámbar de diez años estaba más sana que nunca y con mucha energía, energía que no podía liberar sin su hermano y su prima, así que en espera de su mamá, decidió pasar tiempo con su abuelo.
–Por favor abuelo... Por favor... Por favor– Suplicaba la pequeña rodeando a su abuelo en un abrazo.
–Mi amor, no me hagas esto que sabés que sos mi debilidad...
–Un ratito y nada más... ¿Sí?– Fingió un pequeño puchero logrando una risa en Alfredo.
De repente, la puerta de la mansión se abrió dejando ver a Sharon con el rostro preocupado como de costumbre en estas fechas. Pero para la pequeña rubia fue un milagro caído del cielo ver llegar a su madre por fin.
–¡Mamá!– Exclamó corriendo a sus brazos.
–Mi amor.
El rostro de Sharon se transformó por completo en una sonrisa forzada para su pequeña, no iba a permitir que su hija la viera sufrir como lo estaba haciendo por dentro y de la manera más disimulada posible, ocultó el interior de la bolsa de regalo que poseía en su mano.
–¿Para quién es ese regalo?– Preguntó curiosa la rubia deseando que fuera para ella.
–Es mío– Dijo sin titubeos –Un regalo de mi amiga.
–¿La misma amiga que siempre te quiere visitar?
–Sí, de ella– Soltó Sharon intentando conservar la calma –¿Qué está pasando acá?– Preguntó tomando asiento junto a su padre en el enorme sofá del living.
–Estaba por acompañar a Ámbar a la pileta.
–¿Pileta?... De ninguna manera papá... El doctor fue muy claro cuando...
–Yo lo sé hijita... Pero mi solecito esta aburrida y me insistió mucho tiempo.
–Ámbar– Soltó en tono furioso Sharon –¿Qué hablamos de forzar a tu abuelo? Debés entender que no puede hacer las mismas cosas desde el accidente.
–Ya sé mami, pero en serio quiero ir a la pileta.
–¿Y por qué no vas sola?
–Porque es muy aburrido– Cruzó de brazos –¿Vos irías conmigo?
–¿Qué? No Ámbar. Tengo muchas cosas que hacer, además...
–Por favor mami... Por favor... Por favor– Suplicó nuevamente la rubia menor.
–No Ámbar. No insistas más. Ya te dije que no– Exclamó subiendo de tono Sharon.
–Hola familia.
La voz de Bernie, el marido de Lily se hizo escuchar en el living de la mansión causando un escalofrío en Sharon y un rostro serio en Alfredo, mientras que la pequeña e inocente Ámbar corrió a los brazos de su tío quien la elevó en el aire.
–¡Tío Bernie!
–Mi princesa– Soltó Bernie al tener cargada a la rubia.
–Hola cuñada. Suegro... ¿Cómo están?
–Bien– Soltó en seco Alfredo evitando el contacto visual.
–Me alegro– Respondió nervioso Bernie aún sin entender la indiferencia de su suegro a él, ya que al conocerlo lo trató como su propio hijo y de un día para otro se volvió frió con él –¿Me pareció a mí o vi a una princesa algo triste?– Exclamó al poner a Ámbar nuevamente en el suelo.
–Sí tío... Ni mi abuelo ni mi mamá quieren acompañarme a la pileta... Y mi tía Lily aún no regresa del médico con Luna y Simón– Bufó la pequeña.
–¿Aún no regresan?– Frunció el ceño Bernie.
–Aún. Lily llamó y dijo que tardarían un poco más. Debían hacer un par de pruebas nuevas– Un suspiro salió de Bernie quien estaba preocupado por su hija.
–Bueno... Pero ya llegó tu tío y yo si te voy a acompañar a la pileta... ¿Querés?– Propuso emocionado Bernie.
–¡Sí!– Soltó la pequeña haciendo que Sharon abra los ojos como platos.
–¡No!– Intervino ganándose la mirada de todos.
–¿Por qué no Sharon?
–Sí Sharon... ¿Por qué no querés que Bernie lleve a Ámbar a la pileta?– Soltó en un tono sarcástico Alfredo ganándose una mirada fulminante de Sharon.
–No, que... Que no quiero abrumarte de esa manera Bernie... De seguro venís muy cansado del trabajo... Además Ámbar puede ir perfectamente sola– Exclamó aferrando a su hija junto a ella.
–No seas ridícula Sharon. Para nada me abrumas. A mí me encantaría pasar tiempo con Ámbar. Además me viene muy bien despejarme un poco– Sonrió Bernie logrando poner nerviosa a Sharon –Tranquila, vamos a estar bien– Exclamó tomando a la pequeña de la mano para colocarla a su lado –Nada malo le va a pasar a Ámbar conmigo –Habló acariciando delicadamente el rubio cabello de la pequeña.
–De acuerdo. Pero un rato nada más.
–¡Sí!– Celebraron ambos –¡Vamos princesa!
Bernie elevó nuevamente a la rubia para encaminarse a la pileta de la mansión, mientras que el corazón de Sharon quería salirse de su interior de tan acelerado que estaba, la impotencia y temor eran evidentes en su rostro, demasiado para Alfredo.
–¿Hasta cuando vas a seguir así Sharon?... ¿Hasta cuando vamos a seguir de esa manera?– Cuestionó furioso Alfredo.
–No te entiendo papá.
–Sí, me entendés perfecto... Decime hija, ¿hasta cuando seguiremos haciendo como que nada pasa?
–Es lo mejor para todos. Dejar las cosas como están.
–Te equivocas Sharon... La verdad siempre sale a la luz... No lo podremos ocultar toda la vida.
–Pues intentalo– Soltó alterada Sharon –Mira papá, si vos sabés la verdad es únicamente porque te enteraste... Pero creeme que lo mejor hubiera sido que ni vos ni yo nos enteremos de lo que sabemos.. Nos hubiéramos ahorrado muchos problemas.
–Pero ahora lo sabemos. No lo podemos seguir negando... ¿Vas a permitir que tu hermanita continúe a su lado después de eso?
–Nadie se puede enterar... Es pasado, es historia... Y debemos enterrarla cómo tal.
–No creo que vos quieras hacer eso... O, decime, ¿qué hacés con esto?– Habló tomando la misma bolsa de regalo que Sharon había ocultado hace un momento –Cosas como esta me demuestra que vos seguís aferrada al pasado.
–¡Basta papá!... Es mi vida, es mi familia... Yo sé lo que es mejor para todos y lo mejor es dejar las cosas como están. No me obligues a tomar otras medidas con vos... Lo único que quiero es protegernos a todos y la única forma de hacerlo es guardando el secreto por siempre... Por siempre papá– Explotó Sharon sintiendo sus ojos cristalizarse –Me dio jaqueca esta conversación.
Sharon se levantó del sofá para apresuradamente subir las escaleras hasta su habitación, con la bolsa de regalo en manos, dispuesta a ponerla en el mismo lugar que el resto.
Era cierto que los secretos y las mentiras la estaban consumiendo, pero fue elección de Sharon ocultar el secreto al igual que de Alfredo, ambos estaban dispuestos a vivir en esa mentira con tal de proteger el nombre de su familia y más que nada protegerla a ella, a la pequeña Ámbar.
2015, 25 de diciembre
¿Tradiciones navideñas? Seguramente las primas Benson-Smith tenían la mejor. Luego de la cena navideña, los regalos y las charlas, Luna y Ámbar pasaban la noche entera cantando, bailando, viendo sus películas navideñas favoritas o simplemente charlando, y al presenciar el primer rayo de sol se entregaban sus regalos navideños.
–No sigas por favor– Rió Luna sintiendo su estómago querer explotar de tanta risa –Es un asco– Cubrió sus ojos con sus manos.
–¿Qué? Es en serio, no sabe nada mal– Continuó bromeando Ámbar.
–¡No! ¡No! Mejor siguiente pregunta– Fingió una cara de disgusto para luego reír.
–Bien... Eh... ¿Cuál fue tu regalo favorito este año?
–Eh... El celular. Sin duda estuve esperándolo por mucho tiempo– Sonrió para luego tomar su nuevo celular en las manos y reír –¿El tuyo?– Ámbar frunció el ceño tratando de pensar en el mejor de todos sus regalos.
–El cuadro de la Eiffel Tower que me dio tu papá... Es hermoso– Suspiró Ámbar para luego sonreír.
–¿Me estás cargando Ámbar?– Soltó Luna incrédula –El abuelo te dio un brazalete de diamantes de Harry Winston y, ¿tu regalo favorito es una pintura?
–El abuelo sabe muy bien que a mí no me interesan esas cosas. Además, a vos te dio uno igual.
–Sí, un Harry Winston mucho más pequeño y sin las incrustaciones de diamantes que tiene el tuyo.
Luna soltó un suspiro, mientras que Ámbar bajó la mirada, creando un silencio incómodo, normalmente siempre les daban regalos muy similares, aunque por una extraña razón, los regalos de Ámbar siempre eran más costosos o mayores, lo cual ninguna comprendía. Pero este año la diferencia se hizo notar excesivamente.
–Mira Luna– Soltó Ámbar sonriente haciendo que esta frunciera el ceño –¡Ya amaneció!
–¡Es verdad!– Sonrió tomando la caja del regalo de su prima mientras que Ámbar hizo lo mismo.
–Vos primero– Habló Ámbar emocionada.
–No, el año pasado yo fui primero... Ahora es tu turno.
Ámbar rodó los ojos sabiendo que claramente era una mentira pero aún así accedió entregándole a su prima la bolsa con su regalo. Luna abrió rápidamente esta para quedarse boquiabierta al ver su interior.
–¡No!... ¿Es joda?– Sin dudarlo más tomó al pequeño conejo de peluche del interior examinándolo con detenimiento –¿Pipo? ¿Lo encontraste?– Ámbar rió al ver a su prima apegar el peluche a su cuerpo.
–Es uno nuevo. El otro día con Benicio fuimos a una pequeña tienda y lo vi... Supe que era perfecto para vos y lo compré de inmediato. Es casi igual, sólo que este no hace el mismo sonido cuando lo apretas.
–No importa... Es perfecto– Luna abrazó más fuerte a su pequeño peluche –Gracias Ámbar.
–No es nada– Sonrió.
Pipo, el peluche favorito de Luna que se perdió de un día para otro cuando tenía unos siete años, todos recuerdan los terribles días que fueron en dónde Luna no paraba de llorar ni un sólo momento, e incluso Ámbar le regaló su propio peluche con tal de que dejara de llorar, sin embargo, todos estos años siguió en la rubia la esperanza de encontrarlo para su prima y ahora lo había logrado.
–Ahora es mi turno– Sonrió Luna tomando la pequeña caja color rojo de su lado –Feliz navidad.
Ámbar frunció el ceño para abrir la caja parpadeando un par de veces para ver si era real o no, sonriente tomó el guardapelo de oro en forma de corazón con una pequeña A a un lado entre sus manos admirándolo más de cerca.
–Luna... Es hermoso... Pero no debiste...
–Claro que debí... Abrilo– Exclamó nuevamente abrazando a su pequeño peluche causando una risa en Ámbar.
Ámbar confundida abrió el guardapelo para encontrar en su interior una fotografía de gran valor sentimental para ambas, especialmente para Ámbar.
–No lo puedo creer– Musitó sonriente Ámbar acariciando a la imagen.
–Sé que es tu fotografía favorita.
Y lo era, la fotografía era la primer fotografía de las primas juntas, justo un día después de que Ámbar había llegado a la mansión, y la sonrisa en su rostro a pesar de no entender que hacía en aquel lugar a sus cortos tres años, tanto Lily como Sharon se esforzaron en obtener esa sonrisa sincera, la primera en su estadía en la mansión.
–Me encanta, Luna... Muchas gracias– Sonrió rápidamente colocándoselo en el cuello.
–Gracias a vos por el regalo.
–¿Sabés?... Este es mi regalo favorito ahora... Y siempre– Soltó tiernamente Ámbar logrando una sonrisa sincera en Luna.
–No sé que haría sin vos, si nunca hubieras llegado a mi vida, en verdad sos la persona más importante que tengo y jamás quiero perderte.
–Yo tampoco quiero perderte Luna... Siempre estaremos juntas... Siempre... Es nuestra promesa de hermanas.
–Promesa de hermanas.
Ambas entrelazaron sus manos para luego unirse en un abrazo profundo, eran las épocas, las pocas horas de sueño y sus verdaderos sentimientos los que hablaron en ese momento, para ese entonces ambas no tenían absoluta idea que el destino les tenía preparado la prueba mayor, sin embargo, en unos cuantos meses lo averiguarían, dónde comenzaría el cuestionamiento mayor de esta historia, ¿ella o yo?
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¡Hola a todos! ❤️ Primero que nada, ¡Feliz navidad linduras! Espero que lo hayan pasado increíble... Cuéntenme, ¿Qué hicieron estás fiestas? Me encantaría saber.
Ahora sí, llegué yo, Santa Claus Valeria, con el primer regalo de navidad, un capítulo especial de Ella o Yo, como se pudieron dar cuenta.
¿Qué les pareció? ¿Les gustó? ¿Alguien tiene alguna idea que secreto esconden Sharon y Alfredo? ¿Lo podrán adivinar después de este capítulo? Veremos, demando sus teorías hermosas.
En unas horas el capítulo de todos los Lunes.
Capítulos todos los Lunes.
Voten ⭐️ si les gustó y Comenten 💬 cual fue su parte favorita.
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