Prefacio.
En el amor, al igual que en el béisbol, no hay nada escrito. Los pronósticos, cuando de amor se está hablando, son hipótesis que apenas tienen un cincuenta por ciento de certeza y que en el mejor de los casos pasa algo muy semejante a lo que se ha dicho sobre este sentimiento. Amar te aleja de los miedos —te da más vitalidad, fortaleza— y llegas a sentir como el mundo se arrodilla a tus pies.
Todo en el amor es muy bonito cuando en dos personas esta sensación crece como una llama predominante en el fondo de sus corazones. ¿Y si sólo lo siente uno? ¿y si el sentimiento apenas roza el corazón de la otra persona provocando que la primera sienta una impotencia descomunal? El amor es impredecible pero mucho más impredecible son las reacciones de una persona que no ha podido darle todo su amor a una persona que ha llegado a amar. Esa sensación de sentirte rendido, perdido en tu propia vida y poder oler el aroma de la locura cuando se acerca.
Todas las sensaciones agradables y desagradables que Tyrone vivió y las que quiso vivir las plasmó en una novela que seguramente Carmen ni llegó a leer. Con toda seguridad se pude decir que ella ni se recuerda de él y en cambio Tyrone no deja de pensarla todos los días. Ese el amor, aún cuando nada estuvo claro él lo sintió y eso fue lo único que le importó para tenerla siempre presente.
Espero que este mediocre prefacio no opaque lo que pudiste sentir con la obra que acabas de leer. Para mí ha sido un enorme honor que una persona haya dedicado su tiempo y concentración para leer algo escrito por mí.
Mil gracias.
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