Capítulo 8, Parte 8

Entró en el laboratorio y fue hasta el escritorio destinado para el uso de Sonia, allí estaba ella sentada leyendo unas hojas antes de levantar la vista.

—Tardaste, cuando te fuiste pensé que llegarías pronto.

—Estuve con Carmen un rato ya que se había despertado.

Sonia le preguntó si la había dejado sola pero Tyrone le dijo que ella estaba con una vieja amiga que la visitaba para saber de su estado. Él se acercó al pequeño escritorio de color blanco.

—¿Tienes los resultados?

—Sí pero espera un momento.

Sonia se puso de pie y fue a una mesa repleta de microscopios y muestras de sangre, tomó una carpeta azul y volvió a su escritorio para entregársela a Tyrone.

—Son estos. —Dijo ella extendiendo la carpeta.

Tyrone la tomó con su mano derecha temblorosa por los nervios y la incertidumbre de saber cuáles eran los resultados. Abrió la carpeta y en las líneas de las hojas de su interior había gran parte de su información personal como el nombre, sus apellidos, la fecha de nacimiento y muchos otros datos pero sólo le importaba algo en específico. Buscó desesperado palabra por palabra y cuando encontró lo que buscaba todo se detuvo a su alrededor. Hubo un colapso en el temor interior de él y sintió como la salvación lo abrazaba.

Su tipo de sangre era compatible con el de Carmen, ambos eran B positivo y eso significaba que él era un perfecto candidato para donarle su hígado a ella. Cuando se recuperó del impacto causado por la felicidad de la noticia abrazó fuertemente a Sonia y salió corriendo sin mediar palabras directo al consultorio del Dr. Herbert.

Tocó la puerta del consultorio pero nadie le respondió y rápidamente dedujo que el doctor estaría en la habitación de Carmen. Cuando fue hasta la habitación confirmó que el Dr. Herbert estaba allá. Carmen seguía en silencio, perdida en su abismo depresivo pero Tyrone tenía la seguridad de que todo acabaría muy pronto.

—Doctor.

El Dr. Herbert lo miró, estaba frente a la camilla.

—Tenemos que salir para hablar poder hablar algo.

El aire acondicionando de la habitación estaba encendido, Maruja estaba sentada en una silla y Maritza de pie muy cerca la puerta dando a mostrar que ella no pintaba nada en todo lo que sucedía.

—Con su permiso , damas. —Decía cortésmente el Dr. Herbert antes de salir.

Salieron al pasillo y Tyrone se encargó de cerrar la puerta de la habitación. Caminaron una distancia considerable para alejarse de la puerta y Tyrone le pasó la carpeta con los resultados dentro, el Dr. Herbert la tomó y la abrió.

—No es lo que creo ¿o sí?

—Es exactamente eso.

Cuando habían salido de la habitación el doctor llevaba los anteojos puestos y al terminar leer las hojas se los quitó.

—Tyrone no podrás vivir sin tu hígado y eso lo tienes más que claro.

—Estoy consciente de ello pero ya he calculado todo Dr. Herbert.

Tyrone hizo silencio y esperaba que el doctor entendiera lo que él quería decir pero al notar que éste no caía en cuenta él procedió a explicarle.

—Dr. Herbert yo puedo vivir con la mitad de un hígado, ella no. Mi esposa necesita un hígado completo, conseguir uno así y en las optimas condiciones como está el mío es algo muy difícil. Además, poder conseguir la mitad de un hígado es más fácil y mientras aparece yo podría estar conectado a los aparatos.

El Dr. Herbert escuchó detalladamente todo lo que Tyrone le acababa de decir y bajo silencio lo estudió con una expresión en su rostro de alguien que hace las cosas con total plenitud.

—Tiene usted la razón —le dijo echando un vistazo a los papeles otra vez —y según los resultados tu sangre está limpia.

El doctor miró la puerta.

—López usted tiene que contárselo.

—No lo puedo hacer ahora, si le cuento esto estoy seguro que no me va a dejar hacerlo.

El Dr. Herbert parecía confundido.

—Doctor sólo entremos y dígale que ha encontrado un hígado compatible. Usted sabe que a la hora de realizarse cualquier operación o proceso quirúrgico sólo pueden estar el médico que llevara a cargo la operación y las enfermeras que lo acompañarán. No va a sospechar.

—Al parecer sí lo calculó todo.

Tyrone sonrió.

—Una cosas más.

—¿Cuál?

—Luego del trasplante me gustaría que mi camilla esté en la misma habitación que la de ella., por favor.

El Dr. Herbert asintió con la cabeza.

—No se preocupe por eso López, es un hecho.


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