Capítulo 8, Parte 12

Una semana después Carmen ya estaba de alta y atendiendo a Tyrone, Maruja se había marchado por petición de su amiga quién alegaba que ella necesitaba un descanso bien merecido y que una vez más demostró ser cómo una hermana.

Una noche, mientras Carmen le pasaba la mano a Tyrone por la cabeza, notó que su frente estaba caliente. Ella no se alarmó con esto y pensó que serían cosas de su mente. Luego de unas horas Tyrone logró dormir y ella también lo hizo en un mueble que aunque pequeño era adecuado para su estatura.

En horas de la madrugada ella despertó a causa de una pesadilla en la que estaba perdida en un desierto donde el aire se extinguía poco a poco. Por instinto fue a ver si Tyrone seguía durmiendo y se halló con el cuerpo de él empapado en sudor. En un estado de asombro absoluto y un temor repentino salió a buscar a una de las enfermeras de turno en aquella madrugada. Volvió a la habitación con la Dra. Robbie y una enfermera. La Dr. Robbie rápidamente le tomó la temperatura al paciente y vio que estaba muy alta, al saber esto indicó a la enfermera que le suministrara unos antibióticos a Tyrone ya que podría ser un infección. Durante las siguientes horas la fiebre seguía provocando que la anatomía de Tyrone estuviera ardiendo y eso era una muestra visible de que una infección estaba atacando el organismo de Tyrone.

En la misma madrugada pero con una víspera de la mañana Tyrone fue trasladado a cuidados intensivos. El Dr. Herbert apareció a las ocho de la mañana y ordenó a una de las enfermeras que dejara entrar en la habitación a Carmen. Cuando ella estuvo adentro el doctor comenzó a conversar con ella.

—No sabemos qué infección está afectando el cuerpo de López pero lo que sí tenemos claro es que es una infección muy fuerte y potente porque ha esquivado los antibióticos que le hemos suministrado.

El Dr. Herbert retiró un termómetro que le había colocado debajo de la axila a Tyrone y lo miró, su rostro mostró preocupación.

—La fiebre aun sigue y no disminuye para nada. Estamos tratando de que su temperatura vuelva a la normalidad antes de que empiece a dejar secuelas en su cerebro o en el corazón.

Carmen escuchaba todo en silencio y cuando el doctor dejó de hablar hubo una atmosfera muy incómoda para él.

—Tomamos una muestra de sangre para ver cómo están sus defensas y saber cómo tendremos que seguir actuando.

Tyrone trataba de hablar y su voz se escuchaba débilmente. Carmen se inclinó y acercó lo más que pudo su oído de la boca de él para poder escuchar la voz apagada que Tyrone poseía en esos momentos.

—Llámala Madrid, a la niña. Te amo.

Parecía como si Tyrone se estuviese despidiendo de ella pero Carmen no quiso pensar en ello. Salió de la habitación con el Dr. Herbert y éste la dejó sentada en los banquillos del pasillo. Allí sentada Carmen entristeció y la pena la quería arrastrar a sus territorios más desagradables.

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