Capítulo 6, Parte 9

En una de las mesas del modesto restaurante estaban los tres sentados. Habían tardado un buen tiempo en llegar al sitio que tenía un ambiente bastante familiar y acogedor. El local era amplio y gran parte de la iluminación dependía de las lámparas colocadas en cada unas de las mesas del establecimiento, en medio del restaurante había un piano tocado por un hombre vestido con un traje oscuro y al fondo se veían dos compuertas destinadas una para la entrada de los camareros y la otra para la salida de los camareros con las órdenes para así evitar algún desastre. Todo el piso estaba cubierto de una clase de alfombra de color rojo oscuro, muy parecido al carmesí.

Cuando habían llegado unos segundos después un mesero de camisa blanca con mangas largas, chaleco negro y corbatín del mismo color les atendió y les dio un menú a cada uno de ellos. El padre de Tyrone ordenó un plato de espaguetis con mucha salsa roja, Tyrone ordenó camarones con ensalada y Carmen se limitó a ordenar una sopa de fideos con varios trozos de papa.

—Vamos muchacha pide un plato más fuerte. —sugirió Ernesto.

—Es usted muy amable don Ernesto pero es que hace mucho he querido comer una sopa como esta y pues como la he visto en el menú esta noche no dudé en pedirla.

—Bueno —decía entregando el menú al mesero —lo que nos gusta es lo que más nos satisface ¿no?

Carmen afirmó con la cabeza.

El joven mesero que parecía periodista por lo hábil que era con la libreta donde tomaba las órdenes , aunque tener esa habilidad para escribir bajo esas circunstancias desde de ser un requisito primordial para poder obtener similar trabajo, les pidió excusas pero necesitaba escuchar de nuevo las órdenes pedidas puesto que con el paréntesis hecho por el padre de Tyrone había escrito algo mal y tenía que corregirlo. Les repitieron las órdenes, las tomó de nuevo y se marchó a la cocina.

—He estado aquí antes. —comentó Ernesto.

—¿Hace mucho tiempo papá? —preguntó Tyrone sujetando la mano de Carmen que estaba al lado suyo.

—Hace bastante.

Haciendo memoria de ese recuerdo, lo vivió, lo sintió. Estuvo ahí dos antes de Tyrone entrar en la universidad, fue hasta allá con su esposa a celebrar el aniversario de bodas de ambos. El lugar se mantenía intacto.

En la mesa en la que se encontraba, las palabras le salieron del corazón.

—Siempre he amado a tu madre, hijo. Ella ha estado siempre a mi lado sobre todo en los peores momentos. Amo a tu madre.

Con el piano haciendo sonar una melodía alegre a Carmen le pareció ver que los ojos de Ernesto se comenzaban a humedecer, le nacía unas lágrimas.

—Ese es—esbozó una sonrisa acompañada de su tono de voz suave —el amor verdadero, el que ama siempre.

La cena fue llevada a la mesa y mientras era devorada el padre de Tyrone le relató varias anécdotas y momentos vergonzosos de su hijo a Carmen, las travesuras que hizo de pequeño y en los aprietos en los que se veía involucrado por su gran curiosidad. En esos momentos, con un aire tan familiar como ese, Carmen lamentó la ausencia de su padre y aunque nunca le había hecho falta en esos instantes sintió ese vacío paterno como jamás lo había sentido. Estar ahí era como estar en una reunión familiar en la que en verdad quieres asistir porque no hay desunión ni tampoco hipocresía y eran las miradas, las risas, los abrazos y las caricias de Tyrone y ella lo que le demostraba que él estaba orgulloso de tenerla a ella como su novia y que no le importaba ni avergonzaba hacer nada de eso delante de su padre.

En medio del postre Tyrone habló de un regalo.

—Por poco lo olvidaba amor —apuntó a su padre con un dedo —este señor ha querido darte un regalo...

—No, no es necesario. —dijo Carmen cuando interrumpió a Tyrone.

—Le he dicho que ibas a reaccionar de esa manera porque te conozco ¿sabes que pensaba regalarte él?

Ernesto ya había tomado el hilo de la situación que su hijo estaba creando.

—Un reloj y unos pendientes. —respondió el padre de Tyrone antes de que la novia de su hijo hablase.

—Dios, por suerte lo detuviste —sonrió —eso iba a ser demasiado para mí. —dijo Carmen.

El padre de Tyrone sacó su cartera y de ella sacó unos billetes.

—Así que —decía Ernesto extendiéndole el dinero a Carmen —decidimos que usted misma se compre algo.

Ella aceptó el dinero luego de muchas insistencias por su novio y Ernesto. Carmen estaba tan feliz por la cena que nunca sospechó que todo fue planeado por Tyrone. Se quedaron unos minutos más luego de haber acabado el postre y luego se marcharon

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