Capítulo 6, Parte 5

Golpes, golpes. Una y otra vez los mismos golpes que iban a un compás uniforme y sonaban como si algo estuviese martillando una superficie sólida. Entre sueños Tyrone pudo descifrar que eso eran golpes que realizaban su padre al momento de tocar cualquier puerta. Se despertó y así fue, alguien tocaba la puerta y era su padre porque pudo oír la voz de éste llamándolo.

Bajó de la cama y se dirigió a la puerta, al llegar la abrió.

—Buenas tardes dormilón ¿qué tal estás?

¿Buenas tardes?, pensó Tyrone. Se fue corriendo hasta un reloj digital que había sobre una pequeña mesa que había al lado de la cama. Eran las una y treinta y cuatro de la tarde, él durmió más de ocho horas pero además de eso faltó a la universidad pero estaba seguro de que no habían impartido gran cosa ese día.

—¿Qué pasa hijo? —dijo su padre que ya estaba dentro de la habitación.

Tyrone fue a cerrar la puerta que su padre había dejado abierta al entrar.

—Lo siento papá —se sentó en la cama —es que he faltado a clases en la universidad.

Su padre fue a sentar en la cama, cerca de su hijo y de la mesa con el reloj digital.

—Supe que el cuatrimestre apenas empezó ayer por lo que no tienes que preocuparte mucho.

—Sí papá, tienes razón.

Ernesto López tomó el teléfono que estaba junto con el reloj digital de la pequeña mesa y pidió algo de comer para su hijo. Tyrone entró al baño para lavarse los dientes con uno de los cepillos de dientes que facilitan los hoteles donde van muchos turistas , salió del cuarto de baño y al hacerlo ya le había llevado la comida pedida por su padre. El servicio llegó en un abrir y cerrar de ojos.

—No tengo mucha hambre papá.

—Aunque no tengas hambre muchacho un buen hombre debe alimentarse un poco.

Sé quedó mirando los dos emparedados que le habían traído hasta su habitación acompañado de jugo de cereza. Se comió uno de los emparedados de manera rápida, con tres bocados.

—¿No te comerás el otro? —preguntó su padre mientras tenía el plato en sus manos.

—No papá, así está bien.

—Bueno —tomó el emparedado —yo me haré cargo entonces.

Le dio uno mordida y cerró los ojos para disfrutar del sabor del jamón y del queso que tenía dentro.

—Iremos a cenar en un restaurante hoy. —dijo Ernesto con la boca llena.

—¿Tú y yo papá?

—Tú, tu novia y yo.

Recordó todo de golpe.

—¡Dios santo, Carmen debe de estar preocupada porque no fui hoy a la universidad!

—Pues trata de encontrarla lo antes posible hijo, ve por ella.

—Iré a verme con ella ahora mismo, adiós.

Tomó un poco del jugo y salió de la habitación con la idea de que Carmen aún se encontraba en el universidad, con la esperanza de que ella aún estaba allá. Llegó a la universidad y sin pensarlo dos veces se fue a la biblioteca, el lugar preferido de Carmen y Maruja, cuando entró allí estaba Maruja acompañada de Miguel, ambos sentados en un mesa alejada de la entrada.

—Hola chicos. —dijo jadeando Tyrone.

—Tyrone –respondió Maruja — es raro verte aquí a estas horas, por cierto ¿qué te ha pasado que no viniste hoy a la universidad?

Miguel se incluyó a la conversación.

—Es muy cierto amigo, hoy no te vi ni con Carmen ni con Marcus.

Tyrone tomó asiento al frente de ellos dos para no tener que subir mucho su tono de voz.

—Me he quedado dormido.

Maruja y Miguel pusieron cara de entender.

—Necesito saber dónde está Carmen. —dijo Tyrone.

—Se ha ido a la pensión —comenzó a explicarle Maruja —me ha dicho que haría algo allá.

Tyrone comprendió que ella de seguro estaría organizando y empacando lo que se llevaría al hotel.

—¿Pero ha estado preocupada por mí?

—Sí, se preocupó un poco pero antes de irse estaba más tranquila porque recordó que te habías encontrado con tu padre y que te quedaste en el mismo hotel con él. Pensó que querías pasar más tiempo con él y eso la calmó.

Tyrone agradeció la información proporcionada por Maruja y logró estar más calmado al saber que Carmen no estaba tan preocupada.

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