Capítulo 6, Parte 2

Al salir de la universidad tomaron un taxi que los llevaría hasta el hotel donde se hospedaba el padre de Tyrone que no quedaba muy distante de la universidad. El taxi llegó a su destino y los dejó delante de un enorme edificio de algunas treinta plantas todas ellas repletas de ventanas de cristal.

Entraron al lobby del hotel y su hijo y la novia del mismo se asombraron por lo lujoso que era esa vasta estancia.

—Papá ¿dónde conseguiste tanto dinero para poder hospedarte en un hotel tan lujoso? —preguntó Tyrone a su padre.

—Póker, soy un maestro.

Jugando al póker su padre había ganado mucho dinero pero nunca se imaginó que ganaría tanto como para poder alojarse en un hotel con tal lobby tan elegante que demostraba que el precio de cualquier habitación de ese hotel podría ser bastante costosa. El lobby como tal tenía unos muebles de una piel de color negro que parecían de algún diseñador de renombre , en varias de sus paredes colgaban muchas obras de arte pintadas en diferentes técnicas como el puntillismo e incluso habían dos copias de cuadros de Vincent Van Gogh, uno era La noche estrellada que fue pintado a mediados de 1889 justamente tres meses antes de la muerte del artista y el otro era Terraza de café por la noche pintado en septiembre de 1888 ambas obras pintadas al óleo por Van Gogh. Esa zona del hotel estaba iluminada por unas bombillas que emanaban una fuerte luz bastante clara y consistente, el salón era acogedor para la visión por la elegancia que rebosaba y también agradable a los oídos por una música relajante que salía del algún sitio identificable.

El padre de Tyrone se acercó a la recepcionista de turno en aquel momento, la mujer comenzó a hablar español aunque sin embargo se le notaba un acento de la lengua francesa.

—Buenos días ¿en qué podemos ayudarle caballero?

Ernesto comenzó a hablar.

—Hola, buenos días. Yo ya me estoy hospedando aquí —sacó una tarjeta de la cartera que llevaba en los bolsillos traseros de su pantalón —pero he venido a pedir otra habitación.

—Por supuesto Don...

—Ernesto López.

La pelirroja recepcionista de acento francés verificó que el nombre del padre de Tyrone estuviera en la lista de los clientes del hotel, una vez que lo pudo afirmar comenzó a realizar todos los procedimientos necesarios y le entregó otra tarjeta similar a Ernesto. Cuando tuvo en su poder la tarjeta el padre de Tyrone les indicó a su hijo y su novia que le siguieran para tomar un ascensor, frente a las puertas doradas con un símbolo en su parte central pulsaron el piso al que quería ir y las puertas se abrieron en pocos instantes. Los tres entraron.

—Estos lugares están muchas veces llenos de turistas de diferentes partes del mundo y eso es lo bueno. —comentó el padre de Tyrone en el ascensor solamente utilizado por ellos tres hasta el momento.

—¿Por qué lo dice usted? —preguntó algo tímida Carmen.

—Muy buena pregunta bella joven, la respuesta es fácil. Puesto a quizás uno no sabrá el idioma de ellos nadie te dirá nada y no tienes que hablar con nadie, eso nos libera de las opiniones muchas veces.

El ascensor se detuvo en piso dieciocho, salieron de la caja metálica con el padre de Tyrone encabezando el grupo de tres. Caminaron hacia la derecha por un largo pasillo cuando salieron del ascensor pero Tyrone y Carmen nunca pensaron que el pasillo sería tan largo pero así lo fue hasta que Ernesto López se paró en frente de una puerta, la puerta 34-B, sacó la tarjeta blanca y la pasó por un lector que luego de haber leído el plástico abrió la puerta. Los tres entraron a la habitación.

—Bienvenidos a mi hogar temporal muchachos.

La habitación era grande, mucho más grande que las habitaciones del rancho pero sería redundancia que alguno de ellos dos lo comentara.

—Tomen asiento, no se quede ahí parados.

Carmen y Tyrone se sentaron en un mueble con un tapizado al estilo de las rayas de las cebras sólo que el tapizado del mueble era de color negro y verde claro.

—¿No quieren algo de tomar? —preguntó Ernesto al abrir una pequeña nevera.

—Yo no quiero nada —le preguntó a Carmen si deseaba algo pero ella le dijo que tampoco quería nada —no queremos nada papá, gracias.

Su padre regresó con ellos con una lata de cerveza de color plateado en su mano derecha y tomó asiento en un sillón que hacía juego con el mueble donde estaban sentados la pareja de novios.

—Mi hijo, ya eres todo un hombre.

—Probablemente papá, probablemente. —dijo sonriendo Tyrone.

Con Carmen ahí presente, Tyrone y su padre hablaron de todas las niñadas que él hizo cuando era un niño pequeño, de todos los hechos importantes de la infancia de Tyrone, de cómo hablaban de él los maestros de la primera y también le puso al tanto de cómo estaba en la familia. Ver ese gesto de su padre, hablar de cosas de la familia con Carmen ahí, le daba a entender a Tyrone que su papá ya aceptaba a su novia como parte de la familia sin haber compartido nunca con ella y a medida que salían palabras de la boca de Ernesto López un sentimiento de regocijo estuvo en su corazón al tener a su amado y querido progenitor al frente de él y a su amada novia al lado y quiso dejar ese momento detenido hasta la eternidad porque más que un refugio feliz.

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