Capítulo 6, Parte 11
Cuando salió de su habitación fue al área donde se encontraban los ascensores pero como vio que tardarían en subir hasta su planta decidió bajar por las escaleras para que no le pasara como la vez anterior. Llegó en pocos instantes a la habitación de su padre, llamó a la puerta y sin obtener respuesta alguna su padre la abrió de prisa. Lo estaba esperando.
—Pasa hijo.
Su padre tomó asiento en el mueble más amplio donde podían sentarse tres personas cómodamente pero también cuatro personas siempre y cuando renunciaban a una plena comodidad. Tyrone se sentó en uno de los sillones que hacía juego con el mueble.
—He tardado hablando por teléfono ¿no?
—Un poco pero dígame ¿pudo hablar con deseaba?
—Gracias a ese prodigioso artefacto sí, esa persona tu madre.
Tyrone cruzó una pierna.
—¿Cómo está ella papá?
—Ella está muy bien hijo mío. Casi iba a dormirse, le conté sobre tu novia.
Entre su padre y su madre había una comunicación admirable y tenían esa conexión tan pura que cuando uno de los dos hacía un gesto de inmediato el otro sabía que le ocurría o que pensaba. Durante su niñez Tyrone nunca notó ni se percató de detalles como esos en el matrimonio de sus padres pero ya en la adolescencia pudo ver esa gran diferencia entre relación matrimonial de sus progenitores y las relaciones matrimoniales de los padres de sus pocos amigos que en muchas ocasiones llegó a enterarse que finalizaron en divorcios.
—Tengo que decirte algo.
"Por fin" pensó Tyrone.
—Antes de que a hablar tengo que darte las gracias por darle el dinero a Carmen.
—No es nada hijo mío.
Su padre le sonrió.
—Hijo, he llamado a tu madre para saber de ella, obviamente, pero también ella me diera unas informaciones.
—Perdona papá pero ¿qué tipo de información?
—La información es sobre la Universidad de Massachusetts.
—¿Massachusetts?¿No que las hijas de tía Carmela se irían a Europa a estudiar?
Ernesto hizo unos cuantos ademanes con sus manos.
—Sí, sí. Pero la universidad de la que ha investigado tu madre es para tú vayas hasta allá a estudiar.
Temía que estuviera soñando pero no era así, era una realidad. Su padre iba a destinar todo el por ciento que le tocó de la herencia de su hermana para que su hijo se fuese a estudiar en una muy buena universidad.
—¡Dios papá!¡No me lo esperaba! —dijo bajando el pie que había subido al cruzarla con la otra.
—Eres mi hijo y haré todo lo posible porque tengas lo mejor que yo pueda darte.
Era una gran noticia. Se iría a estudiar a una universidad bastante conocida en el extranjero y además de eso una vez que se graduara de seguro podría conseguir un trabajo fácilmente en un buen hospital ganando un sueldo bastante justo. Entonces, ahí, tras recibir la noticia y pasar la euforia lo que más le importaba pasó al primer plano y eso de gran importancia era la relación que tenía con Carmen; con su amada. La idea de irse al extranjero a estudiar en una universidad de ese calibre era, naturalmente, al con que toda persona con deseos de superación quería en su vida y en el caso de Tyrone estaba el enorme sacrificio de dejar a su amada en el pasado sí decidía tomar dicha decisión de irse a esa universidad.
—Papá.
No quería rechazar, contradecir, disgustar. Fueron pocas las veces que con cosas sencillas él le llevaba la contraria pero llevársela en aquella ocasión con algo que le favorecía de una gran manera era algo con lo que Ernesto nunca tuvo una experiencia pero ya estaría por vivirla. Ya entraría al territorio desconocido, a la dimensión no habitada.
—Es que ahora no puedo. —dijo Tyrone mirando a otra parte.
—¿Ahora no puedes? Bueno pero si el cuatrimestre apenas ha comenzado hijo aunque es tu decisión. —le expresó su padre con una cara de comprensión.
Era una situación incómoda para Tyrone, tenía delante de él a su padre quien era la persona a que más estima le tenía estima y junto con su padre estaba la oportunidad de irse a otro lugar donde podía formarse como un gran médico, pero por otro lado, en una de las habitaciones de la planta superior estaba la persona que más felicidad le infundía a él y tan sólo pensar que la dejaría en el abandono le partía el corazón.
—No es ahora, ni después es que no podré.
—¿Por qué hijo?¿Qué estás diciendo? —Ernesto puso cara de quién no se cree lo que le dicen, de quien se asombra.
Su padre no encontraba sitio en aquel mueble tan espacioso y eso era una muestra de lo perdido que estaba con la respuesta de su hijo. Estaba atónito.
—Papá aquí está Carmen y la amo, la amo con todo mi ser y no puedo irme para dejarla sola. Si me marcho la mataré y me mataré a mí mismo.
Carmen era una persona muy importante, muy valiosa para Tyrone.
— Tyrone, tienes que decidir qué vas hacer. Tienes que escoger entre una buena formación como doctor o elegirla a ella y dar un disgusto a tus padres, un trago amargo. —dijo su papá como si no lo fuera.
Si darle muchas vueltas a su respuesta la dijo de inmediato, sin inmutarse.
—Ella, la elegiría a ella aunque hoy sea la última noche que la vea.
Su padre hizo silencio, no habló. Sólo observó. Luego se levantó del mueble y pidió a Tyrone que se retirara ya que necesitaba dormir.
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