Capítulo 5, Parte 5
El tiempo pasó muy rápido y de un momento a otro ya habían pasado dos horas después de la medianoche. Cada quién fue a su habitación que le correspondía.
Al momento de Tyrone dejar caer su cuerpo sobre el colchón de la cama sintió como uno de sus músculos se relajaban, su respiración era más lenta, sus ojos comenzaron a perder la visión de la habitación que estaba casi a oscuras y en poco tiempos cayó rendido en un profundo sueño. Soñó con muchas cosas. Revivió varios episodios de su vida mientras dormía pero también momentos que nunca había vívido los soñó y todas esas imágenes no eran más que el producto de su imaginación. Pero además de todos esos sueños agradables tuvo también una horrenda pesadilla.
De una oscuridad absoluta pasó a estar en lo que parecía una sala de interrogatorios. Miró a todos los lados y había una silla en frente de él dividida por una mesa de color gris, suspendida en el aire había un foco de luz, en una de las esquinas superiores del cuarto había un pequeño parlante que no emitía ningún sonido en ese instante. En el cuarto había una puerta de color negro y al lado de la misma, en la parte derecha de ella, un gran cristal rectangular donde la mesa, las sillas, el foco y él se veían reflejados lo que le quitó toda duda sobre si estaba en una sala de interrogatorios o no.
Por la puerta negra entró un hombre de aspecto elegante, piel blanca, cabello color azabache como el esmoquin ajustado que llevaba puesto, tenía unas gafas de sol negras por lo que no le pudo ver el color su ojos y era extraño que las llevara puestas ya que no estaban el exterior sino dentro de una habitación apenas iluminada por una pequeña bombilla. Al irrumpir en la estancia no presentó identificación, no se presentó, absolutamente no dijo una palabra solo llevaba en mano una carpeta de color rojo que tenía una cifra de tres dígitos y algo escrito debajo pero que Tyrone no pudo distinguir que era.
El hombre vestido de negro tomó asiento en la silla que estaba justo en frente de Tyrone. Puso la carpeta sobre la mesa y la abrió.
—Bien —dijo examinando el interior de la carpeta —su nombre es Tyrone López ¿no?
—Sí, ese mi nombre pero no sé porqué estoy aquí ¿qué demonios hago aquí?
—Tranquilo que usted y yo sabemos que todo esto es un sueño.
Le resultó gracioso a Tyrone saber que el personaje elegante producto de la imaginación de sus sueños tuviera conocimiento de que él era parte de muchos sueños más.
—¿Y qué hago aquí entonces?¿es acaso la fiscalía de sueños o algo así?
El sujeto no dijo nada, se quedó en total silencio hojeando la carpeta. El reflejo de las gafas mostraban que las hojas sólo contenían letras, nada de imágenes o gráficos, sólo letras.
—¿Va hablar o no?
Tyrone supo que él hombre lo miraba porque levantó la cabeza.
—¿Por qué crees usted que está aquí? O mejor dicho ¿Por qué cree usted que estoy aquí? —le dijo el sujeto de gafas oscuras.
—No tengo la menor idea y además esto es un sueño, no es real.
El hombre cerró la carpeta roja, se recostó de la silla y en esa postura le habló a Tyrone.
—El tema o la razón por la que estamos aquí créame que es muy real.
Se incorporó, se puso detrás de la silla dándole la espalda a Tyrone y sacó un pañuelo para limpiar sus gafas de sol.
—¿Por qué usted está usando gafas de sol aquí dentro?
Poniéndose de nuevos las gafas se giró y volvió a tomar asiento. Se tomó todo su tiempo para contestarle a Tyrone.
—Digamos —decía mientras se arreglaba la cortaba negra —que para ser más misterioso, bueno, más misterioso porque todos me conocen.
—Déjese de rodeos y dígame que hago aquí.
Abrió la carpeta en un punto en específico, señaló para él mismo una parte y leyó.
—Estamos aquí sentados los dos por una tal Carmen.
—¿Carmen?¿qué pasa con ella? —le preguntó Tyrone rápidamente sin entender la situación de nada.
—Déjeme pues decirle que pasa.
Mirando la carpeta y comenzando a leer desde el punto que había señalado, dijo:
—Y ahora te citaré a ti: Nunca he cumplido promesas porque no nunca me han dejado hacer una pero de no cumplir esta que Lucifer se lleve mi alma. Fin la cita. Lamento decirle que usted no cumplirá dicha promesa.
—¿De qué se trata esto?¿qué clase de sueño es este maldita sea? —golpeó fuertemente la mesa con ambas manos y con una mirada desafiante siguió hablando —¿quién es usted para decir eso?
Se rió y con las manos sujetadas una risa malévola, desquiciada salió de su boca la cual se abrió de una forma tan grande que se le vieron hasta las últimas muelas y a la vez presumiendo unos dientes bastantes relucientes y perfectamente alineados. Se quitó las gafas de sol y reveló unos hermosos ojos color verde, como los de una serpiente, penetrantes.
Levantó la carpeta, estaba marcado con el número de la bestia y con el nombre Tyrone López debajo.
—Soy Lucifer, Satanás, El Diablo, La estrella de la mañana, como quieras llamarme. Conozco todo sobre ti, tus familiares, todo lo de Carmen, Marcus, Maruja hasta del pretensioso Miguel, conozco todo lo de las personas con las que has hablado o mirado una sola vez en tu vida. Estoy seguro de que no cumplirás ninguna promesa y por eso me adelanto en mi cobro.
Delante de Tyrone, aunque fuese solo un sueño que parecía muy real, tenía sentado al Señor de las tinieblas, el ser más despreciable jamás conocido. El rey de los demonios, de las aberraciones y de los pecados le decía a viva voz que sus palabras, que la promesa que le hizo a Carmen se esparciría como polvo.
—Podrás —respondía Tyrone con un miedo por dentro terrible pero aparentando lo contrario por fuera —ser quien seas, pero el amor que tengo por ella es más fuerte que todas tus patrañas y artimañas.
—Me das risa Tyrone, si te vieras también te reirías de las cosas que dices, te ves tan estúpido ¿dónde está el Tyrone de antes?
Se levantó del asiento donde estaba sentado y se recostó en la mesa, dejando a Tyrone con una vista de perfil de su cuerpo. Sacó un cigarro de su traje y lo encendió con fuego que salió de sus dedos.
—Sabes ¿cuál es el gesto de amor más grande que se ha hecho? —se sacó el cigarrillo de la boca —Una muerte Tyrone y sabes cuál es esa muerte. Jesús, tu salvador, el salvador la humanidad, él del agua convertida en vino. No digas nada pero Dios siempre prefirió a ese hermano mío. ¿Tú morirías por ella Tyrone?
—Sí, lo haría y no lo pensaría dos veces.
Lo miró fijamente, Lucifer respiró hondo y mientras lo hacía la luz del foco comenzaba a parpadear, de las paredes se escuchaban uñas rasguñándolas, por la debajo de la puerta comenzaba a entrar sangre, del parlante colocado se escuchaban gritos de humanos. El rostro del sujeto que resultó ser Lucifer se deformó, perdió la piel y dejó a la vista una calavera negra.
—¿Escuchas esos gritos? Ellos prometieron amor y ahora sufren igual que tú. Iré por ti.
Tyrone despertó de golpe, jadeando, con la respiración agitada y con el rostro empapado de sudor. Saltó de la cama y despertó a Marcus quién comenzó a preguntarle que le sucedía pero él se fue descalzo, corriendo por el pasillo que estaba en completo silencio hasta la puerta de la habitación número veinte. Empezó a tocar la puerta de la habitación de Carmen y ella apareció tras abrir la puerta se encontró con Tyrone que sollozaba con los ojos invadidos por un tono rojo e inundados por las lágrimas.
—¿Qué ha pasado?¿qué pasa Ty?
—He tenido una pesadilla ho-horrible —él cayó de rodillas y se apoyó en las piernas de ella —horrenda. —Comenzó a llorar de nuevo.
Carmen comenzó a tranquilizarlo, le decía que todo estaría bien. Maruja que había despertado por el escándalo no dijo nada en absoluto y su compañera le hizo señas para que volviera a dormir tranquila en la cama. Recostada en la pared que estaba a la derecha de la puerta, Carmen tenía a Tyrone en sus piernas y le pasaba la mano por su cabeza hasta que logró que él durmiera. Ella durmió allí mismo con él, se había asustado mucho al verlo en el estado que había llegado.
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