Capítulo 5, Parte 3
Los cincos comenzaron la travesía dirigidos por Tyrone que recordaba perfectamente el camino que tenían que atravesar para llegar al lugar, Carmen sabía muy bien al lugar que él los estaba llevando a todos. Al ir en grupos Tyrone nunca recomendó ir en bicicleta para aprovechar la caminata y socializar mucho más.
Agradecieron pues que a pesar del cielo haberse despejado un poco y ahora el sol estaba más libre de nubes, la temperatura no estaba tan caliente y poco a poco iba a ser menos calurosa. Su destino ya estaba muy cerca de ellos pero sus prendas por causa del movimiento constante empezaron a humedecerse un poco debido a las pocas gotas de sudor que por sus cuerpos jóvenes corrían.
—¿Por qué rayos no sé quedó nublado?
—La naturaleza Maruja, la naturaleza. —le contestó Carmen.
De pronto Tyrone comenzó a correr, todos se extrañaron con ese comportamiento pero no lo imitaron. Carmen sabía porque lo hacía. Cuando él tuvo una ventaja considerable se pudo de frente al grupo y abrió los brazos.
—¡Bienvenidos al paraíso! — gritó.
Todo en aquel lugar seguía igual, los árboles y su vivo color verde, la forma del lago, las montañas a los lejos, la hierba que había crecido vigorosamente. En el agua del lago muchos peces nadaban rápidamente a rápidas velocidades. La vegetación que nació y creció demostraba con un esplendor único las hermosas proezas y maravillas que no eran hechas o elaboradas por la mano del hombre sino por la madre naturaleza.
Tyrone esperó que el grupo llegara hasta donde él estaba y al hacerlo Miguel se le pasó al lado.
—Muy bonito ¿no? —le preguntó Tyrone observando las grandes elevaciones que estaban distantes de ellos.
—Sí y me gustaría, me encantaría pintarlo.
—¿Sí? ¿Todo o algo en específico?
Miguel comenzó a explicar pero Tyrone nunca pensó que iba a obtener una respuesta tan larga.
—Me interesan mucho los árboles y las montañas. Esa hilera formada por los árboles que se extiende hasta las montañas podría reflejar el largo camino que debe recorrer alguien para llegar a la cima de cualquier cosa , con un buen uso de la luz y de los colores yo harían buen trabajo. También me gusta el cielo reflejado en el lago, una creación divina reflejada en otra creación divina. Este es un lugar precioso.
Así eran los artistas. Sensibles, indagadores y que encontraban la belleza hasta en lo más horrendo siempre y cuando ellos sintieran esa belleza pensó Tyrone.
Miguel se alejó de Tyrone y se fue a solas quizás para observar mucho mejor el paisaje él sólo. Marcus y Maruja se habían puesto a mirar los peces del lago y Carmen se le acercó a Tyrone.
—Hola caballero. —le dijo Carmen haciendo un gesto de saludo con su mano.
—Gran dicha ha de tener este humilde mortal de toparse con semejante monumento a la belleza.
—Es usted muy poético. —le dijo acercándosele cada vez hasta estar frente a frente.
—Sería más poético si usted me besara.
—Esperaba que ya lo pidieras estúpido. —le replicó ella mientras los labios de ambos se unían.
Con los ojos cerrados el canto de los pájaros posados en los árboles parecía la banda de música de ese beso. Darían todo por sentir ese tipo de besos todos los días.
—Si quieren les dejamos todo esto para ustedes y lo pueden convertir en el Jardín del Edén. —protestó Marcus al verlos besuqueándose.
Dejaron de besare y se rieron.
—Serían bueno llegar hasta las montañas. —dijo Maruja mirándolas.
—Estaríamos en la noche allá arriba, creo que mejor sería otro día. —sugirió Miguel acercándose.
En eso todos estuvieron de acuerdo.
—Mejor vámonos —Marcus miró su reloj —ya son las cinco de la tarde.
Observaron un rato más el paisaje y se fueron al rancho.
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