Capítulo 5, Parte 2
Sentados en la acera ambos fumaban pero no intercambiaban palabras, el humo era lo único que interactuaba entre ellos dos. La calle donde estaba el local de comida rápida gozaba de tener muchos comercios como los de autos, bicicletas, joyerías pero los de comida eran los que obtenían el primer puesto. Observando todo lo que la rodeaba a ella, Carmen notó que el único grupo de jóvenes que no andaba con un niño eran ellos y prestando más atención vio que muchas jóvenes iban, desde la acera del otro lado de la calle, con esos niños de la mano. Su primera impresión fue la de que esas jóvenes además de la juventud que se le notaba de seguro eran solteras y que habían abandonado sus estudios para poder conseguir un trabajo casi a tiempo completo con el cual conseguían dinero para mantener a sus pequeños hijos. Fue ahí donde ella decidió abrir la boca.
—Es una pena.
Miguel dejó de observar un Maserati Quattroporte que estaba estacionado del otro lado de la calle.
—¿Qué es una pena? —preguntó mirándola a ella y de nuevo mirando el lujoso automóvil.
—Esas chicas que son tan jóvenes y ya tienen hijas, son chicas como de mi edad y de seguro están solteras.
—Quizás son sus hermanos menores.
—Sí, quizás son sus hermanos menores, ojalá. Pero sabes muy bien cómo está el mundo ahora Miguel.
—Sé cómo está el mundo ahora, tú los sabes, todos sabemos cómo está pero no debemos preocuparnos tanto por eso. Deberíamos mejor preocuparnos por mejorar el nuestro, de lo contrario perderemos la cabeza.
El mundo, desde la mordida al fruto prohibido, ha ido desmoralizándose. No está tan mal tener sexo sin amor y más si ambas partes sólo buscan placer y han dado el consentimiento para practicarlo, al menos delante de algunos ojos, lo malo está en utilizar el amor como excusa para tener sexo. Se han perdido los valores, se ha perdido esa intriga que antes nuestros ancestros vivieron, se ha perdido ese respeto a lo divino, a lo sagrado, a lo íntimo y poco a poco se perderá más, más, más y nadie lo detendrá.
El silencio volvió a irrumpir entre ellos. Miguel se giró para ver que hacían los demás allá dentro. Se sorprendió al ver a Marcus y Maruja conversando tranquilamente y encontró a Tyrone con la mirada clavada en Carmen, sonreía mientras la miraba a ella.
—¿Y qué tal todo con Tyrone? —dijo Miguel mientras se volteaba para ver a Carmen.
Ella se percató que con la cabeza él le apuntaba hacia la ventana desde donde Tyrone la observaba, lo saludó y él le correspondió el saludo.
—Estamos bien, muy bien.
—Imagino que es buen chico.
No era buen chico, para Carmen él era más que un buen chico. Sí bien era cierto que ella sufrió cuando él fue muy indiferente con ella ahora las cosas habían cambiado y la trataba como si fuese la persona más importante en todo el universo. Ella veía en él un ramillete de virtudes, muchas virtudes, millones de virtudes tantas que llegaba a pensar que ella no era digna de tener un ser a su lado tan cercano a la perfección. Justo cuando el amor no estaba sembrado en las entrañas de ella, llegó el amor con forma de ser humano para hacerle sentir lo bella que era la vida y que los días más grises comienzan a mejorar cuando ve su sonrisa, cuando escuchaba su voz eso le aseguraba que el día sería fantástico, al abrazarla los malos pensamientos eran aniquilados y al besarla, al besarla sólo le quedaban ganas de vivir eternamente o morir pero a su lado.
—Es un gran chico. Lo único que lamento todos los días cada vez que lo veo es no poder haberlo conocido mucho antes y no tan tarde, me hubiera ahorrado muchas penas su presencia.
Brindándole una sonrisa para alentarla Miguel le dijo su parecer.
—Creo que ahora es el momento indicado, el tiempo del amor es más que perfecto. Él está aquí ahora —miró hacía donde estaba él y volvió a mirarla a ella —disfruta cada respiración que tengas al lado de él, este era el momento indicado para su llegada.
Carmen miró a Tyrone, podía ser cierto. Algo le pasó por su mente y lo susurró.
"El momento indicado para amar es el momento inesperado."
—¿Dijiste algo?
—No, no, nada, sólo pienso.
—Bueno y dime ¿lo amas?
Era una pregunta que a ella le pareció innecesaria hacerla porque no amar a una persona como él era un delito pagado con pena de muerte de su propia alma, no amar a una persona semejante significaba no tener corazón, sentimientos, no ser de este mundo por lo menos pero aún así ella le respondió.
—Es imposible no amarlo. No amarlo a él significaría no amarme ni a mí misma.
Miguel estaba feliz por su amiga Carmen, alguien había encontrado el amor.
—Miguel me habías contado que te interesaba una chica ¿cómo era su nombre? Lo he olvidado.
—Se llama Jane.
—Sí, ya me acordé ¿qué pasó con ella?
—Le hablé una sola vez pero por más que me interesa mejor sigo dedicado a mi pasión, a mi parte. El amor lo dejaré para cuando esté aburrido ya que en la mayoría de los casos se pierde, tú eres una gran afortunada por tener a una persona tan espectacular a tu lado.
Ella no supo que decir pero le dio tristeza escuchar esas palabras de una persona tan buena como lo era Miguel, además de lo talentoso que era.
Marcus salió.
—Chicos la cuenta a llegado, vengan a pagar.
Miguel se puso de pie primero para ayudar a Carmen a levantarse pero entre él y Marcus la ayudaron ponerse de pie tomándola cada uno por un brazo.
Hicieron la compra de lo que iban a consumir en la primera semana que pasarían en rancho los cinco. Una vez realizada la comprar volvieron al rancho con las bolsas de lo comprado y las guardaron en las habitaciones. La tarde apenas comenzaba y todos se reunieron en la habitación de Miguel, la habitación número veintiuno. Allí, algunos se sentados en la cama, en las sillas o en el suelo se pusieron a charlar sobre diversos temas e incluso Tyrone hizo la historia de Omar y Carmen corroboró en lo que él decía con algunos detalles extras que había escuchado hace un par de días.
Al rato de estar ahí sentados sin hacer nada, Maruja propuso algo.
—Chicos ¿qué hora es?
—Son las cuatro y veintisiete. —dijo Marcus mirando su reloj puesto en la muñeca de su brazo izquierdo.
—¿Por qué no salimos a caminar un poco? Ya estoy algo aburrida por estar tanto tiempo aquí dentro.
—Es buena idea —dijo Carmen mientras señalaba la ventana por donde entraba la claridad del sol —pero el sol ha salido y no quiero tener mucho calor en estos momentos.
—Vamos Carmen para eso vinimos aquí, para disfrutar de todo a nuestro alrededor ¿qué opinan ustedes muchachos?
—Por mí está bien. —dijo Miguel barajando unas cartas.
—Estoy con él. —dijo Tyrone.
—A mí no me miren, yo porque quiero salir de aquí ya, me volveré loco viendo a Miguel barajar esas cartas una y otra vez.
—Pues mayoría gana Carmen, es un hecho que vamos a salir a dar un paseo.
—Yo conozco un buen lugar a donde podemos ir. —dijo Tyrone mientras miraba a Carmen y le sonreía al mismo tiempo que ella lo miraba a él.
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