Capítulo 5, Parte 13
—Esto no puede ser posible —se quejaba Maruja —aun nos falta un día y algunas horas para irnos y ya no hay nada de comidas, se ha vuelto a terminar, joder.
Era el último viernes de ellos en el rancho y se marcharían el sábado por la tarde porque Miguel tenía que hacer unas diligencias el domingo por la mañana.
—Tendremos que comprar más comida entonces. —dijo Marcus.
Estaban en la recepción ya que recién llegaban de dar un paseo por los alrededores del rancho.
—¿No iremos a las montañas? —preguntó Miguel.
—Sí —respondía Maruja —pero antes tenemos que hacer la compra.
—Es muy temprano, podemos ir a las montañas primero. —decía Marcus apuntando el reloj colocado en la pared donde el panel de las llaves.
Maruja les preguntó a Tyrone y Carmen si ellos no irían pero ambos dijeron que preferían mejor quedarse y se quedaron solos en la recepción acompañados por la nieta de la señora Gertrudis al momento de que el grupo de tres se fue hacia las montañas. En aquella ocasión la joven nieta de la señora Gertrudis no estaba llenando ningún formulario ni nada por el estilo y les hizo compañía a la pareja de novios por mucho rato hasta que Carmen quiso irse a la habitación por razones desconocidas.
De camino a la habitación número veinte era muy notable el estado desértico en el que se encontraban los pasillos en aquel entonces porque por esas zonas pasaban muchos estudiantes y desde el día anterior se habían marchado del rancho para volver a empezar su rutina estudiantil llena de desvelos e impotencias. Al entrar en la habitación, Carmen se quitó una camisa amarilla que llevaba puesta dejando al descubierto un sujetador de color blanco y esta acción como tal asombró a Tyrone porque eso demostraba la confianza que ella depositaba en él.
—Por suerte nos vamos de aquí mañana, la temperatura está muy alta. —dijo Carmen antes de suspirar.
—Muy alta, esto parece un honor. —expresó Tyrone.
Ella se sentó en el borde de la cama y Tyrone estaba acostado bocarriba haciéndole cosquillas con los pies.
—Detente —se reía y ladeaba la cabeza para ambos lados —detente.
Tyrone siguió haciéndole cosquillas y ella se giró para mirarlo.
—Por favor. —dijo aún riendo.
Pese al pedido él no se detuvo hasta que ella subió por completo a la cama y se puso encima del cuerpo de Tyrone, sujetándole las brazos para evitar recibir otro ataque de cosquillas con esas extremidades.
—Te dije que te detuvieras estúpido.
—Ya estás aquí. —la miró de forma desafiante.
Encima del cuerpo de él sin una prenda que cubriera su torso, se inclinó para acercarse a sus labios y comenzó a besarlos y morder su labio inferior. Debido al rose de labios el corazón de Tyrone se aceleraba y la sangre recorría cada rincón de su organismo llegando hasta la parte de su cuerpo que todos los hombres siempre esconden siempre y cuando actúan con moral.
Con la destacada anatomía y el trasero de ella sobre él, aquella parte de Tyrone comenzaba a ponerse rígida, se alteraba y por una erección pasaba. Avergonzado por su reacción sexual quiso zafarse de Carmen de alguna forma pero no pudo y se concentraba en otras cosas que no fuera en lo que estaba sucediendo para así tratar de apaciguar su deseo humano. Carmen tenía conciencia de lo que ocurría.
—Ty no pongas esa cara. —le dijo ella al ver la cara de vergüenza de él.
—No quiero que pienses mal de mí, lo siento. —se disculpó un poco nervio además de avergonzado.
Desabrochándose su sujetador blanco Carmen se acercó al oído derecho de él mientras sus senos y sus pezones rozaban el pecho de su novio cubierto por una fina franela de color azul.
—¿Quieres tener sexo conmigo? —le preguntaba ella a medida que su tono de voz se ponía cada vez más débil.
Volvió a optar la posición que ella tenía antes y que entre los dos formaban una figura muy similar a un ángulo de noventa grados. La respuesta de Tyrone aunque algo insegura fue afirmativa.
Carmen se bajó de la cama y comenzó a quitarse los pantalones, se desnudó en frente de Tyrone. Ya totalmente desnuda estaba parada delante de la cama con su cuerpo tal y como vino al mundo exhibiendo todas sus virtudes corporales, al verla en ese estado Tyrone notó que la figura anatómica de su novia seguía absolutamente igual que cuando la vio por primera vez de forma accidental.
—¿Qué te parece? —le preguntó ella pasando sus manos por su cabellos y cuerpo de forma sugestiva.
—Eres muy bella, muy bella Carmen. —respondió Tyrone hipnotizado por las curvas definidas de su novia.
—Quítate los pantalones. —le ordenó ella.
Siendo presa de la belleza de Carmen y de un deseo sexual despierto, él acató la orden como si fuese uno de los diez mandamientos y se iba quitando rápidamente sus pantalones jeans de color gris quedando solamente con su ropa interior de color blanco puesta.
Ella se le acercó, se subió a la cama y pasó sus delgados dedos a lo largo de las piernas de Tyrone provocándole a éste que su sangre se la acumulara cada vez más en su parte íntima. Viendo ella el bulto que se formaba en la parte delantera de los calzones blancos fue hasta allá y con sus manos comenzó a sentir el genital de su novio ya erecto y le quitó la ropa interior. Allí estaba ella, en medio de las dos piernas de Tyrone con el pene de él en frente con una erección total, lentamente acercó su boca y comenzó a realizarle una felación.
Los gemidos de placer no eran muy fuertes ya que Tyrone trataba de hacer el menor ruido posible pero con la boca de ella succionando su pene y el continuo contacto de su lengua con el glande era una tarea difícil de llevar a cabo y completar con éxito. La mirada de Carmen desde ese punto donde ella se encontraba le excitaba cada vez más a Tyrone, una vez que ella terminó de darle el sexo oral el miembro viril de él estaba lubricado por la saliva de Carmen.
Ella ordenó a Tyrone a ponerse de rodillas para ayudarle a quitarse la franela que llevaba puesta, ya completamente desnudos los dos volvieron a la misma posición inicial y le pene él comenzó a penetrar suavemente la vagina de ella. Los gritos, gemidos y el jadeo que hacían entre los dos no era tan fuerte como el sonido provocado por sus dos cuerpos al chocar por el acto sexual y el ruido que provocaba el mismo acto al hacerlo en la cama. Ella ya sudada y encima del cuerpo de Tyrone, subiendo y bajando constantemente , le dijo:
—Ty-Ty-Ty-Tyrone, no tienes preservativos, no lo olvides.
Llegando casi al clímax le afirmó con la cabeza y fue en ese preciso momento cuando le dijo a ella que se detuviera para eyacular entre las sábanas de la cama y aunque no fue una eyaculación descomunal ni exagerada su semen estaba regado por varias partes de la delgada tela.
En la cama ambos se quedaron en completo silencio como los amantes de moteles pero con la gran diferencia de que en lugar de tener sexo ellos hicieron el amor, porque eso es lo que hacen las personas cuando realmente se aman.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top