Capítulo 3, Parte 4

Su lugar de trabajo era un establecimiento de comida rápida, allí era la encargada de la caja registradora, el listado de lo gastados en la jornada y todo sobre contabilidad pero sólo durante su tanda. Habían seis mesas, no era un lugar tan pequeño ni amplio pero acogedor es el mejor adjetivo para describirlo, con baldosas negras y blancas vendían el desayuno, el almuerzo y la cena pero la comida del mediodía era la que más ganancias generaba al negocio, luego le seguía la cena y el desayuno.

Carmen tenía trabajando allí unos tres meses antes de entrar a la universidad por lo que ya tenía una parte del dinero para sus estudios ahorrados, guardados en una cuenta de banco, ganaba dinero suficiente para su manutención y para materiales de estudiar. Calculaba de manera casi precisa lo que gastaría antes de que el pago mensual fuera extintito, no se daba el gusto y derecho de permitirse lujos o gastar dinero en lujos.

No se quejaba del trabajo, el sueldo era muy bueno con referencia al poco esfuerzo que aplicaba al el mismo, aunque trabajar significaba no poder estudiar durante ese transcurso de tiempo. Las chicas y los chicos que trabajan también ahí al igual que ella eran estudiantes y era muy buenas personas, sobre todos los chicos que nunca se sobrepasaron con alguna de las muchachas. Cuando no llegaba un cliente todos se sentaban en las mesas de al otro lado del mostrador por dos razones, la primera que les gustaba mucho ya que según ellos se sentían como si fueran ellos los clientes y no los trabajadores de ahí y la segunda razón era porque si estaba por llegar un cliente podían percatarse e ir rápidamente a sus puestos.

Entre todos ellos ninguno se llevaba mal con nadie, se sentaban juntos y charlaban, fumaban cigarros, hacían chistes y anécdotas de ellos mismos o que les contó un amigo.

Pietro, quién era un muchacho de origen italiano les dijo una vez que le encantaría andar por el mundo y que algún día los llevaría a todos a Italia a comer una de las mejores pastas del mundo preparadas por su abuela.

Daniel un chico de madre y padre británicos pero nacido en Estados Unidos de Norteamérica le dijo en aquella ocasión.

—¿Por qué no la cocinas tú? Llevas sangre italiana.

—Soy un falso italiano, ni siquiera nací allá. Soy italiano por obligación.

—Molto vero.

Eran jóvenes que tenían muchos planes, muchas cosas por hacer, deseaban emborracharse, durar dos o tres días de fiestas seguidas, tener sexo con alguna hermosa y deseable persona del sexo opuesto, pero eran jóvenes y ahí estaba el problema. La juventud nos dice que el tiempo aquí es corto y que cuando quieres empezar a vivir la vida ya tienes que comenzar a despertar temprano, tienes que cumplir estrictamente con el horario de trabajo, tu vida cambia y ya tienes hijos, un matrimonio y cuando miras que hacías cuando querías vivir te das cuenta de que era casi lo mismo estudiar y estudiar más para al final morir con miles de conceptos pero sin nada de que sentirse orgulloso. Ellos no se deprimían por esas cosas, sólo se criticaban así mismo porque podían hacer eso y más pero tenían miedo, miedo a perder lo que todo el mundo le llama un "futuro prometedor" pero esa es la causa de todo, el miedo, la falta de agallas para poder vivir la vida de una manera que puedas reírte de lo que alguna vez lloraste.

No eran unos soñadores de los baratos, eran de los soñadores de aventuras casi suicidas pero estaban tan atados al pasado y al futuro que nunca se arriesgaban. Del pasado aprendieron a no repetir ciertas vivencias y del futuro no aprendían nada porque lo desconocían y el desconocer causa miedo y temer y ellos nos causan una abstinencias de emociones que podríamos experimentar si la chispa de valentía que llevamos por dentro encendiera el carbón de agallas, pero ese combustible estaba empapado del agua del temor y se dura un largo proceso de recolección de valor para poder secarlo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top