Capítulo 3, Parte 2

Tuvo una extraña sensación al caminar por los pasillos que una vez recorrió en contra de su voluntad. No recordaba de la ubicación exacta del aula donde ella estudió dos semanas así que tuvo que preguntar a varias personas hasta que llegó, afuera de ella estaba un maestro que conocía, aquel hombre insoportable que le impartió clases en corto tiempo.

—Disculpe señor, ¿se acuerda de mí?

—Le he dado clases a más de mil estudiantes a lo largo de toda carrera como maestro universitario pero sí me recuerdo de usted señorita, la amiga fugitiva de López, ¿qué hace por aquí?

—Estoy buscando a Tyrone, a López.

—No tomará más clases aquí le toca en otra aula, es otro cuatrimestre.

—¿Sabrá usted donde es?

—Sé en qué ala le corresponde pero no sé qué aula, las cambian continuamente.

—Bueno ¿sabes cuál ala entonces?

—El ala norte.

Agradeció pero antes de irse el viejo maestro le dijo:

—Por alguna razón desconocida yo veía potencial en usted jovencita pero las cosas no son como uno cree, la vida da muchos giros, hoy sí mañana no, así es todo. —Carmen notó algo de tristeza en su voz, por primera vez sintió pena de aquel individuo.

El ala norte era un lugar retirado de las aulas donde antiguamente estaba Tyrone, Carmen no tardaría en llegar pero sí le tomaría tiempo ir y volver a la biblioteca que se encontraba al otro extremo de la universidad, cerca de las aulas donde tomaba clases ella. Lo mejor era irse a la biblioteca, no quería que Maruja se fuera a molestar con ella o en el peor de los escenarios le fuera a esperar para hablarle mal y decirle que haría el trabajo por sí sola, se fue rápidamente a la biblioteca pero con las esperanzas de ir al día siguiente al ala norte y tratar de encontrar a Tyrone.

En la biblioteca, un lugar con tan poco ruido que se podía escuchar cuando alguien daba vuelta a una hoja, la luz de este lugar era de agrado y los ojos se adaptaban a ella con facilidad. Este gran santuario de la sabiduría y el conocimiento poseía un catálogo inmenso de libros de todas las ciencias, artes, lenguas, épocas y entre otras clasificaciones.

Maruja era una de estas personas a las que le encanta investigar, indagar, averiguar y salir de dudas por sus propios medios. Por sus manos habían pasado muchos libros de teorías, metodología, filosofía y de religiosidad.

Estuvo varios minutos mirando la variedad de libros que contenía la biblioteca hasta que se detuvo una estantería que cargaba con muchos libros de religiones, tomó una biblia y se sentó en una mesa cerca de la entrada a leer para que cuando Carmen ingresara la pudiera ver de inmediato y no tuviera que andar por todo ese lugar tan espacioso buscándola. Maruja, quién creció en el seno de una familia obviamente católica por las tradiciones de su país, nació en una ciudad llamada Úbeda en España. Con el paso de tiempo, mientras más leía y adquiría conocimientos eligió el protestantismo pero no lo practicaba con la misma intensidad que su familia practicaba el catolicismo.

Abrió la biblia y dio muchas hojeadas, pasó por la base fundamental de la teoría del creacionismo que es el libro de Génesis, leyó el famoso y muy cierto Jeremías 17:5 hasta que Eclesiastés la atrajo.

Leyó en voz baja, casi inaudible, el capítulo diez completo con cada uno de sus veinte versículos. Algo le despertó el interés, no sabía que era ni podía describirlo pero sus ojos ahora comenzaban a andar por aquellas líneas que desfilaban de arriba hacia abajo, en cada unas de las oraciones del capítulo se chocaba con las palabra "necio", "necedad", "sabio" y "locura" pero fue el versículo quince que hizo culminar su búsqueda.

Lo leyó.

"El trabajo de los necios tanto
los fatiga que ni aun saben por
dónde ir a la ciudad."

De no ser por estar en la biblioteca habría gritado como una loca, no tenía que buscar más, ya tenía el caso al que le sacaría el argumento. Una luz la iluminó y todo el pasó por la mente como una película. Esperaba con ansias la llegada de Carmen para poder contar la increíble idea que le había llegado.

Inmediatamente Carmen cruzó la puerta enorme de caoba Maruja comenzó a alzar los brazos y a moverlos de una manera que casi parecía ridícula.

Llegando a la mesa Carmen se disculpó con una mentira.

—Lamento haber durando tanto, hablé mucho con mi amigo y quedamos en volver a reunirnos mañana.

—No te preocupes, utilicé el tiempo en que te esperaba para buscar material para el caso y lo encontré. —dijo dando unas palmadas a la biblia.

—¿La biblia? –dijo algo extrañada Carmen.

—Una parte de ella para ser más especifica.

Maruja abrió la biblia, busco Eclesiastés capítulo diez, versículo quince, se lo mostró a Carmen y ella lo leyó con un tono de voz que ambas pudieran escuchar con claridad sin molestar a nadie en la biblioteca.

"El trabajo de los necios tanto
los fatiga que ni aun saben por
dónde ir a la ciudad."

Carmen al terminar de leer el pasaje miró a Maruja buscando una explicación.

—¿Qué planeas?

—Ese es el caso, la idea, sólo tenemos que crear el argumento.

—A ver, no entiendo nada, por favor explícame.

Y le explicó, el pasaje bíblico, era una metáfora con la que podían crear el caso. El caso podía ser el siguiente, se halla un cuerpo sin vida de un hombre en un callejón al lado de un bar, el acusado es un albañil que pasó por allí justo antes de que se encontrara el cuerpo y un sólo testigo es quién pudo verlo pasar por aquel lugar. El testigo dijo que lo vio salir del callejón y entrar al bar de al lado, unos minutos después la policía ya se hallaba en la escena del crimen.

El presunto asesino ahora mismo está frente a una condena de veinte años de cárcel.

—Sigo sin entender.

—Es que no he terminado. El necio es el acusado, la fatiga es la culpa que hace que la conciencia le pese y ande sin rumbo por ahí, huyendo; "ni aún saben por dónde ir a la ciudad."

—Maruja necesitaremos más fuerza para poder sacar un buen argumento.

—¿Crees que no lo sé? —cerró la biblia produciendo un sonido tan fuerte que la bibliotecaria la miró por debajo de los lentes y le hizo un gesto para que guardara silencio.

Bajando la voz Maruja continuó.

—Nuestro necio en realidad es un albañil que según quien atiende el bar, ya estaba muy borracho como para que tuviera las fuerzas necesarias para matar a alguien, tampoco poseía armas y lo mejor del caso es que el testigo que le vio es una anciana.

—Entonces hay dos puntos a nuestros favor.

—Tres, el cantinero a nuestro favor, el entrar a un lugar tan cercano de la escena del crimen y de seguro la visión desgastada de la mujer anciana.

—Sin decir que no poseía ninguna arma.

—Ni tampoco tenía alguna mancha de sangre o algún signo de lucha.

—La justicia es muy meticulosa y por el simple hecho de que un testigo vio al acusado pasar por la escena del crimen...

—...casi arruina la vida y la reputación de un pobre albañil.

Se chocaron la manos en el aire y Carmen le insistió en hacer ella el argumento ya que Maruja había sido la de la idea, era justo que una se hiciera cargo de la idea y en este caso era Maruja y la otra del argumento y esa tenía que ser Carmen. No tenía que comenzar a hacerlo ese mismo día por lo que se pusieron a hablar afuera, en los escalones de la biblioteca, hablaron un poco sobre sus vidas.

—¿Tienes mucho que llegaste de España?

—No mucho, hace tres meses.

Siguieron hablando acerca de ellas hasta que Maruja dijo que tenía que irse. Ambas se dijeron que era un placer haberse conocido y que esperaban lo mejor del trabajo que hacían juntas, se despidieron con un beso en cada mejilla como Maruja le enseñó y se fue.

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