Capítulo Extra
Holaaa chicas, hace mucho no escribía por acá, espero se encuentren bien tras ésta pandemia. Sé que no hay mucho qué agregar después de un cierre completo a esta historia de –raro- amor entre Calvin y Claus, pero ordenando los archivos de mi computadora encontré escenas e ideas eliminadas de la historia, a veces hago eso cuando creo que es demasiado drama, pero no sé por qué releer esto me dio sentimiento, a lo mejor es porque estoy sensible no sé, solo sé que vi esta escena y la quería compartir con ustedes porque realmente me encantó, más cuando sé que esto lo vivió Claus cuando estuvo viva... ayyy mi corazón... :c bueno, en fin, voy a callarme un momento para dejarlas leer, si es que leíste todo esta explicacion♥ espero lo disfruten.
El sartén.
Claus Harrison.
Cuando llegamos de nuestra luna de miel decidí comenzar a enfocarme en mí, hacía casi un año que no iba al gimnasio, pero ahora era que todo en mi vida estaba comenzando a tomar su lugar, la muerte de Diego, la boda, todo parecía tan rápido y a la vez como si hubiera pasado hacía muchísimo tiempo atrás, aunque apenas había pasado un año.
Me levanté muy temprano en la mañana para hacer el desayuno, como la ama de llaves se había ido por una semana, me tocaba a mí hacerla, aunque muchas veces dejaba que Calvin lo hiciera, era sábado, hoy no tenía trabajo, sin embargo me vestí con mi ropa deportiva de sostén deportivo y cortos pantaloncillos, lista para volver a entrenar mi cuerpo, había ganado casi diez kilos de más, no me sentía cómoda, no por Calvin, sino por mí, nada de mi ropa anterior me quedaba bien y era un problema porque toda mi ropa era ajustada.
No me sentía sexy y al no sentirme sexy sentía que Calvin también me veía poco atractiva, aunque nunca decía nada al respecto. Y no voy a mentir, extrañaba que cada vez que paseaba por algún lado, los hombres voltearan a mirarme, y ya eso casi no ocurría. Me molestaba.
—¿A dónde vas? —escuché la voz de Calvin, me voltee solo para verlo caminar hacia la encimera de la cocina pasando las manos por su ojos, él también había ganado algo de peso, pero parecía que ese peso se fue a sus músculos, y más con la ligera barba era absolutamente hermoso, lucía mejor que nunca.
No me sentía a su altura, no me agradaba sentirme así.
—Amor, recuerda que te dije que iría al gimnasio —me voltee tomando un poco de café y terminando de hacer los huevos revueltos.
—¿Vestida así? —su tono osco me hacía saber que no le gustaba la idea, desde hace unos días él tenía esa rara manera de hablarme en la que parecía molesto, como si todo le irritara, no sabía por qué, debía de estar feliz, acabábamos de casarnos, él iba a continuar sus prácticas de baloncesto el lunes para los juegos del verano, seguía siendo el capitán, no lo comprendía.
—Siempre me visto así para ir al gimnasio, Calvin —apagué el sartén sirviendo los huevos en un plato intentando calmarme, no quería discutir.
—No quiero que vayas vestida así —dijo—, se te ve mucha más carne de la que debería, eres una mujer casada.
Paralicé mi mano en el mango del sartén y me voltee lentamente para poder mirarlo, ¿hablaba enserio? él se acercó, sus brazos estaban cruzados sobre su pecho y su ceño fruncido, al parecer sí hablaba en serio.
—Oríname encima si lo que quieres es marcar territorio —refuté—. No seas imbécil.
Odiaba que me intentaran controlar, él lo sabía y todos lo sabían.
Él alzó las cejas y alzó las palmas de las manos pareciendo ofendido, sus ojos verdes levemente irritados.
—Perdón —dijo con sarcasmo—, solo lo decía porque ahora te ves más gorda y no te luce bien, pero si aun así quieres usarlo...
No lo dijo.
No pudo haberme llamado gorda.
Es decir, sabía que estaba gorda, pero no estaba tan gorda, solo un poco pasada de peso. Un poco.
Y de todas formas él no tenía que haberme dicho eso, me afectaba, saber que mis senos eran enormes porque se llenaban de leche y tener que sacármela porque no tenía un bebé a quien dársela, que siempre me sintiera hinchada, no era un sentimiento bonito, era un recuerdo de que Diego había muerto.
—Hijo de puta —dije en un hilo de voz sintiendo mis ojos cristalizarse—, ¿te sientes mejor luego de haberme ofendido?
—¿Ofenderte? —Volvió a fingir demencia—, gorda no es una ofensa Claus, a diferencia de ti —su voz fue en aumento—, me llamas imbécil, hijo de puta, ni siquiera tienes modales, ¡me estoy exasperando contigo!
¿Él se estaba exasperando?
¡¿Él?!
Estuve a punto de explotar, miré el sartén en mi mano y me tenté tanto a tirárselo que lo hice.
Ni siquiera lo pensé, solo me dejé llevar por la ira, observé como el sartén voló y chocó con la pared detrás de él porque por suerte se agachó a tiempo, sin embargo los huevos revueltos estaban por todo su cuerpo.
—¡¿Estás loca?! —gritó completamente enfurecido, su rostro rojo de impotencia, su ojos verdes abiertos en completa sorpresa.
Me pasé. Sabía que me había pasado, pero estaba completamente enfadada.
—¡Sí! —grité comenzando a caminar cruzando la sala— ¡¿Qué se siente saber que te casaste con una loca demente?!
Abrí la puerta principal y lo escuché decir en un grito:
—¡Sí te vas es mejor que no vuelvas, maldita loca!
—No pensaba hacerlo —grité en respuesta y cerré la puerta en un azote fuerte.
Esa mañana no fui al gimnasio, si no al parque, y corrí durante casi seis horas seguidas acompañada de música rock a través de mis audífonos, me sentía culpable por lanzarle el sartén, me sentía culpable por gritarle, pero él estaba tan irritado... aunque posiblemente yo estaba igual de irritada, vomité porque tenía demasiado tiempo sin hacer ejercicio y sudé tanto que casi me deshidraté.
Paré en la casa de mi amiga Rachel, ella me escuchó, pero no me dejó dormir ahí, dijo que debía arreglar las cosas con Calvin y volver a pesar de que él me había dicho que no volviera.
No quería hacerlo, pero se suponía que eso hacía los esposos, trabajar juntos, solucionar las cosas, sabía que no quería a nadie más que a él, no había ningún otro chico con el que quisiera estar, pero me irritaba.
Cuando volví esa noche, Calvin no me habló, intenté solucionar las cosas pero él me ignoró y durmió en otra de las habitaciones. Sabía que cuando él se molestaba no pensaba con claridad, tenía que darle espacio, así tal vez comenzarían a mejorar las cosas...
Que ingenua fui.
Esa apenas fue la punta de iceberg.
Calvin después de la ley del hielo hacia mí, solo se volvió cascarrabias, me hablaba apenas, u otras veces solo no lo hacía, yo en la rutina de mi trabajo y el gimnasio ni siquiera me provocaba comer, me sentía tan miserable saber que mi matrimonio estuviera fracasando, Calvin tuvo que viajar dos semanas por trabajo y fue incapaz de escribirme más que un mísero mensaje de “ya llegué, todo bien”.
Lo llamé, pero no me atendió y solo le respondí en otro mensaje: “Está bien, te amo”.
Y no respondió.
Me aterraba el divorcio, me aterraba que después de todo lo que hubiéramos pasado juntos, simplemente todo se disolviera frente a mis ojos y no pudiera hacer nada para evitarlo.
Ya no me ama.
Fallé.
Luego de esa semana donde Calvin no me envió otro mensaje ni atendió mis llamadas, decidí apartarlo de mi mente, al menos un momento, con cosas que sabía me harían feliz, fui al salón de belleza, compré ropa y me pesé diariamente, había comenzado a perder peso de manera muy rápida, posiblemente porque me obligaba a comer al menos sopa de zanahoria para mantenerme viva.
Ahora mi antigua ropa comenzó a quedarme, me sentía mejor, pero solo por fuera, porque por dentro estaba desestabilizándome al saber que Calvin ya no me quería. Podía notar como mi confianza estaba volviendo cuando comencé a sentirme a gusto conmigo misma, todos me veían más radiante.
Creo que eso era lo que me faltaba, encontrarme nuevamente, terminar de encajar las cosas después de tantos cambios en mi vida. Para cuando Calvin volvió, le hice un cartel de bienvenida con globos y champán, me coloqué un vestido que me acentuaba perfectamente la silueta y lencería bonita.
Pero Calvin solo me saludó con un beso en la mejilla y dijo que estaba cansado, solo dejé que se fuera a dormir a la habitación de huéspedes que al parecer ahora era la suya, lo entendía, debió ser un viaje largo, pero me dolía que no viera todo el esfuerzo que hacía por retomar las cosas, ya ni siquiera parecía desearme como antes, me evitaba, parecíamos hermanos y sin una buena relación.
Esa noche lloré en silencio, y decidí simplemente darme por vencida escribiendo una carta que esperaba tuviera la decencia de leer.
La mañana siguiente saqué mis maletas de la habitación que antes compartíamos y las llevé a la entrada intentando no hacer ruido para no despertar a Calvin, saqué la carta que había escrito anoche de mi bolsillo cuando escuché la puerta de su habitación abrirse y él salió como si fuera a la cocina a buscar agua, pero de repente sus ojos se enfocaron en mis maletas, luego en mí y noté como su entrecejo se frunció.
Él parecía querer decir algo, pero parecía temer escucharme o hablarme no estaba segura, así que solo bajé la mirada a la carta en mis manos y comencé a leerla:
—Calvin, probablemente sepas que te amo, te lo he dicho tantas veces que a veces suena como algo cotidiano —mis ojos se cristalizaron y mi voz flaqueó—, porque lo hice tan normal como respirar, amarte no fue fácil, pasamos por tantas cosas que a veces me sorprende que pueda tenerte y que el sentimiento sea tan fuerte que me haga aferrarme a ti. Pero estas últimas semanas me has hecho sentir miserable y jamás creí que tú entre todas las personas me hiciera esto, porque por un nanosegundo de verdad creí que era un estorbo para ti...
Respiré profundo y limpié las lágrimas que me impedían leer para poder continuar diciendo:
—Tal vez somos muy jóvenes, tal vez no debimos casarnos, pero no puedo devolver el tiempo... —alcé la vista y lo miré, él parecía petrificado cuando le dije directamente: — Pero me valoro mucho Calvin, sé lo que valgo, no necesito estar detrás de un hombre por su atención, mucho menos por la de mi esposo, me iré un tiempo, y cuando te decidas a levantar la ley del hielo conmigo, hablaremos del divorcio.
Tragué pesadamente sintiendo mis manos temblorosas y dejé la carta en la mesa más cercana, Calvin no decía nada, parecía en estado de shock.
—¿Adiós? —susurré sintiendo que mi tono de pregunta mostró mis dudas de realmente irme, pero ya casi un mes pareciendo enemigos... no podía hacerlo.
—¿En serio quieres dejarme? —escuché que murmuró por fin.
—No lo sé... —susurré— solo sé que no soporto que me sigas tratando así. Además, ¿no me has visto últimamente? —Modelé un poco meneando las caderas mostrándole uno de mis nuevos vestidos que acentuaban perfectamente mi cuerpo—, cualquier hombre mataría por estar con alguien como yo, fue idiota de tu parte no valorarme.
Me voltee y abrí la puerta, esperé que él me detuviera pero solo dijo:
—¿Eso es lo que quieres, otro hombre?
Se suponía que tenía que decirme que me quedara, que haría que lo nuestro funcionara y que lo lamentaba, pero nada de eso sucedió, no comprendía en qué momento Calvin cambió.
—Dices y haces las cosas equivocadas —respondí sacando mis maletas y cerrando la puerta a mis espaldas.
Fue en ese momento en el que monté mis maletas en el puesto de atrás y encendí el auto que comencé a planear lo que haría ahora, tal vez me iría a un hotel por unos días, tal vez eso me daría tiempo para procesar que me divorciaría, tenía que comenzar a ocuparme más para evitar pensar en mi fracaso y en mi equivocación, tendría que comenzar a hacer muchas cosas a partir de ahora.
Cuando comencé a arrancar el auto para irme, Calvin salió de la casa y corrió hasta colocarse a mitad de mi camino, frené bruscamente y lo observé, él apoyó sus manos del capó del carro y sus ojos verdes me miraron fijamente, su nariz enrojecida parecía levemente tembloroso cuando negó con la cabeza.
—No me dejes —gimió—. Es que no entiendo qué pasa conmigo, yo solo, por favor... podemos solucionarlo...
—Creo que es un poco tarde Calvin —dije—, por favor, apártate.
—Maldición, no puedes dejarme Claus. —gritó, sus manos se empuñaron sobre el capó antes de golpearlo y agregó en un susurro:— Eres la estabilidad en mi vida.
Pasé una mano por mi rostro, ni siquiera me di cuenta en qué momento las lágrimas habían comenzado a salir, pero me negué a retractarme, algo debía cambiar.
—Buscame cuando realmente estés arrepentido.
Hice ronronear el motor y él se apartó, derrapé y salí de ahí llena de rabia conmigo, con él y con todo, porque él se acostumbró a tenerme, creyó que siempre estaría ahí para él, pero debía saber que yo merecía más.
Esa noche la pasé en el hotel, no atendí ninguna llamada de Calvin, ni tampoco al día siguiente, necesitaba respirar, necesitaba pensar y que él recapacitara de sus acciones, fui a trabajar para poder despejar mi mente y lo admito, compré un cigarro y lo fumé a escondidas en mi oficina donde nadie me vio, solo para relajarme un poco...
Está bien, fue más de uno, pero nadie tenía que enterarse.
Cuando salía de la oficina observé una deslumbrante camioneta estacionada al lado de mi auto y a un hombre apoyada de ésta descuidadamente, los lentes cubrían su rostro y en sus manos sostenía un enorme ramo de rosas, detuve mis tacones a unos metros de distancia de él y lo observé con fijeza sin decir nada.
—Claus —su voz sonó débil, soy un imbécil, no es como si no lo supieras ya...
Intentó mostrar una ligera sonrisa, pero se esfumó con rapidez al ver mi rostro gélido, para darle más dramatismo me crucé de brazos y esperé a que prosiguiera, Calvin aclaró su garganta y dijo:
—Di por hecho que siempre estarías y olvidé darte mi atención, si te ignoré antes era porque quería hacerte entender que seguía molesto por lo del sartén, pero creo que me sobrepasé, no quiero que te alejes de mí, intentaré comportarme como siempre lo he sido contigo, eres el único amor de mi vida, de mi existencia... eres mi crush, incluso tú me enseñaste esa palabra...
Dio un paso hacia mí, al ver que no me moví, se acercó hasta estar a apenas un paso de tocarme, sus ojos verdes cristalizados se enfocaron en los mios y sonrió débilmente, pero podía notar el miedo que sentía.
—Fue una pelea estúpida, ni siquiera veo que estés gorda, lo dije porque realmente solo quería molestar, además, gorda o flaca eres hermosa para mí, siempre será así y yo... no quiero separarme de ti.
Intenté controlarme, realmente lo intenté, pero comencé a llorar y mi cabeza terminó en su pecho siendo consolada por él diciéndome lo mucho que me amaba y que haría todo lo posible para que todo funcionara entre nosotros.
—Perdón por lo del sartén —gemí, él se rió y solo siguió abrazandome hasta que por fin decidimos irnos.
Desde ese día en el que llegamos a casa, comenzamos a establecer nuevas reglas, la primera fue no acostarnos a dormir estando molestos el uno con el otro, la segunda; no lanzarnos objetos en discusiones y la tercera comenzar a ir a la iglesia de la cuadra para de alguna manera tener algo de paz y hasta ese momento nos había funcionado bastante bien... Supongo que a pesar de que ambos fuéramos un desastre, éramos ordenados a nuestra manera para poder encajar el uno con el otro, y sé que los momentos que compartí con Calvin no me hubiera gustado compartirlos con nadie más.
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...
*†*
Este fue parte del capitulo final, una escena eliminada, no sé por qué lloré con este drama, al parecer si tengo sentimientos wee 😂😂😂 Espero les haya gustado, si fue así deja tu marca en un voto♥ y si deseas leer más historias puedes entrar a mi perfil, las que actualizo actualmente son "El secreto Deluca(+18)", "Deseo...que seas mío (2da temporada)" y "Él está en el sótano (historia corta)" les envio un beso lleno de mucha saliva y baba♥😍
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