Capítulo 4
Al día siguiente en el salón de clases veo a Jessica, quien lleva puesto un anticuado vestido de flores, dos coletas en el pelo y unos lentes enormes sin aumento. Si no estuviera en frente de más de treinta estudiantes me exploraría de la risa, sigue con esa estúpida idea de hacerse pasar por una chica inteligente, aunque admito que se ve adorable.
Sé que está loca, pero, de algún modo, despierta un instinto de protección en mí, solo para asegurarme de que no se meta en líos, claro... y, tal vez eso fue lo que me llevó a aceptar ese acuerdo que hicimos ayer.
También noto que está sentada junto a Hannah, la chica más joven del salón, es una chica de pelo negro lacio y con lentes, es muy pálida y nunca dice una palabra aunque tiene las mejores notas. Veo que Jessica intenta hablarle, pero ella la ignora como siempre hace con todos. El timbre suena y todos empiezan a levantarse de sus asientos.
—Alumna Claire podría quedarse un momento por favor, necesito hablar con usted. —La detengo.
—Claro que sí profesor, con gusto. —Todos los alumnos salen excepto ella— ¿Qué pasa?
—Quiero que tengas cuidado cuando interactúes con los chicos de la clase, sobre todo con Hannah, está muy adelantada para su edad así que toma clases con los alumnos más grandes, pero es muy introvertida. Por favor trata de no abrumarla —le pido amablemente.
—De acuerdo, no lo haré. Y yo no pensaba abrumarla, solo quería ser amable —dice cruzándose de brazos—. Oye ¿Me llevas a casa hoy? —me pregunta de repente.
—¿Tu auto aún está en el taller? ¿Qué clase de mecánico tienes?
—Uno muy lento ¿Me llevas o no?
—De acuerdo, solo no fuerces la puerta y entres como una ladrona ¿Okay?
—Muy bien, te espero a la hora de la salida —dice saliendo del aula.
Después de verla salir me dirijo al salón de profesores para tomar una taza de café. En cuanto entro las maestras que están allí me miran como leonas a punto de atacar a su presa, pongo los ojos en blanco por un momento mientras pretendo no ver como todos, hombres y mujeres, empiezan a murmurarme, ya sea porque me odian o porque me desean.
«Por eso odio venir aquí», me digo a mismo y por eso evito fraternizar con los demás maestros, incluso los afroamericanos.
Camino hasta la mesa y tomo una taza para servirme un poco de la bebida caliente. En ese instante Cinthia, la maestra de inglés se acerca a mí lentamente y de forma provocativa, podría jurar que la vi desabotonando su blusa y acomodándose los pechos de modo que sobresalgan más de la cuenta.
—Hola, profesor Prescott, hacía tiempo que no venía por aquí —me dice de forma coqueta mientras se enrolla un mechón de pelo en los dedos.
—Hola, Cinthia, solo vine por un poco de café. —Siento que se está acercando demasiado así que lentamente doy unos pasos hacia atrás para alejarme de ella.
—¡Oh, café! Yo adoro el café ¿Qué te parece si salimos un día a tomar un poco de café nosotros dos solos? Conozco un sitio excelente —dice apuntando sus enormes senos hacia mí.
—Yo estoy un poco ocupado en estos días, tal vez después —me excuso.
—Oh claro, entiendo —me dice decepcionada—. Tengo que volver a mi salón así que nos vemos, pero recuerda que la invitación está abierta para cuando quieras —dice al final.
La miro mientras se aleja y no puedo evitar sentirme algo mal por rechazarla.
Cinthia no es una mujer fea, tiene el pelo castaño y brillantes ojos verdes, pero no es mi tipo y el hecho de que finja dejar caer un lápiz para apuntar su trasero hacia mí mientras lo recoge cada vez que me ve le quita un poco de atractivo. La verdad nunca me han gustado las mujeres ofrecidas, aunque eso no me molestó con Jessica, pero eso fue diferente, ambos nos dejamos llevar por el momento...
«Y yo no debería estar pensando en eso» me reprendo a mi mismo.
«Tal vez sí sea buena idea empezar a tener citas».
Ese pensamiento me acompaña el resto del día hasta que llega la hora de irse y llevo a Jessica a su casa como le había prometido.
—Bien, ya hemos llegado —anuncio cuando me detengo frente a su edificio.
—¡Genial! Oye ¿Quieres pasar? Necesito que me des las respuestas de la tarea que dejaste hoy —me dice saliendo del auto.
—¿No crees que sería más fácil si lo buscas en tu teléfono?
—Tenemos un trato ¿Recuerdas? —grita desde la acera.
—Ese estúpido trato —susurro.
Sin más que argumentar salgo del auto y voy tras de ella. Después de dos horas estudiando sobre la guerra fría, Jessica se levanta del sofá y desaparece en la cocina. Cuando reaparece lo hace con una botella de alcohol en las manos.
—¿Qué te parece si tomamos un poco de ron? Importado desde República Dominicana —dice poniendo dos pequeños vasos en la mesita de la sala.
—No creo que sea buena idea.
—Vamos, no seas aguafiestas —dice sirviendo el líquido en los dos vasos de cristal.
Después de unos tragos y una excelente imitación del director Rodríguez hecha por Jessica me siento mucho más relajado y desinhibido.
—Y ¿Cómo decidiste convertirte el periodista? —le pregunto con interés.
—Bueno es algo que siempre quise hacer desde que era una niña. Mis padres siempre me apoyaron —me dice con nostalgia—. Yo fui su única hija y ya eran algo adultos cuando me tuvieron, invirtieron todos sus ahorros para enviarme a la universidad. —Puedo ver un brillo especial en su mirada cuando habla de sus padres, que la hace ver inocente y tierna.
—Deben estar muy orgullosos de ti —le digo con una sonrisa— ¿Y dónde están ellos ahora?
—Viven en un hogar de retiro en... —No termina la frase y abre mucho los ojos como si se diera cuenta de algo.
—¿En?
—En nuestra ciudad, en el estado vecino —dice con una expresión algo nerviosa—. Wow, mira la hora, creo que es mejor que te vayas a casa antes de que se haga más tarde— dice mirando su reloj.
—Creo que tienes razón —acepto mientras yo también miro mi reloj—. Bueno, nos vemos mañana —digo poniéndome de pie.
—Si, perfecto. Adiós.
Salgo del apartamento y no puedo evitar pensar que eso fue un poco extraño, pero decido no prestarle mucha atención; después de todo ella es una chica extraña. Subo a mi auto y conduzco a casa; cuando al fin llego me dedico a preparar la clase del día siguiente; luego de que termino me preparo unos macarrones con queso para cenar y veo un poco de televisión.
Cuando ya estoy aburrido me levanto del sillón, recojo los platos sucios y los lavo; tomo una ducha y voy directo a la cama. Media hora después, aún estoy tratando de conciliar el sueño, pero no puedo dormir, me siento intrigado por el comportamiento de Jessica, siendo tan parlanchina me parece raro que no haya querido hablar de su ciudad natal, tal vez no tiene buenos recuerdos... en fin, es hora de dormir.
«Vamos Roy, quiero que hagas tuya»...
—¿Pero qué demonios? —exclamo en medio de la penumbra de mi cuarto.
Acabo de despertarme en la madrugada jadeante, sudoroso y nervioso, cual al parecer se ha convertido en mi estado normal desde que conocí a Jessica; después de tener un explícito sueño en el que estamos haciendo el amor en mi escritorio, en el salón de clases. Me tiro al suelo para hacer lagartijas hasta que mi presión sanguínea se normalice.
Definitivamente tengo que empezar a tener citas si quiero sacarme a esa chica de la cabeza.
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