Capítulo 33

—¿A dónde iremos ahora? —pregunta Jessica emocionada cuando por fin salimos a la calle.

—¿Cómo que a dónde iremos? ¡A casa por supuesto! —le respondo—. No podemos andar dar por la calle con esos tipos tan peligrosos sueltos, lo sabes.

—Sí, pero estamos afuera ¿No podríamos dar un pequeño paseo antes de volver? —me ruega.

—No, es arriesgado.

En ese instante dos hombres con atuendo hipsters, absortos en una amena conversación, pasan por nuestro lado.

—Tengo una idea —me dice con una sonrisa—. Hola, disculpen amigos —Le habla a los dos sujetos que se detienen al instante—, les ofrezco cien dólares por sus lentes de sol, sus sombreros y esa bufanda.

Extiendo me mano para intentar detenerla, pero la dejo caer al ver que ya es muy tarde, además estoy seguro que no me hubiera escuchado de todas formas. Para mí sorpresa los dos sujetos aceptan el trato de inmediato y le entregan a Jessica todas las cosas que pide a cambio del dinero.

—Supongo que querrás que nos disfracemos con eso ¿No es así? —adivino su plan.

—Exactamente, aquí tienes. —Me pone ella misma el sombrero y los lentes de sol y luego es su turno de disfrazarse—. ¡Perfecto! Ahora sí, vamos. —Hace una señal a un taxi para que se detenga y prácticamente me arrastra dentro del vehículo.

Luego de cuarenta y cinco minutos dando vueltas por el centro de la ciudad como si de un tour turístico se tratara, y de tener que meter a Jessica de vuelta en el auto cada vez que sacaba su cabeza por la ventana para gritar a todo pulmón, terminamos nuestro paseo en una heladería italiana; la mejor heladería de Tacoma según Jessica.

El lugar es pintoresco y colorido; las mesas de están cubiertas con manteles de cuadros rojos y blancos; las paredes están pintadas de azul celeste y están decoradas son cuadros de distintos monumentos y lugares de Italia como la torre se pizza, los canales de Venecia, entre otros.

Tomamos asiento en una de las mesas más alejadas de la ventana; nos quitamos los lentes oscuros al unísono, aunque aún conservar el resto de nuestros "disfraces". Una camarera rubia y de ojos verdes con una agradable sonrisa se acerca a nosotros para ofrecernos los menús, pero Jessica los rechaza y ordena directamente dos góndolas napolitanas; aunque no tengo idea de lo que sea eso; la chica sonríe y se retira.

—¿Qué fue lo que pediste? —pregunto con curiosidad.

—Ya lo veras —contesta emocionada—, es mi postre favorito.

—Veo que te gusta mucho este lugar ¿No?

—Solía venir con mis padres cuando era niña. —Su tono es apagado al decirlo—. Los extraño mucho.

Veo la tristeza en sus ojos a través de los lentes oscuros y siento que algo dentro de mi se quiebra, odio ver esa expresión en su rostro.

—Hey, tranquila. Están a salvo ¿No?

—Sí, lo sé. Es solo que me gustaría llamarlos al menos, ya que no podré visitarlos hasta que esté fuera de peligro.

Justo en ese momento la camarera vuelve a aparecer en escena, cargando una enorme bandeja en la que trae dos recipientes con forma de góndolas, cada mini góndola viene con cinco bolas de helado napolitano de diferentes sabores y colores, bañadas con mermelada y nueces trituradas y una cuchara en forma de remo a un lado. Me quedo impactado ante a deliciosa visión.

—Esto es impresionante —dije sin quitar la vista del helado mientras la camarera lo sirve en nuestra mesa.

—Sabía que te gustaría. —La sonrisa de Jessica al ver su postre favorito hace que me tranquilice. La tristeza se ha ido por el momento, dando paso a la gula.

—Ni siquiera sé cómo empezar a comerlo, jamás me habían servido tanto helado en mi vida —comento entre risas mientras tomo la cuchara y decido cuál sabor probar primero.

—Solo relájate y disfrútalo —me dice con la boca llena de helado.

Aunque ni yo mismo pueda creérmelo, cinco minutos después ya casi no queda helado en mi mini góndola. Miro a Jessica, quien aún está saboreando su último bocado, pero a pesar de sus sonrisa siento a que aún está triste.

—¿Hace cuanto que no hablas con ellos? —pregunto de repente, tomándola por sorpresa.

—Mucho tiempo... —Jace una pausa y suspira con pesar— Es lo mejor, no puedo arriesgarme y ponerlos en peligro.

Debe ser horrible estar alejado de los seres que amas y no poder siquiera comunicarte con ellos. A pesar de no ser muy cercano a mis padres al menos sé que puedo llamarlos cada vez que los necesite. Al pensar en eso una idea cruza por mi cabeza, una idea muy imprudente a decir verdad.

—¿Y por qué no haces una llamada rápida? —le sugiero ofreciéndole mi teléfono.

—No creo que, Jonathan, apruebe eso.

—Jonathan, no está aquí.

—¿Roy Prescott, rompiendo las reglas? Parece que mi mala influencia por fin está rindiendo sus frutos —dice alzando una ceja y con una media sonrisa en los labios.

Me arrebata el teléfono y empieza a marcar los números.

« —Hola, mamá. Soy yo, Jessica... si estoy bien. ¿Dónde está papá? —Ver sus ojos brillar de alegría mientras habla con sus padres hace que el corazón me de un vuelco—. Yo también los extraño mucho, pero ya pronto podré ir a verlos, Jonathan pondrá a ese desgraciado en la carcel y no habrá más amenazas. Además hay alguien especial que quiero que conozcan. —Dirije su mirada hacia mí con una sonrisa—. Sé que les agradará mucho. Bueno, debo irme pero quiero que sepan que los amo mucho. Adiós —Se despide antes de cerrar el teléfono.»

Ver la sonrisa en su rostro al colgar es capaz de iluminar todo este lugar. La miro directamente a los ojos y me sorprende ver sus ojos humedecidos.

—Gracias. —Es todo lo que dice mientras disimuladamente retira las lágrimas con un dedo.

—Oye... —Tomo sus manos y acaricio suavemente sus nudillos mientras la miro a los ojos— Nada me hace más feliz que verte feliz.

Llegamos a la habitación de hotel entre risas y al abrir la puerta me sorprendo al ver al policía esperándonos, sentado en una vieja silla con expresión seria.

—Hola, Jonathan —lo saluda Jessica parando de reir–. Ya iba a llamarte. Tenemos la memoria.

Jessica le entrega el pequeño dispositivo que contiene la preciada información y él rápidamente se dispone a introducirla en teléfono inteligente y a reproducir el video.

En él se puede ver claramente como un hombre alto; de pelo gris y tez blanca, con una mirada fría, acompañado por los mismo hombres que fueron a la escuela y que me golpearon al llegar aquí; le propina un tiro en la frente, sin un solo síntoma de remordimiento, a un chico a quien no le puedo ver la cara, por la posición en la que está parado, pero sí puedo ver su pelo rubio y la chaqueta roja y pantalones jeans con los que iba vestido. Segundos después se escucha un grito ahogado, adivino que de Jessica, y al tipo que disparó preguntando que fue eso. El vídeo termina justo en ese instante.

—Con esto lo tenemos, pero necesitamos atraparlo con las manos en la masa para tener mas pruebas en su contra. El maldito ha estado usando su dinero para influenciar en la investigación y no dudará en hacer lo mismo con el jurado sino tenemos algo sólido. ¿Estas lista para esto Jessica? —Voltea hacia ella en espera de la respuesta.

—Sí, lo estoy. —Aunque trata de sonar convencida puedo percibir un poco de temor en su tono. —Si me disculpan chicos, quisiera tomar una ducha ¿Por qué no dan una vuelta?

Ella me mira alzando una ceja disimuladamente, pero, por un minuto no entiendo lo que se propone, hasta caigo en la cuenta de que quiere que Jonathan y yo hagamos las paces o algo así. No es en algo que me entusiasma pero creo que podría intentarlo, tomando en cuenta que él también está en una situación difícil.

—Claro, hay un bar aquí en el hotel, vallamos a tomar una cerveza —me invita él y yo asiento.

El bar en cuestión está del otro lado del estación, la puerta tiene un letrero con que dice "El viajero" con luces fosforescentes, al entrar debo pestañear un par de veces para adactar mis ojos a la poca luz, el ambiente es algo tétrico y rudimentario con mesas de madera y una vieja rocola esta tocando una canción de los ochenta. Tomamos asiento en la barra y le pedimos dos cervezas al cantinero, que es el único aquí además de nosotros.

—Oye amigo, yo creo que debo disculparme por como me he comportado contigo desde que nos conocimos. Yo no tenía idea del horror por el que estabas pasando y...

—Tienes que irte —me interrumpe después de terminar la cerveza que nos sirve el tipo de la barra.

—¿Qué? ¿Del bar? —pregunto confundido.

—No, de Tacoma —me aclara—. Escucha, yo acepto tu disculpas y admito que yo también me comporté de forma incorrecta, pero estamos en una situación de vida o muerte, cualquier error podría ser fatal tanto para Jessica como para mi familia.

—Eso lo entiendo perfectamente, pero yo estoy aquí para apoyar a Jessica, no pienso dejarla sola.

—Es odvio que la amas y aun más que ella te corresponde, pero no es tu asunto y tu presencia solo sirve para empeorar las cosas.

—Yo solo quiero protegerla —digo despacio.

«Sé que lo que él está diciendo es cierto pero no puedo dejarla así sin más después de todo por lo que he pasado para estar a su lado.»

—¿Y como pretendes hacer eso? —me cuestiona—. Ya viste de lo que es capaz ese sujeto, y con todo lo que sabes tu podrías ser el próximo en recibir una bala en la frente si te quedas aquí, y eso destruiría a Jessica. Ya hay demasiadas vidas en juegos, no podemos permitirnos una más.

«Es verdad, él tiene razón en todo lo que dice; yo quiero estar aquí para Jessica pero no hay nada que pueda hacer por ella, hasta ahora solo he conseguido que casi me maten, solo soy un estorbo. Me duele la idea de que ella se culpe si me pasa algo... peor.»

Inhalo y exhalo profundamente, miro las gotas de agua resbalar por la botella de cerveza y de un movimiento la llevo a mi boca y me la tomo de un sorbo.

—De acuerdo, me iré —le digo con el corazón en un hilo—. Pero debes jurarme no permitiras que nada malo le pase.

—Tienes mi palabra, profesor.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top