Capítulo 31
Ya han pasado varios días desde que estoy en esta habitación con Jessica; me he recuperado bastante de los golpes que recibí, puedo cambiar por el lugar sin sentir dolor y los moretones y hematomas, aunque algunos aún son visibles, han disminuido. Aún me sigue preocupando mucho la situación de Jessica y esos matones, aunque ahora que sé las verdaderas motivaciones de Jonathan, me siento un poco más tranquilo de saber que no tiene ninguna intención de entregarla.
«Y de que no está interesado en ella» dice una voz en mi cabeza.
Sí, lo admito. La verdad es un alivio saber que no tiene ningún interés en Jessica, pero también me desconcierta saber la horrible situación por la que está pasando, debe ser horrible saber que tu familia está bajo amenaza de muerte. Ha venido varías veces desde esa vez que discutimos, pero no nos hemos dirigido la palabra. Siento que debo disculparme con él pero creo que el orgullo me lo impide.
En este momento ambos están fuera buscando la memoria con la grabación, que Jessica escondió en alguna parte de la ciudad. Salieron desde esta mañana y, después de más de cinco horas, aún no han regresado. Estoy empezando a preocuparme, aunque Jessica me prometió que todo sería muy seguro.
Para calmar un poco mis nervios, y aprovechando que ya puedo moverme sin sentir tanto dolor, me levanto de la cama; me acerco al baño, donde encuentro una escoba, un trapeador y varios productos de limpieza; y empiezo a limpiar la habitación de hotel para matar el tiempo.
Una hora después de terminar veo la puerta abrirse y a Jessica entrar tras ella con aspecto cansado.
—No sabes que día he teni.... —Se queda queda callada por un instante— ¿Estuviste limpiando?, sabes que no debes moverte de la cama, aún estás herido —me reprocha mientras cierra la puerta.
—Ya me siento mucho mejor, además ya no podía soportar tu desorden—argumento.
—Cierto, olvidé que eres la ama de casa perfecta —me dice rodando los ojos. Camina hacia la cama y se arroja sobre ella—. Estoy muerta.
—¿Cómo te fue, consiguieron la memoria? —le pregunto sentándome en la cama junto a ella.
—No, y, Jonathan, se enojo contigo porque no cree que la guardé en un sitio "apropiado". —Levanta sus dedos haciendo un gesto de comillas cuando menciona esta última palabra.
—¿Y donde la guardaste exactamente? —preguntó con curiosidad.
—Bueno, pensé que no sería buena idea llevarla conmigo, ya que si esos tipos me atrapaban al menos la memoria estaría a salvo y podría decirles algo como: "Si algo me pasa mi gente le entregará el video a la política" o algo así. —«Es claro que eso lo vio en alguna película, pero tiene sentido»—. así que se lo di a mi amiga Linda, quien vive en una carpa en el lado pobre de la ciudad y...
—Espera, espera, ¿le diste una memoria que contiene un video de un asesinato a una indigente? —le pregunto sorprendido—. Pues odio estar de acuerdo con el policía pero tiene toda la razón al estar enojado, eso es una locura.
—Ella no es una indigente, es un espíritu libre a quien le gusta vivir de forma humilde y no depender de vienes materiales, además sería la último lugar en el que buscarían —«eso no se lo discuto»—. Y no le di directamente la memoria, la puse en un cuadro sin decirle nada y luego le pedí que lo guardara —me explica.
La miro con el ceño fruncido y expresión exasperada, sin poder creer su insensatez.
—Estás consiente de que eso no lo hace mejor ¿No? —la cuestiono— ¿Qué tal si hubiera descubierto la memoria y tratado de ver su contenido?
—Esa es la razón por la que era la persona perfecta para guardarla, aunque la hubiera encontrado jamás vería su contenido, ella no tiene teléfono ni computador; cree que el gobierno pone micro chips en los aparatos electrónicos para vigilarnos. —Muevo la cabeza de un lado a otro incrédulo.
—Es increíble que hayas pensado que una hippie indigente era la mejor opción para guardar algo tan importante.
—Oye, no me juzgues, estaba siendo amenazada y perseguida por unos asesinos, no es que tuviera todo el tiempo del mundo para pensar en un mejor plan. —«como si ella pensara las cosas de todas formas» me digo a mi mismo.
—¿Y que pasó con la memoria? ¿Por qué no la consiguieron? —pregunto con curiosidad.
—Pues, al parecer el ex novio de Linda se robó algunas de sus cosas y luego las vendió, entre ellas el cuadro. Sabes, nunca me agradó ese sujeto, era un idiota y... —Se detiene al ver mi mirada acusatoria— ¡No me mires así! —exclama tomando una almohada y cubriendo su rostro con ella.
—No puedo evitarlo, si hubieras sido más responsable nada de esto estuviste pasando —le recuerdo quitando la almohada de su rostro.
—Lo sé y lo siento —dice apenada—. Yo no pensé que esto podría afectar a alguien más hasta que, Jonathan, me contó sobre su familia. —Se voltea a verme con mirada triste—. Trato de mantenerme animada y positiva pero en realidad estoy aterrada. Si algo les pasa será mi culpa.
Me reclino sobre ella y la abrazo, tratando de consolarla y hacerla sentir que la entiendo y que estoy ahí para ella. Aunque aveces se comporte como un terremoto incontrolable, he descubierto que por dentro es una niña vulnerable y asustada.
—Hey, mírame —le digo sujetando su barbilla para que me mire a los ojos—. Todo estará bien, te amo. —Al instante en que pronuncie esa palabra, un escalofrío de duda e inseguridad me invadió.
¿Qué tal si ella no siente lo mismo?
—Yo también te amo —dice con una sonrisa, despejando todos mis temores—. Gracias por estar a mi lado y no salir huyendo al enterarte de mis problemas, como lo hubiera hecho cualquier persona normal.
—Hay algo en ti que hace que mi lado racional se vaya de vacaciones —le digo entre risas, sin poder apartar mis ojos de sus labios.
En un movimiento rápido me coloco sobre ella y me apodero de sus labios, mientras que ella pone sus manos alrededor de mi cuello y dibuja pequeños círculos con sus dedos en mi nuca. Siento como mi virilidad comienza a endurecerse y mis ansias de poseerla son cada vez más urgentes.
—Veo que sí te sientes mucho mejor —me dice alzando una ceja con sorna.
Respondo a su comentario con un beso aún más apasionado que el anterior, acariciando ese cuerpo perfecto, que tanto extrañaba sentir entre mis manos, y despojándolo de las prendas que lo cubren. Ella me ayuda a quitarme la camiseta y alza las piernas para que pueda quitarle los pantalones junto con la ropa interior. Sentir la calidez de su piel y el roce de sus manos es como tocar el cielo; nuestra pasión está desbordada en esta cama de hotel barato.
De su boca se escapan algunos gemidos y suspiros que me incitan a continuar hasta volverla completamente loca de deseo. La poseo de una sola estocada y siento la humedad de su interior envolver mi miembro, mientras que ella clava sus uñas en mi espalda al recibirme. Continúo amándola y penetrantola toda la noche, y diciéndole al oído cuanto la amo y la necesito en mi vida.
Un sonido en la puerta hace que despierte de mi sueño. Abro y cierro los ojos para adaptarme a la luz del sol que se cuela por la ventana y, al girar para ver a Jessica, la descubro aferrada a mí de manos y pies, impidiendo que pueda levantarme para abrir la puerta sin despertarla. No me queda más remedio que zarandearla un poco hasta que abre los ojos.
—Jess, despierta —susurro.
—¿Qué pasa?, déjame dormir —dice remolona, acurrucándose aún más.
—Despierta, alguien está tocando. —Cuando digo esto ella pone atención al sonido y abre los ojos de par en par.
—Jessica, abre la puerta. —Se escucha la voz de Jonathan del otro lado.
Ambos saltamos de la cama y nos vestimos con lo primero que encontramos; Jessica se pone mi camisa, que le llega casi a las rodillas y yo me pongo mis pantalones deportivos. Cuando estamos más o menos presentables, Jessica abre la puerta y recibe a Jonathan con una sonrisa incómoda.
—Vine a decirte... —Se queda viendo nuestras fachadas con un gesto de desaprobación por un instante antes de continuar hablando— ¿Supongo que ya le contaste todo? —pregunta alzando una ceja.
—Sí, lo hice, sabes que no tengo secretos para Roy —le responde acercándose a mí y abrazándose a mi cintura—. Toma asiento —le ofrece.
—Estoy bien así... en fin, encontré al ex novio de tu amiga —anuncia—. Al parecer está acostumbrado a robarle a todas las chicas con las que sale y tiene varios cargos en su contra por posesion de drogas. Lo interrogué y, después de casi una hora, me contó que le vendió el cuadro a una tal Silvia Pickle. Investigué y solo hay una Silvia Pickle en esta zona, una maestra de preescolar.
—Genial ¿Cuándo iremos a buscarla? —pregunta entusiasmada.
—No lo sé, debería ser lo más pronto posible, pero tengo una reunión muy importante con mi jefe, además de que legalmente no puedo ir a verla sin una orden judicial, y eso podría tardarse unos días.
—¿Y que tal si yo voy con Jessica? —le propongo.
—¿Tú?, lo siento, pero lo mejor es que te mantengas al margen de toda esta situación.
—Lo siento, pero creo que es un poco tarde para eso. Te guste o no ya soy parte de esta situación —le recuerdo—. Además, de un educador a otro, creo que se sentiría mucho más cómoda hablando conmigo; ver a un policía buscándola con una orden judicial podría as
—¿Qué hay de tus heridas?
—Ya me siento mucho mejor, además estoy harto de estar aquí encerrado sin hacer nada, quiero ayudar.
Jonathan me mira de arriba abajo, sopesando la idea, supongo, y luego mira a Jessica, quien aún sigue abrazándome.
—De acuerdo profesor, puedes ir a verla —me autoriza—, pero más te vale que no lo arruines o no respondo —me advierte con voz gélida.
—Descuida, no lo haré —le digo con el mismo tono de voz.
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