Capítulo 26

Las carcajadas incesantes de Jessica se convierten en gritos de pánico cuando me ve caminar de espaldas, con las manos arriba, apuntado con un arma en la sien,  empuñada por aquel a quien ella llama amigo.

—¡Jonathan!, ¿qué carajos estás haciéndo? ¡Baja esa pistola! —le pide.

—No me dejaste opción Jessica, te pedí que vinieras a Washington conmigo por las buenas y no me escuchaste —le reprocha con calma.

—¿Co... cómo nos encontraste? —pregunta aterrada.

—Rasteé la llama de hoy, cuando por fin decidiste tomar el teléfono. ¡Estaba preocupado por ti Jess! ¿Cómo pudiste hacerme esto? ¿cómo pudiste elegir a un desconocido antes que a mí?

—Jessica, no escuches nada de lo que te diga —le advierto.

—Tu cállate, profesor de cuarta. —Escucho el sonido que hace cuando carga el arma pero trato de no inmutarme ni mostrar ningún signo de debilidad—. Te dije que no podías protegerla.

—Jonathan, por favor baja el arma. Haré lo que quieras pero no lo lastimes —Le ruega Jessica casi entre sollozos.

—Vaya, en serio te importa ¿Entonces porqué lo metiste en esto? ¿Por qué lo arrastraste contigo cuando sabías que era tan peligroso?

Estoy totalmente inmóvil meditando que puedo hacer para arrebatarle esa arma. Él es un policía, debe de estar altamente entrenando mientras que yo nunca he tocado un arma en mi vida; cualquier momento estúpido que intente podría poner en peligro la vida de Jessica. ¡Maldición! Sabía que este infeliz no era de fiar. Lo miro a los ojos con escrutinio y no logro encontrar nada en ellos.

—De acuerdo Jonathan, iré contigo —dice Jessica en un tono apenas audible.

—¡Jessica, no! ¡No lo hagas! —Trato de disuadirla, pero ella me ignora y continúa avanzando hacia él.

—Estás tomando la decisión correcta Jess, te prometo que no te haré daño —dice extendiendo el brazo hacia ella y tomándola por la muñeca cuando está lo suficientemente cerca.

—Lo siento Roy, tengo que hacerlo.

El solo hecho de que ese imbécil la toque me hace querer estallar de la ira. Lo estoy mirando con furia cuando algo capta mi atención. La puerta de la casa aún está abierta y desde donde estoy parado puedo mirarla hacia afuera y ver el vehículo en el que vino Jonathan y, a pesar de la oscuridad de la noche, puedo distinguir a un hombre sentado en la parte delantera, es un hombre de barba frondosa y... ¡maldita sea, no puede ser! ¡Es uno de los tipos que fue a la escuela! ¡Jonathan trabaja para Maloy!

—¡Jessica, no te vayas con él! ¡Es un traidor! ¡Está con los hombres de Maloy! ¡No vayas con él! —Intentó advertirla, pero él acalla mis gritos propinándome un contundente golpe en la cabeza, con su arma, que me hace caer al suelo.

Escucho el grito desesperado de Jessica y trato de levantarme del suelo pero siento otro prominente golpe en mi cabeza y todo se torna oscuro.

Me despierto adolorído después de no sé cuanto tiempo; mis ojos tardan un poco en acostumbrarse a la luz y mi cabeza se siente pesada. Llevo mi mano derecha hasta mi nuca, donde siento una extraña humedad, y compruebo que se trata de la sangre que brotó después del golpe que recibí por parte de...

—¡Jessica! —exclamo, recordando de golpe todo lo qué pasó y porqué estoy tirado en el suelo.

Me levanto cómodo puedo, quejándome un poco por el dolor, y salgo fuera de la casa, hacia la penumbra de la noche, en busca de mi auto, con la sólida idea de perseguir al maldito de Jonathan y rescatar a Jessica.

Cuando llego al vehículo e introduzco mi llave para encenderlo, éste no responde. Busco en la guantera una linterna y salgo del auto; me dirijo hacia la cajuela para revisar el el motor y descubro que han cortado algunos de los tubos, además de descubrir que todos los neumáticos han sido desinflados.

—¡Maldito! ¡Maldito! ¡Maldito! —grito con furia mientras golpeó el auto. —Sabía que ese infeliz era un traidor, pero no pensé que sería capaz de hacer algo como esto.

En mi estado de desesperación solo se me ocurre tomar mi teléfono y marcar el número Jessica, con le esperanza de que haya podido escapar, pero soy demasiado optimista, el teléfono suena apagado. Repito la acción una y otro vez, pero el resultado siempre es el mismo.

Una punzada de dolor me asalta y recuerdo que estoy herido, así que decido meterme en la casa nuevamente, busco en la cocina una bolsa con hielo y la pongo en mi cabeza para mitigar el dolor y parar el sangrado. Vuelvo a marcar mi teléfono pero esta vez llamo a Carlos.

—¿Sí, quien habla? —pregunta soñoliento.

—Carlos, soy yo. Necesito que vengas a buscarme ahora mismo —le exijo con urgencia.

—Amigo, sabes que te quiero, pero es más de media noche y estás a cuatro horas de aquí. —Miro mi reloj y compruebo la hora; son las una treinta de la madrugada.

—Demonios. Lo siento, debí haberte despertado; es solo que necesito salir aquí.

—Oye ¿Qué pasa?, me estás asustando —me dice en tono preocupado— ¿Y tu auto?

—Digamos que está averiado.

—Bueno, crees que puedas esperar hasta la mañana. Te prometo estar allá a primera hora.

—De acuerdo —le digo resignado.

Cuelgo el teléfono y lo arrojo sobre la mesa del comedor. Me paso una mano por el rostro para tratar de calmar mi ira y frustración, mientras con la otra continúo sosteniendo la bolsa de hielo en mi cabeza.

No quise decirle a Carlos por teléfono todo lo que pasó con Jessica, eso solo lo preocuparía aún más y, él tiene razón, es demasiado tarde para hacerlo conducir hasta aquí. Además, aunque pudiera venir a buscarme en este instante sería inútil, estuve casi dos horas inconsciente, jamás podría alcanzar a esos desgraciados.

Carlos llega temprano en la mañana, como lo había prometido, y al abrirle la puerta noto su mirada de horror ante mi demacrada apariencia.

—Amigo, ¿qué diablos te pasó? Te ves horrible —me dice mientras entra en la cabaña.

—No he dormido en toda la noche —le confieso.

—¿Y dónde está tu chica? —pregunta— ¿No me digas que se pelearon?

—Ojalá y hubiera sido eso. —Inhalo y exhalo una gran bocanada de aire antes de decir la siguiente frase—. Jessica... fue secuestrada.

—¡¿Qué?! —pregunta incrédulo— ¿Cómo que secuestrada? ¿De que estás hablando?

—¡Se la llevaron Carlos! ¡Ese maldito traidor me dejo inconsciente y se la llevó! —Me paso la mano por el rostro frustrado—. Ahora está en peligro y yo no pude hacer nada para evitarlo.

—Bien, primero cálmate, relájate y explícame, como si fuera un niño de cinco años, que es lo que pasa aquí porque no entiendo nada. ¿Por qué alguien querría secuestrar a tu novia?

—De acuerdo, te contaré todo, pero no puedes hablar de esto con nadie ¿me entiendes? —le digo en tono serio.

Ambos tomamos asiento en el sofá y comienzo a contarle a Carlos la situación de Jessica, la visita de los matones a la escuela y todo lo que pasó anoche cuando ese maldito cobarde me atacó y se la llevó a punta de pistola.

—Wow, esa es una historia muy loca —me dice mientras, claramente, intenta asimilar todo lo que acabo de decir.

—Lo sé, pero todo es cierto y necesito...

Justo en ese instante mi teléfono hace un sonido que indica que he recibido un mensaje. Lo saco de mi bolsillo y siento que mi corazón da un vuelco cuando miro el nombre de Jessica en la pantalla. Rápidamente abro el mensaje y lo leo en voz alta.

Roy, espero que estés bien.
Me disculpo por lo que te hizo Jonathan, fue un imbécil, pero te prometo que estoy bien. Por favor perdóname por haberte involucrado en todo esto, nunca debí hacerlo. Me iré a Washington por un tiempo, Jonathan me cuidará; aunque no lo creas jamás me haría daño. Por favor no me busques ni me llames. Nos volveremos a ver algún día.

—No suena como alguien que ha sido raptada ¿No lo crees?

—Esto no puede ser posible. Obviamente la obligó a escribir esto —digo enojado.

Me levanto del sofá y comienzo a comienzo a caminar de un lado a otro, mientras releo el mensaje una y otra vez.

—Okay Roy, cálmate —dice Carlos en tono pausado, intentando tranquilizarme—. Escucha, por lo que sé, esa chica es muy lista, sabe cuidarse sola. Además no hay mucho que tú puedas hacer; según lo que me has contado esa gente es peligrosa y tu nunca has tocado un arma en tu vida. Solo eres un maestro de preparatoria que no supo escuchar los consejos de su amigo. —Hace mucho énfasis en la última frase.

—¡¿Y que pretendes?! ¡¿Qué me quede aquí sin hacer nada?! ¡Tengo que salvarla!

—¿Y cómo harás eso? ¿Convirtiéndote en James Bond o en Batman?

—No importa cómo lo haga, pero viajaré a Washington y rescataré a Jessica —declaro decidido.

—Esa es una muy mala idea, hermano. —Lo miro a los ojos con determinación.

—Lo sé.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top