Capítulo 11

—Bien chicos, es hora de asignar el proyecto de fin de año. Escojan cada uno una pareja y cuando todos estén emparejados les daré a cada grupo el tema en el cual trabajarán. Quiero una presentación que me deje sin palabras, de eso dependerá gran parte de la calificación ¡Busquen pareja ya!

Después de llegar a casa ayer en la noche decidí que no seguiría atormentandome pensando en Jessica y me concentraría en mis clases, como siempre lo he hecho, antes de que ella llegara a mi vida.

Ahora que lo pienso, estoy agradecido con ese mecánico por arreglar su auto; el no tener que llevarla a su casa todos los días me ayudará a sacármela de la cabeza mucho más rápido.

Veo como, después de anunciar las bases del proyecto de fin de año, todos los chicos se están haciendo equipo excepto por Hannah.

A pesar de ser una chica muy lista, sus pocas habilidades sociales hacen que los demás estudiantes la molesten y no quieran ser sus amigos, lo cual me parece absurdo; no entiendo como algunos chicos pueden ser tan crueles.

Veo sus ojos verdes, triste y decaídos tras sus lentes gruesos, mirar a su alrededor mientras enreda frenéticamente un mechón de su pelo rojo en sus dedos. Estoy a punto de asignarle a alguien cuando noto que Jessica se hacerca a ella.

—¿Quieres que hagamos equipo? —La escucho preguntar mientras que Hannah se limita a asentir con la cabeza sin mirarla a los ojos.

Me alegró mucho que lo hiciera ya que de no ser así la pobre Hannah hubiera terminado haciendo el proyecto sola. Después de asignarles a cada equipo el tema en el que trabajarán decido dejarlos solos y salir del salón para dirigirme a la oficina del director Rodríguez. Esta mañana cuando lo ví me dijo que quería verme.

Confieso que me siento un poco nervioso, pero no hay forma de que él se haya enterado de lo qué pasó entre Jessica y yo... ¿o sí?

—¿Quería verme director? —pregunto al abrir la puerta.

—¡Roy! Pasa adelante —me dice mientras se pone de pie.

Doy unos pasos hacia adelante y cierro la puerta tras de mí. Trato de disimular mi nerviosismo pero la verdad es que estoy temblando por dentro, podría perder mi trabajo por mi imprudencia.

—Roy, quiero que sepas que estoy muy feliz con tu trabajo. —"Gracias a Dios. Por un momento me asusté"—. Y para demostrarlo quiero darte algo. —Extiende el puño cerrado hacia mí y abre la mano revelando una llave—. ¡Tú propia oficina!

—Oh ¿Esto para mi? —Tomo la llave sintiéndome sorprendido y confundido—. No sé qué decir, director Rodríguez, es demasiado.

—No seas modesto, eres el mejor maestro y esto es algo que te mereces desde hace mucho tiempo. Sígueme para mostrártela.

Camina hacia la puerta y sale de la oficina mientras yo sigo sus pasos. A mi confusión se une el sentimiento de culpa.

Me siento como un fraude y creo que no debería aceptar esta oficina; por otro lado tener mi propia oficina me evitaría tener que ir al salón de maestros y soportar a todas las maestras lanzarse sobre mí como hienas hambrientas.

Veo que el director Rodríguez se a detenido frente a una puerta así que yo también lo hago.

—Hemos llegado —anuncia.

Intenta abrir la puerta con un poco de dificultad y cuando al fin lo logra me muestra un aula oscura y llena de pólvora y sillas rotas.

—Señor, con todo respeto, pero esto no es una oficina, es un aula abandonada —argumento.

—Tal vez no lo ves ahora pero cuando la limpies quedará como nueva.

—Perdón ¿Acaso dijo cuando la limpie?

—Enviaré al conserje para que te ayude en sus ratos libres, pero como sabes no tenemos presupuesto para pagarle horas extras. La revista solo me envío una pequeña parte de la donación que prometieron y no enviarán lo demás hasta después de que el artículo esté listo.

Miro a mi alrededor con desagrado; el lugar está sucio y deplorable pero, por otro lado creo que será una buena forma de mantener mi mente ocupada y así no pensar en Jessica.


Ya es hora de volver a casa así que subo a mi auto y enciendo el motor, miro de un lado a otro dentro del vehículo asegurándome de que esa loca reportera no salga del asiento trasero como es su costumbre, pero no hay nada, todo está despejado. Mejor me digo a mi mismo y empiezo a conducir.

«¡Demonios!, no recordaba que ir en el auto solo fuera tan aburrido».

Al llegar a casa tomo un baño y me visto con algo cómodo. Hoy no estoy de humor para ir al gimnasio así que en lugar de eso decido prender la computadora y enviar algunos emails. Luego de un rato escucho mi teléfono sonar, lo tomo en mis manos y reviso el número antes de contestar. Es Jessica.

—Hola, Jessica, ¿pasó algo? —pregunto preocupado.

—Hola, Roy. No pasó nada, todo está bien, solo quería saber si podías venir a mi apartamento y ayudarme con algo, si no estás ocupado. —Se escuchaba algo extraña.

—Sí claro, voy para allá.

Tomo las llaves del auto y, en menos de veinte minutos estoy frente a su apartamento tocando la puerta.

—Oh, gracias a dios que estás aquí —dice al abrir la puerta ataviada con su enorme suéter rojo, los pies descalzos y su pelo amarrado en una coleta.

Me toma del brazo y de un tirón me hace entrar al apartamento, cerrando la puerta tras nosotros.

—¿Qué es lo necesitas? —pregunto confundido, en verdad no entiendo nada de lo que está pasando.

—Necesito que vengas conmigo al cuarto es urgente. —Sin soltar mi brazo, camina apresuradamente a la habitación, dejandome a mí ninguna otra opción más que seguirla.

Mientras camino intento adivinar cual será el problema, tal vez una rata o cualquier otro animal se ha colado o alguna tubería rota que quiere que repare, no tengo idea.

Llegamos a la habitación; es algo pequeña, la cama tamaño queen está en el centro, una mesa de noche a cada lado, un librero en frente, el closet de puertas blancas cerradas y una puerta que, imagino, es la del baño. Examino de arriba abajo el lugar pero no veo ninguna rata o animal de ningún tipo, nada que llame mi atención excepto que está más ordenada de lo que imaginaba estaría.

—Oye, aún no entiendo para que me llamas... —No logro terminar la frase ya que, sin previo aviso, Jessica se abalanzó sobre mí, envolviendo sus brazos en mi cuello y asaltando mi boca con sus labios.

—Había esperado todo el día para hacer esto —me dice entre besos.

Siento como sus manos resbalan por mi cuello hacia mi pecho y van bajando lentamente, adentrándose debajo de mi camiseta para acariciar mis marcados abdominales y luego posarse en el dobladillo de mis pantalones deportivos para empezar a desatar el nudo que los mantiene en su lugar.

—Espera, espera. —Cuando al fin logro reaccionar, interrumpo el beso a regaña dientes para recuperar el aliento— ¿Qué estás haciendo?

—¿Qué no es obvio? —dice con voz gutural.

—Sí, lo es, pero ¿Por qué? Pensé que solo lo habíamos hecho para deshacernos de la tensión sexual que había antes —digo, citando sus propias palabras.

—Bueno, yo aún siento mucha tensión ¿Qué tú no? —Me mira directamente a los ojos mientras se muerde el labio inferior seductoramente. Puedo ver el deseo reflejado en su mirada.

«Por supuesto que la siento, la siento desde el día en que la conocí».

Trato de mantener la mente fría y pensar en el plan, sé que hace tiempo que lo tiré por la borda, pero aún puedo recuperar el control de esta situación; ella claramente está jugando conmigo y este juego podría costarme mi trabajo.

Mientras analizo las obvias razones por las que no debería seguir adelante con esto ella introduce su mano en mis pantalones y empieza a acariciar mi miembro erecto sin ningún tipo de inhibición, desatando corrientes eléctricas en todo mi cuerpo.

—A la mierda con el plan —digo sin reparo.

Por un momento pensé que nunca más volvería sentirla y, aunque traté de negármelo, la verdad es que esa idea me estaba volviendo loco.

Una sonrisa maliciosa se dibuja en su rostro y, muy a mí pesar, saca la mano de mi entrepierna para poder quitarse el suéter rojo, quedando completamente desnuda. De solo verla mis manos empiezan a temblar y mi pene se pone duro como una roca.

—Alguien está contento de verme —dice al percatarse de mí erección.

Me da un tierno y delicado beso el los labios para luego empujarme sin previo aviso a la cama, dejándome caer de espaldas en ella. Trepa sobre mi cuerpo como gatita, contoneando su jugoso y redondo trasero y dándome una vista panorámica de su voluptuoso escote.

Me quito la camiseta y la observo contemplar mis músculos y bisects fascinada; no niego que eso es alimento para mi ego.

Tomo su cara en mis manos y la beso con pasión desenfrenada, enredando mi lengua con la suya. Sus labios se separan de los míos y empiezan a recorrer mi cuello con sus besos húmedos y afrodisíacos que me hacen retorcer del placer.

Continua su recorrido de besos por mi pecho y mi estómago hasta llegar a la zona más sensible de mi cuerpo. Sin demora se deshace de mis pantalones junto con mi ropa interior, dejando mi pene totalmente expuesto.

—¿Alguna vez te he dicho lo mucho que me gusta tu polla? —me dice con una sonrisa, tomándola en sus manos para admirarla con mayor detenimiento.

Empieza a masturbarme delicadamente al principio, pero poco a poco aumenta la fricción, haciendo que me ponga más y más duro y provocando que mi pene expulse un poco de líquido preceminal. Ella se detiene por un momento al ver el fluido; sin ningún pudor lleva mi pene hasta su boca y succiona el líquido.

Mi mente está totalmente en blanco, solo puedo concentrarme en cómo su lengua húmeda hace que varios escalofríos de placer recorran mi cuerpo, mientras que ella con su audaz boca devora mi miembro sin compasión, subiendo y bajando de una forma sublime.

La calidez de su boca me tiene al borde de la locura, pero después de unos minutos decido que es momento de interrumpirla ya que estoy a punto de llegar al climax y no quiero hacerlo sin antes hacerla disfrutar a ella también. Retiro mi pene de su boca y la hago rodar de manera que ahora es ella quien está de espaldas contra la cama.

Me apodero de sus labios ferozmente, saboreando mi propio sabor en su boca; hago el mismo recorrido de besos que ella hizo conmigo, no sin antes detenerme un rato para deleitarme con sus pechos, y llego hasta el centro de su depilado ser para hacerla disfrutar tanto como ella a mí.

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