Capítulo 1
Me siento como un pez fuera del agua, jamás debí dejar que Carlos me convenciera de venir a esta estúpida fiesta. Estoy sentado en la barra pidiendo mi tercer whisky, no hace media hora que estoy aquí y ya me quiero ir.
Odio estos eventos llenos de gente estirada a la que no conozco y que me tratan como a una celebridad solo por ser literalmente el único tipo negro de la fiesta. Sé que estoy aquí para apoyar la publicación de su libro, pero no veo por qué debo quedarme también a esta estúpida fiesta, bueno en realidad si lo sé; es otro de sus estúpidos intentos de conseguirme pareja.
Me tomo el whisky de un trago mientras pongo mis ojos negros en blanco. Ya me ha presentado cinco chicas en lo que va de la noche y, aunque ninguna de ellas ha sido fea, la verdad no son mi tipo. Desde que me divorcié hace dos años, casi todos mis amigos, en especial Carlos, se han obsesionado con la idea de ser mis cupidos personales.
Miro impaciente mi reloj, es más de media noche, debería estar en casa revisando los exámenes y no aquí perdiendo el tiempo. Me aflojo la corbata mientras busco a Carlos con la mirada; está enfrascado en una conversación bastante amena con, los que asumo, son un grupo de escritores.
«Es mi oportunidad de escapar».
Me levanto de la silla y le hago una señal de despedida al barténder, quien me mira y me la devuelve con una media sonrisa; empiezo a caminar lentamente hacia la puerta principal evitando a mis cinco fallidas pretendientes, sobre todo a Jennifer, la más parlanchina de todas.
Una vez fuera de la casa y, lejos del bullicio, puedo sentir como mis poros respiran de nuevo. Me vuelvo hacia la casa para admirarla tranquilamente. La mansión de Carlos es hermosa y la fiesta no estaba nada mal la verdad, pero simplemente yo no encajo allí. Y no es por mi atuendo, este traje de cachemir azul oscuro con camisa blanca de algodón puro, corbata negra y zapatos italianos que llevo puesto, van muy acorde con la ocasión, además de sentarle muy bien al tono oscuro de mi piel, pero simplemente todo este lujo no va conmigo.
Luego de unas cuantas vueltas en el estacionamiento y ya a unos cuantos metros de distancia de mi auto, me detengo para presenciar una escena bastante cómica: una chica de estatura promedio y con buen cuerpo; su ajustado vestido marca perfectamente sus pronunciadas curvas y su buen trasero; va caminando descalza por el pavimento. Lleva los zapatos en la mano derecha, uno de ellos con el tacón roto, y en la izquierda su bolso. Su larga cabellera negra parece haber sido asaltada por una bandada de a aves furiosas.
Acelero un poco mis pasos para alcanzarla y preguntarle si se encuentra bien, pero ya estando lo bastante cerca y antes de que pueda hablarle, puedo escucharla exclamar furiosa y sin ningún pudor, un sinnúmero de maldiciones y obscenidades no muy propias de una dama.
La verdad estoy sorprendido con el vocabulario de esta chica, y no puedo evitar sonreír. Trato de disimular mi sonrisa para que no crea que me estoy burlando de ella. Carraspeo mi garganta para llamar su atención, ella se detiene en seco y se voltea hacia mí. La risa estuvo a punto de asomarse de nuevo, pero logro disuadirla. Si la chica era un desastre por detrás de frente estaba aún peor.
El ajustado y corto vestido blanco que llevaba puesto estaba totalmente manchado de, lo que a mi parecer es vino tinto, y la expresión de la chica es entre furia y vergüenza.
―Disculpa, pero creo que no te ves bien ¿Le puedo ayudar en algo? ―le pregunto.
La expresión de la chica cambia un poco al verme, aunque no para mejorar, puesto que ahora se le puede atribuir un poco de horror a la misma.
―No gracias, estoy bien —rechaza mi oferta tratando de esbozar una sonrisa que más bien parece una mueca.
Vuelve a darme la espalda y continúa caminando descalza hacia la salida. De pronto y como si de una maldición se tratara un torrente de agua empieza a caer del cielo empapándonos a ambos. La chica, en vez de apurar el paso para escapar de la lluvia, se detiene en seco, abre los brazos en cruz y empieza a reír descontroladamente. Estoy literalmente sin palabras ante la visión, no sé si la chica se volvió loca o... no se me ocurre otra teoría.
La lógica me dice que continúe mi camino y me aleje de esa chica tan extraña y, usualmente la escucharía sin pensarlo dos veces, pero me preocupa que alguien más se dé cuenta de su inestable estado y llame a seguridad o a la policía, así que decido acercarme a ella una vez más.
―Escucha, sé que ya rechazaste
mi oferta antes, pero cualquiera que te viera en este estado llamaría a la policía así que, creo que sería buena idea que me dejas acompañarte.
―¡Mira pervertido déjame en paz o te juro que te romperé la cara! —me dice volteándose hacia mí con expresión amenazante.
¿Es en serio? Ofrezco mi desinteresada ayuda y esto es lo que obtengo, al menos la risa perturbadora ya no está. Nota mental Roy, si ves a una chica blanca caminando descalza y con aspecto de loca, no seas un tonto y simplemente aléjate.
―¿Sabes qué? Esta es la casa de mi amigo y no me gustaría que algo arruinara su fiesta. Por lo que sé todos los guardias tienen órdenes de no ser muy amables con los que se ven sospechosos y, si me lo preguntas, tú te ves bastante sospechosa. Solo trataba de ayudar, pero olvídalo. —Paso por su lado y me dirijo hacia mi coche furioso.
―¡Oye! Espera. —Me detengo al escucharla gritar. Al voltearme la noto algo avergonzada; me mira a mí, luego a su alrededor y luego a sí misma simultáneamente―. Lo siento, creo que tienes razón... ¡Pero si intentas algo tengo un gas pimienta en el bolso y no dudaré en usarlo!
―Créeme, no lo haré ―«No estoy tan desesperado».
Le sonrío y nos vamos corriendo hasta mi auto, le abro la puerta y la invito a subirse.
―Pero estoy empapada, lo voy a arruinar -me dice preocupada.
―No te preocupes yo también lo estoy ―la tranquilizo y le hago una señal para que suba.
Ya dentro del auto lo enciendo y, cuidadosamente, salgo del lugar donde estoy estacionado.
-Bien ¿Dónde está tu auto?
―¿Mi auto? Yo no vine en auto -me dice desenfadada.
―¿Cómo que no viniste en auto? Y entonces ¿Cómo pensabas irte a casa?
―En autobús...
―Pero la parada de autobuses está a casi tres kilómetros de distancia ¿ibas a caminar descalza hasta allá?
Ella no me contesta y simplemente se encoge de hombros.
Estaba dispuesta a caminar toda esa distancia descalza y toda hecha un desastre, esta chica en serio es extraña. Decido no darle muchas vueltas al asunto y conduzco hacia la puerta de entrada, me despido del guardia de seguridad y salgo a la calle en dirección a la parada de autobuses. Llegamos a la parada en poco tiempo.
―Gracias por traerme, aquí me quedo. ―Ella se despide y empieza a abrir la puerta.
―Este es un lugar abierto y la lluvia no ha parado aún ¿No prefieres esperar en el auto? ―le ofrezco, sorprendiéndome a mí mismo.
No tengo idea de porque estoy siendo tan amable con esta chica que no parece ser muy estable mentalmente.
Tal vez sea su deplorable estado el que me da lástima, aunque debo de admitir que a pesar de que parecer un pequeño desastre ambulante no es nada fea. Estoy seguro de que bien arreglada debe de verse hermosa... ¡Ay por dios! Me siento como un pervertido.
―De acuerdo, una vez más tienes razón. ―Se voltea hacia mí con una cálida sonrisa, marcando sus graciosos hoyuelos y dejando a la luz sus perfectos dientes blancos.
―Gracias. Soy Jessica Falcon, por cierto, mucho gusto —se presenta.
―Yo soy Roy Prescott. ¿Puedo preguntar qué hacías en la fiesta?
―Estaba trabajando, soy reportera.
―¿En serio?, no te vi en la rueda de prensa.
―No pude ir gracias a que mi auto tuvo la brillante idea de averiarse a mitad de camino; tuve que esperar casi una hora hasta que una grúa llegara y me remolcara a un taller, pero no pudieron hacer nada para repararlo. Para cuando me di cuenta la rueda de prensa estaba fuera de mi alcance, así que no tuve más remedio que escabullirme dentro de la fiesta, ya que no estaba en la lista de invitados, con la firme idea de conseguir una entrevista... o al menos unas notas, y fue entonces cuando esto pasó ―dice señalando el Cabernet en su vestido.
—Ya veo —digo condescendiente.
—Traté de limpiarlo, pero como ves eso no salió muy bien. Luego mi cabello se quedó atorado en la puerta del baño y el tacón de mi zapato se rompió mientras tiraba para liberarme. Como verás este día ha sido un verdadero infierno.
Mientras me cuenta su tragedia no puedo evitar sentirme culpable por como la había juzgado al principio. Cualquiera estaría histérico al haber pasado por tantas calamidades al mismo tiempo. La miro de arriba abajo disimuladamente; a su deplorable estado anterior ahora se le suma el maquillaje corrido por toda la cara por culpa de la lluvia y aun así creo que se ve adorable.
―Tal vez yo pueda ayudarte. —Las palabras salieron de mi boca sin darme tiempo a pensarlas siquiera.
―¿De veras? ¿Cómo? ―me pregunta incrédula.
―Pues Carlos es un buen amigo mío, sé todo sobre su libro. Fui el primero en recibir una copia cuando estuvo publicado, así que tal vez pueda darte una que otra información útil.
Sus grandes ojos cafés se iluminaron al escuchar mi propuesta, podía casi palpar la emoción en su expresión.
―Si haces eso por mí serás mi héroe por segunda vez esta noche -me dice entusiasmada mientras rebusca en su bolso lo que creo es una libreta de apuntes y una grabadora.
¿Quién lo diría, yo un héroe? Mi exesposa se caería para atrás de escuchar esas palabras relacionadas conmigo.
Estuvimos más de una hora hablando sobre el libro de Carlos, dándole toda la información que necesitaba para su artículo y otras cosas, para cuando terminamos no podíamos parar de reír. Jessica era una chica encantadora y muy divertida, sus comentarios eran graciosos y muy inteligentes, estuvimos tan enfrascados en la conversación que ni siquiera nos dimos cuenta de que la lluvia había parado.
―Creo que es hora de irme...
Antes de que pudiera voltearse para abrir la puerta su grabadora resbaló de sus manos cayendo dentro del coche, ambos nos agachamos para levantarla y, en un movimiento involuntario, nuestras miradas quedaron frente a frente. Mi corazón comenzó a latir aceleradamente, de pronto el coche se hizo más pequeño y esos hermosos ojos oscuros me invitaban acercarme más y más.
Podía sentir su respiración agitada, lo que me dio a entender que ella estaba casi en la misma posición que yo. Entonces pasó, ella mordió sus labios de manera instintiva, tal vez por nerviosismo, pero ver esos jugosos labios siendo presionados por sus perfectos dientes fue el detonante que me empujó a lanzarme sobre ellos.
No me importo que estuviera mojada y hecha un desastre, ni siquiera el hecho de que me golpearía y acusaría de pervertido. Incluso si me enviara a la cárcel habría valido la pena. Para mi sorpresa su respuesta fue más apasionada de lo que esperaba. Estuvimos besándonos por un largo rato hasta que ella interrumpió el beso y se separó unos centímetros de mí.
―Yo... Este... ―comencé a balbucear.
―Vayamos a otro lado —dijo señalando por el retrovisor a unos transeúntes que se acercaban.
Sin más que decir arranque el auto y aparqué en el primer motel que encontré.
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