CAPÍTULO 16: Vuelta a la anormalidad

El sol llegó a su posición perfecta en el cielo, no obstante, ni Star Moon ni Ben el guardián pudieron disfrutar de su luz desde el desordenado cuartel general enterrado bajo las calles de Sceneville. Habían pasado varias semanas desde que vieron a Matt Eville por última vez. Después de la lucha, el garante consiguió levantar a Star en sus brazos y llevarla de vuelta a la guarida secreta. Tardó varias horas caminando a la luz de la luna llena. Por suerte, aquella noche, los humanos se habían refugiado en sus casas tras la noticia de una gran catástrofe en las inmediaciones del Paradise Castle.

Star durmió profundamente durante varios amaneceres. Aunque, sin duda, se trataba de una joven muy poderosa, controlar todas sus virtudes aún le suponía un gran derroche de energía. Y vencer a alguien como Matteo Eville, la había dejado completamente exhausta. La muchacha escuchaba continuamente hablar a Ben de fondo por su radio. El aparato, gracias a sus experimentos, conseguía alcanzar una distancia de contacto mucho más amplia que la que podía lograr una radio estándar. Star sospechaba que los experimentos de Ben no eran solo producto de su gran talento como científico, sino que, probablemente, este utilizara una mezcla de ciencia avanzada y energía garante. Aunque todavía desconocía qué significaba exactamente esto último.

El chico rubio no paraba de parlotear durante horas con una mujer situada en un lugar llamado Hammondland. Sin embargo, la chica no consiguió descifrar ninguna de sus conversaciones. Pero el eco lejano resonaba en su cabeza, mientras todavía, trataba de recuperarse del esfuerzo de la batalla.

Una mañana, Star abrió los ojos y se sintió tan descansada que salió de la minúscula habitación bostezando y estirando su cuerpo tan fuerte que, sin querer, tiró una balda llena de VHS que Ben guardaba cuidadosamente. Con el estruendo, el chico entró apresuradamente en el salón y al verla, se abalanzó sobre sus brazos.

—Lo siento, Ben... Hoe vuealto a tirar tus coasas —se disculpó Star bostezando una vez más.

—No pasa nada —respondió este apretando más sus brazos para abrazarla con más cariño—. ¡Estás bien! ¡Por fin «chica renacida»! No sabía si te ibas a librar de esta...

—Por favor, ¡Ben el rubio! ¡Ben, el guapo! ¡Ben, el apuesto! —bromeó esta—. ¡Qué poco confías en tu protegida!

—Confío plenamente, chica, pero... estaba asustado.

—Pues ya no lo estés. —Star apretó sus brazos con más intensidad, tratando de no pasarse, y rodeó con afecto a Ben, hundiendo su cara repleta todavía de legañas en su cálido cuello—. Tenemos que hacer algo antes de seguir diciéndonos cosas bonitas.

—¿Qué tenemos que hacer? —gimoteó el hombre gato.  

—¿Has tratado de localizar a Matt? —preguntó ella frotándose con nervio las muñecas.

—Está muerto, Star. Estoy seguro —determinó él. Se separó de la chica y apretó sus hombros después como símbolo de confianza.

—Por favor, Ben... Necesito verlo con mis propios ojos.

Intentaron localizar a Matt Eville durante días desde la sala de cristal. Star quería asegurarse de que la pesadilla que acechaba Sceneville había terminado para siempre. Jamás dieron con él, ni siquiera con los inventos del garante para intensificar el radio de localización. Así pues, no les quedó mucho más que aceptar que habían vencido. Por siempre jamás. 

—¿Y ahora qué? —Star se tumbó en el cubículo de cristal resignada—. Todo se ha terminado, ¿no? ¿Qué debo hacer?

—Debemos volver a casa, amiga. 

—¡¡¿A la casa Moon?!! —exclamó la chica con sorpresa mientras se ponía en pie de un salto, más rápido que la propia velocidad de la luz—. ¡No puedes estar hablando en serio!

—¿Qué otra opción tenemos? —dijo. El garante se apoyó en la pared en posición relajada con los brazos cruzados y esperó.

—¿Quedarnos aquí?

—Star... —comenzó acercándose a la chica. Tomó después asiento a su lado y continuó su discurso—. Sabes que no todo tiene, bueno... una explicación lógica en este caso. Pero creo que después de todo, puedes confiar en mí cuando te digo que lo hagas. —Levantó las cejas expectante por la reacción de sus palabras—. No podemos quedarnos aquí por un buen motivo. Debes volver a tu casa e intentar recuperar tu vida. Te prometo que hay un buen motivo y te prometo que tengo un plan. Solo que... todavía no puedo...

—Ya, que todavía no puedes contármelo por no sé qué motivo extraño y raro... y misterioso... ¡Cómo siempre!

—Exacto.

—Genial... —abdicó Star dirigiéndose hacia la puerta. 

—¿A dónde vas?

—¿A dónde voy a ir? A casa, ¿no?

Star pasó aquella noche, antes de volver a su vida anterior, sola. Se sentó en la sala de cristal y siguió focalizando su poder de rastreo. Por si las moscas. Aquella misma mañana, Ben se sentó con ella y le aseguró muy serio que todo había acabado y que era hora de volver a la normalidad. Si se podía entender por normalidad, volver a una casa como la casa Moon después de meses desaparecida, luciendo un aspecto físico completamente diferente.

Volver a la mansión no fue nada fácil para Star. Hanson Moon no manifestó intención de entender qué había ocurrido, ni por qué había estado su hija tanto tiempo desaparecida. Ni siquiera preguntó por su claro cambio de apariencia. Al contrario, Nahama no dejaba de mirarla de un modo muy infrecuente en ella; como queriendo entrar en su mente y adivinar sus pensamientos más ocultos. La muchacha no sabía qué era mejor en ese caso: si un padre que no hiciera preguntas de ningún tipo, aunque eso supusiera indiferencia por su parte, una indiferencia que no dejaba de doler, o una madre que pareciera haber cambiado tanto como ella, y que comenzaba a mostrar cierto interés por su persona. 

Casi al anochecer, Star cruzó el jardín y entró por la puerta de la casa Moon dejando a su padre boquiabierto en el jardín mientras trabajaba con un tipo de cosecha vanguardista. Se dirigió al salón, se sentó en el desvencijado sillón y esperó. 

—¿Hola? —escuchó que decía su madre al otro lado de la pared de papel pintado—. ¿Hola? ¿Star? ¿Eres tú?

—Hola, madre —dijo arrastrando las palabras, acariciando a Ben, que había optado por entrar con su forma felina con el objetivo de tener que dar las menos explicaciones posibles.

—¡¡Star!! —Nahama entró aprisa en el salón y con un movimiento poco orgánico, casi de no saber cómo hacerlo, envolvió a su hija entre sus brazos.

—Madre, necesito que vengáis un momento. ¿Puedes avisar a Hanson?

—¡Claro, claro! —respondió esta. Después, salió aprisa en busca de su marido, que se había quedado completamente helado. 

Ben le había explicado a Star lo que tenía que hacer al volver a la mansión. Así pues, esta lo único que hizo fue replicar exactamente aquello que le había dicho su guardián. Les ordenó a sus padres que a partir de ahora debían tratarla como a una sobrina venida de un lugar lejano. También les pidió que la inscribieran en el Brighton Chestnut Valley de Sceneville con un nuevo nombre. Pensó que sus padres, en ningún caso, cederían ante unas peticiones tan extrañas. Sin embargo, por algún motivo desconocido, lo hicieron.

El reloj de la mansión Moon tocó las doce del medio día y los rayos de luz se colaron gentilmente por la irregular ventana de la habitación. Un precioso gato abisinio remoloneaba en la cama estirando sus patitas y bostezando mientras mostraba sus afilados colmillos. Star, que no había dormido en toda la noche, recogía unos pesados libros de química que Ben le había traído del cuartel. Seguidamente, los introducía en una mochila con forma de maletín de color azul oscura mientras se dejaba acariciar por el resplandor de un nuevo día.

En algunas ocasiones, el chico todavía le preguntaba por Matt. Comprobaba que no había nuevas señales de presencia, e incluso, le pedía que le contase cómo consiguió vencerle con mayor detalle. Ella no era capaz de contarle la verdad en ningún momento. Todavía se sentía culpable, por haber cedido durante unos segundos bajo el agua.

Volver a clase ya no le provocaba ni miedo ni ansiedad. Antes de colgarse la mochila, la abrió una vez más, y allí estaban: sus cascos y su walkman esperando volver a ser usados. Como si el tiempo no hubiera pasado, como si siguiese siendo la misma chica. Se colocó los cascos, apretó el botón de play y cuando puso en marcha la cinta de casete, las notas de Heart Of Stone de Europe comenzaron a sonar allí donde ella la había parado meses atrás.

Después, abrió una lata de atún delicioso y colocó algunas polillas muertas en el suelo, que había cazado por la noche mientras no dormía, para que Ben se alimentase. El garante brincó de la cama y se dejó tocar el suave lomo antes de masticar con hambre sus sabrosos insectos. La chica bajó las escaleras y encontró a su madre esperándola en la puerta, bloqueando el paso.

—¿Ya te vas? —preguntó nerviosa, sin dejar de dar vueltas sin sentido.

—Sí, madre. Llego tarde a clase... 

—Ajá. Vale.

—¿Me dejas pasar? —Star avanzó un paso pero Nahama se colocó justo frente a ella, cortando el camino. 

—Sí... Oye, pero primero. ¿Podemos hablar un minuto?

—Llego tarde...

—Es importante. —Nahama señaló amablemente la puerta de su despacho y esperó a que su hija entrara. 

—Está bien... —refunfuñó entrando en el despacho—. ¿Y bien? ¿Qué es eso tan crucial?

—Bien... por donde empiezo...

—No tengo mucho tiempo.

—Sí, bien. Vale. A ver... Primero... siento haberte enviado a la mansión Eville. En realidad... siento todo. Siento haber estado tan ocupada estos años... siento no haber podido estar más contigo... pero sobre todo, siento haberte enviado a la mansión Eville el día de tu cumpleaños.

—No te entiendo.

—No voy a preguntarte nada sobre... esto —dijo apuntando su cuerpo, refiriéndose a su aspecto físico—. No hace falta que me cuentes nada... pero sabes perfectamente de lo que te estoy hablando.

—No. No lo sé... —mintió con descaro. 

—Está bien. Bueno, sea como sea... Quiero que sepas que estoy contenta de que estés de vuelta, y que pase lo que pase... aunque no sea... muy habitual aquello que pase... estoy aquí. Por favor, confía en mí. 

—Vale... gracias madre. —la muchacha se levantó incómoda y salió del despacho confusa.

—¿Puedo pedirte algo más? —La voz de Nahama interrumpió su andar acelerado. 

—Cómo no... —dijo irónicamente. Paró en seco pero no la miró a los ojos mientras esperaba su petición. 

—Por favor, no te acerques a la mansión Eville. 

Star Moon dejó su casa atrás y atravesó Sceneville fijándose en cada edificio, cada árbol, cada centímetro de asfalto. Ahora la villa le parecía otra. Como un imán, los pasos le llevaron hasta un lugar, aunque no le quedaba de camino al instituto, le llevaron hasta la casa de Matteo Eville. Se quedó mirando la casa un buen rato hasta que al final decidió poner rumbo a clase.



¡Capítulo 16! Cuéntame, ¿qué te parece esta historia? ¿Te gusta hacia dónde se dirige? Estoy deseando saber tu opinión 🖤

Dedico este capítulo al maravilloso perfil de Premios Gemas Perdidas. Espero que les guste. 

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