CAPÍTULO 15: Algo en común
—Dómine, le ruego que disculpe mi incursión. Matteo no ha llegado todavía. —Mary Dorcas llevaba cuarenta y ocho horas, cincuenta minutos y treinta y tres segundos, valorando la posibilidad de acercar posturas con su suegro para plantearle su profunda preocupación por Matteo. Sin embargo, hablar con él jamás era sencillo. Sí, era parte de la familia, pero también era un líder egocéntrico, despiadado y narcisista que protegía el legado Eville como moneda de cambio—. ¿Podría al menos decirme en qué lugar se encuentra? Aunque no vuelva hoy ni mañana. Necesito saber que está bien.
Michael Eville no se inmutó ante las palabras preocupadas de Mary Dorcas. Levantó ligeramente la mirada del polvoriento y pesado libro que sostenía entre sus sofisticadas manos, alzó el brazo derecho para alcanzar su copa, dio un sonoro e indiferente sorbo y, posando la copa sobre la mesa, centró su atención de nuevo en el libro sin contestar. Michael no solía responder ante nadie. No tenía por qué. Ahora bien, en este caso su silencio tenía más sentido que su propio narcisismo. Pues lo que la oscura y elegante señora Eville no sabía, era que el Dómine ya había intentado localizarlo sin éxito alguno. Y ese hecho, aparentemente insignificante, le carcomía las entrañas. Dado que su poder era capaz de casi cualquier cosa.
Mary Dorcas cerró con suavidad la puerta de la amplia biblioteca de la casa y se dirigió a su dormitorio con fingida calma. No sin antes fulminar a su esposo Damon por permitir que su hijo estuviera en paradero desconocido. Cuando llegó a la majestuosa habitación, se aseguró de cerrar el portón sin efectuar ni un mínimo ruido, se quitó su gargantilla de Ruber bermejo con cautela y la guardó en una caja de metal negro. A continuación, tomó una bocanada de aire profundo y con resignación se acercó al ventanal que daba al gran muro de la entrada, apartando la cortina que cubría los cristales. Ahí estaba ella. Otra vez.
Una extraña mujer de cabellos dorados husmeaba en los alrededores de los extensos terrenos de la mansión. Desde la posición de la mujer era improbable vislumbrar nada más que un enorme muro y una valla con el candado bien echado. Sin embargo, desde su habitación, Mary Dorcas era capaz de ver a la mujer perfectamente. Era peculiar y desaliñada. Pero tras ese aspecto descuidado, se escondían unos rasgos esbeltos y hermosos.
No era la primera vez que merodeaba por allí. En las últimas semanas, la señora Eville se había percatado de su presencia en al menos siete ocasiones. Había hecho cinco visitas en días diferentes y dos en un mismo día y siempre actuaba de forma extraña: se acercaba al muro con fallido disimulo, daba un par de paseos y después levantaba el cuello todo lo posible para tratar de ver algo. Incluso en una ocasión, se arremangó e intentó trepar sin éxito.
La primera vez que la vio a través de la fina cortina de lino de su dormitorio, Mary no le dio importancia alguna. La segunda, pensó en que su cara le sonaba, pero no recordaba de qué. La tercera se enrabietó y quiso advertir a Beros de su existencia, pero no lo hizo. El resto de las ocasiones en las que la desconocida mujer se había acercado a los límites de su hogar, quiso bajar ella misma, pero tampoco lo hizo. No obstante, aquel día se encontraba hastiada por la situación. Así que, dejó con cuidado la cortina donde estaba, se descalzó y bajó lo más rápido que puso al primer piso. Una vez en el jardín, corrió hasta la verja. Cuando la mujer se dio cuenta de que alguien la había descubierto, intentó escapar. Sin embargo, Mary Dorcas era mucho más rápida y contaba con ciertos poderes de los que esta carecía. Alcanzarla, fue, simplemente, demasiado sencillo.
—¡Eh usted! —bramó imperante Mary Dorcas con los brazos tensos y la mirada fiera, dispuesta a enfrentarse a aquella mujer de cualquier modo si era necesario. Esta siguió su camino, queriendo fingir que no sabía que ese grito iba dirigido a ella—. ¡Usted! ¡Sé perfectamente que me escucha! ¡Deténgase! ¡Ahora! ¡Mismo! —La mujer paró en seco sin poder mantener la farsa de no haber sido descubierta y giró sobre sus talones despacio—. ¿Qué quiere?
—Oh, disculpe —respondió la mujer dibujando una forzada sonrisa—. No quería asustarla...
—Puedo asegurar que no me ha asustado. Pero, dígame: ¿Qué quiere? Porque algo quiere si ronda mi casa con tanta frecuencia.
—En realidad... Soy... Soy... Trabajo para una compañía de teléfonos portátiles. Sí, ¡eso es! Vendo teléfonos portátiles y claro...
—¿Teléfonos portátiles? ¡¿Quién querría un teléfono portátil?! Esos cacharros...
—Pues se venden muy bien, señora. Se lo aseguro. Tienen un éxito exquisito entre personas... de su categoría y...
—¿Y para eso tanto misterio? ¿Por qué no ha llamado a la puerta entonces?
—Ya... Bueno...
—No se esfuerce. Es casi imposible mentir ante mí. Dígame de una vez. ¿Qué hace aquí? ¡Hable! —exigió Mary levantando un dedo acusador.
—Está bien... —accedió la desconocida borrando la falsa sonrisa de su hermoso rostro mientras su postura corporal se reubicaba, manifestando zozobra—. Verá... Me llamo... mi nombre es Nahama.
—Mary Dorcas —respondió esta avanzando dos pasos hacia la extraña—. Encantada, debo decir.
—Sí, ya. Ya sé quién es usted...
—¿Cómo?
—La señora de la casa. La señora Eville.
—Ahora que hemos descubierto las cartas. Dígame, ¿qué quiere?
—Verá... Hace unas semanas, mi hija vino a su fiesta de Halloween. Desde entonces... no la he vuelto a ver.
—¿Y qué quiere decir?
—Nada. No quiero decir nada. Star es una chica... muy independiente y no me preocuparía en ningún caso. Pero... ¿Ha visto las noticias?
—No vemos la televisión en esta casa.
—Pues el periódico. Hay desapariciones, asesinatos en Sceneville... han matado a su mejor amiga: Claire Beau. Todo esto... todo esto es muy extraño. ¿No le parece?
—¿Nos está acusando de algo?
—No... Oh, no, ¡yo jamás haría eso! Pero quizá usted, si la vio el día de la fiesta... podría decirme algo más.
—Siento decepcionarla, pero no creo que pueda ayudarla. —Mary Dorcas dio la espalda a Nahama Moon y puso rumbo de vuelta a la mansión Eville—. Un placer haberla saludado...
—¡Espere! —instó Nahama—. ¿Le dice algo el nombre de Belia Moon?
Al escuchar aquel nombre, aquellas letras que conformaban ese nombre tan destacado y memorable, Mary Dorcas detuvo su paso y sintió cómo la respiración se le frenaba en seco en el pecho, provocándole una punzada de dolor instantánea. Con los ojos salidos de las cuencas y la cara enrojecida, fulminó con la mirada a la mujer que había pronunciado esas dos palabras.
—¡¡¿Qui-én es us-ted?!! Es su última oportunidad —amenazó Mary, esta vez acompañada de un ligero temblor de tierra.
El asfalto bajo los pies de Nahama se movió tanto que esta tuvo que efectuar un gran esfuerzo para no caerse. Se tambaleó y flexionó sus rodillas para mantenerse lo más cerca posible del suelo.
—Así que la respuesta es que sí. Conoció a Belia. —A Nahama no le importaba que hubiera terremotos o que el mundo se cayese. Quería respuestas—. Dígame, ¿qué sabe? —El suelo siguió temblando con más violencia y Nahama no pudo mantenerse firme. Así pues, cayó hacia atrás, rozándose las piernas completamente—. Era... era la dueña de su casa, ¿no es cierto? —preguntó con dificultad mientras trataba de agarrarse al asfalto sin éxito—. Era mi bisabuela.
En ese instante, Sceneville dejó de estremecerse. Del mismo modo inesperado en el que el temblor había comenzado, cesó. Después, Mary Dorcas relajó su rostro y dibujó una siniestra sonrisa que pretendía en realidad mostrar amabilidad. Supo entonces que dañar a aquella mujer delgaducha y harapienta no era una opción. Si Belia Moon era su bisabuela... si Star era su hija... si Matt la había elegido para el Rithiki anual...
—Siento ser tan tajante, señora. Pero no conozco a ninguna Belia Moon y tampoco sé decirle qué le ha ocurrido a su hija —dijo acercándose unos pasos y ofreciéndole la mano para ayudar a que se levantase del suelo—. De verdad que me gustaría ayudarla. Sin embargo, le diría que si su hija Star es tan independiente como dice, no debería preocuparse en absoluto. Ya sabe... Los jóvenes de hoy en día... con su música y sus ganas de libertad... Probablemente, vuelva a casa cuando le falte comida. —Mary Dorcas giró y caminó con elegancia hacia el acceso de su mansión. Dejando a Nahama Moon plantada en su posición—. Por favor, le ruego que no vuelva más por aquí —ordenó esta antes de abrir la verja del muro y traspasar el umbral.
En el breve camino hasta el ingreso de la gran finca, la señora Eville valoró infinitas posibilidades acerca de lo que acababa de acontecer. Con todo lo que se le había pasado por la cabeza minutos antes, había ignorado una cuestión fundamental: ¿cómo había descubierto Nahama que Belia Moon había sido la dueña original de su casa? ¿Sabría lo que se escondía en sus profundidades? ¿Cuánta información había descubierto? Y sobre todo, ¿conocería el paradero de su hijo? No. Todo eso no era posible. Lo más seguro es que todo fuera pura coincidencia.
Entró por la robusta puerta de madera y subió los escalones sigilosamente hasta su dormitorio para colocarse de nuevo la gargantilla. Demasiado tiempo sin ella, podría suponer un problema con Michael. Paseó nerviosa por los pasillos, intentando encontrar un camino que diera con Matteo, y al final, en lugar de dar con esa idea, dio con otra: los viejos libros que el Dómine había escrito sobre el culto de los Entherius y el Hanngu quizá podrían ayudarla a entender qué estaba pasando. Porque algo estaba pasando. ¿Dónde estaba Matt? Porque cabía la posibilidad de que su hijo, su querido hijo, hubiera dado con la muchacha equivocada, el día equivocado. Tenía que recuperar los dibujos de las inscripciones de la historia familiar y leer sus leyendas, incluyendo la de La Renacida. Y por supuesto, tenía que encontrar a su descendiente antes de que lo hiciera su suegro. Si este lo localizaba antes que ella y tenía una mínima sospecha de todo esto, Matteo no tendría opción: sería sacrificado sin piedad y no podía permitirlo.
El Dómine ya no ocupaba el sillón de la biblioteca. Aprovechó la ocasión y buscó entre las estanterías a rebosar de viejos libros de cuero escritos a mano, aquel que recordaba como el guardián de las leyendas familiares de los Eville. Lo encontró envuelto en una tela de felpa, protegido del polvo y la humedad. Se acomodó en la barroca butaca, y con suma delicadeza, abrió sus rígidas y amarillentas páginas. Había leído aquellas historias cientos de veces. Las había escuchado también en las reuniones con los Desdenios y en el día del Rithiki cada 31 de octubre, bajo la luna nueva anual. Sin embargo, jamás las había tratado de entender. Era el momento de hacerlo.
—Maravilloso, Mary. —La interrumpió una voz grave de ultratumba desde la puerta entreabierta—. Una gran noticia que quieras por fin aceptar el papel que debes, acercándote más a nuestra fe.
—Sí, es que...
—No, hija. No te excuses. No es necesario si es para bien.
—Está bien. Gracias Dómine —dijo volviendo una mirada de agradecimiento—. Una cuestión, si no le importa. ¿Ha visto...? —balbuceó tratando de controlar sus nervios—. ¿Ha visto a esa mujer?
—¿Qué mujer?
—Nada. No es nada... —continuó leyendo para intentar recuperar el cauce de la conversación.
—Dime Mary, ¿qué mujer? ¿Hay algo que deba preocuparme?
—No, nada.
—Mary Dorcas. Eres muy ingenua si crees que no sé cuando alguien miente. Sobre todo, si ese alguien es un ser débil como tú. Un ser que jamás se ha preocupado por la historia familiar, defendiendo a su despreciable hijo, alejándolo a propósito de su deber...
Mary Dorcas quiso dejar el libro y ponerse en pie, pero Michael Eville ya había entrado en la biblioteca y solo con cerrar los ojos provocaba en su nuera espasmos de dolor. Un terror indescriptible se apoderó de todo su cuerpo. De pronto, dejó de escuchar el murmullo del ambiente y la oscuridad cegó su pensamiento. Michael había penetrado en lo más profundo de sus pensamientos.
Cuando abrió los ojos, apenas podía moverse. Se sentía como si un camión le hubiera atropellado no una vez, sino cientos. Y lo supo: el Dómine conocía sus secretos, incluyendo sus preocupaciones y divagaciones sobre Matt, Nahama, Belia Moon y esa chica: Star.
¡Capítulo 15! ¿Qué te ha parecido este nuevo capítulo? La historia de Star continua y todavía queda un camino por recorrer. ¿Tienes teorías? Me encantaría escucharlas. 😀
Te dejo como siempre, una pequeña banda sonora para esta parte 🎬
https://youtu.be/nUtAWeSK28g
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