CAPÍTULO 14: Una desaparición forzosa

Muy lejos de allí, en lo más profundo de la noche, un apuesto joven de facciones rectas y cinceladas, bebía su sexto vaso de whisky de Bourbon. La música electrónica de New Order le rodeaba a todo volumen, envolviéndolo en un estado de catalepsia momentáneo. Los focos de aquel tugurio parpadeaban, provocándole ceguera intermitente.

A su alrededor, la multitud desencajaba sus cuerpos gentilmente con movimientos dislocados en un estado transitorio. Aquellas luces estroboscópicas, junto a todas esas personas sumidas en su ilusión narcótica, conformaban una escena estimulante. Por su lado, pasaban humanos exuberantes que lo engullían con la mirada, ávidos de cualquier placer. Si se hubiera encontrado en esa misma situación cualquier día de los últimos meses, sin duda, se habría adentrado en alguna de las indecentes invitaciones. Por supuesto, para terminar absorbiendo hasta la última gota de vitalidad disponible, sin embargo, ahora parecía no inmutarse. Todo había cambiado en las horas recientes.

Lo primero que hizo al desatomizarse desde el Paradise Castle, fue elaborar una oración de protección muy compleja, quemándose el abdomen, marcando con Cristal Ruber quemado y bendecido por la luna, las palabras de seguridad necesarias para que ella no le encontrase jamás.

Ahora conocía un secreto que jamás hubiera imaginado posible: sabía que Star Moon era una Sorgeni portadora de Gravithus. Este hecho ya le resultaba inconcebible, pues según las leyendas (a las que tampoco había prestado demasiada atención) se suponía que los de su especie se habían extinguido años atrás por siempre. No obstante, lo que le había golpeado con extrema solidez y le había roto los esquemas a más no poder, había sido aquella extraordinaria demostración de que un Entherius moraba en sus entrañas, tan arraigado como las raíces de un árbol milenario.

Sabía también que todo había cambiado y que el pasado estaba listo para volver y cerrar viejas heridas o para abrirlas. Le pesara a quien le pesara. El caos era inminente. Fingir su muerte había sido su única salida. Gracias a esta desaparición forzosa, nadie sería capaz de encontrarle en años, siglos, milenios. Ni ella, ni su familia. Sobre todo, su familia.

Matteo Eville no podía permitir que Star volviese a dar con él jamás. Se escondía de ella, eso era cierto, pero ante todo y contra todo pronóstico, se escondía por ella. Para protegerla. Si su abuelo... Si el Dómine descubría quien era Star, o para ser más exactos, qué era Star Moon, la guerra, el caos, la destrucción... Todo eso sería inevitable. Porque Michael, Damon y los demás no dejarían por nada del mundo que Star, la única Gravithus superviviente, se interpusiera en su anhelado día del Hanngu. Y aún peor, si se descubría que además de un Gravithus, ocultaba en ella un Entherius, sabrían que se trataba de ella: la destinada a cumplir los presagios de los primeros tiempos. La renacida para terminar con el poder del Dómine y de los suyos.

Él, Matteo, sabía que si se revelaba la verdad, habría sido el único responsable. En primer lugar, por haber elegido a la persona equivocada para el Rithiki anual, y después, por no haberse cerciorado de que se disolvía en el asfalto de Sceneville Central para atomizarse en la cámara sagrada. Por haber estropeado cualquier oportunidad de que llegase el anhelado día del Hanngu con normalidad y por haber entrado de cabeza en aquella espiral de muerte de humanos, incluida Claire, que había expuesto a toda su estirpe. Si los Desdenios se enteraban de todo, la situación se tornaría aún más atroz. Y sin duda, si Star Moon moría a manos de los Desdenios, solo les quedaría una opción: todos los mundos posibles bajo las llamas de un infierno real. Su existencia hacía que existiera una remota probabilidad de que las tornas del universo cambiasen. Además, tenía a Ben a su lado.

—Caballero, caballero... —apremió el camarero con amabilidad tras la barra del local—. Vamos a cerrar, ¿le importa si...? —preguntó señalando el vaso de whisky de Bourbon vacío.

—¿Eh? Oh, sí... Disculpe —se excusó Matt saliendo de su ensimismamiento—. Ya me marcho. —Sacó su billetera con dificultad por la visión borrosa a causa del alcohol, pagó 21.209 monedas, agarró su chaqueta, se la echó al hombro con gracia y salió hacia la fría calle dando tumbos. La metrópoli comenzaba a distinguirse en la oscuridad gracias a la anaranjada luz del amanecer. Se palpaba ese ambiente que se palpa cuando tras la batalla la calma toma su turno. Aún quedaban resquicios de la ajetreada noche, pero la ciudad comenzaba a sumirse en un profundo sueño de paz.

Si se encontrase en un contexto totalmente ordinario en su Sceneville natal, probablemente, se desatomizaría en un callejón antes de que el sol alcanzase el punto álgido del cielo y fuera sencillo ver cómo ejecutaba su truco más usado. Por el contrario, y a pesar de llevar su oración de protección marcada, toda precaución era poca. Debía evitar atomizarse o utilizar cualquier poder proveniente de su Entherius para permanecer lo más oculto y seguro posible. Así pues, Matteo Eville decidió caminar como cualquier humano.

Por la calle casi vacía, los carteles nocturnos aún brillaban. En cambio, apenas llamaban la atención bajo la presencia de la mañana próxima. Un par de furgonetas de repartidores de fruta y pescado habían aparcado a un lado de la calzada. Y únicamente, se cruzó con dos chicas que iban al colegio y que le escudriñaron con atención sonrojándose y cuchicheando entre risas, un joven que expulsaba el humo de su cigarrillo con estilo y un anciano en bicicleta que pedaleaba y pedaleaba vaciándose de su escasa fuerza. A veces veía así a los humanos: recipientes de vitalidad que alimentaban su energía oscura. En especial, si pensaba en los últimos meses, pero ahora debía controlarse. Ahora, tenía una oportunidad.

Debía buscar un lugar donde quedarse. La parte buena de no ser humano, incluso teniendo que actuar como uno, era: que sin utilizar su poder no se cansaba y que el alcohol desaparecía velozmente de su cuerpo. Por eso, decidió seguir a pie hasta dejar atrás la ciudad. En los límites, encontró un bosque de Prunus Serrulata que vestía el cielo de color rosa. Se aventuró a cruzarlo y por primera vez en mucho tiempo, se descubrió disfrutando del camino. En Sceneville vivía constreñido y preso bajo el yugo de unas normas y un líder que en muchas ocasiones no llegaba a comprender. Allí, bajo las flores que expulsaban un aroma a primavera, se sintió libre.

Después de subir una colina, llegó a un acantilado. Desde arriba, podía observar la extensión de la vegetación infinita. Era imposible que alguien diese con él en un lugar tan remoto. Bajando unas escaleras de piedra natural, una caída de agua camuflaba una cueva. Entró con cautela dejando atrás el eco de sus pasos, investigó cada rincón y recabó la información necesaria para llegar a la conclusión de que no había nadie y de que no parecía ser un punto visitado por humanos. La cueva sería su nuevo hogar.

Una vez en silencio y solo, volvió a pensar en Star y en Ben. ¿Qué estarían haciendo? ¿Se habrían instalado en Sceneville? ¿O como él habrían huido a un sitio seguro? Puede que él hubiera encontrado una solución mejor. Ben siempre había sido más... ingenioso.



Vamos allá, ¡capítulo 14! Te dejo esta canción que para mí ha sido en bucle para escribir este capítulo de la historia. ¿Qué te parece Matt? ¿Cada vez parece menos malo? Veremos... 🌕

https://youtu.be/omzJvwYO440


≫ ──── ≪•◦ ❈ ◦•≫ ──── ≪

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top