Capitulo 8.

Capitulo Ocho.

El  viento silbaba, los arboles desnudos bailaban, el principio de noviembre se deslizaba silenciosamente. El gallo no había cantado esa mañana, tal vez  el frio también  lo había obligado a no despertarse muy temprano ese día. Melanie abrió los ojos, al escuchar la tintineante voz de su abuela. Un gruñido escapo de lo más profundo de su garganta, se restregó los ojos para poder visualizar más bien el despertador, ocho de la mañana, sorprendentemente su abuela no la había despertado a la seis. Otro grito de buenos días se escuchó desde la planta baja, un bufido más tarde y a duras penas salió de la calidez que las sabanas le regalan. Sus pies descalzos tocaron la fría madera, saltando fue hacia el baño y se colocó sus pantuflas de panda. Se miró al espejo, apenas y tenía ganas de cepillarse los dientes. Cuando termino su rutina mañanera, se ató su largo cabello castaño en una coleta alta.

Bajo las escaleras perezosamente, con los ojos aun entrecerrados se sentó en la silla de la cocina, se abrazó los brazos dándose cuenta que estaba muy desabrigada. Su abuela le sonrió mostrando sus dientes, al parecer a ella no le afectaba en lo más mínimo la temperatura, en cambio a Melanie no le sentaba nada bien, lo único que quería era dormir, dormir y dormir, bueno eso no era nada raro en ella por las mañanas, pero hoy estaba más perezosa que nunca.

 —Buenos días, querida —Dijo la abuela con esa voz llena de alegría que hacía que Melanie arrugara la nariz — ¿Cómo amaneciste hoy?

—Amanecí con ganas de dormir, abuela, con ganas de dormir. —Se lamentó,  recostando su cabeza en su hombro.

—Hice Waffles ¿eso te cambia el humor?

—Un poco.

La abuela sonrió y le lanzo un guiño mientras colocaba un plato enfrente de su nieta.

Las escaleras gimieron cuando Matt bajo arrastrando sus pies, con su cabello negro alborotado y una expresión adormilada en su rostro. La silla chillo cuando la deslizo y se sentó a lado de Melanie.

—Buenos días…—Refunfuño Matt mientras bostezaba.

La castaña ladeo la cabeza y aguanto la risa que picaba en su garganta.

— ¿Qué? —pregunto el británico con confusión en los ojos.

—Bonita camiseta —canturreo Melanie.

Matt bufo y se cruzó de brazos para así ocultar el logo impreso en la camiseta.

— ¿Qué? —Volvió a preguntar encogiéndose de hombros— Es una rosa roja ¿Y?

—Nunca vi a un chico usar camisetas con rosas.

Matt bufo, muy cansado para volver a hablar.

— ¿A ti también te afecta el frio, Matthew? —pregunto la abuela.

El británico frunció los labios.

—Matt, solo Matt.

La Sra. Straw enarco una ceja y coloco el segundo plato enfrente de Matt este sin perder tiempo cogió la miel y la dejo caer en los  waffles.

La mañana paso lenta, el frio se hacía cada vez mayor. Para el mediodía los dientes de Melanie castañeaban mientras se acurraba en el sofá con una manta.

— Veo… veo…—decía Matt al otro lado del gran sofá.

— ¿Qué ves? — Canturreo la castaña. No tenían nada que hacer, así que optaron por jugar un juego de niños que al parecer al británico le encantaba.

—Una cosa.

Melanie suspiro, no sabía cuánto tiempo había trascurrido  desde que empezaron a jugar, pero parecían siglos. Y Matt no mostraba indicios de estar aburrido.

— ¿De qué color? —bufo la castaña ya exasperada de repetir lo mismo.

—De color…—Matt vacilo unos minutos mirando a su alrededor. —Castaño.

—Mi pelo —Dijo Melanie sin titubear.

Matt la miro, sorprendido y luego sonrió.

—Vaya —Exclamo con tono de admiración — Realmente eres buena.

La castaña murmuro un “Mm-hm” mientras asentía y rodaba los ojos, divertida e impacientada.

La abuela se acercó con un gran abrigo y bufanda. Les regalo a los dos una gran sonrisa.

— ¿Hambre, chicos? —pregunto abotonándose el sobretodo.

—Mucha —comento Melanie con la esperanza de que Matt se olvide del juego.

—Bueno, Elizabeth me invito, a todos, a ir a su casa a comer, es esa época del año donde ella cocina bastante —la abuela rio — así que ¿Qué les parece ir a abrigarse y luego nos vamos?

Melanie frunció el ceño. Elizabeth, ese nombre retumbo en su mente.

El viento fuerte hizo que su cara se congelara apenas puso un pie afuera, se humedeció los labios, y se froto la cara con sus guantes en un acto desesperado por obtener calor. Siguió  a su abuela, era como si sus pies anduvieran por su propia cuanta. No había notado adonde se dirigían hasta que diviso la casa a unos pocos metros de distancia. Sus botas pararon por completo fue como si el hielo la hubiera gélido.

Matt, que estaba caminando mientras  golpeaba una piedrita, se detuvo y miro a Melanie con el ceño fruncido. Se acercó y movió una mano enfrente de su amiga, ella  parpadeo.

Elizabeth. El nombre fue como un balde de agua fría para Melanie. Elizabeth era la madre de James, y si era la madre de James eso significaba que…

— ¿Sucede algo? —susurro Matt profundizando su ceño.

 —James —murmuro la castaña con la boca seca.

— ¿Eh? —Matt ladeo la cabeza sin entender muy bien lo que su amiga quería decirle.

—Él vive ahí —Volvió a decir la chica haciendo un ademan hacia la casa.

El británico entrecerró los ojos, luego una sonrisa pícara se formó en sus labios.

—No-lo-puedo-creer —Farfullo Melanie fulminando a Matt.

— ¿Qué? —pregunto el chico.

— ¿Esto te divierte, verdad? ¿Esta situación te parece divertida?

Matt rio entre dientes y se encogió de hombros.

— ¡Por supuesto que te divierte, bastardo! —exclamo Melanie golpeándolo en el hombro. Matt volvió a reír más fuerte.

— ¡Oigan! —Grito la abuela a unos metros, levantando los brazos — ¿Qué están haciendo? ¡Se van a congelar! —Los regaño— ¡Apresúrense!

Melanie suspiro, fulminando por última vez a su amigo. Tenía que fingir que esta situación le resultaba indiferente. Camino más rápido hasta llegar junto a su abuela y quitarle la lengua a Matt, este sonrió y le lanzo un guiño. Cuando llegaron a las escarlatillas de la casa, toda la poca valentía que la castaña había tenido se desvaneció. ¡Puf!  Las ganas de salir corriendo como una gallina asustadiza llegaron a su mente, se imaginó a ella misma corriendo y cacareando.

Sus piernas temblaron, no precisamente por el frio.  La Sra. Straw levanto la mano y dio tres golpes a la puerta, parecía que las cosas pasaban en cámara lenta.

Toc, toc, toc…

No pasa nada, se dijo a sí misma, No pasa nada.

Era mentira, pero de alguna manera las palabras lograron tranquilizarla, solo un momento. Cuando la puerta se abrió lentamente, como queriendo torturarla, cerró los ojos todavía no estaba preparada para ver a James ahí del otro lado de la puerta. Una voz de mujer hizo que volviera a abrir los ojos. Elizabeth sonreía radiantemente. La mujer no pareció reconocer a Melanie.

— ¡Hola! —Exclamo la mujer abriendo la puerta para darles paso —Me alegra que hayan venido —canturreo sin dejar de sonreír.

La castaña inclino la cabeza en forma de saludo y entro a la casa, la calidez la abrigo repentinamente, pero aun así sus piernas tiritaban. Matt sonrió y saludo normalmente. ¿Cómo podía estar así en un momento como este? O tal vez era solo Melanie. Definitivamente era solo ella.

Los gritos de Emma se escucharon al otro lado de la habitación. La castaña se sintió más calmada al escuchar el lloriqueo, se sentía casi normal.

—Perdonen a mi hija —Dijo Elizabeth un poco avergonzada — ¡Emma! —Grito — Er… ¡Tomen asiento! —exclamó sonriendo y señalando la sala.

Melanie suspiro y a paso lento se dirigió a la sala, cuando vio que James no estaba ahí soltó el aire que había retenido. Matt rio.

—Algún día va a tener que aparecer, Mel —canturreo el británico.

—Cállate, traidor. —Refunfuño la castaña sentándose en un sofá y cruzándose de brazos.

Los llantos se tranquilizaron y los murmullos de Elizabeth fue lo único que se escuchaba. Tom y Emma salieron de la cocina con cara de pocos amigos.

—Hola —murmuro Emma con el ceño fruncido.

— ¿Qué tal?—dijo Tom levantando las manos.

— ¡Hola!—saludaron Matt y Melanie al unísono.

Tom ladeo la cabeza y estrecho su mirada  en Melanie, y la miro fijamente.

— ¿Te conozco? —pregunto Tom entornando los ojos.

—Er… —Melanie se removió un tanto incomoda.

— ¿Qué son esos modales, Tommy? —Le regaño su madre — ¿Por qué no vas y le dices a tu hermano que baje?

El corazón  de la castaña dio un vuelco. Estrujó sus dedos con nerviosismo, Matt rio siendo el único que se dio cuenta de la desesperación de su amiga. Tom rodo los ojos y se fue escaleras arriba.

—La comida estará en minutos —dijo Elizabeth con una sonrisita.

La Sra. Straw se inclinó para murmurarle algo su nieta.

— ¿Por qué no vas y ayudas en la cocina, así te quitas esos nervios? —canturreo burlona.

Melanie soltó un respingo y se levantó del sofá, con la risa estúpida de Matt haciendo eco en su cabeza. Se acercó a la cocina con paso lento. Elizabeth cortaba una zanahoria a tiempo récor. Cuando noto a la castaña, sonrió.

—Este… ¿puedo ayudar? – farfullo Melanie sonriendo tímidamente.

Elizabeth un tanto sorprendida alzo los hombros.

— ¡Que linda!… ¿Qué tal si pones la mesa? Me harías un gran favor.

Melanie asintió con aire distraído.

Un llanto fuerte se escuchó del otro lado, la mujer soltó un bufido.

—Ya vuelvo —le dijo a la castaña mientras caminaba hacia la sala— ¡Emma, ya basta!

Melanie miro a su alrededor, buscando los platos, abrió un cajón, luego otro y otro. No había platos ahí. Miro en las gavetas. Nada. Alzo la mirada hacia los muebles de arriba, y ahí estaban los platos. Hizo una mueca, mientras se ponía de puntitas para alcanzar las vajillas.

Maldijo por ser tan baja, maldito uno setenta y dos. Dio pequeños saltitos y luego bufo.

—Oye mamá ¿has visto el…  —Melanie tragó saliva cuando escucho esa voz, su espalda se tensó y dejo cualquier intento de alcanzar las vajillas. Con las piernas nuevamente temblándoles se giró para encarar a James.

 —Hola —murmuro la castaña con una sonrisa fugaz.

James enarco una ceja, sin expresión alguna, pero sus ojos destellaban sorpresa.

—Hola —Dijo él, frunciendo el ceño.

—Yo…er…no alcanzo las vajillas —Fue lo único que pude decir. El joven profundizo su ceño y asintió lentamente, se acercó y quedo a lado de la castaña con mucha facilidad bajo los cubiertos.

—Eres más baja sin tacones —Dijo James, y para sorpresa de Melanie, él estaba sonriendo, esa sonrisa cálida, esa que había visto antes. La castaña trago saliva y se encogió de hombros.

James rio ligeramente. Y fue hacia las gavetas a por tenedores. Esto era realmente incomodo ¿Qué se supone que haría o decía ahora? Melanie volvió a maldecir extrañando a su mente de antes, esa que podía decir algo en el momento. Miro la ventana, los arboles desnudos se movían de un lado al otro bailando el Ula Ula , pensó en la temperatura, podría hablar de cómo le gustaba la nieve. Tal vez  podría hablar de cómo el tiempo pasaba rápidamente, podría hablar de cómo lo extrañaba, podría decirle que todavía sentía cosas por él incluso cosas más fuertes que antes, o tal vez  solo podría cerrar la boca y no decir nada, dejar que el silencio reine hasta que uno de los dos se vaya o diga algo. Pero James no dijo nada, siguió ahí buscando y rebuscando en las gavetas. Melanie suspiro con disimulo y cambio su peso de un pie a otro.

—Gracias —fue lo único que dijo —Gracias.

James paro por un momento y levanto la mirada hacia la castaña. Su entrecejo estaba fruncido y sus ojos destellaban confusión.

— ¿Gracias? —repitió él en un murmuro — ¿Por bajar las vajillas? —pregunto.

Melanie negó con la cabeza, y recostó su cuerpo por un mueble, tratando de lucir ligera, sin preocupaciones. Pero sabía que James notaba su nerviosismo, él la conocía tan jodidamente bien.

 —Gracias por… gracias por lo de la otra noche, siento no estar lo suficientemente consiente para agradecértelo en el momento —Trato de bromear pero su voz salió aguda.

 James ladeo la cabeza y sonrió, esa sonrisa de nuevo, tan descarada y tan malditamente sexy. —No me lo tienes que agradecer, York. —Dijo el vaquero negando con la cabeza. El corazón de Melanie bombeo un poco más fuerte al escuchar el apodo que él había usado—Yo solo te aparte el cabello mientras vomitabas, no es nada —comento con un guiño.

La castaña sintió como su cuerpo se derretía, pero rápidamente trato de aparentar un poco de indiferencia.

—No, de verdad gracias, por preocuparte, quiero decir no sé si te preocupaste tal vez solo sentiste lastima, así que… gracias por sentir lastima por mí, creo. —Tartamudeo, se golpeó mentalmente por estar balbuceando.

 James frunció el ceño.

No tienes que decir <<gracias>>, supongo que preocuparme por ti fue algo natural, no algo que yo debía hacer, es inevitable.

Un sentimiento de déjà vu la inundo, una sonrisa tímida apareció en sus labios, su corazón paro por un momento y luego volvió a latir con fuerza. Todo parecía como antes, todo parecía como hace un año. Como había extrañado esto. Como había extrañado esa sonrisa, como lo había extrañado. Sintió que esta era la primera vez que lo había visto, sintió que esta era la primera vez que veía al James verdadero, no el chico de hace unos días en la feria, este era James, el real. No pudo evitar enamorarse un poco más de él, aunque sabía que no debía, era inevitable.

———

Aquí el capítulo, espero que les haya gustado, perdón si he tardado, no tengo excusa la verdad. Siempre espero un mínimo de comentarios y votos para seguir. Bueno como siempre si les gusto, voten. Por favor también no se olviden de comentar. Si leen esto es su obligación (?

Las quiero mucho, mucho, mucho.

P.D: Trate de que este capítulo este un poco más bien redactado, pero como verán yo soy nueva en  esto, así que si tienen alguna crítica o quieren resaltar algo háganmelo saber se los agradecería mucho.

 P.D2: ¿Les he comentado que las quiero? ¿Sí? Las quiero.

P.D3: He estado leyendo un libro llamado “Delirium” y el final me deprimió mucho, sé que es algo infantil, pero llore, les juro. Es una de las excusas que tengo, no pude escribir porque anduve deprimida (?

P.D4: Me gusta los posdata, eso.

Besos xx ♥

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