Capitulo 19.

Capitulo Diecinueve

El muchacho se quedó paralizado,  ella había dicho que estaba enamorada de él, y él…bueno solo pudo mirarla con cara de estúpido.

La rubia seguía con los ojos cerrados, tal vez en la espera de escuchar la respuesta por parte del joven, al no recibir nada, frunció ligeramente el ceño.

—Estoy enamorada de ti —murmuro de nuevo, esta vez esperando respuesta — ¿James? Te amo. —Trago saliva — Te amo tanto, quiero decir, jamás…jamás sentí esto por otra persona, siempre fuiste solo tú. Por favor no me digas que no me quieres, me destrozarías, por favor, James no me dejes.

El joven se abrió ligeramente sus labios para tomar una gran bocanada de aire y luego soltarlo disimuladamente.

—Kimberly…—murmuro su nombre completo, su voz no descifro ninguna emoción, aunque por dentro estaba aterrado.

Aparto un poco a la rubia, para poder observarla, ella seguía con los ojos cerrados, podía sentir su nerviosismo en el ambiente, él no quería dañarla, después de todo había sido su única amiga desde pequeños, no podía destruir esa amistad, simplemente no podía. Pensó en Melanie, desde que ella había llegado, James había sentido una extraña atracción hacia la castaña, al principio no, claro, pero después cuando fue conociéndola más…era diferente, Melanie era mimada, chillona y hasta insoportable cuando estaba de mal humor, el jamás se interesó en chicas como Melanie, el prefería las chicas sencillas, honestas y risueñas. Pero esta vez no.

—Kimberly —volvió a repetir — mírame, por favor.

La rubia abrió los ojos, sus mirada de color zafiro apenas se veían por sus pupilas dilatadas, observaban a James inocentemente, él no podía, era muy cobarde para romperle el corazón de esa manera, sin embargo, sonrió, tratando de que la rubia cambiara esa pirada de súplica en los ojos y así tener más coraje para abrir la boca.

—Di algo, por favor —suplico la rubia entornando los ojos.

Al dar un suspiro, James murmuro:

—Te quiero, Kim, de verdad te quiero…

                                      

                                                        ***

Melanie observaba el reloj, Tick, tack, tick, tack, tick, tack…

Sus dedos impacientes seguían el ritmo del gran reloj colgado en la pared, el silencio inundaba la sala principal de la casa de la abuela, tal vez estaba siendo muy impaciente, tenía que tranquilizarse porque en cualquier minuto estallaría.

Rocki la observaba en un rincón, sus ojos color chocolate estaban entornados y casi a punto de cerrarse por completo.

Ese animal dormía todo el día, se preguntó si eso era normal, bueno no había nada más que hacer en ese lugar que no fuera dormir y comer.

Se mordió el labio inferior, diciéndose a  sí misma que estaba actuando como una controladora, después de todo eran las siete y media y tal vez James era uno de esos chicos que acostumbran a llegar tarde, aunque eso era muy poco probable ya que tenía que levantarse toda las mañanas a las siete y no veía ninguna queja de parte de él.

Tal vez si comía algo dulce se sentiría mejor, sí,  eso siempre la tranquilizaba, cuando estaba deprimida su amiga Alice le traía un tarro de chocolate y la acompañaba  en el gran sofá de su mansión y comían helado mientras le consolaba y discutían quien era más lindo, el hombre lobo o el vampiro.

Cojeando como un perro mal herido fue hasta la heladera —para su horror y tristeza— no había nada de chocolate ahí, observo con atención las zanahorias, cogió una y la observo detenidamente.

—Bueno…—murmuro—… esto no es chocolate pero…

Se encogió de hombros y cojeo hasta llegar al sofá de la pequeña y acogedora sala.

Se hundió como un peso muerto en el sofá y abrió la boca para dar un gran mordisco a la zanahoria. A penas el sabor llego a su boca, lo escupió en el aire, observo la zanahoria y tras meditarlo por un segundo lo tiro por sobre su hombro.

— ¿Cómo les puede gustar eso a los conejos? —se preguntó y arrugo la nariz.

 Miro el reloj nuevamente, eran las siete con treinta y cinco minutos, tras dar un lardo suspiro aparto su mirada del reloj, ¿estaba siendo muy impaciente? Tal vez.

A lado de ella se encontraba la mesita de luz, encima de ella estaba un libro.

—Matar a un ruiseñor —leyó las grandes letras que estaban impresas en el libro.

Tras otra meditación decidió ver de qué se trataba,  recordó lo que su abuela le había dicho.

—“Aprenderás a amar a los libros una vez que leas Matando a un ruiseñor”

Tal vez podría echarle un pequeño vistazo, a ver qué tal.

Abrió el libro justo en la página donde tenía un marcador, leyó las palabras que estaban punteadas en un amarillo fosforescente.

—“Uno es valiente cuando, sabiendo que la batalla está perdida de antemano, lo intenta a pesar de todo."

<<Mmm, interesante. >>

Decidió hojearla hasta encontrar otro marcador.

"Nunca conoces realmente a una persona hasta que no has llevado sus zapatos y has caminado con ellos."

Con un gesto que decía: No está nada mal, Melanie prosiguió hojeando pero el sonido del teléfono la hizo sobresaltarse.

Lo primero que pensó fue en James, de un salto salió del sofá, fue ahí cuando se dio cuenta que su pierna estaba lesionada, cayo como cerdo al suelo, y tras soltar una maldición se levantó, cojeando se acercó al teléfono.

Levanto el auricular y se lo llevo a su oreja, su voz salió algo desesperada.

— ¿Hola?

 — ¡Melanie! ¡Oh dios mío! Nena, no sabes cuánto te extraño.

La voz de Alice la hizo sobresaltarse.

— ¿Alice? Hola…yo también te he extrañado —eso era verdad, la extrañaba, pero igual no pudo evitar sentir decepción al saber que no era James el que llamaba.

—Hey…—dijo suavemente la joven— ¿Cómo estás? —su voz sonaba comprensiva.

—Mmm…bien, supongo. —comento la castaña encogiéndose de hombros.

—Mely…conmigo puedes ser sincera, lo sabes, quiero decir, siempre puedes contar conmigo.

Melanie frunció aún más el entrecejo ¿de qué estaba hablando esa rubia  ahora?

—Estoy bien, enserio.

—La verdad yo en tu lugar estaría llorando, lo lamento tanto.

<< ¿Qué? ¿Alguien se murió?>>

—Alice, estoy bien, estupendo diría yo…la verdad…

— ¿Estupendo? Melanie…sé  que eres fuerte pero…decir que te sientes estupendo con una situación así, es malo. —le reprocho su amiga.

— ¿Eh?

—Bueno, al menos yo, si mis padres se separaran yo no le diría a todos que estoy estupenda.

La castaña abrió sus ojos de par en par.

— ¿Qué? —murmuro incrédula.

—Vamos, Mely…aun podrás ver a tu padre, ya no serán una familia, pero…lo que quiero decir es que, pase lo que pase, te quiero mucho.

El mundo de Melanie se detuvo, ¿Qué estaba sucediendo? ¿Por qué Alice insinuaba que sus padres se iban a separar? ¿Por qué ya no podía ver a su padre? ¿Por qué ya no serían una familia? Recordó la voz de su madre, cansada y ronca, como si estuviera llorando, los papeleos, los días que no llamo porque decía que estaba ocupada, decía la verdad, estaba ocupada, preparando los papeleos para el divorcio, y no cualquier divorcio si no el divorcio de ellos —se su padre y su madre—. Los sentimientos la embargaron, su cuerpo se estremeció y —lo más raro de todo— estaba tan impactada que no podía llorar, solo quedar quieta mirando al vacío.

— ¿Mely? ¿Hola? Nena… ¿Hola?

Trago saliva y escucho la voz de su mejor amiga lejana, esto no estaba pasando, no, hasta que su madre no se lo dijera, estaba dispuesta a no creerlo, pero… ¿Para qué Alice iba a mentir? No ganaba nada mintiendo. La tristeza la golpeó como un balde de agua fría, al fin, una pequeña lágrima se resbalo por su mejilla, tenía que conseguir chocolate, porque sería una larga noche.

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