18. Déjame curarte
Hailey
Abrí los ojos, estaba sudando y con el estómago revuelto. Aparté con rapidez la cobija de mi cintura y al ponerme de pie terminé tropezando con los bordes de mi vestido.
—¡Mierda!
Me levanté del suelo y corrí al baño, para inclinarme al váter y vomitar. Con asco bajé la cadena al terminar y me erguí para mirarme al espejo. La cabeza me dolía mucho.
¿Cómo diablos llegué a la habitación?
Mi peinado estaba suelto y el maquillaje corrido. Masajeé mi sien unos segundos y al reaccionar del todo, proseguí a lavarme la cara para así tomar toallitas húmedas y quitar todo rastro de maquillaje.
Mi mente comenzó a soltar recuerdos de forma rápida y borrosa.
Noté de inmediato que tenía en mi el olor del perfume de Josh. Miré mis manos y el recuerdo de estar aferrándome a él bailando entre lágrimas me llegó de golpe.
—Ay no —susurré sintiendo vergüenza—. ¿Qué mierda me pasa?
Quería abofetearme por ser tan llorona cuando me ponía ebria.
Había pasado mucho tiempo en bares y por ello llegué a conocer los tipos de borrachos que existen cuando llegan a un punto en el que dejan de ser ellos y el alcohol controla sus acciones. Estaban: los que se creían boxeadores y arman pelea con todos, los cantantes, los que no hablan y se quedan en una esquina pensando en la nada, los psicólogos que comienzan a intentar darles consejos a todos. También estaban los alegres, que se la pasan riendo y no miden las cosas que hacen ya que creen que todo es un juego; Bella es una borracha alegre y finalmente los tristes, esos que lloran por la mínima cosa, ahí entro yo.
Dejé salir un suspiro y procedí a cepillarme los dientes. Me quité el vestido dejándolo caer a mis pies y salí a la habitación en ropa interior para buscar un pijama en mi maleta. Una vez vestida tomé mi celular en mano notando que eran las 2:37 am.
El vuelo de regreso a New York sale a las 8:00 am, así que Josh y yo debíamos abandonar el hotel a las 6:00 am. Me tumbé de espaldas en la cama y llevé mis manos a mi cabeza, me dolía demasiado y ya no tenía sueño.
Pasé quizás unos diez minutos mirando el techo hasta que decidí que en definitiva no iba a dormir. Me incorporé en la cama para tomar el teléfono en la mesita de noche y llamé a recepción.
—Hola, señorita Winter —respondieron de inmediato—. ¿En qué podemos ayudarle?
—Me gustaría por favor que me consigan unas aspirinas y también té verde de limón con tres de azúcar.
—De acuerdo, en unos diez minutos alguien subirá a llevarle lo que necesita.
—Gracias —cerré la llamada.
Me levanté de la cama y me senté en una esquina mientras esperaba y tomé mi celular para entretenerme, ya que era muy tarde para llamar a Bella. Deslicé mis dedos por la pantalla para entrar a Instagram y mirar qué había nuevo, no solía usar mucho la aplicación ya que mi tiempo lo empleo en otras cosas, así que vi las fotos del evento que me habían etiquetado varias personas y medios de comunicación.
Me quedé fría y me paralicé al ver una en particular. Abrí los ojos asustada cuando me vi a mí y a Josh juntos en medio de la pista de baile. Yo estoy sumamente aferrada a su cuerpo, con los ojos cerrados y él rodeándome por la cintura.
El sonido de la puerta siendo golpeada me hizo soltar el celular con brusquedad como si de repente se hubiese transformado en fuego y me puse de pie para recibir mi pedido.
Un chico con uniforme del hotel estaba parado detrás de un carrito de metal que suelen usar para brindar el servicio a la habitación.
—He traído lo que pidió, señorita Winter —dijo y le hice espacio para que entrara con una bandeja en mano a la habitación.
En el carrito había una pequeña canasta y dentro de ella alcohol médico, gasas, algodón e incluso agua oxigenada.
El chico salió y antes de que se retirara pregunté—: ¿Alguien se ha accidentado?.
—No sabría decirle, pero en el piso 33 han pedido esto.
De inmediato me di cuenta de que por ser la hija de los dueños del hotel me han venido a traer lo que pedí en vez de pasar primero por el piso 33 que estaba dos antes que el mío.
—Oh —asentí y fruncí los labios. La idea de que fuese Josh me cruzó por la mente—. ¿Puedo saber quien pidió todo esto?
—Claro, fue el joven Josh Green, en la habitación junior suite —respondió y prosiguió a caminar empujando el carrito por el pasillo.
Ay, Josh... ¿Qué has hecho?
Entré a la habitación para tomarme las pastillas con el té y buscar mis pantuflas para ir a ver qué había ocurrido.
❁❁❁
Josh
El lavado está lleno de algodón con sangre.
Solté una maldición al sentir el alcohol sobre mi herida abierta a un costado de mi vientre. Miré con asco mis moretones mientras intentaba frenar el sangrado.
Golpes en la puerta a lo lejos me hicieron detenerme de seguir desinfectando la herida y fruncir el ceño ya que no creo que se hayan olvidado de entregarme algo, todo lo que pedí estaba justo ahí.
De todas maneras, salí del baño y abrí la puerta solo un poco ya que no necesitaba que alguien me viera así. Mi sorpresa fue grande cuando descubrí que es Hailey.
—Dime que no has hecho nada malo, Josh.
—Estoy bien —respondí.
—Hemos pedido servicio a la habitación quizás a la misma vez —dijo de forma seria—. Pasaron a dejarme lo mío primero y vi lo que pediste. Josh, ¿acaso te golpeaste?
—No —susurré y me aferré aún más a la puerta.
—Entonces déjame verte, ¿por qué solo muestras la cara?
—Señorita Winter, estoy bien, por favor suba a su habitación y no se preocupe por mí —pedí.
Ella negó y puso sus manos sobre la puerta.
—Déjame entrar, Josh.
—Por favor, no haga esto.
—¡Josh! —exclamó molesta y siguió empujando la puerta mientras yo lo impedía desde mi lado—. ¡Josh, estoy hablando en serio!
—¡Estoy bien! —dije al borde del pánico.
—¡DÉJAME ENTRAR! —gritó claramente furiosa.
Dejando salir un suspiro me aparté de la puerta, iban a ser las 3 de la mañana y estar peleando con mi jefa es lo último que quiero estar haciendo. Entró dando un gran empujón a la puerta y pasó la mirada por mi torso desnudo, ya que estaba solo en pantaloneta.
—¿Qué es lo que necesita? —pregunté de forma cansada—. ¿No puede entender cuando alguien necesita estar solo?
—Josh —susurró y me miró sin poder creer quizás la cantidad de moretones o lo fea que se ve la herida que se abrió—. Josh, pero ¿por qué lo hiciste? ¿Qué ha pasado?
Bajé la mirada negando, no le iba a decir nada. Mis razones son mías, no de ella.
Hailey cerró la puerta y se paró frente a mí llevando sus manos a los costados de mi rostro para que la mire y eso hice, no entendiendo nada. Se veía preocupada, pero ¿por qué? ¿Acaso le importo? Eso sería una locura.
—¿Qué...? ¿Qué está haciendo?
Dejó de tocarme y me sorprendió lo mucho que me encontré deseando que no hubiese apartado su tacto de mi piel.
—No lo sé —se cruzó de brazos mirando para otro lado y dando un paso atrás—. Supongo que me preocupas, Josh.
—¿Yo le preocupo?
—Tengo sentimientos, ¿sabes? —respondió, hostil—. Puedo sentir empatía, no estoy hecha de piedra.
—De acuerdo, pero en serio no es necesario que se preocupe por mí, estoy bien. Esto no es nada que no pueda soportar. Ya puede irse —susurré y pasé de ella para adentrarme al baño.
Levanté la botella de agua oxigenada y coloque un poco sobre un algodón limpio para seguir limpiando los costados de la herida abierta.
De repente no estaba solo, Hailey entró al lugar en total silencio sentándose sobre la tapa del váter viendo todos mis movimientos. La miré y ella se cruzó de brazos de forma orgullosa.
—Tú a mí no me das ordenes, Josh.
La ignoré, ya estaba comenzando a notar que Hailey podía ser muy obstinada.
El área estaba limpia nuevamente, así que era hora de pasar el alcohol para poder ponerme las gasas. Tomé una profunda respiración y vertí un poco sobre algodón limpio para proceder.
—¡Carajo! —me quejé ante el ardor.
—Ay, no puedo ver esto —dijo con las manos sobre sus ojos—. Para, detente, ya no sigas, me duele verte así.
—Señorita Winter, tengo que limpiar la herida.
Apartó las manos de sus ojos y se puso de pie.
—Déjame curarte, Josh —pidió llegando hasta mí y me quitó la botella de alcohol y el algodón.
—¿Qué? —pregunté sin poder creer que escuché bien.
—Déjame curarte, seré más delicada.
La miré con desconfianza, jamás he dejado que alguien me ayude a limpiar mis heridas.
—¿Por qué?
Hailey suspiró y me miró fijamente.
—Josh, te miento si te digo que recuerdo lo que pasó luego de mi quinto trago de martini. Ni siquiera sé cómo llegué a mi habitación y aunque mi mente tiene lagunas, puedo verte a ti de forma clara. No tengo pruebas de que me has ayudado, pero tampoco dudas —me tomó de la mano para hacerme sentar sobre la tapa del váter—. Quiero devolverte el favor.
No dije nada, honestamente no sabía qué decir, así que en silencio me quedé allí mientras ella tomaba un nuevo algodón y se arrodilló a mi costado izquierdo para terminar de limpiar con delicadeza.
Sus ojos observaron cada moretón en mi piel, no sé qué piensa, ojalá pudiera saberlo. Estando así me sentía vulnerable.
Hailey se levantó para tomar los rollos de gasa y me puse de pie para poder ayudarla a pasarlo por mi cuerpo. Una vez listo, me regaló una sonrisa de lado.
—Gracias —susurré y me senté nuevamente viendo con atención las gasas.
—Josh —Hailey se arrodilló a mi costado mirándome con atención—. Disculpa si he actuado un poco distante y quizás algo grosera contigo, te juro que no has hecho nada malo —suspiró—. Es solo que hay días que ni yo misma me entiendo y tomar mi espacio es mi manera de poder restablecer mi cordura.
—De acuerdo —susurré de regreso.
Nos seguimos mirando, ninguno de los dos parecía querer romper la conexión de nuestras miradas.
¿Me estoy acercando o ella lo hace?
Sin darme cuenta estábamos tan cerca que nuestras respiraciones chocaban y entonces pasó: nuestros labios se unieron en un beso lento y lleno de ansias.
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