02. ¡Execrable!

Hailey

—Necesito aire —Me puse de pie para salir de la casa.

Ninguno me detiene, así que abrí la puerta principal y salí al patio delantero. Vi el balón de soccer de Tommy y lo pateé con fuerza a la portería.

Peter, ¿cómo describir a ese horrible hombre sin corazón experto en mentiras y falsas promesas? Bueno... creo que ya lo hice.

Nos conocimos hace dos veranos en una fiesta de playa. Hicimos click desde que nuestras miradas se cruzaron. Supongo que mi embriaguez no me permitió ver sus intenciones en esos momentos, así que una cosa llevó a la otra y terminamos en su auto haciéndolo.

Dos semanas después, vino el susto de mi vida, pasé un día entero vomitando y como mi periodo se había retrasado, creí que estaba embarazada de un completo extraño al que apenas y conocía su nombre.

Por suerte habíamos intercambiado números y al contarle lo que estaba pasando, Peter lloró al teléfono diciendo que no estaba listo, pero aun así apareció y me acompañó al médico, resultó que las náuseas fueron por causa de las galletas de chocolate que Bella me había dado esa mañana ya que estaba muy emocionada con el libro de cocina que su madre le había obsequiado.

Los exámenes resultaron negativos y esa noche Peter y yo nos reímos como idiotas al pensar como la vida nos pudo haber cambiado por completo. Bebimos un par de cervezas viendo las estrellas desde mi terraza y fue así como comenzó nuestra historia, creí que era amor, no lo sé, pero él solo vio en mí la oportunidad de salir con una millonaria joven llena de vida a la cual podía succionar la felicidad y el dinero.

Eventualmente descubrí que me engañaba con dos mujeres más y le arrojé sus cosas a la calle desde la misma terraza donde todo comenzó.

—Que descaro más grande tiene ese hombre al invitarte a su estúpida boda. De seguro solo lo hizo para fastidiarte —comentó Bella de repente y al girarme veo a los cuatro detrás de mí.

—¡Execrable! —exclamó Tommy negando.

—¿Qué? —Bella lo miró de forma confundida.

—Execrable —repitió—. Es mi palabra del día, honestamente no creí que la usaría, pero vaya que encaja a la perfección.

—¿Qué significa? —preguntó Bella.

—Que Peter merece ser rechazado o criticado con severidad por sus acciones —respondió Thomas y yo los miré de forma triste.

No quería llorar, pero cuando Lucy caminó hasta mí y me rodeó en sus brazos no pude evitar que las lágrimas me abandonaran.

Así mismo siento más brazos unirse al afecto.

—Ya, ya —susurró Bella—. No llores por ese execrable, no lo vale.

—Así no se usa esa palabra —susurró ahora Tommy y entre medio de lágrimas comencé a reír.

—Gracias, de verdad que sin ustedes yo no sería nada —dije en voz alta.

—Lo sabemos —respondieron los cuatro a la misma vez y seguido nos comenzamos a reír antes de romper el abrazo.

❁❁❁

El resto de la tarde me la pasé con Tommy en su habitación leyendo el libro para su clase. No es hasta que leí la última página que noté la hora, eran las 9:45 pm.

Cerré el libro y miré a Tommy.

—No estuvo tan malo —comenté.

—No, pero era muy aburrido.

—Bueno, al menos ya lo terminaste y puedo mandarte esta noche el de dragones para que empieces a leerlo esta semana.

—¡Sí! —Tommy se puso de pie y comenzó a brincar sobre la cama.

Puede que sea muy inteligente y use palabras sofisticadas, pero sigue siendo un niño y se emociona igual a cualquier otro.

—Tommy, son 345 páginas —le informé.

—Sabes que he leído más —respondió aún sin dejar de brincar.

—Muy bien, saltamontes, hora de quitarse esa ropa y tomar un baño —lo señalé y me puse de pie para llegar hasta él—. Tienes clase mañana, ¿lo olvidas?

Tommy asintió y bajó de la cama.

—Lo sé y tú tienes que estar temprano en la oficina.

—Es correcto.

—Hailey, prométeme que no te pondrás como la última vez —pidió mirándome seriamente.

—¿De qué hablas?

—Hace unos meses cuando te encontraste a Peter en un supermercado te pusiste como loca una semana completa, olías a cerveza cada vez que venías aquí y Bella faltó mucho a clase esos días por estar acompañándote en tus borracheras.

Dejé salir un suspiro y me incliné a su altura para mirarlo fijamente.

—Eres muy pequeño para preocuparte por mí salud emocional, lo sabes, ¿verdad?

—Soy tu mejor amigo, si yo no me preocupo, ¿quién lo hará?

Sonreí de lado y acaricié su cabeza.

—Nadie lo hará —susurré dándole la razón y me arrodillo para abrazarlo—. Gracias por cuidar de mí, pequeño saltamontes.

—Solo quiero que seas feliz y también quiero que te consigas un asistente.

—¿Qué? —reí y me separé para mirarlo—. Pero ya tengo a Bella.

—Bella está en secundaria y al paso que va la voy a alcanzar antes de que salga —respondió, serio—. Necesitas un mejor manejo del tiempo y sola no podrás, tienes muchas responsabilidades.

—¿Lo dices por lo de esta mañana? —hice una mueca—. Te juro que no volverá a pasar, el próximo domingo estaré aquí desde la ocho de la mañana.

—No, lo digo por todo, siempre llegas tarde, olvidas tus apuntes en casa, respondes correos cada mil años y dejas de lado tu apariencia física.

Abrí mi boca sorprendida y le di un pequeño golpe al hombro.

—¡Tommy!

—Escucha, eres una mujer, puedes llegar hasta la luna si quieres. Hailey, tú sola te has sabido posicionar en dónde estás ahora, pero con mayor crecimiento, mayores son las responsabilidades. Tienes que estar presente y no pasar las noches llenándote de alcohol y amaneciendo con resaca.

—Bien —rodé los ojos—, le diré a Bella que coloque un anuncio en un periódico para buscarme una asistente, ¿feliz?

—Mejor lo hago yo, así estaré más feliz. Dame el dinero y yo muevo los contactos de papá y los tuyos para hacer el anuncio.

—Ay, Tommy —me puse de pie y busqué mi bolso—. Hablaremos de esto después, ¿está bien? Es hora de dormir.

—Solo porque soy pequeño, no significa que no pueda hacer nada.

—Yo no he dicho eso —sonreí—. Todo lo contrario, saltamontes, tú puedes hacer todo lo que quieras en esta vida.

Tommy sonrió y yo me incliné para dejar un beso en su frente.

—Hasta mañana, Hailey.

—Hasta mañana, Tommy.

Salí de su habitación y niego mientras camino por el pasillo. Llegué a la sala donde Lucy veía la televisión y Thomas lee un libro digital en su tableta.

—¿Terminaron el libro? —preguntó Lucy al notarme.

—Hasta el último punto —tomé asiento a su lado—. Ya lo mandé a bañarse.

—Perfecto —dijo ella.

Deje caer mi cabeza en su hombro viendo la pantalla de la televisión. Estaba viendo un programa de remodelaciones de casas.

—No me canso de decirlo: ustedes dos tienen un hijo excepcional —dije en voz alta para que ambos me escucharan—. Me habría gustado ser así de considerada e inteligente a los ocho años.

—Hacemos lo que podemos —dijo Thomas—. Tommy prácticamente se cuida solo, es muy poco lo que nos pide hacer por él.

—Es independiente, eso es bueno —prosiguió a decir Lucy.

—Me sugirió conseguir un asistente, el pobre niño de ocho años está preocupado por mi mal manejo del tiempo —reí y ellos también.

—No es tan descabellada la idea, un poco de ayuda nunca está de más —comentó Thomas.

—No lo sé —me alejé de Lucy y me senté de manera erguida en el sofá—. No es como si la idea de tener a alguien tomando apuntes por mí no me haya pasado por la mente, pero ¿no me estaría yo misma maleducando al depender de alguien?

—¿Cuándo has dependido de alguien, Hailey Winter? —preguntó Lucy, burlona.

Esta es la cuestión, soy la única hija de Patrick y Marcela Winter. Ambos son personas muy ocupadas y también empresarios hoteleros. La cadena Winter Plaza cuenta con hoteles cinco estrellas a lo largo del mundo.

Mis padres nunca han estado presentes en mi vida, no me quejo, fui criada por la señora Sonia, la que fue el ama de llaves y no he resultado tan mala persona.

Al cumplir los dieciocho años, como regalo de graduación mis padres me regalaron un millón de dólares y me dijeron que los invirtiera, sacara ganancia, les devolviera su millón y viviera de lo que sea que invertí.

Me dieron un año para hacerlo, no diré que son exagerados ya que eso fue lo que le hizo mi abuelo a mi padre y ahora está donde está.

Así que esa es la historia de mi editorial, mis padres me dieron un millón de dólares, alquilé dos pisos en un edificio, hice contactos, busqué un escritor nuevo con ganas de vender su libro, tuve suerte y el libro gustó mucho, más escritores comenzaron a buscar su oportunidad en mí y así fue como 27 millones de dólares después y tres edificios en distintas locaciones del país siendo el de aquí en New York la sede principal estoy donde estoy.

Les devolví a mis padres su millón y el primer libro impreso con el sello oficial de Editorial Winter lo tienen en el centro de su casa de forma orgullosa.

—Mis padres me dieron un empujón —admití.

—Lo hicieron, pero tú fuiste la que supo invertir y ganar —me recordó Thomas.

—Tienen razón.

—Querida, al final tú decides lo que quieres hacer, pero no es malo tomar en cuenta los consejos —dijo Lucy—. Sabes que Tommy te quiere mucho, más que una madrina eres prácticamente su hermana mayor.

—Está bien —accedí rendida—. Lo pensaré.

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