Ella. 29
Luego de que hiciéramos el amor una vez más, Luca se quedó dormido sobre mi pecho mientras yo acariciaba sus cabellos desordenados y me calmaba con su respiración.
Estaba enamorada. Enamorada y perdida.
Así va una por la vida creyéndose fuerte e inalcanzable, creyendo que es imposible que Cupidote alcance con sus flechas porque ¿de quién podría enamorarme en un sitio en el que solo estoy rodeada de mujeres y niños?
He salido con algunos chicos, cuando era más joven y estaba estudiando... he tenido incluso una relación con alguien a quien apreciaba bastante, pero que no entendía mi pasión por el servicio. Pero nunca lo había sentido así, tan sublime, tan gigante... Eso que sentía era algo fuerte y lo sabía, algo que iba a cambiar mis bases, mis creencias.
Y eso siempre daba miedo.
Estaba acostumbrada a mi vida, a mis rutinas, a mis certezas. Y ahora estaba rodeada cde una bruma de incertidumbre de la que no quería salir por más que no viese con claridad el camino.
Lo miré, dormía profundamente. Acaricié un mechón de pelo que se le había venido a la cara para despejarlo. Hacía tiempo que no dormía bien, me había contado. Había sufrido mucho.
Desde afuera podría parecer que éramos muy distintos, pero no, no lo éramos. Los dos éramos niños que se habían sentido abandonados, perdidos... tristes. Y nos habíamos convertido en adultos que intentaban protegerse del dolor a toda costa.
Suspiré y pensé en su madre, en mis recuerdos con ella. En la ironía del destino y esa estrella que me había acompañado tantas noches y a él le había hecho falta. Quería dársela, no solo esa estrella, sino los sueños que anhelaba cumplir, las sonrisas que tragó, las lágrimas que se convirtieron en quistes en su interior.
No sabía cómo íbamos a funcionar, cómo separaríamos lo que sucedía en el hogar de lo que vivíamos nosotros sin que les afectara a los niños. Cómo podría evitar colgarme de su cuello cuando lo veía festejar un gol de Santi o de Anita.
En medio de mis cavilaciones, sentí un calor en el pecho. Era uno que se iba formando como si fuera un pequeño torbellino en el centro de mi alma. Pensé que era todo lo contrario al frio de la soledad que solía colárseme por los pies. Era la primera vez que alguien dormía en mi casa, en mi cama, conmigo.
No estaba sola...
No estaba perdida...
Seguía sin saber quién era, pero él me aceptaba así... con lo que él veía en mí y lo que había construido.
Y eso me bastaba. Esa noche, me bastaba.
Por la mañana siguiente me lo encontré en la cocina, preparando un desayuno y esperándome con el ambiente oliendo a café.
—¿Has dormido bien? —preguntó.
—Sí, ¿tú?
Se acercó a mí y me besó en la frente.
—Como hacía mucho no dormía, Dani... Me siento descansado.
Sonreí y me senté en la mesa. Él me sirvió lo que había preparado y luego se sentó conmigo.
—¿Qué haces los sábados?
—Voy a la casa, paso tiempo con los niños...
—¿Alguna vez has hecho algo solo por ti? Es decir, ir a algún sitio a estar sola...
—Sí, suelo ir a sentarme en la playa... —respondí.
—No digo que esté mal que estés con los niños, no me malinterpretes, solo que creo que tú también cuentas. Los cuidas, te preocupas por ellos y por las chicas... ¿Y tú? ¿Quién te cuida y se preocupa de ti?
—Yo —respondí—. Lo he hecho siempre.
—¿Y me dejarás hacerlo a mí? —inquirió.
Sonreí.
—¿Qué quieres hacer?
—Podemos ir a ver a los niños, jugar un rato con ellos, almorzar allí y luego tomarnos la tarde... ¿No quieres ir a algún sitio en especial? Hay muchas actividades en esta isla...
Me encogí de hombros.
—Suena bien... —asentí.
—Podría alquilar una cabaña de esas que dices que no podrías pagar ni una silla.
Me eché a reír.
—No necesitas gastar más dinero para conquistarme, Luca.
—No lo hago para conquistarte... El dinero está para gastarse en la gente que queremos y nos importa, ¿no? ¿Si no para qué sirve? —comentó mientras se llevaba a la boca un pan tostado.
Suspiré, me gustaba que me englobara en la gente que quiere y le importa.
—También podríamos ir a bailar o a tirarnos de un paracaídas —dijo y yo sonreí.
—Me gusta más la idea de la cabaña, estar solos y en silencio... —admití.
—Lo que quieres es mi cuerpo, admítelo —dijo y me guiñó un ojo.
—Lo admito —sonreí y me sonrojé.
—Hmmm me gusta esta Daniela que me desea y lo admite sin tapujos.
—Tú me haces hacer y decir cosas que desconozco de mí misma —comenté y él me tomó de la mano.
—Me gusta ayudarte a conocerte mejor, entonces...
Terminamos de desayunar y nos dimos un baño juntos. Un baño que fue más que un baño porque incluyó besos y caricias en zonas muy íntimas que nos llevaron a orgasmos compartidos y deliciosos.
Quedamos en vernos cerca de las diez en el hogar, Luca iría a su casa a preparar un bolso para nuestra aventura de la tarde y yo tenía que hablar con Julia para pedirle que se encargara el resto del fin de semana.
Llegué temprano a la casa vestida con ropa cómoda y con un bolso con mis cosas para el viaje.
—Vaya... ¿A dónde vas a ir? —preguntó mi amiga que era muy intuitiva.
—Luca me ha invitado a las cabañas del norte... Volveremos mañana por la noche...
Ella sonrió, pero Carmen –que no sabía que estaba allí–, salió de la cocina con la boca formando una O gigante.
—¿De qué me perdí? —preguntó.
—Parece que Dani y Luca tienen un romance apasionado —comentó Julia con diversión—. Pensé que se trataba de una noche nada más, pero parece que han ampliado el plazo.
—¿Por qué no me has dicho nada? —inquirió Carmen con los brazos en la cintura y el ceño fruncido.
—Porque no pensé que...
—Déjala —pidió Julia—, por primera vez en años está disfrutando de la vida...
—¿Según tú solo el sexo sirve para disfrutar de la vida? —cuestioné y Carmen se echó a reír.
—Sí... es una buena forma —respondió Julia.
—Una muy buena —añadió Carmen—. Y más con un chico como él, Daniela... es como comerte un pastel de chocolate...
Las dos fruncimos el ceño como si no comprendiéramos su metáfora.
—¡Yo quiero pastel de chocolate! —ingresó Ramón gritando a la cocina. Las tres nos echamos a reír.
—Niño, ¿qué haces por aquí? —preguntó Julia mirándolo—. ¿No se supone que están haciendo unas manualidades con Alma?
—Sí, pero tengo hambre y me mandó a buscar una manzana, pero si hay pastel de chocolate lo prefiero.
—No hay pastel, Ramón —dijo Carmen mirándolo con ternura—, al menos para nosotros... Pero te doy la manzana.
—Qué mal... —se quejó el niño.
Me acerqué a él y me puse a su altura.
—Me ha contado un pajarito que te va muy bien como arquero del equipo.
—Sí, no pensé que pudiera lograrlo, ¿sabes? Porque pensé que no podría jugar, pero Luca me ha permitido jugar y como arquero me va bien. En los últimos entrenamientos he atajado dos goles del otro equipo... Solo espero seguir así cuando comience el torneo, no le quiero fallar a los chicos ni a Luca...
Sus palabras me emocionaron y lo abracé.
—Todos estamos orgullosos de tus logros, Ramón. No importa el final del torneo, lo que importa es lo que están aprendido y disfrutando, y que eres el mejor arquero del equipo.
Él sonrió y asintió feliz. Carmen le dio la manzana y salió de nuevo hacia la sala de trabajos.
—¿Entonces? ¿Estás enamorada? —me preguntó mi amiga.
—Podría decirles que no, pero me conocen y saben que no soy de tirarme a ciegas así si no es porque siento algo más. Es muy pronto, demasiado rápido... pero... qué les puedo decir, me gusta muchísimo...
—Vaya... —respondió Carmen.
Julia se acercó y me miró con dulzura.
—Es un buen chico, Dani... y te hace bien...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top