36. Él
Estábamos sentados en una de las bancas de la playa, llevábamos allí casi una hora en completo silencio. Yo organizaba lo que había escuchado en mi mente mientras Dani solo esperaba, con paciencia, como siempre lo hacía.
—Es increíble —dije al fin—. ¿Por qué mi padre nunca me ha contado todo esto? Es como si no conociera a mi madre, como si fuera una persona completamente diferente a lo que recuerdo de ella.
—No, tú recuerdas a la Luz que fue tu madre, la que te amaba con locura, como dijo Liliana. Estoy segura de que, si las cosas hubiesen sido distintas, tú habrías crecido correteando en estas playas, como un niño más del pueblo, Luca. A lo mejor nos encontrábamos alguna vez por alguna esquina.
Sonreí y la miré con ternura.
—Toda la familia de mi madre desapareció de un plumazo —dije con tristeza con la vista fija en el mar.
—No, quedas tú —respondió ella y me tomó de la mano.
—Qué corta es la vida, Dani... Qué efímero es todo... He perdido años de mi vida sumido en la depresión, luchando por encontrar un motivo para vivir sin darme cuenta de que estaba vivo y que mañana podría no estarlo.
—No digas eso ni en broma —me riñó.
—Es en serio —La miré—, dejamos pasar momentos únicos que un día son solo el recuerdo de alguien... ¿No lo ves? Aquí ya casi nadie recuerda la historia que me han contado Liliana y Juana... a lo mejor ese tal Bruno... Cada uno posee un retazo de lo que fue la vida de mi madre o de mi tía... Como un puzle, cada uno posee una pieza, pero el puzle ya jamás estará completo. Siento haberla perdido tan joven, me hubiese gustado saber todo esto de sus propios labios... poder armar la historia completa...
—Lo estás haciendo ahora, Luca. Sé que nunca será lo mismo, pero piensa que a pesar de lo mucho que has evitado venir, lo has hecho, y te ha cambiado la vida... Y puede que tengas razón, que todas estas personas solo poseen un retazo de su vida visto desde afuera, pero tú no solo te pareces físicamente a ella, sino que la llevas aquí —dije y señalé su pecho—, ella está en ti, Luca...
La tomé de la mano y se la besé con ternura.
—Es cierto... Temía venir aquí, los primeros días la sentía en todos lados y eso me hacía muy mal. ¿Lo recuerdas? Me tuviste que llevar a ese sitio bonito para respirar —sonrió—, y ahora estoy feliz de sentirla en todas partes, Dani... de que me hable desde todas estas personas, incluso a través de ti y los niños.
Sonrió y me acarició el cabello con ternura. Dani tenía una dulzura tan única y maternal, que podía comprender por qué los niños la amaban tanto.
—Eso es otra cosa que debes saber, Luca...
—¿Qué?
—Vamos... tengo algo que mostrarte y alguien a quién presentarte.
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