Capítulo Uno

Le encanta no peinarse y es que tiene ese cabello que todas quieren, se pasa horas jugando con su mata café, lo lleva con raya al medio, hacia la derecha, a la izquierda, en una coleta, en esos moños raros que solo ella sabe usar, pero mi favorito es cuando lo deja secarse solo, con la melena brillante y perfumada por la tibieza de los rayos del sol.

Es que no sé si ya se habrá dado cuenta que me encanta, todo, su todo me encanta, la altura, el peso, la boca, los pechos, la cintura, la cadera, los brazos, las piernas. Ya está, me desespera, pero no esa desesperación de "quiero joderla hasta el cansancio", es esa desesperación de "conocí a la mujer de mi vida y ella no lo sabe", que cuando se va quiero que me lleve, aunque sea en un bolsillo, pero que me tenga ahí, junto a su cuerpo, marcando territorio porque... aunque no lo sepa o no se de cuenta, los hombres si se giran a verla y no como ella cree justamente.

Que es bonita y ya, de ese bonita de "que muchacha tan espléndida, sería la mujer perfecta" aunque no salga despampanante en las fotos o no llegue ni siquiera por aproximación al superficial y vacío 90-60-90, pero tiene una risa preciosa que solo ella sabe tener, están también esos comentarios inteligentes que usa para hacerte pensar y reírte de ti mismo, que nunca ofende porque antes de decirte algo se ríe de si misma, que me deja tomar un poco de su alma antes de echarse a volar, que no sé si ya lo dije pero me encanta, me vuelve loco, me tiene a sus pies y eso me preocupa, toma todo de mí, lo bueno, lo malo, lo que interesa y lo que no, me maneja como quiere solo con pedírmelo mirándome a los ojos, y está bien hombre, que cuando estás jodido hasta el último pelo de la cabeza te da lo mismo ser perro faldero o macho alfa, si te ama hasta el mundo te da lo mismo. Mágicamente lo dijo un día como cualquier otro, después de muchas palabras, notas y cartas de mi parte, lo dijo, así de tranquila como siempre, después de dos años bajo el mismo techo, con el noticiero de testigo, me acarició la mano, tomo lo último que quedaba de su café, beso mi frente, tomo la chaqueta, el bolso y las llaves, corrió de nuevo, la recibí en mis brazos, me besó los labios en su modo particular, despacio y sin apuros, le corrí el pelo para verle los ojos y me sonrió, me beso rápido, me susurro "te amo" y corrió a la puerta que se le hacía tarde. Me había dicho te amo, después de tantas charlas de miradas donde decía algo que quería escuchar, donde le faltaba modular solamente, que la palabra salía sola, había dicho todo lo que quería escuchar y esas dos palabras me sabían a algo muchísimo mejor que la gloria, por supuesto todos se enteraron de eso porque sonreí como tonto un mes entero, que me hacía flan apenas la veía llegar. Me sentí Newton, yo no había descubierto la gravedad sin embargo había descubierto el poder más grande en el mundo descrito por Einstein, había descubierto el amor y me sentí tan bien que juré no abandonarla nunca más. Si yo era su mundo ella sería el mío y así hasta el fin de los tiempos.

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