Capítulo Tres
Su mente.
Es el peor de sus enemigos, la engaña y le trae recuerdos que tiene que olvidar, se auto lástima para crear una coraza porque su zona de confort es más grande de lo que se puede imaginar, todavía trato de que piense distinto, de que se enamoré de ella misma porque si no se ama a si misma va a ser adicta a mi y lo que más temo es que me pierda, si me voy en algún momento no quiero que sienta que la vida perdió su sentido, la vida siempre va a tener sentido, pierdas a quien pierdas, tropiezo tras tropiezo, caída tras caída, yo la amo con el alma entera pero necesita amarse más a ella que a mi.
Sigo pensando que los juzgadores tienen más defectos que los juzgados, es que para herir a alguien debes ser horrible en tu interior, ella no mataría ni una mosca sin embargo mataron parte de su espíritu aventurero, descubrí que le encanta andar en bici las noches de verano, no le gustan mucho las películas y las series, ama estar lejos de la gente y perderse entre la pintura es su pasión. Descubrí tantas cosas que de seguro ni siquiera ella misma las toma en cuenta, pero es fantástica, hace todo con amor, entregando el alma en cada paso. Descubrí en algunas oportunidades que le gustan los extraños, también que su simpatía es un hábito propio de su ser y que esos hoyuelos apenas perceptibles en sus mejillas la hacen más dulce al estar sonrojada, que no se maquilla porque le molesta y que las cremas le dan asco, que no le enoja nunca decir su edad aunque apenas pasó los diecisiete y que a veces odia ser mujer, sobre todo cuando sus ovarios la llaman para decir "¡Hey aquí estamos!".
Sobre cualquier cosa descubrí que además de ser bonita, maravillosa y cuantos sinónimos le busque es ella, sin ataduras cuando me dice te quiero, sin dolor cuando besa mis labios y en completa entrega cuando se pasea desnuda por la casa.
Y me siento el idiota más afortunado de la tierra porque se fijó en mí, dejó su corazón remendado en mis manos aún con el miedo de que los parches se deshicieran y las heridas volvieran peor que antes, aún sabiendo que sus demonios podrían romper la cárcel que les ha impuesto, aún con viento en contra y a la deriva en medio de alta mar se abrió a mí, como una flor que disfruta de los rayos del sol, Dios mío si Shakespeare la hubiera conocido no habría rastros de sus tragedias, Romeo y Julieta vivirían en la bella Verona como el primero de los cuentos de finales felices, nadie conocería el dolor de ser amado y no poder amar libremente, pero no fue así y yo tengo la suerte de ser el primer artista con privilegio a retratarla, a manchar mi obra de esa sensualidad que la recorre de pies a cabeza. Un privilegio en toda letra señoras y señores porque si a mi me tiró bajo su encanto esta Amazona guerrera, a cualquiera en su sano juicio le hubiese vuelto loco su sombra al caminar siquiera.
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