Capítulo Dos
Su cuerpo.
Esa magnífica maquina que la hace estar viva, que la trae conmigo a todos lados, que la hace ella y aun así la odia. La odia porque una parva de idiotas le hizo creer eso, porque se rieron a costa de su llanto, porque juzgaron el exterior sin medir las consecuencias que sus palabras causaban en el interior.
Millones de veces al llegar del trabajo a casa la encuentro entre las mantas con los auriculares puestos y lagrimas secas en las mejillas, ¿Es que acaso a nadie le rompe el corazón verla llorar? A mi me tumba verla lagrimear siquiera, es que es tan hermosa, tanto por dentro como por fuera, que importa su cuerpo, si ella se siente bien y le gusta como luce ¿Por qué intentar cambiarla? ¿Por qué tomarse el atrevimiento de decidir por otro?.
Yo quiero ser su escudo protector, la muralla entre el dolor y su felicidad, quiero que se ame a ella misma, que se considere linda porque es preciosa, es que desde el último de sus cabellos hasta la planta de los pies es belleza pura, lo brillante de su mirada que te pide de rodillas que la conozcas porque si a mi, el más desgraciado mortal sobre la tierra se me dio el lujo de gozar de la presencia de un ángel a mi lado para amarme a cualquiera de estos les podría gustar mi paraíso personal, eso me asusta, que se vaya y no vuelva a mi lado, por eso como dice Risto Mejide esa sensación de miedo me acompaña a desayunar todos los días, hasta que la veo con mis remeras y sus bragas parada en la barra de la cocina tomándose el primer café antes de irse a bañar.
La primera vez que la vi fue en la casa de uno de mis amigos, tenía una remera de una taza de café que parecía una carpa y me dio mucha gracia porque aunque intentaba tapar su cuerpo la carpa le marcaba los pechos y la linea de la columna, no llevaba maquillaje, y estaba preciosa cuando sonreía. Cruzamos dos palabras nada más pero me pasé toda la noche observándola, tenía mucha afinidad con Jordan y por alguna razón me molestó que le hablara a él y a mi no, así que tome a Tina y nos fuimos a una habitación, al salir no la vi, dijeron que estaba en el patio pero que la dejara sola, fui a buscarla, estaba en las hamacas del fondo mirando el cielo y cuando me aproxime la escuché sollozar. Contra todo pronostico posible me contó sus secretos y yo le conté los míos, un lazo de luna nos había unido esa noche y nunca más quise separarme de ella. Como a las tres de la mañana desde la casa se escuchó una canción lenta , le pedí que bailara conmigo... se negó, no sabía bailar así que la apreté contra mi pecho, nos movimos lentamente siguiendo la brisa de la madrugada, dijo que nunca había bailado así con un chico y me sentí privilegiado de que una preciosura como ella me dijera eso. Esa fue la primera vez que la necesité tanto cerca mío, fuimos buenos amigos durante un tiempo pero no podía negar que mi corazón quería más de ella de lo que me daba.
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