24:Traicion

El tiempo avanzaba, y la primavera traía consigo un aire de renovación, aunque algunas cosas parecían mantenerse iguales. Sam estaba en las últimas semanas de embarazo, luciendo más radiante que nunca. Su pancita, que ya no podía llamarse "pancita", había captado la atención de todos en la escuela y en su grupo de amigos. Nadie podía resistirse a acariciarle el vientre o hacerle preguntas sobre la bebé.

15:32 p.m

—Te juro que si otra persona más me toca sin permiso, voy a gritar —dijo Sam, hundiéndose en el sofá de la sala de la casa de Yasmine, donde se habían reunido esa tarde. Su voz sonaba cansada, pero sus ojos brillaban de emoción.

—No te culpo —respondió Tory, riendo mientras le pasaba una botella de agua. —La otra vez vi a una chica en el pasillo que parecía a punto de pedirte una foto como si fueras una celebridad.

—Lo soy, aparentemente —respondió Sam con sarcasmo, antes de suspirar. —Pero ya falta poco. En unas semanas, Sol va a estar aquí.

—Sol va a ser la bebé más hermosa del mundo —dijo Yasmine, sentándose a su lado y apoyando la cabeza en el hombro de Sam. —Y va a tener la mamá más sexy también.

Sam puso los ojos en blanco, pero no pudo evitar reír. —Decís eso porque estoy con este vestido suelto. No viste mis tobillos. Parecen pelotas de fútbol.

—Tus tobillos son perfectos —intervino Moon, acercándose con un plato de galletitas que había preparado. —Todo de vos es perfecto, Sam. Y si alguien dice lo contrario, lo arreglamos en las marchas.

—¿Marchas por mis tobillos? —preguntó Sam, riendo más fuerte.

—Exacto. "Justicia para los tobillos de Sam". —Moon levantó el puño en señal de protesta, arrancando carcajadas de todas.

Tory sonrió desde su lugar en el suelo, aunque su mente estaba en otra parte. Por más que intentara concentrarse en el presente, su corazón seguía atrapado entre el pasado y el secreto que cargaba. Aunque sus encuentros con Eli la llenaban de felicidad, a veces deseaba poder dejar de esconderse. Ver a Yasmine y Moon tan libres y abiertas con su amor la hacía preguntarse por qué ella no podía tener lo mismo.

—¿Tory? —La voz de Yasmine la sacó de sus pensamientos. —Estás muy callada. ¿Todo bien?

—Sí, sí. Solo estaba pensando —respondió rápidamente, tomando un sorbo de su té.

—¿En Eli? —preguntó Moon, alzando una ceja con una sonrisa traviesa.

Tory se puso roja al instante. —¡No! ¿Por qué pensarían eso?

—Porque lo mencionaste como mil veces en las últimas semanas —señaló Yasmine, guiñándole un ojo. —Además, es obvio que estás feliz por algo, o por alguien.

—No voy a hablar de eso —respondió Tory, mirando hacia otro lado para ocultar su sonrisa.

Sam, que había estado escuchando en silencio, se acomodó mejor en el sofá. —Yo digo que deberías. Si estás feliz, ¿por qué no disfrutarlo?

Tory dudó. Por un lado, quería compartirlo con sus amigas. Por otro, sabía que era complicado. —No es tan fácil como parece.

—Nada nunca lo es —dijo Moon con suavidad, colocando una mano sobre la de Tory. —Pero eso no significa que no valga la pena.

Antes de que Tory pudiera responder, Xander entró en la sala con una bandeja de jugos. —¿Me perdí de algo señoritas? —preguntó, colocando la bandeja en la mesa.

—Estábamos tratando de convencer a Tory de que hable sobre su "alguien especial" —respondió Yasmine, haciendo comillas en el aire.

—Ah, Eli —dijo Xander con naturalidad, provocando que Tory casi escupiera su té.

—¿¡Cómo sabés eso!? —preguntó Tory, con los ojos abiertos como platos.

Xander se encogió de hombros. —Soy observador. Además, siempre se nota cuando Eli desaparece al mismo tiempo que vos. Coincidencia, no creo.

Todos rieron mientras Tory se cubría la cara con las manos, avergonzada. —Son terribles, todos ustedes.

—Lo decimos porque te queremos—dijo Sam, sonriendo. —Y porque merecés ser feliz, aunque sea a escondidas por ahora.

La conversación se desvió hacia otros temas mientras el grupo disfrutaba de la tarde. Sin embargo, Tory no podía evitar sentir que tal vez tenían razón. Quizás, algún día, podría dejar de esconderse. Por ahora, sus encuentros con Eli eran su pequeño secreto, algo que le pertenecía solo a ellos.

Mientras tanto, afuera en el jardín, Miguel y Eugenia seguían hablando. Aunque Miguel había intentado mantener las cosas platónicas, Eugenia no parecía darse por vencida. Tory los observó de reojo a través de la ventana, pero no sintió celos. Su compromiso con Miguel nunca había sido más que un acuerdo entre sus familias, y si él encontraba algo más con Eugenia, ella no iba a interponerse.

Tory sonrió para sí misma. Tal vez el amor no era perfecto ni fácil, pero siempre encontraba la forma de aparecer, incluso en los lugares más inesperados.

22:35 p.m

La noche estaba en su punto más oscuro cuando Tory cerró con cuidado la puerta de la casa que compartía con Miguel. Aunque el acuerdo con sus familias seguía en pie, los dos llevaban vidas paralelas y, en muchos sentidos, completamente separadas. Miguel se había vuelto más cercano a Eugenia, y Tory aprovechaba esas distracciones para ir al lugar donde realmente quería estar: con Eli.

Caminó bajo el cielo estrellado, sus pasos ligeros pero apresurados. La pequeña casa de Eli no estaba demasiado lejos, lo suficiente para sentirse como una pequeña aventura, pero no tanto como para ser imprudente. Cuando llegó, Eli ya la esperaba en la puerta, apoyado contra el marco con una sonrisa torcida que le hacía latir más rápido el corazón.

—Llegás tarde, rubia. Estaba a punto de cerrar las puertas y apagar las luces —bromeó, abriendo los brazos como si recibiera a una campeona.

Tory no respondió con palabras. En lugar de eso, se lanzó hacia él, sus brazos alrededor de su cuello y sus labios encontrando los suyos con urgencia. Eli la sostuvo firmemente, sin esperar un segundo para devolverle el beso. No había nada delicado en el contacto; era pura necesidad, una conexión que habían guardado todo el día para este momento.

Cuando finalmente se separaron, Tory respiró con dificultad, su frente apoyada contra la de él. —Nunca cierres la puerta para mí, Eli. Nunca.

Él sonrió, deslizando una mano hacia su cintura mientras la otra acariciaba su mejilla. —Si la cierro, es para que nadie más pueda entrar, pero vos siempre tenés la llave.

Tory rodó los ojos, aunque no pudo evitar reír. —Que romántico te pusiste, becado. ¿Te pasaste el día viendo películas de amor?

—Nah, solo estaba practicando para vos. —La guió hacia adentro, cerrando la puerta detrás de ellos. La casa era pequeña pero acogedora, llena de detalles que gritaban "Eli": carteles de bandas de rock, un sofá que había visto mejores días y una mesa cubierta con piezas de algún modelo de auto en el que estaba trabajando.

Se sentaron en el sofá, y Eli no perdió tiempo en acomodarla en su regazo, abrazándola como si temiera que se desvaneciera. —¿Cómo estuvo tu día? —preguntó, aunque sus manos ya estaban jugando con un mechón de su cabello.

—Largo —respondió Tory, hundiendo la cara en su cuello. —Miguel y Eugenia siguen con su tontería de "somos solo amigos", aunque es bastante obvio que no es solo eso.

Eli rió suavemente, el sonido vibrando contra ella. —¿Y eso te molesta?

—Para nada —contestó Tory, levantando la cabeza para mirarlo. —En todo caso, me hace la vida más fácil. Más tiempo para vos.

Eli levantó una ceja. —Ah, ¿así que soy tu plan B?

Tory lo golpeó suavemente en el pecho. —Sos mi plan A, mi plan B, y todas las letras del abecedario, idiota.

—Así me gusta escucharlo. —La besó de nuevo, esta vez más lento, como si quisiera saborear cada segundo.

Pasaron un rato así, entre besos y risas, hasta que Tory se acomodó mejor en el sofá, descansando la cabeza en el hombro de Eli. —¿Nunca te cansa esto? —preguntó en voz baja. —Estar escondidos. Fingir que somos dos completos desconocidos durante el día.

Eli suspiró, rodeándola con los brazos. —A veces. Pero también sé que vale la pena. Esto que tenemos... es diferente. No quiero arruinarlo por un poco de atención pública.

—Es más que un poco —replicó ella. —Me gustaría poder caminar de tu mano por los pasillos, besarte sin preocuparme de quién está mirando.

—Y a mí también. Pero Tory... —Eli levantó su barbilla para que lo mirara. —¿De verdad querés que todos lo sepan? Porque sabés que no van a quedarse callados.Miguel, todos los demás... Va a ser un caos.

Tory apartó la mirada, mordiendo su labio. —No lo sé. Solo... me gustaría que pudiéramos ser nosotros mismos, sin tener que escondernos.

Eli asintió, comprendiendo su dilema. —Si llega el momento, y estás lista para que todos lo sepan, yo también lo estaré. Pero mientras tanto... prefiero tenerte así, aunque sea en secreto, a no tenerte en absoluto.

Esas palabras tocaron algo profundo en Tory. A veces, Eli podía ser un payaso, un provocador, pero en momentos como este, demostraba cuánto la entendía. —Sos lo mejor que tengo, Eli. —Su voz se quebró ligeramente, pero lo dijo con sinceridad.

—Y vos sos lo único que quiero, rubia. —La apretó contra él, como si quisiera grabar ese momento en su memoria.

La noche había sido un torbellino de emociones, caricias y risas sofocadas entre las sábanas de Eli. En ese pequeño mundo que compartían, lejos de los compromisos impuestos y las miradas ajenas, Victoria podía ser simplemente Tory. Eli, con su carácter rebelde y su corazón inesperadamente tierno, se había convertido en su refugio.

Cuando la luz del amanecer comenzó a filtrarse por las cortinas, Tory despertó lentamente, envuelta en el calor de las mantas y con la sensación de brazos fuertes alrededor suyo. Pero Eli no estaba allí. Estiró una mano hacia el otro lado de la cama y sintió el espacio vacío. Apenas unos segundos después, la puerta del cuarto se abrió y Eli apareció con una bandeja en las manos.

—Buenos días, dormilona —saludó con una sonrisa suave, colocando la bandeja sobre la cama. Había café, tostadas y un pequeño plato con frutas.

Tory se incorporó, sosteniendo la sábana contra su pecho mientras lo miraba con los ojos aún llenos de sueño. —¿Qué es todo esto?

Eli se encogió de hombros, sentándose a su lado. —Me pareció que merecías un buen desayuno después de... bueno, después de anoche.

Tory arqueó una ceja, pero no pudo evitar sonreír. —¿Después de anoche? ¿Eso fue un halago?.

—Definitivamente un halago. —Él se inclinó y le dio un beso en la frente antes de tomar una de las tostadas. —Aunque, para ser sinceros, creo que me lo merezco yo por sobrevivir a vos.

—Por favor —respondió Tory, rodando los ojos y tomando el café. —Si alguien salió ganando anoche, fuiste vos.

Rieron juntos, compartiendo el desayuno entre pequeñas bromas y miradas cargadas de complicidad. Pero mientras el tiempo avanzaba, Tory comenzó a notar algo en Eli. No estaba tan relajado como siempre, no hacía tantos chistes. Había algo en su mirada que delataba una preocupación que no podía ocultar.

—¿Qué pasa? —preguntó finalmente, dejando la taza sobre la bandeja. —Te conozco, amor. Algo te tiene mal.

Él se tensó un poco, pero no la miró de inmediato. En su lugar, se pasó una mano por el cabello y suspiró. —No es nada.

—No me mientas —insistió Tory, moviéndose para sentarse frente a él. —¿Es por lo de anoche? Porque si lo es, quiero que sepas que no me arrepiento. Para nada.

Eli la miró entonces, con una mezcla de ternura y dolor en sus ojos. —No, cenicienta. No es eso. Yo tampoco me arrepiento... pero estoy pensando en lo que viene después.

—¿A qué te referís? —preguntó ella, aunque ya tenía una idea.

Eli se pasó las manos por la cara antes de hablar. —Falta un mes para que termine el curso. Un mes, Tory. Y después de eso... después de eso te vas a casar con Miguel.

La habitación quedó en silencio por un momento. Tory bajó la mirada, apretando los labios. Sabía que esto iba a salir eventualmente, pero no esperaba que doliera tanto escucharlo.

—Eli, yo... —intentó decir, pero él la interrumpió.

—Sé lo que estás pensando —dijo con una sonrisa amarga. —"Es solo un trato, Eli. No significa nada. Es por las familias". ¿Pero qué pasa con nosotros, Tory? ¿Qué pasa conmigo?

Tory levantó la mirada, viendo el dolor en su rostro. Sabía que, en el fondo, Eli temía que ella no lo tomara en serio, que todo esto fuera un juego pasajero para ella. Pero no era así. No podía ser más diferente.

—No estoy jugando contigo —dijo en voz baja, con una honestidad que casi le dolió. —No se trata solo de un trato o de lo que nuestras familias quieran. Te quiero. Vos sos... sos lo único que me hace feliz en todo este caos.

Él la miró con escepticismo, como si quisiera creerle pero no pudiera permitírselo. Tory, incapaz de soportar esa expresión en su rostro, se acercó a él. Se inclinó y dejó un suave beso en su hombro desnudo. Luego otro, más abajo, en la curva de su espalda. Y otro.

Eli cerró los ojos, dejando escapar un suspiro. —No hagas eso, Tory.

—¿Por qué no? —murmuró ella, dejando que sus labios rozaran su piel con ternura. —Quiero que sepas que hablo en serio. Quiero que sientas cuánto te quiero.

—Eso lo hace más difícil —admitió él, su voz quebrándose ligeramente.

Tory envolvió sus brazos alrededor de su cintura, apoyando su cabeza contra su espalda. —Lo sé. Pero no quiero que pienses, ni por un segundo, que esto no significa todo para mí.

Eli giró ligeramente, mirándola por encima del hombro. —Entonces, ¿qué hacemos, Tory? Porque si te casás con Miguel, no sé si voy a poder seguir haciendo esto.

—No me voy a casar con Miguel —respondió ella, sin dudar. —Voy a encontrar una manera de salir de ese trato, Eli. No sé cómo todavía, pero lo haré.

Por un momento, ninguno de los dos dijo nada. Finalmente, Eli la tomó de la mano y la guió para que se sentara frente a él. —Te voy a creer, Tory. Pero no me rompas el corazón, ¿sí?

Ella asintió, con lágrimas en los ojos. —Nunca.

La mañana con Eli había sido un bálsamo en medio de todo el caos. Después de la conversación, las miradas cargadas de tensión terminaron en sonrisas, y las sonrisas en caricias que pronto los llevaron de vuelta a la cama. Eli, con su mezcla de ternura y pasión, se aseguraba de que cada segundo juntos fuera inolvidable, como si intentara detener el tiempo antes de que la realidad los alcanzara.

16:33 p.m

Un par de horas después, la realidad lo hizo. El sonido insistente del celular de Tory interrumpió el momento, haciéndola suspirar con frustración mientras se incorporaba.

—¿Quién mierda llama tanto? —se quejó, estirando la mano hacia su bolso.

Eli, recostado contra la almohada, la miraba con una sonrisa divertida. —Seguro es tu esposo, digo, Miguel.

Tory le lanzó una mirada de advertencia antes de revisar la pantalla. Su teléfono estaba lleno de llamadas perdidas y mensajes de Miguel y su madre.

—Parece que la CIA está buscándome —bromeó, aunque su rostro estaba tenso.

—¿Te vas? —preguntó Eli, su tono más serio ahora.

Tory suspiró, dejando el teléfono a un lado por un momento. —Sí, creo que no me queda de otra. Pero... —Se inclinó hacia él, dejando un beso en su cuello y luego en su mandíbula. —No te olvides de que vos sos la razón por la que quiero pelear contra todo esto.

Eli la tomó por la cintura y la acercó, devolviéndole el beso con intensidad. —Lo sé, Tory. Pero si no te vas ahora, van a venir a buscarte.

Ella rió suavemente antes de levantarse, vistiéndose con lentitud bajo su mirada. Al salir, Eli se quedó recostado en la cama, mirando el techo y deseando que todo fuera más simple.

Cuando Tory llegó a la casa que compartía con Miguel, lo primero que notó fue el ambiente cargado de tensión. Miguel estaba sentado en el sofá, con el rostro pálido y las manos entrelazadas. Frente a él, su madre, Carmen, y Angela, la madre de Tory, estaban de pie con expresiones que mezclaban enojo y decepción.

—Victoria, ¿dónde estabas? —preguntó Angela en cuanto la vio entrar.

—¿Qué pasa? —respondió Tory, sin molestarse en disimular su incomodidad.

Carmen fue la primera en hablar. —Tu "marido perfecto" aquí ha estado divirtiéndose con Eugenia, esa amiga de su infancia.

Tory parpadeó, sorprendida, antes de mirar a Miguel. —¿Qué?

—No es lo que parece —respondió Miguel rápidamente, levantándose.

—¡Claro que no lo es! —interrumpió Carmen, señalándolo con el dedo. —Te descubrimos gracias a unos mensajes que Eugenia no se molestó en ocultar.

Angela cruzó los brazos, mirando a Tory con severidad. —Y como si eso no fuera suficiente, Miguel decidió escudarse diciendo que vos también tenés a alguien más.

—¡¿Qué?! —exclamó Tory, mirando a Miguel con incredulidad. —¡¿Vos qué dijiste?!

—Lo que escuchaste —respondió Miguel, evitando su mirada. —Si yo iba a caer, vos también.

Tory apretó los puños, pero antes de que pudiera replicar, Angela dio un paso hacia ella.

—¿Es cierto, Tory? ¿Estás viendo a alguien más?

—Eso no es asunto tuyo, mamá —respondió Tory, intentando mantener la calma.

—¡Por supuesto que lo es! —exclamó Angela, alzando la voz. —Esto no es un simple noviazgo. Es un compromiso importante, un trato entre familias. ¡Decime quién es el otro chico!

—¡No voy a decirte nada! —gritó Tory, su corazón latiendo con fuerza.

Carmen intervino, harta de la discusión. —¡Ya basta! Esto se termina hoy. Vamos a poner fecha para la boda y se acabó. Se despiden de sus "aventuras" y cumplen con lo que deben.

Angela asintió. —Estoy de acuerdo. Tory, más vale que te pongas las pilas porque esto se hace como se planeó.

Las dos mujeres salieron, dejando a Miguel y a Tory solos en la sala. Tory se quedó mirándolo, con una mezcla de furia y decepción en los ojos.

—¿Cómo pudiste hacerme esto? —le espetó, cruzándose de brazos.

Miguel levantó la mirada, visiblemente incómodo. —¿De qué hablás? Vos también estabas viendo a alguien.

—¡Sí, pero vos lo usaste como excusa para tapar tus idioteces! —respondió Tory, dando un paso hacia él. —Yo no soy la que se dejó atrapar como un imbécil.

—¿Y qué querías que hiciera? ¿Qué me callara y cargara con toda la culpa? —replicó Miguel, su tono subiendo.

—Sí, Miguel. Porque al menos yo fui lo suficientemente discreta como para no ponerlo en bandeja de plata.

Miguel la miró fijamente, con la mandíbula apretada. —¿De verdad estás enojada conmigo por esto? ¿Después de lo que vos también estás haciendo?

—No me enojo por lo que hiciste con Eugenia. Me enojo porque me arrastraste en tu desastre. —Tory lo señaló con el dedo, acercándose aún más. —Si tanto querés estar con ella, andate. Yo no soy tu carcelera.

Miguel suspiró, pasando una mano por su cabello. —Esto es un desastre, Tory. Todo esto... este compromiso, nuestras familias... ¿Qué estamos haciendo?

Tory negó con la cabeza, dando un paso atrás. —Vos estás jugando a ser el hijo perfecto, y yo estoy tratando de sobrevivir. Pero sabé esto, Miguel: si alguien arruina este compromiso, no voy a ser yo.

Sin esperar respuesta, Tory salió de la sala, dejándolo solo con sus pensamientos. Ella subió a su habitación, cerró la puerta y apoyó la espalda contra ella, dejando escapar un suspiro pesado. Sabía que las cosas se estaban desmoronando, y no tenía idea de cómo iba a salir de todo esto.

Se dejó caer sobre la cama, hundiendo la cara en la almohada, deseando que el mundo simplemente se desvaneciera. No podía soportar la presión de las últimas semanas: su madre, Carmen, Miguel, el dichoso trato... Todo parecía una enorme telaraña que la atrapaba, dejándola sin opciones.

—¿Por qué siempre termino metida en estas cosas? —murmuró para sí misma, apretando los ojos con frustración.

El cansancio la venció, y antes de que se diera cuenta, el sueño la envolvió.

Cuando Tory abrió los ojos, ya no estaba en su habitación. Se encontraba en un bosque, pero no un bosque cualquiera. Era un lugar mágico, lleno de árboles altos cuyos troncos brillaban con un suave resplandor dorado. Los rayos del sol se colaban entre las hojas, creando patrones danzantes en el suelo. El aire olía a tierra mojada y flores frescas, y una sensación de paz invadía a Tory mientras caminaba.

—Qué lugar tan extraño... —murmuró, mirando a su alrededor.

De repente, algo chocó contra ella con fuerza, haciéndola tambalearse.

—¡Ay! —exclamó, dando un paso atrás.

Al mirar hacia abajo, vio a una niña pequeña sentada en el suelo, con una expresión entre sorprendida y avergonzada. Tory se agachó para ayudarla a levantarse, pero al mirarla más de cerca, sintió que el aire se le escapaba.

La niña era una mezcla inquietante de familiaridad y sorpresa. Su tono de piel era similar al de Miguel, tenía sus labios y su nariz, pero los ojos... esos ojos eran como los suyos, idénticos en forma y color.

—¿Estás bien? —preguntó Tory, tratando de mantener la calma.

La niña asintió, sacudiéndose el vestido. —Sí, estoy bien.

—¿Cómo te llamás? —preguntó Tory, la voz temblándole un poco.

La niña le sonrió. —Me llamo Erica.

El nombre golpeó a Tory como un rayo. ¿Erica? Su mente intentó encontrarle sentido a lo que estaba pasando, pero antes de que pudiera decir algo más, Erica tomó su mano con una sonrisa radiante.

—¡Vení conmigo! —exclamó, tirando de ella.

Tory apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que Erica comenzara a correr, arrastrándola consigo. Cruzaron el bosque, saltaron sobre un arroyo cristalino y esquivaron ramas bajas hasta llegar a un claro.

Allí, Tory se detuvo en seco, su respiración atrapada en la garganta.

Frente a ella, en el centro del claro, estaban ella y Miguel. Bueno, no exactamente ellos, pero versiones mayores de ambos. Miguel tenía una expresión serena, casi tierna, mientras la abrazaba por la cintura. Tory, la versión que estaba viendo, tenía una sonrisa que rara vez se veía en su rostro: sincera, feliz.

De repente, Miguel se inclinó y la besó, un beso lento y lleno de significado.

—¿Qué... qué es esto? —murmuró Tory, incapaz de apartar la vista.

Erica soltó su mano y corrió hacia la pareja.

—¡Papá! —gritó, extendiendo los brazos.

Miguel, el Miguel del claro, se separó de Tory y alzó a Erica en brazos, riendo mientras ella se aferraba a su cuello. La Tory que observaba sintió que el corazón le latía con fuerza.

"¿Es esto lo que quieren para mí?", pensó, confusa y nerviosa.

Un tirón en su remera la hizo girarse. Esta vez, era un niño pequeño quien tiraba de ella. Tenía el cabello castaño desordenado, sus ojos verdes intensos y una sonrisa descarada que dejaba claro quién era su padre.

—Hola, mami —dijo el niño, mirándola con picardía.

Tory no pudo evitar sonreír. —¿Cómo te llamás?

—Marco —respondió él, tomando su mano con confianza.

—¿Marco? —repitió Tory, sintiendo un nudo en el estómago.

—Vení, quiero mostrarte algo.

Antes de que pudiera decir nada, Marco comenzó a guiarla por el bosque. Llegaron a otro claro, donde vio a Eli, apoyado contra un árbol, con una sonrisa relajada y los brazos cruzados sobre el pecho.

—¡Papi! —gritó Marco, corriendo hacia él.

Eli lo alzó en brazos, riendo mientras el niño le susurraba algo al oído. Luego, sus ojos se posaron en Tory.

—Vaya, mirá quién apareció. —Eli sonrió de lado, como si nada en el mundo pudiera perturbarlo.

—¿Es... tuyo? —preguntó Tory, señalando a Marco.

Eli asintió. —Nuestro. Vos y yo hicimos esto. ¿No es increíble?

—Eli, no entiendo...

—Claro que entendés. —Eli bajó a Marco al suelo y dio un paso hacia ella. —Podríamos tener esto, Tory. Vos, yo, Marco... pero tenés que romper ese trato ridículo.

La intensidad en sus palabras la dejó sin aliento, pero antes de que pudiera responder, el bosque comenzó a oscurecerse. Un escalofrío recorrió su cuerpo cuando una nueva figura apareció entre las sombras.

—¿Robby? —susurró Tory, reconociéndolo de inmediato.

Él asintió, metiendo las manos en los bolsillos mientras caminaba hacia ella. Su expresión era tranquila, pero sus ojos tenían un brillo de melancolía.

—Hola, Nichols.

—¿Qué estás haciendo acá?

—Pasaba por acá. —Robby sonrió, pero su sonrisa no llegó a sus ojos. —Aunque me hubiera encantado quedarme más tiempo.

—¿Qué querés decir?

—Que si las cosas hubieran sido diferentes, me hubiera encantado tener esto con vos. Una nena, una familia... pero supongo que en otra vida si terminamos juntos.

—Robby... —Tory sintió un nudo en la garganta.

—Decime algo, Tory. —Robby la miró fijamente. —¿Qué es lo que más te hace feliz?

Tory abrió la boca para responder, pero no alcanzó a decir nada. Todo se desvaneció de golpe, como si alguien hubiera apagado la luz.

—¡Tory! ¡Tory, despertate!

Tory abrió los ojos de golpe, viendo a Miguel inclinado sobre ella. Estaba sacudiéndola ligeramente, con el rostro lleno de preocupación.

—¿Qué pasa? —preguntó ella, todavía desorientada.

—Es tu mamá y Carmen —dijo Miguel rápidamente. —Hicieron oficial lo del matrimonio.

Tory se sentó de golpe. —¿Qué?

Miguel le pasó su celular, y Tory sintió que el corazón se le detenía. Fotos de ellos juntos inundaban las redes sociales, con titulares anunciando la "unión perfecta" entre las dos familias.

—Esto no puede estar pasando... —murmuró, pasando las imágenes una tras otra.

Intentó distraerse buscando el contacto de Eli, pero no lo encontró. Fue entonces cuando notó que no solo la había eliminado, sino que también la había bloqueado de todas las redes.

Miguel la observaba con cautela. —¿Qué pasa?

Tory dejó el celular a un lado, suspirando con cansancio. —Nada.

Miguel arqueó una ceja. —Sabés que no es mi culpa, ¿no?

Tory lo miró. —Lo sé... Solo... no sé cómo manejar esto.

Miguel suspiró y se sentó junto a ella. —Ya encontraremos la manera.

Tory miró el celular cuando comenzó a vibrar sin parar. Vio el nombre de Yasmine en la pantalla. Aunque no estaba de humor para hablar con nadie, sabía que si no contestaba, Yasmine simplemente seguiría insistiendo. No era una opción ignorarla.

—¿Qué querés? —preguntó, sin molestarse en sonar amable.

—¡¿Qué quiero?! —La voz de Yasmine llegó tan fuerte que Tory tuvo que alejar un poco el teléfono de su oído. —¡Quiero saber si te volviste loca o qué! ¡¿Cómo mierda no me dijiste que te casás la semana que viene?!

Tory cerró los ojos y dejó escapar un largo suspiro.

—¿Quién te contó? —preguntó, aunque la respuesta era obvia.

—Tu madre. ¡Angela me llamó! A mí. Para pedirme que sea testigo. ¿Entendés lo raro que es eso? Angela Nichols jamás me llama. Y ahora quiere que sea parte de esta farsa. ¡¿Qué carajo está pasando, Tory?!

—Es exactamente lo que parece —dijo Tory, con voz monótona. —Una boda. Mi madre y Carmen decidieron que es el momento perfecto para unir a nuestras familias, y ya sabés cómo es todo esto: un par de papeles, testigos, y listo. Problema resuelto.

—¿Problema resuelto? —Yasmine gritó con indignación. —¡Es tu casamiento! ¡No es un trámite! ¿Cómo podés hablar así? ¡Y encima con Miguel! ¡Miguel, Tory! ¿De verdad te parece normal?

—Nada de esto es normal, amiga. —Tory se recostó en la cama, mirando al techo. —Pero tampoco puedo hacer nada para evitarlo.

—¡Claro que podés! —Yasmine estaba histérica, pero debajo de su enojo había algo de preocupación. —¡Podés decir que no, por ejemplo!

—No es tan fácil. —Tory negó con la cabeza, aunque sabía que su amiga no podía verla. —No es solo mi decisión. Es un acuerdo de nuestras familias, ¿entendés? Esto no es sobre lo que quiero. Es sobre lo que ellas quieren.

—Y vos siempre haciéndoles el favor, ¿no? —El sarcasmo de Yasmine era palpable. —Tory, ¡esto es ridículo! ¡Te están usando como un peón en su jueguito de poder! No tenés por qué aceptar.

—No entiendo por qué te importa tanto. —Tory intentó sonar indiferente, pero no lo logró. —A vos ni siquiera te gustan este tipo de dramas familiares.

—Porque sos mi amiga, tarada. —Yasmine bufó. —Y no quiero que arruines tu vida por algo que ni siquiera elegiste.

El comentario hizo que Tory se quedara en silencio, sintiendo cómo la garganta comenzaba a cerrarse.

—¿Qué vas a hacer? —preguntó Yasmine, ahora en un tono más suave. —¿De verdad vas a seguir adelante con esto?

—No sé. —Tory apretó el puente de su nariz, intentando no quebrarse. —Siento que no tengo opción. Si digo que no, todo se desmorona, y... no sé si puedo soportar la culpa.

—¿Culpa de qué? —Yasmine parecía genuinamente incrédula. —¿De hacer lo que querés por primera vez en tu vida? Tory, por favor. Tenés que dejar de cargar con todo.

—Eli no quiere saber nada de mí. —La confesión salió antes de que pudiera detenerla, y las palabras quedaron flotando en el aire.

—¿Qué tiene que ver Eli con todo esto? —preguntó Yasmine, claramente desconcertada.

—Todo. —Tory apretó los puños, sintiendo cómo las lágrimas amenazaban con caer. —Me bloqueó de todos lados, Yas. Después de todo lo que pasó, ni siquiera quiere verme. Si él ya no está... entonces, ¿qué sentido tiene resistirme a esto?

—Escuchame bien. —Yasmine sonaba firme, como si estuviera intentando meterle sentido a Tory a los golpes. —Si Eli no te quiere en su vida, es problema de él, no tuyo. Pero no podés basar tus decisiones en alguien que no tiene ni las bolas para enfrentar los problemas que conllevan estar con una reina como vos. Esto es sobre vos. Sobre lo que querés.

—¿Y si no sé qué quiero? —preguntó Tory, con la voz quebrada.

—Entonces empecemos por lo que no querés. —Yasmine hizo una pausa antes de añadir: —Y claramente no querés casarte con Miguel por un acuerdo ridículo de tu madre.

Tory dejó escapar una risa amarga, agradeciendo el intento de su amiga de hacerla sentir mejor.

—Angela te eligió a vos y a Moon como testigos. ¿Sabías? —dijo, cambiando de tema de repente.

—¡Por supuesto que lo sé! —exclamó Yasmine. —No puedo creer que voy a tener que usar un vestido feo para esta farsa. ¡¿Qué le hice yo al universo para merecer esto?!

A pesar de todo, Tory sonrió un poco.

—Gracias por hacerme reír, Yas.

—Para eso estoy. —Yasmine suspiró. —Pero en serio, Tory. Pensalo bien. Hacé lo que sea mejor para vos, no para los demás.

Tory colgó sintiéndose un poco menos sola, pero igual de perdida. Tal vez Yasmine tenía razón. Tal vez era momento de empezar a pensar en lo que ella quería. Aunque no tenía idea de por dónde empezar.

10:55 a.m

El día siguiente llegó más rápido de lo que Tory habría querido. Se había esforzado por no pensar en todo lo que estaba sucediendo, pero su cabeza no le daba tregua. Y ahora estaba ahí, bajándose del auto junto a Miguel en el estacionamiento de la secundaria, sintiendo las miradas de todos clavándose en ellos como cuchillos.

—Esto es raro. —Miguel rompió el silencio, ajustándose la mochila al hombro.

—¿Recién ahora te das cuenta? —Tory lo miró de reojo, tratando de ignorar a un grupo de chicos que los señalaban y cuchicheaban. —Creeme, es mucho peor de lo que parece.

Miguel sonrió, intentando aligerar el ambiente.

—Podría ser peor. Podrían estar tirándonos arroz.

Tory soltó un bufido que podría haber sido una risa si no estuviera tan tensa.

—Eso sería menos incómodo que todo esto. —Se detuvo un momento, mirando alrededor. —¿Siempre tienen que meterse en lo que no les importa?

—¿Desde cuándo te importa lo que piensen? —preguntó Miguel, arqueando una ceja.

—Desde que mi vida personal es el chisme del día. —Tory evitó su mirada y empezó a caminar hacia la entrada.

No llegaron muy lejos antes de que los primeros compañeros se acercaran. Una chica de su clase, que Tory apenas conocía, les sonrió con un entusiasmo exagerado.

—¡Felicitaciones! —dijo, como si estuviera hablando de algo emocionante en lugar de un matrimonio arreglado. —¡No puedo creer que ya estén comprometidos! Son tan... inesperados, pero lindos juntos.

Miguel agradeció con una sonrisa educada, pero Tory simplemente asintió y siguió caminando, deseando desaparecer. Cada persona que los miraba, cada felicitación que recibían, hacía que se sintiera más atrapada.

Y entonces lo vio. Eli estaba parado junto a los casilleros, hablando con un grupo de chicos, pero su mirada estaba fija en ella. Había algo en sus ojos que la hizo detenerse en seco. Era enojo. Puro, ardiente enojo. Su mirada la quemaba, la paralizaba. Quiso decir algo, acercarse, explicarle que todo esto no era lo que parecía, pero antes de que pudiera dar un paso, Eli apartó la mirada y comenzó a hablar con una chica cualquiera. Tory no la conocía, pero eso no importaba. Él se inclinó hacia ella, sonriendo de una forma que parecía forzada, pero suficiente para enviarle un mensaje claro: no le importaba.

Tory sintió que algo en su pecho se rompía. Las palabras que quería decirle se quedaron atoradas en su garganta, y todo lo que pudo hacer fue quedarse ahí, viendo cómo él se alejaba sin mirarla ni una vez más.

—Idiota. —La voz de Yasmine la sacó de su trance.

Tory giró la cabeza y vio a su amiga acercarse con Sam detrás, ambas con expresiones serias.

—¿Qué hacés ahí parada como una estatua? —Yasmine la miró con una mezcla de compasión e irritación. —No le des el gusto de que te vea así.

—No es tan fácil. —Tory tragó saliva, sintiendo cómo las emociones se acumulaban en su pecho. —No quiero que piense que me importa, pero...

—Pero te importa. —Sam completó la frase con un tono suave, aunque no menos directo.

Tory se frotó la cara con ambas manos, intentando contenerse.

—Es tan estúpido todo esto. —Suspiró. —Yo no pedí nada de esto. Ni la boda, ni el drama, ni... ni perderlo a él.

—Escuchame. —Yasmine le tomó el brazo, obligándola a mirarla. —Eli está siendo un imbécil, pero vos no podés dejar que eso te destruya. Si quiere hacerse el indiferente, dejalo. No es tu trabajo arreglar lo que él no tiene el coraje de enfrentar.

—Yasmine tiene razón. —Sam habló esta vez, cruzándose de brazos. —No le debés nada. Si no quiere escucharte, es su problema. Pero no podés seguir en piloto automático por alguien que no te está dando nada a cambio.

—No es tan simple. —Tory negó con la cabeza, sintiéndose al borde del colapso. —Es fácil decirlo, pero...

—¿Sabés qué más es fácil? —Yasmine la interrumpió, con una chispa de determinación en los ojos. —Demostrarle que no te afecta. ¿Querés que él se dé cuenta de lo que está perdiendo? Mostrale que estás bien, que no lo necesitás. Aunque tengas que fingir.

Tory se quedó en silencio, procesando las palabras de sus amigas. Parte de ella quería ignorarlas, pero otra parte sabía que tenían razón. No podía seguir así. Tenía que encontrar una forma de seguir adelante, aunque le doliera.

—Bueno —Finalmente, asintió, aunque su voz sonaba cansada. —Voy a intentar. Pero no prometo nada.

—Con intentar alcanza por ahora. —Yasmine le dio un pequeño empujón en el brazo, como si quisiera animarla. —Y si te sentís débil, acordate de esto: no importa qué pase con Eli, nos tenés a nosotras.

Sam asintió, sonriendo un poco.

—Y eso vale más que cualquier idiota.

Tory no respondió, pero agradeció el apoyo en silencio. Mientras caminaban juntas hacia el aula, no pudo evitar echar una última mirada hacia el pasillo donde Eli había desaparecido. No sabía si podía seguir adelante sin él, pero tenía claro que no iba a dejar que la destruyera. No completamente, al menos.

La rubia respiró hondo, obligándose a mirar hacia adelante. Los murmullos a su alrededor seguían, las miradas persistían, y todo en la secundaria parecía más sofocante que nunca. Pero tenía razón Yasmine: no podía darse el lujo de derrumbarse frente a todos. Si Eli quería ignorarla, si prefería escapar con alguna chica cualquiera en lugar de enfrentarla, ese era su problema, no el de ella.

—Vamos, —dijo Tory, avanzando con más determinación. —Si me voy a hundir, al menos que sea con estilo.

Yasmine soltó una carcajada breve, casi incrédula.

—Eso suena más como la Victoria que conozco.

Sam le dedicó una sonrisa de lado, aunque había preocupación en sus ojos.

—¿Segura que estás bien? —preguntó, su voz más baja, como si no quisiera que los demás escucharan.

—No. —Tory no mintió, porque no tenía sentido hacerlo. —Pero lo voy a estar.

Ambas chicas se quedaron en silencio por un momento, respetando su respuesta. Tory sentía el peso de las cosas sobre sus hombros, pero también la ligera seguridad de que no estaba completamente sola. Aunque Eli no estuviera a su lado, aunque Miguel representara un compromiso que nunca quiso, al menos tenía a sus amigas. Y eso, por ahora, era suficiente.

Al entrar al aula, decidió que no iba a mirar atrás. No por Eli, no por nadie. Si él quería alejarse, lo dejaría ir. Pero si había algo que Tory Nichols sabía hacer mejor que nadie, era mantenerse en pie, incluso cuando todo a su alrededor se desmoronaba.

Y mientras se sentaba en su lugar, con Yasmine y Sam a su lado, lo supo con certeza: esta batalla no estaba perdida. Apenas estaba comenzando.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top