18:Ring

La fiesta continuaba con la misma intensidad que antes, pero ahora el ambiente parecía haber alcanzado un nuevo nivel de descontrol. Xander y Sam, apartados de la pista de baile, conversaban relajadamente. Sus risas ocasionales rompían la tensión que solía rodear a Larusso, y Xander, con su carisma natural, lograba sacarle comentarios que pocas veces compartía con otros.

—No puedo creer que digas eso. ¿Vos? ¿Vos odias a los gatos? —se burló Sam, cruzando los brazos y mirándolo con una sonrisa divertida.

Xander se encogió de hombros, riendo.

—No los odio, pero no me gustan. Son... demasiado independientes. Soy más de perros.

Sam sonrió, disfrutando de la conversación ligera, una que no solía tener en fiestas como esa.

Mientras tanto, al otro lado de la sala, los "descontrolados", como Tory los había bautizado en su mente, se movían al ritmo de la música. Robby, aunque al principio había resistido, se estaba dejando llevar por la energía de Tory. Ella lo giraba con gracia, riendo mientras le daba vueltas y lo guiaba por la pista como si fuera una experta en mantener el ánimo alto. A pesar de su habitual frialdad, Robby no pudo evitar sonreír en respuesta.

—No muerde la pista de baile —dijo Tory entre risas, dándole una nueva vuelta más dramática.

Robby se dejó llevar, aunque no sin un gesto de resignación.

—Eso espero —respondió con un toque de ironía, pero sus ojos mostraban que estaba disfrutando de la situación más de lo que estaba dispuesto a admitir.

Yasmine, por otro lado, seguía muy cerca de Piper, ambas riendo y moviéndose al compás de la música. Piper, siempre coqueta, mantenía sus movimientos seductores, acercándose a Yasmine de una manera que no pasaba desapercibida para nadie, menos para Moon. Miguel, en el centro de todo, intentaba seguir el ritmo, pero su torpeza para bailar lo hacía más gracioso que efectivo. Las risas no paraban entre ellos, y aunque Miguel era claramente el menos talentoso en la pista, su actitud relajada y despreocupada lo hacía parte de la diversión.

—Miguel, por el amor de Dios, ¿qué estás haciendo? —se burló Piper, entre risas.

—Lo que puedo —respondió él, encogiéndose de hombros—. Nadie dijo que era bueno en esto.

Yasmine, que también se divertía con las torpezas de Miguel, intervino:

—Sos horrible pero al menos lo intentas —dijo con una sonrisa burlona, lanzando una mirada rápida a Piper antes de volver a centrarse en el baile.

Mientras tanto, Eli y Moon observaban la escena desde la distancia. Eli estaba bastante entretenido viendo cómo todos, incluidos Miguel y Robby, se soltaban más de lo habitual. Sin embargo, a su lado, Moon no parecía disfrutar tanto como él. Su mirada estaba fija en Yasmine y Piper, que seguían bailando cada vez más cerca. Cada risa compartida entre ellas hacía que Moon se sintiera incómoda, aunque intentaba disimularlo.

—¿Estás bien? —preguntó Eli, lanzándole una mirada de soslayo, notando su evidente malhumor.

—Sí, estoy bien —respondió Moon rápidamente, su tono poco convincente.

El castaño arqueó una ceja, claramente sin creerle, pero no insistió. Sabía que Moon no era del tipo que compartía fácilmente lo que sentía, especialmente cuando se trataba de sus emociones más profundas. Sin embargo, estaba claro que la cercanía entre Yasmine y Piper la estaba afectando.

—Seguro... —respondió Eli con una sonrisa burlona, dejando que el comentario flotara en el aire, mientras se concentraba de nuevo en la pista de baile.

Moon desvió la mirada hacia Eli, queriendo cambiar de tema rápidamente.

—¿Y tú? ¿Por qué no estás bailando con los demás? —preguntó, intentando sonar despreocupada.

Eli se encogió de hombros.

—No me apetece hacer el ridículo como Miguel —respondió entre risas—. Pero si tú quieres ir, podemos intentarlo.

Moon lo miró con una sonrisa ligera, aunque el malestar en su interior persistía. No podía evitar fijarse en cómo Piper le susurraba algo al oído a Yasmine, provocando otra risa entre ellas. Esa cercanía la carcomía, y aunque Eli no era ciego, decidió no empujar más sobre el tema.

Mientras tanto, en el centro de la pista, Tory seguía arrastrando a Robby de un lado a otro. Aunque ambos mantenían un ritmo frenético, era claro que Tory estaba en control. Cada vuelta que le daba a Robby, ella lo hacía con más energía, buscando que él se soltara por completo.

—Vas a acabar mareándome —se quejó Robby, aunque una risa escapó de su boca.

—Ese es el plan —respondió Tory con una sonrisa traviesa.

Miguel, que había estado observando el baile de Tory y Robby, decidió interrumpir en el mejor momento.

—¿Qué, me dejas fuera? —dijo con fingida molestia, interponiéndose entre ellos para robarle a Tory un giro.

—¡Miguel! —se quejó Tory, riendo, pero sin detenerse—. No puedes simplemente interrumpir así.

—¿Por qué no? —respondió él con una sonrisa provocadora—.

Robby lanzó una mirada molesta a Miguel, pero no dijo nada. Aunque disfrutaba de la diversión, las tensiones entre ellos nunca desaparecían del todo, y Miguel siempre sabía cómo avivar esa chispa de competencia entre ambos.

Yasmine, por su parte, observaba la interacción entre Tory, Miguel y Robby, pero no dejaba de estar atenta a Piper. Sentía la mirada de Piper sobre ella y no podía evitar sentirse algo nerviosa. Aunque jamás lo admitiría en voz alta, la presencia de Piper la descolocaba. Había algo en esa forma despreocupada de ser que la atraía de manera inexplicable.

Piper, sin perder el ritmo, se acercó más a Yasmine, casi provocadoramente.

—¿Estás bien, Yas? —preguntó con una sonrisa coqueta, rozando su brazo contra el de ella mientras bailaban.

Yasmine, por primera vez en mucho tiempo, sintió cómo su seguridad tambaleaba. Tragó saliva y asintió, intentando mantener su compostura.

—Sí claro —respondió, aunque su voz no era tan firme como quería que fuera.

Desde lejos, Moon lo notó. Y aunque intentaba convencerse de que no le importaba, la verdad era otra. No sabía qué hacer con las emociones que estaban empezando a surgir, y eso solo la hacía sentir más fuera de lugar en esa fiesta que, de repente, ya no parecía tan divertida para ella.

Eli, observando la escena en silencio, decidió no comentar más, pero claramente estaba consciente de todo lo que se estaba desmoronando a su alrededor.

04:02 a.m

La idea del juego surgió casi de forma natural, como si la fiesta necesitara un nuevo nivel de desafío para mantener la adrenalina fluyendo. Un grupo de personas, ya algo pasadas de copas, se congregó alrededor de unos bancos, donde el reto consistía en subirse, levantar una pierna y beber vodka. El último en permanecer de pie sería el ganador.

—¿Quien se anima?—gritó Tory, levantando una botella de vodka—. Esto es para los valientes.

Los primeros en enfrentarse serían los mejores amigos, Demetri y Eli. Los dos se miraron con sonrisas confiadas, aunque Demetri, notoriamente más inexperto con el alcohol, parecía algo nervioso.

—¿Estás seguro de esto? —preguntó Demetri, observando la botella de vodka como si fuera una amenaza.

Eli le dio una palmada en la espalda.

—¿Qué pasa? ¿Miedo de caer antes que yo? —dijo con una sonrisa burlona, intentando desviar la atención del hecho de que, en el fondo, él también estaba algo preocupado por su equilibrio.

Ambos se subieron a los bancos, levantaron una pierna y, con un suspiro, comenzaron a beber. Los primeros tragos fueron fáciles, pero no pasó mucho tiempo antes de que Demetri comenzara a tambalearse. Su inexperiencia con el alcohol era evidente; apenas podía mantener la botella en sus manos.

—¡Vamos, Demetri! ¡No te caigas tan rápido! —gritó alguien entre risas.

Demetri trató de mantener el equilibrio, pero fue inútil. Un segundo después, perdió la estabilidad y cayó, chocando contra el suelo en una mezcla de risas y frustración.

—¡Te lo dije! —exclamó Eli, aunque, en un gesto de buen amigo, rápidamente se agachó para ayudar a Demetri a levantarse—. Bien intentado, amigo. Tal vez en la próxima ronda.

Demetri se levantó con la ayuda de Eli, frotándose la cabeza con una mueca de dolor.

—Creo que el alcohol y yo no somos amigos —murmuró, tratando de sonreír a pesar de la caída.

El grupo aplaudió mientras Eli, todavía en el banco, levantaba los brazos en señal de victoria. Pero ahora era el turno de las siguientes competidoras: Moon y Tory.

—Esto va a ser interesante —susurró Eli, un poco más preocupado de lo que estaba dispuesto a admitir.

Moon y Tory se miraron con una mezcla de tensión y desafío. Desde el incidente en los baños, donde Moon había escuchado a Tory contar con demasiada soltura cómo se había besuqueado con Eli, el recelo entre ellas se había vuelto palpable. Aunque no lo reconocieran abiertamente, había una barrera emocional invisible entre las dos.

Tory, con su sonrisa arrogante de siempre, fue la primera en subir al banco, balanceándose ligeramente pero sin perder la seguridad en su postura. Moon subió después, mirando a Tory de reojo, con una mezcla de concentración y resentimiento en sus ojos.

—No creas que te lo pondré fácil —dijo Moon en tono serio, agarrando la botella con más fuerza de la necesaria.

—Nunca lo harías —respondió Tory, devolviéndole la mirada desafiante.

Ambas levantaron una pierna y, casi simultáneamente, empezaron a beber. Al principio, el silencio se apoderó del grupo mientras todos observaban la escena con anticipación. Eli, que estaba al borde de su asiento, no podía evitar sentirse un poco aterrorizado por lo que pudiera suceder. Sabía que la tensión entre Tory y Moon no era solo sobre el juego, y temía que en cualquier momento estallara algo más grande.

—Esto va a terminar mal —susurró Eli a Demetri, quien ya se estaba recuperando de su caída y miraba la escena con una mezcla de diversión y preocupación.

—Lo sé. Moon puede ser muy competitiva cuando se lo propone —respondió Demetri, observando a su amiga con atención.

Miguel, por otro lado, estaba bastante relajado. Sonreía con orgullo al ver cómo Tory aguantaba cada trago con una facilidad sorprendente, como si el alcohol no tuviera ningún efecto sobre ella.

—Eso es, Tory. ¡Sigue así! —gritó, animándola con una sonrisa.

Robby, sin embargo, no compartía la misma calma. Aunque no lo demostraba abiertamente, estaba claramente aterrorizado por la cantidad de alcohol que Tory estaba consumiendo. Cada vez que ella tomaba un trago, él se tensaba más, preocupado de que en cualquier momento cayera o algo peor.

—Tory, ya es suficiente —murmuró, lo suficientemente bajo como para que solo Miguel lo escuchara.

—Tranquilo, Robby —respondió Miguel, divertido—. Está bien. Ella sabe lo que hace.

Pero Robby no parecía convencido. Su preocupación por Tory era evidente en su mirada, aunque intentaba mantener la compostura.

Mientras tanto, Moon seguía firme, aunque el alcohol ya comenzaba a hacer efecto en ella también. Sus movimientos eran más lentos, y a pesar de su determinación, no podía evitar que la bebida empezara a nublar su mente. Sin embargo, lo que realmente la desconcertó no fue el vodka, sino lo que vio a lo lejos: Yasmine y Piper. Estaban muy cerca, bailando de manera provocativa, y de repente, sin previo aviso, Yasmine inclinó la cabeza hacia Piper y la besó.

El corazón de Moon se aceleró. No podía apartar la vista de esa escena, y por un momento, todo lo demás desapareció. El alcohol, el juego, Tory... todo pasó a un segundo plano mientras su mente procesaba lo que estaba ocurriendo frente a sus ojos.

Eli, que había estado observando a Moon de cerca, notó el cambio en su expresión.

—¿Moon? —preguntó en voz baja, preocupado.

Pero era demasiado tarde. Moon, distraída por lo que acababa de ver, perdió el equilibrio. Su cuerpo tambaleó, y en cuestión de segundos, cayó del banco con un ruido sordo, golpeando el suelo.

El grupo estalló en risas y aplausos, pero Eli no pudo evitar fruncir el ceño. Se acercó rápidamente para asegurarse de que Moon estaba bien.

—¿Estás bien? —le preguntó, ofreciéndole una mano.

Moon, con una expresión frustrada, aceptó la ayuda de Eli para levantarse, pero apenas lo miró a los ojos. Su mente seguía atrapada en la imagen de Yasmine y Piper, y aunque intentó disimularlo, era evidente que la caída había tenido mucho más que ver con lo que había visto que con el equilibrio.

—Estoy bien —respondió con una voz que no convencía a nadie.

Tory, que seguía de pie en el banco, no pudo evitar soltar una risa victoriosa mientras levantaba su botella en señal de triunfo.

—¡Ganadora! —gritó, atrayendo la atención de todos hacia ella.

Miguel aplaudió, orgulloso de Tory por aguantar tanto, mientras que Robby simplemente negó con la cabeza, preocupado por lo que vendría después de tanto alcohol en su sistema.

—Vas a terminar en el hospital si sigues así —murmuró Robby, pero Tory no lo escuchó. Estaba demasiado eufórica por su victoria para preocuparse por las consecuencias.

Moon, en cambio, seguía mirando a Yasmine desde la distancia, intentando procesar lo que había visto. No estaba segura de cómo se sentía, pero lo que sí sabía era que esa fiesta acababa de cambiar su noche por completo.

La fiesta había comenzado como una celebración alegre, pero con el paso de las horas, el ambiente se fue tornando cada vez más tenso. Las luces de colores brillaban intermitentemente mientras la música retumbaba en los oídos de los presentes. El olor a alcohol era penetrante, impregnando el aire con una mezcla de energía y caos.

Tory, claramente afectada por el alcohol, seguía disfrutando de su victoria en el juego. Las risas y los vítores aún resonaban en su cabeza, pero más allá de la euforia, una chispa de malicia se encendía en sus ojos. Notó a Moon, quien se encontraba algo apartada, visiblemente afectada por lo ocurrido antes entre Yasmine y Piper. A Tory le bastaba con una simple mirada para ver la vulnerabilidad en Moon, y esa visión fue suficiente para que una sonrisa socarrona se dibujara en su rostro.

Decidió acercarse a ella, tambaleándose ligeramente, pero con una seguridad extraña, como si el alcohol le hubiera dado el valor que necesitaba para decir lo que se le pasara por la cabeza sin filtro alguno. Eli la observaba desde cerca, notando la situación que se avecinaba, pero todavía no se movió.

—¿Te caíste? —comenzó Tory, con una sonrisa que goteaba sarcasmo. Su voz, aunque entorpecida por el alcohol, resonaba con una burla clara—. ¡Que espectáculo! Pensé que eras más resistente.

Moon levantó la cabeza, y sus ojos se encontraron con los de la rubia. La expresión de su rostro cambió, pasando de la tristeza a una mezcla de frustración y enojo. Había estado conteniendo sus emociones desde el beso de Yasmine, intentando no estallar frente a todos, pero Tory, como siempre, sabía exactamente cómo tocar sus puntos sensibles. Era como si disfrutara empujándola hacia el límite.

—¿Qué querés, Tory? —respondió Moon, entrecerrando los ojos mientras su cuerpo se tensaba—. ¿Viniste a reírte porque no podés dejar de hacer comentarios idiotas?

Tory soltó una carcajada exagerada, echando la cabeza hacia atrás como si Moon le hubiera contado el mejor chiste del mundo. Su risa resonó en el aire, llamando la atención de algunos de los presentes, que empezaron a girar la cabeza hacia ellas, intuyendo que algo estaba por suceder.

—¡Ay, perdoname! ¡Es que fue tan gracioso! —Tory se llevó una mano al estómago como si no pudiera contenerse—.

La voz de Tory se elevó, y más personas comenzaron a mirar.La castaña apretó los dientes, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Estaba harta, harta de las constantes burlas, del espectáculo que Tory siempre montaba a su costa. Apretó los puños, pero trató de mantener la compostura. No iba a darle el gusto de estallar, no delante de todos.

—No vuelvas las cosas complicadas Nichols—Eli intervino finalmente, caminando hacia ellas. Sus ojos se movían rápidamente entre Moon y Tory, midiendo el nivel de peligro en la situación. Sabía que Moon estaba al borde de explotar, y Tory no estaba ayudando con sus comentarios malintencionados.

Eli se colocó al lado de Tory, intentando suavizar las cosas antes de que se descontrolaran más. La tomó suavemente de la cintura, esperando que el contacto físico la calmara y la hiciera retroceder. Pero su intención de apaciguar la situación solo empeoró las cosas.

—Tory ya está, dejá de provocar —dijo Eli en un tono firme pero conciliador—. No es el momento para esto.

Pero Tory, lejos de calmarse, parecía disfrutar de la atención que estaba recibiendo. Con una sonrisa pícara, apoyó su cabeza en el hombro de Eli, dejando que su cuerpo se recargara contra el de él. Lo abrazó de forma exagerada, como si quisiera asegurarse de que Moon lo viera bien.

—Ay, no te pegues tanto que tu novia se enoja —dijo Tory en tono burlón, girando su mirada hacia Moon, disfrutando de cada palabra que salía de su boca—. ¿Qué pasa? ¿Te enojas por qué Eli está acá conmigo y no contigo?

Eli se tensó, incómodo, pero Tory no parecía notarlo. Su abrazo era cada vez más pegajoso, como si realmente disfrutara provocar tanto a Eli como a Moon. Mientras tanto, Moon estaba al borde de perder la paciencia. Su rostro había adquirido un tono rojizo, una mezcla de rabia y frustración.

—¡Mirá Lunita! —continuó Tory, sonriendo ampliamente—. ¡Hasta Eli me cuida! ¿Dónde está tu héroe ahora?

Ese fue el punto de quiebre para Moon. El dolor que había estado conteniendo por horas, la humillación de ver a Yasmine con otra persona, la burla constante de Tory... todo explotó de golpe. Sin pensarlo dos veces, se lanzó hacia Tory con una furia que había estado acumulando durante toda la noche.

—¡Ya basta! —gritó Moon mientras sus pies despegaban del suelo, impulsándose directamente contra Tory y Eli.

Tory, sorprendida por el ataque repentino, apenas tuvo tiempo de reaccionar. Moon la empujó con toda su fuerza, llevándose a Eli en el proceso. Los tres cayeron al suelo en una maraña de brazos y piernas, pero en cuanto Tory tocó el suelo, la pelea comenzó en serio. Moon, llena de furia, comenzó a lanzar puños y empujones sin control, mientras Tory se defendía a su manera, devolviendo los golpes con la misma intensidad.

Eli, atrapado en medio del caos, intentaba desesperadamente separarlas. Al ver que la situación se había salido completamente de control, rodeó la cintura de Tory con sus brazos, levantándola del suelo en un intento por detener la pelea.

—¡Pará, Tory! ¡Dejá de pelear! —gritó Eli, alarmado. Su corazón latía rápido, consciente de que ambas chicas estaban demasiado borrachas como para darse cuenta de lo que estaban haciendo. Pero su intervención solo pareció empeorar las cosas.

Moon, al ver cómo Eli rodeaba a Tory con sus brazos, sintió una nueva oleada de rabia. Ver a Eli tan cerca de Tory, sosteniéndola con tanta firmeza, hizo que algo dentro de ella estallara aún más.

—¡Eli, soltala! ¡No te metas! —gritó Moon, su voz temblando de furia. Su rostro estaba rojo y sus ojos brillaban de ira. Parecía más enojada por la cercanía entre Eli y Tory que por la pelea en sí.

Tory, quien aún colgaba de los brazos de Eli, no pudo evitar aprovechar la situación. Con una sonrisa burlona, gritó por encima del hombro de Eli:

—¿Qué pasa, Moon? ¿Celos? ¿Querías que Eli te abrazara a vos?

La provocación hizo que Moon intentara lanzarse nuevamente sobre Tory, pero algunos de los chicos que estaban cerca la detuvieron justo a tiempo, frenando su avance con rapidez. La situación estaba completamente fuera de control. Las miradas de los presentes, entre sorprendidas y divertidas, se concentraban en la escena como si fuera una especie de espectáculo bizarro.

Mientras la pelea se desarrollaba, Robby, que había estado observando desde un rincón, no pudo contenerse más. Cada segundo que veía a Eli sosteniendo a Tory, tan cerca, hizo que su sangre comenzara a hervir. Los celos lo consumían por dentro, y cada mirada que Eli le lanzaba a Tory lo hacía enojar más. No soportaba la idea de que el becado estuviera tan cerca de ella, mucho menos en una situación como esa.

Robby caminó con pasos decididos hacia ellos, su mandíbula apretada y sus ojos llenos de furia. Sin decir una palabra, empujó a Eli con fuerza, separándolo de Tory tan bruscamente que casi lo tiró al suelo. Los ojos de Robby brillaban de rabia pura, y estaba claro que no iba a dejar pasar la situación.

—¡No la toques! —gritó Robby, su voz llena de resentimiento y celos.

Eli, sorprendido por el ataque, retrocedió unos pasos, pero no se quedó callado.

—¿Cuál es tu problema? —espetó Eli, enderezándose rápidamente—. No te metas, solo estaba tratando de calmarla.

Robby lo fulminó con la mirada, ignorando sus palabras. Cada fibra de su ser estaba tensa, y los celos lo cegaban completamente.

—¡Mi problema sos vos! —gritó Robby, avanzando sobre Eli de manera amenazante—. Siempre estás pegado a Tory. ¡No quiero verte tocándola otra vez!

Eli, que normalmente trataba de mantenerse tranquilo, estaba perdiendo la paciencia. No entendía por qué Robby siempre se tenía que convertir cualquier situación en una disputa territorial sobre Tory.

—¿Te creés que podés decirme lo que tengo que hacer, Robby? —respondió Eli, con una mezcla de burla y enojo en la voz. Sus ojos brillaban desafiantes, mientras se acomodaba la camiseta que había quedado desordenada tras el empujón—. A ver si entendés algo: yo no hago lo que vos me decís. Y si Tory no quiere que la toquen, que lo diga ella. Pero a vos no te debo nada.

El comentario cayó como una bomba en el aire cargado de tensión. Robby apretó los puños con fuerza, sus nudillos poniéndose blancos, incapaz de contener la furia que lo invadía. Los murmullos entre los asistentes de la fiesta comenzaron a intensificarse. Algunos se apartaron, previendo lo que estaba a punto de suceder, mientras otros se quedaron, fascinados por el drama que se desataba ante ellos.

El rostro de Robby se torció en una mueca de pura rabia. Avanzó un paso hacia Eli, dispuesto a lanzarse sobre él, pero antes de que pudiera hacerlo, Miguel, que había estado observando la situación desde un costado con una mezcla de molestia y preocupación, decidió intervenir.

—¡Ya está! —gritó Miguel, metiéndose entre los dos y alzando las manos en señal de paz—. No me interesa que ustedes dos se peleen por Tory como si fuera un objeto. ¡Cálmense!

Su voz, cargada de irritación, resonó en la sala, y los ojos de todos se volvieron hacia él. Las luces de la fiesta, parpadeando al ritmo de la música, no hacían más que aumentar la sensación de caos. Los ojos de Miguel se encontraron con los de Robby, que aún respiraba agitado, como si estuviera a punto de explotar.

Yasmine, que observaba todo desde una esquina, con su habitual aire de superioridad y diversión, no pudo resistirse a añadir un comentario sarcástico. Con una sonrisa maliciosa en los labios, se dirigió a Robby con tono burlón.

—Recuerden que están peleando por la esposa de Miguel —dijo, su voz resonando como una aguja en el ambiente tenso—. Ya saben, en unos años seguro se casan, ¿no?

El comentario cayó como una piedra. Robby, que ya estaba al límite, pareció perder lo poco que le quedaba de autocontrol. Sus ojos se volvieron oscuros, llenos de rabia. El simple hecho de imaginar a Miguel casándose con Tory, la chica que en ese momento deseaba proteger, lo hizo perder la cabeza. Con un rugido ahogado, intentó lanzarse hacia Miguel, pero esta vez fue Eli quien lo frenó.

—¡Robby, basta! —exclamó Eli, agarrándolo con fuerza por el brazo para evitar que la situación se saliera completamente de control. Su voz, aunque seguía teñida de burla, tenía un deje de preocupación—. No vale la pena.

Miguel dio un paso atrás, manteniendo la mirada fija en Robby, aunque en su rostro no había miedo, sino más bien fastidio. No tenía ninguna intención de pelearse, y mucho menos en ese momento. Sabía que las cosas entre él, Tory y Robby eran complicadas, pero no quería que la situación explotara por algo tan estúpido como un malentendido alimentado por los celos.

—Robby, calmate, ¿querés? —repitió Miguel, esta vez en un tono más suave, como si intentara apelar a la parte racional de su viejo amigo—. No es el momento ni el lugar.

Robby lo miró por unos segundos, su respiración aún acelerada, pero algo en las palabras de Miguel lo hizo detenerse. Lentamente, bajó los brazos, aunque su cuerpo seguía tenso, como si en cualquier momento pudiera perder el control otra vez. El enojo no había desaparecido de su expresión, pero parecía dispuesto a dejarlo pasar por el momento. Con un gruñido bajo, dio un paso atrás, apartando la mirada de Eli, que lo observaba con una ceja levantada, satisfecho de haber ganado esa pequeña batalla.

Eli, por su parte, dejó escapar una risa corta, claramente satisfecho de haber molestado a Robby. Sin embargo, antes de que pudiera decir algo más, Tory, que había estado observando desde un costado, lo miró fijamente.

—Vos tampoco ayudás —dijo, cruzándose de brazos y clavándole una mirada penetrante—. No tenés porque provocarlo, ¿sabés?

La risa de Eli se desvaneció rápidamente. Levantó las manos en señal de rendición, sabiendo que era mejor no empeorar las cosas más de lo que ya estaban.

—Está bien, está bien —dijo, dando un paso atrás—. Me callo.No quería causar tanto lío.

Pero en medio de toda la tensión, Tory aprovechó el momento en que Robby y Eli estaban ocupados para lanzarse otra vez sobre Moon. La rabia que sentía por la chica seguía latente, y aunque estaba algo borracha, sabía exactamente lo que quería hacer.

—¡Tory, no! —exclamó alguien, pero fue demasiado tarde. En un movimiento rápido y lleno de furia, Tory se abalanzó sobre Moon, agarrándola de los hombros con fuerza.

Moon apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que Tory la empujara hacia atrás, y la sala se llenó de gritos y jadeos sorprendidos. Pero antes de que la situación se saliera aún más de control, Xander, intervino. Con una rapidez sorprendente, corrió hacia Tory y la agarró de la cintura, alzándola del suelo como si fuera un saco de papas.

—¡Ya basta! —gritó Xander, mientras mantenía a Tory bajo control, alejándola de Moon—. ¡Esto no es una pelea de gallos, paren de comportarse como animales!

Tory forcejeó en sus brazos, su rostro aún deformado por el enojo, pero poco a poco pareció darse cuenta de la situación. La verguenza y el alcohol se mezclaban en su mente, haciéndola tambalearse, pero finalmente dejó de resistirse. Con un suspiro entrecortado, dejó caer los hombros, y Xander la soltó suavemente.

—¿En serio? —dijo la castaña, todavía alterada por el ataque, sus ojos llenos de incredulidad—. ¿Otra vez, Tory? ¿No tenés suficiente?

Yasmine, desde el otro lado de la sala, observó a Tory alejarse con una sonrisa enigmática en su rostro. Había disfrutado del espectáculo, pero sabía que esto no había terminado. Había más tensiones en el aire, y aunque las peleas por esa noche parecían haberse calmado, los conflictos entre ellos estaban lejos de resolverse.

Xander salió de la casa de Eli con Tory colgando sobre su hombro, tambaleándose ligeramente por el peso, pero sin soltarla. La situación adentro había escalado a un punto insostenible, y aunque sabía que no podía dejarla sola en ese estado, tampoco podía dejarla seguir causando problemas. Una vez fuera, con el aire fresco golpeándolos, Xander caminó un poco más hasta llegar a la vereda, donde finalmente la bajó con cuidado, sentándola en el borde de la calle.

—¿Qué hacés? —masculló Tory, aún enojada, pero demasiado cansada y borracha como para poner resistencia. Trató de levantarse, pero su cuerpo no le respondía.

—Te estoy sacando del quilombo, T. —Xander la miró, sus ojos llenos de preocupación. Sabía que Tory estaba pasando por algo más profundo que una simple noche de borrachera y peleas, pero hasta ahora no había encontrado la manera de hablarlo con ella—. No podés seguir así.

Tory lo miró, parpadeando para enfocar sus ojos nublados por el alcohol. Estaba agotada, su respiración aún agitada, y sus manos temblaban ligeramente. Xander se agachó frente a ella, observándola con seriedad.

—No entiendo de que hablás —dijo Tory, esquivando su mirada y cruzándose de brazos—. Estás exagerando.

Xander suspiró, pasando una mano por su cabello en frustración. Sabía que sería difícil que ella lo escuchara, pero tenía que intentarlo.

—Tenés un problema —dijo con firmeza, sin apartar los ojos de ella—. Con el alcohol. Y con estas peleas. Te estás yendo al carajo.

Tory soltó una risa amarga, sacudiendo la cabeza.

—¿Un problema? —repitió sarcástica—. No exageres. No soy ninguna borracha. Puedo manejarlo.

Pero cuando intentó levantarse nuevamente, su cuerpo la traicionó, y sus piernas flaquearon. Xander la agarró del brazo para evitar que se cayera. Tory miró hacia el suelo, avergonzada, mientras él la ayudaba a volver a sentarse.

—¿Lo podés manejar? —preguntó él, con una mezcla de ironía y preocupación en la voz—. Mírate, T. No sos vos misma. Esto no es lo que eras antes.

Tory no respondió de inmediato. En lugar de eso, miró sus manos, que aún temblaban ligeramente. Las levantó frente a sus ojos, observando las heridas y los nudillos enrojecidos y lastimados por los golpes que había dado durante la pelea. Se quedó en silencio por un momento, como si el dolor físico recién estuviera empezando a alcanzarla. Luego, giró la cabeza para mirarse en el reflejo de un auto estacionado cerca. Su rostro estaba marcado por moretones, sus ojos enrojecidos por el cansancio y el alcohol. El brillo de la piel sudorosa, mezclado con las manchas de maquillaje corrido, le devolvía una imagen que apenas reconocía.

Tory sintió un nudo formarse en su garganta, sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas. Intentó parpadear para contenerlas, pero una se deslizó por su mejilla antes de que pudiera detenerla.

—No sé cómo pasó —murmuró finalmente, su voz temblando ligeramente—. Todo... empezó a desmoronarse tan rápido.

Xander, que había permanecido en silencio, escuchando con atención, se agachó nuevamente a su altura.

—¿Qué fue lo que pasó, T? —preguntó suavemente.

Tory tragó saliva, sus ojos clavados en el reflejo del auto. No sabía por dónde empezar. Sus manos temblaban mientras trataba de armar las palabras.

—Mi mamá... —comenzó, su voz débil—. Después de todo lo que pasó, ella... se volvió dura. No me presta atención, solo me da plata y me deja hacer lo que quiero. Y yo... no sabía cómo lidiar con eso. Empecé a ir a fiestas, a tomar, y... no sé cuándo empezó a ser tanto. Solo quería escapar de todo. Quería sentir que tenía el control de algo. Pero ahora...

Su voz se quebró, y más lágrimas comenzaron a caer por su rostro. Tory cerró los ojos con fuerza, como si al hacerlo pudiera bloquear todo el dolor que sentía.

—Ahora no sé cómo salir de esto —confesó finalmente, su voz llena de desesperación—. No hay salida. Estoy rota. No sé cómo arreglar todo lo que hice.

Xander la observó en silencio por un momento, dejando que las palabras de Tory colgaran en el aire. Podía ver el dolor que ella intentaba ocultar bajo una fachada de dureza, el peso de todo lo que había estado soportando sola. Con suavidad, apoyó una mano en su hombro, dándole un leve apretón.

—Tory, siempre hay una salida —dijo con firmeza, aunque su voz era suave—. Sé que parece que estás atrapada, pero no lo estás. Esto... no tiene por qué seguir así. Podés pedir ayuda. Podés salir de todo esto.

Tory lo miró, sus ojos llenos de dudas.

—¿Y cómo? —preguntó, su voz apenas un susurro—. ¿Cómo se supone qué haga eso?

Xander suspiró, sabiendo que no tenía una respuesta fácil.

—Empezá por aceptar que necesitás ayuda —dijo—. Hablar con alguien, alguien que de verdad quiera ayudarte. No sos la única que está pasando por algo así, T. No tenés que hacerlo sola.

Tory se quedó en silencio, mordiéndose el labio. Sabía que Xander tenía razón, pero admitir que no podía manejarlo sola le resultaba aterrador. Miró nuevamente sus manos, lastimadas y temblorosas, y luego se volvió hacia el reflejo del auto. Ver su propio rostro en ese estado la golpeó con más fuerza de lo que esperaba. Se veía agotada, destruida. Por primera vez en mucho tiempo, no pudo negar que estaba perdida.

Finalmente, asintió con la cabeza, permitiendo que las lágrimas cayeran sin tratar de detenerlas.

—Está bien —susurró, sintiendo que su voz apenas salía—. Necesito ayuda.

Xander sonrió ligeramente, aunque la tristeza no desapareció de sus ojos.

—Eso es un buen comienzo —dijo—. Y voy a estar acá para ayudarte. No estás sola en esto.

Tory asintió, aún sintiendo la desesperación en su pecho, pero por primera vez en mucho tiempo, también sintió un pequeño rayo de esperanza.

Xander abrazó a Tory con fuerza, en un gesto de apoyo sincero. Ella sintió el calor de ese abrazo y, aunque aún estaba atrapada en la confusión de sus emociones, el contacto le brindó algo de alivio. Cerró los ojos por un momento, permitiéndose sentir esa pequeña burbuja de consuelo, hasta que una voz los interrumpió.

—¿Molesto? —dijo Eli, su tono menos burlón de lo habitual, más suave y casi... serio.

Tory y Xander giraron la cabeza, y ahí estaba Eli, parado con las manos en los bolsillos y una leve sonrisa que no llegaba a los ojos. Había algo diferente en su actitud, menos desafiante, casi... cálido.

Xander fue el primero en reaccionar. Miró a Tory, buscando su aprobación antes de dar un paso atrás, pero ella solo asintió levemente. No estaba segura de querer hablar con Eli en ese momento, pero tampoco tenía la energía para evitarlo. Xander entendió el mensaje sin necesidad de palabras, le dio una palmada en el hombro a Tory y se fue, dejándolos solos.

Eli se acercó lentamente, con pasos medidos. No había prisa en su caminar, ni urgencia en su mirada. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, sacó una botella de agua de su chaqueta y la extendió hacia Tory, quien la tomó con cierta reticencia.

—Tomá. Esto te va a hacer bien. —Su tono era más práctico que otra cosa, pero no había ningún rastro de burla.

Tory agradeció en voz baja, sintiendo la incomodidad de la situación. Tomó un largo sorbo, el agua fresca aliviando momentáneamente su garganta seca. Sin embargo, la sensación de incomodidad seguía flotando en el aire. Había golpeado a Moon. No lo había pensado demasiado en el calor del momento, pero ahora, sola con Eli, todo el peso de esa acción se le vino encima. Moon era, o había sido, muy cercana a Eli, y aunque él no lo admitiera, eso probablemente lo afectaba. ¿Cómo se suponía que debía manejar esto?

Eli permanecía en silencio, observándola con una calma que ella no reconocía del todo en él. Parecía estar esperando que ella hablara primero, pero el peso de la situación era demasiado para romper el hielo con algo que no fuera una disculpa.

—No sé cómo empezar... —murmuró Tory finalmente, su voz quebrada por la culpa—. No puedo decir que me arrepiento de cómo pasaron las cosas esta noche, pero sí de haber golpeado a Moon.

Eli la miró, ladeando la cabeza ligeramente como si estuviera considerando sus palabras. Finalmente, dejó escapar una risa suave, el tipo de risa que usaba para desactivar las tensiones en el aire.

—Bueno, no voy a mentirte —dijo con su clásica sonrisa torcida—, tenés una derecha bastante impresionante. Creo que dejaste a medio mundo en shock, incluyéndome.

A pesar de la culpa que la embargaba, Tory no pudo evitar soltar una pequeña risa involuntaria. Era típico de Eli aligerar las cosas con un comentario estúpido pero efectivo. Pero no podía dejar que la broma disolviera la realidad de lo que había hecho. La risa se apagó rápidamente, dejando paso al silencio otra vez.

—Sí, bueno... —continuó Tory, esta vez con la mirada fija en el suelo—. No era mi intención impresionar a nadie. Y tampoco me siento bien por lo que hice.

Eli dejó de sonreír por un momento, su rostro tomando una expresión más seria. Dio un paso hacia ella, pero mantuvo suficiente distancia para que Tory no se sintiera abrumada.

—Tory, está bien. —Su tono era bajo, pero firme—. Moon va a estar bien, y para que te quedes más tranquila, no es mi novia.

Eso hizo que Tory levantara la vista de golpe, su confusión clara en sus ojos.

—¿No lo es? —preguntó, sorprendida—. Pero ustedes dos siempre están tan... cercanos. Pensé que...

Eli sonrió, esta vez un poco más sincero.

—Sí, la gente lo asume todo el tiempo, pero no. Moon y yo somos amigos. Y hoy me di cuenta de algo que debería haber sido obvio desde hace tiempo... —Pausó un segundo, como si no estuviera seguro de si decirlo o no, pero al final lo soltó—No te voy a mentir ,creo que sentía algo por Moon pero ella parece estar interesada en Yas.

Tory parpadeó, dejando que la información se asentara. ¿Yasmine? Era como si todo lo que había asumido sobre la dinámica entre ellos hubiese sido erróneo desde el principio. Se quedó en silencio por unos segundos, procesando lo que acababa de escuchar.

—¿Y vos? —preguntó finalmente, su voz más suave, como si temiera tocar un tema delicado—. ¿Cómo te sentís con eso?

Eli dejó escapar una risa corta, pero no había amargura en ella. Más bien, parecía una risa resignada, como si ya hubiera tenido tiempo de hacer las paces con la situación.

—Estoy bien. —La miró directo a los ojos, su tono genuino—. No se puede elegir de quién te enamorás, ¿no? Y, a veces, te das cuenta de que lo que creías sentir no era lo que realmente necesitabas.

Tory lo miró, reflexionando sobre sus palabras. "No se puede elegir de quién te enamorás." Esa frase quedó resonando en su cabeza. Estaba atrapada entre los sentimientos complicados hacia Robby y Eli, cada uno tirando de ella en direcciones opuestas, y esa simple frase de Eli le hizo darse cuenta de lo confundida que estaba. ¿Cómo se suponía que iba a entender todo esto?.Al mismo tiempo, las palabras de Eli le hicieron ver que, quizás, no todo tenía que ser tan complicado. A veces, los sentimientos simplemente... eran.

Sin que Tory se diera cuenta, Eli había tomado su mano, el contacto suave y cálido. Fue un gesto sencillo, pero significativo, y por un momento, el mundo alrededor de ellos pareció detenerse. Eli estaba a punto de decir algo, algo que parecía importante, algo que Tory intuía que cambiaría el tono de la conversación. Pero, como siempre pasaba en estos momentos, el hechizo se rompió.

—Tory. —La voz de Miguel sonó desde la oscuridad, interrumpiendo la quietud del momento—. Es tarde. Deberíamos irnos.

Miguel apareció junto a ellos, su mirada seria mientras alternaba entre Eli y Tory. Había una mezcla de preocupación y algo más en su expresión, algo más difícil de descifrar. Su tono era protector, pero también cargado de una especie de impaciencia que Tory no supo cómo interpretar.

Eli soltó la mano de Tory de manera tranquila, aunque la chispa de sus ojos no desapareció del todo. Esa chispa que siempre aparecía en los momentos más inesperados, dejándola con más preguntas que respuestas.

—Claro Miguel —respondió Eli, con su tono casual de siempre, pero sin el sarcasmo habitual—. Estábamos por terminar de charlar. Cuidala.

Miguel no respondió de inmediato, pero su mirada lo decía todo. Estaba ahí para llevarse a Tory, y aunque no lo dijera, parecía que no quería que ella siguiera con Eli un segundo más.

—Vamos —insistió Miguel, esta vez más suave, pero sin perder la firmeza.

Tory miró a Eli una última vez antes de levantarse, sintiendo cómo la confusión en su cabeza se intensificaba. Todo se sentía tan... entrelazado.

Robby estaba adentro de la casa, revisando entre el montón de chaquetas apiladas en el sillon. El eco de la música y las conversaciones retumbaba en la habitación, pero todo sonaba lejano. Lo único que le ocupaba la mente era el desastre de la noche. La pelea, Tory, Eli, Miguel... todo se sentía como un laberinto sin salida. Finalmente, sus dedos encontraron la tela familiar de su chaqueta. Se la puso rápidamente, suspirando mientras ajustaba el cuello.

Al levantar la mirada, sus ojos captaron a Xander y Sam conversando en una esquina. Sam, como siempre, parecía estar en modo discusión, con los brazos cruzados y una expresión que dejaba claro que no estaba del mejor humor. Xander, en cambio, mantenía su típica postura relajada, asentía a lo que ella decía con calma, como si nada pudiera alterarlo.

Robby no quiso interrumpir, pero Xander lo notó desde el otro lado de la sala. Alzó una ceja y sonrió de manera amistosa, para luego decirle algo rápido a Sam, levantando una mano en señal de disculpa. Sam bufó ligeramente y se giró, visiblemente molesta por la interrupción, pero no dijo nada mientras Xander se acercaba a Robby.

—¿Tenés un minuto? —preguntó Xander en cuanto estuvo lo suficientemente cerca, su tono relajado pero con una nota de seriedad.

Robby lo miró, algo sorprendido por la solicitud, pero asintió lentamente. Después de todo, no le vendría mal despejarse un poco de la casa y de todo lo que había pasado.

—Sí, vamos afuera —dijo Robby mientras se ponía la chaqueta y se encaminaban hacia la puerta.

Salieron al aire fresco de la noche, alejándose del ruido y el calor sofocante que había dentro de la casa. El frío del aire otoñal los envolvió, y ambos caminaron hasta la vereda, donde las luces de la calle iluminaban tenuemente el asfalto. Xander se apoyó contra una columna del porche, cruzándose de brazos y observando a Robby con una expresión pensativa.

—¿Cómo estás llevando todo esto? —preguntó Xander de repente, su tono sin presión pero claramente interesado en escuchar.

Robby levantó la mirada hacia el cielo por un segundo, como si intentara ordenar sus pensamientos antes de hablar. Era raro para él hablar de lo que sentía, pero después de todo lo que había pasado esa noche, sentía que ya no podía seguir guardándolo.

—No sé... —comenzó, frunciendo el ceño—. La verdad es que me siento hecho mierda. Todo esto se está saliendo de control. La pelea, Tory, Miguel... no sé ni cómo llegamos hasta acá.

Xander no dijo nada, esperando a que Robby siguiera. No lo estaba apurando, solo lo escuchaba con atención, y eso le dio a Robby la confianza para continuar.

—Lo peor es que... Tory. —Robby suspiró, mirando al suelo—. Me gusta. Y no solo como amiga, ¿entendés?

La confesión cayó pesada en el aire. Robby nunca se lo había dicho a nadie, ni siquiera a sí mismo en voz alta. El admitirlo, incluso ante Xander, lo hacía sentir expuesto, vulnerable. Pero era la verdad, una que ya no podía negar.

Xander lo miró un segundo antes de esbozar una pequeña sonrisa. No parecía sorprendido, más bien como si hubiera estado esperando que Robby llegara a esa conclusión por su cuenta.

—¿Y entonces? —preguntó Xander, arqueando una ceja—. ¿Qué pensás hacer con eso?

Robby soltó una risa sarcástica, sacudiendo la cabeza. No podía creer que Xander lo dijera como si fuera algo tan simple.

—¿Qué puedo hacer? —replicó Robby—. Tory y Miguel tienen ese acuerdo... el pacto entre sus familias, ¿entendés? Es cuestión de tiempo antes de que terminen casándose. No tiene sentido que yo me meta en algo que ya está decidido.

Xander lo observó en silencio por un momento, antes de alejarse de la columna y acercarse un poco más. Cruzó los brazos y lo miró directamente, con una expresión seria, pero no acusadora.

—¿Y vos alguna vez le preguntaste a Tory qué piensa sobre todo eso? —preguntó Xander, sus palabras resonando en el aire—. Porque parece que estás asumiendo mucho.

Robby lo miró, algo desconcertado. No había considerado realmente esa posibilidad. Siempre había asumido que Tory simplemente aceptaría el acuerdo, que no tenía opción, que no lo querría de otra manera.

—Mi amiga no es del tipo que sigue reglas solo porque alguien se lo dice —continuó Xander, encogiéndose de hombros—. Si de verdad la querés, tenés que decírselo. ¿Sabés cuántos quilombos podría evitarte ser honesto?

Robby frunció el ceño, claramente todavía inseguro.

—No lo sé, Xander... No quiero joderle la vida.

—Y tampoco querés quedarte con la duda, ¿no? —Xander le lanzó una mirada significativa—. Los tratos y las reglas... están hechos para romperse.Vos no sos de los que se rinden fácil.

Robby lo observó, procesando sus palabras. Xander hablaba con tanta convicción que, por un momento, casi podía imaginarse que todo lo que estaba diciendo tenía sentido. Había algo liberador en la idea de desafiar ese destino que él creía inamovible.

—Además —agregó Xander con una sonrisa juguetona y un guiño—. Me parece que Tory también te mira con otros ojos. Solo te falta abrir los tuyos.

Robby no pudo evitar soltar una pequeña risa ante el comentario. Había algo reconfortante en la manera relajada de Xander, como si el mundo fuera un lugar mucho más simple de lo que él lo hacía ver.

—¿En serio lo creés? —preguntó Robby, buscando alguna confirmación en los ojos del castaño.

—Totalmente. No soy un experto, pero tengo buen ojo para estas cosas. —Xander le dio una palmada en la espalda—. Decile lo que sentís. ¿Qué es lo peor que podría pasar?

Robby se quedó en silencio, considerando sus palabras. Por un momento, el miedo que había estado arrastrando desde hacía tanto tiempo pareció menos amenazante. Quizás tenía razón. Quizás era momento de dejar de pensar tanto y simplemente decir lo que sentía.

—Gracias. De verdad, necesitaba hablar con alguien sobre esto —dijo Robby finalmente, agradecido por el apoyo inesperado.

—No hay de qué, amigo. Siempre que necesites alguien con quien hablar, acá estoy —respondió Xander con una sonrisa—.

05:18 a.m

Con una última sonrisa, ambos se quedaron en silencio por un momento, disfrutando del aire fresco y de la extraña paz que había llegado tras una noche tan caótica.

Yasmine se despidió de Piper con un abrazo rápido y una sonrisa cansada. Las luces de la casa quedaban atrás mientras se dirigía hacia la acera, esperando que su Uber llegara. El ruido de la fiesta aún resonaba débilmente, pero todo a su alrededor empezaba a calmarse. Con los brazos cruzados, se apoyó contra un poste, revisando su teléfono para ver cuánto faltaba para que llegara el auto.

El frío de la noche le ayudaba a despejarse, aunque su mente seguía dando vueltas. El alcohol, la fiesta, el drama... todo era un enredo, pero había algo más que no podía sacarse de la cabeza. Moon. Esa extraña distancia que se había creado entre ellas desde la confesión, como si todo hubiera cambiado en un segundo.

Perdida en sus pensamientos, Yasmine no escuchó los pasos ligeros que se acercaban por detrás, hasta que una voz suave, pero cargada de tensión, la sacó de su ensimismamiento.

—¿Te parece gracioso jugar conmigo?

Yasmine dio un pequeño respingo, sorprendida, y se giró rápidamente para encontrarse cara a cara con Moon. Sus ojos se encontraron, y por un instante, el tiempo pareció detenerse. Yasmine abrió la boca, pero no encontró las palabras de inmediato. El comentario la había dejado completamente descolocada.

—¿Qué...? —empezó a decir, sin estar segura de a qué se refería Moon.

La luz tenue de la calle iluminaba el rostro de Moon, quien la miraba con una mezcla de frustración y algo más, algo que Yasmine no lograba descifrar del todo. La tensión entre ellas era palpable, como si todo lo que había estado bajo la superficie finalmente estuviera a punto de estallar.

Pero antes de que Yasmine pudiera reaccionar o formular alguna respuesta, su teléfono vibró en su mano, indicando que su Uber estaba por llegar. No obstante, en ese momento, el auto dejó de importar.











Ayyyyy ,extrañaba esta historia <3
Seguramente después edite este capítulo ya que lo escribí re dormida y seguramente tenga mil errores pero espero que les guste

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