17:Principe Coreano


Tory intentó articular alguna respuesta, pero las palabras simplemente no salían. Cada intento de hablar parecía más torpe que el anterior, como si su lengua se hubiera rebelado contra ella. Su cerebro estaba completamente desconectado del resto de su cuerpo, paralizado entre el nerviosismo, la vergüenza y una creciente sensación de vulnerabilidad. Había sido descubierta, y Eli lo sabía perfectamente.

Tory dio un paso hacia atrás, su espalda chocando contra los casilleros de metal con un leve sonido sordo. Sintió el frío de las puertas a través de su ropa, pero el calor en su rostro era implacable. Dios, qué humillante. No solo había exagerado sobre un beso que jamás ocurrió, sino que ahora Eli lo sabía, y claramente estaba disfrutando del juego. Sus palabras de esa mañana, cuando lo empujó a la piscina, regresaron para atormentarla. Todo esto, de alguna manera, le estaba volviendo como un boomerang.

—Eso no... —intentó decir, su voz sonando apenas un susurro. Su orgullo le pedía que lo apartara, que lo desafiara, pero el nerviosismo que Eli generaba en ella era demasiado.

—¿No? —Eli arqueó una ceja, divertido, inclinándose un poco más hacia ella, hasta que sus rostros quedaron peligrosamente cerca. Tory apenas podía respirar—. Porque según tu versión de los hechos, soy bastante inolvidable. —El tono de su voz era suave, pero cargado de burla—. Un beso tan... apasionado que te dejó sin aliento. —Se detuvo, observándola—. Interesante. Yo no recuerdo nada de eso.

Tory sintió cómo la vergüenza se apoderaba de ella de nuevo. Sus palabras, tan exageradas, tan dramáticas, le volvían a la mente como dagas afiladas. Se mordió el labio inferior, buscando desesperadamente algo que decir para salir de esa situación.

—Fue solo... —balbuceó, su mente girando frenéticamente en busca de una salida—. No lo decía en serio, era una broma.

—¿Broma? —repitió Eli, fingiendo sorpresa—. Hmm, no sonaba como una broma cuando lo contaste. —Su sonrisa se amplió, y levantó una mano, apoyándola en el casillero junto a la cabeza de Tory, acorralándola aún más—. Aunque debo admitir... me halaga que pienses tan bien de mí.

Tory cerró los ojos un segundo, tratando de controlar el torbellino de emociones que Eli había desatado. Esto es ridículo, pensó. Es solo Eli, el idiota que empujé a la piscina esta mañana. No debería estarme afectando tanto.

Pero Eli no le estaba dando tiempo para recuperarse. Se inclinó un poco más, lo justo para que ella pudiera sentir el calor de su cuerpo. Cada vez estaba más cerca, y su tono seguía siendo juguetón, pero había algo en su mirada que sugería que estaba disfrutando demasiado de verla así, tan fuera de control.

—¿Sabes, Tory? —susurró, su rostro muy cerca del suyo—. Si hubieras querido que ese beso fuera real, solo tenías que pedirlo. —La sonrisa en su rostro era una mezcla de desafío y diversión—. Aunque ahora me siento un poco robado... ¿Cómo es que contaste una historia tan buena y no me invitaste a participar?

Tory apretó los labios, sintiendo una mezcla de furia y verguenza. Maldito becado, pensó, luchando por recuperar el control. Todo esto era un juego para él, pero para ella, era una trampa de la que no sabía cómo escapar. Quería gritarle, empujarlo lejos, decirle que dejara de jugar con ella, pero al mismo tiempo, algo la mantenía clavada en su lugar, como si una parte de ella no quisiera que él se alejara.

Eli inclinó la cabeza ligeramente, su sonrisa ensanchándose. Se estaba divirtiendo con cada palabra que ella no podía decir.

—Dale rubia no tenes que ponerte así. —Su voz tenía ese tono relajado que la hacía sentir aún más nerviosa—. Si hubieras querido, podríamos haber hecho que esa historia fuera real. —Le lanzó otro guiño, sus labios curvándose con una expresión que dejaba claro que sabía exactamente el efecto que estaba teniendo en ella.

Tory sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo. ¿Real? ¿Él lo haría real si ella quisiera? Su mente saltó de inmediato a las imágenes del "beso" que nunca había ocurrido, pero que ella había descrito con tanto detalle. Ahora, él estaba delante de ella, mucho más cerca de lo que jamás había estado antes. ¿Había sido solo un juego? ¿O acaso Eli estaba hablando en serio? El peso de esas preguntas la paralizaba.

—Yo... no fue... no quise... —Su voz apenas salía en un susurro, y Eli, claramente disfrutando del poder que tenía en ese momento, no parecía interesado en sus explicaciones.

—Oh, ¿de verdad? —dijo, fingiendo sorpresa mientras daba un paso aún más cerca, inclinándose un poco hacia ella—. Porque según lo que dijiste, sonaba como si hubiera sido un momento muy... intenso. —Hizo un gesto exagerado, llevándose la mano al pecho—. ¿Un beso tan apasionado que te dejó sin aliento? —Sonrió de lado—. Nichols, no sabía que me veías de esa manera.

Cada palabra que salía de su boca parecía cargar aún más tensión en el aire. Tory no podía apartar los ojos de él, aunque cada fibra de su ser le rogaba que se alejara, que recuperara el control de la situación. Pero era imposible. Eli estaba manejando todo, y lo hacía con tanta facilidad que la desarmaba por completo.

—Relájate un poco rubia.. —dijo Eli, levantando una mano y tocándola ligeramente en el brazo. Un toque apenas perceptible, pero que hizo que Tory sintiera una descarga eléctrica recorrer su cuerpo. Cada músculo de su cuerpo se tensó, y por un momento, pensó que iba a desmayarse.

—Solo estaba bromeando... —Hizo una pausa, inclinándose lo suficiente como para que ella pudiera sentir su aliento en la piel—. Más o menos.

Tory tragó saliva, intentando desesperadamente recuperar la compostura, pero Eli no le estaba dando tregua. Su cercanía, el tono de su voz, esa sonrisa que parecía desafiarla a decir algo, cualquier cosa. Pero ella sabía que, aunque él lo estaba jugando todo con humor, había algo en su mirada que le hacía pensar que no todo era una broma. Y eso solo la hacía sentir aún más fuera de control.

—¿Qué pasa, Tory? —preguntó él con una sonrisa ladeada—. Pensé que te gustaban los chicos que toman la iniciativa. —Sus ojos brillaban con malicia—. O al menos, eso fue lo que le contaste a Moon, ¿no? —Él soltó una pequeña risa, y Tory sintió como si el suelo bajo sus pies hubiera desaparecido.

—Yo... no fue... —Intentó una vez más, pero era inútil. Cada vez que intentaba defenderse, Eli encontraba una nueva manera de hacerla tropezar.

Él inclinó la cabeza, observándola detenidamente antes de soltar una carcajada suave—. Vamos, no seas tan dura contigo misma. No tenes que explicar nada. —Sus dedos rocesaron su brazo una vez más, como si estuviera saboreando el nerviosismo en ella—. Me pareció adorable, la verdad.

Tory sintió que sus piernas se debilitaban aún más. Todo su cuerpo estaba tenso, atrapado entre el deseo de huir y el impulso de enfrentarlo. Era ella quien había exagerado la historia con Moon, quien había jugado con esa mentira para provocar a la chica. Pero ahora era Eli quien estaba volteando las tornas, haciéndola dudar de si todo había sido solo un juego. Había algo en su mirada, en su tono de voz, que la hacía pensar que, si se lo permitía, él no dudaría en hacer todo lo que ella había inventado.

Finalmente, después de lo que parecieron horas, Eli se echó hacia atrás, dándole algo de espacio para respirar. Pero no antes de lanzar una última provocación.

—Si alguna vez decides que quieres que esa historia sea real... —dijo, su voz baja pero clara—. Ya sabes dónde encontrarme. —Le sonrió con una última mirada cargada de intenciones antes de girar sobre sus talones y alejarse.

Tory se quedó allí, plantada en su lugar, observándolo mientras se alejaba. Su mente seguía atrapada en las palabras de Eli, en esa sonrisa provocadora que se negaba a abandonar sus pensamientos. ¿Lo odiaba por haberla provocado tanto, por haberla hecho perder el control de esa manera? ¿O estaba más confundida que nunca, atrapada en una espiral de emociones que no podía siquiera empezar a descifrar?

Lo único que tenía claro era que Eli había conseguido hacerla perder el control, y eso la enfurecía casi tanto como la hacía sentir más vulnerable que nunca.

Un rato después

El ambiente en la clase de matemáticas era monótono, como de costumbre. Los rayos de sol que entraban por las ventanas iluminaban los pupitres, donde los estudiantes seguían tomando apuntes o, en el caso de Tory, fingían estar concentrados en algo más. Se había refugiado detrás de su libro, no porque realmente estuviera interesada en la lectura, sino porque necesitaba cubrir el rubor que subía a sus mejillas cada vez que sentía la mirada de Eli sobre ella. La clase no había hecho más que empezar, y ya había captado tres de esas estupidas guiñadas suyas, lanzadas cuando nadie más miraba, excepto ella.

Tory ocultaba su rostro detrás de su mano, bajando la cabeza como si leyera más intensamente. A su lado, Robby, que estaba sentado con ella, la observaba de reojo, arqueando una ceja con desconcierto.

—¿Qué te pasa? —murmuró Robby, dándole un leve codazo en el costado, intentando llamar su atención.

—Nada —susurró Tory, sin apartar la vista del libro.

Pero Robby no estaba convencido. La conocía lo suficiente para saber que algo no andaba bien. Llevaba demasiado tiempo escondiéndose detrás de ese libro y, para alguien como Tory, que rara vez se intimidaba, era un comportamiento extraño. Él frunció el ceño, mirando hacia el frente, pero su mirada volvió rápidamente a ella, como si intentara descifrar que mierda estaba ocurriendo.

A unas filas más atrás, Eli mantenía su fachada de chico relajado. Apoyado en su silla, aparentemente concentrado en la clase, pero cada vez que el profesor giraba hacia la pizarra, él aprovechaba para lanzar otra de sus guiñadas hacia Tory. Era un juego para él, y el hecho de que solo ella lo notara hacía todo más divertido. La sensación de tenerla tan a la defensiva, sabiendo que Robby estaba justo al lado y no entendía nada, le arrancaba una sonrisa cada vez que ella se escondía detrás de su libro.

Entonces, el sonido de la puerta abriéndose de golpe interrumpió la clase, y el director, el severo y siempre puntual Bannister entró al aula con paso firme. A su lado, un chico alto, de cabello oscuro y ojos rasgados, vestía una ropa impecable. Todo en él parecía exudar confianza, desde su postura hasta la manera en que observaba la clase, como si evaluara cada detalle a su alrededor. El director carraspeó, llamando la atención de los estudiantes, y el profesor de matemáticas, el Sr. Castillo, se detuvo a mitad de una explicación para permitirle hablar.

—Buenos días, jóvenes —comenzó el director Bannister con su voz ronca y autoritaria—. Les presento a un nuevo estudiante que se unirá a su clase desde hoy. Este es Kwon Jae-Sung, recién llegado de Corea del Sur. Quiero que lo reciban con respeto y lo ayuden a integrarse.

Los murmullos se esparcieron por el aula como un eco. Los estudiantes intercambiaban miradas curiosas, y algunos ya comenzaban a susurrar sobre él. Kwon mantuvo su expresión inmutable, sus ojos recorriendo la clase sin realmente detenerse en nadie en particular.

Tory, quien había estado absorta en su lectura, levantó la mirada al oír el nombre del nuevo alumno. Algo en la postura de Kwon le llamó la atención. Parecía distante, pero no arrogante; más bien, reservado, como si analizara todo lo que veía.

Robby, que notó que Tory había fijado su mirada en el recién llegado, la empujó suavemente con el codo, en un gesto juguetón pero con una clara nota de disgusto.

—¿Qué pasa? —preguntó, tratando de no parecer demasiado molesto—. ¿El chico nuevo te interesa?

Tory lo miró de reojo y negó rápidamente, pero no pudo evitar que su mirada regresara brevemente a Kwon antes de volver a su libro. A Robby no le gustaba para nada la forma en que ella había observado al nuevo, aunque no era una mirada de atracción. Algo en ese chico la inquietaba, y Robby lo notaba.

En otra parte del aula, Yasmine, sentada al lado de Miguel, no pudo evitar posar sus ojos sobre Kwon con un brillo especial. Su naturaleza perfeccionista la llevaba a interesarse en personas como él: elegantes, misteriosas, y claramente ricas. Se pasó una mano por el cabello, acomodándolo sutilmente mientras lo miraba con ojos de enamorada, una expresión que no se molestó en ocultar.

Miguel, por otro lado, estaba demasiado absorto en sus propios pensamientos, ajeno al creciente interés de Yasmine. Pero no pasó mucho tiempo antes de que Sam, que estaba sentada un poco más adelante junto a una chica, también levantara la vista para examinar al recién llegado. Al igual que Yasmine, sus ojos se iluminaron, aunque Sam intentó disimularlo mejor. Sin embargo, el hecho de que Kwon pareciera tan ajeno a todo lo que lo rodeaba lo hacía aún más intrigante para ella.

El profesor Castillo, que había permanecido en silencio durante la introducción, finalmente volvió a tomar la palabra, indicando a Kwon que se sentara donde quisiera. La elección de asiento de Kwon causó una ligera tensión: después de recorrer la clase con la mirada, decidió sentarse justo en medio de Tory y Yasmine, ocupando el espacio vacío que quedaba cerca de ellas.

—Que diver —murmuró Robby con una mueca, observando cómo Kwon tomaba asiento cerca de ellos. La situación no le agradaba en absoluto.

Tory intentó mantenerse indiferente, pero la presencia de Kwon a su lado la ponía nerviosa. No era como el nerviosismo que sentía con Eli, pero había algo en la forma en que Kwon se movía, con una seguridad que parecía casi impenetrable, que la mantenía alerta.

El día había tomado un giro inesperado, y aunque todos intentaban concentrarse en la clase de matemáticas, el ambiente estaba cargado de curiosidad y tensión. Kwon era un enigma que todos querían resolver, pero solo Tory, aún sin saber por qué, sentía que debía tener cuidado con él.

Mientras tanto, Eli no perdía la oportunidad de seguir lanzándole una mirada juguetona desde su lugar.

En el receso

El ambiente en la mesa de los populares era tenso, como de costumbre, pero en ese momento la tensión era diferente. No era por las peleas de siempre entre Robby y Miguel, ni por los roces que siempre surgían entre las chicas. No, esta vez el foco de toda la conversación giraba en torno a una persona: Kwon Jae-Sung.

Yasmine no dejaba de hablar sobre él, los ojos chispeando de emoción mientras agitaba las manos como si tratara de explicar lo asombroso que era en un idioma que solo ella entendía.

—¡Es que sus padres son dueños de una empresa petrolera! —chilló Yasmine, casi ahogándose en su propio entusiasmo mientras golpeaba la mesa con las manos, atrayendo la atención de Sam—. ¡Es absurdamente rico! Y esa mirada que tiene... como si supiera algo que nadie más sabe, ¡es tan misterioso!

Sam, rara vez tan sincronizada con Yasmine, asintió con igual fervor, sus ojos brillando de emoción.

—¡Lo sé! —respondió, inclinándose hacia ella—. Tiene algo en la forma en que camina, como si no le importara el mundo. ¡Es tan intrigante! Y viste cómo nos miró en clase, ¿no? Como si pudiera ver más allá de lo que los demás pueden.

Tory observaba la conversación con moderado interés, aportando algunos comentarios aquí y allá, pero Robby, sentado a su lado, no dejaba de lanzarle codazos discretos. No es que Tory estuviera particularmente emocionada por Kwon, pero cuando las chicas se emocionaban por alguien, era casi imposible no contagiarse un poco del entusiasmo.

—Lo que no entiendo es que le ven —gruñó Robby por lo bajo, frotándose el brazo después de uno de sus propios codazos exagerados—. Es solo un tipo nuevo, ni siquiera ha dicho nada interesante. Además, ¿de qué va ese aire? Parece que se cree mejor que todos.

—Sí, no entiendo tanto alboroto —murmuró Miguel, que estaba sentado al otro lado de la mesa con los brazos cruzados—. Parece un chico común y corriente con los humos por las nubes. Seguro ni sabe quiénes somos.

Pero ni Robby ni Miguel lograban frenar el torrente de adoración de las chicas, que seguían encantadas. Yasmine no dejaba de mencionar lo bien que se vestía, mientras Sam fantaseaba con hablarle primero y deslumbrarlo con su "personalidad irresistible". Incluso Tory, quien intentaba mantener la conversación a raya, acabó levantando las cejas cuando Yasmine empezó a analizar cada detalle de la expresión neutral de Kwon durante la presentación en matemáticas.

—Es que tiene esa mirada fría, como si nada lo afectara —continuaba Yasmine con voz soñadora, apoyando la barbilla en una mano—. Pero es tan... intenso al mismo tiempo.

—Y tal vez detrás de todo ese misterio haya un lado sensible —agregó Sam, emocionada—. Es como esos protagonistas de libros que parecen fríos, pero en realidad solo están esperando que alguien los entienda.

Miguel soltó un suspiro de fastidio, pero antes de que pudiera intervenir, Tory decidió meterse en la conversación, aunque su tono era más moderado que el de las otras chicas.

—Bueno, en realidad no sabemos nada de él. Podría ser... no sé, completamente diferente de lo que imaginamos —comentó Tory, encogiéndose de hombros, tratando de calmar la euforia del grupo.

Robby le lanzó una mirada de reproche, casi acusadora, como si su breve participación la hubiese traicionado de alguna manera. Un codazo más, esta vez más evidente.

—¿Qué? —protestó Tory, rodando los ojos—. Solo digo que hay que esperar a conocerlo mejor.

Miguel estaba a punto de decir algo, probablemente una crítica sobre el "culto al nuevo", cuando de repente el director, el siempre formal y severo Sr. Bannister, apareció al final del pasillo, dirigiéndose hacia ellos. Todos se quedaron en silencio al verlo acercarse con su habitual aire de importancia.

—¿Qué pasa ahora? —murmuró Miguel, inclinándose hacia Robby.

Bannister se detuvo frente a ellos, lanzándoles una mirada rápida de reconocimiento antes de hablar.

—Ya que ustedes son los estudiantes con más experiencia y, digamos, más notorios en el edificio —comenzó con su tono grave—, quería preguntar quién de ustedes se ofrece a mostrarle la escuela a nuestro nuevo alumno, Kwon.

En ese momento, todo estalló.

Yasmine y Sam, que hasta ese instante parecían las mejores amigas compartiendo fantasías, se lanzaron a hablar al mismo tiempo.

—¡Yo, yo puedo hacerlo! —dijo Yasmine, levantando una mano como si estuviera en clase—. Soy perfecta para eso, tengo las mejores conexiones, puedo presentarle a la gente correcta.

—¡No, yo! —saltó Sam, golpeando suavemente la mesa para hacerse notar—. Soy mucho más amigable, y además, soy mejor mostrando las instalaciones. Conozco todos los rincones de la institución.

Tory, en medio de su incomodidad habitual, no tenía intención de participar en esta absurda competición, pero se encontró diciendo:

—Podría hacerlo yo también, tengo tiempo libre después de clases...

Robby le lanzó otro codazo, esta vez acompañado de una mirada incrédula. Tory se ruborizó ligeramente, pero su mueca de incomodidad fue rápidamente opacada por la guerra verbal que se estaba desatando entre las chicas.

—¡Por favor, Sam! —bufó Yasmine—. Todos sabemos que vos solo queres hablarle para coquetear. No puedes ni siquiera decirle a un chico "hola" sin sonrojarte y además no sabes ni en donde está la sala de computación.

—¡Eso no es cierto! —replicó Sam, ofendida—. Además, yo sí sé de empresas petroleras, puedo tener una conversación interesante con él. No todo es la apariencia, Yasmine.

—Oh, claro —Yasmine rodó los ojos—, porque seguro vas a hablar de negocios con él. ¡Por favor!

Miguel, que ya no podía soportarlo más, se levantó de golpe, interrumpiendo el caos.

—¡Basta ya! —dijo, mirando a las chicas con evidente fastidio—. Si van a ponerse a pelear por esto, yo me encargaré. Soy el presidente del club estudiantil, ¿recuerdan? Soy la opción más lógica.

Pero, por sorpresa de todos, Robby se cruzó de brazos y se levantó también, enfrentándose a Diaz.

—Yo lo haré —dijo con firmeza.

El grupo entero se quedó en silencio por un segundo. ¿Robby? ¿Ofreciéndose para algo así? Miguel frunció el ceño, visiblemente molesto.

—¿Qué mierda te pasa? —espetó Miguel—. Nunca te ofreces a nada, ¿ahora qué, también te interesa el nuevo?

Robby no respondió de inmediato, pero su postura hablaba por sí misma. No pensaba dar marcha atrás, y esa simple actitud encendió una chispa entre ambos. Los dos chicos se miraban con desafío, mientras las chicas observaban con los ojos abiertos, claramente esperando que alguien tomara el control.

—¿Por qué te molesta tanto, Miguel? —preguntó Yasmine, con una sonrisa burlona—. ¿Te sentis amenazado?

—¿Amenazado? —Miguel se rió sin humor—. Por favor, no soy Robby. No me paso la vida compitiendo con todos los chicos nuevos.

—Oh, por favor —replicó Robby, mirando a Miguel con desdén—. No tenes derecho a decir eso.Vos sos el que siempre tiene que estar metido en todo.

Tory los observaba con los brazos cruzados y una sonrisa sarcástica. —Ya está, otra vez el clásico "quién tiene el ego más grande". Si no fuera tan predecible, sería entretenido.

—¡Yo lo llevo! —gritó Sam, levantando la mano tan rápido que casi tira su vaso.

—¡No, yo lo hago! —insistió Yasmine, empujando suavemente a Sam hacia un lado, como si eso la fuera a sacar de la contienda.

—¡Están delirando si creen que van a llevarlo! —bufó Tory, cruzando los brazos—. Yo ya me ofrecí.

Las tres se miraron como si estuvieran en medio de una competencia de miradas intensas, listas para pelear a muerte por el honor de llevar al nuevo chico. Las sonrisas se desvanecieron y el ambiente se volvió aún más tenso.

—¡Estás loca, Tory! —dijo Sam, mirándola fijamente—. Yo fui la primera en levantar la mano.Vos ni siquiera sabes dónde esta el jardín.

—Keene ,Diaz ,Cochrane y Nichols se miraron entre sí ,ninguno de los cuatro sabía que había un jardín—.

—Si idiotas ,hay un jardín.—Respondió Larusso—.

—Oh, claro, porque vos tenes un mapa de la secundaria tatuado en el cerebro, ¿verdad? —replicó Tory con sarcasmo—. Seguro que te perdes y terminas llevándolo a la sala de calderas.

—¡Por favor! —exclamó Yasmine, rodando los ojos—. Ninguna de ustedes lo llevaría bien. Claramente, él querrá que alguien con un poco de estilo lo guíe. Y, lo siento, pero no califican.

Miguel suspiró, ya harto de la situación, y se levantó bruscamente.

—Está bien, ya basta. Yo lo llevo. Esto es ridículo.

Robby, sin perder un segundo, también se levantó, mirándolo con incredulidad.

—¿Vos? —dijo con una sonrisa incrédula—. No. Yo lo voy a llevar. Si alguien va a mostrarle la secundaria, seré yo.

—¿Y por qué vos? —preguntó Miguel, irritado—. Ni siquiera te interesa, solo estás diciendo eso porque yo me ofrecí.

—No es por eso —respondió Robby, cruzando los brazos con aire de superioridad—. Solo quiero asegurarme de que no hagas alguna estupidez.

—¿Qué estupidez podría hacer? —Miguel alzó una ceja, claramente más molesto.

—No sé, tal vez intentar reclutarlo para tu club de fans personal.

—¿Qué hablas? —Miguel bufó con incredulidad—. No todos quieren ser parte de tu "Yo contra el mundo", Robby.

Mientras tanto, las chicas seguían enfrascadas en su propia pelea.

—¡Yo levanté la mano primero! —insistió Sam, empujando ligeramente a Yasmine.

—¡Qué infantil sos! —Yasmine rodó los ojos—. Solo porque levantaste la mano más rápido no significa que seas la mejor opción.

Tory, que había estado en silencio un momento, se acercó con una sonrisa sarcástica.

—No entiendo por qué pelean. Claramente el nuevo me eligiría a mí. Solo mírenme. Tengo todo lo que necesita para un buen recorrido.

—¡Ya basta! —gritó Miguel, levantando las manos al cielo en un gesto exagerado—. No puedo creer que estemos peleando por esto. Es solo un recorrido.

Robby, con una sonrisa maliciosa, lo miró directamente.

—¿Solo un recorrido? Pues entonces no debería molestarte si lo hago yo, ¿verdad?

—¡Oh, por favor! —gritó Sam, alzando las manos al aire—. Ambos deberían dejar de ser tan competitivos. Esto no se trata de ustedes.

—Exacto —añadió Yasmine con una sonrisa triunfal—. Esto se trata de quién tiene el mejor carisma. Y claramente, no es ninguno de ustedes.

El director, que había estado observando todo con una mezcla de asombro y frustración, finalmente perdió la paciencia.

—¡Suficiente! —dijo con firmeza, mirando a los chicos con ojos de acero—. Esto no es una competencia. Y dado que no pueden comportarse como adultos, buscaré a alguien más.

Miguel suspiró, cruzando los brazos. —Esto es ridículo.

—Lo ridículo —añadió Robby con una sonrisa burlona—. Es que querías ser el guía turístico de Kwon.

—¡Yo soy el presidente, Robby! —insistió Miguel, furioso—. ¡Esto es mi responsabilidad!

—Oh sí, claro —dijo Robby sarcástico—. Porque todo se trata de ti, ¿no?

Sam intervino, poniéndose de pie para intentar calmar las aguas, pero solo echó más leña al fuego.

—Deberían dejar que lo haga Robby —dijo, apoyando su mano en su brazo—. Es una buena oportunidad para que participe más.

Miguel la miró incrédulo, mientras Tory lanzaba un suspiro exagerado y Yasmine cruzaba los brazos con una expresión de desdén. La pelea escalaba rápidamente.

Antes de que pudieran continuar, el director, ya claramente irritado, miró hacia la mesa de los becados, donde Eli, Demetri y Devon observaban todo el espectáculo con sonrisas burlonas.

—Demetri —dijo el director, girándose hacia él—. ¿Podrías encargarte de mostrarle la escuela a Kwon? Después de todo, ustedes son primos lejanos, ¿no?

El grupo de populares quedó paralizado de la sorpresa.

—¿Qué? —exclamó Yasmine, con la boca abierta—. ¿Demetri tiene un primo?.

Sam también se unió al coro de incredulidad, mirando a Demetri con una mezcla de asombro y rechazo.

—No puedo creer que Demetri tenga familiares.

—Sam ,todos tenemos familia.—Dijo Tory como si fuera lo más obvio del mundo.

—Familiares lindos ,a eso me refiero.

Demetri se encogió de hombros, lanzándoles una mirada de indiferencia antes de asentir hacia el director.

—Claro —dijo con total calma—. Yo me encargo.

Los populares quedaron estupefactos mientras Demetri, con una sonrisa medio escondida, se levantaba de su asiento.

Demetri lanzó una última mirada de autosuficiencia a los populares antes de levantarse y seguir al director, pero no fue el único que se puso en movimiento. Eli, siempre al acecho de cualquier oportunidad para molestar, se levantó también, chocando su codo con el de Demetri, un gesto que, para los que conocían su dinámica, era la manera más directa de decir que estaba por comenzar alguna travesura.

—¡Un momento, director! —exclamó Eli con su característica sonrisa traviesa—. No puedo dejar que Demetri haga esto solo, ¿qué tipo de amigo sería si lo abandonara en una tarea tan importante? Además, alguien tiene que asegurarse de que no meta la pata.

Demetri frunció el ceño, claramente sabiendo que Eli solo buscaba aprovechar la oportunidad para fastidiar a los populares, pero el director, ya cansado del espectáculo, asintió con resignación.

—Muy bien, Eli —dijo sin mucho entusiasmo—. Pero asegúrense de que Kwon tenga un buen recorrido y que lo conozca todo.

Los populares observaron cómo ambos chicos salían de la sala con Kwon caminando tras ellos, la figura alta y serena del nuevo estudiante contrastando con la energía inquieta de Demetri y Eli. El silencio que dejaron tras ellos fue solo momentáneo, pues Yasmine no tardó en romperlo.

—¡Esto no puede ser real! —protestó, llevándose las manos a la cabeza dramáticamente—. ¿Demetri tiene un primo? ¿Y lo peor de todo es que Eli va con él? Esto es... ridículo.

—Cálmate, Yasmine —bromeó Robby, aunque sin poder evitar una sonrisa burlona—. No es el fin del mundo.

—Sí, bueno, díselo a mi paciencia —respondió Yasmine, cruzándose de brazos con un bufido—. No sé porque Demetri tiene que arruinar todo lo bueno que podría pasar aquí.

Mientras tanto, Demetri y Eli caminaban a paso relajado por los pasillos, guiando a Kwon por las áreas principales de la escuela. Los dos chicos mantenían una conversación constante, intercalada por bromas y comentarios sarcásticos, pero Kwon, por su parte, no hablaba mucho. Se limitaba a observar su entorno con una calma casi imperturbable, asintiendo de vez en cuando o respondiendo con monosílabos.

—¿Entonces qué te parece la escuela hasta ahora? —preguntó Demetri, sonriendo mientras gesticulaba hacia el gimnasio—. Es un lugar bastante interesante, ¿no?

—Sí... interesante —respondió Kwon de forma seca, sin desviar la mirada de los alrededores.

Eli, notando el silencio incómodo que caía entre los tres, decidió tomar las riendas de la conversación.

—Vamos, Kwon, no seas tímido —dijo Eli con una sonrisa torcida—. Sabemos que no es un castillo, pero tiene su encanto. Aunque... hay cosas que no verás en ningún recorrido oficial. ¿Verdad, Demetri?

Demetri soltó una risa.

—Oh, sí. Las mejores historias no te las va a contar ningún profesor. Para eso estamos nosotros.

Cuando llegaron a los vestuarios, Demetri se detuvo en seco y se volvió hacia Kwon.

—Ahora que lo pienso, ¿tienes uniforme ya? —preguntó Demetri, señalando la puerta del vestuario—. Si no, puedo ir a buscar uno para ti. Espérenme aquí, no me tardo.

Antes de que Kwon pudiera responder, Demetri ya estaba caminando hacia el depósito de uniformes. Eso dejó a Eli y Kwon solos, un silencio extraño llenando el aire mientras Eli intentaba pensar en algo que decir.

Sin embargo, para su sorpresa, fue Kwon quien rompió el silencio, y lo hizo con una pregunta que Eli no vio venir en absoluto.

—Dime, Eli —comenzó Kwon con una voz suave pero firme—, ¿cómo es el ambiente en esta escuela? He notado algunas... tensiones. Sobre todo entre los populares. ¿Es siempre así?

Eli se rascó la cabeza, sorprendido de que el chico nuevo estuviera tan atento a los detalles sociales.

—Eh, bueno, sí, más o menos. —Eli se encogió de hombros—. Siempre hay peleas entre ellos. Cosas de egos grandes y todo eso.

Kwon asintió lentamente, como si estuviera procesando algo.

—Interesante —murmuró—. Y, por ejemplo... ¿qué me puedes contar sobre Moon? —preguntó de pronto, con un interés que desconcertó a Eli.

—¿Moon? —repitió Eli, parpadeando—. ¿Qué tiene que ver ella?

—He oído que tiene una relación... complicada con Yasmine. —Kwon ladeó la cabeza, observando a Eli con una intensidad que lo hizo sentir un poco incómodo—. Algo relacionado con sentimientos no correspondidos, quizás.

Eli soltó una risa nerviosa, tratando de no parecer sorprendido, pero el hecho de que Kwon supiera eso lo desconcertaba.

—Sí, bueno... —Eli vaciló—. Esa situación es... complicada, supongo. Moon y Yasmine son amigas, pero últimamente... no sé, hay algo raro entre ellas.

Kwon asintió de nuevo, como si esa fuera la respuesta que esperaba.

—Y dime, Eli —continuó Kwon—, ¿qué hay de Demetri y Yasmine? He notado que hay cierta... incomodidad entre ellos. ¿Es una relación complicada también?

Eli frunció el ceño. ¿Demetri y Yasmine? Nunca había pensado en eso, y francamente, no sabía si había algo más allá de lo superficial.

—Demetri y Yasmine... —repitió Eli, más para ganar tiempo que otra cosa—. No sé, no creo que haya mucho entre ellos. Quizás solo roces normales. No creo que Yasmine vea a Demetri de esa manera.

Kwon lo observaba con una mirada crítica, como si evaluara cada palabra que Eli decía.

—Ya veo —dijo, aunque su tono sugería que no estaba del todo convencido—. Y, hablando de relaciones... —hizo una pausa, observando cómo Eli empezaba a ponerse más nervioso—, he escuchado rumores sobre un triángulo amoroso. Entre Robby, Tory y... tú.

Eli casi se atraganta con su propia saliva.

—¡¿Qué?! —exclamó, dando un paso atrás—. ¡Eso es... eso es ridículo! ¡No hay ningún triángulo amoroso! ¡Nada de eso! —se rió, pero el sonido salió nervioso, forzado.

Kwon lo observaba en silencio, su expresión inmutable. Eli sintió que el sudor le corría por la nuca, pero no podía permitirse que Kwon creyera en esa locura.

—Escucha, no sé quién te contó eso, pero es completamente falso. No hay nada entre Tory y yo. —Eli rió de nuevo, esta vez más bajo—. Solo conocidos, ¿sabes?

Pero los ojos de Kwon se estrecharon, y por un segundo, Eli sintió que el chico nuevo sabía más de lo que dejaba ver.

—Interesante... —fue todo lo que dijo Kwon, cruzando los brazos—. Y sobre Miguel y Tory... ¿qué puedes contarme de ellos? He oído que hay un trato entre sus padres, algo que podría influir en su futuro.

Eli sintió que el suelo se movía bajo sus pies. ¿Cómo mierda sabía Kwon tanto? Demetri no era lo suficientemente estúpido como para contarle esos detalles, y Miguel y Tory eran extremadamente reservados con lo del trato entre sus familias.

—¿Quién te ha estado contando todas estas cosas? —preguntó Eli, ya perdiendo la compostura—. ¿Cómo es que sabes tanto?.

Eli tragó saliva mientras observaba a Kwon, esperando algún tipo de respuesta, pero lo único que obtuvo fue una leve inclinación de cabeza y una mirada tranquila que escondía algo más profundo. La pregunta seguía flotando en el aire, pero Kwon no dijo ni una palabra, ni una pista de cómo sabía tanto. Solo lo miraba, y esa mirada... algo en ella era extrañamente perturbadora.

Finalmente, Kwon sonrió, pero no era una sonrisa amistosa ni burlona, sino algo más enigmático, casi calculado.

—Soy muy observador, Eli —dijo al fin, su tono suave, pero con un peso que hizo que Eli sintiera un escalofrío por la espalda—. Solo presto atención a los detalles.

El castaño parpadeó, sintiendo cómo sus manos empezaban a sudar. Era ridículo sentirse intimidado por un chico nuevo, pero había algo en la presencia del asiático que lo hacía sentir obligado a hablar, a soltar la información que claramente no quería compartir. Pero esa mirada... esa mirada lo hacía sentir pequeño, como si Kwon pudiera ver a través de él.

—Bueno... —Eli se rascó la nuca, forzándose a mantener la calma, pero cada segundo bajo la atenta mirada de Kwon lo hacía sentir más incómodo—. Lo de Miguel y Tory... es complicado. —Su voz sonaba tensa, y odiaba cómo las palabras parecían salir a trompicones—. Sus familias tienen... un trato, ya sabes, algo de negocios o algo por el estilo. Nada de lo que nos guste hablar, pero parece que están... destinados a casarse o algo así.

Kwon no apartaba la mirada, lo que hizo que Eli hablara más rápido, como si de alguna manera eso lo liberara de esa atención penetrante.

—Pero eso no significa que Miguel y Tory estén juntos ahora —se apresuró a añadir—. Son amigos. Bueno, cercanos, pero amigos. Es raro, ¿si?.Pero no es algo que los demás entiendan del todo. —Eli se rió, pero sonaba forzado, como si intentara quitarle peso a la conversación—. Es algo entre ellos y sus familias.

Kwon asintió lentamente, sus ojos aún fijos en Eli, como si estuviera evaluando cada palabra que salía de su boca.

—Interesante... —murmuró Kwon de nuevo, como si estuviera almacenando la información—. Entonces, ¿no hay nada romántico entre ellos?

Eli negó con la cabeza rápidamente.

—Nada. —Lo dijo con demasiada firmeza, lo que solo hizo que Kwon alzara una ceja—. Bueno, quiero decir, es complicado, pero no están... involucrados románticamente. Creo.

Kwon observaba a Eli como si esperara algo más, como si supiera que Eli estaba guardándose algo. Eli se revolvió nerviosamente en su lugar, sintiendo cómo la presión crecía en su pecho.

—Y... ¿sobre el triángulo amoroso? —La voz de Kwon cortó el silencio, haciendo que Eli casi se sobresaltara—. Me cuesta creer que no haya algo entre tú, Tory y Robby.

Eli sintió el pánico arrastrarse en su interior. Sabía que si seguía negando, solo se delataría más, pero tampoco podía admitir que había algo, porque eso sería caer en el juego de Kwon. Sin embargo, la mirada inquebrantable del chico nuevo lo hacía sentir como si no tuviera opción.

—No hay triángulo amoroso —repitió Eli, tratando de mantener su tono firme, pero su voz sonaba temblorosa—. Tory y yo... no hay nada entre nosotros. Somos conocidos y Robby... bueno, él es otra historia. —Se rió nerviosamente—. No sé de dónde sacaste esa idea, pero no es verdad.

Kwon inclinó ligeramente la cabeza, y Eli sintió cómo la presión aumentaba. Era como si esa mirada lo desnudara, exponiendo cada inseguridad, cada duda que trataba de esconder.

—Sos muy nervioso para alguien que no tiene nada que esconder —dijo Kwon, su tono sin una pizca de emoción, lo que solo hizo que Eli se tensara más—. ¿Estás seguro de que no hay nada más entre ustedes tres?

Eli se estremeció ante la acusación implícita en la pregunta. Sabía que, por mucho que lo negara, sus nervios lo delataban. Maldita sea, ¿cómo podía este tipo saber tanto?

—Te juro que no hay nada —insistió Eli, pero su voz sonaba más débil esta vez—. No sé qué te han contado, pero no es cierto. Robby es el que está... complicado con Tory, no yo.

Kwon dejó escapar una leve risa, como si disfrutara de la incomodidad de Eli, pero no dijo nada más. En cambio, su mirada lo mantenía atrapado, haciendo que Eli se sintiera como un libro abierto, aunque él mismo no supiera qué era lo que Kwon estaba leyendo en él.

Justo cuando Eli empezaba a sentir que no soportaría un segundo más de esa interrogación silenciosa, la puerta del vestuario se abrió, y Demetri apareció, sosteniendo un uniforme escolar.

—Aquí tienes, Kwon —dijo, ajeno a la tensión palpable en la habitación—. Te conseguí uno de los buenos. Bueno, todos son iguales, pero este tiene... algo especial, supongo.

Eli soltó un suspiro de alivio al ver a Demetri, sintiéndose como si hubiera escapado de una trampa invisible. Pero cuando miró de nuevo a Kwon, el chico simplemente sonreía, como si no hubiera ocurrido nada.

—Gracias primo —dijo Kwon con total normalidad, tomando el uniforme—. Creo que me irá bien aquí.

Eli no estaba tan seguro.

La campana sonó, señalando el final de las clases, y los estudiantes comenzaron a salir apresurados, felices de dejar atrás otro largo día. Sam y Tory caminaron juntas hacia la salida, cada una sumida en sus propios pensamientos. Las pocas veces que caminaban juntas en los pasillos, la tensión entre ellas era evidente, pero ahora, sin nadie alrededor, el silencio entre ambas se sentía más pesado.

Al llegar a la puerta principal, las dos chicas se detuvieron, mirando alrededor con impaciencia. Sam sacó su celular para revisar los mensajes, mientras Tory cruzaba los brazos, inquieta.

—¿Dónde mierda está mi chofer? —murmuró Sam, con el ceño fruncido—. Siempre es puntual.

Tory suspiró, revisando su propio celular.

—El mío tampoco ha llegado. Que sorpresa...

Se quedaron en silencio, las palabras flotando entre ellas como una nube densa. El ambiente era incómodo, una barrera invisible mantenía a ambas en sus propios mundos, aunque las dos sabían que había mucho de qué hablar.

Pasaron unos minutos en ese mismo mutismo incómodo, hasta que Sam no pudo más. Frustrada, levantó la vista y dejó salir lo que llevaba días queriendo decir.

—Esto es ridículo —soltó, su tono cargado de irritación. Tory alzó una ceja, esperando el inevitable comentario—. Tú y Miguel... viviendo juntos. ¿En serio?

El comentario cayó como una bomba. Tory sintió una punzada en el estómago al escuchar el nombre de Miguel. Estaba cansada de que siempre saliera el mismo tema.

—¿De nuevo con eso? —respondió con un suspiro, tratando de no perder la calma—. Sam, ya te lo dije mil veces. No es algo que yo haya elegido.

—¡Pero estás viviendo con él! —exclamó Sam, su voz subiendo de tono—. ¿Qué pretendes que piense? Todos saben que en unos años ustedes van a casarse. ¡Es ridículo! Y quién sabe... —Hizo una pausa, sus labios se curvaron en una sonrisa amarga—. Quizás hasta tengan hijos.

Tory, que estaba a punto de beber un sorbo de agua, casi escupe al escuchar esas palabras. Tosió, sorprendida por la franqueza y la amargura en la voz de Sam.

—¡Hijos! —Tory la miró incrédula, aún tosiendo—. ¿Qué diablos te pasa, Sam? ¡No estoy pensando en eso! Ni siquiera quiero casarme, mucho menos tener hijos con él.

Sam no cedió, su rostro endurecido por una mezcla de dolor y resentimiento.

—Pero es lo que va a pasar, ¿no? —insistió, su voz más baja, pero no menos cargada de emociones—. Todos lo saben. Tus padres, los suyos... es como si ya estuviera todo decidido.

Tory se giró para enfrentarse a Sam, sus ojos brillando con furia contenida.

—¡No es mi culpa! —exclamó, su tono más agudo de lo que pretendía—. ¡Yo no quiero esto! Si fuera por mí, seguiría mi vida lejos de todo esto, pero no me queda opción. Es lo que esperan de mí, lo que esperan de él.

El silencio cayó entre ellas, pero no era un alivio. Sam bajó la mirada, mordiéndose el labio inferior, mientras luchaba por no derrumbarse frente a Tory. Finalmente, volvió a hablar, pero su voz había perdido el filo inicial.

—Todavía me duele, ¿sabes? —admitió, con los ojos fijos en el suelo—. La idea de que ustedes dos estén juntos, que tengan un futuro... no puedo evitarlo. Duele.

Tory sintió su corazón encogerse ante esas palabras. Sabía que Sam seguía enamorada de Miguel, pero no podía soportar ser el blanco de ese dolor.

—Lo siento, Sam —dijo, su tono ahora más suave—. Si pudiera cambiarlo, lo haría. Pero no tengo el control. No lo elijo.

Sam levantó la mirada, sus ojos llenos de lágrimas no derramadas. Se mordió el interior de la mejilla, tratando de no romperse frente a Tory.

—Lo sé... —admitió con voz temblorosa—. Pero es que no puedo evitar sentir que podría haber sido distinto. Que podrías haber hecho algo.

Tory frunció el ceño, sacudiendo la cabeza con frustración.

—¡¿Qué crees qué podría haber hecho?! —preguntó, su voz subiendo sin poder evitarlo—. ¡No es como si yo tuviera poder sobre los sentimientos de los demás!

Sam la miró con una mezcla de dolor y rabia.

—¡Podrías no haberte metido con él en primer lugar! —espetó, las palabras saliendo antes de que pudiera detenerse—. ¡Eras su novia, Tory! Mientras yo... mientras yo seguía enamorada de él.

Tory apretó los labios, aguantando la rabia que empezaba a formarse en su pecho.

—Sam —empezó, su tono más serio, pero lleno de cansancio—. En ese momento, Miguel me gustaba. Y él sentía lo mismo por mí. No fue algo que hice para herirte. Simplemente... pasó.

Sam dejó escapar un sollozo silencioso, sus manos temblando mientras trataba de contener las lágrimas.

—¿Sabes lo humillante que fue para mí? —preguntó, su voz quebrada—. Todos me miraban como si fuera una idiota por seguir enamorada de él, mientras tú... tú eras su novia. Me sentía como una estúpida.

Tory sintió que algo dentro de ella se rompía al escuchar esas palabras. Sam había sido su amiga, alguien con quien compartía tantas cosas, pero el dolor que había causado era más profundo de lo que nunca imaginó.

—Lo siento —susurró Tory, su propia voz ahora temblando—. De verdad, lo siento. Nunca quise que las cosas fueran así.

Las lágrimas comenzaron a correr por las mejillas de Sam, quien no hizo ningún esfuerzo por ocultarlas esta vez.

—Me sentía tan celosa... tan envidiosa —dijo Sam entre sollozos—. Por eso te trataba así, Tory. Porque tenía tanto miedo de perderlo, de que él nunca volviera a mirarme de la misma manera. Y tú... tú lo tenías. Todo lo que yo quería.

Tory se quedó en silencio por un momento, el dolor en el rostro de Sam reflejándose en sus propios ojos. Nunca había visto a su amiga tan vulnerable, y eso solo hacía que la culpa se intensificara.

—Me trataste como si fuera una cualquiera —dijo Tory, su voz ahora rota—. Me hacías sentir que no valía nada, Sam. Cada vez que estaba cerca de ti, me ignorabas, me despreciabas. No me lo merecía.

Sam sollozó más fuerte, cubriéndose el rostro con las manos.

—¡Lo sé! —gimió—. ¡Lo sé, y lo siento tanto! Fui una idiota. Una celosa, insegura... No sabía qué hacer con lo que sentía.

Las lágrimas de Tory también empezaron a brotar, y por un momento, ambas se quedaron ahí, llorando en silencio, con el dolor compartido suspendido entre ellas.

—Yo tampoco sabía qué hacer —admitió Tory, limpiándose las lágrimas con el dorso de la mano—. No quería lastimarte, Sam. De verdad que no.

Sam asintió, sus sollozos volviéndose más suaves, mientras el peso de sus emociones comenzaba a asentarse.

—Lo siento tanto —repitió, esta vez en un susurro—. No debí haberte tratado así. No debí dejar que mis celos me convirtieran en alguien tan horrible.

Tory respiró hondo, y por un momento, ambas se miraron, compartiendo una conexión que, aunque dañada, todavía tenía el potencial de sanar.

Sin decir nada, Sam dio un paso adelante y extendió los brazos, ofreciendo un abrazo. Tory la miró sorprendida, pero no dudó en responder al gesto. Se abrazaron con fuerza, dejando que las lágrimas fluyeran libremente, sin palabras, solo con la sensación de que, tal vez, después de todo el dolor, podrían encontrar una manera de reparar su amistad.

Justo en ese momento, los choferes de ambas llegaron, pero ninguna de las dos se apresuró a separarse. Se quedaron un momento más, sosteniéndose mutuamente.

—Lo siento mucho —susurró Sam, con la voz quebrada.

—Yo también lo siento —respondió Tory en voz baja, cerrando los ojos mientras apretaba a su amiga con más fuerza.

Finalmente, se separaron, intercambiando una pequeña sonrisa entre lágrimas.

—Nos vemos mañana —murmuró Sam, sus ojos aún brillando de emoción.

—Sí —dijo Tory, asintiendo—. Mañana.

Y con eso, ambas subieron a sus respectivos autos, sabiendo que, aunque todavía quedaba mucho por resolver, habían dado el primer paso hacia la reconciliación.

Martes 18:09

El ambiente en la casa de Yasmine era relajado. La sala estaba decorada con un lujo moderno, grandes ventanales que dejaban entrar la luz del atardecer y muebles minimalistas que demostraban la fortuna de su familia. Yasmine, siempre elegante, se había encargado de tener una merienda impecable para sus amigos: té de diferentes variedades, pasteles, y frutas exóticas.

Todos estaban tranquilos, disfrutando de la compañía, hasta que el silencio se rompió por el chillido característico de Sam.

—¡NO LO PUEDO CREER! —gritó, haciendo que todos dieran un pequeño salto en sus asientos y se taparan los oídos.

—¡Dios, Sam! —Robby la miró irritado, mientras Yasmine rodaba los ojos—. ¿Podrías no dejarnos sordos por cinco minutos?

Sam ignoró las quejas, demasiado emocionada para contenerse.

—¡Escuchen esto! ¡Demetri, Devon, Eli y Moon están organizando una fiesta en la casa de Eli!

Un silencio cayó en la sala, pero era claro que todos estaban procesando lo que Sam había dicho. Tory, quien había estado revisando algo en su celular mientras tomaba su café, levantó la vista con interés.

—¿En serio? —preguntó, aunque con un tono más neutro que el de Sam.

Robby, en cambio, frunció el ceño y antes de que Sam o Yasmine pudieran continuar, lanzó su queja con firmeza.

—Ni lo sueñen. Yo no voy a pisar esos suburbios de mala muerte —dijo cruzándose de brazos, claramente disgustado con la idea.

Yasmine, ignorando completamente la queja de Robby, se giró hacia Tory con una sonrisa traviesa.

—Tory, ¿sabes dónde vive Eli? —preguntó con una pizca de picardía en la voz.

Tory, absorta en su café y lo que leía en el celular, respondió sin pensar demasiado.

—Sí claro, sé dónde vive —dijo tranquilamente, sin imaginarse lo que iba a causar.

La sala explotó en risitas y chiflidos. Yasmine y Sam fueron las primeras en lanzarse a hacer comentarios, claramente disfrutando de la oportunidad para molestar a Tory.

—¡Uuuh! ¡Mira quién sabe la dirección de Eli! —dijo Sam, su tono burlesco, mientras Yasmine chasqueaba la lengua con complicidad.

—No sabía que estaban tan cerca —añadió Yasmine, sus ojos brillando de diversión.

Tory rodó los ojos con exasperación y, sin decir nada, levantó su mano para pegarle a Sam en la cabeza, seguida rápidamente por Yasmine.

—¡Ya cállense! —les dijo, aunque no podía evitar que una pequeña sonrisa se le escapara—. No es lo que piensan, estúpidas. Solo lo sé porque me lo dijo en algún momento. No empiecen.

Mientras Tory trataba de poner fin al alboroto, Miguel volvió de la cocina con una bandeja de postres.

—¿De qué me perdí? —preguntó, dejando la bandeja en la mesa y mirando a todos, especialmente a Sam, que seguía riendo.

Antes de que Sam pudiera abrir la boca para contarle con sus típicos gritos, Robby actuó rápido. Agarró un trozo de torta de la bandeja y se lo metió en la boca a Sam, obligándola a callarse.

—¡Esta demente quiere que vayamos a los suburbios a una fiesta de los becados! —dijo con evidente desagrado, mientras Sam trataba de masticar lo que le había metido en la boca.

Miguel arqueó una ceja y miró a Tory, que se encogió de hombros, todavía un poco irritada por las bromas de antes.

—¿En casa de Eli? —preguntó, un poco sorprendido.

—Así parece —respondió Tory, intentando sonar despreocupada.

El ambiente se volvió aún más divertido, mientras Sam finalmente terminaba de masticar su torta, lista para seguir intentando convencerlos.

Después de unos minutos de intensas discusiones y sobornos, Sam y Yasmine lograron lo imposible. Entre promesas exageradas de hacer los deberes de todos por una semana y alguna que otra propuesta irrisoria, Robby, Tory y Miguel finalmente cedieron.

—Está bien, vamos a esa estúpida fiesta, pero no esperen que me divierta —bufó Robby, cruzándose de brazos con fastidio.

—Sí, sí, lo que digas —respondió Yasmine con una sonrisa de triunfo—. Mientras estés allí, no nos importa si te quedas en una esquina.

Tory se levantó de su asiento y anunció que iría a la cocina a buscar algo para beber. Mientras caminaba por el pasillo hacia la cocina, se encontró pensando en los últimos días. La fiesta, la reunión en casa de Yasmine, todo parecía tranquilo, pero dentro de ella, la confusión seguía creciendo. Especialmente sobre Robby y lo que había ocurrido entre ellos en el evento pasado. El "te quiero más que nunca" de Robby y ese momento donde casi se habían besado aún le daban vueltas en la cabeza. Sentía que había una tensión latente entre ellos que no habían hablado.

Cuando llegó a la cocina, abrió la nevera y sacó una botella de agua, pero antes de que pudiera abrirla, escuchó pasos detrás de ella. No tuvo que voltear para saber que era Robby. Su presencia era inconfundible.

—¿Tienes un segundo? —preguntó él con un tono juguetón que hizo que Tory se pusiera alerta.

Tory cerró la puerta de la nevera y se giró lentamente hacia él, encontrándose con su mirada. Robby se acercó, sus ojos brillando con esa mezcla de picardía y determinación que a veces la desarmaba.

—¿Ahora me hablas? —dijo ella, levantando una ceja con una sonrisa sarcástica. Sus manos sostenían la botella, pero la tensión entre ellos llenaba el aire.

—No lo hice antes porque... ya sabes, estamos rodeados de locos allá afuera —bromeó él, dando un paso más cerca. Sus ojos no se apartaban de los de ella, como si intentara leer lo que pasaba por su mente—. Pero ahora que estamos a solas...

Tory sabía a dónde iba esto, y aunque una parte de ella estaba dispuesta a enfrentarlo, otra parte no estaba segura de si quería cruzar esa línea. Sin embargo, antes de que Robby pudiera acercarse más, ella decidió que no iba a dejarle toda la iniciativa. De repente, le sonrió de manera juguetona, y Robby, quien esperaba una reacción más reservada, se sorprendió al ver que Tory podía ser mucho más atrevida de lo que pensaba.

—¿Crees que solo tú puedes jugar así? —dijo ella, dando un paso hacia él, sus ojos brillando con un atrevimiento que Robby no esperaba.

Robby se quedó un segundo desconcertado, pero rápidamente se recuperó, esbozando una sonrisa de satisfacción.

—¿Ah, sí? —respondió él, bajando la voz, claramente intrigado por esta nueva faceta de Tory.

—Sí —dijo Tory con confianza, acercándose aún más, tanto que casi podía sentir el calor de su cuerpo—. Pensé que después de todo lo que pasó, ya lo habríamos dejado claro, pero parece que no...

Robby entrecerró los ojos, intentando descifrar si estaba jugando o si hablaba en serio. El recuerdo de su casi beso en el evento estaba fresco en su mente. La tensión se había quedado ahí, flotando entre ellos.

—No creo que hayamos terminado esa conversación —dijo Robby en voz baja, acercándose aún más, pero esta vez fue Tory quien lo interrumpió, colocando un dedo sobre sus labios.

—Tal vez no —respondió ella suavemente, disfrutando del control de la situación—. Pero no va a ser tan fácil para ti.

La sonrisa en los labios de Robby se hizo más amplia. No estaba acostumbrado a que Tory lo desafiara de esta manera. Le gustaba. La tensión entre ellos creció por un momento más, como si ambos estuvieran esperando a ver quién cedería primero.

Pero antes de que pudiera pasar algo más, se escuchó una voz proveniente de la sala.

—¡¿Tory?! ¿Dónde estás? ¡Te necesitamos para decidir que vamos a beber! —gritó Sam desde el otro lado de la casa.

Tory se echó a reír, rompiendo la tensión, y se apartó ligeramente de Robby, dejándolo ahí, sorprendido y un poco frustrado por la interrupción.

—Parece que el deber me llama —dijo con una sonrisa divertida.

Tory miró a Robby por un segundo más antes de actuar. Con una rapidez inesperada, lo empujó suavemente contra la heladera, quedando a solo centímetros de su rostro. Robby no pudo disimular su sorpresa, pero antes de que pudiera decir algo, Tory le susurró:

—Yo también te quiero más que nunca.

Esas palabras dejaron a Robby completamente descolocado. Pero antes de que pudiera procesar lo que estaba ocurriendo, Tory se inclinó hacia él y, con un gesto suave y calculado, le dio un beso justo cerca de los labios, casi idéntico al que él le había dado en el evento pasado. Robby apenas pudo reaccionar cuando ella se apartó, sus ojos brillando con diversión y satisfacción.

—Nos vemos en la fiesta —dijo Tory, alejándose con una sonrisa, como si no hubiera pasado nada.

Robby se quedó apoyado contra la heladera, anonadado y sin saber cómo responder. Sentía su corazón latiendo con fuerza, su mente aún enredada en lo que acababa de pasar.

Tory salió de la cocina como si nada, un aire de confianza la rodeaba cuando se unió a Sam, Miguel y Yasmine en la sala.

—¿Lista? —preguntó Miguel, que ya había regresado de la cocina con la bandeja de postres vacía.

—Más que lista —respondió Tory con una sonrisa traviesa, mientras Sam y Yasmine la miraban curiosas.

Después de unos minutos más de charla y risas, todos comenzaron a despedirse. La tarde se había pasado volando y sabían que tenían que ir a sus casas a arreglarse para la fiesta. Sam fue la primera en irse, llamando un Uber para volver a su casa.

—Nos vemos luego, chicos. No se tarden, ¿si? —les dijo Sam antes de salir por la puerta.

Miguel se levantó también, agarrando las llaves de su auto.

—Tory, vámonos. Tenemos que pasar por la casa antes de que se nos haga tarde —dijo él, haciendo un gesto para que ella lo siguiera.

—Sí, ya voy —respondió Tory, despidiéndose de Yasmine y Robby.

Yasmine dio un abrazo a Tory y luego a Miguel, deseándoles que llegaran bien. Robby, aún algo anonadado por lo que había sucedido en la cocina, solo les dio un leve asentimiento con la cabeza mientras los veía salir.

Tory y Miguel se subieron al auto de él, y pronto se pusieron en marcha. Ambos vivían juntos debido al acuerdo entre sus familias, lo que hacía que sus idas y venidas fueran bastante cómodas.

—¿Qué pasó allá adentro? —preguntó Miguel, notando la sonrisa que Tory aún no podía borrar de su rostro.

—Nada importante —respondió Tory, mirando por la ventana, evitando los detalles. Aunque Miguel la conocía lo suficiente como para saber que estaba guardando algo.

—Lo que tú digas —dijo él con una sonrisa, arrancando el auto y conduciendo hacia su casa.

Mientras tanto, Robby también salió, subiendo a su propio auto con un gesto pensativo. Aún sentía el leve roce del beso de Tory en su piel, y aunque intentaba concentrarse en la fiesta que se avecinaba, no podía dejar de pensar en lo que había pasado.

En la noche

La estación de servicio estaba casi desierta cuando todos llegaron, uno por uno, vestidos de punta en blanco, listos para lo que iba a ser una noche memorable. Miguel estacionó su auto primero, seguido de Robby y finalmente el Uber de Sam. Yasmine ya estaba allí, inspeccionando las botellas en los estantes, asegurándose de que lo que llevaran a la fiesta fuera "de su nivel".

—¿Esto es lo mejor que tienen? —se quejó, levantando una botella de whisky añejo que costaba más que la mayoría de las bebidas que los becados habrían visto en su vida.

Después de hacer sus compras, todos se dirigieron hacia la casa de Eli, cada uno con una mezcla de emoción y desdén. Sabían que no serían bien recibidos, pero eso no les importaba. Llegar y causar revuelo era parte de su plan, y si podían provocar algunos dramas, tanto mejor.

Cuando llegaron a la fiesta, tal como esperaban, atrajeron todas las miradas. Algunos becados los miraban con curiosidad, otros con abierta hostilidad. Había tensión en el aire, y el contraste entre los dos grupos era más que evidente. La casa de Eli estaba decorada de forma sencilla, pero llena de gente, música a todo volumen y luces brillando desde el jardín.

No pasó mucho tiempo antes de que Eli, Moon y Demetri se acercaran, claramente incómodos con la llegada inesperada de los populares. Eli miró directamente a Robby, como siempre, con una expresión de desafío, mientras Demetri se cruzaba de brazos, y Moon, más preocupada, intentaba mantener la calma, pero sus ojos se desviaban constantemente hacia Yasmine.

Antes de que pudieran decir algo, Yasmine, con su usual actitud arrogante, dio un paso al frente.

—Les vinimos a animar su fiestesita —dijo con un tono de voz tan condescendiente que era imposible no percibir la provocación.

Con una sonrisa calculada, sacó la botella de whisky y la extendió hacia ellos.

—De nada —añadió, haciendo una ligera inclinación de cabeza, como si les estuviera haciendo un favor.

Moon, quien había intentado mantenerse tranquila hasta ese momento, no sabía cómo reaccionar. Sus ojos se encontraron con los de Yasmine, y no pudo evitar notar lo hermosa que se veía esa noche. La tensión entre ellas era palpable, y aunque Moon intentaba mantenerse firme, era imposible negar lo que sentía en ese momento. Su corazón latía con fuerza y su mente estaba en caos.

—¿Qué... qué haces aquí, Yasmine? —preguntó Moon, su voz sonando más nerviosa de lo que pretendía. Sabía que su relación con los populares estaba colgando de un hilo, pero ver a Yasmine ahí, tan segura y tan provocadora, la sacaba completamente de su zona de confort.

Eli y Demetri intercambiaron miradas. Ambos notaron la tensión entre Yasmine y Moon, pero Eli no estaba dispuesto a dejar que eso lo distrajera.

—¿En serio creen qué van a ser bienvenidos aquí? —intervino Eli, mirando directamente a Robby y Miguel, ignorando deliberadamente a Yasmine y Moon. La competencia entre ellos siempre había sido feroz, y esta noche no sería la excepción.

Robby se cruzó de brazos, sonriendo con burla.

—No te emociones tanto, Eli. Solo vinimos a mejorar la fiesta, que falta le hacía.

Demetri rodó los ojos, pero no dijo nada. Era evidente que la noche iba a estar llena de enfrentamientos, y aunque no lo admitirían en voz alta, la llegada de los populares ya había elevado la tensión a otro nivel.

Tory, con su usual actitud de superioridad, se acercó a Eli con una sonrisa que irradiaba provocación. Su botella de vodka, reluciente bajo las luces de la fiesta, colgaba de su mano, y la joven no perdió la oportunidad de captar la atención de todos los presentes.

—Eli, ¿dónde se supone que dejo esto? —preguntó fingiendo curiosidad, sus ojos desafiantes mientras movía la botella frente a él. El tono de su voz era una mezcla perfecta entre dulce y arrogante, y el ambiente se tensó al instante. Todos los ojos se posaron sobre ellos.

Eli la miró de arriba a abajo, su sonrisa burlona no desaparecía, pero su mirada se desvió por un segundo hacia Robby, como si quisiera invitarlo a un enfrentamiento implícito. Con la misma confianza de siempre, Eli se inclinó hacia Tory, acercando sus labios peligrosamente cerca de su oído.

—Yo puedo mostrarte dónde dejarla —le susurró, su voz baja y cargada de insinuación.

Tory, acostumbrada a estos juegos de Eli, revoleó los ojos con un gesto exagerado, mostrando su falta de interés en el coqueteo. A veces Eli podía ser un poco irritante, pero eso no quitaba que disfrutara de fastidiarlo de vuelta.

—No gracias —replicó Tory, sacudiendo la cabeza. Sin perder un segundo más en él, se giró hacia Moon, que estaba totalmente abstraída mirando a Yasmine. Sin pensarlo dos veces, Tory le pasó la botella.

—Toma, Moon. ¿Puedes encargarte de esto? —dijo, sacándola del trance en el que estaba sumergida. Moon, sorprendida por el contacto repentino, parpadeó un par de veces antes de reaccionar.

—¿Eh? Ah, sí... claro —respondió Moon, nerviosa, aferrando la botella de vodka entre sus manos mientras intentaba recomponerse. Los ojos de Yasmine todavía la atraían, pero sabía que en ese momento tenía que mantener la compostura.

Yasmine, que había estado observando la interacción, sonrió con cierta malicia. Sabía exactamente el efecto que tenía sobre Moon, y aunque nunca lo había dicho en voz alta, disfrutar de esa pequeña ventaja la hacía sentir poderosa. Sin embargo, no dejó que eso la distrajera mucho tiempo. Al notar la situación, decidió unirse al juego.

—Moon, querida, no seas tímida —comentó Yasmine, acercándose con una actitud despreocupada, sus ojos brillando con diversión—. Tenes algo mejor que hacer con esa botella que simplemente sostenerla.

Moon, sintiéndose aún más nerviosa por la cercanía de Yasmine, asintió sin saber muy bien qué responder. Por otro lado, Robby, que había estado observando la escena entre Tory y Eli con evidente disgusto, no pudo evitar soltar un comentario mordaz.

—Claro Tory, no pierdes ni un segundo en encontrar alguien que te entretenga, ¿verdad? —dijo con una sonrisa torcida, aunque había algo más profundo en su tono, una chispa de celos que intentaba disimular.

Tory lo fulminó con la mirada, pero no iba a dejar que Robby tuviera la última palabra tan fácilmente. Con un movimiento rápido, le dio un codazo en las costillas, provocando que él soltara un pequeño quejido.

—No seas idiota, Robby —le dijo con un tono firme, aunque una sonrisa traviesa asomaba en sus labios—. ¿Qué te cuesta ser un poco más... amable por una vez?

Robby, a pesar de la incomodidad, intentó mantener su fachada de dureza, aunque no pudo evitar fruncir el ceño por el golpe recibido.

—Yo soy amable... cuando quiero —respondió Robby, frotándose el costado. Pero su mirada se suavizó ligeramente mientras Tory lo observaba con una mezcla de diversión y advertencia.

Miguel, que había permanecido en silencio hasta ese momento, no pudo contenerse más. El intercambio entre Tory y Eli lo había puesto en alerta, y ver a Tory interactuar de esa manera con Robby solo aumentaba la tensión en su interior. Decidió intervenir, tratando de mantener la calma.

—Bueno, antes de que esto se ponga peor... ¿Por qué no simplemente dejamos las botellas y disfrutamos de la fiesta? —sugirió Miguel, intentando sonar neutral, pero era evidente que algo en su tono denotaba cierta incomodidad.

—¡Ay, Miguel, siempre tan diplomático! —bromeó Yasmine, burlándose de su intento de pacificar las cosas—. Deberías relajarte un poco más.

Robby, que había detectado el cambio en la actitud de Miguel, no perdió la oportunidad de lanzar un dardo.

—Claro, Miguel. Vos siempre tan dispuesto a mantener la paz, ¿verdad? —dijo con sarcasmo, sus ojos fijos en el—. Que aburrido.

Tory, sintiendo la creciente tensión entre los dos, intervino antes de que la situación escalara más.

—Ya basta, chicos. Estamos aquí para pasarla bien, no para discutir como siempre —dijo, lanzando una mirada de advertencia a ambos.

Eli, que hasta ese momento había estado disfrutando del espectáculo, sonrió con satisfacción. Estaba claro que el drama estaba en pleno apogeo, y él no podía estar más entretenido.

—¿Qué te pasa, Tory? —preguntó Eli, fingiendo una expresión inocente—. ¿No te gusta un poco de acción?

Tory le devolvió una mirada fulminante, pero decidió ignorarlo. No iba a darle el gusto de seguirle el juego.

—No hoy —dijo Tory, volviendo su atención a la fiesta mientras el grupo se mantenía en una extraña mezcla de tensión y diversión.

La fiesta continuaba, y aunque las tensiones entre los personajes seguían presentes, la música y el ambiente festivo lograron disipar un poco el malestar. Sin embargo, no pasó desapercibido para nadie que la noche estaba lejos de terminar, y que el drama entre ellos apenas comenzaba.

La música retumbaba en el aire mientras la fiesta seguía con naturalidad, o al menos eso parecía. Moon y Eli, con un ritmo sincronizado y pegajoso, bailaban muy juntos, sin importarles demasiado lo que ocurría a su alrededor. Moon había perdido parte de su habitual serenidad, entregándose al momento, pero no pudo ignorar las miradas de asco que Tory y Yasmine les lanzaban desde el otro lado de la sala.

—¿En serio? —murmuró Yasmine con evidente desprecio, cruzando los brazos mientras los observaba con desdén—. No sé cómo puede hacerlo.

Tory asintió, la mueca en su rostro no dejaba dudas de lo que opinaba de la situación.

—Es repugnante —respondió, aunque el disgusto en su voz no era tan fuerte como el de Yasmine. Sin embargo, había algo más en su expresión. Sus ojos no tardaron en distraerse cuando, a lo lejos, divisó a una figura familiar entre la multitud: Piper.

La chica del "incidente del jugo" estaba allí, moviéndose con la misma confianza y coquetería de siempre. Tory no pudo evitar sonreír, y sin pensarlo mucho, le hizo un gesto con la mano, invitándola a acercarse. Piper, siempre alerta a ese tipo de señales, sonrió de vuelta. Con su actitud despreocupada y provocadora, caminó hacia ellas.

Yasmine, que había estado murmurando algo sobre Eli y Moon, sintió como sus piernas flaqueaban de inmediato al ver a Piper acercarse. La sola presencia de la chica le provocaba una incomodidad que no lograba disimular. Todo su habitual aire de superioridad parecía desvanecerse frente a Piper, que siempre lograba ponerla nerviosa, aunque nunca lo admitiera.

Piper se detuvo justo frente a Tory y Yasmine, su mirada llena de seguridad. Le lanzó una sonrisa cómplice a Tory, antes de centrar toda su atención en Yasmine, cuyos labios temblaban ligeramente, un signo de que la fachada comenzaba a derrumbarse.

—Hola, chicas —saludó Piper, con esa voz suave y seductora que siempre usaba cuando quería provocar una reacción—. ¿Qué tal la fiesta?

Yasmine trató de componer su expresión, pero el nerviosismo era evidente en la rigidez de su postura. Apenas logró responder con un pequeño "bien", su voz sonaba quebrada, lo que no pasó desapercibido para Tory, que miraba la escena con una sonrisa satisfecha.

—Mucho mejor ahora que estás aquí —dijo Tory, disfrutando del momento mientras cruzaba los brazos, observando cómo Yasmine se esforzaba por mantener la compostura.

Piper se rió suavemente, sus ojos aún fijos en Yasmine, quien trataba de desviar la mirada sin éxito. La tensión entre ellas era palpable, y aunque Yasmine solía ser la que intimidaba a los demás, en ese momento parecía estar a merced de la presencia de Piper.

A unos metros de distancia, Moon, que seguía bailando con Eli, no pudo evitar notar la interacción. Sus movimientos se hicieron más lentos mientras observaba cómo Piper se acercaba a Tory y Yasmine. Sabía que Tory y Piper se conocían, pero no entendía cómo Yasmine encajaba en todo esto. Algo en la escena no le cuadraba.

—¿Qué pasa ahí? —preguntó Moon, su voz suave, apenas lo suficientemente alta para que Eli la escuchara.

Eli, aún concentrado en el baile, se encogió de hombros con indiferencia.

—Quién sabe. Tal vez Yasmine planea más drama. No sería raro en ella.

Moon frunció el ceño, claramente desconcertada por la situación. No era solo la presencia de Piper lo que la intrigaba, sino la forma en que Yasmine parecía perder el control. Desde que la conocía, Yasmine siempre había sido una chica segura de sí misma, impenetrable, pero esta vez... era diferente.

Mientras tanto, Piper seguía entretenida con el evidente nerviosismo de Yasmine. Decidió intensificar las cosas un poco más, acercándose peligrosamente hasta quedar a solo unos centímetros de ella.

—¿Te sientes bien, Yasmine? —preguntó Piper, su tono tan inocente como malicioso, mientras jugaba con un mechón de su propio cabello—. Estás un poco pálida.

Yasmine tragó saliva, incapaz de pronunciar palabra, su nerviosismo era cada vez más evidente. Tory, por su parte, observaba con satisfacción, disfrutando de la escena que había ayudado a crear. Sabía que Piper tenía ese efecto en las personas, y aunque solía reservar ese tipo de provocaciones para otras víctimas, ver a Yasmine en esa situación era simplemente demasiado bueno para dejarlo pasar.

—No me digas que te asusta un poco de compañía femenina —añadió Piper, inclinando la cabeza con una sonrisa divertida, mientras acariciaba ligeramente el brazo de Yasmine, provocando que la otra chica diera un pequeño respingo.

Yasmine, desesperada por recuperar el control de la situación, trató de responder, pero sus palabras salieron entrecortadas.

—N-no, para nada... —logró decir, aunque su tono no convencía a nadie.

Tory soltó una pequeña risa, y con una mirada cómplice hacia Piper, decidió añadir un poco más de leña al fuego.

—Yasmine siempre es así de... ¿cómo decirlo? —dijo Tory con falsa inocencia—. Un poco tensa cuando alguien... interesante se acerca. ¿No es cierto, Yasmine?

Yasmine la fulminó con la mirada, pero no podía negarlo. Estaba acorralada. Piper la observaba con una sonrisa satisfecha, y Tory disfrutaba cada segundo de su incomodidad. Parecía que, por una vez, Yasmine no tenía el control de la situación.

Moon, desde lejos, observaba cada detalle con una creciente sensación de inquietud. El comportamiento de Yasmine la sorprendía, y aunque no podía descifrar exactamente qué pasaba entre ellas, una cosa era segura: la presencia de Piper había cambiado la dinámica de la noche.

La música seguía vibrando en cada rincón de la fiesta, mientras Piper y Yasmine, contra todo pronóstico, habían comenzado a bailar juntas. Aunque Yasmine al principio parecía reticente, con el tiempo fue dejándose llevar por los movimientos y la cercanía de Piper. La incomodidad en su rostro lentamente daba paso a algo más, una mezcla de nerviosismo y curiosidad que la mantenía en constante tensión.

Por otro lado, Tory, que había decidido disfrutar de su botella de vodka, bailaba sola cerca de donde Robby y Miguel reían de alguna tontería que sólo ellos entendían. Sam, mientras tanto, permanecía en un rincón, claramente fuera de lugar y visiblemente incómoda con la atmósfera de la fiesta. Observaba la escena con una mezcla de recelo y aburrimiento, incapaz de disfrutar como los demás.

De repente, Tory sintió una mano sobre su espalda. Su primera reacción fue la que cualquier persona que conocía su carácter esperaba: estaba a punto de girarse y lanzar un golpe, pero algo la detuvo. Su cuerpo se congeló por un segundo antes de voltearse lentamente, encontrándose de frente con una cara que hacía años no veía.

—¿Xander? —murmuró, con una mezcla de incredulidad y sorpresa en su voz.

Frente a ella, con una amplia sonrisa, estaba su viejo amigo de la infancia, Xander Quinn. Los recuerdos de años pasados la golpearon con fuerza, y antes de que pudiera reaccionar del todo, se lanzó a sus brazos, abrazándolo con una fuerza que claramente indicaba lo mucho que había extrañado verlo. Tory se colgó de él, apretando el abrazo como si no quisiera soltarlo jamás.

—¡Xander! No lo puedo creer, ¿qué haces aquí? —preguntó con entusiasmo, mientras él correspondía al abrazo, riendo.

—Sabía que estarías en esta fiesta —respondió él, su tono relajado y divertido—. No podía perderme la oportunidad de ver a mi vieja amiga.

El reencuentro no pasó desapercibido. Desde su rincón, Yasmine, que aún bailaba con Piper, se detuvo abruptamente, observando la escena con una expresión que oscilaba entre la confusión y el desagrado. Robby también notó el momento, sus ojos se estrecharon al ver la cercanía entre Tory y Xander, mientras Miguel mantenía una sonrisa tensa en su rostro, claramente tratando de no dejar que el pequeño encuentro lo afectara.

—¿Quién es ese? —murmuró Robby por lo bajo, dirigiéndose a Miguel mientras cruzaba los brazos.

—Viejo amigo de Tory —respondió Miguel, su tono despreocupado, aunque sus ojos no dejaban de seguir cada movimiento de Quinn—. Su mamá siempre hablaba maravillas de él.

Sam, por su parte, estaba más interesada en cualquier cosa que la distrajera de su propio aburrimiento. Observó con una mezcla de curiosidad y desdén, aunque mantenía su distancia, sin intención alguna de involucrarse.

Después de un rato poniéndose al día, Tory decidió que era el momento de presentar a Xander al resto del grupo. Con una sonrisa traviesa, lo agarró de la mano y lo llevó hacia donde estaban los demás. Robby la miró con escepticismo mientras Miguel ajustaba su postura, claramente preparándose para lo que vendría.

—Chicos, quiero que conozcan a Xander —dijo Tory, señalándolo con una mano—. Es un viejo amigo de la infancia.

—¿Viejo amigo? —preguntó Yasmine, con una ceja levantada mientras miraba a Xander de arriba a abajo, todavía algo molesta por la interrupción. Piper, a su lado, observaba la escena con una sonrisa divertida, como si disfrutara del drama implícito en cada movimiento.

Xander, siempre relajado y sociable, saludó a todos con una sonrisa amistosa.

—Hola a todos —dijo, su tono despreocupado—. He escuchado bastante sobre algunos de ustedes, especialmente de ti, Miguel.

La mención a Miguel capturó la atención de todos, y el propio Diaz se tensó ligeramente, aunque intentó disimularlo.

—¿Ah, sí? —respondió Miguel, su tono claramente más seco de lo habitual—. Bueno, imagino que ya sabes que Tory y yo vivimos juntos.

Xander soltó una pequeña risa, sin perder ni un ápice de su buen humor.

—Sí, sí. El famoso trato, ¿verdad? —dijo, guiñando un ojo, burlón—. Ya me enteré de todo eso.

Miguel mantuvo la sonrisa, pero cualquiera que lo conociera lo suficiente sabría que no estaba del todo cómodo. La conversación se había vuelto una especie de sutil enfrentamiento, uno que no estaba dispuesto a perder.

—Es bueno que lo sepas —respondió Miguel con una pequeña inclinación de cabeza—. Así estamos todos en la misma página.

Robby, que hasta ese momento había permanecido en silencio, se cruzó de brazos y miró a Xander con una expresión dura, casi retadora.

—Robby —se presentó de manera cortante, sin molestarse en extender la mano.

Antes de que la tensión pudiera aumentar, Tory intervino de inmediato, lanzando un codazo a Robby, quien la miró sorprendido.

—¡Compórtate! —le dijo en voz baja, rodando los ojos—. Xander es un amigo, no un enemigo.

Robby resopló, pero no respondió. Sin embargo, su mirada hacia Xander seguía siendo fría.

Sam, que había estado observando todo desde un rincón, decidió finalmente hacer su aparición.

—Sam —dijo sin mucho entusiasmo mientras cruzaba los brazos, claramente sin intención de prolongar la conversación.

Xander la miró por un momento, una sonrisa pequeña pero amistosa en su rostro.

—Un gusto, Sam —respondió antes de voltear de nuevo hacia Tory—. Parece que tienes un grupo interesante de amigos, Tory.

Nichols soltó una pequeña risa, todavía manteniendo la cercanía con Quinn.

—Sí, bueno, eso es discutible —bromeó, lanzando una mirada a Robby y luego a Miguel.

Piper, que hasta ese momento había estado bastante callada, decidió unirse a la conversación, mirando a Xander con interés.

—¿Y tú, Xander? ¿Te quedas mucho tiempo en la ciudad o es solo una visita corta? —preguntó con su tono seductor de siempre.

Xander sonrió y se encogió de hombros.

—Eso depende. Vine por trabajo, pero si la fiesta se pone buena, tal vez me quede un poco más.

Tory soltó una pequeña carcajada, disfrutando del ambiente relajado que traía la presencia de Xander.

—Bueno, eso depende de nosotros, ¿no? —respondió, guiñándole un ojo.

La tensión entre Robby, Miguel y Xander era innegable, pero de alguna manera, la presencia relajada de Xander parecía suavizar las cosas, al menos por el momento.

La fiesta seguía con la misma energía vibrante de siempre. Las luces bailaban al ritmo de la música, mientras Tory y Xander se movían al compás junto a Yasmine y Piper. Las risas y los movimientos coordinados entre ellos, especialmente las bromas que intercambiaban Yasmine y Piper, mantenían la atmósfera relajada, aunque el resto del grupo, especialmente los "amargados", como Tory los llamaba, parecían estar fuera de lugar.

Miguel, Robby y Sam se mantenían alejados, como si el entusiasmo de la fiesta no los tocara en lo más mínimo. Los tres estaban en su propio rincón, observando a los demás desde la distancia, cada uno con su propio motivo para no mezclarse con el resto.

Tory, que había notado esa energía apagada, giró sobre sus talones mientras bailaba con Xander. Con una sonrisa traviesa, se le ocurrió una idea para sacar a esos tres de su rincón oscuro. Sin pensarlo dos veces, dejó de bailar abruptamente, tomó la mano de Xander y lo arrastró fuera de la pista de baile.

—¿A dónde vamos? —preguntó Xander entre risas, sorprendido por la repentina interrupción.

—Ya verás —respondió Tory, sin detenerse ni mirar atrás.

Se dirigió hacia el rincón donde los tres se mantenían apartados, con la mirada baja y los brazos cruzados. Robby, Miguel y Sam apenas levantaron la vista cuando Tory se acercó, pero ella no los dejó ignorarla por mucho tiempo.

—¡Xander, te presento a Sam, nuestra reina del drama! —dijo con una sonrisa mientras empujaba a Xander suavemente hacia Sam.

Sam, que estaba apoyada contra la pared, levantó una ceja, visiblemente confundida por el repentino entusiasmo de Tory. Miró a Xander con una mezcla de curiosidad y desinterés, pero Xander, siendo tan sociable como siempre, se inclinó ligeramente hacia ella.

—Hola, Sam —dijo con una sonrisa—. No sabía que estaba en presencia de la realeza.

Sam no pudo evitar una pequeña sonrisa a pesar de sí misma. Tory, satisfecha con la pequeña chispa de interacción, decidió que su plan estaba funcionando.

—No me digas que vas a pasar toda la noche aquí, encerrada en tu nube de mal humor —Exclamo Tory, burlándose suavemente de Sam—. Xander, te dejo la misión de sacarla de ese estado de ánimo.

—Reto aceptado —respondió Xander, lanzando una mirada cómplice a Tory.

Con Sam relativamente entretenida, Tory se giró rápidamente hacia Miguel y Robby, que la miraban con desconfianza. Sabía que los dos estaban incómodos, pero no estaba dispuesta a dejarlos seguir siendo espectadores de la fiesta.

—Y ustedes dos, los amargados oficiales de la noche, ¡vengan conmigo! —ordenó, agarrándolos a ambos del brazo antes de que pudieran protestar.

Diaz frunció el ceño, claramente no entusiasmado por la idea, pero Nichols no le dio opción. Lo arrastró con una sonrisa juguetona, mientras Robby, aunque algo reticente, la seguía sin mucho esfuerzo. Era imposible ignorar la energía magnética que Tory emanaba, y aunque intentaban resistirse, pronto se vieron envueltos en su plan.

—¿Qué mierda estás haciendo, Tory? —preguntó Miguel, intentando disimular su irritación mientras Tory lo empujaba más cerca de la pista de baile.

—¿Yo? Salvar esta fiesta de ustedes tres, que la están haciendo más aburrida de lo que debería ser —respondió Tory con una carcajada, empujando a ambos chicos hacia el centro.

Robby, siempre en su modo reservado y con los brazos cruzados, intentó mantenerse firme, pero Tory no le dejó espacio para quejarse.

—Vamos, Robby, no te hagas el duro. Sé que tienes ritmo, aunque lo escondas —dijo Tory, guiñándole un ojo mientras lo jalaba más cerca.

Miguel, todavía algo desconfiado, la miró con una sonrisa a medias. Pero aunque no lo admitiera, Tory sabía que él también se estaba relajando poco a poco. Lo conocía lo suficiente para notar cuando estaba por ceder.

—No me vas a dejar en paz hasta que baile, ¿verdad? —preguntó Miguel finalmente, resignado.

Tory sonrió triunfante.

—Exactamente.

Sin más preámbulos, Tory comenzó a moverse al ritmo de la música, empujando a Miguel y Robby para que la siguieran. Al principio, ambos se resistieron, pero pronto comenzaron a soltarse, obligados por la energía de Tory y la insistencia de la música. En algún momento, Miguel incluso esbozó una sonrisa completa, mientras Robby finalmente cedió, moviéndose al compás, aunque lo hacía de manera más relajada y contenida.

Desde la distancia, Sam observaba cómo Xander intentaba mantener una conversación con ella. Aunque Sam era notoriamente difícil de impresionar, la forma relajada y despreocupada de Xander la mantenía interesada. Después de unos minutos, se encontró riendo suavemente por una broma que él había hecho, algo que sorprendió a ambos.

—Veo que te estás divirtiendo más de lo que admites —comentó Xander con una sonrisa, inclinándose hacia ella.

—Solo un poco —respondió Sam, intentando mantener su aire distante, pero claramente relajándose.

Mientras tanto, en la pista de baile, Tory seguía guiando a Miguel y Robby, cada vez más animada, mientras el ambiente de la fiesta comenzaba a cambiar. Yasmine y Piper, que seguían bailando juntas, miraron la escena con una mezcla de diversión y disgusto, especialmente Yasmine, que parecía estar evaluando cada movimiento de Tory y los chicos.

—¿Esto es lo que se considera una fiesta? —preguntó Yasmine con tono sarcástico, lanzando una mirada rápida a Piper.

—Creo que se está poniendo interesante —respondió Piper con una sonrisa pícara, moviéndose más cerca de Yasmine mientras seguían bailando.

La fiesta seguía su curso, pero con Tory al mando, las cosas habían dejado de ser predecibles.





Holaaaa ,mi capítulo más largo hasta ahora 13680 palabras.
Y también paso a comentarles sobre mi nueva historia

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