16:Declaracion y jugo
Yasmine respiraba con dificultad, tratando de mantener la compostura, pero las palabras de Moon se habían clavado en ella más de lo que quería admitir. Moon se había acercado un poco más, pero Yasmine, llena de rabia y dolor, dio un paso atrás, levantando una mano como si intentara mantenerla a distancia.
—No entiendo porque te importa tanto —repitió Yasmine, con la voz quebrada, pero su tono seguía siendo defensivo—. Después de todo lo que ha pasado... después de que me ignoraste por el nuevo.
Moon se detuvo en seco, dejando caer sus brazos a los costados, tratando de encontrar las palabras adecuadas. Sabía que Yasmine tenía razón en cierta forma. Durante el tiempo que había pasado con Eli, había dejado de lado a Yasmine, y aunque no lo había hecho a propósito, se había dado cuenta de lo mucho que había afectado a su amiga.
—Yasmine, no es que haya elegido a Eli sobre ti. Nunca fue así —dijo Moon, con sinceridad—. Es solo que... con él las cosas eran fáciles, y contigo... las cosas se complicaron.
Yasmine soltó una risa amarga.
—¿Complicado? —repitió con sarcasmo—. ¿Es eso lo que soy para ti? Una complicación. Pues mira, Moon, no me sorprende. Siempre has sido así, siempre eliges el camino fácil.
Moon sintió el golpe de esas palabras, pero se mantuvo firme. No iba a dejar que Yasmine la alejara esta vez.
—No fue eso, Yas —dijo con calma, dando otro paso hacia ella—. Sabes que no es verdad. Pero tú también sabes que cuando me dijiste cómo te sentías... todo cambió para mí. Yo nunca había pensado en ti de esa manera, y no sabía cómo manejarlo. Me asusté.
Los ojos de Yasmine se oscurecieron, una mezcla de tristeza y frustración.
—¿Te asustaste? —preguntó, apretando los labios mientras trataba de contener las lágrimas—. Así que simplemente te alejaste, como si nada.
Moon tragó saliva, intentando mantener la serenidad.
—Me alejé porque no sabía cómo enfrentar lo que sentía —admitió, su voz ahora apenas un susurro—. Porque... no quería arruinar lo que teníamos. Pero ahora, Yasmine... ahora me doy cuenta de que quizás también siento algo por ti. No lo había entendido hasta que dijiste lo que dijiste. Y tal vez es por eso que no puedo dejar de preocuparme por ti, porque una parte de mí...
Yasmine cerró los ojos con fuerza, negándose a escuchar más. No podía soportar la idea de que, después de todo, Moon estuviera confundida. Había imaginado esta confesión tantas veces, pero ahora que estaba ocurriendo, no podía manejar el peso de sus emociones.
—No —dijo Yasmine con firmeza, interrumpiendo a Moon antes de que pudiera terminar—. No quiero escuchar más. Ya no me importa.
Sus palabras eran duras, pero Moon pudo ver la vulnerabilidad detrás de ellas. Yasmine estaba lastimada, demasiado dolida para aceptar lo que estaba ocurriendo entre ellas. Antes de que Moon pudiera reaccionar, Yasmine dio media vuelta, caminando hacia la puerta con pasos rápidos y decididos.
—Yasmine, espera... —intentó decir Moon, pero Yasmine ya había salido del baño, dejando a Moon sola, con las palabras colgando en el aire.
Moon se quedó quieta, mirando hacia la puerta cerrada, sintiendo el vacío que Yasmine había dejado tras de sí. Cerró los ojos por un momento, tratando de calmar su respiración, pero el peso de lo que acababa de suceder la abrumaba.
Sabía que Yasmine estaba herida, y no podía culparla. Había cometido errores, había dejado que sus propios miedos se interpusieran en su amistad. Pero ahora, todo parecía más complicado que nunca. Los sentimientos que había empezado a reconocer dentro de sí eran nuevos, confusos, y no estaba segura de cómo enfrentarlos.
Finalmente, Moon soltó un suspiro profundo, sintiendo una mezcla de frustración y tristeza. Sabía que Yasmine necesitaba tiempo, pero también sabía que esto no había terminado. Tal vez había dejado escapar la oportunidad de aclarar las cosas, pero no se rendiría tan fácilmente.
Con una última mirada al espejo, Moon se apartó del lavabo y salió del baño. El pasillo estaba en silencio, el eco de sus pasos resonando suavemente. Sabía que encontraría a Yasmine más tarde, pero por ahora, tendría que esperar, dejar que las emociones se asentaran antes de volver a intentarlo.
Mientras caminaba hacia el salón, Moon se preparaba para lo que vendría. Esto no había terminado, y aunque Yasmine la había dejado con las palabras en la boca, Moon no dejaría que fuera el final de su historia.
En otro lado
Eli necesitaba un respiro, un momento de calma para despejar su mente de todo lo que estaba sucediendo a su alrededor. El bullicio de la institución se había vuelto sofocante, y nada le parecía más liberador que un chapuzón en la piscina. Mientras caminaba por el pasillo que llevaba a la zona de la piscina, escuchaba el eco de sus pasos y el suave zumbido del aire acondicionado. Todo parecía indicar que tendría la piscina para él solo.
Sin pensarlo mucho, Eli se cambió el uniforme y se puso la ropa de natación, listo para lanzarse al agua. Pero justo cuando estaba a punto de saltar, una figura emergió de la superficie cristalina de la piscina, dejándolo paralizado. Era Tory.
Su cabello húmedo caía en ondas perfectas sobre sus hombros y su piel brillaba bajo las luces del techo. La figura de Tory, con su traje de baño rojo, lo dejó sin palabras por un segundo. Pero esa impresión se desvaneció rápidamente cuando se encontró con su mirada. Los ojos verdes de Victoria lo fulminaban y Mozkowitz no tardó en recordar porque ella estaba tan enojada con él.
Tory nadó hasta el borde de la piscina y salió del agua con movimientos fluidos, cada paso seguro y firme. Eli tragó saliva al verla caminar hacia él, sintiendo cómo su presencia lo sobrepasaba. Sabía que estaba en problemas.
—¿Qué haces aquí? —le espetó Tory, sin molestarse en ocultar la hostilidad en su voz.
Eli, que había recuperado algo de compostura, intentó mostrarse casual, aunque por dentro sentía que la tensión lo asfixiaba.
—Solo quería nadar un rato... no sabía que estabas aquí —dijo, intentando no sonar nervioso, pero sabía que su tono traicionaba el malestar que sentía.
La rubia se acercó más, acortando la distancia entre ellos de manera intimidante. A medida que se acercaba, Eli no pudo evitar sentirse aún más nervioso. Había algo en la mirada de Nichols, en cómo se movía con esa mezcla de furia y seguridad, que hacía que su corazón latiera con fuerza.
—¿De verdad? —dijo Tory, con sarcasmo mientras se cruzaba de brazos—. ¿O viniste a ver si todavía puedes fastidiar a Robby después de lo de la fiesta? Tal vez piensas que puedes seguir jugando con las personas como si no importaran
Eli dio un paso atrás, intentando mantener la calma, pero las palabras de Tory lo atravesaban como flechas. Sabía a lo que se refería, y no podía negarlo, pero tampoco quería mostrarse débil frente a ella.
—No fue así, Tory —intentó defenderse, aunque su voz sonaba más débil de lo que esperaba—. No quise hacerte daño...
—¿No? —lo interrumpió ella, dando un paso más cerca. El espacio entre ambos era mínimo ahora, y Eli apenas podía sostener la mirada de Tory sin sentir cómo su corazón martillaba en su pecho—. ¿No querías hacerme daño cuando me usaste para fastidiar a Robby? —Sus palabras estaban llenas de veneno y Eli sintió cómo cada una le golpeaba directo en el estómago.
El silencio se hizo pesado, la tensión entre ambos se palpaba en el aire. Eli intentaba mantenerse firme, pero la cercanía de Tory, su mirada furiosa y el hecho de que estaba en traje de baño hacían que le fuera imposible concentrarse. Sentía que palidecía, nervioso por la mezcla de emociones que lo recorrían.
—Tory, por favor... —comenzó, con un tono que intentaba ser conciliador—. Fue un error, lo admito. No quise que las cosas terminaran así.
Pero Tory no parecía dispuesta a escuchar sus excusas. Se acercó aún más, tanto que Eli casi podía sentir el calor de su piel.
—Claro becado, todo es un error contigo, ¿no? —le espetó, sus ojos llenos de rabia—. Me utilizaste, y luego fuiste a besarte con Moon como si yo no fuera más que un juego para ti. No sé qué es peor, que pienses que soy tan estúpida como para no darme cuenta, o que creas que puedes venir aquí y todo estará bien con una disculpa barata.
Eli apretó los labios, sintiendo el peso de sus palabras. Quería defenderse, explicar lo que había pasado, pero no había nada que decir que pudiera mejorar la situación. Había cometido errores, y ahora estaba enfrentando las consecuencias. Intentó desviar la mirada, pero la rubia no se lo permitió, clavando sus ojos en él como si pudiera ver directamente a través de él.
—No te preocupes —continuó Tory, su tono más frío ahora—. Ya aprendí mi lección. No necesito a nadie que me utilice para sus juegos. Menos a ti.
Eli se quedó en silencio, incapaz de responder. Las palabras de Tory resonaban en su cabeza, dejándolo completamente expuesto ante ella. Sabía que había perdido algo valioso, y no estaba seguro de si podría recuperarlo.
Eli, viendo cómo Tory intentaba alejarse, no podía dejar que el momento se desvaneciera sin más. La culpa y la necesidad de enmendar su error lo impulsaron a actuar. Con un movimiento rápido, tomó el brazo de Tory antes de que ella pudiera dar otro paso. El contacto fue firme, pero no agresivo. Tory se detuvo en seco, el shock pintado en su rostro mientras se giraba bruscamente para mirarlo. Sus ojos se entrecerraron, reflejando enojo e incredulidad, pero había algo más: sorpresa.
—¿Qué crees que estás haciendo? —su voz era cortante, llena de irritación.
Eli no titubeó, manteniendo su agarre en el brazo de Tory, aunque con menos presión que al inicio. Sentía la tensión de su cuerpo, la energía reprimida que amenazaba con estallar en cualquier momento.
—No quiero que las cosas terminen así. —Su tono era urgente, casi suplicante—. No puedo dejar que te vayas sin al menos intentar arreglar esto.
Tory lo miró con dureza, pero no se soltó de inmediato. Había algo en la sinceridad de sus palabras que la hizo detenerse, aunque no estaba dispuesta a admitirlo.
—¿De verdad? —respondió ella con sarcasmo, sacudiendo su brazo para tratar de liberarse, aunque Eli no la soltó—. Después de lo que hiciste en la fiesta, ¿esperas qué te perdone solo porque lo pides?
La mirada de Eli se suavizó mientras la mantenía cerca. Sabía que se había pasado de la raya. Había jugado con los sentimientos de Tory sin considerar el daño que estaba causando, cegado por su deseo de fastidiar a Robby. Ahora se sentía como un idiota, y eso se reflejaba en sus ojos, en la forma en que su cuerpo se inclinaba ligeramente hacia ella, como si estuviera rogando por otra oportunidad.
—Lo sé, fui un imbécil. —Su voz sonaba genuinamente arrepentida—. Y no tengo excusas. Te usé para molestar a Robby, pero nunca fue mi intención herirte a ti. Te juro que lo lamento.
Tory levantó una ceja, cruzando los brazos frente a su pecho mientras lo miraba con escepticismo. Sabía que Eli era bueno con las palabras, que podía convencer a cualquiera si se lo proponía. Pero ella no era cualquiera, y no estaba dispuesta a caer tan fácilmente en sus disculpas.
—¿Me lo juras? —dijo Tory, su tono lleno de desdén—. ¿Y cómo sé que no es otra de tus jugadas, Eli?.No voy a ser tu títere de cuarta.
Eli soltó el brazo de Tory, permitiéndole el espacio que parecía buscar. Pero en lugar de alejarse, Tory se quedó en su lugar, mirándolo expectante. Sabía que había algo más, y Eli lo sabía también.
—Puedo pedirte perdón en todos los idiomas si es necesario. —Eli intentó un pequeño gesto de humor, aunque su rostro reflejaba la seriedad de la situación—. Te lo pediría en chino, en ruso, lo que haga falta con tal de que me escuches.
Tory no pudo evitar rodar los ojos, aunque una pequeña sonrisa se formó en la comisura de sus labios. No era una sonrisa de alegría, sino más bien de reconocimiento de lo absurdo que era todo aquello.
—Sabes, Mozkowitz... —La rubia dio un paso hacia él, cerrando la distancia entre ambos. Su voz se volvió más baja, casi un susurro—. Si de verdad quieres mi perdón, tendrás que ganártelo.
Eli tragó saliva, notando cómo el ambiente entre ellos cambiaba. La tensión era palpable, pero ya no solo por el enojo. Tory había dejado de estar en guardia y ahora lo estaba poniendo a prueba. Cada fibra de su ser estaba enfocada en ella, en la proximidad de sus cuerpos, en la intensidad que se había apoderado del momento.
Tory, jugando con el nerviosismo que veía en Eli, dejó que su cuerpo se acercara aún más, hasta el punto en que apenas había espacio entre ellos. Sentía el calor que emanaba de él, su respiración entrecortada, y sabía que lo tenía en la palma de su mano. Su mirada se desvió hacia la mano de Eli, que vacilaba a la altura de su cintura, insegura de que hacer.
—Vamos, Eli... —dijo ella en tono provocador, inclinando la cabeza ligeramente hacia él—. Demuéstrame cuánto lo lamentas.
Eli, con el corazón acelerado y la mente a mil por hora, dejó que su mano finalmente descansara en la cintura de Tory, sintiendo la suavidad de su piel bajo la tela mojada de su traje de baño. El contacto era tentativo, pero suficiente para hacer que su mente se llenara de pensamientos confusos. Había una mezcla de deseo y arrepentimiento, de querer corregir sus errores y al mismo tiempo dejarse llevar por lo que estaba sucediendo en ese instante.
Tory, por su parte, disfrutaba del control que sentía sobre él. Se había prometido no dejar que Eli se saliera con la suya tan fácilmente, y ahora tenía la oportunidad de devolverle algo de lo que él le había hecho. Se acercó un poco más, lo suficiente como para que sus labios casi rozaran los de Eli, provocando una tensión insoportable entre ambos. Eli apenas podía respirar, atrapado entre la expectativa y la incertidumbre de lo que vendría.
Cuando parecía que el momento iba a culminar en un beso, cuando Eli estaba a punto de ceder por completo a la cercanía de Tory, todo cambió en un instante. Con una sonrisa astuta y maliciosa, Nichols lo empujó con fuerza, sorprendiendo completamente al chico, quien perdió el equilibrio y cayó de espaldas al agua. El chapoteo fue fuerte, y el agua lo envolvió por completo mientras él trataba de mantenerse a flote.
Tory se quedó de pie al borde de la piscina, observando a Eli con una sonrisa de satisfacción en los labios. Sus ojos brillaban con ese toque de desafio que tanto la caracterizaba.
—¿De verdad pensaste qué te iba a perdonar tan fácilmente? —dijo, riendo suavemente mientras se agachaba al borde de la piscina a ver a Eli ,quien flotaba en la piscina con el rostro lleno de incredulidad.
Eli tosió un poco, sacudiendo el agua de su cara mientras trataba de recuperarse de la sorpresa. La piscina estaba fría, pero la humillación que sentía en ese momento era aún peor. Miró hacia arriba, encontrándose con la expresión triunfante de la rubia.
—Bueno... —Eli dejó escapar una risa amarga, aún en el agua—. Supongo que me lo merecía.
Tory inclinó la cabeza, mirándolo desde arriba con una sonrisa de satisfacción.
—Oh, definitivamente te lo merecías —respondió ella, disfrutando cada palabra—. Y si vuelves a ser un imbécil conmigo, te aseguro que esto no será lo peor que te pase.
Eli la miró, empapado y con una mezcla de frustración y diversión en el rostro. Sabía que Tory no iba a dejarlo salirse con la suya tan fácilmente, pero de alguna manera, el hecho de que todavía estuvieran hablando —aunque fuera con amenazas y humor— le daba una pequeña esperanza.
—Me lo pensaré dos veces antes de cruzarme contigo otra vez —dijo Eli, tratando de mantener su dignidad mientras nadaba hacia el borde de la piscina.
Tory se encogió de hombros, levantándose y girando sobre sus talones para alejarse.
—Más te vale, becado.—Respondió la rubia entre risas para luego marcharse—.
Tory, tras su pequeña victoria sobre Eli, se dirigió a los vestidores con una sonrisa triunfante en los labios. El ambiente húmedo del lugar le envolvía mientras se quitaba el traje de baño, aún fresco por la reciente natación. El agua la había relajado, calmando el fuego de su enojo, y la imagen de Eli cayendo al agua seguía dándole motivos para reír.
Se secó el cuerpo y el cabello con una toalla, pero dejó algunos mechones húmedos caer por sus hombros. Con cuidado, se colocó el uniforme de la institución, una camisa blanca ajustada y una falda corta que resaltaba su figura. Se ató el cabello en una coleta baja, dejando algunas gotas caer sobre su espalda, y se miró en el espejo. Estaba lista, y su humor era inmejorable. El eco de sus tacones resonaba en el pasillo mientras salía de los vestidores.
La cara de Eli cuando cayó en la piscina, ese gesto de sorpresa seguido de su frustración, le provocaba una risa silenciosa que aún no podía contener. Era raro que algo tan simple la pusiera de tan buen humor, pero hoy, después de todo lo que había pasado, lo necesitaba. Nada, pensó, podría arruinar ese momento.
Decidió que era hora de ir a la cafetería y buscar algo para merendar. El hambre empezaba a hacerse notar, y el pasillo que conducía al comedor estaba relativamente vacío. Sin embargo, al doblar una esquina, chocó de frente con Miguel.
—¡Hey! —exclamó Tory, dando un paso atrás mientras sus ojos se encontraban con los de él. Pero algo en la expresión de Miguel la hizo detenerse. No era la cálida mirada de siempre, no esta vez. Había algo en él, una tensión en sus hombros y una rigidez en su mandíbula que le indicaba que algo no estaba bien.
—¿Qué pasa contigo? —preguntó Tory, arqueando una ceja.
Miguel no respondió de inmediato. Respiraba con dificultad, como si hubiera corrido un maratón para llegar hasta ella, y su rostro estaba marcado por una mezcla de frustración y enojo. Sus manos estaban apretadas en puños, y cuando finalmente habló, su tono era mucho más frío de lo que Tory había anticipado.
—¿Qué hacías en la piscina? —preguntó él, su voz cargada de tensión. No era una pregunta casual, no con ese tono. Miguel ya sabía la respuesta, pero quería oírlo de ella.
Tory lo miró sorprendida al principio, pero enseguida su expresión se endureció. No le gustaba que la interrogaran, y mucho menos cuando no había hecho nada malo. Se cruzó de brazos, manteniendo su postura desafiante.
—Si me lo preguntas supongo que ya lo sabes—respondió, con ese tono frío que solía usar cuando se sentía atacada. Pero en el fondo, algo en la actitud de Miguel la inquietaba. No había esperado encontrarlo tan agitado, y mucho menos que su primer comentario fuera sobre Eli.
Miguel soltó una risa seca, incrédula, y desvió la mirada por un momento antes de volver a clavar sus ojos en los de Tory.
—Te vi. —Las palabras cayeron como un balde de agua fría. Había un peso en su tono que hacía evidente lo que venía—. Vi todo en las cámaras.
Tory se quedó helada. Claro, había olvidado que Miguel tenía acceso a las cámaras de la institución. Eso significaba que había visto su pequeño momento con Eli en la piscina, cómo se había acercado a él, cómo lo había dejado tocarla antes de empujarlo al agua. Sintió una mezcla de frustración y rabia creciendo en su interior.
Tory se quedó en silencio por unos instantes, observando la tensión en los hombros de Miguel, las líneas de preocupación marcadas en su rostro. Aunque su primer instinto había sido responderle con dureza, sabiendo cómo defenderse y desafiar cualquier ataque, algo dentro de ella se suavizó. Miguel no era como Eli o Robby. Lo que veía en sus ojos no era pura rabia o deseo de control, era algo más profundo, algo que tenía que ver con su conexión, con la confianza que ambos siempre habían compartido. Y a pesar de su naturaleza competitiva y orgullosa, Tory sabía que no quería arruinar eso.
Dejó escapar un largo suspiro, soltando la postura defensiva que había adoptado. Sus brazos cayeron a los lados y su mirada se volvió menos desafiante, más honesta. No quería que Miguel pensara que lo estaba usando o traicionando de alguna forma, porque aunque su relación con él era complicada, siempre había sido sincera.
—Miguel... —empezó, esta vez con una voz más suave, menos cargada de enojo—. No fue lo que crees. Eli y yo... no pasó nada, ¿de acuerdo?
Miguel levantó la mirada, sorprendido por el cambio en su tono, pero la tensión en su cuerpo no disminuyó del todo. Aún estaba claramente afectado por lo que había visto.
—Lo vi, Tory —repitió, su voz más baja pero firme—.
Tory bajó la mirada, sintiendo el peso de las palabras de Miguel, pero no quería que esto los separara. Sabía que debía explicarse de una forma que Miguel pudiera entender, sin la dureza que usualmente usaba como defensa.
—No se que habrás visto—Dijo ella, levantando de nuevo la mirada para encontrarse con los ojos oscuros de Miguel—No iba a dejar que él pensara que podía salirse con la suya después de lo que hizo en la fiesta. Sabes cómo soy, Miguel, no me quedo de brazos cruzados.
Miguel la observó por unos instantes, procesando lo que decía. Sabía que Tory era fuerte y que no dejaba que nadie la pisoteara, pero aún había algo en todo esto que lo molestaba. No podía sacudirse el sentimiento de incomodidad que le provocaba ver a Tory tan cerca de Eli, incluso si ella decía que había sido una venganza. No era fácil ver la escena sin que algo dentro de él se removiera, un sentimiento que ni siquiera estaba seguro de querer admitir.
—No es solo eso, Tory —dijo finalmente, con la voz tensa—. No puedo evitar sentir que hay algo más... como si estuvieras buscando algo con Eli que no entiendo.
Tory lo miró fijamente, sorprendida por sus palabras. No esperaba que Miguel se sintiera así. Los dos siempre habían tenido una especie de pacto no dicho, una amistad sólida en la que ambos se entendían sin necesidad de ponerle etiquetas a nada. Pero ahora parecía que ese acuerdo tácito estaba tambaleando.
—Miguel, yo no estoy buscando nada con Eli —dijo ella, con sinceridad. Dio un paso hacia él, suavizando aún más su tono—. Tú y yo... tenemos algo "especial" y "complicado".
Miguel frunció el ceño, y por un momento, pareció que iba a replicar algo más, pero las palabras de Tory lo detuvieron. Sabía que lo que tenían era real, aunque a veces las líneas se volvieran borrosas. Tory siempre había sido una de las pocas personas en las que confiaba plenamente, y la idea de perder esa confianza lo aterraba.
—Lo sé —murmuró Miguel finalmente, bajando la guardia. Soltó un largo suspiro, como si hubiera estado conteniendo el aliento todo este tiempo—. Es solo que...no quiero que esto se vuelva más complicado.
Tory sintió un leve alivio al ver que Miguel estaba empezando a calmarse. Dio un paso más hacia él, lo suficientemente cerca como para que sus manos casi se tocaran.
—No va a ser así...—dijo, con una pequeña sonrisa—.
Miguel la miró por unos segundos más, su expresión suavizándose poco a poco. Finalmente asintió, aunque aún había una ligera sombra de duda en sus ojos.
—Confío en ti —dijo, su voz más baja—.Pero si vas a hacer esas cosas ,procura que no te vea ,fue bastante incómodo ver eso.
Tory asintió, comprendiendo la magnitud de sus palabras. Había provocado una reacción en él que no había anticipado, pero lo último que quería era herirlo. En ese momento, se dio cuenta de lo mucho que Miguel significaba para ella, más allá del acuerdo de sus padres o de las expectativas que todos tenían sobre ellos. Había algo auténtico entre ambos, y no quería arruinarlo.
—Lo siento, Miguel —dijo finalmente, sus palabras saliendo con sinceridad—.
Tory y Miguel comenzaron a caminar uno al lado del otro, el ambiente entre ellos más tranquilo después de la conversación tensa. Aunque el tema de Eli aún rondaba en sus pensamientos, habían recuperado esa complicidad natural que siempre habían compartido. El silencio que había entre ellos no era incómodo, sino casi reconfortante, como si solo el hecho de estar juntos fuera suficiente.
Al acercarse a la cafetería, Tory fue la primera en notar algo fuera de lugar. Yasmine estaba allí, casi escondida en una esquina del pasillo, con la cabeza inclinada y una expresión completamente fuera de lo común. Sus ojos, normalmente llenos de una seguridad casi arrogante, se veían vacíos, perdidos.
—¿Es Yasmine? —preguntó Miguel, girando su cabeza hacia donde Tory miraba.
—Sí —respondió Tory, frunciendo el ceño—. Pero algo está mal con ella.
Ambos intercambiaron una mirada rápida antes de dirigirse hacia la chica. Al acercarse, Tory llamó su atención.
—Yasmine, ¿qué haces aquí sola? —preguntó, con una voz más suave de lo que solía usar con ella.
Yasmine alzó la vista lentamente, como si no hubiera notado que se acercaban. Sus ojos se movieron de Tory a Miguel, pero su expresión seguía igual de apagada.
—Nada —murmuró Yasmine—, solo... descansando.
Miguel y Tory se miraron de nuevo. Claramente, algo más pasaba. Yasmine no parecía ser ella misma. Miguel dio un paso adelante, tratando de sonar lo más neutral posible.
—Ven con nosotros —dijo con calma—. Iremos a la cafetería a charlar un poco.
Yasmine dudó, mordiéndose el labio. La oferta sonaba extraña para ella, pero sabía que quedarse sola mucho más tiempo podría hacer que se desmoronara. Aceptar la compañía parecía ser la opción menos dolorosa.
—Supongo que está bien —aceptó al final, su voz apenas audible.
Caminaron juntos hacia la cafetería, la tensión alrededor de Yasmine era palpable, pero el ambiente entre ellos se mantuvo relativamente tranquilo. Una vez dentro, encontraron su mesa habitual, cerca de la ventana, donde la luz del sol bañaba el lugar con calidez. Todos tomaron asiento, pero las miradas entre Diaz y Nichols dejaron en claro que estaban preocupados.
Cochrane se removía nerviosamente en su asiento mientras jugaba con una servilleta entre las manos, sin atreverse a mirar a Tory y Miguel. Sabía que estaba al borde de un colapso emocional, pero no quería hablar de Moon ni de lo que sentía. Mantener las apariencias siempre había sido lo suyo, pero últimamente, con todo lo que pasaba entre ella y Moon, el esfuerzo de mantener todo bajo control empezaba a agobiarla.
Miguel y Tory la observaban en silencio, intercambiando miradas de preocupación. El pelinegro decidió dar el primer paso, con la esperanza de que Yasmine pudiera abrirse un poco.
—Yas, has estado bastante... callada últimamente —comenzó, eligiendo sus palabras con cuidado—. ¿Todo bien con Moon?
Yasmine sintió cómo su corazón se aceleraba al escuchar el nombre de Moon. Su mandíbula se apretó ligeramente, y por un segundo, estuvo a punto de explotar. Pero en lugar de hacerlo, forzó una sonrisa amarga que no llegó a sus ojos.
—¿Moon? —dijo, con una risa falsa y forzada—. Sí, claro, todo está... perfecto.
Tory, observando atentamente, arqueó una ceja con una mezcla de escepticismo y compasión. No era tonta, y sabía perfectamente cuándo alguien estaba mintiendo.
—Vamos, Yasmine —dijo Miguel, en un tono mucho más suave de lo habitual—. No somos ciegos. Sabemos que algo está pasando entre ustedes.
Yasmine bajó la mirada, mordiéndose el labio mientras jugaba nerviosamente con la servilleta en sus manos. Cada palabra que Tory y Miguel decían la hacía sentir más vulnerable, como si el muro que había construido alrededor de sus sentimientos estuviera a punto de derrumbarse. Pero no podía, no quería hablar de lo que sentía.
—No hay nada entre nosotras —insistió, esta vez con una firmeza que no coincidía con la verdad—. Moon y yo somos solo amigas. Siempre lo hemos sido.
Miguel y Tory intercambiaron una mirada. Ambos sabían que Yasmine estaba mintiendo, o al menos, ocultando algo importante. Tory fue la primera en romper el incómodo silencio.
—Yas, no tienes que ocultarlo. Sabemos lo que sientes por Moon. Y está bien sentirlo —dijo Tory, con una sinceridad inusual en ella.
Miguel asintió, apoyando las palabras de Tory.
—Sí, y mereces ser feliz. Si no es con Moon, es una lástima, pero eso no significa que no haya otra persona ahí fuera para ti.
Yasmine, que había estado evitando mirarlos, levantó la vista rápidamente al escuchar esto. Una mezcla de tristeza y enojo cruzó su rostro, y antes de que pudiera controlarse, su voz salió con más fuerza de la que había planeado.
—No quiero a otra persona —replicó, su voz elevándose un poco más de lo necesario—. No quiero... no puedo simplemente olvidarla y buscar a alguien más. No es tan fácil como ustedes piensan.
Frustrada, tomó su vaso de jugo y bebió de manera casi desesperada, como si el líquido pudiera calmar el caos emocional que sentía dentro de ella. Miguel y Tory compartieron otra mirada, sin saber exactamente cómo seguir sin empeorar la situación. El ambiente era tenso, y Yasmine parecía estar al borde de las lágrimas.
De repente, una risa suave y melódica los interrumpió.
—Vaya, ¿me perdí de algo importante?.
Todos levantaron la vista al unísono y vieron a Piper Elswith acercándose a la mesa con su sonrisa radiante y su andar relajado. Había algo en la forma en que se movía, con esa confianza casi magnética, que capturaba la atención de todos en la sala. Miguel intentó sonreír, aunque claramente incómodo por la interrupción, mientras Tory observaba a Piper con una expresión cautelosa.
—Oh, Piper... —murmuró Miguel—. Hola, ¿todo bien?
Pero antes de que nadie pudiera reaccionar de manera adecuada, Yasmine, que había estado mirando a Piper con una mezcla de sorpresa y nerviosismo, tomó un sorbo demasiado rápido de su jugo. El nombre de Piper en labios de Miguel había sido suficiente para sorprenderla, y en ese momento, todo sucedió en cámara lenta. Yasmine escupió su jugo con fuerza, directamente hacia Miguel y Tory.
El desastre fue instantáneo.
Miguel fue el más afectado, con su cara completamente empapada, el líquido goteando de su cabello y resbalando por sus mejillas hasta su camisa. Sus ojos estaban medio cerrados, cegados por el jugo que le escurría hasta el cuello. Tory, aunque no tan empapada como Miguel, también había recibido su dosis, con manchas de jugo que decoraban su camisa blanca.
Por un momento, nadie supo qué decir. La expresión de horror en el rostro de Yasmine contrastaba con la escena absurda que acababa de ocurrir. Se cubrió la boca con ambas manos, completamente roja de vergüenza, mientras Diaz parpadeaba rápidamente, tratando de recuperar la visión. El silencio en la mesa era tan espeso que se podía cortar con un cuchillo.
Miguel, aún medio ciego y completamente empapado, trató de secarse los ojos. Frunciendo el ceño, extendió la mano torpemente hacia la manga de la camisa de Tory, sin pensar demasiado en lo que hacía.
—¡Increíble!—murmuró, parpadeando rápidamente mientras se restregaba la cara en la camisa de ella, que, por supuesto, también estaba empapada.
—¡¿Qué haces?! —exclamó Tory, empujándolo suavemente, su voz una mezcla de sorpresa y mal humor—. ¡Estás ensuciandome!.
Pero Miguel, completamente ciego por el jugo, seguía frotándose la cara en la tela de Tory, que ahora estaba tan mojada como su propia camisa. Tory rodó los ojos, medio divertida y medio frustrada, mientras trataba de apartarlo con cuidado.
—¡Deja de limpiarte en mi camisa! —repitió, empujándolo con más fuerza esta vez.
Yasmine, aún con las manos en la boca, no podía creer lo que había hecho. Se sentía más que avergonzada; había logrado lo que para ella era el mayor desastre social del año. No sabía cómo reaccionar, ni que decir para arreglar la situación.
Justo en ese momento, Piper, completamente imperturbable por el caos que acababa de desatarse, sonrió con esa calma característica suya y, sin decir una palabra, sacó una caja de pañuelos de su bolso. La colocó suavemente frente a Yasmine, como si todo lo que acababa de ocurrir fuera la cosa más normal del mundo.
—Aquí tienes —dijo Piper, su voz suave pero cargada de una ligera burla juguetona—. Para que puedas limpiarte.
Yasmine, completamente sorprendida por el gesto, tomó los pañuelos torpemente, incapaz de evitar que una sonrisa nerviosa se formara en su rostro. La situación era tan ridícula que, por un momento, se permitió reírse de sí misma. Mientras trataba de limpiarse el jugo que había escupido, Piper observaba la escena con una expresión divertida.
—Parece que el jugo tenía más impacto de lo que pensaba —comentó Piper con una sonrisa, mientras Miguel, aún medio cegado, finalmente lograba limpiarse los ojos con otro pañuelo.
—Impacto es poco —murmuró Miguel, aún luchando por quitarse el jugo de los párpados—. ¡Este es oficialmente el peor almuerzo de mi vida!
Tory, a pesar de la situación, no pudo evitar soltar una carcajada. La mezcla de caos, jugo y la total ineptitud de Miguel para limpiarse resultaba demasiado divertida como para contenerse. Incluso Yasmine, que se había sentido completamente avergonzada hace unos segundos, ahora reía con una mezcla de alivio y diversión, agradecida de que la situación no hubiera terminado en desastre total.
Piper se recostó en su asiento, observando cómo el grupo recuperaba poco a poco la compostura, aún riendo entre ellos. Parecía que, después de todo, no todo había salido tan mal.
Piper comenzó a hablar con Miguel mientras él aún trataba de secarse. Ella era la organizadora de eventos de la institución, además de ser una de las animadoras más destacadas. Con su cabello lleno de rulos y su sonrisa radiante, era imposible no notar lo atractiva que era. Su cuerpo tonificado y envidiable no pasaba desapercibido, y Yasmine lo sabía bien.
A pesar de haber asistido a un par de las fiestas de Piper, Yasmine nunca había hablado con ella directamente, y ahora que la tenía justo frente a sus ojos, parecía incapaz de concentrarse en cualquier otra cosa. Su usual confianza y agudeza para captar cada detalle a su alrededor se desvanecieron en el momento en que Piper comenzó a hablar. Sus labios, su voz, la forma en que se movía mientras explicaba algo a Miguel... todo parecía fascinar a Yasmine. Estaba completamente embobada.
Tory, que seguía empapada y con el jugo pegajoso en su camisa, miró a Yasmine con una mezcla de incredulidad y molestia. Había intentado captar su atención, pero Yasmine ni siquiera notaba su presencia, perdida como estaba en su observación de Piper. Frustrada, Tory chasqueó los dedos frente a la cara de Yasmine, esperando que eso la devolviera a la realidad. Sin embargo, Yasmine no reaccionó en absoluto. Seguía con la mirada fija en Piper, completamente ajena al resto del mundo.
Miguel, que había estado secándose con la manga de Tory, intentaba contener la risa, pero al ver el esfuerzo inútil de Tory por recuperar la atención de Yasmine, no pudo evitar sonreír.
—Lo que me faltaba—murmuró Tory para sí misma, ya perdiendo la paciencia.
Finalmente, al no ver otra opción, Tory tomó su vaso de agua, todavía medio lleno, y lo vació sin ceremonias sobre la cara de Yasmine. El agua fría hizo que Yasmine se sobresaltara de inmediato, soltando un pequeño grito mientras el agua goteaba de su cabello y rostro.
—¡¿Pero qué...?! —exclamó Yasmine, completamente atónita, mientras se limpiaba los ojos con las manos.
Piper y Miguel, que habían presenciado toda la escena, no pudieron contenerse más y estallaron en carcajadas. La risa de Piper era melodiosa, mientras que Miguel prácticamente parecía un pato gimiendo, su camisa ya arruinada por el jugo y ahora su situación aún más ridícula.
—Tienes que aprender a mantenerte enfocada, Yas —dijo Tory, con una sonrisa traviesa—. Aunque, considerando lo que estabas mirando, entiendo que sea difícil.
Yasmine, aún recuperándose del impacto, se secó lo mejor que pudo con sus manos, mirando a Tory con indignación pero sin poder negar lo evidente. Había quedado en evidencia, y ahora todos se estaban riendo.
—Lo siento, Yasmine —interrumpió Piper entre risas—. No quería interrumpir tus pensamientos profundos. Aquí, toma esto —dijo mientras le pasaba unos pañuelos—.
Yasmine, aún sonrojada y mojada, tomó los pañuelos mientras murmuraba un agradecimiento. Sentía como si todo su cuerpo estuviera ardiendo de verguenza, pero, irónicamente, Piper no parecía juzgarla en lo absoluto, sino más bien disfrutar del momento con una actitud despreocupada.
—Gracias —murmuró Yasmine, secándose la cara y evitando hacer contacto visual con nadie, especialmente con la de rulos.
Miguel, aún recuperándose de la risa, le dio una palmada en la espalda a Yasmine.
—Ves Yas, no fue tan malo.
Yasmine le lanzó una mirada incrédula, pero terminó riéndose también, aunque su risa sonaba más resignada que auténtica.
—Gracias por tanto universo—Cochrane se recostó sobre su mano mirando a Tory, quien simplemente se encogió de hombros con una sonrisa de satisfacción.
Piper, viendo cómo Yasmine intentaba recuperar la compostura, continuó su conversación con Miguel sobre el evento, pero notaba de vez en cuando cómo Yasmine la miraba de reojo. Piper sonrió para sí misma, sabiendo que había causado una impresión, pero no dijo nada al respecto.
Mientras tanto, Tory, que había recuperado su buen humor, miró a Yasmine y murmuró en voz baja:
—Si sigues mirando así a Piper, vas a necesitar más que un vaso de agua para calmarte.
—Cállate estúpida.—La rubia le pego un codazo a su amiga ,que rápidamente se quejó—.
Piper terminó su conversación con Miguel sobre el evento y se dirigió hacia Yasmine, Tory y él, con esa misma sonrisa encantadora que no parecía poder borrar de su rostro.
—Bueno, chicos, fue un gusto verlos —dijo Piper, mirando especialmente a Yasmine con un brillo en los ojos—. Yasmine, nos vemos en la próxima, ¿sí? Espero que sin jugos de por medio.Nos vemos Diaz y señorita Diaz.
Yasmine, aún algo avergonzada y secándose con el último pañuelo que quedaba, asintió rápidamente, sin poder evitar sonreír a pesar de lo incómoda que se sentía mientras que Tory le pegaba pequeños golpes a Miguel.
—Claro, Piper... gracias por los pañuelos.
Piper le guiñó un ojo y, con un suave gesto de despedida, se dio media vuelta y salió del lugar. Mientras lo hacía, Yasmine no pudo evitar seguirla con la mirada, completamente hechizada hasta el último segundo.
—¡Yo no soy la señorita Diaz!.—Exclamó Nichols bastante enojada mientras clavaba sus uñas en el brazo de Miguel—.
—Basta Tory me estas lastimando.—Le respondió Miguel mientras trataba de despegarla de su brazo—.
Miguel y Tory la miraron divertidos. Tory, con una sonrisa cómplice, le susurró a Yasmine:
—Creo que tienes un pequeño "crush", Yas.
—¡Cállate! —respondió Yasmine, sonrojada, mientras tiraba los pañuelos usados en una pequeña papelera cerca.
Después de unos minutos de bromas ligeras y silencio incómodo, apareció Robby, caminando con paso relajado. Justo detrás de él, Sam, con su actitud habitual de saberlo todo, llegó aparentemente ignorando el estado empapado de sus amigos.
—¡No saben lo que me acabo de enterar! —dijo Sam, sin detenerse a saludar—. En la cafetería, tres personas idiotas fueron empapadas con jugo y agua, y al parecer, todo el mundo se está riendo de ellos. ¡Que desastre, por dios!.
Tory y Miguel se miraron de inmediato, intentando ocultar su mal humor. Yasmine, que aún tenía la cara enrojecida de la vergüenza, bajó la mirada hacia su camisa empapada.
—Dios dame paciencia porque si me das fuerza la estrangulo.—Susurro Nichols para luego masajearse la cien—.
Pero en ese momento, Sam levantó la vista de nuevo y, con horror, se dio cuenta de que los tres "idiotas" de los que estaba hablando estaban justo frente a ella. Miguel aún tenía gotas de jugo en el cabello, Tory seguía secándose con unos pañuelos, y Yasmine parecía una mezcla de humillada y resignada.
—Oh, no... —murmuró Sam, su rostro cambiando de color al comprender la situación—Los idiotas no eran tan idiotas.
Robby, que hasta ese momento había permanecido en silencio, intentaba mantener la compostura, pero no podía evitar la risa que amenazaba con escapar. Sus labios temblaban y sus ojos brillaban con diversión. Finalmente, cuando Tory lo miró con una ceja arqueada, él soltó una risita.
—¿Te parece gracioso? —preguntó Tory, estrechando los ojos mientras Robby trataba de negar, pero su risa lo delataba.
Tory, sin perder un segundo, le dio un rápido codazo en la entrepierna. Robby se dobló ligeramente, soltando un quejido entre dientes mientras intentaba recomponerse.
—¡Ay! —exclamó Robby, con la voz un poco más aguda de lo normal—. ¡Eso no era necesario!
—No seas marica ,Robby.—Respondió la castaña—.
Miguel y Yasmine estallaron en carcajadas, y hasta Sam no pudo evitar reírse al ver a Robby medio doblado, intentando recuperar la compostura mientras fingía que no le dolía tanto.
—Eso le pasa a los payasos —dijo Tory, cruzando los brazos con una sonrisa satisfecha.
—Tan encantadora como siempre... —murmuró Robby, todavía recuperándose, mientras trataba de no reírse más.
El ambiente en el grupo cambió por completo, las tensiones iniciales se disolvieron y, aunque empapados, todos terminaron riendo juntos, como si el pequeño desastre no hubiera sido más que otro capítulo de sus vidas absurdas.
Un rato después
Tory, ya más relajada después del episodio del jugo se dio una ducha rápida al igual que su amiga, se apoyó contra los casilleros mientras observaba a Yasmine,que rebuscaba en su locker como si estuviera seleccionando prendas para un desfile de moda. Cuando Yasmine finalmente sacó una falda, una camisa blanca y un blazer azul, Tory la miró con una ceja arqueada.
—¿Esto es lo más simple que tienes? —preguntó Tory, mientras examinaba las prendas.
Yasmine se encogió de hombros con una sonrisa.
—Es lo básico. Además, no puedes negar que te ves bien con ropa de calidad —dijo, entregándole las prendas—. ¿Prefieres quedarte empapada?
Tory bufó, tomando la ropa y empezando a cambiarse.
—Gracias, pero no. Aunque no soy de usar cosas tan... elegantes.
Mientras ambas se cambiaban, el ambiente se relajaba entre ellas, y las tensiones de antes parecían haberse disipado. Yasmine, quien ya se había puesto su propia ropa, se quedó frente al espejo arreglándose el cabello. Tory, por su parte, trataba de acomodarse la falda, sin estar muy convencida de su nuevo look.
—Tienes toda una tienda de ropa en tu locker —comentó Tory, mientras se colocaba el blazer.
—Siempre hay que estar preparada —respondió Yasmine, dándose la vuelta con una sonrisa satisfecha—. Nunca se sabe cuándo puede haber una emergencia de moda.
En ese momento, la puerta del vestuario se abrió y apareció Moon, envuelta en una toalla, con el cabello húmedo. Parecía tranquila después de su clase de gimnasia, pero cuando vio a Tory y Yasmine, se quedó un segundo en silencio, evaluando la escena.
—Vaya, parece que llegué justo en medio de una pasarela —bromeó Moon, mientras se acercaba a su propio casillero.
El ambiente en el vestuario se mantenía cargado de tensión mientras Moon se secaba el cabello con una toalla, el sonido de las gotas de agua cayendo al suelo era el único ruido que rompía el incómodo silencio. Tory, aún molesta por el incidente con el jugo, ajustaba el blazer con movimientos rápidos, claramente impaciente. Yasmine, por su parte, estaba revisando su reflejo en el pequeño espejo del locker, arreglándose el pelo con precisión.
—Vaya, parece que se la pasaron bien con todo ese jugo. ¿No pensaron en invitarme al show? —comentó Moon, con un tono juguetón, sacudiendo el cabello como si nada en el mundo pudiera alterarla. La broma no hizo más que tensar más el ambiente, pero Moon parecía completamente ajena o, mejor dicho, disfrutaba de la incomodidad que provocaba.
Tory bufó sin siquiera mirarla, rodando los ojos mientras abotonaba los últimos botones de su camisa.
—Sí, súper divertido —respondió, con una ironía mordaz que dejó clara su irritación—. Nada mejor que estar empapada en jugo frente a todo el mundo. Un verdadero show digno de invitar a más gente.
Moon, siempre con esa actitud despreocupada, sonrió levemente, pero sus ojos se posaron por un segundo en Yasmine. La frialdad en la mirada de la rubia no pasó desapercibida, pero Moon no comentó nada más.
Yasmine, sin embargo, se había cansado del tono ligero y desinteresado de Moon. Decidió que ya era suficiente. Era momento de devolverle el golpe y, al hacerlo, sabía exactamente por dónde atacar. Sin pensarlo mucho, esbozó una sonrisa venenosa y soltó las palabras que, estaba segura, enloquecerían a Moon.
—¿Sabías que Eli y Tory se besaron esta mañana? —preguntó, su tono casual, pero con la suficiente malicia como para dejar claro que quería provocar una reacción. Hizo una pausa, disfrutando el silencio que siguió a su declaración—. Fue bastante intenso.
Tory que se encontraba ajustando su camisa mientras tarareaba una canción , cuando escuchó la mentira de su amiga rápidamente se dio vuelta.
—¿Qué hice qué?.—Dijo Nichols bastante confundida pero Yasmine rápidamente le dio un pellizco—.
El comentario cayó como una bomba en la pequeña sala. Moon se detuvo en seco, sus ojos parpadearon, buscando rápidamente una confirmación en los rostros de Yasmine y Tory. Durante unos segundos, solo hubo silencio, pero la sorpresa y creciente molestia en los ojos de Moon era evidente.
Entonces, con una sonrisa lenta y pícara que se extendía en su rostro, Tory decidió seguirle el juego a Yasmine. Si iban a hacer enojar a Moon, mejor hacerlo a lo grande. Su lado travieso y teatral, su pequeño talento para exagerar, se activó al instante.
—Sí, fue... —Tory se interrumpió, llevándose un dedo a los labios en un gesto deliberado, como si estuviera saboreando el recuerdo—. Interesante.
Moon, que observaba cada movimiento, parecía contenerse, como si no quisiera mostrar lo mucho que le afectaba la conversación.
—¿Cómo fue? —preguntó, con una leve inclinación en su voz, tratando de sonar indiferente, pero la tensión en sus hombros la delataba.
Tory, viendo cómo Kepple intentaba mantener la calma, decidió llevar su actuación al siguiente nivel. Fingió pensarlo por un momento, antes de lanzarse de lleno en la exageración.
—Ya sabes, Eli tiene ese... —hizo una pausa teatral, frunciendo ligeramente los labios— toque de chico malo. Pero, cuando me besó... uff. —Suspiró de manera dramática, como si el simple recuerdo la envolviera en una sensación abrumadora—. Es tan hermoso. —Tory lanzó una mirada furtiva a Yasmine, que ya contenía una sonrisa maliciosa—. Su mano en mi...ya sabes, la manera en que me atrajo hacia él... Estaba encantada, la verdad. No pensé que Eli tuviera esa pasión dentro de él, pero lo tiene. Y cuando me besó, fue como si el mundo desapareciera por un segundo.
Moon no pudo evitar fruncir el ceño, pero mantuvo su postura. Sin embargo, su mirada ya no era de mera curiosidad; había algo más intenso detrás de esos ojos.
Yasmine, encantada con el rumbo que había tomado la conversación, no perdió la oportunidad de añadir más leña al fuego. Adoraba ver a Moon al borde de perder su compostura perfecta.
—Deberías haber visto cómo la miraba —agregó Yasmine, con una sonrisa de suficiencia—. Sus ojos estaban fijos en ella, como si nadie más existiera en el mundo. Y cuando la besó, fue como una de esas escenas de película, ¿sabes? Todo perfecto. Un momento que podría haber salido de un sueño.
Tory asintió exageradamente, dispuesta a seguir elevando la mentira hasta el límite.
—Totalmente. Y debo decir, el chico sabe lo que hace. Me dejó sin aliento, literalmente. —Tory colocó una mano dramáticamente sobre su pecho, como si el recuerdo aún la impactara—. Fue uno de esos besos que hacen que te olvides de todo lo demás. Pensé que no iba a poder concentrarme en nada más el resto del día.
Cochrane bastante divertida, decidió llevar el juego un paso más allá. Se acercó a Tory, colocando una mano en su hombro, y con un tono cómplice, comenzó a recrear la escena.
—¿Y si le mostramos a Moon cómo fue? —preguntó, con un brillo travieso en los ojos—. Digo, si tanto quiere saber, podríamos darle una demostración. ¿Qué dices, Nichols?
Tory, siempre dispuesta a jugar con la provocación, sonrió ampliamente y asintió. Se giró hacia Yasmine, y ambas comenzaron a dramatizar una versión ridículamente exagerada del supuesto beso. Yasmine colocó una mano en el culo de Tory, atrayéndola hacia sí de una forma excesivamente teatral, y Tory, siguiendo el juego, inclinó la cabeza hacia atrás como si fuera a recibir el beso más apasionado de su vida.
—Fue algo así... —susurró Yasmine, haciendo el ademán de inclinarse hacia Tory, mientras ambas se mantenían en sus papeles de actrices, claramente disfrutando de la incomodidad de Moon.
Tory, con una sonrisa juguetona en los labios, continuó.
—Sí, y luego él... —Tory se giró hacia Yasmine, casi rozando sus labios, mientras ambas mantenían la escena, exagerando cada movimiento, cada suspiro—, me tomó así. —Levantó las manos, imitando cómo Eli supuestamente la había sujetado.
Moon, ahora visiblemente irritada, apretó los labios, claramente molesta por la escena ridícula que estaban montando. Sabía que la estaban provocando, pero a pesar de ello, no podía evitar sentirse afectada.
—Claro, disfruten de su pequeña fantasía —soltó Moon, con los dientes apretados, mientras agarraba su uniforme con más fuerza—. Espero que Eli sea tan bueno como dicen.
Con una última mirada fulminante, Moon dio media vuelta y se dirigió hacia las duchas, cerrando la puerta con más fuerza de la necesaria. El sonido de los claros insultos de la hippie inundó el vestuario, pero incluso con la puerta cerrada, la tensión en el aire seguía siendo palpable.
Cuando Moon se fue, Tory soltó un suspiro, relajándose al fin, aunque su sonrisa maliciosa no desapareció.
—Bueno, eso fue divertido —comentó Tory, aún riendo ligeramente por su propia actuación.
Yasmine, siempre impecable, le dio una palmada en la espalda.
—A veces es necesario un poco de teatro para poner a la gente en su lugar.
Yasmine revisó su teléfono mientras terminaba de ajustarse el blazer, y sus ojos se iluminaron al ver un mensaje de Sam.
—Parece que me necesitan para una misión química —dijo con un tono ligeramente burlón mientras guardaba el celular en su bolso—. Sam me ha pedido ayuda para las tareas de química. Ya sabes cómo se pone con esas cosas.
—Buena suerte con eso —respondió Tory con una sonrisa—.
Yasmine le dedicó una mirada cómplice, todavía satisfecha por la pequeña venganza que ambas habían orquestado.
—Nos vemos luego, Nichols. No te metas en más líos sin mí —se despidió Yasmine con un guiño, mientras salía del vestuario.
Tory se quedó en el vestuario por unos minutos más, guardando sus cosas con calma en el locker. Cerró la puerta del casillero y suspiró, sabiendo que la situación con Moon probablemente se complicaría más tarde. Sin embargo, no podía negar que había disfrutado ver cómo la calma de Moon se desmoronaba poco a poco.
Al salir de los vestuarios, algo la hizo detenerse. La sensación de estar siendo observada era inconfundible. Instintivamente, se dio vuelta, y ahí, apoyado con aparente despreocupación contra la pared, estaba Eli. Llevaba las manos en los bolsillos, su postura relajada, pero la sonrisa en su rostro delataba que había oído más de lo que Tory hubiera querido.
—Bonito drama, rubia. Gran declaración —dijo Eli, lanzándole un guiño coqueto seguido de una sonrisa juguetona.
Tory sintió que el suelo bajo sus pies se tambaleaba. Sus piernas flaquearon y una ola de calor subió por su cuello hasta sus mejillas, haciéndolas arder. Esa misma mañana lo había empujado a la piscina, y ahora, para colmo, había exagerado ridículamente sobre un beso que nunca había pasado. Se llevó una mano al cabello, nerviosa, mientras las palabras se le enredaban en la lengua.
—Yo... eh... solo estaba... ya sabes, no fue... no es lo que piensas —tartamudeó, sintiendo cómo sus mejillas se ponían aún más rojas.
Eli se acercó un par de pasos, su sonrisa ampliándose, disfrutando claramente del nerviosismo de Tory. Se inclinó un poco, sin dejar de mirarla a los ojos.
—¿Así que soy todo un chico malo, eh? —dijo, dejando caer la pregunta con un tono divertido.
Tory abrió la boca para responder, pero ninguna palabra coherente salió de ella.
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