04:Lunes


El lunes comenzó con una atmósfera tensa en el salón. Demetri, Eli, Moon y Devon estaban sentados juntos al fondo de la clase, hablando en voz baja sobre la fiesta del viernes. Aunque las luces brillantes y la música fuerte ya eran cosa del pasado, las consecuencias del fin de semana aún colgaban en el aire como un peso invisible.

—¿Qué tal la fiesta? —preguntó Devon con una sonrisa, balanceando sus piernas mientras estaba sentada sobre la mesa, como solía hacer. Sus ojos brillaban con curiosidad. No había ido a la fiesta, y la manera en que los otros tres se veían ahora solo aumentaba su curiosidad.

Demetri soltó una carcajada nerviosa y miró a Eli, esperando que alguien más tomara la iniciativa para describir lo que había sucedido. La verdad era que ni siquiera él sabía cómo resumir esa noche. Eli miró al techo, tratando de encontrar las palabras.

—Fue... diferente, —dijo Eli, cruzando los brazos sobre su pecho. —Una típica fiesta de ricos. Mucho de todo y pocas ganas de recordar.

Moon, sentada al lado de Eli, parecía más callada de lo habitual. Sus dedos jugaban con un mechón de su cabello mientras miraba de reojo a Yasmine, que acababa de entrar al salón con una expresión de evidente mal humor. Yasmine no había tenido la oportunidad de meterse su dosis de felicidad antes de llegar a la secundafia , y la frustración junto a la ansiedad ya estaban empezando a hacer mella en ella.

Yasmine se acercó a su lugar con un paso rápido y decidido, pero en cuanto sus ojos captaron la imagen de Moon sentada al lado de Eli, su humor empeoró. No podía soportar verlos tan cercanos. No era solo una cuestión de celos; era algo más profundo, más oscuro, que se mezclaba con su adicción. Necesitaba su dosis para sentirse segura, hermosa, para no importarle nada. Pero sin eso, todo le molestaba, especialmente que Moon no estuviera con ella.

—Por favor... —murmuró entre dientes mientras tomaba asiento, lanzando una mirada asesina hacia la mesa donde Moon estaba riendo débilmente junto a Eli.

Miguel y Sam estaban sentados al frente de la clase, charlando como si nada hubiera pasado. Demetri observaba la escena, perplejo. No entendía cómo Sam podía estar actuando tan despreocupada después de lo que había visto en la fiesta. Miguel había besado a otra chica justo en su cara, pero ahora parecía que eso no importaba. Demetri frunció el ceño, sintiéndose cada vez más confuso.

—Pensé que después de lo del viernes, Sam cambiaría un poco su actitud... —murmuró Demetri hacia Eli, aún incrédulo. Eli solo se encogió de hombros.

—Supongo que algunos tienen memoria selectiva.... —respondió, mientras sus ojos seguían moviéndose por el aula, buscando algo o a alguien.

Y allí estaba Robby, sentado solo en su mesa, con los brazos cruzados y la mirada fija en la puerta. Parecía ausente, perdido en sus propios pensamientos, esperando a alguien. Tory no había llegado todavía, y la ausencia de ella era lo único que lo mantenía inquieto. Se sentía incómodo, como si algo malo estuviera por suceder.

Entonces, la puerta se abrió lentamente, y Tory apareció. Su entrada fue silenciosa, pero captó la atención de todos los presentes. Tory parecía agotada, más de lo habitual. Su rostro, pálido y con ojeras marcadas, era el de alguien que claramente no había dormido en toda la noche.

Eli la miró de inmediato, notando su estado. Se dio cuenta de que algo no estaba bien con ella, algo más allá de una simple resaca. Tory caminó sin energía hacia su asiento, ignorando las miradas de los becados, especialmente la de Eli.

—Tarde otra vez, Victoria. —dijo el profesor, molesto por su llegada.

Tory levantó apenas la vista, sin ánimo para discutir. —Lo siento —murmuró con voz apagada, y luego se dejó caer en el primer asiento que encontró.

El profesor dejó pasar su disculpa y continuó con la clase, pero todos sabían que algo estaba mal con Tory. Los populares, incluyendo Yasmine, Sam, Miguel, y Robby, compartieron miradas cómplices. Sabían que lo que había ocurrido en la fiesta el viernes había dejado marcas en todos, aunque ninguno quería hablar de ello.

La clase transcurrió en un silencio incómodo. Tory apenas prestaba atención. Sus manos temblaban ligeramente mientras intentaba mantener la cabeza en alto. Eli, sentado un par de filas detrás de ella, no pudo evitar notar cada pequeño detalle. Sentía una punzada de preocupación que no podía sacudirse.

Al terminar la clase, el grupo de los populares se juntó, como de costumbre. Sam tomó la iniciativa, hablando con su tono habitual de arrogancia.

—Otra fiesta exitosa, como siempre, —dijo Sam, echando un vistazo hacia Miguel, buscando aprobación. —Lástima que algunas cosas se descontrolaron un poco.

Tory la miró de reojo, sin decir nada. No estaba de humor para discutir ni para revivir la fiesta. Yasmine, a su lado, permaneció callada, todavía irritada por no haber conseguido su dosis de cocaína. Ambas chicas, aunque silenciosas, compartían una conexión oscura en ese momento, una comprensión mutua de que sus vicios y problemas las unían de maneras que los demás no podían entender.

Moon intentó suavizar la tensión en el grupo. —Bueno, fue una fiesta... interesante. —Sonrió levemente, pero su mirada hacia Tory denotaba preocupación.

Antes de que alguien pudiera decir algo más, Moon se acercó a Tory y la llevó a un rincón más apartado.

—Tory, deja que te maquille un poco, ¿sí? No te ves bien —dijo con suavidad, sacando un pequeño espejo y su bolsa de maquillaje.

Tory asintió sin mucha resistencia, dejándose hacer. No tenía la energía para protestar. Mientras Moon aplicaba el corrector en sus ojeras, Tory cerró los ojos, permitiéndose un momento de respiro.

—Gracias... —murmuró Tory, su voz apenas un susurro. Moon no respondió, pero su gesto de cuidado decía más que cualquier palabra.

De vuelta en el grupo, Yasmine se cruzó de brazos, mirando a Moon y Tory desde lejos. Aunque no lo decía en voz alta, ver a Moon preocupándose por Tory despertaba una leve irritación en ella. Sabía que no tenía razones reales para estar celosa, pero su mente, nublada por la falta de cocaína, no podía evitarlo.

Cuando Tory regresó al grupo, con el rostro maquillado y un poco más presentable, Sam retomó la conversación.

—Bueno, al menos la fiesta terminó bien... más o menos —dijo con una sonrisa altanera. Pero todos sabían que había demasiadas cosas que preferían no recordar.

La burbuja de los ricos seguía intacta, pero por dentro, cada uno lidiaba con sus propios demonios, dejando las verdades incómodas enterradas bajo la superficie.

Unas horas después

Eli se encontraba caminando por los pasillos, recordando el rostro de Tory. Algo no cuadraba. A pesar de la fachada dura que siempre mantenía, había algo en sus ojos que reflejaba más que cansancio. Decidió no dejarlo pasar. No con Tory.

Cuando finalmente la encontró en los casilleros, el lugar estaba desierto, y ella estaba sola, mirando su teléfono sin mucha atención, como si estuviera perdida en sus pensamientos. Eli se acercó sin hacer ruido, deteniéndose a unos pasos de distancia.

—Tory —dijo suavemente, intentando no asustarla.

Ella levantó la vista de golpe, sorprendida de verlo. Su primera reacción fue esa sonrisa cansada que usaba como defensa, pero Eli no era idiota.

—¿Qué te pasa? —preguntó directamente, su tono serio pero sin juzgarla, solo preocupado.

Tory dudó un segundo, evitando su mirada. —Nada, Eli. Estoy bien. Solo no dormí mucho este fin de semana —repitió, con esa misma sonrisa vacía, como si las palabras pudieran borrar las sombras bajo sus ojos.

Eli no le creyó ni por un segundo. Dio un paso más cerca, cruzándose de brazos, bloqueando cualquier salida. —¿De verdad? —preguntó, levantando una ceja—. Porque no pareces bien. Parecés... agotada. ¿Qué pasó?

Tory lo miró de reojo, claramente incómoda por el interrogatorio, pero también sabiendo que Eli no iba a dejar el tema. Suspiró pesadamente. —No es nada, en serio. Solo fue un fin de semana largo, y ya está —insistió, su voz más baja, como si estuviera perdiendo las ganas de seguir fingiendo.

Eli frunció el ceño, aún más preocupado. —Tory, si algo te está pasando, podés decírmelo. No te estoy juzgando, solo quiero saber si estás bien —su tono era sincero, y eso hizo que Tory vacilara por un segundo.

Ella lo miró, mordiéndose el labio como si estuviera considerando la posibilidad de abrirse. Pero antes de que pudiera decir algo más, Yasmine apareció por detrás, interrumpiendo el momento. Con su típica mirada fría y dominante, se acercó a Tory, ignorando por completo a Eli.

—Vamos, Tory. Necesito que me acompañes —dijo Yasmine, tirando del brazo de Tory, como si todo lo demás no importara.

Tory le lanzó una mirada de disculpa a Eli, sin decir una palabra, antes de dejarse arrastrar por Yasmine hacia los baños.

—Después hablamos —dijo Eli, más para sí mismo que para Tory, mientras veía cómo desaparecían por el pasillo. Sus instintos le decían que algo iba mal, pero no podía hacer mucho ahora que Yasmine estaba en medio.

En el baño, Yasmine no perdió el tiempo. Sacó una pequeña bolsa con una dosis de tussi y comenzó a prepararse una línea. Tory la miraba en silencio, sabiendo muy bien qué venía.

—Esto te va a despabilar —dijo Yasmine, con una sonrisa mientras inhalaba la droga. Su rostro se iluminó al instante, sintiendo el efecto subir por su cuerpo. Luego le pasó a Tory.

—Dale, no te hagás la tímida. Esto te va a levantar —insistió Yasmine, observando cómo Tory tomaba la pequeña dosis sin protestar.

Mientras Tory lo hacía, Yasmine se quedó mirándola con una sonrisa satisfecha. —¿Sabías que mientras más consumís, más linda te ponés? —dijo Yasmine, casi como si estuviera dando un consejo de belleza.

Tory bufó, sin molestarse en responder. —No me importa ser linda, Yasmine. Ya lo soy. Solo quiero sentirme bien —respondió con firmeza, mientras sentía el efecto de la droga correr por su sistema.

Yasmine se rió, asintiendo como si entendiera a la perfección. —Es lo único que importa, ¿no? Sentirse bien. No importa lo demás.

Las dos chicas compartieron un momento de silencio, donde no se necesitaban palabras. Ambas sabían lo que era intentar escapar de todo, aunque sus motivos fueran diferentes. Dos viciosas que, en las fiestas, encontraban una especie de hermandad silenciosa.

Mientras tanto, en otro pasillo, Miguel se encontró con Eli, quien lo saludó con una sonrisa irónica en el rostro.

—¿Y? ¿Te acordas de lo que hiciste el viernes? —preguntó Eli, directo al grano.

Miguel lo miró confundido, tratando de recordar los detalles de la fiesta. Su mente estaba borrosa en varios puntos, y aunque recordaba haber bebido bastante, no estaba seguro a qué se refería Eli.

—¿De qué hablas? —preguntó Miguel, arqueando una ceja.

Eli se rió, sabiendo que probablemente Miguel no tenía ni idea de lo que había pasado.

—Literalmente estuviste coqueteando con Tory toda la noche. Estuviste a esto de besarla —dijo Eli, juntando los dedos índice y pulgar para demostrar lo cerca que había estado.

Los ojos de Miguel se abrieron de par en par. No recordaba nada de eso, y la idea de haber estado tan cerca de besar a Tory, una de las chicas del grupo, lo dejó paralizado por un momento.

—¡No jodas! —exclamó Miguel, llevando una mano a su cabeza. —¿Estás seguro? No lo recuerdo para nada. Estaba demasiado borracho...

Eli asintió con una sonrisa divertida.

—Totalmente seguro. Pero no te preocupes, no pasó nada... por suerte para ti. Sam no te lo habría perdonado.

Miguel suspiró, aliviado y nervioso a la vez.

—No le digas nada a Sam, ¿sí? Me estuvo reclamando todo el fin de semana por lo de la otra chica... —admitió Miguel, rascándose la nuca. —Ni siquiera me acordaba que había besado a alguien más.

Eli se rió, disfrutando un poco del caos que parecía rodear a Miguel últimamente.

—Sí, te vi... besándote con otra chica en la fiesta —añadió Eli, con tono divertido.

Miguel puso los ojos en blanco.

—Sí, ya lo sé. Sam me lo estuvo echando en cara todo el fin de semana. Me lo recordó hasta el cansancio.

Eli lo miró con curiosidad, inclinándose un poco hacia él.

—Entonces... ¿sentis algo por Sam?

Miguel se encogió de hombros con indiferencia.

—No, la verdad es que no. Sam es... para pasar el rato, nada más. No siento nada por ella —admitió con frialdad, como si lo que dijera fuera la cosa más natural del mundo.

Eli se quedó en silencio por un momento, observando a Miguel. Sabía que el grupo estaba lleno de mentiras y secretos, pero escuchar a Miguel hablar de Sam con tanta indiferencia le recordó lo complicada que era la vida en West Valley.

—Supongo que eso tiene sentido, —dijo Eli, finalmente. —Aunque deberías tener cuidado ,por las cosas que veo me doy cuenta que es muy problemática.

Miguel se encogió de hombros de nuevo.

—Si lo es...pero por ahora solo quiero sobrevivir a esta semana.

Ambos se rieron, aunque Eli no podía sacudirse la sensación de que la burbuja en la que vivían todos los populares estaba a punto de reventar.

Unas horas después

En la cafetería, los becados Eli, Demetri, y Devon se sentaban observando el panorama con cierta incredulidad. No podían evitar sentir que algo estaba desajustado en la manera en que los populares manejaban sus vidas.

Tory, que hacía unas horas parecía abatida, ahora reía animadamente con Robby, su energía completamente distinta, como si de repente todo su agotamiento hubiese desaparecido. Yasmine, quien había evitado a Moon durante gran parte de la mañana, ahora se había acercado a ella de nuevo, sonriendo y actuando como si nada hubiera pasado, dejando a Moon visiblemente confundida por su repentino cambio de actitud.

—Es como si nada les afectara, ¿no? —comentó Devon, balanceando sus piernas mientras se sentaba sobre la mesa, mirando con curiosidad a los populares.

Demetri asintió, todavía asimilando la dinámica extraña entre ellos.

—Sí, parece que pueden pasar por lo que sea y después vuelven a su "normalidad", como si todo estuviera bajo control —añadió Eli, más en serio que de costumbre. Él sabía que no todo era tan perfecto como parecía, al menos no con Tory. Algo andaba mal con ella, y aunque ahora se veía animada, la preocupación en su interior seguía latente.

Mientras conversaban, Tory y Robby pasaron junto a ellos. La risa de Tory resonaba en el aire, una risa que no parecía del todo auténtica, como si intentara convencerse a sí misma de que todo estaba bien. Robby, por su parte, no parecía notar nada extraño, sonriendo mientras caminaba junto a ella.

—No entiendo cómo lo hacen —dijo Demetri, frunciendo el ceño mientras los seguía con la mirada. —El viernes parecía que todo iba a explotar, y ahora... es como si hubieran borrado todo de sus mentes.

Devon se rió entre dientes, meneando la cabeza. —Es su burbuja, ¿no? Entran en modo autopiloto y todo lo malo lo dejan de lado. Pero no pueden mantener eso para siempre.

Eli, que seguía viendo a Tory, sintió un nudo en el estómago. Sabía que Devon tenía razón. La burbuja en la que vivían todos los populares no iba a durar para siempre, y cuando estallara, las consecuencias serían graves.

De repente, Sam y Miguel aparecieron en la cafetería. Miguel, que había estado algo preocupado por su conversación con Eli, ahora parecía completamente sumido en el momento, besándose con Sam como si no existiera nadie más alrededor. Los becados los observaban con extrañeza, incapaces de entender cómo, después de todo lo que había pasado en la fiesta, podían actuar tan despreocupadamente.

—¿En serio? —murmuró Devon, arqueando una ceja al ver a Sam y Miguel. —Después de todo el drama que hubo, siguen juntos como si nada.

—La verdad que sí, es raro —respondió Demetri, sin poder apartar la mirada de la escena. Recordaba claramente el caos en la fiesta, los celos de Sam, y ahora todo parecía haberse desvanecido.

Eli estaba a punto de decir algo cuando su mirada se cruzó de nuevo con la de Tory. Ella le lanzó una sonrisa rápida antes de volver a concentrarse en su conversación con Robby, pero algo en esa sonrisa no cuadraba. Eli sabía que la fachada que ella mostraba no era real. Y ahora que había visto la situación con Yasmine arrastrándola al baño, su preocupación solo crecía.

De regreso al mundo de los ricos, Yasmine parecía más relajada de lo habitual. Había vuelto a su rol de líder del grupo, sonriendo mientras hablaba con Moon, como si la tensión entre ellas de la mañana nunca hubiera existido. Pero Moon seguía desconcertada, observando a Yasmine con cautela, sin entender del todo qué había cambiado.

—¿Todo bien? —preguntó Moon finalmente, intentando leer la expresión de Yasmine.

Yasmine la miró con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

—Claro, todo está perfecto —respondió, su tono tan dulce como falso.

Moon no dijo nada, pero en su interior sabía que algo estaba mal.

Desde la mesa de los becados, Eli no pudo evitar observar el comportamiento de Yasmine. Recordó la manera en que había arrastrado a Tory al baño más temprano, y no podía dejar de pensar en que quizás Yasmine tenía algo que ver en el comportamiento de Tory. Sabía que la rubia tenía mucha influencia en el grupo.

—Están viviendo en una nube de autoengaño—dijo Eli en voz baja, girándose hacia Demetri y Devon. —Y cuando esa nube desaparezca, va a ser un desastre.

Devon asintió, cruzándose de brazos mientras observaba el panorama. —Ojalá no tengamos que ser nosotros los que lo vean explotar —murmuró, más para sí misma.

Demetri, por su parte, parecía perdido en sus pensamientos, recordando los pequeños momentos en la fiesta en los que había visto el verdadero caos tras la fachada de los populares. Ahora, mirando a Miguel, Sam, Yasmine y Tory, todos riendo y comportándose como si el fin de semana no hubiera existido, entendía que tarde o temprano, el desastre que Eli mencionaba se volvería realidad. Y cuando lo hiciera, nadie saldría ileso.

La conversación en la mesa de los becados se desvaneció en el ruido de la cafetería, pero una sensación incómoda seguía en el aire. Eli sabía que Tory estaba al borde de algo peligroso, y aunque no podía hacer mucho por ahora, se prometió a sí mismo no ignorar lo que veía. Sabía que cuando las cosas explotaran, él iba a estar allí para ver cómo caían las piezas.

El bullicio de la cafetería seguía, pero Eli no podía dejar de pensar en Tory. Desde lo ocurrido en el baño con Yasmine, algo en ella había cambiado, y aunque intentaba actuar como si todo estuviera bien, Eli veía más allá de su fachada. Ahora, al final del día, la buscó con determinación, seguro de que necesitaba hablar con ella.

Al doblar el pasillo, la vio junto a su casillero, hablando con Robby. El gesto despreocupado de Robby chocaba con la inquietud que Eli sentía. Tory estaba inquieta, sus manos moviéndose rápido mientras cerraba la puerta del casillero, su risa era tensa, casi forzada. Eli apretó los dientes y se acercó, decidido.

—Tory, ¿podemos hablar? —dijo Eli, interrumpiendo la conversación entre ella y Robby.

Robby giró la cabeza, una mirada de molestia cruzando su rostro inmediatamente. Desde el principio, Robby no soportaba la actitud de Eli, y esto solo empeoraba las cosas. —¿Qué querés, Eli? —dijo con tono cortante.

—Necesito hablar con Tory un minuto —repitió Eli, ignorando el malhumor de Robby. Su mirada estaba fija en Tory, pero ella no lo miraba de vuelta. Había algo en sus ojos que lo preocupaba profundamente, como si estuviera desconectada de todo.

—Estamos hablando, así que vas a tener que esperar —respondió Robby con firmeza, cruzándose de brazos, haciendo evidente que no iba a moverse.

—Es importante, Robby. No te va a llevar mucho tiempo, ¿podés dejarnos un momento? —insistió Eli, más tenso ahora.

Robby arqueó una ceja, desafiando a Eli con su postura. —No veo por qué debería dejarte. Si tenés algo que decirle, podés decírselo frente a mí —respondió, claramente disfrutando del poder de bloquear el momento.

Eli, sin querer generar más conflicto, intentó mantener la calma. —Es entre ella y yo, Robby. No te involucra.

Robby soltó una risa incrédula. —Claro que me involucra si es mi amiga. No voy a dejar que te metas con ella. Si tenés algo que decir, decilo de una vez.

Eli apretó los puños, sintiendo la creciente frustración. No podía decirle a Robby lo que sabía de Tory y Yasmine, no quería que eso se hiciera más grande. Pero tampoco podía dejar que Robby lo bloqueara de esa manera.

—No es algo que quiera discutir frente a vos. Solo necesito un momento a solas con ella —dijo Eli con más firmeza, su mirada desafiante, pero manteniendo su voz controlada.

—¿A solas? —Robby soltó una risa cínica—. Mirá, Eli, si querés hablar, hablá. Pero si no me decís qué es tan importante, no me voy a ir a ningún lado. No te creo ni una palabra.

Eli exhaló con frustración, pero se mantuvo firme. —No es asunto tuyo, Robby. Pero te prometo que no es nada malo. Solo necesito hablar con ella.

Robby lo miró de arriba a abajo, su desdén evidente. —Vos siempre metiéndote en lo que no te corresponde, ¿no? No me voy a mover.

Tory, que había estado en silencio durante todo el intercambio, finalmente habló, aunque con una voz mucho más suave de lo habitual. —Robby, está bien, en serio... Solo son unos minutos.

Robby la miró, claramente sorprendido por su tono y lo que parecía ser cansancio en sus palabras. —¿Estás segura? —preguntó, su ceño fruncido.

Tory asintió, pero no lo miró a los ojos. —Sí, estoy segura.

Robby no estaba convencido, pero soltó un suspiro y se encogió de hombros. —Voy a estar por acá cerca —dijo, apuntando con la cabeza hacia el otro lado del pasillo. —No te demores mucho.

Con una última mirada de advertencia a Eli, se fue, pero no muy lejos. Claramente no confiaba en él, y eso no iba a cambiar pronto.

Eli finalmente pudo relajarse un poco. Miró a Tory, pero esta seguía evitando su mirada, como si estuviera ausente. —Tory... necesito saber si estás bien —comenzó, con suavidad.

Ella se encogió de hombros, sin mucho interés. —Estoy bien.

—No lo creo —dijo Eli, dando un paso más cerca—. Sé que algo está pasando.

Tory soltó una risa apagada, algo completamente fuera de lugar. —¿Algo? —dijo, con sarcasmo y cansancio en su tono—Eli...¿Qué te hace pensar qué soy yo la que está pasando por algo?

Eli dio un paso más cerca, lo suficientemente próximo para que sus voces no se escucharan más allá de ellos. —Lo vi, Tory....se que te arrastro hasta el baño.

Tory levantó la cabeza bruscamente, sus ojos oscuros llenos de furia contenida. Por un segundo, Eli pensó que le diría algo, que lo enfrentaría con dureza, pero luego vio cómo esa chispa se apagaba. La rabia se desinfló tan rápido como había llegado, y lo que quedó en su rostro fue pura resignación.

—Yasmine... —murmuró Tory, como si el nombre solo le produjera más cansancio. Luego suspiró, pasando una mano por su cabello desordenado—. No entiendes nada, Eli. Es solo una amiga, una distracción. No es nada serio.

Eli frunció el ceño. Sabía que lo que había visto no era solo "una distracción". Había sido mucho más que eso. Tory no estaba siendo sincera, ni con él ni consigo misma.

—¿Qué te dio? —preguntó directamente, sin rodeos—. Yasmine te dio algo, ¿verdad?

Tory lo miró en silencio, su expresión vacía nuevamente. Durante unos segundos no hubo respuesta, y Eli sintió cómo la tensión crecía entre ellos. Luego, finalmente, Tory habló, pero su voz era baja, casi inaudible.

—Estas pensando cualquier cosa ,solo hablamos...lo que sea que estes pensando ,es mentira.

Eli sintió un nudo en el estómago. Sabía que algo andaba mal, pero escuchar a Tory mentirle de esa manera lo golpeó de una forma diferente.

—Tory... —empezó Eli, tratando de encontrar las palabras correctas—. No es la solución. Lo que sea que estés sintiendo, hay otras formas de enfrentarlo.

—¿Qué estás diciendo? —preguntó ella, su tono desafiante, pero con un tinte de tristeza—

Eli dio un paso más cerca, con un gesto preocupado en su rostro. —Sí hay salida, Tory. Lo que sea que estés pasando, podés superarlo. Pero no lo vas a hacer así, no con lo que Yasmine te dio.

Ella se quedó en silencio, evitando la mirada de Eli. Parecía estar luchando internamente, sus pensamientos enredados en una maraña de confusión y agotamiento.

Tory apretó los labios, el dolor y la furia luchando por salir a la superficie, pero en lugar de explotar, solo se encogió de hombros.

Tory lo miró, y por un breve instante, Eli creyó ver algo en sus ojos. Una chispa, un rastro de la persona que solía ser, pero rápidamente fue reemplazado por una pared de indiferencia.

—No me molestes más, Eli —dijo con cansancio—. No soy tu responsabilidad. No soy el problema que podés resolver.Deja de decir que Yasmine me dio algo ,no es verdad.

—No quiero resolverte —contestó él, sin dejarse intimidar—. Solo quiero ayudarte. Si alguna vez decidís que querés salir de esto, sabés dónde encontrarme.

Sin decir una palabra más, Tory dio media vuelta y se alejó, su figura delgada y temblorosa desvaneciéndose entre la multitud de estudiantes. Eli la observó irse, el peso de la impotencia cayendo sobre él como una losa.

Sabía que las cosas con Tory no se arreglarían de un día para otro, y que había mucho que ella tendría que enfrentar por sí misma. Pero también sabía que no la dejaría sola. Y si Yasmine seguía metiéndose en su vida de esa manera, Eli no iba a quedarse de brazos cruzados.

Decidido, Eli se dio vuelta y se alejó, la preocupación por Tory ardiendo en su pecho. Lo que fuera que sucediera a continuación, él estaría allí, listo para intervenir si las cosas se salían aún más de control.

Un rato más tarde

Miguel salió del edificio de la escuela con un suspiro exasperado. Estaba agotado, tanto física como emocionalmente. Todo lo que había pasado en la fiesta, y ahora la inevitable confrontación con Sam, lo tenían al límite. Sabía que ella estaba esperándolo al lado de su auto, con la misma expresión de dolor y frustración que ya había visto demasiadas veces.

Sam lo miraba con los brazos cruzados, sus ojos hinchados y llenos de lágrimas contenidas. Su postura ya hablaba de lo que estaba por venir. El peso de sus inseguridades y su constante necesidad de validación la consumían.

—Tenemos que hablar —dijo ella, su voz quebrada por el resentimiento.

Miguel cerró los ojos por un momento, deseando poder huir de esa conversación, pero sabiendo que no podía. Estaba harto, no solo de la relación, sino de la repetición constante de esta misma escena.

—No es buen momento, Sam —murmuró, casi con indiferencia, apoyándose en el auto—. Hablamos después.

Sam dio un paso hacia él, claramente molesta por la respuesta. —¡No! —gritó, su voz temblorosa—. ¡No me podés seguir ignorando! Ya estoy harta, Miguel. Harta de que me trates como si no fuera nadie, como si no te importara.

Miguel la miró, sus ojos llenos de cansancio. No quería pelear, pero tampoco iba a seguir tolerando este ciclo.

—¿Qué querés que te diga? —preguntó él, en tono seco—. Siempre estamos en lo mismo, Sam. Ya te lo dije mil veces.

—¿Sabés qué? —dijo Sam, su voz quebrándose mientras sus emociones explotaban—. ¡Lo que quiero es saber si alguna vez me tomaste en serio! Porque no parece. ¡Siempre que estamos juntos, siempre que estoy cerca tuyo, siento que me tratás como si fuera una opción, como si no fuera suficiente para vos!

Miguel sintió una oleada de enojo subir por su pecho. ¿Otra vez lo mismo? ¿Otra vez con las mismas acusaciones, las mismas inseguridades?

—¡Ya basta, Sam! —respondió, levantando la voz—. ¡No grites y no hagas de esto algo más grande de lo que es! Yo no te estoy tratando como una opción, pero no quiero algo serio. No lo quise antes y no lo quiero ahora. ¡Ya te lo dije!

Sam lo miraba, sus ojos llenos de lágrimas, su labio inferior temblando. Cada palabra de Miguel era como una daga para su frágil autoestima. Ella siempre había tenido problemas con cómo se veía a sí misma, siempre sintiendo que no era suficiente, que no era digna de amor. Y ahora, esas inseguridades la estaban consumiendo.

—¿Por qué no soy suficiente? —preguntó, su voz quebrada, casi en un susurro—. Hago todo por vos, trato de ser lo mejor que puedo... y aún así, nada te alcanza.

Miguel sintió un nudo de frustración formarse en su pecho. Estaba agotado de tener que lidiar con sus problemas de autoestima, de ser quien cargaba con sus inseguridades. No era justo para ninguno de los dos, pero en ese momento, solo podía sentir enojo.

—No se trata de que no seas suficiente, Sam —dijo con voz más firme, sin intentar suavizar el golpe—. Se trata de que no quiero una relación con vos. Punto. No quiero. Y no importa cuánto intentes cambiar o hacer por mí, no va a cambiar lo que siento.

Sam lo miraba con incredulidad, sus ojos brillando por las lágrimas que apenas podía contener. Estaba devastada. Su pecho subía y bajaba rápidamente, y cada palabra de Miguel parecía arrancarle un pedazo de alma.

—¡Decilo! —gritó, en un arrebato de dolor y rabia—. ¡Decilo de una vez! ¡Vos querés estar con Tory, eso es lo que pasa! ¡Siempre la quisiste a ella y nunca me quisiste a mí!

Miguel sintió como si le hubieran dado una bofetada. Tory. ¿De qué estaba hablando? El enojo lo inundó.

—¿¡De qué estás hablando, Sam!? —respondió, su tono cargado de rabia contenida—. ¡No me metas en tu cabeza paranoica! No quiero estar con Tory, ni con nadie. No la mezcles en esto, ¡dejá de inventar cosas que no son!

Sam lo miraba, las lágrimas corriendo por sus mejillas, su rostro descompuesto por la desesperación. —¡Siempre la mirás! —gritó—. ¡Siempre! ¡Siempre te importa ella más que yo!

Miguel apretó los puños, intentando contener su furia. Ya no tenía paciencia para esto. Estaba harto de las suposiciones, de las acusaciones sin sentido.

—¿Sabés qué, Sam? —dijo, su voz dura como el acero—. Ya me cansé de esto. ¡No quiero estar con vos porque esto es lo que siempre pasa! ¡Siempre estamos peleando, siempre estás insegura, siempre te sentís menos! ¡Yo no quiero estar en una relación así! ¡No me interesa más! ¿Entendés? No quiero seguir con esto, y no tiene nada que ver con Tory ni con nadie más.

Sam se quedó en silencio, su pecho subiendo y bajando con cada sollozo, sus ojos fijos en el suelo. Las palabras de Miguel la habían destrozado, como si hubieran arrancado cada capa de la fachada que había construido para protegerse.

—Yo... yo solo quería que me quisieras... —susurró entre lágrimas, su voz rota, como si no le quedara más aire.

Miguel la observó, su ira comenzando a desvanecerse, dejando en su lugar una amarga sensación de vacío. No quería seguir lastimándola, pero tampoco podía mentirle.

—Lo siento, Sam —dijo, más calmado, pero aún firme—. No puedo darte lo que querés. Y seguir así solo nos va a hacer daño a los dos.

Sam asintió débilmente, como si finalmente entendiera, pero eso no quitaba el dolor. Se dio la vuelta lentamente, caminando hacia el final del estacionamiento mientras las lágrimas seguían cayendo. Miguel la observó marcharse, sintiendo el peso de la decisión que había tomado, pero sabiendo en el fondo que era lo mejor.

El capítulo de ellos dos había llegado a su fin.

Por ahora.

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