58

Pov. Jungkook

Bajo del auto luego de pagarle al conductor, introduzco mis manos a los bolsillos de mi sudadera y camino cabizbajo por el muelle. Me detengo y permanezco de pie observando a los clientes y luego tomo asiento en la pequeña mesa de la esquina que suelo ocupar cada vez que visito a Elda en el restaurante.

Alzo mi rostro al sentir un par de miradas sobre mí, unas chicas ríen nerviosas mientras me ven al mismo tiempo que un niño de aproximadamente unos diez años se acerca a la mesa con una servilleta en una mano y un bolígrafo en la otra.

—Jeon, un autógrafo por favor —me pide con su inocente y entusiasmada voz.

Asiento al mismo tiempo que saco las manos de los bolsillos de mi sudadera, el niño deja la servilleta y el bolígrafo sobre la mesa, lo tomo y lo firmo de manera rápida.

—Por favor una fotografía —escucho la voz de un hombre que supongo es su padre.

Accedo para luego hacer la típica pose con los puños junto al niño, el pequeño me agradece y antes de correr hacia su padre me abraza. Me sonríe y aunque no estoy de humor para sonreír lo hago.

Diviso a Elda caminar hacia mi mesa, las personas la saludan educadamente mientras regresan a sus asientos.

—Gracias —verbalizo entre dientes.

—Sohn —me saluda, tomando asiento frente a mí.

Me limito a asentir mientras con desespero golpeteo la mesa con mis dedos. 

—¿Estás bien? —me interroga con su dulce voz.

La miro y abro mi boca para responder, cuando estoy por emitir sonido me interrumpe—. La verdad, quiero escuchar la verdad.

—En realidad no tengo idea de como me siento —me sincero mientras desciendo mi vista y fijo mi atención en el salero y el servilletero que se encuentran al centro de la mesa.

—Rosalina mencionó que fuiste a casa con Jimin. ¿Qué sucedió? 

—Nada —replico altivo. —No pasó nada porque se fue a Los Ángeles —añado con rapidez.  

—Se fue a Los Ángeles —repite ella incrédula. —Pero ni siquiera se despidió —dice decepcionada.

—Volverán —le hago saber obteniendo su atención una vez más. —Al menos es lo que espero que pase —musito entre dientes.

—Lo que esperas que pase, sohn —reitera con ironía—. Ahora estoy completamente de acuerdo con mi querido, Johann. Los tiempos han cambiado y demasiado, en mis años de juventud todos luchábamos por nuestra felicidad y por nuestra familia.

—¿A qué te refieres? —inquiero irritado—. He luchado y…

—Yo no he dicho lo contrario, sohn. Y no eres el único que ha luchado, pero, ¿seguro que has luchado lo suficiente por mantener a tu familia unida?

Me quedo callado, no me siento bien aunque tenga lo que necesito a mi alcance y sé la respuesta a mi estado. Nada es lo mismo sin Jimin y Emma a mi lado, nada.

—Hace muchos años cuando descubrí que estaba embarazada de Johann, tenía mucho miedo, pero también estaba feliz porque estaba embarazada del hombre que amaba y amaré toda mi vida. Con miedo y nerviosismo se lo hice saber y su reacción no fue lo que esperaba, vi su rostro palidecer, sus ojos ensancharse de preocupación y sus labios separarse con la intención de decir algo, pero en ese momento no emitieron una sola palabra —hace una breve pausa mientras sonríe con nostalgia y segundos después prosigue—. Triste, lo dejé y corrí sin pensarlo al pequeño cuarto que ambos alquilabamos en Berlín, empaqué mi poca ropa y tomé un tren a Rothenburg a casa de mi abuela. Al día siguiente casi a media noche alguien tocaba con desespero la puerta de la casa de mi abuela, ambas estábamos decididas a no abrir hasta que mi amado Adler gritó mi nombre en repetidas ocasiones. Cuando abrí la puerta mi primera pregunta fue ¿Qué hacía en Rothenburg? su respuesta fue: he venido por mi felicidad.

Ella deja de hablar porque por el momento no puede continuar, sus ojos derraman pequeñas lágrimas mientras con los dedos de su mano derecha acaricia la sortija en su dedo anular. Cojo una servilleta, me pongo en pie y con delicadeza limpio su rostro.

—Elda —verbalizo en voz baja.

—Ese día supe que Adler me amaba demasiado, viajó de Berlín a Rothenburg por mí y por nuestro pequeño Johann. Yo era su felicidad y él era la mía, tuvimos miles de discusiones, pero siempre lo solucionamos porque los dos sabíamos que nos pertenecemos el uno al otro sin importar los problemas —se detiene, me mira y coge mis manos. Me acurruco ante ella y no la dejo de mirar. —Sonh, ve por él. Ve por tu familia porque tú y yo sabemos que esas dos personas son las piezas que faltan en tu vida y corazón. Ve y regresa con ellos querido —la escucho decir mientras acaricia mi rostro.

—Gracias —susurro.

Sus ojos verdes me miran con dulzura, sostiene mi rostro y luego deposita un beso sobre mi frente. Me pongo en pie y la abrazo por unos largos segundos. Me despido de ella y luego de convencer a Rosalina que me acompañe abordamos el avión junto a Johann para que mantengamos la cordura.

—Debí quedarme en Alemania, ese vuelo fue una locura —comenta Johann, caminando entre Ros y yo.

—Está será la última vez que te acompaño —me advierte mientras me señala y me mira molesta. —Todavía escucho el llanto de esos niños —agrega furiosa, haciéndome reír.

Nos detenemos para recoger su maleta, Johann va por ella y nosotros esperamos impacientes.

—Espero que valga la pena esas casi quince horas de vuelo, Jungkook.

—Haré que valgan la pena —le aseguro con serenidad.

Nuestros celulares suenan casi al mismo tiempo, ella lo saca de su cartera y yo me tardo un poco en sacarlo de mi mochila.

—Tengo la maleta —nos informa Johann, mirando su celular mientras yo desbloqueo el mío.

Desciendo la barra para darle un vistazo a las notificaciones, frunzo mi entrecejo al notar que un número desconocido me ha enviado un archivo. Lo presiono y sin dudar lo abro, el archivo contiene una pequeña nota sobre Jimin y un supuesto amorío. Sonrío y paso por alto todo el cotilleo, pero me detengo al ver unas fotografías de Jimin y Dimarco sonriendo junto a Emma.

Es el aeropuerto, es el maldito aeropuerto de Alemania, del cual se supone que salió con su amiga.

—Ju-Jungkook —me llama Ros.

Alzo mi rostro, la veo y luego observo la pantalla de su celular que me muestra la misma fotografía. Niego y siento que pierdo el equilibrio.

—Necesito que te tranquilices —me pide Johann, guardando su celular en uno de los bolsillos de su abrigo.

—Jungkook —articula Ros, preocupada.

—Dijo que viajaría con su amiga. Me mintió —expreso con desagrado y molestia.

—Calmate, primero debes hablar con Jimin —me indica Johann.

—¿Para qué? para que me mienta de nuevo —replico comenzando a perder el control.

—Basta, cierra la boca y escucha a mi padre —interviene Rosalina, alterada.

—Recuerda por lo que estás aquí, hijo —dice acercándose a mí. —Estás aquí para llevar a tu familia a donde pertenecen —me recuerda.

Me rodea los hombros con uno de sus brazos y poco a poco mi mandíbula se relaja al igual que mi entrecejo. Ros sube a un taxi y su padre y yo la imitamos. Intento calmarme, pero no puedo. Jimin me mintió, ¿por qué? 

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