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Jimin lleva aproximadamente quince minutos en el estacionamiento dentro del auto, sus manos sudan debido al nerviosismo. Decidido, suspira, coge la llave, empuña la nota y sale del vehículo. Camina a pasos ligeros hasta el elevador, recuerda muy bien el piso, presiona el botón indicado y apoya su espalda a la pared y al espejo.
Su respiración es un tanto agitada, ve como el color salta de tecla en tecla mientras el elevador hace sus respectivas paradas y luego avanza. Al fin llega al piso indicado, pasa al lado de uno mujer y sale. Ve hacia todos lados y recorre el pasillo recto aferrándose a la llave del auto y a la nota que Jeon le dejó con Amber.
Al estar de pie frente a la habitación no puede evitar recordar los momentos que ambos vivieron. El inicio de su relación y lo bien que funcionan juntos. Nervioso, posa su mano en el pomo de la puerta, lo mueve y está se abre. Sigilosamente entra, cierra y camina por el apartamento que ahora pertenece a Amber.
Ve una silueta alta en el balcón y sabe que se trata de Jungkook, al llegar ahí se detiene a su lado, en silencio apoya sus antebrazos tal cual y como el pelinegro lo hace. Ambos en silencio se dedican a mirar los autos, el cielo estrellado y algunas luces de los edificios.
—No ha cambiado mucho —comenta Jeon, rompiendo el silencio.
—No —concuerda Jimin. —Amber, ha decidido dejar algunas cosas. Papá se lo obsequió y vive aquí para estar cerca de mí —agrega con nerviosismo.
Otra larga pausa silenciosa los aborda, el castaño no se atreve a decir algo más, al menos no por ahorita sin tener conocimiento de lo que el pelinegro sabe. Mira el cielo una vez más y un escalofrío recorre su cuerpo, olvidó su chaqueta y ahora tiene frío.
—Jeon —lo llama en voz baja.
—Jungkook —lo corrige el más alto, dándose media vuelta para poder mirarlo mejor. —Será mejor que entremos, no quiero que te resfríes —gesticula para luego entrar al apartamento.
Jimin lo mira entrar y sonríe, le resulta acogedor que aún lo cuide y piense en su salud.
Al estar dentro, el castaño toma asiento en el sofá grande y el pelinegro en el pequeño, se dedican un par de miradas hasta que por fin el momento llega.
—Supongo que lo sé todo —dice Jeon.
—¿Todo? —duda Jimin asombrado.
—Corrigeme si estoy mal —le pide el pelinegro, el castaño asiente y él continúa hablando—. Tu padre te entregó la bebida adulterada, me la entregaste sin saber que me drogarias. Intentaste buscarme, pero Won no permitió que me encontrarás, ¿así fue?
—Sí —afirma en un resoplido el más bajo—. Debí ser más cuidadoso, jamás pensé que papá iba a utilizarme para doparte. Fui un tonto, realmente lo siento, Jungkook.
El pelinegro lo mira y puede jurar que los ojos de Jimin siguen siendo lo más bello del mundo para él, desciende su mirada y ve el anillo, ese maldito anillo de compromiso en su dedo anular.
Al darse cuenta el castaño intenta ocultarlo con rapidez con su mano derecha haciendo que una sonrisa se pose en el rostro de Jeon y luego diga mientras levanta la mirada—. Es un anillo muy bonito, no tanto como tú claro.
Jimin se ruboriza luego del cumplido y de ver la manera en la que Jungkook lo está mirando. El castaño abre su boca, intenta explicar o aclarar su situación con Dimarco, pero no puede, menos cuando recuerda a Rosalina y Jeon tomados de la mano.
—Tú y ella también hacen una linda pareja —menciona el más bajo, dolido.
El pelinegro ríe y niega al mismo tiempo luego de lo que ha escuchado.
—Rosalina es como mi hermana. Me recuerda a ella y algunas veces a ti —verbaliza con parsimonia, Jeon—. La familia de Ros, me ayudó mucho en Alemania. Supongo que el conocerla me trajo hasta aquí de nuevo.
El celular en el bolsillo de Park suena, el castaño lo saca y lee el mensaje en el que le indica que la niña está dormida.
—Emma se durmió —balbucea en voz alta, Jimin.
—¿Así que vas a adoptarla? ¿Tu padre está de acuerdo? —lo interroga el pelinegro haciendo más larga la conversación y la estadía del castaño.
—Sí, ella está lista y yo también lo estoy. Y sobre mi padre no lo sé y no me interesa en lo absoluto.
—¿Qué hay del italiano? ¿La adoptarán juntos?
—Emma será mi hija. Di no tiene nada que ver en esta decisión, aunque fue él quien me dió el último empujón para hacerlo —acota Jimin—. Ella es genial, deberías verla dar golpes a los sacos, es demasiado atrevida.
—Me invitó a su despedida de la fundación. Dice que sus amigos no le creen que ella y yo somos amigos —conversa el pelinegro haciendo reír al menor.
—Es verdad, uno de ellos le dijo que la fotografía era un montaje —le menciona Jimin, está vez haciendo que Jeon ría junto a él—. Deberías venir, ella estará muy contenta.
—¿Sí? —duda el pelinegro.
—Sí —articula con firmeza el castaño—. ¿Qué hay de tí? ¿MMA en serio?
El más alto suspira y verbaliza—. Para ser sincero creí que no volvería a pelear de nuevo, pero Johann me motivó, entrenamos y dijo que me haría volver a pelear y a la élite.
—La élite —farfulla Jimin. —Claro, la élite —repite en el mismo tono. —Solo recuerda que no es un deporte, Jungkook. Tú vida estará en riesgo cada vez que entres al octágono —le recalca el castaño.
—Lo sé. Supongo que no puedo prometer que no recibiré muchos golpes para que no te preocupes —murmura el pelinegro.
—Entonces prométeme que no caerás a la lona —replica de inmediato, Jimin.
Los ojos de Jeon se ensanchan.
—Prométeme que no caerás a la lona a menos que estés sobre tú oponente. Dejándolo inconsciente o haciéndolo que pierda por sumisión.
El castaño se pone en pie y se dedica a mirar a Jeon desde donde está.
—Prometelo, Jungkook.
El pelinegro se pone de pie, pero no se acerca a Jimin.
—Lo prometo —musita Jeon, mirando con atención los ojos color miel de Park.
El celular del castaño suena, él lleva su atención al aparato y no se da cuenta que el pelinegro se ha acercado a él lo suficiente para ver el nombre del contacto.
Jimin ve el nombre de Dimarco en la pantalla, presiona el botón de bloqueo y el celular deja de sonar.
—¿Lo amas? —lo interroga Jungkook con serenidad.
Los ojos desorbitados de Jimin lo miran, nota confusión, asombro y quizás temor.
—¿Amas al italiano?
El castaño lo sigue viendo, sabe la respuesta a esa pregunta, pero no dice nada solo se limita a mirarlo. Jungkook se mueve incómodo, recuerda que Jimin le mencionó que se mudara a Italia y que lo dejaría en paz, una pizca de molestia lo aborda, pero es normal si siente algo por Dimarco.
—Disculpa, no debí haberte hecho esa pregunta. No tengo derecho a entrometerme y saber de tu vida —parlotea Jeon, inquieto. —Si te tienes que ir puedes hacerlo —finaliza, dándose media vuelta.
Jimin pasa saliva, lo ve darle la espalda y lo único en que piensa es en lo mucho que ama a Jungkook. Y en lo desesperado que está por poder estar entre sus brazos.
—Cómo podría amar a otra persona si te amo a ti —suelta el más bajo con voz temblorosa.
El pelinegro detiene sus pasos y lo mira sobre su hombro izquierdo.
—Te amo Jungkook, supongo que siempre voy a amarte y por eso estoy dispuesto a dejarte ir y ser feliz porque te amo demasiado.
—¿Dejarme ir? —titubea el más alto, acercándose de nuevo al castaño.
—Haré lo que me pidas, Jungkook —resalta el castaño con ahínco—. Aun si no estoy de acuerdo con tú decisión.
Jeon presiona su mandíbula y sin decir nada acorta toda la distancia entre ambos.
—¿Quieres saber lo que quiero, Jimin? —lo cuestiona entre dientes.
El más bajo alza un poco su rostro y emite un audible—. Uhum.
—Quiero seguir siendo tuyo —confiesa el pelinegro, posando su frente sobre la de Park para luego susurrar—. Quiero que sigas siendo mío.
Jimin lo observa mientras su corazón palpita rápido, alza una de sus manos y lentamente la posa sobre una de las mejillas de Jungkook.
—Seguire siendo tuyo siempre que tú así lo quieras —gesticula con delicadeza el castaño mientras las yemas de sus dedos acarician la piel áspera de Jeon.
—No podemos perdernos de nuevo, Jimin. No podemos.
—So-solo dime ¿qué hacer para que me perdones? —pregunta en un hilo de voz el más bajo.
—No puedo perdonarte por algo que no sabías. Supongo que este tiempo lejos fue para prepararnos para este momento, para el ahora juntos.
—No pienso alejarme de ti a menos que sea necesario, tampoco pienso seguir un solo segundo de mi vida sin ti a mi lado —enfatiza Jimin con voz gangosa.
—El que estemos lejos no estará a discusión nunca —concuerda el más alto, haciendo sonreír al castaño.
Jungkook posa sus manos sobre el rostro de Jimin, el menor cierra sus ojos y las lágrimas que estaba conteniendo descienden por su rostro. El más alto las limpia y luego abraza sin previo aviso al castaño que solo se tarda un par de segundos para aferrarse al cuerpo de Jeon.
Permanecen abrazados por un par de minutos, simplemente sintiendo la cercanía del otro después de tanto tiempo. Jimin aleja un poco su rostro, mira con una enorme sonrisa a Jungkook y luego el mayor poco a poco desciende su rostro con un solo objetivo, besar los labios del castaño.
La puerta suena justo cuando sus labios se rozan, el pelinegro niega mientras un nervioso y ruborizado Jimin lo mira. De nuevo escuchan los golpes en la puerta mientras el celular del castaño suena.
—¡Jimin! ¡Jimin! —se escuchan los gritos desde afuera. —Sé que estás ahí, sal —demanda con dificultad.
—Es Di —expone el más bajo con nerviosismo.
Jungkook resopla molesto, escucha otra vez los golpes y los gritos llamando a Jimin. El pelinegro toma una de las manos del castaño y mientras lo mira le pregunta—. ¿Confías en mí?
—Con mi vida —responde sin titubear el más bajo.
—Todo va estar bien —farfulla Jeon y luego camina hacia la puerta sujetando la mano de Jimin.
El más alto abre la puerta y ambos ven ahora a Dimarco en estado de ebriedad.
El italiano lo primero que ve es como la enorme mano de Jeon sostiene la pequeña mano de Jimin. El italiano furioso extiende sus brazos y empuja a Jungkook.
—¿Qué es lo que crees que haces? ¿Por qué sujetas la mano de mi prometido? ¿Quién te crees que eres? —lo atiborra de preguntas, Dimarco.
El italiano intenta empujarlo de nuevo, pero está vez Jungkook lo esquiva. Dimarco hace el intento por tomar la mano de Jimin, pero nuevamente Jeon se lo impide, está vez colocando la mano con la que no sostiene la de Park sobre el su pecho.
—Si quieres hablar, hablemos afuera —le propone el pelinegro.
Jimin niega y mientras ejerce más presión en la mano de Jungkook, masculla—. No, no lo hagas.
El pelinegro lo ignora y en un solo movimiento ambos ahora están más adentro del apartamento.
—Quiero que te quedes aquí —le pide Jeon mientras el castaño niega en repetidas ocasiones—. Sí, vas a quedarte aquí y abrirás esa puerta hasta que te lo pida.
—No, espera —lo detiene Jimin. —Déjame a mí, déjame hablar con él, debo al menos explicarle lo que sucede, se lo debo —insiste.
Ahora el que lo detiene es el más alto, lo sostiene del rostro y dice con parsimonia—. Mañana podrás hablar con él.
Dicho eso, besa la frente de Jimin y luego sale del apartamento para encontrarse con Dimarco en el pasillo.
Cuando el italiano lo ve camina hacia él con rapidez y lo primero que hace es darle un puñetazo a Jeon. El pelinegro lo empuja y luego lo contramina contra la pared, empuña su mano izquierda y cuando está por golpearlo escucha la voz de Jimin.
—Basta, Di. Necesitas recordar lo que me prometiste —se dirige el castaño al azabache.
Jungkook lo suelta y da un paso atrás, pero sin bajar la guardia.
—¿Y si no quiero cumplirlo? —lo cuestiona el italiano.
—Lo prometiste, Di. Dijiste que…
—Ya sé, yo sé lo que dije. Sé lo que te prometí —borbotea el azabache—. Pero no estoy listo para cumplirlo.
El italiano se acerca a Jimin y Jungkook de inmediato acorta la distancia y se queda de pie detrás del castaño.
—Di, yo…
—Tenías razón, tú me dijiste la verdad, pero y-yo insistí y t-tú ya lo escogiste a él.
—Di, yo en serio necesito que…
—¡Cállate! —lo interrumpe en un grito el italiano.
Jungkook da un paso al frente y brama, molesto—. Suficiente, vuelves a alzarle la voz y te juro que te destrozaré la cara.
Los vecinos desde sus puertas ven lo que ocurre mientras el personal de seguridad del hotel se acerca.
—Te recomiendo que te marches por las buenas —le sugiere Jeon.
El italiano le da una última mirada a Jimin, se da la vuelta y luego se aleja de ellos.
El pelinegro se da media vuelta y nota como el castaño lucha por controlar sus lágrimas, se acerca a él, lo abraza y juntos entran de nuevo al apartamento.
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