35

Berlín 

—Estás demasiado cerca, alejate —se queja Rosalina al sentir el hombro de Jamal cerca del suyo.

—¿Qué tal si cenamos en el restaurante de tu abuela está noche? —le propone.

Ella ríe, pero al momento de hacer contacto visual con él deja de hacerlo y con completa seriedad lo rechaza una vez más.

—Deja de perder por rendición, Jungkook —espeta molesta, mientras se pone en pie.

El disgusto de la rubia y del entrenador de llaves es comprensible. Jeon es bueno, pero no tan bueno como para conseguir zafarse de una llave en brazo, pie o cabeza, todos saben que él surcoreano siempre prefiere rendirse que luchar por soltarse de la llave.

Su entrenador de Krav maga y Jiu jitsu se miran mutuamente desde fuera del octágono y con una mirada le indican al alumno que continúe practicando con Jeon, hasta que intente deshacerse de algún agarre.

—¡Jungkook! ¡Usa tus piernas, maldición! —grita Rosalina con exasperación.

Johann entra al área saludando a sus aprendices, se detiene al lado de su hija. Su semblante es serio y su mirada escrutadora, empuña sus manos dentro de los bolsillos de su pantalón deportivo al ver que Jungkook sigue en las mismas condiciones.

El alemán sabe que el surcoreano es bueno, sus golpes son letales, pero al momento de acorralarlo y atraparlo con llaves no lucha. Ha sido paciente, vaya que lo ha sido, pero al parecer no le ha servido de mucho. 

—Pa-papá —trastabilla su hija al ver que se quita su pantalón deportivo y sus zapatillas—. ¿Qué haces?

Se retira los calcetines y luego rectifica su postura.

—Jamal, entra al octágono —le ordena a su campeón peso ligero de MMA.

—Sí, señor.

Johann se para más cerca del octágono justo a lado de los entrenadores de Krav maga y Jiu jitsu.

Jamal entra y ve a Jungkook con seriedad y luego sonríe con sorna.

—Empiecen —ordena Johann.

El sparring empieza y Rosalina sabe muy bien cómo irá todo. Jeon será el mejor en conectar golpes con sus puños y piernas, pero lo echara todo a perder cuando Jamal lo derribe y lo atrapé con una potente y desgarradora llave.

—¡Que no te derribe, Jungkook! —vocea la rubia. —Eso es, ataca —continúa apoyándolo—. No, que no te derribe. Mierda.

—Debes hacer que reaccione, Johann —le sugiere el entrenador de Krav maga.

—Sí, debe reaccionar o no dejar que lo derriben y ganar por knock out de un potente golpe —concuerda el entrenador de Jiu jitsu.

—Lo sé, lo sé —balbucea entre dientes el alemán, mientras ajusta sus guantes.

—Papá, espera —lo llama Rosalina—. No seas tan duro con él.

Johann entra al octágono y le ordena a Jamal salir, deja que Jungkook descanse unos minutos y luego se acerca a él.

—No saldremos del octágono hasta que logres zafarte de una de mis llaves. Si te rindes empezaremos de nuevo, una y otra vez hasta que lo consigas.

Los ojos negros de Jungkook se ensanchan, suspira y ve a Rosalina la cual solo encorba sus hombros y niega debido a que no puede ayudarlo en nada.

—Pase lo que pase nadie se meta —demanda Johann.

Jamal cierra el octágono y se para al lado de Rosalina.

La pelea empieza se dan un par de golpes y luego Johann consigue derribar a Jungkook, el pelinegro resiste, pero luego baja la guardia y el alemán consigue atrapar una de las piernas de Jeon con sus muslos.

—¡Vamos, Jungkook! —exclama Rosalina nerviosa.

El surcoreano alza su mano y luego la deja caer contra la lona y golpea unas cuantas veces.

Los entrenadores fuera del octágono niegan frustrados, mientras Johann se pone en pie y obliga a Jungkook a hacer lo mismo.

Pasa dos veces lo mismo y ahora el enojo en el rostro de Johann es más que notorio y su hija y Jamal lo saben.

—No vas subirte a un octágono si no puedes librarte de un agarre, Jeon. No lo permitiré —le hace saber el alemán—. Echarás a perder todo lo que has entrenado si no consigues superar esto.

Jeon esquiva una combinación y luego detiene una patada con su chimpinilla. Retrocede y luego lanza una patada a uno de los muslos de Johann.

El alemán sonríe y luego se lanza contra las piernas de Jungkook hasta hacerlo caer en la lona, Jeon lucha para que no lo agarre, pero nuevamente falla y Johann atrapa su brazo izquierdo.

—No volverás a Los Ángeles si no saltas este obstáculo. No renacerás si no vences tus miedos, no les mostraras lo bueno que eres si no me vences. Muéstrate a ti mismo lo fuerte y valiente que eres —lo motiva Johann mientras ejerce más presión en el agarre.

Los mohines de dolor empiezan a hacerse presentes, se remueve un poco, pero solo consigue que el alemán presione más su brazo.

—No seas débil, Jeon. Vamos —lo motiva Jamal.

¿Débil? Piensa Jungkook, mientras siente más opresión en su brazo.

—He salido con idiotas, pero nunca con debiluchos.

Recuerda la voz y el rostro de Jimin.

Suelta un bramido y luego saca fuerzas para alzar una de sus piernas y hacer doblegar a Johann, atrapandolo con sus piernas.

—¡Sí, sí, sí! —vocifera emocionada, Rosalina.

—¡Presiona Jeon, presiona! —le ordenan los otros dos entrenadores.

Jungkook hace lo que le piden, Johann suelta un quejido de dolor y poco a poco suelta el brazo del surcoreano. Jeon sube sobre el cuerpo del alemán, presiona las caderas del contrario con sus rodillas le lanza un par de puñetazos y luego forcejean hasta que el surcoreano consigue atrapar a Johann de su cabeza y mano derecha.

—No soy débil, si un idiota, pero nunca un debilucho —dice en voz cansina, mientras Johann golpea su espalda con una de sus manos.

—¡Sí, lo consiguió! —grita Rosalina, abrazando a Jamal.

—Jeon, suéltalo —le ordena uno de los entrenadores.

Al ver que el pelinegro no lo suelta de inmediato ambos entrenadores entran al octágono y los separan.

—Vas a pagar por eso, Jungkook —le advierte Johann. 

Los entrenadores ponen de pie al chico y lo felicitan por haber conseguido lo último que le faltaba.

Jungkook ve fuera del octágono y nota como Rosalina abraza a Jamal, pero luego se aleja de él de forma divertida.

La rubia va directo hasta su amigo dejando a su padre absorto.

—Oye, tu padre está aquí —dice alzando su mano.

—Jungkook, ganó.

—Y casi me mata —protesta Johann.

—Si, pues tú lo provocaste —replica la rubia.

—Deja de enfadarlo más y ve con él —le pide Jungkook, empujándola de manera juguetona.

La chica asiente y luego va con su padre.

—¿Qué opinan? —cuestiona Johann a los entrenadores al salir del octágono.

Ambos entrenadores se reúnen con el alemán y luego de un par de minutos, Jeon está listo.

—El chico está listo —dice el entrenador de Jiu jitsu.

—Sí, su nivel físico es perfecto. Debes ir introduciéndolo a la élite, Johann —aconseja el entrenador de Krav maga.

—Estoy de acuerdo con ambos, ahora vamos a cenar —les propone el alemán.

—Jungkook, date prisa y vamos a cenar —le pide la rubia.

—¿A cenar? 

Lo que menos quiero él es cenar, lo que más desea es una ducha en su casa y luego lanzarse a su cama y despertar hasta que su alarma suene a las tres de la mañana.

—Sí, date prisa —insiste, tomando uno de sus brazos.

—Espera, Ros. Duele —la detiene—. No iré, no te acompañaré, quiero vomitar del dolor en el cuerpo. Será en otra ocasión.

—Pero…

—Sabes que no es a mí a quien debes invitar a cenar está noche, Ros —musita Jeon, mientras ve de soslayo a Jamal que va hacia los casilleros. 

—¡Con Jamal! ¡No, no, no!

—Vamos, Ros. No seas tan dura con él —verbaliza Jeon, mientras se retira los guantes.

—Me voy —suelta malhumorada.

—Tú y yo sabemos que sientes atracción por él —se sincera el pelinegro, ganándose una mala mirada de parte de ella. —Y no me veas así, sabes que es cierto —la reta entre risas—. Te he visto mirarlo muchas veces, casi babeas por él y…

—¡Tú! Eso es…

—Es cierto —la interrumpe y culmina la oración, Jeon mientras la abraza a la fuerza.

—Ya déjame en paz. Estás sudado, Jungkook —se queja ella como una niña, intentando escapar del agarre de él.

—Solo inténtalo, Ros.

—Jungkook, estoy enferma, no sería justo…

El pelinegro la ve, suspira al mismo tiempo que le da un sape en la frente y articula—. No es justo lo que estás haciendo, al menos dale la oportunidad y si ves que funciona le mencionas tu enfermedad y lo serio que es.

—¿Y si dice que no? Y sí…

—¿Y si dice que sí? Imagínate. No lo sabremos si no lo intentas, si él dice que sí ha sido su decisión no la tuya. Permítele decidir a él, no decidas e intuyas cosas, eso es patético.

La rubia lo ve y lo único que puede hacer es asentir.

—Ahora vete. Suficiente he tenido con tu padre y sus golpes —la despide dándole un empujón.

—¿Eres un idiota lo sabías? —lo cuestiona ella molesta.

—Sí, ahora lárgate —parlotea él desinteresado mientras camina hacia los casilleros.

Cuando Jungkook entra a los casilleros Jamal sale a toda prisa con vista en la pantalla de su celular mientras sonríe. El surcoreano coge sus cosas, se viste y se coloca la mochila sobre sus hombros. Se asegura de decirle a Elda que está bien, pero que está muy cansado.

Camina hacia la salida y se detiene en la máquina de café, introduce el dinero y luego presiona la opción de capuchino. Espera a que la máquina le prepare el café mientras revisa con brevedad las notificaciones de su celular.

Coge vaso con café y guarda en su bolsillo el celular, al salir de la academia ve el auto de Rosalina estacionado, ríe por dos razones. La primera es que ella decidió por fin darle una oportunidad a Jamal, y la segunda; le dejó el vehículo y no tendrá que caminar para tomar el subterráneo.

El pelinegro coloca el vaso con café sobre la capota mientras se agacha un poco para buscar la llave en la pequeña puerta donde se echa la gasolina.

—Ella es genial —masculla mientras coge el vaso con café y luego rodea el vehículo.

Entra y enciende el motor y la calefacción, pone en marcha el auto solo hace una pequeña parada en la despensa para comprar un par de manzanas verdes y bananas. Estaciona el vehículo y luego sube las escaleras hasta llegar a su pequeño apartamento.

—Eh-eh-eh —escucha los balbuceos del niño rubio cuando llega a su piso.

—Ey, pequeño —lo saluda agitando la mano con la que no sostiene la bolsa con las frutas.

—Hallo, hallo —repite el niño de hebras rubias onduladas.

—¿Ha-hallo? —duda Jeon.

—¡Hallo! —exclama el pequeño esbozando una enorme sonrisa, mostrando que aún le faltan un par de dientes. —Hallo —articula una vez más, pero ahora señalando la bolsa transparente que el surcoreano sostiene.

—¿Quieres? —lo interroga incómodo, Jeon.

—Hallo —contesta, asintiendo emocionado.

—Bien —susurra Jungkook, introduciendo su mano a la bolsa. —Ten —le entrega una manzana y una banana.

—Ham, ham —canturrea el pequeño.

—Sí, ham, ham —dice él. —Ve a casa —le indica, señalándole la puerta de enfrente de su pequeño apartamento.

El niño se pone en pie, camina hasta la puerta y se queda ahí de pie.

—Tschüss —parlotea ahora el pequeño.

—Bye —es lo último que dice el pelinegro y luego entra a su apartamento.

Toma una ducha fría para relajarse, se viste y mientras come una manzana escucha unos toques en su puerta.

Abre y cuando desciende su vista ve al pequeño rubio con una monito de peluche en su mano.

—Hallo —verbaliza, extendiéndole el peluche.

—No, es tuyo —niega Jeon.

—Hallo —espeta el niño, frunciendo su entrecejo.

—Ok, hallo —accede Jungkook, tomando el monito de peluche.

La voz de una señora hablando en alemán se escucha y el pequeño de inmediato se gira y trastabillando va directo al apartamento de enfrente.

Jungkook se queda por unos segundos a la espera de que el niño regrese por su monito, pero solo ve como la puerta se cierra. Entra de nuevo, arroja lo incomible de la manzana al basurero y se lanza a la cama junto con el osito de peluche en su mano. Saca del bolsillo de su short su celular y pone un poco de música, escucha la melodía y reconoce que canción es al instante.

Suspira y se queda viendo el techo, esa pequeña mancha mientras la canción sigue sonando.

—You’re the scars of my skyn. You're the past I don't wanna erase. (Eres las cicatrices en mi piel, eres el pasado que no quiero borrar) —recita en un hilo de voz teniendo en mente a una sola persona.

Coloca su antebrazo izquierdo sobre su rostro mientras que con su mano derecha sostiene el mono de peluche, poco a poco cae rendido imaginando esa noche en la que él y Jimin estuvieron juntos. 

Su cuerpo cede ante aquel lindo recuerdo, lo hace sentir tranquilidad hasta que da un leve salto lo despierta, siente su mano sostener algo y sonríe. Es él, no fue un sueño, por supuesto que no. 

Descubre su rostro y cuando ve lo que sostiene su mano aquella sonrisa se desvanece. Si fue un sueño, un lindo y pequeño sueño en el que de nuevo pudo sentir que su mano sostenía con firmeza la de Jimin.

Cierra sus ojos de nuevo y se obliga a quedarse dormido porque si en sus sueños es la única forma en la que lo puede sentir en sus brazos de nuevo, aprovechará sus horas de dormir para sentirlo cerca.

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